XXIII – Némesis

Sansker se guardó la información de Tokugawa Ieyasu hasta el día siguiente. Después de todas las emociones con Fugaku, sería mejor dejar que todos lo asimilaran. Quizás incluso él necesitaba hacerlo también. Esta era la batalla que estaban esperando, si podían localizar al comandante sería el principio del fin. Pero no se sentía de esa forma. Algo faltaba. Y sus sombrías reflexiones sobre Shusui también lo tenían molesto. Aunque no podía postergarlo por siempre, así que fue a buscar a Kikka y Yamato en la mañana.

Los encontró a ambos en el cuartel. Ōka también estaba presente, lo cual era de esperarse. Luego de ver la condición de Kikka, Sansker podía suponer que Ōka estaría preocupada, incluso si Kikka trataba de ocultar la gravedad de su condición. Sintió una punzada de culpa ya que él también le estaba ocultando algo. Los puso a todos al corriente lo más rápido que pudo.

—Estas son excelentes noticias—dijo Kikka dando una palmada.

—Espera ¿por qué no nos dijiste ayer?—preguntó Ōka, frunciendo el ceño ligeramente—Esto es importante.

—Ayer apenas sobrevivimos a nuestra batalla con el Daimaen. No creía que estuviéramos listos para otro combate tan rápido—dijo Sansker, miro a Yamato—Tome la decisión de dejar que todos descansaran.

—… De acuerdo, es tu decisión como capitán—dijo el jefe luego de un momento. John esperaba alguna pregunta, pero Yamato pareció darle un voto de confianza porque no insistió más sobre el tema—Kikka ¿podrías usar tus poderes ahora?

—Sí, solo necesito un momento—respondió Kikka. Se puso frente a él, tomando una gran bocanada de aire— ¿Estás listo, John?

Sansker asintió y se concentró en las almas que ahora estaban con él, abriendo su Ojo de la Verdad. Pudo sentir al grupo entero formándose a su espalda, todos dándole su apoyo. También pudo ver los espíritus de Ōka y de Yamato. Tokugawa Ieyasu dio un paso al frente y su aura dorada se fundió con la suya.

— Como los vientos del verano vuelan las nubes a través del cielo…—empezó Kikka, colocando sus manos contra el pecho de Sansker—Como la briza de la mañana dispersa la niebla de los valles… Recibe esta purificación y se limpiado.

La luz blanca los envolvió y John pudo sentir el alma de Kikka pasando junto a él, siguiendo los retazos de la voluntad del Oni que aún quedaban en Ieyasu.

—Lo siento… una voluntad increíblemente poderosa—dijo Kikka, su respiración se volvió agitada por el esfuerzo—Con esto puedo ver hacia el otro lado… sí, ahora lo percibo… hay un bosque a mi alrededor, grande y antiguo… el fuego envuelve mis brazos y piernas…

— ¿Puedes ver algo más, Kikka?—preguntó Ōka. La espadachina se colocó junto a su hermana—Alguna pista que nos pueda indicar donde se encuentra.

—Puedo ver unas estatuas guardianas… están hundiéndose en el fuego…

Sansker trato de pensar en algún lugar que le sonara así. Un bosque grande y antiguo podía ser la Era del Honor, pero esas llamas le sonaban a la Era de la Guerra. Pero nadie podría confundir esos dos lugares incluso en una visión borrosa. Yamato estaba cruzado de brazos, también sin ideas, pero Ōka golpeo su palma con su puño súbitamente.

— ¡Las estatuas guardianas en la Era del Honor!—exclamó la joven.

Fue tan súbito que Kikka rompió la conexión, dando un paso atrás y alejándose de Sansker.

— ¿Sabes dónde queda ese lugar Ōka?

—Sí, está en la zona más profunda pero no me cabe duda. El enemigo está en la Era del Honor.

—No podemos correr riesgos, enviaremos a los exploradores—dijo Yamato—Sansker, Ōka, asegúrense de reunir a todos. Si esta información es correcta tendremos que prepararnos para la batalla.

Los dos asintieron y el grupo se separó. John fue a buscar a los demás, incluyendo a varios de los Asesinos de armadura roja, dudaba que fuera a ser sencillo asaltar al comandante y sería prudente tener a tantos aliados como fuera posible. Y a pesar de todo, no se le quitaba esa molesta sensación de que estaba olvidando algo importante.


Los exploradores regresaron al medio día. Yamato los reunió a todos una vez más en el cuartel. Sansker podía notar la expectativa en el ambiente mientras escuchaban al jefe. Para entonces todos habían escuchado ya que esta podría ser la batalla que estaban esperando, el encuentro con el comandante Oni. Solo Sansker, y por extensión Kikka, conocían el rostro del enemigo.

—Los exploradores han regresado—dijo Yamato, hablándole al grupo entero—Lo han encontrado.

— ¿Cuándo dices 'encontrado' te refieres a…?—preguntó Hatsuho dejando el final en el aire.

—Al Oni envuelto en fuego demoniaco, el mismo que nos atacó aquel día—respondió Yamato—Y al que hemos estado rastrando. Se encuentra en lo profundo de la Era del Honor, con varios otros Oni a su alrededor. Para esta ocasión desplegaremos una fuerza más grande de lo usual.

—Esto es entonces, el momento de la verdad—dijo Ibuki.

—Por fin las cosas se ponen interesantes—comentó Fugaku haciendo chocar sus nudillos.

—Yo cuidare de la aldea si llega a pasar algo—intervino Kikka—Así que pueden luchar sin preocuparse por nosotros.

—Estamos en deuda, Doncella—dijo Hayatori, agachando su cabeza formalmente.

—Muy bien, entonces ¡Vamos y eliminemos a este Oni de una buena vez!—exclamo Hatsuho, apretando su puño en el aire.

—Esto me recuerda a la leyenda de Momotaro, el Mata-Oni—dijo Nagi, dando una palmada.

—Esperen ¿Quién…?—intento preguntar Sansker al ver que los demás parecieron entender a que se refería.

— ¡Ja! En ese caso, Hatsuho es como su mono compañero—dijo Fugaku con una carcajada.

— ¿Hay un mono?—Sansker trato de tomar la palabra.

— ¡Si yo soy el mono entonces tu eres el perro!—replicó Hatsuho fulminando a Fugaku con la mirada.

—Así que también tiene un perro…—comentó John intentando intervenir.

—En ese caso yo seré el propio Momotaro—dijo Ōka, claramente divertida con la situación—Sansker puede ser el faisán.

— ¿Eso es bueno o malo?

— ¡Hey! Eso no es justo, Ōka—exclamó Hatsuho.

—Ah, es bueno entonces…—dijo John desistiendo de comprender lo que estaba pasando.

—Si ya terminaron de hacer el reparto—intervino Yamato, alzando la voz para recuperar la atención te todos— ¿Podríamos continuar?

— ¿Cuál es el plan, jefe?—preguntó Sansker aclarándose la garganta.

—Usaremos varios equipos. Tú dirigirás el ataque principal, toma a quien creas conveniente—respondió Yamato—los demás se ocuparán de los Oni que estén cerca para que no sean emboscados. Si necesitan refuerzos dejaremos una fuerza móvil en la aldea.

—Entendido… Nagi, Ōka, Hatsuho, cuento con ustedes—dijo John. El plan era tan adecuado como podían hacerlo dadas las circunstancias.

—Ibuki, Hayatori y Fugaku se encargarán del resto de la operación—sentencio Yamato—Quizás no logremos detener el Despertar, pero lograremos retrasar sus planes. No necesito decirles que esta es una batalla que no podemos perder en ninguna circunstancia ¡Adelante! Que la luz de los héroes ilumine su camino.


Todos habían esperado por este día durante semanas. Luchas constantes, días de sueño intranquilo y poco constante, cacerías interminables, todo para encontrar al Oni detrás de sus pesares. Sansker casi podía jurar que Ascalón y Pridwen se volvieron más pesadas en cuanto se adentraron en la Era del Honor, como si pudieran sentir la cercanía del Gouenma del cual habían sido tomados.

Nadie estaba de humor para hablar, concentrados en la tarea por delante. Ōka marcaba el paso, pero en cuanto fueron adentrándose en la zona más profunda, donde el miasma se volvía más denso, fue cuando comenzaron a notar la presencia de los Oni. Grupos pequeños, la mayoría huyeron al verlos, pero ninguno llego lejos, siendo cortados en pedazos por los Asesinos. Hayatori, Ibuki y Fugaku se separaron con sus grupos, abriéndose en abanico, mientras que Sansker y los demás siguieron el camino central.

— ¿Todo listo?—preguntó Sansker, deteniéndose. Más adelante podía verse un resplandor rojo y el área alrededor de ellos comenzaba a calentarse. Las ruinas de un gran templo se alzaban más adelante, como una montaña caída—Este no es un enemigo ordinario.

—Estamos listos para lo que sea—respondió Hatsuho, apretando un puño—Recuerda quien es tu mentora.

—Seguiremos tu liderazgo, Sansker—dijo Ōka—No te preocupes.

—Me asegurare de que nada malo les ocurra—dijo Nagi, tomando su arco.

A lo lejos escucharon los aullidos de varios Oni y los sonidos del combate cuando sus compañeros se toparon con otros demonios que habían estado esperando a escondidas. Sansker asintió, sujetando la empuñadura de Ascalón. El filo de la hoja se veía tan negro que ni siquiera reflejaba la luz, dándole una apariencia siniestra.

—Confió en ustedes, ataquen rápido y sin piedad. Si ven una oportunidad tómenla. Es mejor que acabemos con esto rápidamente—dijo Sansker, recordando su propio combate contra el comandante—Vamos.

Comenzó a avanzar hacia la luz rojiza. Los árboles dieron paso a un gran claro, con la puerta tori de un templo en un extremo, dos grandes estatuas guardianas destruidas a cada lado. Una solo estaba de la cintura para abajo, con los pies sumergidos en una piscina de lava y la segunda solo aparecía del torso para arriba, la cabeza cortada a un lado, también en descansando en la lava, el arco del templo sobre ambas estatuas coronando el claro como un pabellón. El aire era árido, a pesar del miasma, pero no se veía nada. Sansker tomo a Pridwen, asegurándolo en su brazo izquierdo.

Una masa de oscuridad y fuego apareció sobre la lava, girando a toda velocidad sobre si misma. La esfera se abrió de par en par, dejando avanzar al Gouenma. Su cuerpo surgió de la nada cubierto de fuego infernal, creando una honda de calor que hizo evaporar toda la humedad de la zona. El Oni lanzo un rugido, agitando su larga cola, rematada en una bola con pinchos e irguiéndose sobre sus dos patas, más alto que un Kueyama, y mucho más musculoso que cualquiera de los otros demonios que se hubiera enfrentado hasta ahora. La única diferencia de esta y la primera vez, era que ahora le faltaba un cuerno.

—Hola de nuevo—dijo Sansker levantando a Ascalón. El Gouenma bajo la mirada, rugiendo de ira al ver la espada—Dejaste esto la última vez que nos vimos, vine a tomar el resto.

El Oni ataco primero escupiendo una bola de fuego contra ellos. Ōka se puso delante del grupo, levantando su katana y conjurando una barrera dorada alrededor de los cuatro. El ataque estallo contra la esfera de energía, disipándose sin hacerles daño. El Gouenma escupió una serie de bolas de fuego contra Ōka, pero su barrera resistió todas las explosiones, así que el Oni se arrojó hacia adelante levantando el puño para golpear directamente. Ōka dejo caer la barrera y los 4 se separaron. Nagi salto hacia atrás disparando varias flechas hacia el rostro del demonio. Ōka corrió hacia la izquierda y Sansker a la derecha, con Hatsuho dirigiéndose hacia adelante, entre las piernas del Oni, cada uno activando el poder de su Mitama.

El cuerpo de Ōka resplandeció con un aura dorada, recibiendo el golpe de costado, con una lluvia de chispas. Suzakura corto hacia arriba, impactando contra la mano de la bestia y cortando profundamente. Hatsuho se deslizo con un destello verde, atacando la cola del Gouenma con Inari en su camino, golpeando varias veces, inmovilizándola. Sansker consiguió aumentar su fuerza de ataque con un aura rojiza, cortando la pata izquierda del Oni, Ascalón mordió la armadura del Gouenma, cortándola limpiamente y sin problema. Nagi disparó el tiro de gracia, con una flecha directo hacia el rosto del demonio, acertándole justo entre los ojos.

El Gouenma se tambaleo, herido en múltiples partes, sorprendido por la rápida reacción de sus oponentes. Sangre negra comenzó a brotar a borbotones, obligando al demonio a retroceder de un salto para no ser abrumado. El Oni se colocó a cuatro patas, abriendo la boca y convocando las llamas de su interior, acumulándolas dentro de su boca.

— ¡Cúbranse!—exclamo Sansker, poniendo a Pridwen frente a él. Cerro los ojos y convoco el alma de Tokugawa Ieyasu. El espíritu del Shogun le permitió formar una barrera igual que la de Ōka, creando una esfera de energía dorada a su alrededor mientras sus compañeros se ponían a sus espaldas.

El demonio disparó un rayo de fuego continuo, como un rio de lava. Sansker sintió la onda de calor, como en la aquella ocasión que Kikka lo protegió con la su barrera de energía. El fuego se dividió alrededor de su propia defensa como si fuera agua, derritiendo el suelo y prendiendo los árboles del claro en llamas. El torrente era pesado, como intentar mantenerse de pie contra un viento huracanado, pero justo cuando pensaba que no podría el ataque del Goeuenma cedió, dispersándose con un último impulso de energía. Sansker dejo que su barrera cayera también, bajando es escudo.

—Acabamos con esto—dijo John. Ascalón comenzó a brillar con un resplandor rojo, igual que Inari, Suzakura y Calma Nocturna.

Un fuerte viento barrio el polvo alrededor de los Asesinos, cada uno concentrando el poder de su alma en el filo de su propia arma. El Gouenma avanzo hacia ellos, aplastando el suelo a su paso e irguiéndose una vez más en toda su estatura, su cuerpo cubriéndose una vez más en fuego. Sansker y los otros no lo esperaron y corrieron a su encuentro. El demonio ataco también lanzándose hacia adelante, intentando golpear el suelo para provocar una onda de fuego y desviarlos, pero Hatsuho fue más rápida.

En un resplandor verde, la joven adelantó a sus compañeros, haciendo girar a Inari sobre su cabeza y desatando su Destructor. La hoja del kusarigama golpeo la pata derecha del demonio, cortándola limpiamente, lo que le hizo perder el equilibrio y caer de costado, lanzando un rugido de dolor. El Gouenma trato de disparar una bocanada de fuego al golpear contra el suelo, pero Nagi disparo su propia flecha, haciendo explotar las llamas en su rostro y dejando la apertura perfecta para Ōka y Sansker.

Los dos atacaron de inmediato. Ōka trato de ir por la cabeza, pero la cola del Gouenma apareció de la nada, obligándola a cortarla de un golpe seco. Sansker fue quien ataco de ultimo, mientras el demonio luchaba para recuperarse y su rostro emergía de entre el humo de la explosión. Era como mirar hacia el rostro del mal puro, aunque esta vez no sintió la misma parálisis que la primera ocasión, detrás del odio y la maldad que transmitía, Sansker podía percibir cierto temor.

— ¡Te tengo!

Levantó a Ascalón sobre su cabeza, sujetándola con dos manos, y el filo de la espada se extendió hacia el cielo, con un resplandor rojo sangre, cargado de energía. Dejo caer la espada con toda su fuerza golpeando al Gouenma justo en el centro del rostro. Fue como golpear una roca gigantesca. Sansker sintió una resistencia tremenda hasta que esta cedió y entonces todo desaprecio en un chorro de sangre negra que lo salpico por completo. El cuerpo del Gouenma colapso sobre su espalda, cayendo hacia atrás en una piscina creciente de esa misma sangre.

—Con un demonio…—Sansker escupió y trato de limpiarse el rostro, intentando no tragar nada de aquella sangre corrupta. Era sorprendente que cosas así no le pasaran más a menudo.

— ¿Lo-lo hicimos?—preguntó Hatsuho acercándose, saltando sobre el cadáver.

— ¡Lo hicimos!—afirmo Nagi llegando desde el otro lado.

—Ese fue un buen golpe—dijo Ōka, envainado su espada— ¿Necesitas una mano?

—Un trapo no estaría mal—respondió Sansker mirando sus ropas. Detrás de él una luz azul le hizo darse la vuelta—No puede ser…

Una esfera de luz azul surgió del cadáver del Gouenma y de esta apareció la figura de un gran guerrero, armado con una espada, pero también una lanza y una nagitana en su espada. El guerrero vestía como un monje con una capucha blanca y un rosario budista al cuello. Se inclino hacia Sansker y avanzo hacia él, hundiéndose en su pecho, dejando que su voz resonará dentro de su mente.

Benkei, a tu servicio.

—Esto explicaría su fuerza—comentó Sansker.

—Eso no importa—replicó Hatsuho—Vamos, purifiquemos este cuerpo y ayudemos a los demás. Yamato va a querer escuchar de esto ¡Acabamos de vencer al comandante! Deberías estar más contento.

Sansker asintió. En efecto sus compañeras estaban bastante alegres, pero por alguna razón él no podía acompañarlas. La victoria no había sido tan complicada como esperaba. El Gouenma fue un oponente que su preparación y la ayuda de sus compañeros pudieron superar. Quizás precisamente porque se habían preparado para lo peor. Y aun así sentía que faltaba algo. Ese empuje final. Los Oni siempre se resistían, dudaba que este fuera lo último que vieran de sus planes.


El ocuparse de los otros Oni fue tarea sencilla y pronto regresaron a Ukataka. Sansker podía sentir lo animados que estaban todos en su grupo, y al cruzar el puente hacia el cuartel fueron recibidos por Kikka y Yamato que parecían igual de contentos.

—Muy buen trabajo, capitán—dijo Yamato, a modo de saludo.

—Bienvenidos, me alegro mucho de que nuestros héroes hayan regresado todos sanos y salvos—dijo Kikka, haciendo una breve inclinación.

—Es bueno estar de regreso—dijo Sansker.

—Lo hemos logrado—dijo Ōka—El Oni comandante está muerto.

—Una gran victoria—dijo Hatsuho.

—No solo grande—dijo Nagi— ¡Monumental, colosal, prodigiosa!

—Está bien, Tómatelo con calma—dijo Fugaku poniéndole una mano en el hombro.

—Tú también te vez bastante feliz, grandulón—replicó Ibuki, quien sonreía.

—Tú te vez igual que siempre—dijo Hayatori—Pero tú nunca te tomas nada en serio.

—Supongo que no…—aceptó Ibuki— ¡Oye! Espera un momento.

—Un crítico duro como siempre, Hayatori—dijo Ōka, soltando una risilla.

—Mis disculpas, yo también me encuentro algo emocionado—dijo Hayatori—No pretendía ofender. Solo espero que ahora la aldea se vea más segura.

—Esperemos que esto le ponga fin a estas noches sin sueño, envueltas en miedo—dijo Kikka, asintiendo—Y todo esto es gracias a ustedes.

—Kikka…—Ōka la volvió a ver, algo preocupada. Pero ella le sonrió con calma.

—Sansker, tú dirigiste bien a tus aliados en el campo de batalla—dijo Yamato.

John, quien había estado escuchando en silencio, se limitó a asentir. El crédito no era suyo.

—Nos tomó un buen tiempo resolver este problema—dijo Fugaku—Al menos ahora podremos dejar de perseguir sombras.

—No podemos bajar la guardia—dijo Ōka—Los Oni aún no han desaparecido.

Todos guardaron silencio por un momento ante ese comentario. Es cierto que acababan de ganar una gran victoria, quizás una increíblemente importante, pero el enemigo no los dejaría en paz. Tendrían que continuar su lucha incansable al día siguiente.

—Ōka, estás comenzando a recordarme a Yamato—dijo Hatsuho de repente—Ya has dominado su técnica para arruinar el momento.

Sansker tuvo que cubrirse la boca con la mano para que no se viera su sonrisa, pero varios presentes soltaron algunas risas ahogadas. Ōka frunció el ceño, aclarándose la garganta.

—Yo… no creo que ese sea el caso—dijo.

—Es cierto—intervino Yamato, con tono serio—Ōka, por favor no te robes mis líneas.

Ahora sí nadie pudo resistirse y varios soltaron una autentica carcajada. Sansker se sintió un poco mal por la espadachina que se quedó mirando al suelo, pero al menos pareció levantarle el animo a todos.

—Jefe, no usted también…—dijo Ōka con un ligero rubor.

—Hablando seriamente, Ōka tiene razón. El comandante puede estar muerto pero los Oni aún están allí afuera—continuo Yamato—Ni siquiera tenemos la certeza de que esto evitara el Despertar. Aún hay muchos problemas que debemos resolver. Las patrullas comienzan mañana para ver si hay algún cambio en el comportamiento de los Oni. Necesito que todos estén listos.

— ¿Ya estamos planeando la próxima misión?—preguntó Hatsuho, incrédula—Creo que ya es hora de que cambie de trabajo.

— ¿Qué tal unirte al circo como un mono?—sugirió Fugaku con una sonrisa lobuna.

— ¡¿A quién le dices mono tu gran perro tonto?!

—Suficiente. Las misiones empiezan mañana—interrumpió Ōka antes de que pudieran seguir peleándose—Por ahora creo que es mejor si todos nos retiramos a descansar. Esta noche podremos disfrutar de algo de paz, pero a partir de mañana volveremos a estar ocupados.

Hubo un asentimiento general y el grupo comenzó a dispersarse. Sansker quería aprovechar el tiempo y quizás hablar con Kikka, no habían tenido ocasión de conversar adecuadamente luego de aquella confesión tan agitada. Giró la cabeza. Kikka y Ōka estaban hablando, la última como siempre preocupándose por su hermana. Quizás sería mejor dejarlas tener un tiempo a solas.


El comandante Oni había sido derrotado. Kikka estaba feliz con el resultado de la batalla. Ōka no le compartió demasiados detalles, pero podía intuir el resto. Su hermana estaba más interesada en saber cómo seguía, asegurándole que ahora todo debería ser más sencillo. Los ataques serían menos coordinados y los Asesinos podrían proteger el perímetro, evitando que agotara su fuerza manteniendo la barrera constantemente.

Kikka solo asintió, dejando que su hermana también liberara la tensión que tenía. Esperaba que tuviera razón, aunque sentía que no estaban fuera de peligro. Cada día sentía como si le costara un poco más alzar su barrera, y su cuerpo se volvía más débil. Ya ni siquiera podía pasear por la aldea como antes sin agotarse en minutos. Se quedaba sin aliento, su corazón palpitando con fuerza, sus piernas sintiéndose pesadas como si hubiera corrido todo el camino. Solo podía aguantar. Para despejarse un poco salió a la pequeña terraza junto al cuartel.

—Ah, señorita Kikka, buenas tardes—dijo una voz a sus espaldas.

—Shusui—la joven se sorprendió. No lo había escuchado acercarse.

El oficial de inteligencia le hizo una breve inclinación con la cabeza.

Inconscientemente Kikka dio un paso atrás. Shusui y ella tenían la misma edad, físicamente el oficial de inteligencia apenas era ligeramente más alto, pero tenía un aire de amenaza a su alrededor. Su expresión tranquila, esa sonrisa educada que nunca le llegaba a los ojos, era como si siempre estuviera ocultándole algo. Solo ahora Kikka se daba cuenta que Shusui siempre la había intimidado un poco.

— ¿Estás dando un paseo?—pregunto intentando ser cortés.

—Así es—respondió él, mirándola a los ojos. Su expresión cambio sutilmente, su ceño se frunció y él miro hacia un costado—Debo admitir, no esperaba que fueras a durar tanto tiempo, Kikka.

— ¿…Perdona?—Kikka puso una mano en su pecho.

—Pensé que, si la presión aumentaba, eventualmente huirías o te quebrarías—dijo Shusui—todos los seres vivos dan prioridad a su propia existencia, es su naturaleza. Pero tú… no has mostrado miedo, no has dudado. Continúas mostrándote firme ¿Acaso no deseas huir de la maldición de ser una Doncella Sagrada?

Kikka sintió esas palabras como dagas lanzadas hacia su corazón. Que reflejaran sus sentimientos pudiera ser una coincidencia o quizás Shusui sabía más de lo que decía. Maldición. Sus poderes, su destino, ¿Cuántas veces había lamentado el nacer con ese talento? ¿En esta tierra? Su mano sobre su pecho se convirtió en un puño, tocando el medallón con el símbolo del Ojo de la Verdad. Debajo de sus ropas, el dije de la cruz de plata se sintió mucho más cálido contra su pecho.

—Tienes razón. Siempre pensé que era una maldición. Mi nacimiento, el mundo, yo misma… todo atrapado en una maldición eterna—respondió Kikka, cerrando los ojos brevemente. Su puño se relajó—Pero si es así, entonces la maldición ha sido levantada.

Shusui frunció el ceño. Kikka abrió los ojos y le sonrió abiertamente.

—Me di cuenta de que mi poder me permite proteger a las personas que amo. Que no es una maldición, si no una bendición. Y que con todo lo que he sufrido, no quisiera que las cosas fueran diferentes. Me alegro de haber nacido en este mundo, y de ser una Doncella Sagrada.

— ¿No crees que es irracional, inhumano?—preguntó Shusui, cruzándose de brazos—Eres usada como un sacrificio humano. Incluso si no estuvieras de acuerdo, no tendrías elección.

—Nadie puede ser completamente libre—respondió Kikka negando con la cabeza—No podemos controlar donde nacemos, quienes son nuestros padres, ni podemos cambiar el pasado. Lo único que podemos hacer es escoger como enfrentarnos al destino. Podemos elegir como vivir nuestras vidas. Alguien muy importante para mi me enseño esa lección.

Kikka puso ambas manos sobre su pecho. Le había costado entender y aceptar esa idea, pero John era un buen maestro. Igual que él, ella ahora entendía que, aunque su vida no estaba libre de dolor y arrepentimiento, era una que ella deseaba vivir. Por Ōka, por John, por sus amigos.

—Yo ya tomé mi decisión, Shusui. Hare lo posible para mantener esta aldea a salvo. No porque sea mi deber, o mi destino. Esta es mi decisión. Estoy preparada para llevar el peso de este mundo sobre mis hombros, y nada de lo que digas me hará cambiar de parecer.

Shusui solo se quedó mirándola por unos segundos antes de soltar un suspiro.

—Parece que te he subestimado. Por ahora debo admitir mi derrota—dijo el oficial de inteligencia en un tono ligero, casi alegre. Luego giro la cabeza hacia una columna cercana—Oh, y tú… sería mejor que salgas de tu escondite, Sansker.

Kikka parpadeo sorprendida, mirando en la misma dirección.

— ¡John!

Sansker salió detrás de la columna con una expresión seria.

— ¿Cómo supiste que estaba ahí?—preguntó.

—Eres sigiloso, pero también predecible—replicó Shusui—Lo que me sorprendió fue que no dijeras nada antes.

—No tenía que hacerlo.

John se puso junto a ella, y coloco una mano en su hombro, dándole una sonrisa. Kikka se sonrojo un poco. No esperaba que la estuvieran escuchando, pero se sentía bien que John pensara que podía manejar esto sola.

Shusui se encogió de hombros. De repente parecía increíblemente relajado. Como si todo esto fuera solo un juego.

—La batalla que vendrá a continuación no será sencilla—dijo el oficial de inteligencia—Pero ahora que he visto la profundidad de su determinación, creo que podrán ganar. Que la luz de los héroes ilumine su camino, Asesinos.

—Shusui… ¿qué es lo que estas intentando hacer?—preguntó Kikka. Sentía que todo esto había sido una prueba, aunque tal vez fuera para él y no para ella.

—Ya llegara el momento cuando todo será revelado—dijo Shusui—Por ahora, les pediré a los dos que no digan nada al respecto.

—Después de todo lo que has hecho, estas pidiendo demasiado—dijo Sansker.

—Me temo que no puedo evitarlo. Han sido ustedes quienes destruyeron mis planes—replicó Shusui aunque su tono era ligero. Puso las manos detrás de su espalda—Pensar que un Asesino y una Doncella pudieran hacer tanto juntos… si ese es el caso, no me queda más remedio que recapacitar sobre muchas cosas. Por eso debo pedirles paciencia. Como dije, he sido derrotado, de ahora en adelante mi objetivo será diferente.

Sansker frunció el ceño, claramente no muy convencido. Kikka lo tomo del brazo, asintiendo. A pesar de todo el sufrimiento que le hiciera sentir, Shusui le había ayudado a darse cuenta de muchas cosas. Si deseaba ser consecuente, entonces no podía rechazarlo.

—Por ahora esperaremos—dijo Kikka cuando John finalmente cedió, encogiéndose de hombros.

—En ese caso debo marcharme. Espero con ansias nuestra próxima conversación.


Shusui se alejó de Kikka y Sansker. No tenía que preguntar para poder entender el fuerte lazo que existía entre ambos. Su intención fue explotarlo en su beneficio y este fue el resultado. Lanzo un suspiro mientras recapacitaba.

—Kikka, eres mucho más determinada de lo que esperaba—dijo Shusui entrando en su oficina—Sansker fue aún más ingenioso de lo previsto… juntos lograron que los Asesinos de Ukataka se volvieran más unidos. La aldea esta más segura que nunca.

Tomo asiento, apartando la pila de papeles que solía dejar sobre su mesa. Los estudios y planes sobre los Oni no le interesaban por ahora. Sus órdenes eran claras y simples. Por supuesto, fueron dictadas por viejos a quienes no le preocupaban los pormenores. Shusui solo tenía que conseguir resultados, el cómo a ellos no les interesaba.

—Quebrar a la Doncella Sagrada. Debilitar las defensas de Ukataka. Provocar el Despertar—Dijo Shusui enumerando sus instrucciones como una lista. Una sonrisa apareció en sus labios—Mis ordenes no fueron tan sencillas de ejecutar ¿Qué dirán los ancianos…?

Tendría que reportar su fracaso. Incluso ahora su objetivo era el mismo. Nada había cambiado en ese aspecto. Su deseo y el de sus superiores seguía coincidiendo, así que sería mejor mantenerse en buena relación. Shusui sabía que era lo más lógico, y sin embargo quedaba la pregunta más importante de todas.

— ¿Qué es lo que voy a hacer ahora?—dijo en voz alta.

Por primera vez en mucho tiempo Shusui no tenía respuesta.