PARTE 4 Rugidos de Leones
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Lo que Hanneman dijo era totalmente cierto, los Leones Azules eran bastante disciplinados, pero en un modo totalmente distinto al de las Águilas. Cada León estaba en su asiento, firme y prestando atención. Byleth vio a Dimitri ponerse de pie y hacer una educada inclinación ante ella.
"Le damos la bienvenida, Profesora Byleth. El Profesor Hanneman nos ha dicho que usted es nueva en temas de enseñanza, por lo que puede contar con nuestra cooperación", dijo el correcto Príncipe.
Byleth sólo asintió en señal de agradecimiento, pero no que su gesto dijera más. Notó al príncipe poner un gesto nervioso, ¿quizá por falta de una respuesta verbal? Podría ser posible. Byleth tomó aire de manera discreta.
"Justo como le dije a mi grupo, les enseñaré lo que yo sé, y ustedes me enseñarán a ser maestra", sí, esa era una buena respuesta.
"Y yo estaré más que encantado de recibir clases de parte de una belleza como la tuya, profe", fue la coqueta voz de Sylvain la que sonó y rápidamente los Leones mostraron su verdadera cara. Sus posiciones correctas se perdieron por completo mientras más de uno hacía sonidos de desaprobación.
"¡Sylvain! ¡No te atrevas a acosar a la nueva profesora!" Fue el inmediato regaño de Ingrid.
"Oh, vamos, no me negarán que la profe es una belleza", continuó el muy descarado sin dejar de sonreír.
"Nadie niega que la profesora sea linda", intervino Annette, graciosamente sonrojada. "¡Pero debes dejar de molestar a las mujeres!" Enseguida miró a la maestra. "¡Por favor, discúlpelo!"
Byleth miró atentamente al chico con su gesto falto de emociones.
Sylvain levantó una ceja de manera coqueta. "¿Ves algo que te guste, profesora? Puedo mostrarte más si gustas".
La mercenaria negó. "Eres el tipo de hombre al que mi padre dijo que le podía cortar las pelotas", mencionó casualmente. "Aunque no creo que deba cortarle los testículos a un alumno", dijo más para sí misma que para su grupo. "Puedo sanar el sangrado y así no moriría, no debería haber problema". Hablaba en serio.
Sylvain se puso pálido y comenzó a reír nerviosamente. "Por favor, no me cortes nada, no me quites valor en el mercado. Sólo era una broma, profe, una broma".
"Oh, bien, sería problemático explicarle el asunto a la Arzobispa".
"¡Por favor, perdone a Sylvain!" Ingrid casi pegó la frente al escritorio al inclinarse.
"Lo que importa aquí es si eres tan fuerte como dicen los rumores", dijo Felix, malhumorado por el comportamiento de su amigo. "Eres el Azote Sombrío, la hija del Quiebraespadas, ¿o no?"
Byleth asintió. "Lo soy".
"No pude ser testigo de tus habilidades aquella vez, así que me siento curioso, profesora", dijo Dimitri, recuperado de la vergonzosa escena y la bien merecida amenaza a su amigo.
"Yo también quiero saber qué tan fuerte eres, profesora. Escuché durante la comida que las Águilas estaban satisfechas con su primera práctica", comentó Ashe, entusiasmado.
"Necesito ser más fuerte para proteger mejor a mi señor, confío en ganar esa fuerza contigo, profesora", sonó la voz del serio Dedue.
Byleth miró un poco más al gigantesco alumno y asintió. "Si te refieres a él de esa manera, entonces ganar más fuerza es importante para ti", le dijo al joven en un fluido duscuriano.
Dedue mostró una ligera señal de sorpresa antes de sonreír de manera apenas notoria y asentir. Hacía tiempo que no hablaba su propio idioma, sólo en ocasionales visitas a su tierra natal. El resto de los Leones pareció sorprendido al ver que la profesora dominaba otros idiomas.
"Mi vida le pertenece a mi señor desde que la salvó", respondió Dedue, igualmente en duscuriano. "Ayúdame a ser más fuerte, puedo ver la fuerza en tus ojos, profesora".
"Compartiré con ustedes todo lo que sé, Dedue Molinaro. Confío en que llevarás en tu corazón cada lección".
Dicho eso, ambos hicieron un educado saludo con una mano y un movimiento de cabeza, dando a saber a todos que Byleth no solamente dominaba el duscuriano, también conocía sus costumbres.
"Oh, profesora, ¿hablas duscuriano?" Annette lucía animada. "¿Sabes más idiomas?"
Byleth asintió. "Brigidés y dadgano".
"¿Cómo aprendiste?" Continuó la joven maga.
"Había mercenarios de esos lugares en el grupo de mi padre, ellos me enseñaron".
Sin duda, convivir con nativos de esas partes del mundo era mucho mejor a aprender de manera académica, eso pensó Annette. Felix levantó la mano.
"¿Y cuándo comenzamos a practicar? Esto no tiene nada qué ver con sostener un arma".
"Felix, no seas grosero", lo regañó Dimitri, al menos él estaba sorprendido, y también avergonzado ante el hecho de que una mercenaria (fama aparte) dominara más de un idioma extranjero. Mientras que él, siendo mucho más que un noble común y con muchos recursos disponibles, nunca se hubiera tomado la molestia de aprender al menos el idioma de Duscur.
"Estamos aquí para aprender a pelear, no para contar historias ni aprender idiomas", escupió el espadachín, impaciente. "¡Estamos aquí para ser más fuertes!"
Ahora Byleth comprendía mejor lo que Hanneman le advirtió. Sin decir nada, mientras el chico estaba distraído gritándole a su príncipe y los demás lo reprendían, la mercenaria hizo lo que mejor sabía hacer. Antes de que alguno de los Leones se diera cuenta de lo sucedido, Felix estaba en el suelo con una daga en la nuca, sometido por un brazo y de cara al suelo.
"Así es como los cazadores de Brigid atrapan a sus presas y les dan una muerte rápida. Siempre agradecen a los Espíritus de los Bosques por la buena caza del día", explicó Byleth, pero ahí no terminaba la lección. Byleth y su fuerza cincelada por las batallas hicieron que el joven espadachín se pusiera de pie sujetándolo por la ropa. Lo levantó como si fuera un animalillo.
Felix gruñó y atacó a Byleth con la espada que siempre cargaba, pero fue desarmado casi de inmediato mientras ella se quedaba con la espada y soltaba un ataque a los brazos aún extendidos de Felix, sin hacer contacto, claro.
"Y así es como los dadganos destruyen el espíritu de un guerrero. Sin manos ni brazos no hay arma", le devolvió su espada al chico. "Leones Azules, todos a la Plaza de Armas", ordenó la profesora y fue la primera en salir.
Hubo silencio unos segundos antes de que todos reaccionaran y rápidamente fueran tras ella.
"La profesora es muy fuerte", comentó Ashe a las chicas. "Entonces los rumores sobre la fuerza del Demonio son ciertos".
"No creo que debamos llamarla por esos apodos", insistió Mercedes con sincero desagrado. "Obviamente no es un demonio", se trataba simplemente de alguien que no demostraba mucho sus sentimientos, Mercedes sabía de eso, su hermano tenía una personalidad similar.
"Oh, tienes razón, lo siento".
"El Profesor Hanneman dijo que ella también sabe magia, pero no sé si Mercie y yo podamos aprender combate", comentó Annette.
"Seguramente ella sabrá encontrar una fortaleza en ustedes dos", dijo Ingrid, animada. Su emoción no era infundada, conocía a Felix desde niños y no era alguien fácil de tomar por sorpresa, mucho menos someter.
Más adelante, Sylvain le puso una mano en el hombro a su amigo. "Y yo que pensé que la amenaza de cortarme las pelotas fue brutal", comentó con picardía.
Felix, sin embargo, no estaba molesto por eso ni por el intento de burla de Sylvain, todo lo contrario. El chico era lo suficientemente maduro como para aceptar la bien merecida lección. "Estás equivocado, eso sí fue brutal. Deja de ser un idiota con alguien a quien no le importa tu apellido ni tu cresta, mucho menos si puede cortarte en rebanadas".
Sylvain se llevó una mano al cabello, apenado. "Tienes un punto…" Admitía que fue mala idea coquetearle a su profesora, quien claramente los veía como un montón de chicos inexpertos que necesitaban aprender. Ni siquiera les tenía respeto como los nobles que eran. Era un cambio casi refrescante.
Por su lado, Dimitri platicaba con Dedue. "No sabía que tu gente también se uniera a grupos mercenarios".
"No es raro, mi señor", respondió Dedue. "Muchos duscurianos que vivían en otros sitios del Reino buscaron algún oficio luego de la Tragedia, varios terminaron en grupos mercenarios de la Alianza y del Imperio luego de ser desterrados de los pueblos donde vivían".
Dimitri frunció el ceño. "Lamento mucho eso".
"No es culpa suya, mi señor".
"No, pero como príncipe y como tu amigo, debería al menos saberlo".
La plática tuvo que finalizar apenas los Leones llegaron a la Plaza de Armas. Vieron que Jeritza firmaba el documento del día de la nueva profesora y le daba acceso completo al sitio y las armas.
"Pelearemos el sábado, estoy libre", prometió Byleth al encargado y pronto recordó que no sabía su nombre. "Y te llamas…"
"Jeritza", respondió el parco hombre y la profesora asintió.
Ninguno dijo nada luego de eso, Byleth simplemente volvió con sus alumnos y notó que ya se habían formado ante ella. Hanneman estaba en lo cierto, los leones eran disciplinados a su propio estilo, tenían un aire distinto a sus Águilas. La profesora se colocó delante de ellos mientras se ajustaba unos guanteletes de madera al igual que el día anterior.
"Primero debo saber cuáles son sus puntos fuertes y sus lados débiles", dijo Byleth a los Leones. "Quiero que pasen uno por uno, tomen un arma y me ataquen", indicó y señaló al primero en la fila. Por supuesto que el espadachín quería pasar primero, al parecer funcionó su táctica en el salón. "Felix, usa una espada de práctica. Y no estés armado dentro del salón".
Felix asintió y dejó su espada contra una columna, fue por una espada de madera y sin esperar más indicaciones, atacó, pero ésta vez la profesora bloqueaba con sus guanteletes y evadía. Byleth no lo perdía de vista.
"Tienes una posición firme y eres rápido", dijo la profesora mientras el chico seguía atacando. "Pero hay un problema".
"¿Cuál es?" Preguntó Felix con el ceño fruncido, para enseguida sentir cómo Byleth se agachaba y acortaba la distancia entre ambos, sólo para apuntar con su palma al rostro de Felix e invocar una bola de fuego que no lanzó pero que sí chamuscó un poco el cabello del espadachín. Felix terminó sentado en el suelo por culpa de la sorpresa. "¡Eso es trampa! ¡Usaste magia!"
"No hay trampas en el campo de batalla, debes usar todo lo que sepas… Armas, magia, trampas. Al final lo que importa es ganar o huir para vivir otro día, o perder y alimentar la tierra con tu sangre y tu carne", dijo Byleth, seria y sin que el gesto le cambiara. No eran sus propias palabras, eran palabras de su padre. "Haces movimientos de manual y son fáciles de prever", explicó. "Tienes potencia, nos encargaremos de hacerte más versátil".
Sin embargo, Byleth notó el silencio en Felix. No sólo él se notaba raro, también el resto de los Leones y eso la confundió un poco.
"¿Entendido?" Preguntó la profesora con voz más firme para sacar al espadachín de su extraño estado.
"Sí", respondió Felix antes de fruncir el ceño y regresar a la fila.
"¡Siguiente!"
Dedue fue por un hacha de madera y se colocó delante de Byleth. Hizo un saludo educado que la profesora correspondió y la pelea comenzó. Dedue tenía una fuerza bárbara, eso percibió Byleth desde los primeros hachazos. Dedue era grande y eso lamentablemente lo volvía un blanco igualmente grande, sin contar los huecos en su defensa. Byleth no evitó el pensamiento de que Edelgard y su menudo cuerpo tenía mejor control de su hacha. La profesora se permitió bloquear un par de golpes para medir mejor la fuerza ajena.
"Baja más tu centro", indicó Byleth luego de evadir otro hachazo, colocarse detrás de Dedue y sacarlo de balance con un empujón. "Eres muy fuerte pero también muy alto, eres un poco lento y hacerte más rápido no es posible, pero trabajaremos en tu defensa y en tu fuerza para que puedas usar una armadura pesada", dijo desarmando al enorme guardián y devolviéndole su arma de inmediato. "Buen trabajo", agregó en duscuriano.
"Muchas gracias, profesora, seguiré tus consejos", respondió un respetuoso Dedue y volvió a la fila.
"¡Siguiente!"
Sylvain fue por una lanza y se colocó en posición de ataque. "¿Lo de cortar a mi par de amigos es broma, verdad?" Preguntó Sylvain tratando de bromear.
Byleth ladeó ligeramente la cabeza. "¿Broma?"
"¡Olvídalo, olvídalo!" El lancero de inmediato comenzó a atacar.
La profesora notó los fluidos movimientos del lancero, sabía manejar su arma pero, al igual que con Felix, seguía movimientos repetitivos de manual que la mercenaria había visto más de una vez en soldados rasos y guardaespaldas de nobles. Bloqueó algunos golpes y evadió el resto, finalmente se acercó hasta el joven y lo desarmó, para enseguida hacer el ademán de golpearle la cabeza con la lanza.
"Tienes oportunidad de ser más rápido y más fuerte, tienes buen control de tu arma pero también usas movimientos de manual", la profesora le devolvió su arma.
"Entendido, muchas gracias, profe", Sylvain suspiró de alivio y regresó a su sitio.
"¡Siguiente!"
La que se paró frente a ella, sin embargo, no era una peleadora. Mercedes, según palabras de Manuela, era un encanto, un pan recién horneado, un alma tan gentil que no era capaz de lastimar a nadie. Byleth la analizó un poco.
"Lo lamento mucho, profesora, pero yo no soy una combatiente y no es mi deseo quitar una vida", explicó Mercedes.
"Habrá quienes no tengan esa gentileza contigo. En un combate real no quieres que tu oponente recupere sus energías y fuerzas y siga peleando. Los primeros en caer son los sanadores", dijo Byleth sin que le cambiara la voz. "Te lo digo porque ese era mi trabajo".
Las frías palabras de Byleth les recordaron en qué mundo vivían. Mercedes no supo qué decir a eso, al menos hasta que Byleth fue por un arma y se la dejó en las manos. Mercedes pareció sorprendida.
"Aprenderás a usar el arco. Te enseñaré a atacar en partes del cuerpo no letales que tampoco permitirán a tu oponente regresar a la pelea", dijo Byleth sin que le cambiara el gesto, pero su voz ahora era… Gentil. "No tienes que matar si no quieres, sólo debes saber defenderte".
La sonrisa de Mercedes volvió a su rostro. "He visto a otros usar el arco", la sanadora rápidamente tomó posición de tiro. Apuntó a uno de los muñecos de prueba.
Byleth sabía que la estatura prominente de la chica y sus largos brazos eran una buena ventaja. "Levanta más los brazos y alinea tus codos, no juntes tanto las piernas", indicó. "Abre bien los dos ojos y tira la flecha".
Mercedes obedeció y sonrió al ver que su tiro dio en el brazo derecho del muñeco. "¡Lo hice!"
Byleth asintió. "Vuelve a la fila… ¡Siguiente!"
Ésta vez el arquero del grupo se presentó. Mientras que Byleth admiraba el talento latente de Bernadetta, la más pequeña de sus Águilas y que podía volar muy alto con la guía adecuada, al menos a éste arquero podía pedirle hacer más tiros de prueba.
"¿Qué debo hacer, profesora?"
"Apunta a los tres muñecos de ahí y trata de darles a todos en el mismo sitio, el que tú quieras, pero que sea el mismo", indicó Byleth y no perdió de vista cuando el chico tomó una muy buena posición y de inmediato hizo los tiros que se le pidieron.
Sólo dos de las tres flechas dieron en la misma zona del cuerpo, el brazo derecho, y Ashe pareció desilusionado por eso. Byleth se acercó a los muñecos y notó que los tiros fueron profundos, el chico tenía mucha potencia.
"Tienes buena puntería, aumentaremos tu fuerza. Podrías ser un arquero montado, quizá uno de wyvern", comentó Byleth. "Te recomiendo asistir al curso de vuelo con la Profesora Manuela".
La sonrisa regresó al rostro de Ashe. "¡Sí!" Y rápidamente regresó a su sitio.
"¡Siguiente!"
"Me toca, me toca", Annette se notaba tan contenta que se tropezó, Byleth la atrapó. "¡Lo siento, profesora…!"
Byleth negó. "Ajusta bien tus botas, los cordones parecen flojos".
"¿Eh? ¡Ah, sí! ¡Entendido!"
"Pero primero quiero que me ataques con el hechizo que domines", indicó Byleth y la chica se sorprendió.
"¿No prefiere que ataque a los muñecos?" Preguntó la maga y su profesora negó. Miró a sus amigos, que parecían tan sorprendidos como ella. "De acuerdo", se aclaró la garganta y sacó su tomo. Byleth tomó distancia y esperó el ataque. "¡Viento!"
La mercenaria sintió ese cortante ataque de viento, esa magia era fantástica sin duda, con razón Hanneman parecía contento con ella.
"Ahora quiero que pruebes con un arma para defenderte", dijo Byleth y lo pensó un poco. "Un hacha…"
"¿Perdón?"
Byleth tomó un hacha de práctica y se la dio. Annette seguía confundida.
"No eres muy alta, así que armas de largo alcance te estorbarán. Tampoco podrás desarrollar tanta fuerza como para empuñar una espada o un arco más potente. Tendrás que apoyarte en el peso del hacha para defenderte", casi como Edelgard, pensó Byleth sin querer. ¿Qué estaría haciendo Edelgard en ese momento? Seguramente un gran trabajo, era una buena estudiante.
Annette empuñó el arma como mejor pudo y miró a su profesora. "¿Quieres que te ataque, maestra?" Y al recibir una respuesta afirmativa, Annette lanzó un lamentable grito de batalla junto con un hachazo que Byleth bloqueó con su guantelete.
El sonido del choque de la madera fue melodioso, limpio, casi hermoso. Todos se sorprendieron, incluso Annette. Miró a su profesora, quien asintió con satisfacción.
"Un golpe magnífico", dijo Byleth y Annette festejó. "Ve a tu sitio".
Los demás Leones felicitaron a Annette, aunque había más de uno que temía por la seguridad de todos al darle a tan torpe chica un arma tan peligrosa, la seguridad de la propia Annette incluida. Y al mismo tiempo, todos se preguntaban cómo era posible que su profesora que no sabía nada de ellos, le diera a Annette un hacha… La misma arma de su ausente padre.
"¡Me toca!" Ingrid saltó a la arena, lanza en mano. Cuando la profesora asintió, comenzó a atacar. Su estilo de combate era más ligero, más veloz y más preciso.
Byleth tuvo que moverse un poco más rápido para bloquearla y evadirla. Obviamente no tenía la misma fuerza que sus compañeros, pero no había necesidad de ser tan fuerte, sólo más lista. Y esa velocidad era excelsa.
"Buen trabajo, sólo hay que aumentar tu velocidad", dijo Byleth sin dejar de bloquear. "Y mejorar la precisión de tus ataques, con eso será suficiente".
"Quiero ser una caballero pegaso, maestra", dijo Ingrid, sin dejar de atacar. "Iré al curso con la Profesora Manuela".
Byleth asintió y rápidamente la desarmó. "Buen trabajo, te haremos más rápida, y cuando seas aprobada para usar un pegaso, haremos un estilo de pelea para ti".
"¡Sí!" No le importaba haber perdido el arma de las manos como si de una niña se tratase. Regresó a su lugar.
Dimitri se inclinó ante Byleth antes de entrar a la arena, era el último, fue por una lanza. Byleth miró largamente al príncipe. Dimitri era alto y todo en su cuerpo revelaba que era un joven fuerte.
"Ataca", indicó Byleth y de pronto notó que algo en el semblante del príncipe cambiaba. Sus ojos normalmente serenos se afilaron como los de una fiera mostrando los colmillos. Y desde el primer golpe que bloqueó, notó algo.
Dimitri era fuerte, pero su fuerza no era como la de Edelgard, mucho menos como la de Dedue. Su fuerza era distinta. Los ataques de Dimitri se sucedían uno tras otro casi sin pausa y poco le importaba fallar. Byleth casi frunció el ceño, evadió un golpe que venía desde arriba y la lanza de madera chocó en el suelo, rompiéndose.
Hasta ese momento el príncipe pareció reaccionar. Miró a su profesora, luego la lanza rota y al final a sus compañeros.
"Ah, yo…"
"Buen trabajo, cernícalo", masculló Felix.
Sylvain sólo tenía la cara tapada con sus manos mientras negaba varias veces, Dedue estaba graciosamente serio, Ashe se rascaba una mejilla a falta de otra reacción, mientras que las chicas parecían apenadas.
"¡Lo siento mucho!" Se disculpó Dimitri de inmediato.
"Anotaré otra lanza rota", dijo Jeritza y miró a los estudiantes. "Traten de no romper el equipo, su profesora ya debe daños de ayer".
Byleth sólo suspiró de manera discreta y miró a Jeritza. "Pagaré todo, para eso es el dinero que me dieron, ¿o no?"
"No si rompes en dos días lo que deberías romper en dos semanas", agregó Jeritza con parsimonia.
Byleth masculló algunas cosas por lo bajo mientras hacía cuentas con los dedos.
"¿Profesora?" La llamó Dimitri, aún rojo por la vergüenza.
"Ah, sí", Byleth se aclaró la garganta. "No tienes control en tus ataques…"
"Nada nuevo", murmuró Felix en voz no tan baja.
"¡Felix!" Lo regañó Ingrid y su amigo se encogió de hombros.
"Canalizaremos tu fuerza en ataques contundentes", continuó Byleth. "Ese modo de pelea te deja totalmente desprotegido".
Dimitri parpadeó un par de veces. "¿En serio?"
Byleth asintió, fue por otra lanza y se la dio. "Atácame otra vez".
Dimitri se encogió de hombros pero igualmente obedeció, y luego de que Byleth evadiera sus primeros tres ataques, la vio acortar la distancia y hacer un movimiento que no esperaba. Byleth se agachó y golpeó uno de sus pies que lo hizo caer al suelo en una rodilla. Lo siguiente que vio el príncipe fue el puño de la maestra frente a su nariz.
"Muchas gracias por la lección", agradeció Dimitri sinceramente.
Byleth asintió y miró a todos los Leones. "Ashe, entrena con Mercedes y muéstrale lo básico. Dedue, enséñale a Annette ataques simples con el hacha. Ingrid y Sylvain, practiquen combate con Felix. Dimitri, practicarás conmigo. De todos modos pasaré con todos para hacer correcciones".
Los obedientes Leones rápidamente hicieron lo que se les ordenó.
"¿Anoto más armas rotas?" Preguntó Jeritza desde su esquina y Byleth hizo un gracioso gesto de desagrado apenas notorio.
"Por favor".
Y la práctica de los Leones Azules oficialmente comenzó.
~o~
"¡Excelente trabajo, mis corazones!" Exclamó Manuela con encanto. El primer par de horas de clases se fueron en lo básico sobre la magia curativa, misma de la que hizo demostración con ayuda de Linhardt, algunos comenzaron a mostrar pequeños pero significativos avances, la princesa de Adrestia incluida.
Edelgard estaba sorprendida de lo que logró en ese corto tiempo.
La magia sanadora sólo requiere fe, fueron las palabras de Byleth. Bien, si sólo necesitaba fe, entonces Edelgard tenía fe en su propio camino, en sus decisiones, en que haría tanto ruido que Fódlan se sacudiría desde sus cimientos y, ganara o no al final, la gente despertaría y se daría cuenta que había estado viviendo a merced del capricho de una falsa profeta.
Tales pensamientos fueron suficientes para despertar una chispa en las manos de la princesa y se notaba contenta por eso, ¡su maestra estaría orgullosa de ella! Además, también estaban aprendiendo sobre varios tipos de heridas y cómo tratarlas de manera normal, Manuela pidió la asistencia de Shez para esa parte de la lección, muy normal cuando Shez era una mercenaria de profesión.
"Recuerden estudiar las anotaciones de hoy, en la siguiente clase haremos una práctica donde deberán decirme cómo tratar distintos tipos de lesiones", indicó Manuela y rió al ver a Caspar levantar la mano animadamente. "Lo de traer un bebé al mundo es una lección más avanzada, pero la tomaremos, lo prometo".
"¡Genial!"
"La clase ha terminado", los felicitó Manuela y tomó sus cosas. "Mañana tienen clase con el Profesor Hanneman, espero que se porten tan bien con él como lo hicieron conmigo. Y los que vayan a asistir al taller de vuelo, recuerden que tienen hasta el jueves para anotarse".
"¡Sí!"
Manuela se fue y las Águilas se mostraban contentas y satisfechas. Además, querían hacer sentir orgullosa a su profesora a cargo.
"¿Cómo creen que le haya ido a la profe Bylie con los Leones?" Preguntó Dorothea con tono juguetón.
"Si me lo preguntas, yo creo que la Profesora ya se acabó los fondos del mes", comentó Hubert casi en tono de burla. "Ayer le causamos muchos gastos".
Edelgard suspiró. "Creo que nos entusiasmamos mucho con la práctica de ayer".
"Rompí sólo una espada", Petra estaba descontenta con ese desempeño.
"Yo llegué tarde y no pude romper nada", se lamentó Shez.
"¡Yo destrocé dos hachas…! ¡Hey! ¿Vamos a verla?" Propuso Caspar y todos se mostraron de acuerdo.
"Puedo ir a verla un poco y luego volver a mi cuarto", dijo Bernadetta mientras jugaba sus dedos entre sí.
"¿Y qué estamos esperando?" Los animó Ferdinand y todos salieron del salón.
Hubert y Edelgard se quedaron un poco más atrás.
"¿Le pediste a Jeritza que vigilara a la profesora, verdad?" Preguntó la princesa en baja voz.
"Por supuesto, milady, y Jeritza parecía complacido con la idea, desea pelear contra ella", comentó Hubert. "Espero que sepa controlarse, no necesitamos que sea él quien se entusiasme y se descubra antes de tiempo".
"No es como si pudiéramos controlarlo del todo", suspiró Edelgard. De verdad quería poner a Byleth de su lado, ella era el vivo ejemplo de todo lo que podía lograr una persona con la guía adecuada y méritos propios; y no como alguien "bendecida" por la diosa con una cresta.
Aún había más cosas que Edelgard quería saber de Byleth.
Hubert no era tonto y sabía que su protegida sentía una fijación por la Profesora nueva, por el Demonio. Él mismo veía el uso práctico de tener una aliada tan fuerte de su lado, pero su trabajo era ser precavido y asegurarse de que nada le estorbara a su princesa.
Tampoco tuvieron que ir tan lejos, vieron a los Leones regresar a su salón, cada uno de ellos bañado en tierra. Sus uniformes antes pulcros estaban sucios. Leones y Águilas se saludaron.
"¡Wow, la profe acabó con ustedes!" Dijo Shez luego de reír.
"¡Tengo un hacha!" Exclamó Annette con contento.
"Y a mí casi me deja sin pelotas", murmuró Sylvain, las Águilas mostraron confusión y el resto de los Leones pusieron gesto descontento.
Dimitri se cubrió la cara, avergonzado. "Rompí como seis lanzas…"
"¡¿Qué?!" Shez se tomó esas palabras como un reto. "Debo mejorar esa marca en la siguiente clase".
"Por cierto, ¿y la profe Bylie?" Preguntó Dorothea al no verla con el grupo.
"Oh, está haciendo cuentas de las armas rotas", respondió Ingrid con una sonrisa. "Pero dijo que si los veíamos, que les dijéramos que los alcanzará en el comedor. ¡Oh! Y que pidieran un platillo para ella, algo con pescado de preferencia".
Mercedes se acercó un poco más a las Águilas. "La profesora Byleth es maravillosa y estamos aprendiendo mucho con ella… ¿Está bien si nos sentamos con ustedes en la mesa?" Preguntó y Annette e Ingrid se unieron a la petición.
"Por supuesto, entre más, mejor", respondió Edelgard. "Ya veremos cómo nos acomodamos".
"Sólo les recuerdo que uno de los lugares al lado de la Profesora está reservado exclusivamente para milady y para nadie más", dijo Hubert con excesivo respeto.
"¡Hubert!" Edelgard se ruborizó y se cubrió el rostro con ambas manos, las Águilas rieron un poco. "Eso es porque soy la líder de su clase a cargo", explicó, demasiado tarde. "Debo reportarle cómo nos fue con la Profesora Manuela".
"¿Y el lugar del otro lado?" Preguntó Sylvain en tono de broma. "No me molestaría sentarme al lado de semejante y letal belleza".
"¡Sylvain! ¡Dijiste que ya no coquetearías con la profesora!" Lo regañó Ingrid.
"No pasa nada si ella no me escucha", se defendió el chico.
"El otro lugar se lo queda quien gane en un juego de dados", dijo Shez con graciosa seriedad y se mostró orgullosa. "Yo gané ayer".
"Todos lanzan dos dados y van ganando quienes saquen más puntos hasta que sólo quede uno", explicó Ferdinand.
"Ganaré hoy", dijo Petra con graciosa seriedad. "Prometeré a Profesora romper más espadas".
"Tratemos de no causarle más gastos a nuestra profesora, por favor", insistió Edelgard y notó a Dimitri más apenado. "¿Al menos seis, en serio?" preguntó y Dimitri asintió.
"Es una bestia", murmuró Felix.
"No debes hablar mal de mi señor, no es su culpa que tú no rompieras ninguna espada", Dedue rápidamente salió a la defensa de su príncipe y el espadachín se enfadó.
"¡No me gusta romper espadas aunque sean de madera!"
"¿O quizá no tenías la fuerza para romper aunque sea una?" Lo provocó Shez y Felix frunció el ceño.
Al notar que los ánimos se estaban calentando, Mercedes hizo un gentil sonido con sus palmas. "¿Les parece si recogemos nuestras cosas y vamos todos a comer? No queremos dejar esperando a la Profesora Byleth".
Y esas palabras bastaron para hacer que todos fueran al comedor.
Era gracioso cómo juntaron varias sillas, incluso apretadas, en una de las mesas más largas. Para cuando Byleth llegó, vio a todos en la mesa. A todos. Su asiento ya estaba reservado, tenía a Edelgard a un lado y a Ashe en el otro.
"Oh, ganaste el juego", comentó Byleth mientras tomaba asiento. Miró con visible entusiasmo el plato de pescado que pidieron para ella. "Gracias por la comida", y comenzó a comer de inmediato. Los alumnos pronto hicieron lo mismo.
"Hay mucha gente en la mesa", musitó Bernadetta con horror, estaba sentada junto a Dorothea.
"Oh, Bernie, no te preocupes. Entre más personas hay, menos atención te pondrán", no que Dorothea gustase de minimizar la presencia de su amiga, pero lo mejor era hacer que Bernie poco a poco se sintiera cómoda entre grupos grandes. Bernadetta tampoco estaba obligada a participar en la plática, eso ya lo permitiría el tiempo.
"¡Cierto!" Más tranquila, la arquera siguió comiendo.
"¿Se portaron bien con la profesora Manuela?" Le preguntó Byleth a Edelgard, al menos no hablaba con la boca llena.
"Aprenderemos mucho de ella justo como dijiste", respondió Edelgard, satisfecha. "Fuimos unos alumnos ejemplares".
"¿Y cuál es el punto de aprender Sanación? Para eso tenemos Sanadores". Preguntó Felix mientras comía lo suyo, estaba sentado entre Sylvain e Ingrid.
Ante su pregunta, las Águilas se echaron a reír y eso sorprendió no sólo a Felix, también al resto de los Leones.
"Si Mercedes está al otro lado del campo de batalla y alguien de ustedes es herido", explicó Dorothea, "Mercedes se arriesgaría al ir a buscarlos, y el herido podría agravarse en la espera".
Ferdinand asintió seriamente. "Si todos aprenden al menos sobre curaciones, primeros auxilios y un hechizo de curación básico, habrá una gran diferencia".
"¡Miren lo que puedo hacer!" Presumió Caspar y extendió su mano abierta al centro de la mesa, cerró los ojos para concentrarse. Pasados unos segundos, su mano soltó una pequeña chispa de luz. "¡La Profesora Manuela me felicitó!"
Los Leones estaban sorprendidos. Felix ya no comentó nada, no quería quedar como tonto dos veces.
Byleth, por su lado, miró con calidez a su grupo. "Sabía que lo harían bien. Estoy orgullosa de ustedes".
Y las Águilas se alegraron.
"¿Crees que nosotros también podamos, profesora?" Preguntó Ashe, emocionado.
"Sí si prestan atención a sus clases", respondió Byleth, "y aunque la magia curativa no se les dé, todos pueden aprender a atender heridas. Es muy fácil herir e incluso matar, pero se requiere más habilidad y entrega para curar y salvar a alguien".
Y esas palabras hicieron eco en las cabezas de los alumnos presentes.
"¡Oh, vaya, parece que hay mesa llena!" Exclamó Hanneman al ver a sus alumnos ahí, no tardó en unirse a ellos. "Quiero saber cómo le fue a mis Leones en su lección de hoy".
"Estamos aprendiendo mucho de la Profesora Byleth", informó Dimitri, omitiendo el asunto de las armas rotas y el riesgo de que Sylvain pudiera perder los testículos al primer descuido.
"Así me gusta", asintió el mago con orgullo.
Byleth miró a todos en la mesa, nunca había compartido una mesa con tanta gente de su edad y sintió una calidez en el pecho que no supo explicar. Notó que Edelgard le miraba.
"¿Y qué opinas de tu nuevo trabajo, profesora?" Preguntó la princesa.
"No está mal", respondió Byleth y siguió comiendo.
CONTINUARÁ…
