VII – Verdades Ocultas
Kikka suspiro, cansada, mientras cerraba los ojos. Ajusto su espalda y volvió a colocarse bajo el flujo de la pequeña cascada, sintiendo el peso del agua en sus hombros. Cerro las manos en torno a su collar de oración y trato de concentrarse nuevamente. Un baño en la piscina de la pureza era un momento de reflexión y relajación, donde dejabas que el agua purificara tu mente, cuerpo y alma de toda la carga negativa, o incluso el Miasma del Otro Mundo. Pero por alguna razón ese día le costaba demasiado enfocarse en el ritual, pensamientos negativos introduciéndose en su conciencia.
Estaba segura de dónde venían. Las palabras del capitán Yamato había tocado un nervio muy sensible con ella el día anterior. Kikka desistió y se alejó de la pequeña cascada, sentándose en el centro de la piscina. Esta pileta de piedra natural era la utilizada por los Asesinos y exploradores. Emanaba directamente de un rio subterráneo que pasaba entre las raíces del árbol sagrado, y su flujo se dividía en dos. Una parte hacia esta piscina y la otra hacia la fuente publica donde todos tomaban su agua.
La temperatura era agradable en una mañana templada como aquella. Kikka sabía que el invierno estaba por terminar, pronto empezaría la primavera y con el cambio de estación… los Oni volverían con más fuerza. Se suponía que ella era la guardiana, la defensora de Ukataka y ahora la carcomían las dudas.
Normalmente Kikka recurriría a su hermana, pero Ōka no dejaba de tratarla como una niña, siempre insistiendo que no tomara riesgos y que dejara que los Asesinos se ocuparan de todo. Tenía buenas intenciones, pero le dolía que no pudiera ver que ella también quería poner de su parte. Kikka no tenía la fuerza de Ōka, eso lo sabía. No tenía el poder de una Asesina para ayudar.
Quizá por eso fue por lo que le preguntó a Sansker. Era un hombre muy peculiar. Al principio su aspecto le había parecido intimidante, pero cuando pudieron hablar expresaba una compasión increíble. Sus ojos grises le recordaban a las nubes tapando el sol, como si cubrieran el interior de su alma de cualquier mirada. Rara vez hablaba de su pasado, incluso cuando le conto al respecto la mayoría era sobre lo que otros hacían o lo que había visto.
Pero le gustaba hablar con él. No le daba ninguna importancia a su rango, ni tampoco temía a su hermana. Por primera vez en mucho tiempo Kikka pudo permitirse ser ella misma con alguien. Y cuando lo necesitaba Sansker había respondido mucho más allá de lo que esperaba. Siempre se sentía mejor después de estar con él, era agradable tener a alguien que la escuchara sin juzgar o con deferencia.
—Bueno, no puedo quedarme aquí todo el día—dijo Kikka preparándose para ponerse de pie.
La puerta de la piscina se abrió en ese momento y ella levanto la cabeza. No esperaba que nadie más fuera por un baño tan de mañana. El vapor cubrió al recién llegado, pero en cuanto el viento lo disperso y pudo ver quien era sus ojos se abrieron como platos.
— ¿Sansker?—susurro Kikka llevándose las manos a la boca. El hombre estaba allí, con la túnica de baño mal puesta y abierta, claramente tan sorprendido como ella.
A pesar de sus mejores esfuerzos Kikka bajo la mirada a la cintura de Sansker y sintió su rostro arder como brazas al darse cuenta de que no había nada cubriéndolo allí. Kikka tardo un segundo en reaccionar, dándose la vuelta y haciéndose un ovillo, sonrojándose y deseando que la tierra se la tragará completa. El corazón le palpitaba tan fuerte que parecía que le fuera a salir por las orejas.
— ¿Kikka? diablos… lo siento... ya me… —escucho decir a Sansker antes de que se cortara y se ollera un fuerte chapoteo que salpico agua por todas partes.
Kikka se dio la vuelta y vio al Asesino acostado en la piscina, escupiendo agua y luchando por ponerse de pie, pero resbalándose otra vez y quedando sentado, con una expresión de la más absoluta humillación y resignación que hubiera visto jamás. Kikka no pudo evitarlo y comenzó a reírse, tanto por vergüenza como por lo absurdo de la situación. Sansker la volvió a ver con el ceño fruncido, pero también sonrió ligeramente, cerrando su túnica de baño.
— ¿Estas bien?—preguntó Kikka arrodillándose junto a él, y prometiéndose a si misma no mirar hacia abajo, sin importar que le picaba la curiosidad de echar otro vistazo.
—Herido en mi orgullo más que nada—dijo Sansker mirando hacia la pared opuesta.
Kikka se sonrojo otra vez. Aunque no se sentía amenazada, estaba en un baño, apenas cubierta, con un hombre. Si Ōka llegaba a enterarse los mataría a ambos. Lo correcto sería pedirle que se fuera o marcharse ella misma. No quería ni pensar en lo que diría la gente, pero no le parecía correcto dejarlo tirado sin decirle nada. Sansker parecía más avergonzado por su caída que por sorprenderla, intentaba darle su espacio.
—Eso es un alivio…—dijo Kikka intentando encontrar algo que mirar que no le hiciera arder el rostro—No esperaba ver a nadie más a esta hora.
—Ya somos dos, discúlpame por eso—dijo Sansker—prefiero tomar baños por la mañana, y nunca me he encontrado con nadie. Lamento el incidente, te dejare para que termines.
—No… no tienes que irte…—dijo Kikka, sorprendiéndose a si misma. Respiro profundamente, pensando en esto de manera tranquila. Sansker era alguien en quien podía confiar, si él hubiera querido aprovecharse de ella… había tenido oportunidades—Digo, si no te molesta compartir el baño conmigo… yo puedo… no me molesta hacerlo tampoco…
Su voz se hizo un hilo inaudible. No podía mirarlo a la cara para saber que estaba pensando, y se sentía como una tonta por siquiera abrir la boca.
—Molestia es lo último que diría para referirme a ti, Kikka—dijo Sansker finalmente soltando un suspiro—Aceptaré tu generosa oferta.
Kikka asintió y se hizo a un lado para darle espacio, sentándose para quedar cubierta por el agua. Para su sorpresa Sansker no tomo ni siquiera un segundo para prepararse y procedió a hundirse por completo en el agua otra vez. Luego rompió la superficie, agitando la cabeza y sonándose la nariz con fuerza. El acto le recordó tanto a un niño que Kikka no pudo evitar volver a reírse. Incluso en la parte más profunda, el agua en la pileta apenas les llegaba a las rodillas, así que verlo moverse así era como ver a un niño saltando en una bañera.
— ¿Qué ocurre?—preguntó Sansker mirándola y arqueando una ceja.
—Es que… nunca había visto a nadie hacer eso—dijo Kikka riendo suavemente— ¿Estabas pensando ir a nadar? Deberías ir al río.
—Prefiero ser eficiente—replicó él—así es como nos bañábamos en mi tierra. No encuentro el truco a limpiarse primero y luego sentarse en agua caliente.
—Es que la limpieza no solo tiene que ser para tu cuerpo—dijo Kikka, abrazo sus rodillas atrayéndolas hacia ella—El área antes de la piscina es donde dejas la suciedad física. Y en la pileta debes dejar que el agua limpie tu espíritu. Es un momento para relajarse y dejar ir todas tus preocupaciones.
— ¿De verdad?—Sansker se quedó pensativo, y su mano se movió para buscar algo dentro de su túnica, aferrando un dije que colgaba de su cuello—No lo había pensado de esa forma…
— ¿Qué es eso?—preguntó Kikka al ver un resplandor plateado entre sus dedos. Sansker saco el collar y se lo mostro. Era una pequeña cruz plateada, sin adornos de ninguna clase. Kikka extendió la mano, pidiendo permiso con la mirada.
—Adelante. Es una vieja reliquia familiar—dijo Sansker encogiéndose de hombros. Se quito el collar y se lo entrego—Un símbolo de fe, podríamos decir.
Kikka había escuchado de la religión del occidente, pero no mucho. El símbolo de la cruz al menos le era familiar. Se pregunto que podría ver si intentara usar su clarividencia en ese dije. Por alguna razón se sentía muy pesado, como si cargara con algo extremadamente difícil de manejar.
—No se mucho de religión—admitió Kikka acariciando la cruz—A mí me enseñaron a respetar a la familia, la naturaleza y los dioses. Reconociendo lo divino podemos limpiar nuestros espíritus y vivir en armonía ¿no era así en tu tierra?
—Es… complicado—dijo Sansker apoyándose en las palmas de sus manos—En cierta forma, sí. Pero se supone que Dios es diferente, único, está con nosotros y al mismo tiempo más allá de cualquier lugar. O algo así… es más un código de conducta, si quieres verlo de esa forma. Una serie de reglas que hemos de seguir para alcanzar la salvación.
— ¿Te refieres a tradiciones?—preguntó Kikka. No sonaba tan diferente y al mismo tiempo parecía que lo fuera—Eso es normal en cualquier parte.
—Desde luego, pero si eres cristiano tienes que seguir reglas muy específicas—replicó Sansker—y es un compromiso de por vida. Dios nos muestra que las respuestas ya están allí. El bien y el mal, lo justo y lo injusto… no hay lugar para las dudas. Nuestro deber es ser buenas personas, y aunque el camino está señalado no es fácil. La lucha constante por mantener la entereza, eso es lo que nos ocupaba en mi tierra.
—Suena complicado—dijo Kikka tratando de imaginarlo—y a la vez tan simple… pero si es como dices entonces al menos estás haciendo un buen trabajo. Eres una buena persona.
—… Eso quisiera pensar a veces—dijo Sansker. Levanto la vista hacia el cielo—Ya ha pasado mucho tiempo. Te agradezco tu paciencia Kikka, me iré primero antes de que pase algo más.
—Es-está bien, que tengas un buen día Sansker—dijo Kikka. Él se despidió con la mano y se marchó.
Kikka se quedó en el agua un tiempo más. Aquello había sido bastante atrevido de su parte, pero estaba contenta de haberlo hecho. Kikka sonrío, sintiéndose en efecto libre y purificada. Se puso de pie y salió un poco después, lista para enfrentar el día.
El baño casi había terminado en un desastre, pero por fortuna Kikka fue comprensiva. A pesar de ello Sansker salió de la casa de baños con prisa, caminando hacia el cuartel. No tenía duda que Ōka no sería tan diplomática si llegaba a enterarse y Ukataka era lo bastante pequeña para que alguien los viera y comenzara a hablar. Lo último que necesitaba era una situación comprometida.
Para su desgracia, o quizás no tanto, la imagen de Kikka en la piscina estaba grabada firmemente en su memoria. Era curioso que le impresionara más el verla con esa simple túnica blanca que su tradicional vestido dorado. Sin esas ropas tan elaboradas podía apreciar mejor sus finos rasgos y su piel blanca, de aspecto tan frágil y elegante como la seda. En su recuerdo el vapor mismo formaba un arco alrededor de ella, rompiendo la luz en un prisma de colores que se reflejaba en las gotas de agua que salpicaban su cabello como perlas… Sansker se obligó a parar allí y se detuvo, frotándose los ojos con fuerza. Estaba caminando en una dirección que no era conveniente.
—Maldita sea…—mascullo. Estaba al pie de las escaleras y comenzó a subir por costumbre, pero decidió evitar el cuartel. Sería mejor que se concentrara primero.
Giro a la izquierda para caminar por la pequeña terraza, pero fue entonces que vio que no estaba solo allí. Shusui se encontraba mirando hacia la aldea, aparentemente perdido en sus pensamientos. El oficial de inteligencia tenía sus manos detrás de la espalda y respiraba tranquilamente, disfrutando del aire libre.
—Tanta paz y tranquilidad…—murmuro Shusui—Una felicidad tan simple que hace fácil olvidar los problemas del exterior…
Sansker pensó que sería mejor retirarse, pero antes de dar siquiera un paso, Shusui se dio la vuelta.
— ¿Quién está allí?—preguntó. Sus ojos se abrieron ligeramente al verlo, pero una sonrisa pronto se asomó en sus labios—Ah, Sansker. No esperaba verte hoy… te mueves muy sutilmente. No muchos pueden sorprenderme así.
—No lo hice a propósito—replicó él levantando las manos—es una costumbre del ejército. Caminar sin hacer ruido es esencial para un explorador.
—Sin duda—dijo Shusui asintiendo—Dime ¿qué piensas de la última batalla contra los Oni? Tal parece que estábamos en lo correcto al sospechar una organización. Hable con el jefe Yamato al respecto.
—Sí, es algo preocupante, pero no inesperado ¿verdad?—replicó Sansker—Tú teoría queda confirmada.
—Más allá de toda duda—asintió Shusui—Aunque no es la única que hemos podido comprobar ¿no es así?
Sansker no respondió de inmediato. La verdad era que había estado evitando pensar en la sugerencia de Shusui de que el pasado pudiera ser cambiado. Pero no podía olvidarlo. Seguía presente sobre cada uno de sus pasos y acciones.
—Eso no tiene caso. Incluso si fuera cierto, no hay forma de viajar en el tiempo—dijo Sansker sacudiendo la cabeza—En cambio un Oni comandante suena más problemático.
—Oh, es una amenaza mucho más inmediata—dijo Shusui—No lo negaré. Y no le des demasiadas vueltas a lo que te dije ese día. A veces me gusta especular, es parte de mi trabajo. Tienes que admitir que es una posibilidad interesante.
—Lo es, pero no creo que debiéramos enfocarnos en ello—dijo Sansker, un poco más fuerte de lo que deseaba—Y ahora no tenemos tiempo para estudios o especulaciones.
Shusui se lo quedo mirando brevemente, y Sansker casi deseo poder leerle la mente. Aunque al final el oficial de inteligencia se limitó a sonreír brevemente.
—Lo sé. De hecho, he estado planeando algunas formas para mantener la aldea a salvo.
— ¿A qué te refieres?
—Preferiría no divulgarlo de momento, los detalles aún no están completados—dijo Shusui acomodando sus lentes y comenzando a caminar de regreso al cuartel—Si me disculpas creo que volveré a mi trabajo. Espero que podamos hablar más en el futuro, encuentro nuestras conversaciones… sumamente esclarecedoras.
Sansker lo miro alejarse pensando que en su caso era lo contrario. Siempre que hablaba con Shusui terminaba con más preguntas que respuestas.
No hubo demasiado tiempo para pensar. Yamato reunió a los Asesinos al medio día, indicándoles su nuevo proceder. Seguirían moviéndose en grupos, pero ahora los exploradores se enfocarían en buscar al comandante de los Oni. Como consecuencia se ocuparían de cualquier Oni gigante que fuera visto dirigiendo o comandando a otros. Así, Sansker termino en una misión con Hatsuho y Fugaku, cazando arañas. Los exploradores habían descubierto una concentración de Mifuchis y Escupe-Veneno, Oni con forma de araña del tamaño de un perro que actuaban casi como una colonia de hormigas bajo el control de las arañas gigantes.
—Al menos no nos tocó esperar demasiado—comentó Fugaku en cuanto salieron, dirigiéndose a la Era de Gracia—Cazar Mifuchis debería ser fácil. Ya te estas acostumbrando ¿verdad, novato?
—Tanto como es posible—admitió Sansker—No es que tenga demasiadas opciones.
—Cazar Oni es una tarea importante—intervino Hatsuho—Hay que tomárselo con seriedad. Yamato quiere que resolvamos esto pronto.
—Sí, sí… —dijo Fugaku encogiéndose de hombros— ¿Qué tal si tenemos una competencia, novato? El que mate más arañas gana.
— ¡No es justo, yo también quiero participar!—exclamo Hatsuho encarándolos.
—Claro, una competencia amistosa suena bien—dijo John asintiendo. Por supuesto que sospechaba que sus compañeros se lo tomarían mucho más en serio que él.
—Bah, por eso es por lo que no me gusta ser niñero—dijo Fugaku—Al menos hoy no me toco vigilar a la niña yo solo.
— ¡Oye!—Hatsuho se detuvo y señalo a Fugaku con él dedo, poniendo su otra mano en la cadera—Para que lo recuerdes, soy mayor que ustedes dos ¡Así que no me trates como si fuera una niña!
— ¿Eh? Di lo que quieras pero ¿Cómo diablos esperas que me trague eso de que eres mayor que yo?—preguntó Fugaku más confundido que enfadado.
— ¡Solo cállate, de acuerdo!—exclamo Hatsuho apartando la mirada—Mejor apresurémonos y completemos la misión ¡Vamos Sansker!
Hatsuho se dio la vuelta y comenzó a caminar a grandes zancadas para alejarse de ellos. Fugaku se la quedo viendo y se volvió hacia él, sacudiendo la cabeza.
—Nunca podré entender a esa chica…
Sansker no respondió, pensando en lo que Hatsuho había dicho. Después de todo ella misma le dijo que era la hermana mayor de todos en la aldea, y parecía que era algo literal. Quizás sería mejor hablar con ella al respecto. Lanzo un suspiro y siguió a sus compañeros adentrándose más en el Otro Mundo.
Cuando llegaron a la zona no les fue difícil encontrar el rastro de los Oni. La tierra estaba cubierta de telas de araña y solo tuvieron que seguir el rastro hacia un pequeño pueblo que se escondía entre los bosques de bambo. Lo único extraño fue que no vieron señales de ningún Oni, aun cuando tenían que cortar parte de la tela para avanzar. No fue hasta que llegaron a las cuevas que pudieron ver la razón.
— ¿Qué diablos…?—murmuro Sansker deteniéndose a ver. Fugaku y Hatsuho también quedaron sorprendidos.
El campo estaba lleno de cadáveres de Oni, al menos unos 30 o más Escupe Veneno, con los cuerpos de 2 Mifuchis completando el conjunto. Las arañas habían sido exterminadas y el responsable estaba de pie sobre el cuerpo del arácnido más cercano, oteando el horizonte.
— ¡Hayatori! ¿Vuelves a meterte en mi camino?—exclamo Fugaku apuntando al Asesino de las dagas.
—No puedo creerlo… ¿Cómo pudiste vencerlos a todos tu solo?—preguntó Hatsuho mirando los cuerpos.
—Es solo mi deber como Asesino—dijo Hayatori saltando al suelo frente a ellos—Estaba en las cercanías y decidí eliminarlos. Pensé que ayudaría el ocuparme de esto personalmente.
—No es cuestión de ayudar, es que era nuestra misión—dijo Hatsuho frunciendo el ceño.
—Parece que estaba equivocado entonces. Me disculpo. Seré más cuidadoso en el futuro.
—Vaya, que pérdida de tiempo—dijo Fugaku pateando uno de los cadáveres—Al menos ayúdanos a terminar la limpieza. Ya que hicimos este viaje por nada.
Hayatori asintió y los 4 se dispersaron para purificar los cadáveres. El número de Oni era grande, y Sansker quedo impresionado que una sola persona pudiera lidiar con tantos a la vez, aunque Hayatori había demostrado grandes habilidades desde la primera vez que lo viera. El tipo era muy recatado y reservado, en la aldea apenas intercambiaron un par de saludos y nunca tomaron una misión juntos. Un auténtico lobo solitario, y uno que podía respaldar su decisión.
El grupo decidió volver, aunque Hayatori se separó, insistiendo que aún tenía otras misiones que cumplir y los otros tres regresaron a la aldea. Yamato estaba en la recepción junto a Nagi. Si estaba sorprendido de verlos regresar tan pronto, no lo menciono, y escucho el reporte con paciencia. Aparentemente esa costumbre de Hayatori de aparecer de la nada y resolver lo que fuera solo para irse era bastante conocida.
—Ya veo…—dijo Yamato asintiendo—supongo que no han podido evitarlo. Pero a pesar de todo los tres han estado realizando sus misiones con eficiencia, no tengo la menor duda que hubieran podido completar la misión.
—Pero por supuesto—dijo Hatsuho—eso es lo que pasa cuando nos envías a nosotros.
—Hmm… Pero aún tienen mucho que aprender—replicó Yamato con una sonrisa complacida.
— ¡Ugh! No actúes tan sabelotodo Yamato—dijo Hatsuho— ¿Ya olvidaste quien era el que siempre venía llorando a buscar a su hermana mayor Hatsu?
Yamato pareció enrojecer por una breve fracción de segundo, pero se apresuró a responder con aplomo.
—Este no es el momento ni el lugar para esa conversación.
—Esperen… ¿Hermana mayor Hatsu?—preguntó Sansker incapaz de contenerse. Nagi y Fugaku intercambiaron una mirada,aparentemente tan confundidos como él.
—No es nada, no es nada. Olvídalo ¿sí?—dijo Hatsuho, riéndose de manera nerviosa y agitando las manos. Nagi la miro preocupada por lo que la joven trato de cambiar de tema—Oigan, ahora que lo pienso, ya casi termina el invierno ¿verdad? Pronto será el Setsubun, eso será muy divertido, ya saben el: "¡Qué vengan los Oni, fuera la buena suerte!".
—Serás… Se dice "¡Fuera los Oni, que venga la buena suerte!"—dijo Fugaku— ¿Cómo es que lo entendiste al revés?
— ¿Qué?—preguntó Hatsuho, claramente confundida.
—Es cierto, la forma tradicional es 'Fuera los Oni'—comento Nagi acariciándose la barbilla—Nunca había escuchado 'Que vengan los Oni'.
—Pe-pero somos Asesinos ¿no?—insistió Hatsuho—Nos ocupamos de misiones peligrosas por eso 'que vengan los Oni' y damos alegría a los demás, así que 'fuera la buena suerte'… no… ¿no es así?
—Técnicamente Hatsuho tiene razón. Pero ese dicho es de hace mucho tiempo—intervino Yamato con voz neutra—En los últimos años los Asesinos se abrieron al mundo, operando más abiertamente. Así que tuvimos que adaptarnos en varias formas. Por eso ahora decimos 'Fuera los Oni' como todos los demás.
—Eso no tiene sentido… digo que yo recuerde… en mis tiempos—dijo Hatsuho, una sombre de angustia cruzo por su rostro y miro hacia el suelo, su voz volviéndose inusualmente grave—En mis tiempos…
— ¿Hatsuho?—preguntó Nagi acercándose a ella y poniéndole una mano en el hombro. La joven se movió con brusquedad, rechazando el contacto.
—Lo-lo siento, estuve diciendo cosas raras—dijo Hatsuho, intentando sonreír y caminando hacia atrás—Claro que las cosas cambiarían en 40 años… yo… me voy a casa ¿está bien?
Hatsuho prácticamente salió corriendo del cuartel y Sansker pudo jurar que vio algo brillante salir de sus ojos antes de que se perdiera más allá de la puerta.
— ¿Le pasa algo a Hatsuho?—preguntó Nagi bajando la mano, mirando a los otros. Fugaku se encogió en hombros, pero tenía el ceño fruncido.
—… Es algo normal, se le pasara pronto—dijo Yamato—Pueden retirarse.
Sansker tenía la sensación de que el jefe les ocultaba algo. Nagi y Fugaku comenzaron a alejarse, pero Yamato lo retuvo.
—Tú y Hatsuho se han vuelto cercanos ¿no?—preguntó el jefe a sus espaldas.
—Sí, algo así… es mi 'mentora' después de todo—dijo John con una media sonrisa, pero sin mentir.
— ¿Podrías buscarla para asegurarte que este bien? No creo que me reciba muy bien si voy yo.
—… Por supuesto pero ¿por qué no puede ir usted?—John se dio la vuelta pero el jefe no lo miro.
—Sera mejor que ella te lo explique si así lo desea—dijo Yamato—Cuento contigo, Sansker.
Sansker dejo el cuartel y busco a Hatsuho. No solo porque Yamato se lo había pedido, también porque sentía que algo no estaba bien. Esta vez no tuvo que preguntarse a donde había ido. Sansker camino hasta la forja de Tatara y subió por el sendero hasta el pequeño templo escondido al pie del árbol. Tal y como lo esperaba, Hatsuho estaba allí, con un aspecto pensativo y abatido. John decidió hacer algo de ruido al caminar, llamando su atención.
—Sansker…—Hatsuho levanto la vista— ¿Qué haces aquí?
—Vengo a poner mi ofrenda—dijo John sacando un puñado de Haku y depositándolo en el ofertorio—Y estaba buscándote. Nos preocupaste a todos ahora en el cuartel.
— ¿Estabas preocupado por mi?—Hatsuho sonrió débilmente—Lo siento, no era mi intención.
—Eso espero, aunque es inevitable—dijo Sansker. Se apoyo contra las raíces y cruzo los brazos, dando un suspiro—Es lo que hacen los amigos… y los buenos alumnos ¿no?
—No es que me des el respeto adecuado como tu mentora—replico Hatsuho entrecerrando los ojos.
—Hago lo que puedo, si el alumno es rebelde entonces la culpa es del maestro.
— ¡Oye!
Sansker rio ligeramente y Hatsuho se las arregló para sonreír un poco más, pero la misma sombra que tenía en el cuartel volvió a posarse sobre su rostro y ella aparto la mirada, examinando la casa de ofrendas, con las manos juntas detrás de la espalda.
— ¿Qué querías decir con 'cuarenta años'?—preguntó Sansker finalmente—Ya van varias veces que dices cosas así…
—Lo sé… lo siento… en realidad no quería esconderlo, pero…—dijo Hatsuho—Intenté decírtelo, pero no encontré las palabras y… todo es tan confuso que a veces creo que quería engañarme a mí misma…
—No tienes que decirme si no quieres—dijo Sansker, notando que era algo difícil para ella.
—No, está bien… creo que es justo—Hatsuho se dio la vuelta y camino hasta sentarse al pie de las raíces, acurrucándose a la sombra del árbol e invitándolo a unirse a su lado— ¿Estarías dispuesto a escuchar mi historia?
—Desde luego—respondió él sentándose también.
—Yo soy como Urashima Taro—dijo Hatsuho abrazando sus piernas y apoyando la barbilla en sus rodillas—A la deriva en el océano del tiempo, perdida. Viví en Ukataka hace unos 40 años. Yamato vivía cerca de mi casa y era como un hermano menor para mí. Un día tuve que dejar la aldea para hacer un recado. Pero en el camino de regreso me perdí en medio de una niebla espesa. Deambulé en ese lugar por mucho tiempo, buscando una salida, pero al final me canse y me dormí debajo de un árbol… cuando finalmente regrese a Ukataka… las cosas eran como ahora. Sin darme cuenta llegué al futuro, apenas aparecí hace un año. No tengo ni idea de cómo pudo ocurrir algo así… Yamato era un niño y al día siguiente se convirtió en un viejo… Creo que los Oni tienen que haber hecho algo con el tiempo y de alguna forma quede atrapada en el vórtice. O eso me dijo Yamato. Aparentemente fui el hablar del pueblo por un tiempo, desapareciendo se esa forma. Y ahora estoy sola. Mi padre, mi madre, mis amigos… todos están muertos.
Sansker se quedó en silencio mientras la escuchaba. Era un relato imposible, y aun así explicaba todo a la perfección. Irónicamente Hatsuho era como él, alguien que perdió todo, pero en lugar de sumirse en la melancolía intento ayudar a su gente. Tener tal fortaleza de carácter a tan corta edad era increíble. Pero el dolor de aquella perdida era demasiado fresco, demasiado fuerte, y podía abrumarla. Sansker busco la cruz de plata dentro de su camisa, recordando a sus propias perdidas.
—De dónde vengo solíamos creer que la gente no se va para siempre—dijo Sansker soltando el dije y mirando a Hatsuho—Nuestros seres queridos siguen viviendo dentro de nosotros. Y siempre que no los olvidemos, no perecerán. Guarda sus recuerdos Hatsuho, atesóralos y ellos seguirán contigo en tu corazón.
— ¿En serio? Es una idea muy bonita—dijo Hatsuho asintiendo. Suspiro y se froto los ojos, intentado animarse—Pero no tienes que preocuparte. Soy una chica fuerte ¿sabes? Ya he decidido que no voy a pasar mis días lamentándome.
—Me parece una buena idea—dijo Sansker— ¿Y qué piensas hacer entonces?
—Voy a vivir mi vida al máximo—respondió la joven sonriendo nuevamente—Si no estaría perdiendo mi tiempo. Prefiero seguir con una sonrisa. Todo se siente mejor de esa forma.
Eso era muy cierto, pensó él. Aunque una sonrisa podía ocultar mucho, era mejor que el dejar que la miseria te arrastrara. Por supuesto que era sencillo decirlo y no tanto el hacerlo. Se pregunto que tanto Hatsuho estaría escondiendo.
—Es una buena actitud…—asintió él.
—Eso creo… gracias por escucharme, Sansker… se siente bien hablar de ello—dijo Hatsuho mirando hacia el árbol y la caseta de ofrendas—Siempre me gustaba venir aquí, incluso antes de perderme, de alguna forma me hacía sentir tranquila y segura. Como si alguien estuviera cuidándome. Pero cuando regrese estaba dañado y abandonado. Ahora parece mucho mejor ¿crees que alguien lo ha estado arreglando?
—Quizás es solo el espíritu del árbol que está contento de tener visitas—dijo John, sintiendo esa presencia del espíritu guardián a su alrededor. Estaba despierto, manteniendo el silencio. Bien visto era una presencia confortante y podía entender lo que Hatsuho decía—No tienes que cargar todo esto sola. Si ocupas hablar de algo, puedes buscarme.
—Gracias por preocuparte, pero estaré bien—respondió ella—Creo que me quedare aquí un rato más… oh y no les digas nada a Ōka y los demás. No quiero preocuparlos ¿está bien?
Sansker asintió y acompaño a Hatsuho unos minutos más antes de irse. Al menos estaba seguro de que allí, en ese pequeño santuario, no estaba sola.
La oficina del oficial de inteligencia siempre se sentía pequeña, producto de todos los libros, papiros y tomos que estaban apilados por todas partes. Además, tenía ese aroma a papel envejecido y seco que Kikka encontraba difícil de soportar, porque le irritaba la nariz. Pero Shusui tenía algo importante que discutir, y ella no pensaba mostrar señales de incomodidad. Aun así, lo que estaba escuchando no era fácil de tomar.
—En pocas palabras ese sería el procedimiento—dijo Shusui, terminando su exposición y entrelazando sus manos frente a su rostro, apoyándose en el escritorio —Ahora que lo ha escuchado todo ¿qué es lo que piensa, señorita Kikka?
Ella cerro los ojos, reflexionando por unos segundos. No era la primera vez que Shusui le hablaba al respecto, pero…
— ¿Estás seguro de que funcionara?—preguntó Kikka.
—Así es. La información que he reunido no deja lugar a dudas—respondió el joven, sus ojos eran fríos como el acero—Después de todo fue usted quien me pidió que investigara otras formas de proteger la aldea. Tengo la certeza de que esto ayudara enormemente.
—Lo sé…—asintió Kikka apretando las manos. Deseo poder sentarse, pero no había otra silla en la habitación y usar una pila de libros parecía impropio.
—Aunque, desde luego, esto pondría una enorme carga sobre usted—continuo Shusui con un tono neutro. Sus ojos quedaron ocultos por el reflejo de la luz en sus lentes—Me temo que eso es inevitable.
Esto era lo que deseaba. Poder ayudar a proteger su aldea y la gente que vivía en ella. Pero no había tomado conciencia de lo que implicaba hasta que Shusui le explico los detalles. Kikka odiaba que esa duda la estuviera carcomiendo ¿Cómo podía llamarse la Doncella de la Barrera si pensaba de esa forma? Su hermana y los demás Asesinos luchaban todos los días, poniendo sus vidas en riesgo. No podía hacer menos que ellos.
—Lo entiendo, es egoísta por mi parte el pedirle que asuma semejante carga—dijo Shusui súbitamente, dando un suspiro—Por favor, olvide que lo mencione…
— ¿Acaso tienes tan poca fe en mi?—replicó Kikka interrumpiéndole y sintiéndose algo molesta—Si de verdad ayudara a proteger la aldea entonces estoy de acuerdo. Haré lo que sea necesario.
—Sabía que accedería. Comenzare los preparativos inmediatamente—dijo Shusui dedicándole una sonrisa nada alegre—Por favor discúlpeme, señorita Kikka, tengo mucho trabajo que hacer. Le informare cuando todo esté listo.
Ella asintió y dejo la oficina. A pesar de sus palabras sentía un peso en su corazón. Una emoción que no la dejaba tranquila. Junto sus manos en una oración silenciosa. Tenía que ser fuerte, esto no era nada comparado con los sacrificios de los Asesinos. Mantener la aldea segura era su misión.
—Ōka…—murmuro Kikka, pensando en su hermana. Ella no aprobaría esto, estaba segura. Pero si no lo hacía… casi había perdido a su hermana durante la emboscada. Si no podía ayudarla en el campo de batalla entonces haría esto. Aunque fuera en contra de su voluntad.
Otro nombre bailo en sus labios, pero no lo menciono en voz alta. Sansker… Se limito a pensar en él, deseando poder tomar algo de esa fuerza y compasión que le había visto ejercer. Kikka no pensaba retroceder ahora, aunque estaba por verse si podría soportar el peso de su decisión.
Sansker reporto su encuentro con Hatsuho a Yamato. El hombre parecía aliviado de escuchar que ella estaba mejor y sonrió abiertamente. Encontró al jefe caminando por la aldea, así que se le unió, siguiendo a Yamato mientras dirigía su paseo hacia las áreas de cultivo, pasando entre los huertos y plantaciones.
—Ahora conoces la historia. La verdad es que para mi Hatsuho siempre será mi hermana mayor—dijo Yamato—No puedo ser la roca que necesita para apoyarse. Este mundo es como otra dimensión para ella. Incluso yo soy un completo desconocido. En cambio, tú estás en la misma situación, Sansker. Sé que no es siempre fácil llevarse con ella, pero te ruego que le tengas paciencia.
—Puedo hacerlo… aunque si llego a encontrar más Mitama quizás no sea tan sencillo—dijo John haciendo una mueca al recordar lo competitiva que Hatsuho se ponía al respecto. Entre ella y Fugaku parecían dispuestos a apostar por lo que fuera—Pero… un viaje en el tiempo de 40 años. Nunca había escuchado de algo así.
—Suena emocionante, es cierto, aunque Hatsuho nunca pidió nada de esto—dijo Yamato—No entiendo como paso. Supongo que habrá tenido que ver con los Oni y sus poderes.
Sansker asintió. Eso era bastante claro, lo que le molestaba era que con esto la idea de Shusui quedaba demostrada. Si los Oni podían llevarte al futuro ¿por qué no al pasado? Y si podían viajar 40 años o más, entonces 8 años no serían nada.
—Si pudiera hacerse a voluntad, viajar en el tiempo… ¿no sería importante saberlo con certeza?—preguntó John.
—Sería un conocimiento peligroso—dijo Yamato. Se llevo una mano hasta el parche que cubría su ojo izquierdo—Hay ciertos eventos que desearía poder cambiar. Aun así, viajar a través de las corrientes del tiempo… es un poder que no debería existir en este mundo.
— ¿Por qué rompe el orden natural?
—Porque no podríamos medir las consecuencias—respondió Yamato deteniéndose a la orilla de uno de los sembradíos de arroz—Corregir el pasado con la sabiduría del futuro y la experiencia podría parecer lo correcto, pero deberíamos lidiar con la responsabilidad y el peso de nuestros actos. Buscaríamos evadir esas consecuencias, cambiando el mundo a nuestro antojo, y no seríamos capaces de aceptar lo que ocurriera.
— ¿Y qué pasa con aquellas situaciones que nos son impuestas?—preguntó Sansker sin poder evitarlo—Hatsuho nunca pidió esto, como usted dijo jefe ¿No sería justo poder revertirlo? Darle la vida que le fue negada, corregir el error.
John también pensó en si mismo, pero no lo dijo en voz alta. Ukataka era un sueño para él, en más de una forma. Y ahora era un lugar donde podría considerar… vivir. No solo existir como en la Montaña Sagrada. John podía sonreír con las ideas de Ibuki, deseaba proteger a Hatsuho y Kikka, disfrutaba de la compañía de Ōka y Nagi… este era un lugar donde podía vivir, quizás incluso ser feliz. Pero ¿no le debía a sus amigos y familia el poder revertir los efectos del Despertar? ¿Era siquiera posible algo así?
—Estamos hablando de algo completamente hipotético—dijo Yamato—La verdad es que no tengo el poder para corregir ese evento. Pero respondiendo a tu pregunta, sí, desearía poder devolverla a su familia, a la vida que dejo atrás. Y aun así… eso implicaría que no la conocería hoy. Que le robaría lo que ha logrado y tendría que ver como esta vida también se pierde ¿Sacrificarías el presente para salvar el pasado, Sansker?
—… No lo sé—dijo finalmente—A veces pienso que sí, pero no estoy seguro.
—En ese caso ¿por qué no buscar respuestas?—dijo Yamato dándose la vuelta—Tú de entre todas las personas que he conocido debería poder hacerlo. Tienes tantas Mitama, puedes oír las voces de los héroes del pasado ¿No te pueden dar parte de su sabiduría?
Sansker se llevó una mano al pecho sintiendo la presencia de los espíritus en él. Abriendo su Ojo de la Verdad los pudo ver, parados junto a ellos. Las Mitama siempre estaban con él, pero no se manifestaban salvo en contadas ocasiones. Y aún era incapaz de escuchar sus voces, excepto al encontrarlas y en sus sueños. Era una barrera que no tenía ni idea de cómo romper.
—No es tan sencillo. Me temo que no tengo el talento para hablarles directamente.
—Es posible, aunque creo que el problema no es ese—dijo Yamato acariciándose la barbilla.
— ¿Cuál sería entonces?
—Piensas demasiado, Sansker. A veces hay que aprender a silenciar la cabeza para escuchar con el corazón—dijo Yamato dándole un golpecito en el pecho. Se dio la vuelta para regresar al cuartel—Por cierto, procura terminar cualquier tarea o misión que tengas pendiente pronto, de aquí a tres días no podrás.
— ¿Por qué?—preguntó John arqueando una ceja.
—Hatsuho te lo dijo, es el Setsubun, el cambio de la estación. Un día para tomarse un descanso.
