VI – Emboscada

El plan de Yamato estaba funcionando, pero luego de 4 días, aún no encontraban rastro del Oni misterioso. Ōka y Sansker habían estado progresando con la misión de señuelo tal y como el capitán lo indicara, dejando que Ōka se aventurara lejos con su unidad y emboscando a los Oni que invariablemente atacaban. Empezando en la Era del Honor y moviéndose sobre territorio conocido los Asesinos sorprendieron a varios grupos de Oni y Oni gigantes, limpiando efectivamente la zona alrededor de la aldea.

Sansker estaba cansado, pero al ver a Ōka hacer un esfuerzo a un mayor no se sintió con la confianza de decir nada. El plan implicaba dos o tres cacerías por día, así que desde que amanecía hasta ponerse el sol se la pasaba en alerta o luchando. Sus compañeros podían rotarse, igual que la unidad de Ōka, y hoy había elegido a Ibuki y Fugaku. O mejor dicho solo a Ibuki. Fugaku prácticamente había asumido el rol de participar en cada cacería durante esta operación.

El Asesino de los guanteletes parecía ansioso. Dando vueltas por la atalaya como un perro grande encerrado en una jaula muy pequeña. John intento convencerlo para que descansará luego del segundo día, pero Fuaku se limitó a gruñir y no respondió, así que en virtud de la paz termino por aceptarlo.

— ¿Qué diablos están haciendo?—mascullo Fugaku, sin perder de vista el horizonte—Estamos perdiendo el tiempo.

—No podemos hacer nada hasta que Ōka envíe la señal—dijo Ibuki encogiéndose de hombros— ¿Quieres tranquilizarte? Podríamos usar la oportunidad para hacer algo más agradable.

—Bah, agradable es estar allí aniquilando Oni con los puños—replicó Fugaku poniendo sus manos en la baranda de la torre—Es la espera la que no soporto.

—Ōka no ha fallado hasta ahora—dijo Sansker—Ya llevamos varios Oni gigantes con esta táctica.

—Ninguno de ellos tenía alas, así que no me interesan—replicó Fugaku.

Sansker se preguntó a que se refería, pero antes de poder decir nada noto lo que estaba esperando. Una columna de humo gris se alzaba en la lejanía, marcando un punto en el Otro Mundo. Hizo una mueca y tomo su espada. Fugaku e Ibuki ya estaban listos sin necesidad de decirles nada y los tres saltaron por el borde de la torre, aterrizando con fuerza en el suelo y corriendo hacia la dirección del humo.

Desde que empezaran esta misión de señuelo Fugaku prácticamente deseaba participar en cada salida. No era la primera vez que mostraba su deseo de encontrar un Oni alado, pero nunca explicaba más allá de eso. Sansker deseaba preguntar, aunque sospechaba que Fugaku no le gustaría hablar del tema por la manera en que los demás solían dejar pasar el comentario.

John se llevó una mano al pecho, para sentir la presencia de sus Mitama. Ahora tenía 4, encontrando el espíritu de Ishikawa Goemon en una de esas emboscadas. El guerrero era un hombre grande con el cabello y la barba de color rojo, vistiendo un hakama morado, y ahora caminaba junto a los otros. De alguna forma encontrar estas Mitama se estaba volviendo normal para él.

No tardaron en alcanzar a Ōka y su grupo en la Era del Honor. Los Asesinos habían sido emboscados por un Mifuchi y varios Oni más pequeños. El grupo de señuelo fue atacado cerca del borde de un gran mar donde podían verse los restos de una gran batalla naval al pie de un barranco, reduciendo el área que tenían para luchar. Y entre las rocas y restos de navíos en la orilla estaban varios Rocosos, unos Oni de tamaño mediano con aspecto de tortuga, pero con picos que emergían de su espalda que atacaban encerrándose en sus conchas y girando a toda velocidad. Para colmo esos mismos caparazones que les daban su nombre eran duros como la piedra, dejando solo su parte inferior vulnerable.

Fugaku ignoro a los Rocosos y corrió hacia la araña gigante sin miedo. Sansker se quedó atrás para eliminar los Oni inferiores primero. Los otros Asesinos rápidamente formaron junto a ellos y sus espadas dieron fin a los Rocosos, dejando solo el Mifuchi al que pudieron cortar las salidas y aislar contra el agua, dejando la oportunidad perfecta para que Fugaku lo aplastara contra el suelo usando un único golpe que levanto una columna de agua por encima de todos. Luego de asegurarse que nadie estuviera herido purificaron los cadáveres y regresaron a la aldea. El día apenas empezaba para ellos y una presa tan temprano parecía prometedor. Así que el ánimo estaba en alto.

Sansker frunció el ceño mientras se alejaban. Aquella había sido una emboscada astuta. En un espacio reducido, hecha por Oni que precisamente se beneficiaban de la falta de maniobrabilidad. Si no hubiera sido por el apoyo extra dudaba que la unidad de Ōka hubiera salido indemne de semejante pelea. John sacudió la cabeza y siguió a los demás. No era demasiado preocupante y tenían más Oni que cazar.


No les tomo demasiado tiempo regresar. Ōka partió para buscar al siguiente grupo y Sansker se ocupó de darle el reporte a Yu. La joven lo escuchó atentamente y tomo nota, guardando su reporte con los demás.

—De acuerdo, eso sería todo—dijo Yu sonriéndole—papá… digo, el jefe Yamato dijo que tenían unas dos horas antes de que la unidad de señuelo partiera nuevamente. Deberían aprovecharlo para descansar.

—No es mala idea—admitió Sansker.

—Sin duda ¿y a quien llevaras en la próxima salida?

—Estaba pensando en llevar a Hatsuho y… supongo que Fugaku se ofrecerá de nuevo.

—Bueno, tiene sentido—dijo Yu, su expresión se volvió un poco triste—hace poco fue el tercer aniversario desde que Fugaku llego a la aldea.

— ¿Eso que tiene de malo?

La mayoría de los Asesinos en Ukataka eran nativos de la aldea. Y los pocos que venían de fuera, con excepción del él mismo, habían vivido allí por años.

—Oh no, no es eso…—dijo Yu agitando una mano frente a su rostro—pensé que lo sabías. Fugaku no es de esta aldea.

—Ya veo…—dijo él sin entender a que se refería. Pero Yu parecía considerar que eso era suficiente.

—Sí, es algo bastante triste. Suele ponerse algo ansioso en estas épocas—Yu suspiró—siempre se pone a buscar a ese Oni con alas del que tanto habla. Quisiera ayudarlo, pero nadie ha visto a la criatura que describe.

—Los Oni voladores no son tan raros.

—Este sí. No conozco bien los detalles, si quieres saber más tendrías que preguntarle a él—dijo Yu. Intento recuperar su ánimo y sonreírle otra vez—Si eso es todo te deseo buena suerte, Sansker. Nos veremos cuando regreses de tu próxima misión.

—Claro, gracias Yu—respondió él asintiendo.

Sansker se preguntó cuál sería la historia allí. Fugaku siempre parecía dispuesto a luchar, pero aquello era distinto, o eso parecía. No era solo una demostración de fuerza o un deseo de lucha. Realmente parecía desesperado por encontrar a ese Oni misterioso. John decidió buscar a Yamato. No pensaba que fuera bueno preguntarle a Fugaku directamente Encontró al jefe patrullando el cuartel, hablando con algunos de los exploradores. Yamato se dio la vuelta en cuanto se acercó.

— ¿Necesitas algo Sansker?—preguntó el jefe cruzándose de brazos.

—Eso creo…—dijo él—me preguntaba por el Oni alado que Fugaku está buscando. Últimamente parece que se hubiera vuelto mucho más urgente.

—Ah, eso es lo que te intriga—Yamato asintió—No es una historia complicada, aunque si es trágica. Fugaku no nació en Ukataka. Originalmente él venía de Houzuki, una pequeña villa que estaba al este, en las líneas fronterizas. Fue atacada y destruida por los Oni. Fugaku fue el único sobreviviente. No me cabe duda de que ese Oni con alas que busca tiene algo que ver.

—No debe ser fácil estar en esa circunstancia—dijo Sansker. Su puño se cerró con fuerza, recordando el Perla y la tripulación. Sabía muy bien lo que era ser el único que sobrevivía. La culpa y el remordimiento que te podía consumir si no tenías cuidado.

—Todos tenemos nuestro propio pasado—dijo Yamato simplemente—Tú también tienes una historia y tu propia carga. El reto es que debemos aceptarlo y sobreponernos a nuestros propios demonios.

— ¿Cómo?

—En este mundo hay dos tipos de situaciones: las que puedes cambiar y las que no. Necesitas ser fuerte para lidiar con las primeras, y sabio para reconocer las segundas—dijo Yamato. Cerro su único ojo y sonrió—Es solo que en ocasiones necesitamos un poco de ayuda.

Sansker frunció el ceño ¿Acaso Yamato estaba hablando de Fugaku o de él mismo?

—Oh, pero creo que estoy hablando de más—dijo Yamato—por favor, mantén esto entre nosotros.

El jefe le dio una palmadita en el hombro y lo dejo junto a la entrada.


Después de hablar con Yamato Sansker dejo el centro de mando y, con algo de tiempo libre, pensó en ir a visitar al espíritu del árbol. No había podido chequear luego de darle Haku aquel día y deseaba ver si el árbol cumplió su palabra de recompensarlo. Aunque sospechaba que el espíritu sobrevaloraba su poder. El santuario estaba igual que siempre, pero John se sorprendió al notar un pequeño retoño creciendo detrás de la caseta. La planta era apenas del tamaño de una hortaliza, aunque tenía unas hojas de un verde tierno y reciente.

—Parece que te está yendo bien, espíritu.

Oh, eres tú, humano. Tienes razón, gracias a tu generosidad mi poder a comenzado a restaurarse. Te aseguro que tus buenas acciones han garantizado la salvación de tu alma inmortal.

—Que alivio…—replicó él sin mucha convicción. Aunque ¿era idea suya o la caseta de ofrendas se veía más limpia?

¿Hay algo que desees o vienes a realizar otra ofrenda?

—Solo pasaba para ver la inversión. Dijiste que me recompensarías por ayudarte—dijo Sansker cruzándose de brazos.

Por supuesto, una deidad nunca miente. Observa tu merecida recompensa.

Sansker arqueo una ceja cuando una luz brillante cubrió el templo y el ofertorio se abrió revelando una pequeña fruta. Estiro la mano y la tomo, examinándola de cerca. Era de un color rojo con ciertos tonos amarillos y le recordaba a un melocotón, pero con una superficie completamente esférica y lisa.

— ¿Una fruta? Puedo comprar esto por mucho menos en la aldea—dijo John entrecerrando los ojos.

— ¡Es una fruta de un árbol divino! No encontraras eso un simple huerto. Ahora tienes una comida digna de un dios, y por solo un puñado de Haku. Si deseas más, tendrás que hacer otra ofrenda, por supuesto.

—Por supuesto…—repitió Sansker dando un suspiro. Se guardo la fruta y tomo un puñado de Haku de su bolsillo. Quizás aquello valiera la pena, al menos sacaría un bocadillo. Coloco el Haku en el ofertorio y de nuevo la caseta brillo con energía espiritual.

Ah… mucho mejor… ahora dormiré. Gracias por tu generosidad… zzz.

John no estaba convencido, pero se encogió en hombros y se marchó. Al llegar a la pequeña fuente, junto a la entrada del camino, saco la fruta otra vez. No le veía nada de particular, pero al menos parecía madura y con una cascara delgada. Se sentó en el borde de la fuente, jugueteando con su recompensa.

—Bueno, solo hay una forma de saber si vale la pena…—dijo dando un suspiro y mordió la fruta.

La carne era suave y jugosa. Al principio no noto ningún sabor, pero al masticar por segunda vez le llego como un martillazo en los dientes. Sansker abrió los ojos y apenas resistió el instinto de escupir al sentir el sabor más amargo y potente que hubiera conocido llenar su boca. De alguna forma pudo tragar, pero la sensación permaneció, como si tuviera un calcetín entre los dientes.

Desesperado se dio la vuelta y metió las manos en la fuente, sin importarle que se mojaran sus guantes y abrigo. Comenzó a beber a grandes tragos, enjuagándose para remover cualquier rastro del sabor, escupiendo a un costado y tomando una gran bocanada de aire.

—Por amor de… ese maldito árbol… —dijo tosiendo al sentir algo en el fondo de su garganta. Miro el resto de la fruta y la arrojo a un lado—pero qué asco…

—Hola Sansker, es un placer volverte a ver—dijo una voz a sus espaldas.

John giro la cabeza y se encontró con Kikka. La joven estaba acompañada por dos Asesinos con la armadura roja que se mantenían dos pasos detrás de ella a cada lado, mirándolo con cara de pocos amigos. John se dio cuenta de la pinta que tenía, pero se encogió de hombros, poniéndose de pie y escupiendo el ultimo retazo de pulpa de su boca.

—Hola de nuevo Kikka ¿Cómo has estado? —dijo secándose la boca.

— ¡Oye! ¡¿Cómo te atreves a hablarle a la Señorita Kikka de esa forma tan familiar?!—exclamo uno de los guardias dando un paso al frente—Muestra más respeto.

—Está bien, no hay problema—dijo Kikka rápidamente poniéndole una mano en el brazo al Asesino—No me ha ofendido.

—Pero, Señorita Kikka, no podemos permitir que sea tan informal—dijo el Asesino, claramente sorprendido—Es nuestro deber el mantenerla a salvo…

—Yo soy quien decide si se ha enfadado o no—replicó ella sonriéndole—Solo deseo hablar unos momentos con él ¿Por favor?

—Yo… esto…—volvió a ver a su compañero, que sacudió la cabeza—está bien, Señorita Kikka. La esperaremos junto a la forja.

Kikka se inclinó brevemente ante ellos y los dos se marcharon, dedicándole a Sansker una última mirada de advertencia. John arqueo una ceja.

— ¿Y a ellos que les pasa?—preguntó.

—No lo tomes personal, solo es que son muy dedicados… yo preferiría no tenerlos escoltándome, pero hoy no pude evitarlo—dijo Kikka sonriendo tímidamente—Escuche que últimamente has estado ocupado con una misión de señuelo y emboscada. El trabajo de un Asesino siempre es duro.

—No te preocupes. No es tan fácil hacerme enfadar. Y en cuanto al trabajo… si fuera sencillo este sería un mundo muy diferente—replicó Sansker—de hecho, tengo que salir en unos minutos para la siguiente cacería.

—Por favor, no tomes riesgos innecesarios—dijo Kikka—mi barrera de energía puede protegerlos a todos en la aldea.

— ¿Tú barrera?—preguntó Sansker.

Kikka se llevó una mano a la boca y aparto la mirada. La joven suspiro, dejando escapar el aire lentamente.

—Es cierto… no te lo había contado—dijo Kikka aún incapaz de mirarlo—la verdad es que… yo soy la Doncella Sagrada de Ukataka. Es mi trabajo es mantener la barrera de energía que rodea la aldea y mantiene a los Oni fuera.

John asintió. Desde su primer encuentro había supuesto que Kikka era alguien importante en la aldea. Tenía un aire tan peculiar que lo dio por sentado, pero nunca pensó que fuera la Doncella. En su entrenamiento en la Montaña Sagrada le contaron de la importancia de esas mujeres. Sus poderes eran esenciales para la vida en Midland y se las consideraba las personas más importantes en cualquier aldea donde estuvieran. De hecho, sus instructores le dejaron claro que, de tener que elegir, cualquier vida era menos valiosa que la de una Doncella Sagrada. Y ellas no podían, en ninguna circunstancia, dejar la aldea donde estaban asignadas.

Ahora comprendía mejor los comentarios de Kikka. Sansker sacudió la cabeza. Aquello sonaba a un destino complicado. Al menos él podía marcharse, o dejar Ukataka aunque fuera solo por un tiempo. Kikka estaba obligada a mantenerse allí hasta que fuera relevada. Lo cual solo ocurriría con su muerte.

—Eso explica algunas cosas…—dijo Sansker finalmente.

—No era mi intención engañarte, yo solo…—Kikka parecía incomoda. Logro reunir la fuerza para mirarlo nuevamente—escuche lo de la misión y como han estado saliendo bastante, me preocupe y quería… quería pedirte que tuvieras cuidado. Y entonces olvide que te oculte mi rol en la aldea… lo siento.

—No pasa nada. Tendrías tus motivos ¿no?—dijo Sansker—Puedes contármelo si quieres o puedes guardártelo. Tu decisión Kikka.

La joven asintió y se sentó en el borde de la pequeña fuente.

—En realidad no es complicado… al principio pensé que me delatarías y luego…—Kikka suspiro, paseando su mirada más allá de él—todos en la aldea tienen mucha deferencia conmigo. Me gustó mucho hablarte y no quería que cambiara la manera en que te dirigías a mi… luego no supe cómo sacar el tema…

—Y henos aquí—termino Sansker por ella. Kikka asintió. En cierta forma tenía sentido, cualquier Asesino debía proteger y defender a la Doncella Sagrada, pero eso creaba un muro entre ambos.

—La barrera de energía siempre tiene que mantenerse. Puede alejar a cualquier Oni pequeño, pero aun así no se puede permitir a ninguno entrar en la aldea—dijo Kikka mirando hacia la distancia—No lo parece, pero es un trabajo muy difícil. No es que me esté quejando, sé que tu trabajo también es complicado.

—Cada uno tiene su propia carga. Que tan difícil es manejarla solo tú puedes saberlo—dijo John tomando asiento junto a Kikka—No pienso juzgar, y si a ti no te molesta podemos dejar las cosas como hasta ahora… solo no le digas a esos dos.

Kikka rio suavemente, asintiendo otra vez. John sonrió, la joven tenía la capacidad de hacerlo sentir tranquilo y escucharla reírse siempre era bastante agradable. Era mucho más fácil disfrutar el momento, incluso sin que eso implicara olvidar todas las situaciones que le daban vueltas en su cabeza. No obstante, sintió un cambio en el ambiente al ver la sonrisa desparecer del rostro de la joven.

—Sansker…—dijo Kikka poniéndose seria. Puso su mano derecha en el pecho y cerró los ojos, como si se concentrara—Quiero pedirte algo. Por favor, protege esta aldea. Te lo pido desde el fondo de mi corazón.

—Yo… puedes contar conmigo—respondió Sansker, sorprendido por la súbita y honesta petición. Kikka estaba tensa, como si de verdad necesitara escucharlo decir esas palabras—Proteger Ukataka es mi deber como Asesino, pero ¿ocurre algo?

—Mi poder es meramente defensivo—explico Kikka. Su mano izquierda busco la de él y la apretó suavemente—Si la barrera llegara a romperse… no podría hacer nada. Muchas aldeas han sido destruidas luego de que los Oni penetraran su defensa. Los demonios devoraron las almas de las Doncellas de la Barrera y los Asesinos por igual… Akatsuki en el norte, Hozuki al este… tantas aldeas consumidas por el enemigo, es algo que no dese que pase nunca más.

Sansker había escuchado un poco al respecto. De hecho, era la razón de que lo enviaran a Ukataka. Como le dijo a Yamato, se suponía que enviarían refuerzos, pero en el último minuto decidieron no hacerlo. Los aldeanos hablaban y él escuchaba sobre esas y otras poblaciones que los Oni arrasaran.

—Kikka, yo…—empezó él, pero ella lo corto levantando una mano.

Kikka abrió los ojos y clavo en él una mirada tan intensa que casi tuvo que apartar la vista. Sus ojos eran como dos rubíes brillantes, llenos de una súplica sincera pero también de una fuerza increíble.

—Fugaku es el único sobreviviente de la masacre de Hozuki. Lo único que lo motiva es el deseo de vengar el destino de su gente—dijo Kikka—Nosotros tenemos que hacer todo lo posible por proteger Ukataka de un destino semejante. No quiero ver como alguien más es consumido por algo así. Por eso te lo pido, Sansker ¿protegerás a la gente de esta aldea? No porque sea tu deber o un trabajo ¿estás dispuesto a ayudar a mantener a salvo a la gente de Ukataka?

John lo pensó un momento. Kikka casi parecía depender de su respuesta para algo más, podía sentirlo. Y al mismo tiempo era sincera, demandando de él algo que ni Yamato podía extraer: devoción. Justo ahora que su deber con la aldea era puesto en tela de juicio… ahora que Shusui le hiciera consciente de que podía rechazar esta vida, Kikka le pedía que diera todo.

—Yo…—dijo Sansker y se dio cuenta de que solo había una respuesta posible. Sin apartar su mirada de la de la joven, le apretó la mano suavemente—Te lo prometo Kikka… protegeré esta aldea, y pondré en ello mi cuerpo y mi alma, para asegurarme que este a salvo.

—Sí… eso es, un verdadero protector de Ukataka—dijo Kikka sonriendo, como si le hubieran quitado un peso en encima—Gracias Sansker… me has… que la luz de los héroes guie tu camino y te ayudé a mantenerte firme en tu decisión. Gracias, de verdad.

La joven se puso de pie y se marchó apresuradamente, casi dejando atrás a sus guardias. Sansker se la quedo mirando, sintiendo que sus palabras habían tenido un mayor peso para ella que para él.


John regreso al cuartel apenas unos minutos antes de que Ōka y su unidad salieran de la aldea. Trepo rápidamente hasta la plataforma de vigía donde Fugaku ya estaba esperando, sentando en la baranda, oteando el horizonte. El Asesino de los guanteletes le dedico una inclinación de la cabeza a modo de saludo. Sansker se acercó, mirando partir a Ōka y su unidad justo debajo de ellos.

—Ya han salido—dijo, deseando romper el silencio.

—Eso parece—replicó Fugaku—ahora a esperar.

—No será demasiado… no lo creo al menos—dijo Sansker, pensando en lo que Yamato le había contado. Quiso preguntar, pero las palabras murieron en su garganta antes de que pudiera decir nada. Fugaku solo gruño ante su comentario, sin prestarle demasiada atención—Tal vez tengamos suerte esta vez.

— ¿Suerte para que?—preguntó Fugaku frunciendo el ceño.

—Bueno… es una forma de verlo—dijo él—tener una buena cacería… eso sería tener buena suerte ¿No? O quizás no encontrar ninguno sería mejor suerte, pero…

—Suficiente ¿Qué es lo que te pasa, novato?—lo interrumpió Fugaku ahora si girándose hacia él—No me pareces alguien que da tantos rodeos… al grano ¿Qué necesitas?

Sansker inspiró profundamente, derrotado. Se cruzo de brazos y encaro a su compañero.

—Escuche sobre Hozuki, lo que sucedió allí—dijo finalmente.

— ¿Hozuki?—Fugaku parpadeo sorprendido, pero su expresión se volvió molesta casi de inmediato— ¿A ti quién diablos te dijo?

—El jefe.

—Maldito Yamato… Ese tipo nunca ha sabido cuando mantener la boca cerrada—gruño Fugaku, se apoyó contra la columna de la torre, su mano tocando esa cicatriz que le pasaba por el rostro—Bah… la verdad no es nada especial. Mucha gente tiene una historia parecida que contar. Mi aldea fue atacada… los Oni los mataron a todos. O casi a todos. Un bastardo miserable se las arregló para sobrevivir. Así de fácil. El Oni que estoy buscando fue el que devoró el alma de todos en mi aldea. No se merecían ese destino, lo mínimo que puedo hacer es asegurarme que sus almas sean libres. Esa es la razón por la cual peleo, lo que me impulsa.

—No sabía bien los detalles… lamento haberlo mencionado—dijo Sansker, apartando la mirada, sintiéndose mal al respecto.

—No te preocupes por eso. Ya te dije, no es una historia tan extraordinaria—dijo Fugaku encogiéndose de hombros—tú también estas en la misma situación ¿no? Eres el ultimo que queda de tu gente. El único que sobrevivió.

Sansker giro la cabeza, preguntándose como era que él lo sabía. No le había contado a nadie su pasado, ni siquiera en la Montaña Sagrada, no más allá de lo necesario.

—Tenías esa mirada cuando nos conocimos—dijo Fugaku, respondiendo a su pregunta silenciosa—Alguien que no tiene nada que perder. Pero ya no me parece que sea así, por lo que es mejor que lo dejes.

—Fugaku, si necesitaras ayuda…

— ¡Ja! No necesito tu ayuda—replicó Fugaku, mirando hacia el horizonte otra vez—déjame a mí la venganza, preocúpate por ti mismo. Ya me aburrí de hablar del pasado.

Sansker quiso responder, pero Hatsuho llegó en ese momento y prefirió no seguir. Fugaku no sonaba despectivo, más bien resignado. Claramente no deseaba que otro siguiera su mismo camino. John cerro los ojos un momento, recordando la noche del Despertar. Luego de que el barco se hundiera y los pocos sobrevivientes pudieran llegar a tierra. Al igual que Fugaku, él tenía un Oni al cual buscar, solo que nunca se lo planteo de esa forma.

Podía entender el deseo de su compañero de salvar las almas de sus amigos, incluso de matar al Oni responsable. Pero la venganza nunca se le paso por la cabeza. Sansker busco la cruz en su cuello y la apretó con la mano ¿Acaso no le importaba?

— ¡Miren! La señal de humo—exclamo Hatsuho, rompiendo el silencio. La joven señalo a la distancia, donde podía verse una columna de humo gris elevándose hacia las nubes.

—Eso es, vamos a ello—Fugaku se puso de pie, listo para saltar.

—Espera, es demasiado pronto. Ōka no debería estar lista todavía—dijo Sansker confundido.

— ¿Qué importa? Solo hay que…—replicó Fugaku pero se cortó al ver una segunda columna de humo en la distancia— ¿Qué diablos?

A esas dos se le unió una tercera, luego una cuarta y una quinta.

— ¿Qué está pasando?—preguntó Hatsuho.

—Creo que los Oni acaban de revertir nuestra emboscada—dijo John con calma, teniendo un mal presagio al respecto. Ahora había dos docenas de columnas de humo que se esparcían por el paisaje en el Otro Mundo—Busquemos al capitán, Ōka y su unidad están en peligro.

La alarma comenzó a sonar en la aldea y para cuando Sansker y los demás encontraron a Yamato este había desplegado a los exploradores. Todos los Asesinos en Ukataka se reunieron en el cuartel. A pesar de la tensión y el deseo de ayudar, lo único que podían hacer era esperar el reporte de los exploradores.

En otros tiempos los Asesinos utilizaban médiums entrenadas en telepatía para coordinar tropas y mandar mensajes a largas distancias, pero Ukataka no era considerada una aldea lo bastante importante para tener a semejantes profesionales, así que dependían de corredores y mensajeros. Y por más rápidos que fuera, en situaciones así dejaban mucho que desear.

La espera fue lo peor. Fugaku parecía decidido a hacer un hueco en el suelo del cuartel caminando de un lado a otro, Ibuki se removía inquieto en una esquina, Hatsuho miraba constantemente hacia la entrada como si pudiera conjurar a un explorador solo con la mente. Nagi estaba rezando frente al altar y solo Hayatori parecía tranquilo. Sansker intentaba encontrar una posición cómoda para esperar, aunque estaba desistiendo.

Los primeros exploradores en regresar no pudieron traer noticias, y en algunos casos sufrieron ataques, regresando heridos, pero insistiendo en que no encontraban señales de la unidad de señuelo. Lo peor fue que al pasar las horas el peligro se incrementaba. Incluso los Asesinos mejor entrenados solo podían soportar el Miasma del otro mundo por tiempos limitados. Pasar mucho tiempo sin purificarte era una sentencia de muerte, y todos lo sabían. Cuando finalmente regresó el último grupo de exploradores el ambiente en el cuartel general era sombrío.

—Entendido, retírense a descansar—dijo Yamato, despidiéndolos con un gesto.

—Yamato ¿Qué vamos a hacer?—preguntó Hatsuho—Ōka sigue allí afuera, tenemos que ir a buscarla.

—La noche esta por caer, no puedo arriesgar más exploradores—dijo Yamato—Y enviarlos sin inteligencia sería un suicidio.

—Tenemos que salvarla. No podemos abandonar a Ōka y los demás—dijo Nagi.

—Además han estado allí mucho tiempo. El miasma se estará volviendo demasiado toxico—intervino Ibuki.

— ¡Señor!—uno de los vigías entro corriendo, arrodillándose ante Yamato—Señor, hemos detectado otra columna de humo, esta es más reciente, profundo en la Era de la Guerra.

— ¡Ōka! Tiene que ser ella—dijo Hatsuho.

—No estamos seguros, podría ser una trampa—dijo Yamato sacudiendo la cabeza—O un truco para dejar la aldea desprotegida.

—El tiempo apremia, si esperamos podría ser que no llegaremos a tiempo—dijo Ibuki—alguien tiene que ir.

Yamato cerro el ojo, pensando. Sansker entendía el problema del jefe. No era que no quisiera ayudar a Ōka, era que temía poner a más de sus Asesinos en peligro. Su mano estaba atada entre su deber para con la aldea y para con sus hombres. Una decisión imposible. Sansker se acercó al vigía, quizás él pudiera ayudar.

—Un momento—dijo John levantando la voz. El hombre alzo la mirada—la última columna de humo, decías que estaba en la Era de la Guerra ¿no? ¿En qué dirección?

— ¿Señor?—preguntó el vigía.

—Ya me escuchaste, ¿en qué dirección estaba en relación con las demás? alejándose de la aldea, más cerca… vamos.

—Es-estaba hacia el oeste, definitivamente a una distancia mayor que las otras. Apenas la notamos por estar contra el sol—respondió el vigía.

—Sansker ¿qué estás pensando?—preguntó Yamato.

—Solo confirmo, creo que es Ōka—dijo John—ellos tuvieron que ver como se alzaban las otras columnas de humo. Tiene que haber evitado regresar para no atraer Oni hacia el camino de la aldea, así que se adentró en el Otro Mundo. Una vez allí pensaron en esconderse, si están haciendo una señal es que los han atacado o esperan ayuda.

— ¿Y cómo sabes todo eso?—preguntó el jefe con un tono neutro.

—Es una conjetura nada más—admitió Sansker—Pero es lo que yo haría si estuviera en su lugar. Alguien tiene que ir, no podemos arriesgar más exploradores ¿no? Entonces yo iré.

— ¡Ja! Ese es el espíritu novato—dijo Fugaku dándole una media sonrisa—yo estaba de compañero así que también iré. Necesito estirar las piernas luego de tanto esperar.

— ¡Hey! Yo también tenía que ir, no me dejaran atrás—dijo Hatsuho— ¡Yo salvare a Ōka!

—Bien, entonces seríamos el novato, la niña y yo…—dijo Fugaku—Con esto no deberías tener problema ¿verdad Yamato?

—… No podemos afrontar más perdidas. Si fallan no enviare a nadie más—dijo el jefe de la aldea.

— ¡En ese caso nos aseguraremos de regresar!—exclamo Hatsuho.

—Muy bien… es una orden entonces—dijo Yamato—Sansker, Fugaku y Hatsuho partirán en la última misión. Deberán rescatar a Ōka y su unidad. Adelante, que la luz de los héroes ilumine su camino.


Los tres Asesinos dejaron la aldea a toda prisa. El sol sobre sus cabezas estaba apenas comenzando su descenso, pero era un recordatorio de que no tenían demasiado tiempo. Sansker se enfocó en la columna de humo que los vigías habían señalado, corriendo a toda velocidad junto a Hatsuho y Fugaku. Normalmente se tomaban su tiempo desplegándose, pero ahora no era el momento de dudar o retroceder. John podía sentir la tensión de los otros dos cuando lograron llegar a la Era de la Guerra, siendo bienvenidos por sus cielos rojos y sus campos ardientes.

— ¡Miren, por allí!—Hatsuho señalo hacia adelante, donde el camino pasaba en medio de una aldea que quedaba junto a un río.

El paisaje mostraba señales de lucha que no tenían que ver con los elementos del pasado. Había varias casas aplastadas y las huellas de algo grande que había surgido del agua. Esparcidos por el lugar estaban los cadáveres de varios Oni menores y el cuerpo de un Asesino en la armadura roja y dorada de Ukataka.

—Está muerto—dijo Sansker, aunque era obvio. El guerrero sujetaba una lanza quebrada en tres pedazos y su cuello estaba torcido en un ángulo imposible, descansando en el centro de un cráter, como si algo lo hubiera aplastado contra el suelo con una fuerza tremenda.

—Tenemos que apresurarnos ¡Ōka y los demás tienen que estar en problemas!—exclamo Hatsuho.

—No queda más remedio—mascullo Fugaku—tuvieron que irse por este lado. ¡Vamos!

Seguir el rastro de la batalla no fue difícil. Rastros de sangre y destrucción marcaban un camino claro, pero también charcos de algo viscoso de color purpura que Sansker no pudo identificar. Pero no tenía tiempo para detenerse. En la distancia escucharon un grito humano desgarrador, seguido de un rugido. Los tres Asesinos se apresuraron, el camino llevándolos alrededor de una colina demasiado empinada para escalar. Doblaron la esquina y vieron un gran claro en lo que parecía el jardín de una fortaleza incrustada en las rocas, pero el espectáculo les hizo parar en seco.

La construcción principal era una serie de edificios solidos esparcidos en torno a un área central, como un muro salpicado de torres de vigilancia, y muchos árboles con hojas rojas, la piedra natural de la zona mezclándose con la construcción humana. Ōka estaba allí, con tres miembros de su unidad, intentando luchar contra la criatura que los estaba atacando. El Oni sujetaba el cuerpo inerte de otro Asesino y lo arrojo a un lado, girándose hacia ellos en cuanto aparecieron.

— ¡¿Qu-qué es esa cosa?!—exclamo Hatsuho.

El Oni era enorme, más grande que ninguno de los otros que hubieran enfrentado y por un aterrador segundo Sansker pensó que era el mismo que viera la noche del Despertar, pero un rápido examen descarto esa idea. Este Oni tenía una forma vagamente humanoide, parado en dos piernas que terminaban en unos pies de aspecto humano, sosteniendo un enorme cuerpo obeso de aspecto liso, con piel de color rojizo y amarillo. Sus brazos eran largos y le llegaban a las rodillas, permanentemente dobladas para soportar la mole del cuerpo. En su espalda tenía una serie de picos y su cabeza parecía ridículamente pequeña, asentada entre sus hombros sin ningún cuello visible, con una quijada inferior mucho más grande que la superior, rematada en dos grandes colmillos que apuntaban hacia arriba. Dos minúsculos ojos amarillos emitían un brillo de maldad pura mientras examinaba a sus nuevos oponentes.

— ¡Tengan cuidado, es mucho más listo de lo que parece!—grito Ōka al verlos llegar—¡Este Kueyama logro revertir nuestra estrategia y tendernos una trampa!

El demonio arrojo el cuerpo del Asesino contra Ōka y se movió para atacar a los recién llegados, moviéndose con una velocidad increíble para algo tan grande. Sus piernas flexionadas empujaron su enorme cuerpo hacia ellos obligándolos a hacerse a un lado o ser aplastados. Sansker salto hacia un costado, viendo al Kueyama caer pesadamente al suelo y rodar hasta quedarse de pie. El desgraciado había usado el impulso y su masa para cambiar de posición evitando ser rodeado.

— ¡¿Revirtió nuestra estrategia?! ¿Cómo es eso posible?—exclamo Hatsuho, mirando a la criatura.

— ¡Ja! ¡Por mi perfecto!—Fugaku golpeo sus guanteletes y cargo solo contra el Oni— ¡Solo tenemos que estar a la altura del desafío!

El Asesino cubrió la distancia en una carrera rápida y lanzo un golpe hacia la rodilla del Kueyama. Este giro hacia un costado, evitando el ataque con facilidad, pero Sansker y Hatsuho también se habían unido a su compañero. Inari chasqueo en el aire y la guadaña golpeo contra el enorme abdomen del demonio, cortándolo con facilidad. Sansker utilizo el poder de una de sus Mitama, reforzando su aura de ataque con esa energía rojiza, y se lazo hacia adelante, apuntándole a la muñeca. Su espada corto pero la carne era tan suave que paso limpiamente haciendo un corte largo pero superficial.

El demonio rugió de dolor y levanto ambos brazos por encima de su cabeza, dejándolos caer y golpeando el suelo con tal fuerza que el impacto creo una honda de aire que empujo a Hatsuho y él mismo hacia atrás, haciéndolo rodar y dar tumbos antes de poder detenerse. Fugaku volvió a atacar, esta vez saltando para intentar alcanzar la cabeza de su oponente. Sus guanteletes impactaron con fuerza en la enorme maza del Kueyama, y aunque el Oni se tambaleo por la fuerza, no pudo causar ninguna herida seria, recibiendo un manotazo que lo arrojo contra de una construcción de piedra.

— ¡Fugaku!—Sansker corrió hacia él, manteniendo sus ojos en el Oni, aunque era difícil no verlo— Este va a ser complicado…

Fugaku seguía con vida, pero el golpe lo había dejado algo atontado. El Kueyama comenzó a caminar alrededor, sin acercarse, pero su mera cercanía hacia temblar todo el campo de batalla.

—No tienen que luchar contra él—dijo Ōka, alcanzándolos. Los otros tres miembros de su unidad sujetaban el cuerpo del cuarto, que aún respiraba—Solo necesito que saquen a los demás, yo me quedare y lo detendré todo lo que pueda.

— ¡¿Qué?! No puedes vencerlo sola, te matara—dijo Hatsuho incrédula.

—Lo importante es la aldea. Si los Oni están tendiendo emboscadas, Ukataka estará en peligro—replicó Ōka—Vamos, les abriré un camino. Regresen a la aldea y asegúrense de que este a salvo.

Sansker sacudió la cabeza. Ōka se veía cansada y tenía varias heridas menores. Sus poderes de curación la ayudaban a tenerse en pie, pero estaba llegando al límite. Luchar contra un Oni de ese tamaño y poder sería suicida. Aunque tenía algo de razón, este nivel de preparación no era propio de los demonios. Yamato tenía que ser informado y Ukataka preparada.

—No seas idiota…—mascullo Fugaku poniéndose de pie. Se sacudió el polvo y miro más allá de Ōka—Si este demonio te mata aquí y ahora ¿Qué crees que va a pasar?

— ¡Cuidado!—uno de los Asesinos de la unidad de señuelo levanto la alarma.

Sansker giro la cabeza a tiempo de ver una enorme roca volando hacia ellos, arrojada por el Kueyama. Antes de que ninguno pudiera moverse Fugaku dio un paso al frente. Sus guanteletes estallaron con un brillo de energía espiritual y abrió las manos para atajar la roca, al menos 4 veces más grande que él, entre sus dedos, evitando que los aplastara.

—Maldita sea Ōka, tienes una aldea que proteger. Si no puedo ayudarte con eso…—dijo Fugaku, apretando los dientes por el esfuerzo. La roca comenzó a agrietarse en su agarre y finalmente estallo en una fina nube de polvo gris—Entonces mi supervivencia, mi patética y humillante existencia… ¡Sería completamente en vano!

—Fugaku, tú…—dijo Ōka, intentando encontrar las palabras.

—Tiene razón, juntos podemos hacer lo que sea—intervino Hatsuho, haciendo girar su arma por encima de su cabeza.

—… De acuerdo, esto quedara sobre sus cabezas si sale mal—dijo Ōka uniéndose a ellos, le dio una última orden al resto de su unidad—retrocedan y cuiden de sus heridas. Nosotros nos ocuparemos de esto.

— ¡Así se habla!—exclamo Fugaku con una sonrisa lobuna. Este giro la cabeza para mirar a Sansker—Tú también novato, no te quedes atrás y dame una mano.

John tuvo que aplaudir el discurso de Fugaku en su mente, y se puso en guardia. El Oni debió notar el cambio porque mantuvo la distancia, incluso cuando la unidad de Ōka retrocedió. Los 4 Asesinos atacaron al mismo tiempo, abriéndose en abanico. Hatsuho fue la primera, saltando en el aire y atacando con su arma como si fuera un látigo, realizando varios cortes y moviéndose demasiado deprisa para recibir un impacto. Fugaku fue el segundo, lazándose contra el Oni desatando el poder de su Mitama, y una serie de golpes demoledores. Ōka fue por las piernas y Sansker ataco en la misma dirección. Entre los cuatro lograron herir al Kueyama, que retrocedió, sangrando por varias heridas, pero aún en pie.

Sintiendo la oportunidad Hatsuho activo el poder de su arma y dejo fluir su energía hacia el filo de Inari, arrojándola hacia la cabeza del Oni. Este se encogió, haciéndose un ovillo y la hoja de energía paso sobre él. Hatsuho no perdió el tiro y giró en el aire, arrastrando la cadena cadena, llamando a su arma para golpear desde atrás. El cuerpo del Kueyama comenzó a brillar de una manera extraña y una serie de rayos de energía de un color oscuro comenzaron a rodearlo. Inari choco con esta barrera, estallando y liberando la energía contenida en su golpe, rompiendo la barrera de energía, pero perdiendo todo el impulso.

— ¡Maldito! No te escaparas—Fugaku salto hacia el Oni, utilizando su poder en sus guanteletes para dar un golpe definitivo.

— ¡No, espera!—exclamo Sansker al ver algo que le hizo dudar.

El abdomen del Kueyama parecía hendido, y comenzó a partirse como si lo hubieran cortado de un extremo al otro. No obstante, en lugar de sangre, John pudo ver unos dientes de aspecto humano gigantescos y una larga lengua que lamio los 'labios' de la enorme boca que surgió del cuerpo del Oni, lista para tragar a Fugaku. Sansker levanto su mano, invocando a otra de sus Mitama, y disparo un rápido proyectil de energía hacia Fugaku, desviándolo lo suficiente para evitar ser devorado.

El Oni gorgoteo, con un sonido burbujeante y viscoso. Al perder su presa el Kueyama abrió su nueva boca por completo, sus brazos y cabeza golpeando el piso y del interior de su boca surgió un aroma horrible a carne podrida, acompañado de una explosión de un líquido viscoso y purpura. Sansker se cubrió con el escudo, pero pudo escuchar el sonido burbujeante y sentir el olor a quemado allí donde aquel fluido había caído. La hierba comenzó a marchitarse de inmediato, y los árboles salpicados se pusieron grises y comenzaron a agrietarse.

— ¡Veneno, tengan cuidado!—gritó Sansker. El Kueyama gorgoteo otra vez y giro sobre si mismo, escupiendo más de ese veneno. John retrocedió, intentando evitar los charcos de veneno que se estaban formando por doquier.

El Oni estaba en Frenesí. Era un estado de locura que algunos Oni eran capaces de obtener. Empujados al límite su poder surgía al máximo y se volvían extremadamente agresivos, dejando cualquier cuidado en un intento desesperado por matar a sus atacantes. Era un arma nacida de la desesperación y como tal era extremadamente letal. El Kueyama se lanzó hacia adelante, arrastrando sus piernas y brazos detrás de él como si su cuerpo fuera una boca enorme que lo quisiera devorar todo. Ōka se hizo a un lado, Suzakura destellando cuando lanzo un espadazo contra la bestia, pero el cote no hizo que parara y la herida solo logro hacerlo enfurecer aún más.

Hatsuho intento atacar con Inari. El kusarigama voló por el aire, y el Oni comenzó a girar sin control, sus brazos y piernas moviéndose como si fueran de trapo, bloqueando o absorbiendo los cortes. Fugaku se recuperó y apareció detrás del Oni, atacando a su ahora inerte cabeza. El Asesino logro golpear allí con fuerza, aplastando el cráneo del Kueyama, pero la bestia no se detuvo, sino que se volvió aún más agresiva y cargo hacia Ōka y Sansker.

— ¡Ataquemos por los flancos!—gritó Ōka corriendo hacia la izquierda.

Entendiendo la idea Sansker corrió hacia la derecha y evitaron ser tragados, atacando con las espadas a las piernas del monstruo. Costaron facilidad y los dos miembros salieron disparados, despegándose del cuerpo de su dueño. El Oni perdió el equilibrio y cayó hacia un costado, rodando hacia el río. Pero al agua no era lo bastante profunda para tragarse una mole tan grande. Los Asesinos se reunieron mientras el Kueyama se revolcaba, creando un par de piernas fantasmales para reemplazar las originales.

—Nada lo para, no podemos darle un golpe que no pueda absorber—dijo Hatsuho, mirando su arma con frustración.

—Solo hay que seguir atacando—replicó Fugaku—caerá tarde o temprano.

—No tenemos tiempo para eso—dijo Ōka mirando hacia el cielo.

Ella tenía razón, pensó Sansker. La noche estaba por caer, y pasarla fuera de la aldea sin un refugio a mano era una pésima idea. Por no mencionar que Ōka y su unidad estaban al limite de su resistencia al miasma. Pero el Kueyama era demasiado poderoso, su masa era tan densa que podía resistir cortes y golpes, y si trataban de darle más fuerte, se limitaba a escupir veneno, o intentar devorarlos. Si tan solo pudieran evitar que atacara por unos segundos.

—Vamos a mostrarle a ese bastardo que mordió más de lo que puede masticar—dijo Fugaku disponiéndose a cargar otra vez.

—Un momento… ¡eso es!—exclamó Sansker al darse cuenta de algo. Miró hacia atrás de ellos, donde el muro de la fortaleza tenía una torre de vigilancia—tengo una idea.

— ¿Qué estas pensando?—preguntó Ōka.

—Fugaku ya lo dijo, vamos a darle algo tan grande que no pueda masticarlo.

Sansker explicó rápidamente su idea a los demás. Los otros no estaban muy convencidos, pero sin nada que perder decidieron seguirle la corriente. El Kueyama salió del rio y corrió hacia ellos, aplastando cualquier cosa a su paso y obligándoles a retroceder hasta el borde de rocas, donde la muralla y el material del Otro Mundo se mezclaban, dejando una torre de vigía atrapada. Ōka y Fugaku corrieron rápidamente hacia arriba mientras que Sansker y Hatsuho mantuvieron su posición.

Ōka desenvaino su espada y cargo el poder en el filo, haciéndolo crecer enormemente con un resplandor rojo y azul. Un corte limpio secciono el aire y la torre se partió, su parte superior desprendiéndose limpiamente del resto. Fugaku salto sobre el tejado y hundió sus guanteletes en la piedra, invocando la fuerza de su Miatama para empujar la enorme piedra hacia el Kueyama. Al mismo tiempo Sansker y Hatsuho saltaron sobre el Oni, la segunda dejando ir su kusarigama enganchando los dientes del Oni con el filo mientras ambos pasaban sobre él, dejándolo con la boca abierta de par en par para recibir la parte superior de la torre.

El Oni soltó un aullido ahogado al morder la mampostería y cerro su enorme quijada. Hatsuho, que aún sujetaba la cadena de Inari, tiro de su arma, enviando su energía espiritual hacia la hoja de guadaña y esta creció dentro del Oni, prensándolo como si fuera un gancho de pesca gigante. Sansker invoco la fuerza de su Mitama y entre los dos tiraron de la cadena, cortando hacia arriba en el cuerpo del Kueyama. La sangre purpura comenzó a manar a borbotones, pero incluso así el Oni hubiera resistido, de no ser por Fugaku que se arrojó hacia él y golpeo el pedazo de torre atorado entre sus dientes. La estructura se hizo añicos, con una enorme explosión de energía y los fragmentos salieron disparados en todas direcciones, con la mayoría hundiéndose en el cuerpo del demonio. Con un último rugido de dolor el Kueyama finalmente se desplomo, su masa cayendo hacia atrás en un revoltijo sangriento, quedándose inerte de una vez y para siempre.

—Finalmente… hah… este fue uno difícil—Sansker se relajó al ver al Oni caer y soltó la cadena de Inari.

Hatsuho asintió, suspirando y relajándose un poco, cayendo de rodillas. Fugaku y Ōka se les acercaron, chequeando el cadáver para asegurarse que estuviera muerto. En la distancia los Asesinos de la unidad de señuelo comenzaron a caminar hacia ellos, transportando a su camarada herido.

—Misión cumplida—dijo Fugaku pateando el cuerpo del Kueyama—Y ni se te ocurra volver, bastardo.

—Sobrevivimos…—dijo Ōka dando un suspiro—diablos ¡Eso fue demasiado arriesgado!

—Lo importante es que estamos bien—dijo Hatsuho agitando una mano.

—Claro… oh, antes de que lo olvidemos—Ōka tomo su espada y de un tajo corto un fragmento del cuerno del Kueyama—El jefe quería un fragmento para Kikka. Creo que podemos asumir que este era el Oni tendiendo emboscadas y desapareciendo sin dejar rastro.

Sansker asintió. Casi había olvidado la otra orden de Yamato, enfocado en ayudar a Ōka y su unidad. Se froto los ojos, cansado. Al menos ahora podrían dejar estas caserías tan frecuentes.

—Al menos podremos…—dijo John pero se detuvo cuando vio una luz emerger del cuerpo del Oni, sintiendo una fuerza espiritual que ya le resultaba familiar—No puede ser.

La esfera azul se elevó en el aire y por un segundo Sansker pudo ver la figura de un poderoso guerrero que portaba una armadura roja y una gran melena blanca en su casco. En su cintura colgaba un extraño abanico con un emblema muy peculiar: un diamante compuesto de cuatro diamantes más pequeños unidos entre sí. El guerrero lo miro y asintió, justo antes de volver a disolverse en la esfera azul y dirigirse a su pecho, llenándolo con una nueva fuerza.

Mi nombre es Takeda Shingen, poseo la fuerza del tigre así que tus enemigos habrán de tener cuidado—dijo la voz de la nueva Miatama fusionándose con su alma—Te presto mis servicios en agradecimiento, joven guerrero.

— ¿Otra Miatama?—dijo Hatsuho incrédula—esto ya es demasiado… ¿es que acaso tienes algo que las atrae?

—No hay necesidad de pelear, vamos purifiquemos el cuerpo y marchémonos—dijo Ōka—ya podremos hablar de esto más adelante.

Hatsuho asintió a regañadientes y Sansker solo siguió las indicaciones de Ōka para hacer el ritual. Otra Mitama se unía a las demás. Se estaba acostumbrando a esto, pero siempre era extraño sentir un alma entrelazándose con la suya. Mientras purificaban al Kueyama no puedo evitar preguntarse si era una casualidad que el Oni fuera tan poderoso y tuviera en su interior un alma tan intensa como la de Takeda Shingen.


La atmosfera en Ukataka era alegre cuando lograron regresar justo cuando el sol terminaba de ponerse en el horizonte. Aunque perdieron a uno de los miembros de la unidad de señuelo, muchos habían perdido la esperanza de verlos regresar. Yamato y los demás los recibieron en el cuartel, después de haber dado el reporte y dejado a los heridos para ser atendidos. Ōka rehusó atención, argumentando que estaba bien, y nadie quiso llevarle la contraria.

—Me alegro de que todos estén bien—dijo Nagi, sonriéndoles.

—Lo hicieron muy bien—dijo Yamato con una expresión orgullosa—Fugaku, escuche que tu actuaste particularmente impresionante.

—El crédito no es mío—replicó Fugaku, mirando a Sansker con una sonrisa lobuna— ¿No es así?

—Fue un esfuerzo en equipo—dijo John.

—Eso mismo, lo hicimos todos juntos—apunto Hatsuho apretando el puño, satisfecha.

—Por todos los…—dijo Ibuki negando con la cabeza—No saben lo cerca que estuvieron de morir ¿Qué tal un poco más de cuidado para la próxima?

—Déjanos en paz ¿quieres?—dijo Fugaku sin ánimo para escuchar sermones.

—Jefe, me temo que no todo son buenas noticias—intervino Ōka, ganándose la atención de todos—Los movimientos de los Oni… el hecho de que lograran acorralarnos y emboscarnos así… no presagia nada bueno.

—Tal parece que no tenemos opción—dijo Yamato cerrando su único ojo—Necesitaremos que Kikka eche un vistazo ¿lograron recuperar una pieza del Oni?

—Sí, aquí esta—dijo Ōka tomando un pedazo de tela de su bolsillo y abriéndolo para dejar el fragmento de cuerno al descubierto.

—Perfecto. Yu—Yamato se dio la vuelta para hablar con su hija—Por favor ve a buscar a Kikka.

— ¿La señorita Kikka? Cl-claro, de inmediato—respondió Yu, dejando los papeles y saliendo del escritorio de la recepción.

—Hmm… la Doncella Sagrada—dijo Ibuki rascándose la barbilla—Quizás esta sea una buena oportunidad para acércame un poco a ella.

—Realmente eres incorregible—dijo Hatsuho frunciendo el ceño—para ti cualquier mujer es juego limpio…

—No te preocupes, tú estás a salvo por al menos unos 20 años más.

— ¿Estás diciendo que soy una niña? ¡No eres más que un viejo pervertido!

Sansker no los estaba escuchando. Ahora que lo pensaba no tomo la oportunidad de preguntarle a Kikka sobre eso de la clarividencia cuando hablaron antes. La joven parecía estar sopesando algo demasiado importante y el detalle había dejado su mente.

— ¿A qué se refieren con clarividencia, jefe?—preguntó John, ignorando a los otros dos.

—Oh, es cierto, creo que aún no has conocido a nuestra Doncella—respondió Yamato—Bueno, ya lo veras por ti mismo.

Kikka llego en ese momento, seguida por Yu. La joven camino hasta Yamato, inclinándose brevemente ante él. Parecía tranquila, pero Sansker pudo notar un ligero tic en su mano izquierda. Kikka debió darse cuenta porque escondió sus manos en las mangas de su vestido.

— ¿Me mando a llamar, jefe Yamato?—preguntó Kikka formalmente.

—Así es. Lamento importunarte, pero tengo algo que necesito que mires—Yamato le presento el fragmento de cuerno—es un pedazo del Oni que ha estado atacando nuestras líneas de suministro ¿Crees que puedas leer las intenciones residuales que quedan en él?

—Permítame intentarlo—dijo Kikka tomando el tozo del Oni. Se lo llevo al pecho, cerrando sus ojos y comenzó a recitar una letanía—Como los vientos del verano vuelan las nubes a través del cielo… Como la briza de la mañana dispersa la niebla de los valles… Recibe esta purificación y se limpiado.

Una fuerte luz blanca envolvió a Kikka y Sansker sintió como le llenaba los ojos, bloqueando cualquier otra imagen brevemente. Sintió la presencia del alma de la joven, mientras ella se extendía a través del reino espiritual más allá de los presentes. La luz bajo de intensidad, pero Kikka seguía brillando, sus ojos cerrados y su ceño fruncido por el esfuerzo.

—Sí… puedo sentir los restos de la voluntad del Oni…—dijo Kikka—Ordenes, restricciones, intimidación… Puedo sentir una presencia muy poderosa detrás de estas emociones. Unas 9, no, 10 leguas al Este… Hay algo allí… no…—el rostro de Kikka se contorsiono brevemente con una expresión de dolor y su respiración se volvió agitada. La luz blanca comenzó a desvanecerse y finalmente se extinguió—Lo siento… no puedo más…

—Ya has hecho más que suficiente—dijo Yamato tomando el fragmento de regreso—lamento haberte impuesto esta carga.

—No, solo lamento no haber podido ayudar más—dijo Kikka sacudiendo la cabeza.

—Increíble, no importa cuantas veces lo mire, sigue impresionándome—dijo Ibuki cruzándose de brazos—Es un poder impresionante.

—Es como me lo temía—dijo Yamato—este Oni está actuando bajo las órdenes de otro.

Sansker sintió una punzada de aprensión al recordar lo que Shusui y él habían discutido. Tal parecía que tenían razón después de todo.

— ¿Bajo las órdenes de otro?—preguntó Nagi—Pero los Oni gigantes no suelen hacer eso ¿acaso hay un comandante o algo así allí fuera?

—Eso parece… los ataques de las últimas semanas han sido demasiado coordinados—dijo Yamato—Tal parece que los Oni han desarrollado una estructura de mando y hay un comandante que se sienta en la cima, dirigiéndolo todo. Debemos encontrarlo y destruirlo. Es nuestra única alternativa. Pero por ahora pueden ir a descansar, todos. Necesito que estén en condiciones para ganar la próxima batalla. Eso es todo por ahora.

Los otros Asesinos asintieron y se marcharon, aunque Fugaku no parecía muy contento. Solo quedaron Yamato, Ōka y Kikka. Sansker también espero, deseando asegurarse de que Kikka estuviera bien. El utilizar sus poderes parecía haberle costado un gran esfuerzo y se la veía un poco pálida. Más de lo usual al menos. Yamato arqueo una ceja al verlo, pero pareció interpretar lo que deseaba rápidamente.

—Lo siento, Sansker, no los hemos introducido formalmente todavía ¿verdad?—dijo Yamato—esta es Kikka, la Doncella Sagrada de Ukataka, quien nos mantiene al salvo.

—Hola Sansker, es un placer ver que sigues bien—dijo Kikka con una sonrisa abierta.

— ¿Cómo? ¿Ya se conocían?—preguntó Yamato, mirándolos a ambos.

—Así es, se puede decir que hemos formado una relación—dijo Sansker sin darle mucha importancia.

De repente sintió una mano que se puso en su hombro, apretando con bastante fuerza, y tuvo la sensación de algo extremadamente peligroso estaba parado justo detrás de él.

— ¿Es eso cierto? —dijo Ōka con un tono bajo y amenazador. Sansker giro la cabeza y casi pudo jurar que escucho a Suzakura salir de la vaina—Eso es nuevo para mi ¿Te importaría contarme los detalles?

—Por favor, Ōka, solo es un malentendido, no es lo que piensas—intervino Kikka estirando las manos hacia ellos.

Ōka la miro brevemente y pareció aceptar sus palabras porque lo dejo ir. John resistió el impulso de soltar un gemido al ser liberado, preguntándose qué diablos estaba pasando.

—No deberías decir cosas que se pueden malinterpretar tan fácilmente, Sansker—dijo Kikka dando un suspiro—especialmente en frente de mi hermana.

— ¿Tu hermana?—preguntó Sansker frotándose el hombro y mirándolas a ambas.

— ¿No te lo había dicho? Kikka es mi hermana menor—dijo Ōka poniéndose junto a la otra joven y mirando a Sansker como si fuera un enemigo—Así que ya lo sabes, si quieres pasar tiempo con ella, tendrás que lidiar conmigo.

Sansker arqueo una ceja, aunque por las expresiones de Kikka y Yamato dedujo que esta no era la primera vez que pasaba algo así. A pesar de ello no podía salirse de su asombro. Las dos hermanas no se parecían en nada. Kikka tenía un cuerpo delicado, una piel pálida y un cabello plateado. Ōka era alta, esbelta y con un cabello marrón oscuro. Lo único que tenían en común eran los ojos, ambas poseían esos intensos ojos de un color rojo rubí. Pero por más que luchaba no podía encontrarles ningún otro rasgo en común.

—En fin, ahora ya lo sabes—dijo Yamato aclarándose la garganta.

—Sí… yo… eh… puedo ver el parecido—mintió John para romper el silencio.

— ¿Puedes? —eso pareció animar a Ōka—siempre he pensado que nos parecemos mucho, pero por alguna razón pocos se dan cuenta.

Sansker dudaba que nadie pudiera ser culpado por no notarlo, pero se guardó el comentario. Ōka le sonrió a su hermana y le puso una mano en el hombro.

—Como sabes las Doncellas Sagradas son las que crean las barreras de energía en las aldeas, bloqueando a los Oni—dijo Ōka—Santas y veneradas, son nuestra última línea de defensa. Normalmente tienen que pasar sus días encerradas en cuevas sin poder salir. Pero así no es como hacemos las cosas aquí.

—Estoy muy agradecida por ello, jefe—dijo Kikka inclinando la cabeza ante Yamato.

—No estoy a favor de reglas o leyes que restrinjan las libertades básicas eso es todo —respondió Yamato, mirando hacia un costado, escondiendo su expresión—Y todos aquí comprenden el valor de tu labor. Por favor, continúa protegiendo esta aldea como hasta ahora.

—Puede contar conmigo, jefe Yamato—respondió Kikka con una sonrisa.

—Ustedes dos también, Sansker, Ōka—continuo Yamato—asegúrense de prepararse para la próxima batalla. Nuestros enemigos no serán tan fáciles de derrotar como hasta ahora. Esten preparados para proteger esta aldea con sus vidas.

Ōka y Sansker asintieron, aunque por el rabillo del ojo John pudo ver que una ligera sombra pasaba por el rostro de Kikka. Se despidieron y cada uno partió por su propio camino.

Aquel fue un día largo y agotador. Había aprendido el pasado de Fugaku, detenido al Oni y ahora estaban claros del camino a seguir. Sansker estaba más que dispuesto a dormir esa noche sin muchas ceremonias, pero al acostarse su mente volvió a la discusión que mantuvo con Kikka. Ella lo llamo un protector de Ukataka, aunque no se sentía como uno. John estaba ahora dispuesto a luchar por la aldea, por sus nuevos… amigos. Ōka, Ibuki, Hatsuho, los demás… Sansker deseaba protegerlos, de eso estaba seguro.

Pero al cerrar los ojos y finalmente dejarse vencer sobre el sueño, una idea le surgió en lo profundo de su mente. Quizás la razón por la cual había aceptado tan rápido la petición de Kikka, tenía más que ver con ella que con los demás.