Con una sonrisa y actitud entusiasta Ciel saludaba a todos al llegar a su reunión en el Mirador del Cisne esa tarde, llevando los dulces que Sebastian había preparado los repartía a sus emocionados compañeros que halagaban su habilidad culinaria para hacer postres. En esta parte de su misión, una vez dentro de este grupo escolar selecto solo tenía que consolidar su relación con ellos, ganarse su confianza para poder obtener información que ayudara a resolver el misterio que envolvía esta prestigiosa escuela.

Mientras la charla amena se desarrollaba, Ciel con una sonrisa servía a sus superiores a la vez que los oía hablar de trivialidades. A pesar de no estar acostumbrado a participar en este tipo de reuniones informales, se esforzaba para seguirles la corriente

al actuar lindo y servicial para no despertar sospecha alguna. Con el pasar de los días no le resultaba tan difícil lidiar con ellos en especial los cuatro prefectos, quienes no eran más que chicos normales hablando de cualquier tontería; con una actitud despreocupada por su futuro parecían disfrutar el presente en este pequeño mundo, en que eran los amos saboreando así la satisfacción que daba tener el poder sobre unos cuántos.

Al verlos podía imaginar este como el giro que hubiera tomado su propia vida de no haber ocurrido aquella tragedia que le arrebató todo, cuando sin nada más que un alma que ofrecer, se la dio a un desalmado demonio a cambio deque cumpliera su venganza. Por momentos pensaba en una realidad alterna, donde probablemente se hubiera convertido en un estudiante de esta prestigiosa escuela, un niño mimado más que también convertiría este entorno en su propio pequeño mundo.

¿Es lo que hubiera querido?. Tal vez no, pero de alguna forma era lo que un chico normal de su estatus viviría a esta edad, así que no podía evitar pensarlo con un dejo de nostalgia ante esa posibilidad que se hubiera cumplido al tener con vida a sus padres. Viéndolos disfrutar tranquilamente de su vida escolar no creía que ellos remotamente pensaran llevar una vida como la suya, ¿quién en su sano juicio tendría pensamientos tan lúgubres?. Nadie imaginaría ser presa de un demonio hambriento, quien no solo se adueñó de su alma sino también de su cuerpo, esto último por voluntad propia impulsado solamente por la satisfacción que le provocaba sus encuentros en la intimidad.

"Como quisiera que el profesor Michaelis fuera nuestro supervisor"

Fue lo que escuchó de repente sacándolo de su profunda reflexión, el solo escuchar "Michaelis", el apellido que dio a su demonio lo volvía a la realidad. Ese era el comentario del serio prefecto de la casa verde al imitar el tono empalagoso de uno de los chicos menores a su cargo. —Los niños son tan fáciles de engatusar, ¿no?. ¿Qué le ven a un profesor? Ni siquiera es correcto porque es un adulto.

—Que pensamiento tan aburrido, si alguien te gusta, solo te gusta. —Acotaba el rubio líder de la casa roja— Además, el profesor Michaelis es joven en comparación a otros maestros de nuestra escuela que ya parecen abuelos, hay que admitir que tiene su atractivo y encanto a pesar de ser un adulto.

—¿Es tu tipo, Redmond? —Cuestionó el prefecto de la casa azul con el afán de molestarlo. Ciel escuchaba atento sin intención de intervenir, tonta charla que le confirmaba que su demonio era bastante popular incluso para ser mencionado en otras casas, se preguntaba internamente si lo "amarían" tanto al saber quién era en realidad.

—No, sabes que a mi me gustan dulces y pequeños.

—¿Cómo Phantomhive? —Comentó el prefecto de la casa azul con un tono desafiante.

—Si, justo así.

Ciel sonrojado detuvo su acción de recoger los platos al oír como fue incluido vergonzosamente en esa charla, sobre todo porque ese coqueto chico rubio ahora parecía insinuarse con la mirada. —Oye, no molestes al niño de mi casa.

—Tú empezaste, Lawrence, claro que si a tí te gusta no me interpondré entre ustedes.

—¡Claro que no, Phantomhive es lindo como una de mis hermanitas, nunca lo vería de otra forma!

—¡Bluewer senpai, no diga eso...!

Ciel más avergonzado refutaba mientras todos a su alrededor reían por la reacción de ambos, el líder de la casa roja sonreía sin apartar la mirada del muy sonrojado joven, viendo embelesado su tímido gesto confirmaba que Ciel Phantomhive era el tipo de chico que le gustaban. Minutos después antes de que empezara a anochecer, los prefectos se marchaban para ir a sus respectivas casas y seguir sus labores internas, dejando que los dos nuevos sirvientes se hicieran cargo de la limpieza del Mirador del Cisne.

—No quiero sonar irrespetuoso, pero ¿puedo llamarte Ciel cuando estemos solos? —Cuestionó tímidamente Joanne mientras hacían el aseo.

—Claro, no hay problema, Joanne.

Ciel respondió con su habitual falsa sonrisa animada, no evitando pensar en lo que este chico le provocó gran parte del día, esos celos al creer que vivía un apasionado romance con su demonio. Aunque Sebastian había aclarado que no hubo un tal beso, tampoco negó que este chico le fuera indiferente.

—Redmond senpai me pidió que te diera este mensaje... —Decía el joven de cabellera rubia a la vez que entregaba un pequeño trozo de papel en la mano de un sorprendido Ciel— No lo leas aquí, cuando estés solo y destrúyelo apenas lo hayas leído.

—Por lo que el senpai dijo antes y la forma en que me miraba, debo deducir que quiere algo referente a "eso".

—¿"Eso"? Creo que si... Espero que no te ofenda ese tipo de interés.

—No, entiendo... Cosas así son normales en la escuela. —Con una tímida sonrisa Ciel decía, no podía permitirse reaccionar de otra forma aunque no le agradara la idea.

—Supongo que sí, mientras se haga discretamente no hay problema. —Murmuró en un extraño tono triste.

—Ah, pero si a ti te gusta tu senpai rechazaré amablemente sus intenciones.

—No, no... Es que yo... Tengo a alguien que me gusta mucho y no sé por qué imaginé la posibilidad de que me enviara un mensaje así... Me haría feliz, pero si sé que eso nunca pasará.

El rubio con un notable sonrojo en sus mejillas hablaba rápido preso de los nervios y el entusiasmo que le provocaba este supuesto sentimiento de amor, Ciel se esforzaba por mostrarse comprensivo aún cuando los celos le invadieron de nuevo al intuir quien era el objeto del afecto de su compañero. Pensando fríamente se le ocurrió que tal vez debía aprovechar esta charla amistosa para dar respuesta a su duda, ¿Sebastian había mostrado interés romántico en él?

—¿Por qué no pasaría? ¿Es alguien de otra casa?

—Si, pero más que eso... Es un profesor... —Contrariado respondía llenando sus ojos de lágrimas a la vez que contradictoriamente esbozaba una dulce sonrisa— Él es tan bueno, amable y lindo... Es perfecto... Que vergüenza, no debería hablar así.

—Está bien, si quieres desahogarte yo te escucho.

—Gracias, me hace sentir algo mejor porque no se lo he dicho a nadie... —Algo aliviado decía— Ciel, estar enamorado es muy confuso, no puedo evitar sentirme feliz y triste a la vez, abrumado de tantas emociones. ¿Tú lo has sentido?

—¿Enamorarme...? No, no creo estar en edad para eso.

Con genuina timidez respondía a pesar de que las palabras que escupía eran un tanto cínicas, nunca admitiría que era amor lo que sentía por su demonio, aunque posiblemente lo era. En cuanto a lo dicho por su edad, era una mentira ya que eso no era impedimento para experimentar "cosas" a sus apenas trece años. Sebastian había tomado y saboreado cada centímetro de su cuerpo, partes que ni siquiera tenía idea que al tocarlas le despertarían una embriagante sensación de placer, placer adictivo que casi a diario deseaba obtener de su demonio para sentirse y sentirlo suyo. Al notar la mirada enamorada de este joven sentía como los celos volvían hacer de las suyas, revolviendo todo en su interior en una amarga sensación.

—¿Y quién es ese profesor? —Con curiosidad cuestionó tratando de aliviar su malestar, aunque era absurdo preguntar cuando sabía la respuesta.

—Es el profesor Michaelis, el supervisor de tu casa. Confieso que siento un poco de envidia porque puedes tenerlo cerca.

Ciel solo esbozó una forzada sonrisa mientras pensaba que podía decirse que lo tenía más cerca de lo que cualquiera imaginaría, tan cercanos eran que sentía su piel desnuda arder junto a la suya cuando se entregaban al placer, llevándolos al delirio. Joanne al notar su extraño silencio, lo miró fijamente y pensando que lo incomodaba con sus comentarios se disculpaba muy nervioso.

—No, no te disculpes... No me molesta que hables de eso. —Siendo comprensivo Ciel trataba de animarlo. Calmó sus celos al notar la melancolía de este joven al expresarse de su romance, era obvio que su amor era unilateral, confirmando así que su demonio dijo la verdad al asegurar que no lo besó. Extrañamente se sentía aliviado, pero todavía guardaba algo de recelo así que debía aclarar este asunto para tranquilidad propia— Entonces, ¿el profesor Michaelis te ha insinuado algo?

—No, es muy respetuoso, pero... Creo que le gusto.

Los celos de Ciel volvieron a encenderse ante las palabras de un ilusionado Joanne, cuya mirada se iluminóbseguramente al evocar en su mente la presencia de su querido profesor. —¿Por qué lo dices?

—Por la forma en que me mira y habla.

—Tal vez solo es amable como lo es con todos.

—Es posible, pero siento que si le gusto, quizás solo quiero creerlo porque es el anhelo de mi corazón enamorado. —Joanne confesaba en un susurro, tocándose el pecho sonreía de forma sincera y dulce. Un gesto embelesado que molestó a Ciel, al pensar en que su coqueto demonio estuviera ilusionando una parte de la escuela. En ese instante, preso tal vez de los celos se le cruzó por la mente una idea perversa.

—Joanne, quiero contarte algo, pero promete no decírselo a nadie... —En confidencia Ciel hablaba a su nuevo amigo, quien se sorprendió un poco al sentir como se acercaba para hablarle en voz baja.

—Claro, soy muy discreto. Confía en mí.

—Yo he estado con alguien mayor, y sé lo que les gusta. Tal vez mi experiencia pueda ayudarte con el profesor Michaelis.

—¿Hm...? Pero dijiste antes que no te habías enamorado.

—A veces en las relaciones el amor no es lo esencial, es lo primero que debes tener en cuenta al estar con alguien mayor.

—¿No? Pero... Yo creo que el amor es importante, tal vez estoy equivocado. Entonces, ¿qué es esencial?

En un sutil movimiento se acercaba a su rostro tomando uno de sus rubios mechones lo movía hacia atrás para susurrar la respuesta en su oído descubierto. —Sexo...

Ante esa simple palabra el rostro de Joanne se tornó tan rojo como si de un tomate se tratara, Ciel contenía su risa al ver su reacción, en la que incluso parecía desmayarse, algo natural en alguien tan tímido. —Ciel... ¿Tú has tenido sexo?

—Si, por ese motivo me enviaron a esta escuela, en la mansión descubrieron mi amorío con un lascivo tutor y para evitar el escándalo unos parientes me obligaron a venir aquí como castigo.

Joanne estaba estupefacto con cada palabra que de los labios de este niño un año menor decía, ni siquiera parecía creíble lo que contaba por su apariencia tan dulce e infantil. Sin embargo, lo decía con tal certeza que empezó a dudar. —¿En serio?

—Por favor, no le digas a nadie, mis parientes me matarían y se quedarían con todo lo mío. Dijiste que podía confiar en tí.

—Si, si... No se lo diré a nadie, lo prometo. —El rubio sonrojado murmuró aún no saliendo de su asombro— Entonces, de verdad sabes de esas cosas.

—Creo que si, mi tutor se esmeró por enseñarme bien.

—Ehh... Pero yo no quiero tener sexo con el profesor Michaelis, eso le traería problemas... Si solo me besara una vez yo sería feliz toda la vida.

—Eso es muy cursi. —Con una burlona sonrisa Ciel dijo, el otro avergonzado se encogía de hombros— Bueno, con besos se empieza, ¿sabes besar?

—No, no, no... Solo sé de esos besos por lo que leí en las novelas románticas...

—¿Quieres que te enseñe?

—¿No sería incómodo?

—No, si se lo toma como una clase más. —Los dos muy cercanos hablaban, Joanne sonrojado no se atrevía a verlo, parecía no saber que responder a esta inusual y repentina propuesta— No tienes que responder ahora, piénsalo y dame una respuesta después, yo solo quiero ayudarte.

Ciel con una coqueta sonrisa decía, apartándose pretendía seguir la labor que había interrumpido en su intento al seducir a este inocente chico, en ese instante se sintió como Sebastian y no le molestaba esta sensación. Tal vez al estar por tanto tiempo conviviendo con un demonio se estaba gradualmente convirtiendo en uno, y esa idea tampoco le molestaba. Joanne no dio respuesta, se quedó quieto viendo como Ciel se despedía animado cuando terminó su parte del trabajo.

Unas horas después cuando la oscuridad de la noche cubría la escuela, se veía una silueta entrar sigilosamente al despacho de su profesor, asegurando la puerta se acercaba con prisa a Sebastian y le lanzaba a la cara ese pequeño trozo de papel que le fue entregado en la tarde. —Mira... Tengo una cita mañana, ¿y tú creías que no podía hacerlo?

—Nuncadije que no podrías atraer a alguien, solo insinúe que no podrías dar la iniciativa para hacer algo más con alguien que apenas conoce.

—No es tan difícil... Porque me has enseñado bien, profesor Michalis.

—¿Qué quieres decir?

—Nada... Estoy un poco excitado, hagámoslo en el escritorio. —Susurró sensualmente acercándose con una mirada lasciva se apegaba a él para apretar su entrepierna con una de sus manos. Sebastian se sentía molesto por esta extraña actitud sobre todo por su esquiva respuesta, lo estaba provocando y lo peor es que lo consiguióñ.

—No estoy de humor... Además tengo una ronda qué hacer en unos minutos.

Al oír su respuesta Ciel se complacía, podía percibir su enfado y era agradable desquitarse de esta manera por lo que le provocó horas atrás. Eso solo lo entusiasmó más, y no queriendo aceptar su negativa desabrochaba sus pantalones— No me hagas darte una orden, una que no puedes negarte a cumplir.

—¿Esto podría considerarse abuso sexual?

—¿Cuándo antes te has negado a mis intenciones? ¿Estás enojado? —Ciel cuestionaba con malicia a la vez que bajaba un poco los pantalones de su serio demonio— ¿Estás celoso?

—Que infantil eres con estos jueguitos absurdos, estoy muy decepcionado de su actitud. ¿Todo esto es por Joanne?

—Y ahora lo llamas por su nombre. —Ciel con evidente malhumor murmuró— Bueno, tal vez él te olvide pronto, yo lo haré olvidarte.

Ante esa advertencia Sebastian dio un profundo suspiro, en momentos como este es que se daba cuenta de que su joven amo era solo un niño jugando a ser adulto. Por la forma en que dijo aquello no era difícil deducir que había estado "coqueteando" con el lindo Joanne, una táctica poco digna para alguien que consideraba un estratega natural, ¿tanto le afectaron los celos?. No queriendo quedarse atrás pretendía seguirle la corriente, algo que tampoco era muy digno de su parte.

—Ya lo veremos, es un chico tan dulce e inocente, no creo que olvide fácilmente a su primer amor.

—Que ridículo.

—Si fuera ahora a su habitación seguramente abriría las piernas sin dudarlo solo para mi... Un alma pura fácil de corromper, un cuerpo virginal que se estremecerá con solo acariciarlo, hacerle el amor sería una delicia.

Relamiéndose los labios susurraba el demonio, su amo cambió su altanera actitud de antes al escuchar su anhelo que parecía sincero. En un juego de provocación que el mismo inició estaba perdiendo al dejarse llevar por los celos y no podía permitirle ganar esta batalla. — Quedátelo... Voy a practicar para mañana mi cita con Redmond senpai.

Advirtiendo aquello lo obligaba a sentarse en su silla, arrodillándose se prestaba a lamer la extensión de su miembro viril que había expuesto, Sebastian sonreía por lo ridículo que estaban actuando ambos, ¿no era más fácil solo admitir que estaban celosos?. Pero sabían que admitirlo sería afirmar que un profundo sentimiento estaba naciendo entre ellos haciendo que su relación trascendiera más allá del placer físico y ninguno quería admitirlo primero. El demonio sentía la pequeña lengua de su amo humedecer esa parte sensible de su cuerpo, cuerpo que sucumbía lentamente al placer a pesar de sentirse molesto y confundido.

—¿Así que planeas chupársela a ese excéntrico chico de la casa roja?

—Eres muy grosero cuando te enojas. —Ciel le reprochaba apartándose de su virilidad— Pero si, planeó hacerlo si él lo sugiere, todo es por la misión.

—Siendo así, y ya que parece ser clave en nuestra misión practique como guste con mi miembro. Aunque dudo que le sirva de referencia porque ese chico no tendrá mis proporciones.

—Ja, ya no me hagas conversación, quiero usar mi boca para "chupártela" no para hablar estupideces.

El joven conde con sarcasmo decía para seguir en su labor, saboreando el miembro de su demonio pensaba lascivamente en cómo algo así de grande podía invadir su interior con tal delicia, por eso sentía romperse cuando lo embestía con fuerza. No era la primera vez que usaba su boca para estimularlo de esta manera, entre lamidas y esquivas miradas notaba lo serio que estaba, cuando usualmente disfrutaba este tipo de contacto.

Su aparente indiferencia en lugar de desanimarlo solo lo alentaba a seguir, lamiendo, besando, mordiendo con destreza no se detenía, a los pocos minutos esbozó una sonrisa al sentir como este miembro que se resistía a sus estímulos empezaba a endurecerse. Viendo como su glande se exponía en todo su esplendor no perdió tiempo en casi devorar aquella parte que hacia gruñir de placer a su demonio.

Sebastian se resistía a expresar su goce con jadeos, pero era imposible no excitarse cuando su joven amo lo complacía de esta manera. Pronto se vio obligado a seguir su ritmo, invadiendo esa boca traviesa con su erección, embistiéndola en un firme y lento movimiento que estremecía a ambos.

—Creo que esto le gustará mucho al joven Redmond, la boca de mi amo es tan deliciosa. —A punto de eyacular el demonio murmuró entre jadeos.

Ciel sin poder decir nada solo parecía sonreír ante su perverso comentario, aunque su demonio disimulara podía asegurar que definitivamente estaba celoso. Pensaba en lo estúpido que sería Sebastian si de verdad creyera que sería capaz de meterse en la boca el miembro de alguien más, solo imaginarlo le era repugnante. —Lléname.

Pidió al apartarse un poco sintiendo como pequeñas gotas de su fluido seminal empezaban asalir, dulce elixir que quería beber pero prefería que bañara su cavidad anal. Ansioso, excitado se levantaba del suelo para bajar sus pantalones y ropa interior casi con desespero, sentándose con fuerza de una sola vez sobre su erección la hacía encajar en su interior que ardía, en medio del gemido de ambos ligeramente se abrazaron, una tregua a la tensa situación entre ellos.

—Sin duda ese chico disfrutará el movimiento de caderas de mi amo...

Decía al sentir su desenfrenado vaivén que los hacía delirar, su amo parecía saltar al embestirse por si mismo, el grotesco sonido de sus cuerpos al unirse y separarse era más que excitante, se sincronizaba perfectamente con sus jadeos y gemidos. Teniendo su bello rostro sonrojado tan cerca no pudo evitar besar esos dulces labios altaneros que no dejaban de gemir, el placer los consumía en esta entrega que reflejaba la posesividad de ambos, los celos parecían ser un extraño afrodisíaco.

—Estás tan duro, Sebastian...

—Es lo que mi amo provoca...

Entre besos decían, disfrutando el poseerse de esta manera. No pasó mucho tiempo para que estremecidos llegarán al orgasmo casi de forma simultánea, Sebastian continuó moviéndose dentro suyo, ese interior que había mojado con su cálido y abundante esperma.

—¿Estoy aprobado, profesor Michaelis? —Cuestionó Ciel con el respirar agitado, sintiendo todavía el placer recorrer su frágil cuerpo que sucumbió al encanto de Sebastian.

—¿Sigues con eso? ¿En serio piensas revolcarte con cualquiera?

—Si es necesario, si. Claro que si me pides que no lo haga, es posible que cumpla tu petición.

—No soy nadie para pedirle qué hacer o no a mi joven amo. Solo tenga en cuenta que yo soy libre de hacer lo mismo.

—Lo sé... —Murmuró Ciel seriamente— Sexo dos veces en un día ajetreado es agotador, necesito descansar para mañana.

Terminó de aclarar con aparente calma mientras se quitaba de encima de su demonio, arreglando su ropa se marchaba ante la mirada sombría de su demonio, quien no lo detuvo, ni dijo nada, ni siquiera le dio un beso afectuoso como era usual después de cada entrega. Esta situación estaba afectando a ambos, la inmadurez al no afrontar sus sentimientos los estaba lastimando, las lágrimas que rodaban por las mejillas de Ciel esa noche eran la triste evidencia de ello.