Otra fría mañana daba inicio a la rutina escolar en la Casa Azul del prestigioso Weston College, mientras todos los estudiantes estaban en su ajetreo matutino para no retrasarse en sus actividades, el joven Phantomhive seguía recostado en su cama sin intención alguna de levantarse.

—Ciel... —En un murmullo McMillan llamaba a su amigo que bajo las sábanas no se movía— Ciel, llegarás tarde.

—Tengo sueño.

—¿No dormiste bien anoche?

—No...

Murmuró Ciel asomándose dejaba ver parte de su cabeza, unas marcadas ojeras en su gesto malhumorado eran la clara evidencia de su desvelo. Gesto que en lugar de preocupar a su amigo solo provocó una sonrisa emocionada— Ehh... No dormiste por pensar en el profesor Michaelis, ¿verdad?.

—No, solo no podía dormir. Qué cosas dices, deja de obsesionarse con ese asunto...

Era el susurro avergonzado de Ciel ante la suposición en parte acertada de ese joven que lo miraba fijamente con los ojos que parecían iluminarse. La verdad era que no durmió bien por pensar en Sebastian, pero no de la manera romántica que ese niño imaginaba, su desvelo fue a causa de la frustración provocada por el cúmulo de confusas emociones invadir su ser y hacerlo actuar como un idiota.

Si su demonio lo "amaba" de alguna absurda manera por qué no lo demostró pidiéndole que no se relacionara con alguien más; cuanto deseaba que se mostrara posesivo y lo reclamara como suyo para hacer lo mismo y aclarar de una vez este confuso asunto. Sin embargo, al no recibir tal respuesta solo sintió como su pecho se estrujó dolorosamente, frustrándolo aún más.

Pensamientos como estos parecían enredarlo más en una espiral de enojo y vergüenza al darse cuenta de su propia inmadurez, el orgullo con que se jactaba al actuar como un adulto sensato a pesar de su presencia todavía infantil, simplemente había desaparecido al despertar estos sentimientos. Sentimientos que en lugar de afrontarlos con valentía y dignidad, los redujo a una estúpida provocación en su afán de hacerle sentir los mismos celos que le carcomían las entrañas, un enojo que encendía como fuego su ahora frágil corazón, haciendo que doliera.

Que patético se sentía estar a merced de este sentimiento que lo obligaba a actuar de forma ridícula e irracional, y en su poca cordura su mayor cuestionamiento era el cómo pudo enamorarse del maligno ser que devoraría su alma en algún momento, simplemente no lo entendía. Preso de esas confusas emociones es que horas atrás unas lágrimas se escaparon en ese oscuro pasillo que lo llevaba a su habitación.

—Phantomhive —Le llamó en alto su amigo al verlo absorto en sus pensamientos— Le diré al profesor Michaelis que no te sientes bien.

—No, no es necesario...

Replicó nervioso, a pesar de negarse solo vio como ese chico muy animado salía a buscar al profesor que estaba por el pasillo vigilando las demás habitaciones. Definitivamente lo que menos necesitaba ahora era mostrarle a su demonio que la tensa situación entre ellos unas horas antes le había afectado, levantándose de la cama se prestaba a vestir su uniforme con prisa. —¡Vamos, se hace tarde para el té de la mañana!

—Ehh... Te cambiaste tan rápido...

Sorprendido McMillan exclamó al ver a su amigo listo con su uniforme unos minutos después cuando regresó a la habitación junto al profesor, quien solo vio como ambos estudiantes se dirigían al comedor a paso presuroso. Sebastian condisimulo esbozó una sonrisa al ver la mirada esquiva de su joven amo, era adorable su enojo que se suponía no era enojo. Consideraba que no lograr entenderlo por completo era parte de su encanto,ese pequeño humano que siempre era capaz de superar sus expectativas le despertaba sensaciones que no había sentido antes, algo que le frustraba pero a la vez le satisfacía.

Si era amor lo que sentía, no lo sabía, ¿cómo saberlo?, cuando no lo había experimentado en su miserable existencia. Como sea que se llamara este sentimiento parecía atentar dolorosamente a su naturaleza, porque era como si la oscuridad de su ser era menos sombría al tener a su joven amo cerca, él era como una pequeña luz que irónicamente irradiaba en la penumbra de ambos.

¿Estaba celoso ante las provocaciones de su amo? Si, lo estaba, pero no quería caer en sus juegos, ya que admitir sus celos era admitir que había un sentimiento profundo de por medio, y no podía mostrar tal vulnerabilidad. Frustrado por la confusión que lo agobiaba solo daba un suspiro, porque seguirle o no la corriente parecía llegar a la misma molesta incertidumbre. Sus pensamientos fueron interrumpidos por los gritos de un estudiante que lo llamaba, resignado se prestaba a seguir con sus labores, aunque era tedioso atender a otros que no eran su querido joven amo, debía hacerlo porque así le fue ordenado.

—Ciel, ¿no vamos a almorzar juntos? —Era la pregunta de McMillan cuando pasado el mediodía, viendo como su amigo se alejaba con el pretexto de atender un asunto importante de su rol como sirviente.

Sebastian a unos pasos observaba como su amo caminaba por el pasillo que lo haría salir de la casa azul. Al parecer no estaba dispuesto a faltar a su cita con el prefecto de la casa roja, la que estaba pautada para la hora del almuerzo en el mirador del Cisne, un lugar bonito y discreto, perfecto para una cita romántica. Ciel a pesar de haber presumido jactancioso a Sebastian esta reunión con tintes románticos, ahora que se acercaba al lugar empezó a dudar y sentirse nervioso, ¿qué debía hacer si ese tipo pretendía más que besarlo?

Para fastidiar a Sebastian le sirvió, pero no podía imaginar que alguien más lo acariciara, metiera su lengua en su boca o que le bajara los pantalones para tocar sus genitales para seducirlo. Sintiendo un escalofrío detuvo sus pasos, no quería llegar, sin embargo retractarse sería mal visto por ese chico que podría ayudarle en su investigación. Lo que menos necesitaba ahora era tensar la situación en el grupo al que tanto le costó infiltrarse, sería grosero rechazarlo solo faltando cuando bien pudo negarse amablemente un día antes.

Sin más opción siguió su camino, no se sorprendió que al llegar fuera recibido con una traviesa sonrisa en los labios de ese rubio, que sentado cómodamente en un sillón parecía estarlo esperando ansioso. —Tesorito, si viniste, ven siéntate a mi lado.

—Redmond senpai... —Susurró con una nerviosa sonrisa mientras lentamente se acercaba, no sabía si era buena idea sentarse a su lado, pero tampoco podía negarse, así que tenso se acercaba.

¿A dónde había ido toda la confianza que sintió el día anterior cuando le restregaba esta cita en la cara de su demonio? Se cuestionaba internamente solo para sentir como este joven tomando su mano en un rápido movimiento lo obligó a sentarse sobre sus piernas. —Red- Redmond senpai, ¿qué hace?

—Solo trato de calmarte, pareces muy tenso. Relájate...

Una respuesta que solo logró tensarlo más, un poco alterado sin tratar de ser grosero intentaba levantarse de su regazo, no negaba que este chico era atractivo y su excentricidad lo hacían destacar entre los demás, pero no había manera de que le gustara de esa forma. Seguramente cualquier otro chico de la escuela estaría gustoso en una situación así, sin embargo el no era como cualquiera, la incomodidad que provocaba su cercanía era grande, más al sentir su respiración rozar su nuca.

—Senpai, esto no es correcto.

—Lo sé, por eso estamos siendo discretos... Y no te preocupes, aunque me gusta alardear no comentaré nada de esto con nadie. —Susurró seductoramente a su oído rodeando sus brazos a su delgado cuerpo mientras con sutileza lo acariciaba— Sé que tu prometida no puede enterarse.

—No sólo es por eso, es que... No estoy acostumbrado a hacer estas cosas.

—Bueno, toma esto como aprendizaje para hacerlo con ella.

Ciel sonrojado lo escuchaba a la vez que sentía sus manos acariciar con firmeza su pecho, pensaba en que no había nada que este tipo pudiera enseñarle, Sebastian ya le había impartido sus enseñanzas y de una forma que no lo incomodaba como ahora, más bien lo disfrutaba a plenitud. Al evocarlo en su mente, no pudo evitar sentir que algo en su pecho se oprimiera, simplemente no podía hacer esto, no importaba si su demonio lo traicionara no podía responderle de la misma manera, era como un halo de madurez atravesar su ser entero de repente.

—No, no puedo... —En un murmullo Ciel decía tratando de levantarse con firmeza al sentir como sus labios rozaban su cuello, la delicadeza no era opción si quería frenar sus ímpetus, esta sensación era desagradable.

—Ya veo, estás enamorado sinceramente y no quieres traicionar a tu amor —Dijo este al sentir como Ciel se resistía, así que resignado le permitía levantarse— ¡Ahh, que lástima con lo mucho que me gustas!

—Lo siento, Redmond senpai, creí que podría pero no...

—Eres muy dulce, y que afortunada la persona dueña de tu corazón, que sospecho no es tu prometida.

—No, eso no...

—No te preocupes, no se lo diré a Midford, sé mejor que nadie lo que es guardar las apariencias en nuestra alta sociedad.

—Se equivoca, yo no...

—Dulce Ciel, eres libre de amar a quien quieras, ¡que las reglas de esta sociedad no impidan tu felicidad!.

Con entusiasmo proclamaba el rubio ante la mirada algo atónita de Ciel, sabía que seguirlo negando solo lograría emocionarlo más, aflojando más su lengua. —Supongo que si...

—¿Y puedo saber quién es?

—No puedo decirlo, es un secreto.

—Ehh, ¿un amor prohibido?. Ya sé, debe ser un sirviente. —El gesto de Ciel solo parecía afirmar su sospecha, a lo que el prefecto sonrió al haber acertado— Tan pequeño y tan travieso, siento celos de ese sirviente.

—No diga eso.

—Oh, ese gesto de enamorado... Debe ser tu primera ilusión, ¿verdad?

Todavía con entusiasmo el prefecto de la casa roja acotaba, Ciel empezaba a incomodarse con esta charla incluso pensaba que tal vez hubiera sido menos incómodo dejar que lo siguiera manoseando. Sin embargo, ese chico parecía entrar más en confianza al hablarle despreocupadamente sobre su prematura y prohibida relación romántica, así que lo mejor era seguirle la corriente, así que decidió sentarse a su lado a una prudente distancia.

—Si, él es mi primer amor... —Con un gesto tierno Ciel confesaba para seguir esta molesta conversación, palabras que en parte reflejaban su vergonzosa realidad.

—Eso es adorable, el primer amor siempre es especial, pero efímero a la vez. —Aclaraba emocionado el rubio, notando confusión en su mirada acariciaba su rostro dulcemente— No debes entristecerte por ese detalle, disfrútalo mientras dure porque te dará experiencia.

—Entiendo... De todas formas no creo que sea algo serio porque él no ha dicho que me ama.

—¿Por qué dices eso? Un niño tan lindo como tú, no es posible, debe amarte.

—No lo ha dicho.

—Tal vez solo tiene miedo de decirlo, los asuntos del corazón siempre son confusos y complicados. ¿Y tú has confesado que lo amas?

—No, quiero que él lo diga primero.

—Ciel, Ciel... A veces uno debe ser valiente y dar la iniciativa. Pero no hablemos de cosas aburridas, ¿han tenido sexo?

—Eh, solo besos. —Dijo para evitar que esta charla pasara de incómoda a muy vergonzosa.

—¿En serio? Que envidia, seguramente tus labios deben tener un sabor dulce. —Se lamentaba Redmond con tono melodramático— ¿Puedo probarlos?

—No...

—Que sea esa una forma para que mis labios sellen este secreto tuyo.

Eran las palabras galantes del rubio con una traviesa sonrisa y una mirada audaz, ¿acaso era un chantaje?. Ya debía haber supuesto que tanta charla amistosa tenía una intención oculta. Cuánto odiaba ser manipulado de esta manera cuando lo usual era el quien usaba ese tipo de artimañas, al ver su gesto sabía que este tipo no se conformaría con una negativa.

—Sin lengua. —Acertó a decir Ciel con un notable sonrojo en sus mejillas, su farsa de ser el niño lindo no podía desmoronarse ahora, debía acabar este asunto de la mejor manera posible.— No quiero ser infiel... Usted entiende, ¿verdad?

—Si, entiendo ese sentimiento. Todo lo que quiero es probar tus labios, tengo curiosidad.

Ciel confiaría en su palabra aunque odiaba hacerlo, ya que sabía bien que no se podía confiar en nadie, pero de nuevo no tenía más opción. Al ver como este se acercaba a su rostro cerraba los ojos, lo siguiente que sintió esos labios rozar los suyos en un movimiento lento y a la vez firme, un beso que no lo estremecía en cuerpo y alma como lo hacía un simple roce de los labios de Sebastian.

—Si, tus labios son tan dulces como tú. Bien mi lindo niño, tu secreto está a salvó conmigo, ahora almorcemos estos sanduches que traje mientras me cuentas más sobre tu amorcito.

Sugería el rubio con bastante ánimo, a pesar de que tal vez esta cita no resultó como esperaba parecía estar feliz. Ciel en su forzada charla decía lo necesario para no entrar en detalles de su amorío con el sirviente, no había duda que esta escuela estaba llena de chicos extraños que amaban el chisme.

—Joven amo, ¿cómo le fue en su cita?

Era la pregunta de un tranquilo Sebastian al encontrar a su esquivo amo para entregarle una canasta con postres que preparó para su usual reunión en el Mirador del Cisne.

—Supongo que bien. —Respondió fríamente, aunque no todo resultó un desastre si resultó en una situación incómoda al exponer de cierta manera su corazón enamorado a ese tipo, quien curioso deseaba conocer detalles de su relación secreta. No pudo evitar pensar que a este paso toda la escuela se enteraría de su amorío con el "sirviente" de su mansión.

Lo que le resultaba extraño era la aparente calma de su demonio, ¿no estaba enojado por esa cita? ¿acaso realmente no le importaba?. —Joven amo, nos vemos en la noche, necesito que hablemos.

Dijo Sebastian con una sonrisa, una actitud que extrañaba aún más a su joven amo, que no tuvo el tiempo para refutarle porque su demonio solo se alejó con prisa, dejándolo terriblemente confundido. Minutos después se llevaba a cabo la reunión de los cuatro prefectos junto a sus sirvientes en el mirador del Cisne, todo transcurriócon aparente normalidad. Al final de la tarde, de nuevo los dos más novatos sirvientes se quedaron a limpiar el lugar de reunión.

—Ciel... Parece que te fue bien con Redmond senpai, ustedes parecían más cercanos hoy. —Joanne con timidez comentaba para iniciar conversación.

—Al final solo terminamos hablando.

Fue la tranquila respuesta de Ciel sin querer entrar en más detalles, aunque no le gustara debía admitir que esa charla le ayudó a aclarar algunos puntos al respecto de su relación con Sebastian. Al parecer el prefecto de la casa roja tenía más experiencia en esos asuntos a pesar de ser solo unos años mayor, tal vez sus consejos podían ser un poco atrevidos, pero tenían algo de sentido.

—Me alegra que se lleven mejor, por cierto... —El rubio más sonrojado susurró— Lo de tu propuesta de ayer, lo pensé y hoy que hablé con el profesor Michaelis he tomado una decisión.

—¿Qué decidiste? —Ciel cuestionó disimulando de nuevo los celos que resurgían en su ser, ¿acaso a esto se debía la extraña actitud de Sebastian?

—Decidí que mi primer beso será para el profesor Michaelis, tal vez es tonto y cursi, incluso nunca suceda pero es lo que quiero.

—¿De qué hablaron para tomar esa decisión?

—Nada en específico, solo le consulté sobre una traducción que no entendía, pero al tenerlo cerca no pude evitar pensar en lo lindo y amable que es, por eso aunque sea un torpe primer beso quiero regalárselo.

—Ahh, por un momento pensé que le habías declarado tu amor y él te correspondió.

Con una muy forzada sonrisa decía haciendo que Joanne avergonzado negara esa posibilidad, su cara ardía con solo imaginar esa situación— Soy tan tímido que posiblemente nunca lo haga, pero si él sigue siendo profesor unos años más, puede ser que en algún momento me atreva a hacerlo, no sé...

Ciel sonreía al ver su tímida expresión enamorada, parecía ser que Joanne sinceramente amaba a su demonio, más bien al profesor Michaelis, un hombre virtuoso caído del cielo, sin sospechar que era un despreciable ser salido del mismo infierno. Ese gesto bastó para calmar su ser de esos terribles e irracionales celos que lo invadieron repentinamente, mirando a su supuesto amigo no podía evitar sentir algo de lástima al verlo enamorado de alguien que pronto desaparecía de su vida; porque al terminar esta misión su amado profesor Michaelis no volvería a ser visto en Weston College.

A la vez sentía algo de envidia porque a pesar de su timidez podía expresar con valentía sus sentimientos aunque no fueran correspondidos, probablemente por quien debería sentir lástima era por si mismo, al ser incapaz de abrir su corazón. El jueguito que el día anterior le pareció divertido ahora solo lo veía como una estupidez, así que no insistiría en sus lecciones de besos, bastaba con que otro chico hubiera besado sus nada virginales labios unas horas atrás.

Era ya de noche cuando el joven Phantomhive entraba en la oficina desocupada de su profesor que había estado esquivo durante el día, sin intención de pelear pero tampoco de disculparse por su actitud inmadura del día anterior solo se sentaba pesadamente en el sillón.

—Sebastian si tienes algo que decirme, dilo ya, odio que te hagas el misterioso.

—¿Misterioso? No pretendía serlo, soy así.

—No juegues conmigo, ¿qué pasa?

Cuestionó con fingida molestia, haciendo un ademán con su mano le ordenaba acercarse para que quedara a su altura, sin refutar su demonio obedecía dejando su rostro cerca al suyo. Ciel sentía su corazón acelerarse ante esta cercanía, pensaba en la situación con ese chico horas atrás, la que no provocó esta sensación embriagante como solo su demonio le hacía sentir. Tomando parte de su ropa, lo acercaba más con rudeza para besar sus labios, Sebastian sin resistirse consentía este arrebato apasionado de su joven amo, disfrutando este beso.

—Joven amo, ese fue un beso para disculparse o... —Susurró sonriente sobre sus humedecidos labios al separarse ligeramente— Tal vez solo quiso comparar mis besos con los de alguien más.

—Esa obvia provocación es tu manera para saber lo que hice, pensé que no te importaba lo que hiciera con alguien más.

El conde respondía con su tono altanero habitual, una actitud muy distinta a la del día anterior. El demonio esbozó una sonrisa al entender sus intenciones, conociendo tan bien a su joven señor podía asegurar que esta era forma para dar inicio a una reconciliación sin la necesidad de ofrecer tontas disculpas, pero ¿debía aceptarlas?

—Al menos su boca no tenía sabor a alguien más, ni restos de otros fluidos. —Aclaró Sebastian rozando sensualmente los labios de su amo.

—¿Qué? No analices mi boca, es asqueroso.

—Sabía que lo haría por eso me besó, ¿no?

—No, solo quería hacerlo.

—Tal vez no usó su boca, pero... —Sebastian ansioso bajó los pantalones de su joven amo, que se alteró por este ahora repentino arrebato suyo.

—Oye... —Susurró en medio de un jadeo al sentir como su lengua lamía con firmeza la extensión de su miembro viril. Al instante sin poder resistirse solo sintió como su demonio lo hacía resbalarse un poco de su asiento, dejando sus caderas casi al aire, de inmediato pudo sentir su lengua lamer ansiosamente su ano. Un fuerte gemido se escapó de sus labios cuando su alargada lengua invadió su interior, un par de embestidas bastaron para que su cuerpo entero en un estremecimiento placentero se encendiera.

—Parece que aquí tampoco hay rastros de actividad sexual. —Dijo seriamente Sebastian al apartarse y acomodar la ropa de su excitado amo, que con enojo le dirigió una mirada por alborotarle el cuerpo de esta manera y al final no hacerle nada, aún cuando estaba dispuesto a dejarse hacer lo que quisiera.

—¿Qué crees que haces? No bastaba con preguntarme si había hecho algo o no.

—Si preguntaba, ¿me hubieras respondido?... —Sebastian con una burlona sonrisa respondía la duda de su confundido amo.— Así fue más rápido.

—Maldito... ¿Te estás burlando de mi?

Murmuró Ciel no entendiendo el giro de esta situación, suponía que Sebastian estuviera enojado por su supuesta cita, pero parecía estar de buen humor. ¿Acaso sabía que no sería capaz de engañarlo?, si era así le enojaba mucho que pensara aquello.

Si los demonios se quejaban por no entender a los humanos, en este caso un humano no era capaz de entender a su idiota demonio. Por lo pronto su cuerpo pedía ser consentido por el único que podía saciarlo, acercándose al oído de su demonio susurró, "hazme el amor, es una orden"

—No tiene que ordenarlo, iba a hacerlo... —Susurró Sebastian en respuesta a la petición cargada de deseo por parte de su joven amo— Pero vayamos a otro lugar.

—¿A dónde quieres ir?

—Ese lugar donde ese tipo lo acarició y besó sus labios...

—¡Tú, ¿estuviste espiando?!

Una sonrisa se dibujó en los labios de Sebastian ante el gesto nervioso de su amo, a quien no le avergonzaba que su demonio hubiera escuchado el intento de seducción de ese tipo, sino la charla que tuvieron antes y después de su frívolo beso. Palabras que salieron de sus labios y podrían interpretarse como una declaración de amor al supuesto sirviente dueño de su afecto, el mismo que estaba frente suyo ahora dedicándole una socarrona sonrisa.

• 𝑀𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑔𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑒𝑒𝑟 •