XII – El Nombre es…
Apenas tuvieron tiempo de aliviarse por el hecho de que Kikka estuviera fuera de peligro y la alarma rompió esa pequeña paz que habían logrado. Sansker apretó los puños, maldiciendo en voz baja. Un ataque era lo último que necesitaban en ese momento. Todos los Asesinos estaban cansados. Naturalmente comenzaron a llegar al cuartel segundos después de escuchar la alarma, pero no podían esconder su fatiga. Incluso él se sentía con ganas de regresar a la cama y dormir unas cuantas horas más. Yamato mantuvo la calma, y les dijo a Nagi y él que esperaran. Uno de los exploradores apareció rápidamente para dar su reporte, justo cuando Ōka, Ibuki y el resto llegaban a toda prisa, seguidos por los otros Asesinos que estaban de descanso en la aldea.
—Muy bien, ya estamos todos—dijo Yamato dándose la vuelta para mirar a los Asesinos.
— ¡¿Capitán?!—Exclamo Ibuki, sorprendido.
— ¿Ya habías vuelto Yamato? Debiste decir algo—dijo Hatsuho.
—Los acontecimientos se han precipitado demasiado rápido, sé que ha pasado mucho pero no tenemos tiempo para ponernos al día—respondió Yamato, y eso basto para que todos se guardaran sus preguntas—Los exploradores reportan un número inusualmente grande de Oni pequeños están asediando a nuestras fuerzas en el campo. Aparentemente hay un Hinamagatori convocándolos en oleadas, si no los reforzamos podrían verse superados y los Oni alcanzarían la aldea.
— ¿Es que nunca se rinden?—mascullo Fugaku—Los hemos mantenido a raya hasta ahora, esto no cambia nada.
—Me temo que esta vez planean abrumarnos con su superioridad numérica. Una táctica inútil en una situación normal, pero en este momento somos vulnerables—dijo Yamato—Los necesito a todos en el campo, los Oni deben ser contenidos.
— ¿La señorita Kikka…?—preguntó Nagi, mirando a Yamato y Ōka.
—Aún no ha despertado. La medicina ayudo, pero sigue inconsciente—respondió la espadachina bajando la cabeza—Tendremos que encargarnos de esto sin ella.
—No podemos dejar pasar siquiera a un Oni—dijo Ibuki cruzándose de brazos—Si llegan hasta aquí Ukataka será arrasada.
—No hay tiempo para planes complicados. Por fortuna ya se ha establecido un anillo de defensa en torno a la aldea—dijo Yamato—Ibuki, toma una unidad y marcha hacia el norte. Nagi y Hatsuho, las necesito en el oeste, Hayatori tú te ocuparas del sur. Ōka, Fugaku y Sansker marcharan hacia el este, tendrán que sobrepasar la ola de atacantes y eliminar al Hinamagatori, una vez que caiga los Oni pequeños dejaran de atacar de manera coordinada. Hasta entonces los demás tienen que mantener el frente ¿entendido?
— ¡Ja! Solo hay que exterminarlos a todos como siempre—dijo Fugaku haciendo crujir sus nudillos—Este es el tipo de misiones que me gustan.
—No dejaremos que lleguen a la aldea ¡Puedes contar con nosotros Yamato!—dijo Hatsuho.
—Protegeré la aldea desde el sur—dijo Hayatori con calma—ustedes ocúpense de lo demás.
—Nada pasara desde el norte—dijo Ibuki.
Sansker tuvo que sonreír ante el espíritu de sus compañeros. Todos estaban al limite luego de tantos días en guardia, pero nadie emitió una solo palabra de queja. El resto de los Asesinos también estaba listo para el combate, tomando sus armas y sacudiéndose cualquier rastro de sueño que pudieran tener.
—En ese caso adelante—dijo Yamato levantando su mano y abarcándolos a todos con un gesto— ¡Qué la luz de los héroes ilumine su camino!
Ōka fue la primera en salir al campo de batalla. Los demás Asesinos salieron detrás de ella, dispersándose en todas direcciones. Ōka escucho el sonido de combate mientras corría hacia el este, adentrándose en la Era de la Paz. No era justo, los Oni atacaban siempre en el peor momento posible. Apenas había ganado esperanza cuando estas criaturas aparecían para despojarla de todo nuevamente.
—Kikka… por favor, mantente a salvo—murmuro Ōka, lo bastante bajo para que Sansker y Fugaku no la oyeran.
Estos días habían sido una tortura. Ōka se sentía responsable por la aldea, por su hermana, por sus compañeros… no podía más. Exterminaría a estos Oni y salvaría a su hermana. Su mano se cerró sobre la empuñadura de Suzakura, desenvainado la katana al llegar a los límites de la ciudad de la Era de la Paz.
Según los exploradores el Hinamagatori se había retirado a una zona aislada, más allá del paisaje urbano, donde la zona se convertía en una serie de cañones y grietas, con pequeñas montañas coronadas por árboles de las cuales manaban fuentes de agua. Esto creaba una zona empinada con pequeños 'caminos' entre las grietas antes de llegar a un valle donde se encontraba un edificio solitario en medio de un bosque de árboles quemados. Era allí donde el Oni alado había decidido aterrizar, y sus chillidos resonaban por todo el lugar, haciendo eco y alborotando a todos los Oni en las cercanías.
Los Asesinos irrumpieron fuera de la ciudad y fueron recibidos por una multitud de Oni pequeños. Ōka ataco con su espada casi sin pensarlo, golpeando a varios Diablillos que estaban en la vanguardia, pero detrás de ellos venían muchos más Oni: Aulladores, Colmillos, Cuchillas, incluso Acorazados y Tumbadores. Los Oni avanzaban a través de las rocas y aullaron al verlos, moviéndose hacia ellos.
—Maldición… son tantos…—dijo Ōka parándose y tomando nota del número— ¿Será posible pararlos a todos?
Nunca antes había dudado antes de una batalla, ni prestado atención a la cantidad de oponentes. Pero Ōka no podía relajarse, el miedo de fallar, de permitir que algo le pasara a su hermana o la aldea. Sus manos aferraron a Suzakura con más fuerza.
—Es no importa, no tenemos opción más que atacar—replicó Fugaku, dejando que su Mitama cubriera su cuerpo con un aura de poder y energía rojiza— ¡Es la hora de luchar!
—Toma el centro, nosotros cubrimos los flancos—dijo Sansker.
Su objetivo real era el Hinamagatori que estaba más allá de esta formación rocosa, pero no podían avanzar sin antes hacer retroceder a los Oni. Ōka avanzo, dejando que las dudas se fueran de su mente, concentrándose solo en el enemigo delante de ella y como eliminarlo. Un Aullador salto hacia ella, y pago el intento con su vida cuando Suzakura lo corto en dos. Detrás venían un par de Cuchillas, blandiendo sus largas garras, pero Ōka pudo deslizarse entre ellos, atravesando a uno por el pecho y cortándole un brazo al otro. El Oni herido reculo, y varios Diablillos saltaron hacia adelante, aunque sus movimientos torpes no eran rivales para ella. Despacho a todos y termino la vida del Cuchilla, cortándole la cabeza.
Fugaku también avanzaba, dejando un reguero de cadáveres detrás de sí. Su ferocidad natural era reforzada por su Mitama y el Asesino ataco el grueso de los Oni. Estos lo rodeaban, pero eran incapaces de someterlo, sus golpes y ataques fallaban o eran bloqueados por los guanteletes de su enemigo, y cada golpe de estos era recompensado con una muerte. Sansker era más lento, cubriéndole el flanco a Ōka, su nueva espada se movía rítmicamente, en unión con su escudo, cortando casi tantos Oni como golpeaba. Entre los tres habían logrado parar la marea. Y aun así seguían llegando. Ōka corto más enemigos, pero por cada uno que despachaba, dos más tomaban su lugar. Ninguno de los Oni presentes era una amenaza para los Asesinos, aunque su número era inagotable y no podían matarlos lo bastante rápido para avanzar.
— ¡Tengo una idea, Ōka retrocede!—dijo Sansker levantando los brazos. Su cuerpo pareció resplandecer con una luz azul mientras canalizaba el poder de su Mitama.
Ōka salto hacia atrás y frente a ella apareció una esfera negra con puntos de luz que comenzaron a girar a toda velocidad, formando un vórtice que empezó a succionar el aire y arrastrar a los Oni hacia el centro. Los demonios chillaron de sorpresa y trataron de escapar, aunque sin éxito. Sansker movió sus manos, y su cuerpo paso a brillar con un aura blanca. Desde el suelo, justo debajo de los Oni, una luz blanca segadora apareció y la masa de Oni que luchaban por escapar desapareció en una explosión segadora. Los Oni que sobrevivieron a la explosión se dispersaron, o al menos trataron de hacerlo. Ōka y Sansker los acabaron, solo para enfrentarse a más demonios que seguían llegando para reemplazar a los caídos.
— ¡¿Es que no paran de llegar?!—rugió Fugaku.
—Esto no funciona, tenemos que derribar al Oni gigante—dijo Sansker.
—Pero si dejamos nuestra posición la horda llegara a Ukataka, tenemos que hacerlos retroceder—dijo Ōka, aunque compartía la frustración de sus aliados.
Los Oni ahora avanzaban sobre un campo de batalla plagado de sus muertos. La sangre corrupta de las bestias manchaba la tierra y rocas, haciendo que los Asesinos tuvieran que vigilar donde pisaban. Ōka cortaba, dejando que su propia Mitama le ayudara, mientras Sansker seguía intentando destruir grupos grandes. Sus ataques eliminaban varios Oni de un golpe siempre venían más. Estaban sosteniendo la posición, nada más. Era solo cuestión de tiempo hasta que cometieran un error. Sansker y Fugaku estaban cansados luego de días de vigilia y poco sueño. Ōka estaba más fresca, y aun así sabía que no podría mantener esto para siempre.
— ¡Son demasiados!—exclamo Fugaku, obligado a retroceder cuando varios Rocosos se escondieron dentro de sus caparazones y rodaron hacia él. Los Oni avanzaron, y amenazando con rodear a los Asesinos y sobrepasarlos.
— ¡No! ¡Ya hemos llegado hasta aquí, no podemos perder ahora!—dijo Ōka, lanzándose para detener esta amenaza.
— ¡Cuidado!
Algo se movió en su visión periférica y Ōka tuvo que detenerse, evitando unas garras que por poco le cortaron el rostro. Un Tengu se había acercado escondido detrás de los Rocosos y la ataco, moviéndose a una velocidad extrema. Ōka hizo girar su espada desviando la otra garra, y rodo hacia un costado, cortando al ave humanoide. El Oni cayó herido de muerte, pero su misión estaba cumplida. Los Oni comenzaron a rodear a los Asesinos, y algunos incluso parecían considerar alejarse de la lucha, la ruta hacia la aldea completamente libre. Ōka ataco, y trato de llamar a Sansker, solo para ver al Asesino tratando de contener a otro grupo que Oni que estaban sobrepasándolos por el otro costado.
— ¡No!—Ōka se volvió hacia el otro lado y vio a Fugaku conteniendo la vanguardia contra un grupo aún más grande— ¿Así es como termina entonces? ¿Te he fallado, Kikka?
— ¡Por favor, no se rindan!
Una voz apareció en su cabeza y Ōka casi dejo caer la espada de la emoción.
— ¡Kikka!—exclamo la espadachina, reconociendo la voz de su hermana— ¡Estas despierta!
—Lo siento, me he tardado demasiado. Restaurare la barrera alrededor de la aldea en este momento. Yo detendré a los Oni pequeños, ustedes ocúpense de los grandes.
Ōka tenía tantas cosas que decir que no supo que responder. Fugaku y Sansker también lo escucharon, porque de repente ambos recuperaron el aplomo, ahora que podían atacar sin preocuparse por su retaguardia.
—Ya la escucharon, Ōka, Fugaku—dijo Sansker con una sonrisa.
— ¡Ja! ¡Ahora sí!—Fugaku soltó un rugido y se quitó de encima a los Oni que solo unos segundos antes lo habían rodeado, golpeando el suelo con tanta fuerza que los hizo caer— ¡Le daré una paliza a ese bastardo que no olvidara!
—Nuestro objetivo es el Hinamagatori—dijo Ōka. Kikka estaba bien, su corazón que solo unos segundos antes había estado a punto de quebrarse se sentía tan ligero que tuvo que sonreír, pero su expresión se transformó en una seria apenas vio la cara de sus enemigos— ¡Adelante, nuestra Doncella se ha vuelto nuestro escudo, así que nosotros seremos la espada!
Liberados de la presión de contener a los Oni, los tres Asesinos atravesaron la formación de los demonios sin problemas. Se abrieron camino más allá de la formación rocosa y descendieron hacia el bosque de árboles quemados donde los aguardaba el Hinamagatori. El Oni estaba de pie sobre un gran edificio de piedra atrapado en medio de los árboles muertos, y lanzo un chillido agudo en cuanto los vio, alzando sus alas envueltas en llamas. Solo que esta vez, el demonio no intento despegar.
El cuerpo de la bestia pareció deformarse y sus alas delanteras, más grandes que el segundo par, parecieron extenderse y reducirse en tamaño, transformándose en una especie de brazo que terminaba en una garra larga, como la de un Chuchilla. El Hinamagatori agito sus nuevos brazos y los lanzo hacia adelante. Estos se estiraron mucho más de lo que parecía posible, apuntando a Ōka y los otros dos. Se hicieron a un lado, evitando ser empalados por la garra llameante, pero estas se movieron como si fueran serpientes o látigos, agitándose en todas direcciones y haciendo un barrido, dejando un rastro de fuego detrás de si que hizo detener a los Asesinos.
—Es el frenesí—dijo Sansker, dándose cuenta de lo que pasaba—Se piensa poner serio desde el principio.
—Por mi mejor, ¡He estado esperando este momento!—replicó Fugaku.
El Hinamagatori salto de su percha, escupiendo bolas de fuego en todas direcciones. Sansker levanto su escudo y varios de estos proyectiles se estrellaron contra la superficie, deshaciéndose en chispas sin causarle ningún daño. Ōka bloqueo los ataques con su espada, cortando los proyectiles, dispersándolos.
—Vamos a eliminarlo… y entonces ¡Volveré a casa con Kikka!—Ōka dejo fluir su poder a través de su espada y ataco con un Destructor.
Suzakura resplandeció con una luz rojiza y una ola de poder atravesó las llamas, golpeando al Hinamagatori en el pecho, arrancándole una capa de sus escamas. La bestia chilló de dolor y agito sus brazos, usando sus alas restantes para dar un salto atrás y atacar a los Asesinos con los látigos en llamas. Ōka salto fuera del camino, y Fugaku avanzo entre la lluvia de golpes, protegiendo su rostro con sus guanteletes. El Asesino alcanzo al Oni y lanzo un golpe demoledor contra su pata izquierda. Se escucho el sonido de huesos al romperse y la extremidad estallo, desprendiéndose del Oni que perdió el equilibrio.
Sansker y Ōka avanzaron juntos. Sin hablar cada uno ataco un brazo distinto, cortando los largos látigos de la bestia. El Oni rodo por el fuego, regenerando su pierna perdida para intentar ponerse de pie. Fugaku no estaba de humor para esperar y ataco nuevamente, saltando sobre el Hinamagatori y golpeando con la fuerza extra de su Mitama, arrancándole los cuernos de la cabeza con un estallido de sangre purpura. El Oni se tambaleo, atontado e incapaz de regenerar sus brazos.
— ¡Ahora Sansker, acabalo!—exclamó Ōka.
El Asesino vio la oportunidad y avanzo, activando el poder de su espada que resplandeció también con una luz roja. El corte fue limpio, justo a la altura del cuello, cortándole la cabeza al Hinamagatori. El Oni se desplomo con un golpe seco, y las llamas del lugar se extinguieron. Ōka dejo salir un suspiro de alivio. Se había terminado. Ukataka estaba a salvo, Kikka había despertado… de repente la espadachina sintió como si toda la fuerza y tensión que tenía acumulada fuera liberada de golpe y tuvo que apoyarse en su espada para no caer al suelo.
—Oye, ten cuidado Ōka—dijo Fugaku acercándose— ¿Qué caso tiene caer luego de una victoria?
—Yo podría intentar averiguarlo—dijo Sansker dejándose caer sobre los restos del Hinamagatori, una expresión cansada pero satisfecha en su rostro—creo que podría dormir una semana.
—No, Fugaku tiene razón—dijo Ōka enderezándose. Ahora que el peligro inmediato estaba muerto, no podían bajar la guardia—Vamos, terminemos de purificar los cadáveres y volvamos… tenemos que regresar a casa. Hay gente esperándonos.
Los dos hombres se pusieron a realizar el ritual de purificación. Ōka se permitió el momento para disfrutar esa sensación de alegría que deseaba expresar. Kikka estaba bien, y esperándola. Aún tenía mucho de qué hablar con ella, pero ahora podrían hacerlo frente a frente.
Kikka estaba en el cuartel, junto al escritorio de la recepción, esperando ansiosamente. Varios grupos de Asesinos ya habían regresado, y el jefe Yamato estaba dando sus nuevas órdenes. Hasta que finalmente, el último grupo regreso del campo de batalla. Kikka se sintió aliviada al verlos y les dedico una sonrisa, intentando aparentar que todo estaba bien. Ōka fue la primera en entrar, seguida por Hatsuho y Nagi. Ibuki y Fugaku marchaban en el medio, Sansker y Hayatori cerraban la marcha, pero todos se detuvieron junto a ella, devolviéndole la sonrisa.
—Bienvenidos—dijo ella, haciendo una reverencia formal.
— ¡Kikka!—exclamo Ōka que parecía a punto de ponerse a llorar de alegría.
—Es bueno verte recuperada, Kikka—dijo Nagi.
Los otros asintieron, pero ella no se sentía tan relajada como ellos. Aunque le alivio ver a su hermana y a todos a salvo, sentía que debía al menos ofrecerles una disculpa. Todos ellos se veían cansados, igual que los otros Asesinos. El jefe le conto lo que hicieron mientras ella estaba inconsciente. Sin pretenderlo les había dejado cargar un peso que no les correspondía.
—Es bueno verlos también…—dijo Kikka, juntando las manos frente a su pecho y bajando la cabeza—Quería disculparme por todos los problemas que les he causado. Mi debilidad les hizo sufrir bastante. Si fuera más fuerte, nada de esto habría sucedido…
—Kikka, fuiste tú quien nos dio la oportunidad de victoria en esta batalla—interrumpió Sansker negando con la cabeza—Somos nosotros los que tenemos que darte las gracias.
—Sansker…—levanto la cabeza al escuchar estas palabras ¿estaba hablando en serio?
—El novato tiene razón. Si no fuera por ti, estaríamos acabados—dijo Fugaku con una media sonrisa—despertaste justo a tiempo, niña.
—Esta vez la heroína eres tú, Kikka—añadió Ibuki cruzándose de brazos.
— ¿Yo?—Kikka los miro, confundida. Esperaba que su hermana la regañara por ser descuidada, o que ellos le dijeran que no se presionara tanto. O que Ōka insistiera en reparar las Piedras de la Barrera, pero nunca se le ocurrió que pudieran verla como a un héroe— ¿creen que soy una heroína?
—Así es, los protegiste a todos—dijo Hatsuho—salvaste la aldea.
— ¿De verdad piensan que eso me hace un héroe?—preguntó Kikka. Todos los Asesinos, incluso Hayatori, que permanencia silencioso, asintieron.
—Siempre has sido una heroína Kikka—dijo Sansker—La primera, la última y la mejor defensora de Ukataka. Si alguien aquí merece el título, esa eres tú.
Incluso Ōka parecía estar de acuerdo, porque le sonrió, asintiendo con la cabeza. Kikka sintió un extraño orgullo aflorar en su pecho. Nunca buscaba la fama o el reconocimiento, pero escuchar a su familia y amigos felicitarla se sentía extrañamente bien.
—Yo… gracias a todos, de verdad—dijo Kikka, sonriendo.
—Muy bien, creo que el punto ha quedado claro—dijo Yamato apareciendo detrás de ella, pero sonreía abiertamente—Kikka, aún no te has recuperado del todo, necesitas reposar. Y los demás, ustedes también hicieron un buen trabajo. Tenemos muchas cosas que discutir, pero creo que puede esperar. Por hoy tomen un descanso, todos, nos reuniremos mañana.
Los Asesinos asintieron y comenzaron a dispersarse, excepto por Ōka que se quedó dónde estaba. Kikka no se sorprendió, pero súbitamente sintió algo de pena. La última vez que habían hablado no termino bien después de todo. Ōka se congelo, quizás pensando en que decir, pero Ibuki la empujo suavemente con el hombro mientras se marchaba.
—Vamos, el día está a salvo, es el momento de disfrutar—dijo el lancero guiñándoles un ojo—Hagan las paces de una vez, dos chicas hermosas como ustedes se ven mejor con una sonrisa en el rostro.
— ¡Ibuki!—exclamo Kikka, pero el Asesino se marchó agitando una mano, dejando a las hermanas solas en la recepción—Ōka… yo…
Kikka intento pensar como disculparse, pero su hermana reacciono primero y antes de que se diera cuenta la abrazo, apretándola contra su pecho. El gesto la sorprendió, pero Kikka no dudo y le devolvió el abrazo, sintiendo como algunas lágrimas se formaban en sus ojos. ¿Cómo había podido hablarle mal a su hermana? Solo sentirla allí y ahora era tan reconfortante. Cuando era pequeña Kikka solía sentirse sola y perdida, pero Ōka siempre estaba allí, abrazándola para recordarle que podía contar con ella. Quiso decir algo, hasta que sintió un líquido caliente que caía en su cuello. Ōka estaba llorando.
—Kikka, lo siento tanto… —dijo Ōka con una voz extrañamente frágil. Rompió el abrazo, y en efecto sus ojos estaban llenos de lágrimas. Sujeto las manos de Kikka—Por las cosas que dije, por no haber tenido el valor de disculparme… tenía miedo de perderte, de que pudieras salir herida o peor… yo… estoy tan feliz de que estés bien.
—Ōka… no digas eso… soy yo la que lo siente—dijo Kikka, apretando las manos de su hermana, intentando sonreír, aunque también luchaba contra el llanto—Sé que te preocupas por mi… no quería lastimarte, ni rechazar tu bondad… no me arrepiento de haber reforzado la barrera. Solo de que no pudiera contártelo… sé que esta situación prueba que me equivoque, pero yo…
—No, no… Kikka estoy orgullosa de ti, del valor que demostraste—dijo Ōka, sonriendo mientras las lágrimas le bajaban por el rostro—Como Sansker dijo, eres una heroína… y yo no tengo derecho a decidir por ti… solo quiero que… que tengas cuidado. No deseo perderte, pero más aún no quiero ser la responsable de que eso ocurra… siempre estaré aquí para ayudarte, con cualquier cosa que te propongas… solo, piensa en tu seguridad ¿está bien?
—Ōka…—Kikka solo pudo abrazar a su hermana nuevamente. Se sentía terrible por confundir el amor de Ōka con ella tratándola como una niña pequeña. Como siempre Ōka podía leerla tan fácilmente—yo también debí tratar de hablarte… eres la mejor hermana mayor que nadie pudiera tener… y me disculpo si mis palabras te lastimaron. Te quiero Ōka, y nada podrá cambiar eso.
Las dos hermanas permanecieron así varios minutos, ambas llorando por una mezcla de alegría, tristeza y alivio extremos. Kikka aún se sentía débil, pero con su hermana a su lado, hubiera podido permanecer allí por días.
—Bueno, creo que es mejor que te llevemos a casa—dijo Ōka, aclarándose la garganta y limpiándose los ojos—Tienes que descansar y… ¿ya comiste algo? ¿Qué dijeron los doctores? Puedo hablar con ellos y…
—Estoy bien Ōka—dijo Kikka riendo suavemente mientras se restregaba los ojos. Algunas cosas no cambiarían nunca, pero eso estaba bien—Y comer no estaría mal… solo, ¿crees que pueda hacer una cosa antes de ir a casa? Me dijeron que Nagi fue la que preparo la medicina que me curo. Quisiera agradecerle.
—Claro, solo no te esfuerces demasiado—dijo Ōka sonriéndole—Y ya que piensas hacer eso… habla con Sansker. El también ayudo a salvar tu vida… y creo que pensabas visitarlo de todas formas ¿no?
Kikka se sonrojo, porque en efecto esa era su intención. No quiso mencionarlo porque Ōka era sensible siempre que tenía que hablar con algún hombre que no fuera el jefe Yamato. De hecho, sospechaba que Ōka había intimidado a sus guardias para que fueran tan formales y secos siempre que la acompañaban.
—Yo…—dijo Kikka, pero no vio el caso a negarlo. Asintió—tienes razón, lo haré entonces. Gracias Ōka.
Sansker regreso a la cabaña y casi se dejó caer sobre el colchón de su cama. Tenkichi salto sobre él, y se acurruco sobre su pecho, quizás sintiendo que su compañero no estaba con mucha energía para jugar. John le acaricio la cabeza a la Tenko, y se quedó mirando el techo. Estaba cansado, agotado incluso, y deseaba dormir al menos un mes. Pero ahora que estaba a solas con sus pensamientos, el sueño lo evitaba. Suspiro y cerró los ojos.
—Los caminos del Señor son inescrutables—dijo una voz junto a su cama—Él ve todas nuestras acciones y planta en nuestro camino acorde con su voluntad. Te consumen las preguntas, mi querido salvador ¿Es que no encuentras sustento con el Señor?
—No puedo recordar la última vez que rece por algo—replicó él, abriendo los ojos. Amakusa Shirou estaba de pie junto a su cama, su silueta fantasmal invisible para nadie que no tuviera sus sentidos. Sansker no se molestó en enderezarse—Prefiero hablar de cosas concretas, con personas concretas.
—Mi poder es tuyo, salvador. Con la caída de mi fortaleza en el castillo Hara, no hay nada que hacer para mi. Quisiera saber el destino de mi madre y hermanas, pero los años harían de esa una empresa imposible.
—Suena terrible… ¿por qué sería que el Señor no te ayudo? —preguntó él con un poco de malevolencia.
—Puede que fuera el destino. Estábamos cercados y el Oni apareció, destruyendo el castillo—respondió Amakusa Shiro encogiéndose de hombros— ¿Habríamos sobrevivido si no fuera por el demonio? No tengo esa respuesta. Solo me queda poner la fe en el Señor y en ti, salvador.
—Claro, el destino y todo eso…—Sansker pensó en ello unos momentos—No parece que haya escapatoria para mi. Sea o no correcto, el titulo que ustedes me han dado parece quedarme. Eso ya no me importa.
—¿Te rindes ante los vientos del desino?
—No, escojo no luchar contra el rol que se me ha dado—replicó John—Por eso quería hablar contigo… esto no es coincidencia ¿verdad? Siempre que hay un Oni misterioso, siempre que estos parecen organizarse… aparece uno de ustedes.
—Los Oni han tomado todo. Nuestra misión divina es recuperar aquello injustamente arrebatado—dijo Amakusa Shiro, juntando las manos como si rezara—En el nombre de aquellos que se han marchado te entrego mi poder. Y a esto añado mi conocimiento. No podía ver ni escuchar nada dentro de la bestia, pero he sentido a otros de los nuestros. Busca a los héroes perdidos, salvador. Y así encontraras la respuesta que buscas.
Sansker asintió, y Amakusa se desvaneció en el aire. Crípticos como siempre, los espíritus de los héroes del pasado eran tan útiles como un reloj sin cuerda. Pero incluso detenido, un reloj daba bien la hora dos veces al día. La respuesta estaba en las Mitama. John suspiro otra vez y volvió a cerrar los ojos, esta vez dispuesto a dormirse. El sueño lo venció pronto y él se dejó llevar.
Volvió a soñar con su hogar en Inglaterra. Esta vez el sueño era más claro, y no estaba solo. John se vio en casa, preparado para salir. Era la hora de visitar a los reclutadores de la Marina. Su madre, Mary, lo ayudaba a ajustar todo. Caminaba hacia la puerta pero ella lo detenía, le pedía que se quedara en casa, al menos un rato. Sansker dudo antes de responder. La verdad era que no tenía prisa, y aún quedaban varios días para entrar en el servicio. Pero ¿su madre no lo había incitado a buscar su camino? Dudo, en la entrada de su casa, mientras su madre repetía la petición, con esa sonrisa tan propia suya. Sansker abrió la boca para responder, y un golpe fuerte rompió el sueño.
El ruido lo despertó. Sansker abrió los ojos y se sentó de un salto, sorprendido. Tenkichi salió disparada, chillando de sorpresa al caer de su pecho. John parpadeo, y se encontró mirando a Kikka, quien tenía una mirada culpable, tapándose la boca con las manos. Junto a ella estaban varias cajas de regalos que los aldeanos le habían dado luego del ataque del Gouenma. Sansker se relajó al entender lo que había pasado.
—Lo siento, no quería irrumpir así—dijo Kikka agachándose para recoger lo que había tirado—Es que quería hablar contigo, pero como vi que estabas durmiendo pensé en irme, y no me fije donde…
—Está bien, entiendo—dijo Sansker poniéndose de pie para ayudarla—La verdad es que hasta yo me he tropezado. Logré encontrar un hogar o uso para muchos de los objetos, pero estos no supe que hacer con ellos.
Recupero todo rápidamente y lo coloco de regreso en su precario lugar. Miro por la ventana. Apenas había pasado un par de horas desde que se acostara. Al menos aquello lo salvo de ese sueño tan extraño.
— ¿No deberías estas descansando, Kikka? Acabas de despertarte—dijo él.
—Ya he dormido demasiado estos últimos días—replicó ella sonriendo suavemente—Quería hablar contigo. Nagi me conto lo que sucedió, como la ayudaste y lo que hiciste por mi cuando me desmaye. Te debo la vida. Sé que nunca podré pagártelo, pero al menos déjame darte las gracias.
—Eso no fue… no hice gran cosa—dijo Sansker, apartando la mirada.
—Nagi me dijo que dirías eso—dijo Kikka riendo suavemente. John sonrió a su pesar. Además, escuchar la risa de la joven le hizo sentirse mejor. Kikka miro hacia un costado—Sé que solo estas algo apenado de que te de las gracias… y sé que interrumpí tu descanso, pero… ¿te molestaría si me quedara un momento?
—Siempre eres bienvenida, Kikka—dijo él antes de pensarlo siquiera, y era la pura verdad— ¿Quieres que haga un poco de té? Conseguí algunas hojas más a mi gusto.
Ella asintió y Sansker la invito a tomar asiento junto al fuego en el centro de la cabaña. Él se enfocó en preparar todo, dejando que su mente divagara. Kikka parecía querer decirle algo, y estaba reuniendo el valor. Sirvió dos tazas usando el juego que ella le había regalado y coloco una delante de la joven.
—Gracias—dijo Kikka tomando la bebida y dando un sorbo. Su expresión se tornó en una de sorpresa—Es bastante dulce… y aun así suave. Me gusta.
—Hago lo que puedo. Aún me falta conseguir azúcar y leche—dijo Sansker tomando un sorbo de su propia taza.
—Es difícil conseguir algunas cosas estos días—dijo Kikka mirando su taza. Claramente no estaba pensando en lo que él le había dicho, pero Sansker dejo que ella marcara el ritmo de la conversación—Es raro ¿sabes? Pudo agradecerle a Nagi sin problemas… incluso hable con Ōka y estoy muy contenta de que nos entendamos mejor… debería sentirme feliz.
— ¿No es así?—preguntó él cuando Kikka se detuvo.
—… La muerte es una cosa aterradora—dijo ella finalmente su vista fija en la infusión— ¿Sabías que las Doncellas Sagradas solo viven vidas cortas?
—No, pero si note que la mayoría son muy jóvenes—respondió Sansker. En la Montaña Sagrada había visto a las Doncellas en entrenamiento. Todas eran niñas de unos 8 a 10 años.
—No es accidental, es una necesidad—dijo Kikka, sus manos apretaron la taza—Esta experiencia… la verdad es que… siempre me ha asustado morir. He tratado de aceptarlo, de resignarme a mi destino… pero siempre lo he odiado y maldecido… Maldecido el hecho de haber nacido con este poder, odiado el destino al que me ha atrapado…
Su voz estaba cargada de tristeza, pero se mantuvo firme. Claramente había pensado en esto bastante. Sansker guardo silencio, tratando de pensar en algo que pudiera decir. La verdad era que el trabajo de Kikka era indispensable para la supervivencia de Ukataka. Sin ella la aldea caería en cuestión de días. Por todo el poder y habilidad de los Asesinos, era la Doncella Sagrada la que mantenía a todos a salvo.
—Cuando me desplomé… cuando perdí toda sensación… sentí un miedo terrible—dijo Kikka, cerrando los ojos—Estaba completamente sola, y atrapada… no podía moverme, pensé que… que era mi final. Y entonces pude sentirte… a través de la Piedra Espiritual que te di. Era lo único que podía ver en ese vació… podía escuchar tu voz, sentir tu presencia… fue esa fuerza y calor la que me ayudaron a soportarlo todo. Estoy muy agradecida con Nagi, mi hermana y todos… pero es a ti a quien te tengo que agradecer más que a nadie, Sansker.
Kikka levanto la vista, y su mirada estaba empañada por lágrimas, pero también se veía mucho más tranquila con una sonrisa sincera adornado su rostro.
—Te agradezco que salvaras mi vida y mi alma.
—Kikka…—Sansker se llevó una mano al pecho donde descansaba aquella Piedra en el bolsillo de su abrigo. No lo pensó nunca, solo deseaba tener esa roca cerca de él para recordar una de las razones que había descubierto para luchar ahora—No… no tienes que agradecerme. Te ayudaría en lo que quisieras encantado. Si pudiera tomar la carga de tus hombros lo haría.
—Nadie puede hacer este trabajo, lo sé—dijo Kikka negando con la cabeza, pero al menos ahora ya no estaba tan tensa—Por eso es por lo que deseaba ser una Asesina como mi hermana. Ser capaz de forjar mi propio destino con mi espada y mi voluntad.
— ¿Crees que los Asesinos somos libres?—preguntó Sansker, arqueando una ceja—Nosotros estamos destinados a combatir a los Oni hasta nuestro último aliento. Soldados en una guerra que no parece tener fin. Nuestras cadenas no son tan pesadas como las de una Doncella, pero igual te amarran con fuerza.
—Creo que lo entiendo. Todos tenemos un destino asignado y debemos enfrentarnos a él lo mejor que podamos ¿verdad?—Kikka intento sonreír, sin éxito—Eso era lo que mis maestros en la Montaña Sagrada decían… creo que debería aceptarlo y resignarme… ¿no?
Sansker lo pensó por un momento. Según las Mitama, él era el elegido por los héroes del pasado para soportar el peso de sus sueños y esperanzas. Por azares del destino tenía el poder para luchar contra los Oni y había sido enrolado en esta guerra para defender a la humanidad. Podía entender el sentimiento de Kikka, ese deseo de ser libre y ese horror de estar atrapado por un destino ineludible. Era un hecho terrible que no era justo para ella, ni para él, o cualquiera de los demás. Hatsuho que perdió su mundo, Fugaku su aldea, Nagi su amiga… sin duda Ibuki, Hayatori, Yamato y todos los demás había sido las víctimas de un destino que los había llevado hasta Ukataka, y transformado en sus defensores.
—No… no deberías—dijo él finalmente—Es injusto, y entiendo que lo maldigas y odies Kikka. Nadie te lo puede reprochar. Pero he aprendido una cosa, algo que me enseñaron hace mucho y no entendí hasta ahora…
Sansker metió la mano dentro de su abrigo y extrajo el collar con la cruz de plata. Miro el pequeño dije, recordando las viejas lecciones sobre la fe. Cuando era un niño, su madre le conto que Dios lo sabía todo. Lo que era, lo que fue y lo que todavía estaba por suceder. En aquel entonces él se preguntó ¿Como podía decidir nada si Dios lo sabía todo? Su madre le dio una respuesta que solo ahora entendía.
—Puedes elegir, Kikka—dijo Sansker, se incorporó sobre una rodilla y le ofreció la pequeña cruz plateada a la joven que la tomo entre sus manos—Ni siquiera el Creador del universo puede quitarte eso. Nadie es verdaderamente libre, estamos a merced de la vida, el destino y quien sabe que más. Pero solo tú puedes decidir cómo reaccionar ante todo ello. Esa es la verdad. Y quiero que tengas esto, para que nunca lo olvides.
—Pero… creía que esto significaba mucho para ti—dijo ella, mirando el dije.
—Como cualquier regalo que valga la pena—replicó él, sonriéndole—No puedo proyectar mi mente a través de ese dije, pero… con eso siempre tendrás acceso a mi alma.
—Sansker…—Kikka tomo la cruz entre sus manos y lo apretó contra su pecho. Gracias a su poder ella podía acceder a todo su ser como si fuera un libro abierto. Entregarle algo tan preciado y personal era una muestra de confianza absoluta—Siempre sabes que decir para calmar mi corazón… gracias. Gracias por estar aquí para mí.
—Ya te lo dije, siempre que lo necesites.
Sansker se sentó junto a Kikka, y ella se inclinó, apoyando su cabeza en su hombro. Los dos se quedaron así por un rato, terminando el té en silencio.
Todos en Ukataka respiraban tranquilos. La Doncella Sagrada había despertado, los Asesinos, aunque cansados, se mantenían firmes y el jefe Yamato estaba de vuelta en la aldea. Aunque nadie tenía fuerza para celebrar, la calma volvía a apoderarse de los habitantes. Y con ello pronto comenzarían a defenderse de los Oni. La situación era critica. El más mínimo error podía enviar a Ukataka al desastre. Y aun así…
—Las cosas no están marchando según lo planeado—murmuro Shusui.
Encerrado en su pequeña oficina, el oficial de inteligencia trato de pensar en la razón para ello. Desde toda lógica, las cosas no deberían haber salido mal. Las piezas fueron colocadas en su lugar, y el empuje correcto fue aplicado, pero los domino no cayeron exactamente donde deberían. ¿Una planificación inadecuada? No, el plan era el único posible teniendo en cuenta su objetivo. No es que importara. Los ancianos no aceptarían sus escusas, ciegos ante todo lo que no fuera la meta. Shusui podía admirar su dedicación, aunque no sus métodos.
Sobre su mesa estaban desplegados los informes que los ancianos habían hecho sobre los Asesinos de Ukataka. Toda la información era correcta, incluso sobre los secretos más grandes que pudieran esconder. El plan había contemplado cada una de sus fortalezas y debilidades. Pero los Asesinos de Ukataka habían demostrado ser más fuertes de lo anticipado. Y estaba él, John Sansker, la variable que no pudo predecir.
Era como si el universo estuviera conspirando en su contra. Shusui negó con la cabeza. Era ridículo pensar así. Nada de esto cambiaba sus deseos ni sus objetivos. Fuera lo que fuera, tendría que lidiar con ello y asegurarse de que todo saliera como se esperaba.
—Tengo mis ordenes después de todo—dijo Shusui acomodando sus lentes—Tendré que ver como rectificamos esta situación.
Kikka se sentía más tranquila ahora. El té estaba bastante bueno, pero lo que más la alegraba eran las palabras de Sansker. Su presencia la hacía sentirse segura, en formas que ni siquiera Ōka podía hacer. No dudaba que su hermana la hubiera apoyado si le confesara todo esto, pero conociéndola insistiría en tomar la carga sobre sus hombros, o hacer algo arriesgado. Kikka no deseaba que Ōka se pusiera en peligro, y menos por ella. Suspiro, casi estaba dispuesta a dormirse en su posición actual, cuando él volvió a hablar.
—Por cierto, hay algo que quería preguntarte—dijo Sansker, poniendo su taza de té, ahora vacía, a un lado.
— ¿De qué se trata?— preguntó Kikka, aún inclinada junto a él.
—Antes de que todo esto empezara, el día que se rompió la barrera—dijo Sansker—Recuerdo que dijiste que tenías algo que decirme ¿Recueras que era?
La joven dio un respingo y se enderezo, alejándose de él un poco. Kikka recordaba aquel día, por supuesto, pero no esperaba que fuera él quien mencionara eso. Después de todo, según Nagi, las cosas se habían movido muy rápido luego de que se desmayara. Kikka sintió su cara arder, y supo que estaba poniéndose roja. Sansker la miro confundida, esperando una respuesta. Kikka aclaro su garganta, en realidad ya había estado dispuesta a decírselo ¿por qué ahora era tan complicado?
—No era nada importante…—dijo Kikka que comenzó a tocar las puntas de sus dedos índices entre si—Creo que toda la emoción le dio más importancia de la que debería…
—Aja… entonces si recuerdas de que se trataba—insistió él.
—Sí… —dijo Kikka en voz baja, esperando que Sansker cambiara de tema, pero solo se quedó mirándola. Suspiro y decidió dejarlo salir—Bueno… era que… después de todo lo que ha pasado… quería decirte que te has vuelto mi mejor amigo.
Una expresión de sorpresa apareció en el rostro de Sansker y de repente comenzó a reírse. Kikka sintió como su rostro ardía aún más. No era que se arrepintiera, pero después de casi morir y ser salvada… le sonaba a un sentimiento tan obvio que decirlo era tonto. Aunque la risa de Sansker no era cruel, la hacía sentirse avergonzada.
— ¿En serio?—preguntó él, controlando su risa, pero su sonrisa seguía presente—Vaya, eso no me lo esperaba… no quería sonar cruel pero… ¿soy tu mejor amigo, o es que soy tu único amigo? Digo, aparte de mi ¿A cuántos hombres le hablas?
Kikka parpadeo, y de repente comprendió que era lo que le estaba causando risa.
— ¡E-eso no es mi culpa, Ōka es la que siempre interviene!—exclamó Kikka, intentando justificarse. Era cierto que hablaba con Yu, Nagi y otras de las mujeres en la aldea, pero siempre que se trataba de alguien del sexo opuesto…
—Eso pensé… es que…—Sansker volvió a tener un pequeño ataque de risa—Me alegra mucho que me consideres así, pero admítelo… no tengo mucha competencia.
Kikka soltó un bufido, indignada y tomo otro de los tapetes para visitas, arrojándoselo a la cara. Sansker se cortó en seco y casi se fue para atrás, pero no dejo de reírse suavemente.
— ¡No tienes que burlarte!—dijo ella— ¡Para que sepas yo podría tener a cualquier hombre que quisiera!
—Oh, en mi patria eso sería una proposición indecorosa.
— ¡No! Digo, sí… pero no en ese sentido—dijo Kikka dándose cuenta de cómo sonaba lo que acababa de decir— ¡¿Por qué tienes que ser tan malo?!
Tomo otro tapete y comenzó a golpear a Sansker con él, pero no logro que se detuviera, ni que su vergüenza se fuera. Kikka se dejó caer a un lado, derrotada, fulminado a Sansker con su mirada. Hasta que no pudo más y también ella comenzó a reírse de lo absurdo de esa situación. Sansker se dejó caer en el suelo junto a ella, sonriéndole abiertamente. Kikka se rio con ganas. A pesar de su vergüenza, no se sentía mal porque él se riera, ni tampoco lo resentía. Era solo una broma y supo que era la forma en que él le demostraba ese sentimiento. Igual, cuando él bajo la guardia, Kikka movió su mano y lo golpeo en el estómago, a la altura de los riñones, como Ōka le había enseñado.
— ¡Auch! Está bien… lo siento… no volveré a decir nada—Sansker gruño de dolor—Buen golpe, recuérdame no hacerte enfadar nunca.
—Te lo mereces—replicó ella haciendo un puchero, pero sonriéndole—eres un hombre difícil, Sansker.
—… John—dijo él, mirando hacia el techo.
— ¿Perdona?
—Mi nombre completo es 'John Sansker'… en Inglaterra mis amigos me llamaban 'John'—dijo él—Todos aquí me dicen 'Sansker' y no tengo problemas con eso, lo acepto en nombre de mi nueva vida, pero… si a ti no te molesta… quisiera que me llamaras así. Solo entre tú y yo, déjame ser 'John' otra vez.
Kikka se quedó en silencio un momento. Sansker sonaba algo triste, sin duda era una memoria agridulce que lo volvieran a llamar de esa forma.
—Está bien, entonces serás John—dijo. Sansker asintió y cerró los ojos.
—Gracias Kikka, de verdad.
Ella se levantó, sintiendo como el aire se había tornado triste de repente. Buscando algo para hacerlo cambiar de actitud, noto sus armas colocadas junto a la entrada.
—Oh ¿esa es tu nueva espada?—preguntó.
— ¿Hm? Ah, sí, el arma que forjo Tatara con el cuerno del Gouenma—respondió Sansker poniéndose de pie, fue a tomar la espada y se la presento a ella—Hizo un trabajo excelente, mucho mejor que las armas que traje de la Montaña Sagrada.
Kikka no pudo evitar estar de acuerdo. La vaina era de un material tan negro como el carbón, y los adornos plateados parecían finos, pero no tenían ni una muesca o daño. Con cuidado, y pidiendo permiso con la mirada, tomo el arma en sus manos. Era pesada, y su forma no se parecía en nada al arma de Ōka, Suzakura. Aquella era una espada elegante, bella y fuerte, como su hermana. Esta se sentía firme y eficiente, cubierta en sombras, desenvaino la espada y vio que la hoja era del mismo color que la vaina.
—Ōka siempre dice que el arma de un guerrero es forjada por un herrero, pero templada por su usuario—dijo Kikka, recordando las pláticas con su hermana. Pocas cosas podían emocionar a Ōka tanto como hablar de espadas y técnicas de combate—Esta espada me recuerda a ti, John, esta empañada por sombras, pero tiene un brillo que nada puede bloquear.
—Eso no lo sé, pero hace juego con el escudo.
Kikka tomo este también. En la cara estaba pintando el símbolo del Ojo de la Verdad, igual que en su medallón. Acaricio la superficie. La espada era una cruz, pero el escudo portaba el emblema de los Asesinos.
—Lo hice al propio cuando se lo pedí a Tatara—dijo John como si pudiera leer su mente—Esa espada es todo lo que he perdido, y mi deseo de luchar por su memoria. El escudo es todo lo que he ganado, y mi deseo de defenderlo. No olvido de dónde vengo, pero aquí es donde estoy ahora.
—Es una idea muy hermosa—dijo Kikka, le devolvió ambas armas— ¿Tienen nombre?
—No, Tatara me dijo que eso me correspondía a mi—respondió Sansker negando con la cabeza—Tuve algunas ideas, pero nada en concreto.
—Deberías nombrarlos igualmente. Las armas de un Asesino son su vida. Si estas han de representar lo que dices entonces merecen un nombre.
Sansker se quedó pensando, mirando la espada y el escudo. Kikka espero pacientemente. En este caso, eso era algo que él tenía que decidir.
—Lo tengo… el escudo será Pridwen, ese era el nombre del escudo de un rey legendario en mi tierra natal—dijo Sansker—Se supone que significa 'el rostro de todo'.
—Suena adecuado ¿y tú espada?
—Esta es más fácil—Sansker tomo el arma y la desenvaino por completo, mirando la hoja que reflejo la luz del sol en sus adornos plateados—Su nombre será Ascalón, La Cazadora de Dragones.
