II – Colores Distintos
Esa noche el cielo estaba despejado. Sansker podía ver las estrellas que se mantenían sobre él y se extendían hacia el infinito. El barco, llamado Perla, se movía tranquilamente sobre las aguas oscuras, dirigiéndose hacia el puerto a buena marcha. Sansker estaba en cubierta, hablando con otros marineros. La guerra había terminado, ahora solo tenían largas patrullas en alta mar y las visitas a puerto. Todos estaban deseando regresar. Algunos hablaban incluso de transferirse a otros escuadrones o quizás regresar a casa.
—¡A estribor!—gritó el vigía. Algo en su voz hizo que todos volvieran la cabeza como si fueran uno solo.
Una sombra se movía sobre las aguas a toda velocidad y antes de que pudieran hacer nada los rebaso pasando junto al Perla como una fuerza indetenible. Sansker solo lo vio un segundo, cuando las luces del barco intentaron iluminarlo. Una criatura enorme, con piel escamosa y dorada, con una forma que recordaba a un león, pero casi tan alto como el Perla. Nadie tuvo tiempo de reaccionar cuando otro grito del vigía les informo que no era todo.
El cielo se convirtió en un torbellino de oscuridad que se tragó las estrellas, pero luego estallo en llamas cuando docenas de pájaros cubiertos de fuego descendieron desde aquella oscuridad. Sus chillidos agudos eran solo superados por el sonido de las llamas que vomitaban de sus picos. El fuego comenzó a llover sobre ellos y el capitán intento maniobrar al Perla para alejarse. Pero las aves no venían por ellos, su objetivo era el puerto. Sansker escucho el sonido de los cañones y vio los estallidos cuando las defensas comenzaron a disparar, pero chorros de llamas las silenciaron rápidamente.
Corrió con los demás sobre la cubierta y, de alguna forma, logro encontrar un arma. El peso del mosquete le hizo sentirse seguro, pero la verdadera amenaza apenas había comenzado. El Perla estaba ganando velocidad y parecía haber evitado el ataque frontal de aquellos monstruos, pero quedaba uno más. Desde las profundidades del agua surgió algo, una figura negra envuelta en llamas. Su aparición creo una nube de vapor que segó a todos en la cubierta y la criatura se irguió desde las aguas, fácilmente superando en altura el mástil central del barco.
El Perla era un navío de guerra y los hombres en los cañones lograron abrir fuego. Las balas de 10 cañones impactaron sobre el monstruo, pero rebotaron sin hacerle daño. Sansker disparó, más por instinto que por táctica, junto a los demás, pero las balas tampoco tuvieron efecto. La criatura se estrelló contra el costado del Perla y la nave resistió apenas unos segundos antes de que comenzara a partirse en dos. Sansker cayó al agua, hundiéndose como una piedra debido al peso de su uniforme. Como pudo salió a la superficie, a tiempo para ver a esa figura que destruyera su nave pasar junto a él. Sansker levanto los ojos, sintiendo la mirada del demonio y…
Sansker despertó de golpe sentándose en la cama y tirando las sábanas de su cuerpo. Le tomo unos segundos el recordar donde estaba y que no había peligro.
—Malditas pesadillas…—masculló frotándose el rostro y dejándose caer en la cama. Se quedo mirando al techo mientras reflexionaba.
Ya tenía una semana desde que llegara a Ukataka pero seguía sin acostumbrarse a ese techo de madera. O a esa cabaña en general. Sabía que su día comenzaría pronto, sin importar lo que hiciera, pero la pesadilla lo había dejado algo melancólico. Sansker suspiro y rodo hacia un lado, poniendo los pies en el suelo. Busco su bolsa y la abrió sin mucho cuidado, sacando de ella una pequeña caja de madera. Dentro solo había una vieja cruz plateada, una medalla que había estado en su familia por generaciones, o eso le habían dicho. Era de las pocas cosas que había conservado de su hogar. No era buena idea perderse en los recuerdos del pasado, y aun así eso era lo que estaba haciendo. "Quizás esté más loco de lo que creía…" pensó él dejando la cajita a un lado.
Sansker se puso de pie y comenzó su rutina diaria. Ōka tuvo el buen tino de explicarle las reglas durante su segundo día, así que estaba preparado: Primero, todas las comidas debían pedirse a la cocina Segundo, no se podía dejar la aldea de noche. Tercero no había que desperdiciar agua. Cuarto no se podía lastimar a ningún Tenko. Quinto y principal, Yu, la joven encargada de recibir y archivar los reportes en el cuartel de los Asesinos, era la hija del jefe Yamato, así que mantener las distancias era esencial si uno apreciaba la vida.
Se coloco sus ropas rápidamente y salió, cerrando detrás de él. Las otras personas en la aldea también estaban despertando y el sonido de su actividad daba las primeras señales de vida en Ukataka. Sansker camino hasta el comedor, donde ya había una pequeña fila de gente esperando. Él se limitó a tomar su comida y a dirigirse a un rincón para desayunar. Era de los pocos momentos en el día en los que podía estar solo. La comida no era mala, aunque a él le resultaba algo simple, pero nunca se planteó quejarse o pedir otra cosa.
Termino de desayunar y fue a recoger su equipo. El herrero del pueblo era un hombre entrado en años llamado Tatara. Era bastante fornido pero bajito, de hombros anchos y con una piel morena que contrarrestaba con su barba y cabellos grises. Siempre tenía puesto su delantal azul sobre sus ropas blancas y parecía que no se movía de la forja. Sansker siempre lo encontraba martillando o calentando algo sin importar a qué hora del día fuera.
—Ahí estas—dijo Tatara levantando la mirada cuando entro—deje tus armas allá, junto a las lanzas. No está en malas condiciones, pero ten más cuidado con el filo de la espada.
— ¿Tiene algún problema?—preguntó Sansker tomando las armas—No he notado que cortara mal.
— ¡Por supuesto que no! Es un arma que yo mismo supervise—replicó Tatara como si la idea de que pudiera hacer algo defectuoso lo ofendiera—pero la usas como si fuera un mazo, hay cierto daño en la hoja. Si no la tratas con cuidado, tu espada no te servirá. Aprende a cortar con más elegancia.
—Se supone que tengo que usarla con Oni ¿no?—dijo Sansker colocándose la espada y el escudo en la espalda—tienen la piel muy dura. No puedo evitarlo.
—Ridículo, ese es acero templado con sangre de Oni. Muy pocas de esas bestias podrían pararla—dijo Tatara. El herrero tomo unas pinzas y saco una pieza que tenía al fuego, comenzando a martillarla mientras hablaba—un mazo es para aplastar al enemigo, una espada es para cortar. Tienes que saber utilizar tu herramienta para el trabajo correcto o no funcionara.
—Así que ¿requiere fineza?
—Y un buen ojo. Puedo reparar cualquier daño en el metal, pero la gente no se arregla tan fácil—dijo Tatara martilleando con fuerza—mi trabajo es asegurarme que el equipo no falla por diseño. El tuyo es aplicarlo.
Con eso el herrero dio por finalizada la lección y hecho a Sansker de su forja. Él sacudió la cabeza, Tatara era un maestro con la forja, pero tenía un carácter bastante fuerte. Aun así, podía apreciar el tono seco y directo del herrero. Especialmente si lo comparaba con la sacerdotisa del templo. Sansker paso junto a la entrada de este y vio a Shikimi limpiando las escaleras, pero con la mirada perdida en el horizonte, moviendo una escoba de un lado a otro, esparciendo el polvo por todas partes. La sacerdotisa era una mujer extraña que parecía vivir en su propio mundo. Aunque aseguraba que lo que hacía era hablar con las Mitama de la aldea. Sansker podía oír las voces también pero aparentemente Shikimi era capaz de mantener conversaciones con los héroes.
—Hmm… buenos días—dijo la sacerdotisa cuando él se acercó, luego parpadeo y lo miro como si acabara de darse cuenta de que estaba allí—ah, buenos días a ti también… ¿sigues acompañándolo?... oh, ya veo… sí, está bien…
—Buenos días—replicó Sansker desistiendo de preguntar a quien le estaba hablando. Se suponía que rezar en el templo ayudaba a mejorar tu conexión con la Mitama, pero Sansker solo lo hacía por costumbre.
—Ya llegara… no hay prisa—dijo Shikimi haciéndose a un lado mientras barría el polvo.
—Por supuesto—respondió Sansker. Se puso frente al altar, una simple caja en frente del 'templo' que era solo una pequeña construcción. Dio dos palmadas e inclino la cabeza, cerrando los ojos.
Un Asesino estaba en contacto con el mundo espiritual, o eso se suponía. Y por lo tanto podían oír las voces de las almas, además de acceder a poderes increíbles. Cuidar de sus espíritus era tan importante como cuidar de sus armas. Sansker no sentía una inclinación particular hacia ello, podía sentir esa energía espiritual alrededor suyo, incluso extenderse y sentir las almas de Shikimi y los aldeanos cercanos al templo, pero sus voces eran imposibles de discernir, solo como un ruido de fondo sin que pudiera enfocar nada. La única alma que sentía intensamente era la suya propia y la de Minamoto no Yorimitsu. El héroe siempre estaba cerca y en esos momentos Sansker casi podía verlo, parado junto a él, con esa sonrisa confiada.
—Ver no es igual a escuchar…—dijo Shikimi suavemente, su voz tranquila no interrumpía su concentración. Yorimitsu dijo algo, pero Sansker no pudo escucharlo, aunque Shikimi pareció entenderlo—entiendo… sí… no lo hace mal… pero todavía no…
—Hago lo que puedo—dijo Sansker abriendo los ojos y cerrando su Ojo de la Verdad—esto es diferente a como solía entender las cosas.
—No…—dijo Shikimi sacudiendo la cabeza. Tomo su vara de sacerdotisa, que tenía dos tiras de papel al extremo y la agito frente a él. Las tiras estaban hechas de papel blanco y negro—mucha distancia… no escuchas… no quieres dejarlos entrar… intenta… entenderlos…
—… Lo haré, gracias por el consejo, nos vemos Shikimi.
—Adiós…
— ¡Llegas tarde!
Sansker reprimió una mueca al llegar a la recepción y ser recibido de esa forma. La culpable no era otra que Hatsuho la otra recluta en Ukataka. Era una joven de unos 15 años que blandía un kusarigama con el mango de madera blanco y la hoja de un color negro con el borde plateado, igual que la cadena que la unía a la masa al otro extremo del arma, del tamaño de su cabeza. Hatsuho vestía de blanco y azul, con el símbolo de los Asesinos en rojo en su manga izquierda. Llevaba el cabello marrón oscuro recogido en una cola, poniendo una pequeña mascara de Oni sobre el moño. También vestía unas medias blancas que le llegaban a la rodilla, donde las sujetaba con unas rodilleras, y unos zapatos de plataforma que Sansker nunca había visto.
Parecían tacones con suela de madera, pero en lugar de tener la elevación en el talón, Hatsuho la usaba en la punta de los pies, así que siempre parecía caminar de puntillas ¿Cómo mantenía el equilibrio caminando o luchando? Sansker no lo sabía. Había estado tentado a preguntar, pero supuso que la joven no lo tomaría bien. Sospechaba que era algo sensible sobre su estatura ya que incluso con esos tacones apenas le llegaba hasta la barbilla.
—Lo siento, me… entretuve en el templo—dijo Sansker con calma.
—No puedo creerlo… es este tipo de cosas las que me preocupan—dijo Hatsuho sacudiendo la cabeza—como tu mentora tengo que velar que hagas las cosas bien. Y tenemos que empezar por la puntualidad.
—Vamos, tampoco es para tanto Hatusho—intervino Ibuki que se adelantó y le dio una palmadita en la cabeza a la otra Asesina. Hatsuho mascullo algo inteligible y se cruzó de brazos—además el que está a cargo del entrenamiento soy yo. No te preocupes Sansker, entiendo perfectamente. Cuando se está rodeado de tantas bellezas como hay en esta aldea, uno debe apreciar… el paisaje.
Sansker se limitó a asentir. Ibuki había estado a cargo de 'entrenarlos' desde que Ōka se marchara en una misión hacia algunos días. Como técnicamente tanto él como Hatsuho eran los más nuevos, ambos tenían que luchar juntos bajo la supervisión de Ibuki. Aunque la joven insistía que ella era mucho más experimentada y por lo tanto debería estar a cargo de las lecciones. Sansker permanecía neutral al respecto, Ibuki no era precisamente un maestro responsable, pero no era probable que Hatsuho fuera mejor.
Ibuki era rubio, un par de años más joven que Sansker y ligeramente más alto. Vestía de verde y blanco, con un abrigo similar al suyo, solo que el de Ibuki apenas le llegaba a las rodillas y tenía adornos dorados, formando el Ojo de la Verdad en el costado. A diferencia de Hatsuho, Ibuki usaba protecciones en sus brazos y piernas, similares a las de Ōka, y blandía una lanza. El arma era una pieza excelente, de madera reforzada con metal en los extremos y la hoja era de un filo plateado brillante. Ibuki también llevaba colgado al cuello, en un collar, una especie de peine u horquilla de mujer.
—Bueno, parece que tenemos que cuidar a la niña otra vez… no queda remedio—continuo Ibuki dándose la vuelta para dirigirse al escritorio de la recepción.
— ¡Oye! Parece que estas olvidando que soy mucho más madura que ustedes dos—dijo Hatsuho con un tono enojado mientras lo seguía—más les vale tratarme con el respeto que merezco.
—Aquí vamos de nuevo…—murmuro Ibuki pero no insistió porque su atención fue absorbida por la recepcionista—Mi querida Yu, estas tan hermosa y atractiva como cada mañana ¿Crees que pudiéramos tomarnos un descanso luego?
Sansker arqueo una ceja, recordando la clara advertencia que Ōka le hiciera respecto a Yu. La joven en cuestión era la encargada de controlar las misiones, reportes y despachos de los Asesinos, cosa que hacía en el mostrador junto a la salida. Esa esquina del edificio siempre estaba cubierta con carteles de Oni, o cartas con peticiones o misiones del cuartel o la aldea en general. Yu era una chica amable, unos dos años mayor que Hatsuho, con un cabello del mismo color que también usaba recogido. Al igual que su padre vestía de negro y rojo, un ligero kimono rojo que le llegaba a las rodillas con un delantal negro encima. El Ojo de la Verdad bordado en plateado sobre su pecho.
—Eh... no sé si debería. Hoy estamos muy ocupados—respondió Yu sonriendo de manera algo incomoda. Tomo unos papeles y coloco uno en particular sobre la mesa—en cualquier caso, esta es su misión de hoy. Se han visto grupos de Tumbadores y Diablillos cerca. Hay que despejarlos.
—Claro, claro… pero ¿qué sentido tiene trabajar tan duro si no se puede disfrutar?—insistió Ibuki tomando la nota y dándose a Sansker que la ojeo por curiosidad. El hombre se inclinó sobre el mostrador para estar más cerca de Yu—nos conocemos lo suficiente como para que seas tan fría, Yu.
—No es que no quiera… es que…—dijo Yu que parecía incapaz de solo rehusarse.
— ¿No es ese el jefe Yamato?—preguntó Sansker de pronto, mirando hacia un costado.
— ¡¿Dónde?!—Ibuki se puso de pie, tan firme como si se hubiera tragado su propia lanza. Con rapidez tomo la nota y firmo sin fijarse donde escribía su nombre—digo… el deber llama. Vamos Hatsuho, Sansker… ¡a luchar contra los Oni!
Casi salió corriendo del centro, con Hatsuho pisándole los talones, intentando convencerlo de que esperara. Sansker firmo la hoja también y se la entregó a Yu quien le dejo ir una sonrisa de agradecimiento. Él salió detrás de sus dos compañeros y los tres emprendieron finalmente el viaje. Ibuki dejo que Hatsuho tomara la delantera, guiándolos hasta su objetivo. Como las otras misiones esta los llevaría a la Era de Gracia, con su perpetuo ocaso. A pesar de su calzado Hatsuho se movía increíblemente rápido, deslizándose entre ramas y plantas como si no estuvieran, obligando a los otros dos a luchar para mantenerle el paso.
No era su primera cacería juntos. Sansker ya había salido otras 5 veces desde que llegara, usualmente con Ōka al frente, pero las últimas dos oportunidades Ibuki había tomado el mando. Eran misiones sencillas, buscar y destruir grupos de Oni pequeños que pululaban por la zona. No eran los únicos Asesinos despachados. Ōka misma estaba dirigiendo otro grupo para cazar Oni gigantes y el resto de los Asesinos también salían en misiones casi a diario. Era como si los Oni súbitamente hubieran decidido aumentar sus paseos.
—Tumbadores… no entiendo porque hay tanto problema—dijo Hatsuho deteniéndose cuando el bosque dejo paso a la Era de Gracia y los tres se detuvieron—deberíamos ir en busca de los grandes. No sé porque Yamato nos quiere ocupándonos de estos.
—Vamos, no hay que quejarse. Cualquier Oni es un problema si lo dejamos solo—dijo Ibuki encogiéndose de hombros—seguro que el jefe no quiere que esparzan más miasma, eso es todo.
—Es que no es justo—replicó Hatsuho—yo soy la mentora aquí, pero el nuevo es a quien lo dejaron luchar contra un Mifuchi.
—No fue algo planeado, además Ōka fue quien lo mato—dijo Sansker simplemente—estoy seguro de que tú podrías hacer un trabajo mejor, Hatsuho.
— ¡Por supuesto! Al menos alguien comienza a entender—dijo Hatsuho tomándose eso como un complido. Sujeto su arma y la blandió, haciendo girar la cadena—solo por eso hoy pienso ser la que elimine más Oni. Tengo que velar por los jóvenes después de todo.
—Sí, sí… —dijo Ibuki tomando su lanza y sacudiendo la cabeza—ten cuidado Sansker, los niños se ponen enojados cuando tienen competencia.
Hatsuho frunció el ceño, pero no respondió, ya estaban cerca. Caminar por el Otro Mundo siempre era curioso. El bosque dio paso a una serie de edificios que pertenecían al complejo de un templo, como si estuvieran caminando por un pueblo antiguo, pero todo parecía muerto, incluso si los edificios no presentaban ningún daño estructural. Ibuki tomo la delantera ahora y los condujo a través de los jardines, hasta que llegaron al borde de un acantilado donde los jardines terminaban. Allí estaban los Oni, moviéndose en un gran grupo.
Los Tumbadores eran llamados así porque se movían dando tumbos. Eran Oni del tamaño de una vaca, con forma de gusano marrón y cabeza de lagarto, no eran peligrosos y de hecho ignoraban a los humanos, pero donde quiera que fuera vomitaban miasma en grandes concentraciones. Normalmente viajaban solos o en grupos de 5 o 4, pero esta vez los Asesinos encontraron un grupo mucho más grande. Sansker conto al menos 30 Tumbadores moviéndose lentamente, rodeados por algunos Diablillos que parecían conducirlos como si fueran un rebaño.
— ¿Esto es normal?—preguntó Sansker en un susurro.
—Hmm… no lo creo—dijo Ibuki—he visto moverse en grandes grupos, pero no así.
— ¿Acaso importa? Solo tenemos que ocuparnos de ellos como siempre—dijo Hatsuho.
—Bueno, en eso estamos de acuerdo—Ibuki hizo una mueca y volvió a mirar el grupo—solo procuremos acabarlos rápido. Aún tengo que volver con Yu y terminar nuestra charla.
Sansker puso los ojos en blanco y los tres saltaron de su escondite. Hatsuho e Ibuki fueron hacia los extremos de la 'formación' y Sansker ataco el centro. Los Diablillos chillaron y algunos trataron de atacarlos, pero los otros intentaron mover a los Tumbadores quienes no parecían darse cuenta del peligro y se limitaban a seguir su andar lento. Apenas tuvieron problemas lidiando con estos Oni. Sansker solo tuvo que defenderse un par de veces y pronto todos los Diablillos estuvieron muertos. Los Tumbadores apenas intentaron defenderse cuando los fueron atacando uno a uno, pero al final los tres Asesinos estaban solos en medio de un campo de Oni muertos, salpicado con esa sangre entre negra y morada que tenían.
— ¿Lo ven? Demasiado fácil—dijo Hatsuho limpiando su arma y poniéndola en su espalda.
—Sí, sí… vamos, tenemos que purificarlos y terminar con los otros grupos—dijo Ibuki. Clavo su lanza en el suelo y junto las manos.
Sansker y Hatsuho hicieron lo mismo. El ritual de purificación era la parte más importante. Si se dejaba el cadáver de un Oni, este aún emitía miasma en grandes cantidades. Cuando era posible los Asesinos hacían una purificación, concentrándose en expulsar las energías negativas del miasma y dispersando los cuerpos de los Oni, que se convertían en Haku, un material único del que estaban hechos y que los Asesinos usaban como una base para sus armas y armaduras. No era tan efectivo como la sangre, pero mucho más maleable. Sansker hizo el ritual con ellos, sintiendo el aire mucho más ligero y libre de ese aroma a podrido del miasma.
Luego del ritual siguieron su camino, buscando a los otros grupos de Oni. Los encontraron merodeando por la zona, pero no eran tan grandes como el primero. Aún así era extraño. Sansker pensaba que los Oni se movían como si fueran una unidad de aprovisionamiento o patrulla. De hecho, los habían localizado exclusivamente en la periferia de la Era de Gracia, moviéndose hacia el centro, donde se extendían las otras Eras y secciones del Otro Mundo. Ni Ibuki ni Hatsuho parecieron notarlo, pero Sansker se guardó esa impresión.
La misión les tomo casi todo el día, y fueron varias horas hasta que regresaron a Utakata
—Bienvenidos—dijo Ōka quien estaba en la recepción cuando atravesaron la entrada—escuche que habían salido en una misión.
— ¡Ōka! Ya volviste—Hatsuho se adelantó y corrió a saludar a su compañera.
—Así es ¿Cómo han estado las cosas por aquí?—preguntó Ōka.
—Bastante bien gracias a nuestra nueva adición—dijo Ibuki dándole una palmadita en el hombro a Sansker— ¿No es verdad Hatsuho?
— ¿Eh? Bueno… puntualidad aparte no lo hace demasiado mal—admitió la joven mirando a un costado—contar con alguien más hace las misiones más fáciles.
—Ya veo, así que no tenía ninguna razón para preocuparme—dijo Ōka sonriendo ante la respuesta, ella se volvió hacia Sansker—lo siento, sé que debe haber sido difícil lidiar con estos dos…
—No me juntes con ella…—murmuro Ibuki.
—No se puede derrotar a los Oni en solitario. Es importante tener fe en tus aliados—siguió Ōka sin prestarle atención—Estos dos son algo complicados, pero sé que te trataran bien.
—Quédate conmigo compañero, sé lo que hago—dijo Ibuki asintiendo.
—Así que tendré que cuidarlo un poco más… bueno, si no queda más remedio—dijo Hatsuho con un suspiro.
—Sansker ¿podrías acompañarme?—preguntó Ōka—Ibuki, su pudieras ocuparte de entregar el reporte…
—Desde luego, déjamelo a mi—dijo Ibuki moviéndose rápidamente hacia la recepción. Hatsuho lo siguió murmurando algo de mantenerlo fuera de problemas y se despidió de ellos.
Sansker los miro marcharse y no pudo evitar soltar una media sonrisa cuando vio que Yamato estaba esperando junto a Yu para escuchar el reporte de un, de repente, muy serio Ibuki. Ōka le hizo un gesto para que lo siguiera y los dos comenzaron a caminar para alejarse de allí. Debido a la hora todavía había Asesinos y exploradores moviéndose por el cuartel, y la aldea seguía mostrando signos de su actividad usual.
—Ya has tenido algún tiempo para observarla—dijo Ōka de pronto cuando llegaron a las escaleras. Ella se detuvo y miro hacia Ukataka, bañada por la luz del sol—Así que dime, y se sinceró, ¿Qué piensas de nuestra aldea ahora?
— ¿Ukataka?—preguntó Sansker tomado por sorpresa—No sé a qué te refieres. Me sigue pareciendo un lugar tranquilo…
—Y no deja de serlo, pero no es eso a lo que me refiero—dijo Ōka quien siguió bajando las escaleras. Al llegar al fondo unos niños pasaron corriendo y Ōka los saludo con la mano. Los niños le respondieron y siguieron su camino entre risas—tengo una hermana menor que vive aquí ¿sabías? Ella lo es todo para mí. Solo pensar que puedo ayudarla a estar a salvo es suficiente para que quiera asegurarme que la paz de este lugar nunca se vea comprometida.
Sansker se limitó a asentir. Era una emoción que podía comprender, pero no entendía a donde quería ir Ōka con todo eso.
—Lo que quiero saber es si esta aldea es un hogar para ti también—dijo ella finalmente, mirando hacia adelante—no hablas mucho de tu pasado, pero me dijiste que eras del Oeste. Por lo que oí esa zona fue el Infierno en la tierra. Pero… según nuestras leyendas el fundador de nuestra orden, el Gran Unificador, vino del Oeste también…
— ¿El Gran Unificador?—preguntó Sansker para cambiar de tema.
—Sí, el primer Demonio que mataba Demonios. La gente le temía por su poder así que se volvió solitario, pero eventualmente fundo nuestra organización—dijo Ōka—encontró su lugar.
—Suena interesante—murmuro Sansker, aunque sabía que Ōka esperaba una respuesta y que no lo dejaría marcharse hasta que se la diera. Cerro los ojos un momento, reflexionando—Ukataka es un lugar agradable… tiene agua limpia y tierras fértiles… cualquiera estaría contento de vivir aquí. Pero… no lo sé.
—Entiendo. No quiero presionarte, solo me aseguro de que estés bien—Ōka suspiró—las cosas se han movido mucho últimamente. Estamos siempre escasos de personal y las misiones no paran de llegar. Mi deseo es proteger a mi hermana, mantener la paz de la aldea. Estoy segura de que podrás encontrar algo que tú también desees proteger.
—Incluso si no lo hago, no te preocupes, seguiré cumpliendo mi deber con la aldea—dijo Sansker simplemente, mirando hacia el horizonte donde el cielo se estaba poniendo de un tono naranja—yo no tenía nada cuando llegue a Midland. Los Asesinos me salvaron, si no es por otro motivo, pienso pagar esa deuda.
Ōka no respondió, pero claramente no estaba satisfecha con esa respuesta. Sansker tampoco lo estaba, pero era lo mejor que podía hacer por ahora. Se despidieron y Sansker paso hacia la cocina, aunque no tenía demasiada hambre, eso le daría un tiempo para pensar.
Estaba comenzando a atardecer cuando regreso a la cabaña. Las palabras de Ōka aún le resonaban en la cabeza. Sansker suspiro y estiro la mano para abrir la puerta cuando escucho una risa alegre que venía detrás de la cabaña, seguido por el sonido típico de un Tenko. Frunció el ceño, hasta donde sabía los niños no solían jugar por allí. La aldea estaba llena de Tenkos que campaban a sus anchas pero los pequeños zorros solían dejarlo en paz. Sansker bajo la mano y le dio la vuelta a la cabaña.
Allí vio a la responsable de esa risa cristalina. Una joven con el cabello gris estaba de rodillas en el suelo, jugueteando con un alegre Tenko de pelaje blanco. La joven intentaba atraparlo y el animalito se escabullía con facilidad fuera de su alcance. Ambos parecían completamente absortos pero el Tenko lo escucho porque giro la cabeza y lanzo un chillido agudo, corriendo hacia él. Sansker se sorprendió cuando el zorro de dos colas comenzó a frotarse contra su pierna.
— ¡Kyu, kyu!—el Tenko lo miro y volvió a frotarse contra él, mostrando una marca azul en forma de flecha que tenía en su cabeza. Fue entonces que lo reconoció, era el mismo que se había encontrado en su camino a Ukataka.
—Parece que le gustas—dijo la chica con voz alegre, poniéndose de pie.
Era una joven de piel pálida, con el cabello gris plateado. Sus ojos eran rojos y brillantes, iluminando su rostro. Vestía unas prendas bastante elaboradas y de apariencia costosa, un kimono blanco con adornos dorados, y una falta naranja con patrones florares bordados en blanco. En su pecho la joven tenía un amuleto dorado que colgaba de una cuerda blanca, donde se veía la máscara de cuatro ojos de los Asesinos. Por último, su cabello estaba recogido con dos colas cubiertas de flores y una pequeña corona dorada. Su expresión era alegre y relajada, con un extraño aire de elegancia que Sansker no había visto a poseer a nadie en la aldea.
—Eh… en realidad…—él intento explicar, pero el Tenko salto de pronto contra su pecho obligándole a sujetarlo— ¡Oye! Ten cuidado…
—Creo que te ha tomado cariño—dijo la joven riéndose suavemente cuando el animalito comenzó a lamerle la cara y frotarse contra su cuello. Ella se acercó y le rasco la cabeza—los Tenko son animales muy inteligentes, estoy casi segura de que pueden entendernos cuando hablamos. Ganarse la confianza de uno es una señal de que se tiene un corazón puro.
— ¿De verdad?—Sansker frunció el ceño y miro al zorro de dos colas. El animalito volvió a ladrar alegremente y se froto contra su cuello, haciéndole cosquillas.
—Eso es lo que dice la tradición—dijo la joven—por cierto, creo que no nos conocemos ¿eres nuevo en Ukataka?
—Sí, llegue hace poco—dijo él acunando al Tenko, resignado a ser su soporte hasta que el animal se hartara—mi nombre es Sansker.
—Ah, tú eres el nuevo Asesino de la Montaña Sagrada—dijo ella asintiendo—escuche que teníamos un nuevo recluta. Yo también trabajo para el cuartel, pero… esto… digamos que mi función es diferente a la de los Asesinos…
La joven miro algo por detrás de él y se interrumpió. Dando un paso atrás, ella se pegó a la pared, escondiéndose, o al menos intentándolo. Sansker arqueo una ceja y se dio la vuelta, intentando averiguar qué era lo que la había alarmado. Por el camino venían dos Asesinos vestidos con armaduras rojas y doradas, parecidas a las de un samurai, el 'uniforme' de la tropa en Ukataka por lo que podía discernir. Los dos eran hombres de aspecto veterano si bien jóvenes y portaban katakas como su arma principal.
—Oye tú, el del Tenko—dijo uno de los Asesinos de armadura cuando pasaron por la cabaña—estamos buscando a la Doncella Kikka ¿no la has visto?
—De hecho…—por el rabillo del ojo vio a la joven haciéndole un gesto de que guardara silencio con ojos suplicantes. Sansker reprimió el impulso de poner los ojos en blanco—… soy nuevo en la aldea, me temo que no sabría reconocerla incluso si la hubiera visto.
— ¿Un recluta? Deberías informarte mejor—dijo el Asesino sacudiendo la cabeza—la Doncella Kikka es importante, si la vez repórtalo de inmediato ¿entendido?
—Sí señor—replicó Sansker. Los dos guerreros continuaron su camino y él pudo volver su atención hacia la joven—presumo entonces que te llamas Kikka ¿no?
—Haha… sí, un placer conocerte… y gracias—dijo ella con una sonrisa nerviosa—no me he escapado ni nada, es solo que se supone que tengo que ir escoltada. Les dije que estaría bien sola pero no me escuchan.
—Es su trabajo como guardias—dijo Sansker encogiéndose de hombros. Miro la puerta trasera de la cabaña—si quieres puedo invitarte a pasar. Estoy seguro de que volverán…
—Eres muy amable—dijo Kikka asintiendo—aceptare tu invitación entonces.
Sansker abrió la puerta y el Tenko salto de sus brazos para correr adentro. Ni siquiera se molestó en intentar detenerlo. La cabaña seguía igual que cuando Ōka se la mostrara, solo que ahora su bolsa estaba al pie de la cama. Sansker dejo su equipo a un costado y tomo asiento en uno de los cojines junto al agujero de fuego. Kikka se sentó en otro cojín, poniéndose de rodillas y descansando su peso en los tobillos. El Tenko salto para ponerse en el regazo de ella, buscando que lo acariciaran otra vez.
—Lo siento, no estoy acostumbrado a tener visitas… me temo que solo tengo agua—dijo Sansker que se sentó cruzando las piernas.
—Estoy bien gracias… pero ¿has estado viviendo aquí?—preguntó Kikka mirando a su alrededor acariciando al Tenko distraídamente—este lugar parece demasiado limpio. Es tu hogar ¿no? Deberías ponerle un toque personal. Hacerla más acogedora.
—… No lo había pensado—respondió Sansker honestamente.
—Nuestros alrededores reflejan como nos sentimos—dijo Kikka—es bueno poner un toque personal en tu hogar. Ayuda a sentirte seguro. Lo que veo aquí es orden, limpieza, distancia… como si no quisieras ser parte de este lugar, pero tampoco perjudicarlo. Una estadía pasajera que no deje huellas ¿es eso lo que de verdad deseas?
Kikka hablo de manera directa, pero su tono reflejaba interés. Sus ojos rojos le sostuvieron la mirada con facilidad. Sansker tuvo que admitir que ella tenía razón. No consideraba esa cabaña su hogar, ni Ukataka tampoco. Se había limitado a actuar y reaccionar, intentando no involucrarse con nadie. Y ahora que lo pensaba, no sabía si de verdad era lo que quería.
—No lo sé… es más fácil quizás… solo existir—dijo Sansker apartando la mirada.
—Pero la gente no puede hacer eso—insistió Kikka—los humanos debemos seguir adelante. Es lo que nos diferencia de los Oni. Ellos solo existen para destruir y atiborrarse de almas. Nosotros vivimos, crecemos y creamos. No es posible estar solo, siempre formamos conexiones.
—En mi caso eso es complicado—Sansker soltó una risa amarga—perdí todas esas… conexiones hace años. Ya no tengo a nadie.
Eso era. Estaba solo. En este mundo de Asesinos, Oni y guerra Sansker no tenía a nadie. Sus amigos y familia habían muerto en el Despertar. Su propia nación seguro que había sido consumida. Todo lo que conocía y quería ya no existía. Midland era como un sueño del que no podía despertarse. Sansker apretó las manos al darse cuenta de ello. Ōka tenía su mundo, su familia, pero eso no podía ser suyo. Era imposible
—Lo siento, eso debe ser terrible—dijo Kikka estirando la mano para sujetar la de él. Sus dedos apretaron el guante de cuero que usaba. Como si tuviera una idea la joven tomo al Tenko con la otra mano y la empujo para que fuera hacia él—esta pequeña también está sola. Pertenecía a una aldea que fue destruida. Perdió a su familia y amigos. Sé que estoy imponiéndome un poco, pero quería pedirte un favor ¿podrías cuidar de ella? Si lo haces sé que ella también te cuidara a ti, y ya no estarás solo.
— ¡Kyu, Kyu!—la Tenko pareció contenta con la idea porque salto hacia Sansker y comenzó a lamerle el rostro, frotándose contra él.
—Pero yo… ¡hey!—Sansker intento controlarla pero el animalito era escurridizo y se escabullo entre sus manos, poniéndose sobre su cabeza y sentándose como si fuera la dueña del lugar—serás… está bien, pero no te acostumbres a estar allí ¿de acuerdo?
— ¿No es adorable?—preguntó Kikka acariciándole la cabeza al Tenko.
—Claro, no es tu cuello el que tiene que sostenerla…—masculló Sansker mirando hacia arriba, pero la Tenko se rehusó a darse por aludida—supongo que puedo cuidarla… un tiempo al menos.
—Está decidido entonces—dijo Kikka dando unas palmadas y riendo suavemente. De alguna forma eso hizo que él se sintiera algo mejor con la idea. La joven se puso de pie, limpiando sus ropas con las manos—te agradezco tu ayuda y hospitalidad, pero tengo que irme. Prometo que volveré a visitarte y creo que tengo una idea para que comiences a hacer de este un hogar acogedor.
— ¿A qué te refieres?—preguntó Sansker.
—No puedo decir, es una sorpresa—Kikka acaricio a la Tenko y le sonrió—cuídense mucho los dos. Nos veremos.
La joven salió por la puerta trasera con rapidez, y Sansker la vio alejarse por la ventana.
—Vaya…—dijo, luego frunció el ceño y levanto las manos para sujetar a la pequeña zorra que tenía en su cabeza—creo que vamos a estar juntos un tiempo ¿eh? ¿No podrías decirme por casualidad que es lo que se supone que comen ustedes?
La Tenko ladeo la cabeza y respondió con su típico, Kyu-Kyu, pero no dijo nada más. Sansker suspiro y la soltó ¿Cómo se había dejado convencer de tener una mascota? Se fue hasta la cama y se sentó, frotándose los ojos. La Tenko lo siguió y se le quedo mirando con esa expresión que le había dado la primera vez que se vieran en el bosque. Sansker le devolvió la mirada.
—Sí, ya sé… vamos, supongo que esta vez tendremos que buscar algo de comer—dijo Sansker poniéndose de pie y saliendo de la cabaña con el animalito detrás.
Al día siguiente Sansker despertó con el sol, pero de una manera más tranquila. La Tenko dormitaba tranquilamente en uno de los cojines junto al fuego y no parecía tener ganas de madrugar. Sansker suspiro y se alisto en silencio, dejando la ventana abierta al salir, en caso de que su nueva inquilina quisiera salir. No quería pensar en que más tendría que hacer ahora que se estaba haciendo cargo de una Tenko. Quizás Yu u Ōka supieran algo de cómo cuidarlos. Mientras caminaba hacia la cocina para buscar el desayuno se topó con Hatsuho y Yamato. La joven Asesina estaba de espaldas a él así que no lo vio venir, pero igual su atención estaba completamente enfocada en el jefe de la aldea.
—Yamato, tienes que dejarme luchar contra un Oni gigante—decía Hatsuho con vehemencia, casi como si lo estuviera suplicando— ¡Estoy segura de que puedo hacerlo!
—No, aún no estas lista—respondió el jefe sacudiendo la cabeza—es demasiado pronto para ti.
—Eso no es cierto ¡Soy tan buena como cualquiera de los demás!
—Entonces tendrás que probarlo en el campo de batalla—dijo Yamato cruzando los brazos.
Sansker no pudo ver la expresión de la joven Asesina pero la respuesta claramente la hizo enojar. No obstante, en lugar de estallar ella se limitó a apartar la mirada.
—… Como quieras, olvídalo—Hatsuho bajo el tono y se alejó a paso rápido.
Yamato la siguió con la mirada antes de volverse hacia él. Su expresión seria se transformó en una sonrisa cansina.
—Buenos días Sansker…—dijo dando un suspiro—como puedes ver, ella es bastante conflictiva.
—Eso parece… —asintió él—pero ¿por qué la negativa, capitán? Hatsuho tiene más tiempo aquí que yo. Y yo ya he luchado con Oni gigantes.
—No es tan sencillo. Sobrevivir a un encuentro y vencer a un Oni gigante son dos cosas diferentes—dijo Yamato con calma—esos seres son demasiado poderosos y serían mucho para ustedes en este momento. Necesito que se hagan más fuertes. Es la única manera en que pueden seguir adelante.
Con eso Yamato dio media vuelta y se dirigió al cuartel. Sansker se quedó pensando un momento. Hatsuho siempre hablaba de como ella tenía que cuidarlo a él y a los otros, además de tomar la delantera en las misiones o incluso competir por ver quien mataba más Oni. Podía entender que ella se sintiera presionada a demostrar que era la mejor por su edad, pero luchar contra Oni gigantes era demasiado. Por alguna razón recordó las palabras de Kikka. "Mantener la distancia y no pertenecer…" pensó Sansker soltando un suspiro, fue hasta la cocina para buscar algo de comer que pudiera llevarse a cuestas fácilmente, y salió detrás de Hatsuho.
La aldea estaba despertando, pero aún no había demasiadas personas caminando por allí. Sansker busco a Hatsuho en el distrito principal, pero no la vio por ningún lado. Supuso que quizás hubiera bajado hacia las casas junto a los cultivos, pero al dirigirse hacia allá, noto algo que no había notado antes. Junto a la forja de Tatara estaba una fuente de agua cristalina que descendía del gran árbol al centro de la aldea, pero junto a esta fuente había un arco de madera tapado por la maleza y un camino cubierto de hierbas. Sansker se acercó, sorprendido, debía haber pasado junto a esa entrada varias veces, pero nunca había visto a nadie cruzar por allí o siquiera mencionar ese camino. Siguiendo un impulso decidió ver hasta donde llevaba.
El camino conducía por una pequeña elevación entre las raíces del árbol y terminaba justo en el tronco. Allí, junto a la base, había un pequeño altar de madera, colocado en una plataforma. Se parecía mucho a que cuidaba Shikimi pero este era más pequeño y la madera se veía vieja y gastada. Hatsuho estaba allí, con la mirada perdida moviendo las manos detrás de su espalda. Se dio la vuelta al escuchar sus pasos y su expresión se volvió molesta.
—Ah, eres tú…—dijo Hatsuho— ¿Qué es lo que quieres?
—Solo hablar—dijo Sansker levantando las manos y mostrándole el paquete que tenía—es temprano así que supuse que no habrías desayunado ¿te molesta si compartimos?
—Mira no…—antes de que pudiera terminar el estómago de Hatsuho rugió de manera fuerte haciendo que se sonrojara—bueno, como una buena mentora no puedo solo ignorar el esfuerzo de un alumno tan atento ¿verdad? Así que aceptare tu generosa oferta.
—… Oh, me alegro—dijo Sansker luchando por no sonar sarcástico. Tomo asiento en una de las raíces del árbol y abrió el paquete. En su interior tenía esas extrañas bolas de arroz que hacían en Midland. Tomo una y Hatsuho acepto otra, sentándose junto a él con el ceño fruncido—y… ¿paso algo con el capitán? Me pareció verlos discutir ahora más temprano.
— ¿Nos oíste? No es nada—dijo Hatsuho. Le dio un mordisco a su bola de arroz y eso pareció alegrarla un poco—es solo que Yamato me dijo que tenía que trabajar contigo. Dijo "Dos mitades hacen un entero". Es algo brusco para decir esas cosas.
La joven devoro lo que quedaba de su bola de arroz y tomo otra mientras Sansker masticaba la suya más despacio.
—No me parece tan mal. Supongo que se refería al trabajo en equipo ¿no?
—Oye, también se estaba burlando de ti—replicó Hatsuho señalándolo— ¡Tienes derecho a enojarte tú también!
—De acuerdo, cuando lo vea se lo diré—dijo Sansker en tono conciliador, no pensaba hacerlo. Solo Hatsuho se atrevía a hablarle al capitán de esa manera y Sansker sospechaba que solo lo aceptaría de ella. No pensaba tentar su suerte—pero ¿qué planeas hacer al respecto?
—Eso es fácil—dijo Hatsuho, termino su segunda bola de arroz y se puso de pie, apretando los puños— ¡Me volveré mucho más fuerte y probare que se equivoca!
—Entonces tendríamos que… "probarlo en el campo de batalla"—dijo Sansker imitando a Yamato, aunque su voz no era tan grave como la del jefe—Si no recuerdo mal.
—No es una mala idea…—dijo Hatsuho pensando un momento—de hecho, creo que tengo la solución. Escuche de un reporte de los exploradores que podría servirnos para ir de misión. Sería perfecto para entrenar también ¡Tienes que venir conmigo!
—Eh… claro, supongo que puedo—dijo Sansker no muy convencido. Pero Hatsuho pareció tomarlo bien porque sonrió abiertamente.
— ¡Muy bien! Iré a preparar las provisiones, ven a buscarme a la recepción apenas estés listo—dijo ella con emoción—ya verá ¡Esto le mostrara a Yamato que no tiene que subestimarnos!
La joven Asesina abandono el lugar a paso decidido dejándolo solo. Sansker termino de comer, mientras pensaba si aquello había sido una buena idea o no. Por un lado, deseaba romper esa idea que Kikka le metiera en la cabeza, pero por el otro Hatsuho parecía decidida a buscar problemas. Supuso que sería mejor que no fuera sola si ese era el caso. Quizás no fuera mucho, pero podría darle una mano con esa misión. Sansker miro el pequeño altar antes de irse. Aquel era un lugar tranquilo y apartado, debería a visitarlo luego.
Se puso de pie y fue a terminar su rutina diaria. La única variación fue que le busco algo de comida y agua a la Tenko a su cuidado, que se lo agradeció saltándole encima y lamiéndole el rostro por un buen rato. Sansker se limpió la baba y camino hacia el cuartel. Al llegar a la entrada encima de las escaleras alguien más salió, por lo que tuvo que detenerse para no derribar a la persona.
—Oh, hola—dijo el desconocido. Era un hombre joven y bajo, con el pelo castaño oscuro, cubierto por una gorra azul, y los ojos de un marrón claro. Vestía una ropa blanca y azul, con el símbolo del Ojo de la Verdad grabado en una pequeña capa que le cubría solo los hombros. Tenía un único guante blanco en la mano izquierda y usaba anteojos, que se ajustó con la mano para poder mirarlo mejor—Oh… tú debes ser el recluta del que tanto he oído hablar. No he tenido ocasión de introducirme. Yo soy Shusui, un investigador para los Asesinos y el… oficial de inteligencia, a falta de un título mejor.
—Encantado, mi nombre es Sansker—dijo él, por alguna razón no le gusto la mirada de Shusui. Aunque el joven sonreía educadamente, esa sonrisa no le llegaba a los ojos—no sabía que había alguien encargado de inteligencia en Ukataka.
—Es un rol que me sienta bien, pero me temo que no tan popular como el de Asesino—dijo Shusui con calma. Sus ojos se posaron en la espada de Sansker— ¿Acaso es una misión lo que te trae al cuartel?
—Sí… no llegue hace mucho pero siempre hay trabajo que hacer—dijo Sansker, sonando algo más brusco de lo que pretendía.
—Un síntoma de los tiempos que corren. Si ese es el caso, presumo que saldrás con Hatsuho, ha estado muy emocionada sobre un reporte o algo así—dijo Shusui asintiendo más para si mismo que para él—que el número de avistamientos de Oni se incremente en tiempos recientes es preocupante. Me alegra que haya tantos Asesinos dispuestos a ocuparse de ellos.
—Las cosas se calmarán eventualmente ¿no es así como suele suceder?
—Oh sí, eso es lo normal—dijo Shusui comenzando a caminar—pero ¿será eso lo que ocurra siempre? No es necesario responder, solo algo que considerar.
El investigador se alejó tranquilamente y Sansker lo siguió con la mirada. Ya sabía que era lo que no le gustaba de ese tipo. Sus ojos. Esos dos orbes marrones fríos y distantes. Era la misma mirada que él tenía cuando había llegado a Midland por primera vez. La mirada de alguien que lo no tiene nada que perder. Sansker había conocido a varias personas fuertes y peligrosas desde que llegara a Midland, pero tuvo la impresión de que Shusui podía ser más peligroso que ninguno de ellos. Termino de entrar en el cuartel para buscar a Hatsuho, por alguna razón deseaba salir de Ukataka aunque solo fuera un tempo. Y el hecho de que prefiriera la compañía de Oni a la del tal Shusui, solo servía para confirmar que había algo que no encajaba con esa persona
