El gesto de Ciel parecía reflejar la innata timidez que su fuerte carácter ocultaba, era inevitable no sentirse avergonzado al pensar que sus confusos sentimientos de "amor" fueron expuestos a su demonio, cuyos labios esbozaban una idiota sonrisa que empezaba a irritarle. Estando a punto de reprocharle su gesto molesto se paralizó al sentir el tacto suave de los labios de Sebastian en su mejilla sonrojada, ¿acaso era parte de su burla este dulce beso?.
—Joven amo, no escuché nada de su charla si tanto le incomoda. —Susurró a su oído, sin levantarse permanecía arrodillado cerca de su amo.
—No me mientas. —Ciel más molesto que avergonzado le decía al percibir el tono condescendiente en su voz, en su afán de no dejarse fastidiar acertó a darle una bofetada, aún así sin ofenderse Sebastian no se apartó ni un poco. Cercano a sus labios podía sentir su cálido aliento sobre los suyos, en un inquietante y sensual acercamiento que lo hacía estremecer— Todo lo que dije fue solo para seguirle la corriente a ese tipo, no te hagas ilusiones.
Trataba de justificarse seriamente para no dar importancia a la situación que el mismo tensó con su tímida reacción, sin querer mostrar debilidad no hacía intención por apartarse o apartarlo, volviendo esta interacción en uno de sus usuales jueguitos de seducción. Sin importar cuan incómoda sea la situación le agradaba esta sensación de tenerlo cerca, aunque significara un golpe a su orgullo le reconfortaba el corazón.
—No se preocupe, no aspiro que el joven amo me vea con ojos de amor, sé que su corazón le pertenece al misterioso sirviente de su mansión...
—¿Cuánto escuchaste? —Cuestionó Ciel con su ceño aún más fruncido mientras sus mejillas seguían teñidas en un cálido rubor al oír su burla, que evidenciaba que si había oído su tonta charla— Que idiota fui, debí suponer que podrías estar espiando, pero no creí que lo harías cuando ayer no pareció importarte lo que yo hiciera.
—Solo pasaba por ahí, no se haga ilusiones tampoco.
—Si, claro... Solo pasabas nadando bajo el mirador, ¿no?
—Hacía calor —Respondía el demonio con una sonrisa, incluso las charlas más tontas eran divertidas con su joven amo, no sabía si solo le gustaba el movimiento de sus labios al hablar, sus gestos, su voz, o todo junto pero hablarle le hacía sentir "feliz"— Ese misterioso sirviente es un desconsiderado al atormentarlo de esa manera, ¿por qué no solo confiesa su amor de una vez?
—Porque es un idiota, seguramente ni siquiera debe saber que es el amor.
—Es probable, si nunca antes ha experimentado tal sentimiento debe serle difícil y confuso explicar las emociones que el joven amo le provoca.
Los ojos de Ciel se abrieron un poco al oír esa inesperada respuesta, ¿acaso Sebastian acababa de confesarle indirectamente que lo amaba? Su expresión ahora parecía bastante sincera y al recordar la premisa de que no podía mentirle, sentía su corazón acelerarse al perderse en la confusión de su mirada esquiva. Sin saber que decir, o hacer se quedó nuevamente paralizado.
—Hablo por ese sirviente, no por mi... No haga un gesto tan extraño. —Dijo el demonio con una sonrisa mientras acariciaba su rostro— Tal vez ese sirviente siente lo mismo que usted por él.
—Yo no siento nada por nadie...
—Aunque es tan buen mentiroso, no se lo puedo creer cuando su bello gesto dice lo contrario.
—¡Basta, Sebastian! ¡Te estás excediendo! —Nervioso Ciel le regañaba, apartando bruscamente su mano cariñosa. Sebastian solo esbozó una sonrisa, no le sorprendía esa reacción, era la que esperaba, de lo contrario este no sería el joven amo que le provocaba esta extraña y cálida sensación que invadía su pecho.
—Es irónico que diga que me excedo por unas simples palabras y no cuando en la intimidad estoy a punto a partirlo en dos. —Con una pícara sonrisa murmuró abrazándolo colocando su cabeza sobre su pecho, en un sumiso gesto que solo confundía más a Ciel— Mi joven amo es tan extraño...
—¡Cállate!
—Pero así me gusta... Me gusta mucho.
—Sebastian.
—Es como hablan los humanos, ¿no? Escucho a los jóvenes decir "esa persona me gusta". Si entiendo ese término es para deducir que se siente atracción física y romántica por alguien, entonces puedo decir que el joven amo me gusta.
Ciel sentía que no podía sonrojarse más de lo que ya estaba, seguramente se veía ridículo con su cara toda roja y agradecía que su demonio mantuviera escondido su rostro en su regazo para que no lo viera. ¿Él estaba igual de avergonzado? Suponía que en estos asuntos ambos eran como niños tratando de descifrar estos confusos sentimientos. —Tal vez solo te gusta el sexo conmigo, te gusta mi cuerpo.
—Puede ser, el cuerpo del joven amo es demasiado exquisito... —Dijo Sebastian levantando su cabeza veía el fuerte bochorno de su amo y no pudo evitar sonreír— Tiene la cara tan roja como cuando nos dimos nuestro primer beso, o al embestirlo profundo la primera vez.
—Eres un idiota. Por un momento pensé que hablabas en serio, pero solo dices esas cosas para molestarme.
—Estaba hablando en serio. —Susurró sobre sus labios antes de besarlos con firmeza, beso que fue correspondido por Ciel que prefería besarlo para callar esa boca que lo confudía más— No quiero que nadie más bese sus labios, no quiero que nadie lo toque, usted es mío. Era lo que quería escuchar de mí anoche, ¿verdad?
—¡Claro que no!
—No lo dije porque quería que usted mismo se diera cuenta.
—¿Darme cuenta de qué?
—No habrá nadie que lo haga sentir como yo.
—¡Arrogante, demonio idiota! —Le gritaba al ver su gesto jactancioso, como odiaba darle la razón, porque ciertamente nadie podía lograr estremecerlo como lo hacía su demonio— Te voy a dejar en abstinencia por burlarte de mi.
—Que la abstinencia empiece mañana si quiere... Porque toda esta charla me puso duro.
Con una sonrisa Sebastian decía antes de empezar a besar su cuello con la firme intención de provocarlo, Ciel no sabía si hacía esto a propósito para restar importancia a su casi declaración de amor o en realidad él era solo un pervertido demonio que le gustaba burlarse y el sexo. Como sea, era peligroso seguir con ese tema, insistir en ello era arriesgarse a exponer los sentimientos que tanto se esforzaba en ocultar.
Sus labios se unieron en un beso apasionado, miradas de complicidad se cruzaron por un efímero momento casi confirmando sin palabras este inmaduro sentimiento que los unía, dando rienda suelta a sus deseos propiciaban una entrega que por un extraño motivo parecía sentirse más íntima, más significativa. Tal vez de alguna forma las cosas se habían aclarado entre ellos, o solo se enredaron más, pero de lo que estaban seguros es que querían mantenerse juntos más allá de su contrato.
Un fuerte bostezo se escuchó en un instante silencioso en la reunión de los prefectos en el mirador del Cisne la tarde siguiente, Ciel avergonzado se disculpaba por esa muestra grosera que reflejaba que no había dormido lo suficiente la noche anterior.
—Parece que estamos aburriendo a Phantomhive. —Decía sarcástico el prefecto de la casa roja mientras le dedicaba una sonrisa coqueta al chico en mención.
—No, no es eso... Solo tengo algo de sueño, ha sido un día cansado.
—¿No dormiste bien? Tal vez te desvelaste pensando en alguien...
Ciel negaba con la cabeza, era tan vergonzoso solo pensar en el verdadero motivo de su desvelo, más cuando podía rememorarlo por el lugar donde estaba. Horas atrás por capricho de su demonio decidieron salir de las instalaciones de la casa azul para saciar sus ansias en este mirador, el sofá donde ahora estaba recostado el chico rubio fue el fuerte refugio que soportó la intensidad de su entrega.
Sonrojado trataba de no pensar en ello, pero era inevitable cuando sentía la mirada fija de todos pareciendo reprocharle su indecencia, aún cuando ellos no sabían que el profesor Michaelis lo hizo llegar al orgasmo en ese lugar. Ahora se cuestionaba cómo pudo hacerlo en un lugar así, era de día y estaba haciendo algo de frío, de noche seguramente helaba, pero por estar caliente junto a Sebastian no sintió ni siquiera el clima. Que vergonzoso era rememorar como en ese sofá su cuerpo semidesnudo estuvo a merced de su lujurioso demonio, el único que tenía la absoluta libertad de hacerle lo que quisiera mientras saciara las ansias de ambos.
Su cuerpo dolía un poco aún ahora, pero disimulaba el malestar para ocultar el perverso secreto de su precoz despertar sexual. Cada entrega era una extraña mezcla de rudeza y delicadeza junto a su demonio, siendo consciente que el precio a pagar por este placer otorgado era el dolor que lo estremecía cuando se movía, aún cuando sonara masoquista no tenía intención por dejar de hacerlo.
—¡Espero que no te hayas desvelado pensando en Lizzie! —Decía enérgico Edward, su primo, sirviente del prefecto de la casa verde que estaba en esa reunión también. Ciel disimuló lo incómoda que le resultaba esa insinuación, ellanunca influiría en sus desvelos porque nunca sería parte de su intimidad incluso si llegaran a casarse, algo que no contemplaba y mucho menos ahora que estaba con Sebastian.
—No me desvelé pensando en alguien, a veces solo no puedo dormir bien.
—Bueno, Cielito tiene otras tantas preocupaciones ¿verdad? Su título, su empresa, su mansión, sus sirvientes...
Redmond respondió y lo último fue dicho de una forma sugerente que era imposible ignorarlo, los demás miraron extrañados a Ciel, quien no entendía por qué hacía esto si el día anterior quedaron en buenos términos, ¿si le afectó el rechazo?. Pero de lo que si tenía certeza era que no necesitaba exponer su media falsa relación amorosa con el misterioso sirviente frente a todos, en especial con su primo, que sin duda lo delataría a su familia.
—Yo también no he dormido bien, hay mucha tarea y lecciones además el torneo de críquet se acerca, ¿no?. —Muy animado Joanne comentaba para disipar la leve tensión que se formó segundos atrás, los demás empezaron entusiasmados a hablar de aquel evento.
Ciel internamente agradecía que su "amigo" cambiara el tema de conversación, estaba seguro que lo hizo a propósito para ayudarlo, y eso lo hacía sentir un poco mal por contarle de forma burlona a Sebastian que ese chico alucinaba con besarlo. La charla se desarrollaba de forma amena, el conde trataba de seguirles la corriente en su emoción por dicho evento deportivo mostrando sus sonrisas falsas y gestos lindos, a la vez que trataba de obtener algún tipo de información.
Al no encontrar nada útil, o más bien hallar una rotunda negativa a sus dudas sobre los estudiantes desaparecidos decidió no insistir en ello para no levantar sospechas. Con una sonrisa ocultaba el enojo que le provocaba que las cosas no salieran como quería.
—Ciel, necesito hablar contigo un momento —Pedía Redmond minutos después cuando la reunión terminó y todos se marchaban. Ciel obviamente no podía negarse, no tenía más opción que hablarle una vez que se quedaron solos— Tesorito, quería disculparme por lo de hace un momento.
—¿De qué habla?
—Que amable eres al no decirme que soy un idiota... No sé por qué me puse celoso al imaginar que por alguien más no pudiste conciliar el sueño y entonces dije eso con malas intenciones.
—Senpai, pensé que habíamos aclarado ese asunto... —Con una linda sonrisa Ciel decía, conteniendo sus ganas de abofetearlo por el mal momento que le hizo pasar antes.
—Ahh, es que no puedo evitarlo, mientras más inalcanzable se vuelve algo más te aferras en alcanzarlo.
—Debo confesarle que la charla que tuvimos ayer me hizo entender que solo quiero disfrutar mi vida escolar ahora, decidí que no estoy en edad para romances... Y pensando en eso es que no pude dormir, le agradezco mucho sus consejos, senpai.
—¿En serio? —Sorprendido el rubio decía ante las sinceras palabras de Ciel que esbozaba una dulce sonrisa, un gesto que bastó para calmar sus ímpetus— Siendo así tendré que conformarme con el afecto de alguien más.
Dijo con un tono melodramático antes de marcharse, dejando a un Ciel que de inmediato cambió su gesto sonriente por un ceño fruncido al quedarse solo en el mirador. Sentándose casi sin darse cuenta en el sofá que fue testigo directo del apasionado encuentro con su demonio, no pudo evitar sonrojarse al traer a su mente el grato recuerdo del placer que disfrutaron juntos, su cuerpo se estremecía al pensar en como Sebastian lo embistió profundo allí mismo horas atrás, como entre besos lascivos susurró lo mucho que le gustaba haciendo que su corazón se derritiera.
¿Su demonio lo amaba? ¿Amaba a su demonio? No tenía una respuesta a esas preguntas, solo sabía que sentía una dulce calidez invadir su ser cuando lo tenía cerca, solo él era dueño de sus desvelos, y si quería dormir bien debía ser acurrucado en su regazo. Que molesto era sentirse enamorado, pero a la vez era agradable complementarse a alguien más, una sensación reconfortante e irritante que lo confundía, en un suspiro trataba de apartar tan cursis pensamientos. Chasqueando la lengua se daba cuenta que esta misión por si sola estaba complicada y no ayudaba mucho el hecho de que ambos estaban un poco fuera de rumbo por estar pendientes de su tórrido "romance", al parecer necesitaban concentrarse un poco más si querían volver a la mansión pronto.
—¿Qué? —Cuestionó incrédulo Sebastian esa noche cuando se reunieron a solas en esa habitación desocupada que habían acogido como su nido de amor temporal.
—Ya oíste, nada de sexo mientras estemos en esta misión.
—¿Por qué? Estamos trabajando duro ya teníamos contemplado que no iba a ser sencillo.
—Lo sé, pero siento que no nos estamos concentrando en el objetivo por estar en otros "asuntos".
—A mi el sexo me ayuda a pensar mejor.
—Tal vez a ti te sirve porque eres un monstruo lujurioso, pero yo soy humano y me deja exhausto si es tan seguido.
—Es raro que diga eso, cuando siempre es usted el que pide más al terminar una ronda.
—Tsk, eso es porque a veces el sexo me relaja.
—Ya ve, no podemos estar sin sexo. —Susurró mientras lo abrazaba— Qué tal si lo hacemos pasando un día.
—¿Quieres negociar? —Ciel murmuró con una sonrisa al ver su puchero sugiriendo aquello— Que sea pasando dos días...
—Supongo que está bien.
El joven notaba la extraña sonrisa en los labios de Sebastian, seguramente aceptaba tan a la ligera porque creía que no podría resistir dos días sin sexo, que lo insinuara era bastante molesto, aún más molesto porque podría tener razón. —¿Qué haces?
Era la pregunta del conde al sentir como su demonio desabrochaba su camisa, dedicándole esa sonrisa y mirada que delataba sus intenciones.
—Se ve tenso, quiero relajarlo.
—¿No escuchaste lo que dije antes de la abstinencia? Ya estuvimos juntos anoche, hoy no toca.
—Bueno, ayer no hicimos ese acuerdo así que hoy no cuenta.
—Tramposo... —Susurró con fingida molestia sintiendo sus manos agilmente acariciar su pecho, haciéndolo jadear— Pero, no quiero que lo metas hoy.
—¿Sigues irritado? Lamento haber sido rudo anoche, deja que te revise.
—¿Vas a meter tu lengua?
—Si, sé que eso alivia tu irritación, ¿quieres húmeda o extra húmeda?
—No preguntes eso, solo haz como creas conveniente.
Pronto la habitación se inundó de gemidos que Ciel trataba de reprimir, no quería que alguien pasara por allí y los escuchara así que cubría su boca con las manos. Recostado en el suelo con sus caderas un poco levantadas sentía como su cavidad anal era devorada por su demonio, le resultaba difícil contenerse cuando esa larga lengua humedecía su interior, embistiéndolo suavemente sentía como golpeaba ese punto de placer que lo hacía delirar.
Una especie de sexo delicado, perfecto para aliviar el dolor de la irritación a la vez que le daba placer, excitado empezó a estimular su propia erección haciendo que por su cuerpo recorra ese estremecer placentero que solo su demonio le provocaba, agilitando el movimiento de sus manos podía percibir que su miembro explotaría en cualquier momento. Sebastian a pesar de estar con la cabeza entre las piernas de su amo le dedicaba miradas cargadas de deseo desde esa posición, el sabor de su ardiente interior era más que un deleite para su paladar.
Extasiado por ese sabor no pretendía separarse sin antes hacer llegar al éxtasis a su joven amo, no faltaba mucho, lo sabía por la forma en que su cuerpo temblaba. Las embestidas aumentaron su intensidad, el demonio al sentirse embriagado a su vez se masturbaba también con una de sus ágiles manos, aunque hubiera querido invadirlo con su miembro endurecido no quería lastimarlo más. Era consciente que la noche anterior en medio de su arrebato lo hizo sangrar un poco, a veces parecía olvidar que era solo un niño, con un cuerpo frágil que podía romperse fácilmente.
Así que tal vez no era mala idea restringir un poco sus encuentros, menguar esta luna de miel que disfrutaban como si llevaran una vida marital, aunque a veces así parecía. No pasó mucho tiempo para que Ciel con los ojos llorosos junto a un fuerte gemido alertara que había llegado a la cúspide del placer que tanto anhelaba, prueba de esto en sus manos se escurría perversamente su cálida esencia. Con su agitado respirar sonreía complacido mientras Sebastian sacando la lengua de su palpitante interior se sentaba para seguir estimulándose con mayor comodidad.
—Déjame ayudarte. —Sugirió Ciel sentándose también y le mostraba sus manos sucias. El demonio no podía negarse al jueguito perverso de su amo, que al parecer quería masturbarlo para marcar su erección con su esencia.
Los jadeos y gruñidos de Sebastian eran los sonidos que se escuchaban ahora mientras sentado en el suelo se dejaba consentir por su joven amo, que escena tan erótica era verlo esforzarse en su movimiento de manos, masajeando su endurecida virilidad con la humedad de su propio semen. Esbozando una sonrisa parecía sentirse orgulloso por la habilidad que su pequeño señor había adquirido en estas semanas juntos.
Minutos después, ambos complacidos permanecían en el suelo de esa habitación desolada, Ciel sobre el cuerpo recostado de su demonio sutilmente lo abrazaba. Una charla después de un íntimo encuentro era su mejor forma de obtener descanso y afianzar de alguna manera el lazo que los unía.
—No me sorprende, cuando pruebas los deliciosos labios del joven amo es imposible dejarlos.
—Cállate, solo dices tonterías —Le regañaba Ciel por su respuesta al contarle la extraña conversación que tuvo con el prefecto de la casa Roja por la tarde.
—Espero que no lo siga molestando o tendré que verme en la necesidad de hacerle saber que el joven amo es mío.
—Tsk, no eres mi dueño.
—Lo soy, y el joven amo es mi dueño también. Nos pertenecemos...
—Eres molesto —Susurró Ciel sin negar ni afirmar aquellas palabras, sintiendo como su demonio lo presionó más a su cuerpo en ese abrazo. Sin ser visto sonreía apegado en su regazo, pensaba en que ciertamente se pertenecían de tantas maneras, y no le molestaba en absoluto ser considerado suyo.
A la mañana siguiente, Ciel de buen humor desayunaba tranquilamente junto a su amigo, mientras observaba con disimulo al profesor Michaelis regañar a unos estudiantes en una mesa cercana, al parecer hablaban demasiado y no comían su desayuno.
—Como que hoy todos están un poco bulliciosos. —Comentaba Ciel al notar que sus compañeros estaban murmurando más de lo acostumbrado.
—¿No lo sabes Ciel?
—¿Qué cosa?
—Todos hablan del fantasma de la casa azul. —Un poco nervioso McMillan decía— No quería hablar de esto porque los fantasmas me dan miedo, pero ya que comentaste no podía dejarte con la duda.
—¿Un fantasma?
—Si, dicen que hay noches que se lo escucha hacer ruidos en el antiguo salón de música.
Ciel al escucharlo abrió los ojos con sorpresa, porque esa era la habitación que usaba junto a Sebastian para sus encuentros cuando era peligroso estar en su oficina como profesor.
—Da miedo, ¿verdad? ...Dicen que anoche lo escucharon quejarse... ¿Crees que se nos aparezca en la habitación una noche de estas?
El joven temblaba ante esa posibilidad dada por si mismo, Ciel esbozaba una incómoda sonrisa mientras trataba de calmarlo. Que vergonzoso era pensar que sus gemidos fueron escuchados, ¿gimió tan fuerte?, todo esto era culpa de su demonio y su maldita lengua libidinosa. Volteando a verlo con disimulo, solo notó que los labios de Sebastian le dedicaron una fugaz sonrisa divertida, gesto que bastó para confirmar que este amor era bastante molesto.
