Las Sombras del Deber
Observando la escena con seriedad imperturbable, me dirijo nuevamente a Beatrice:
—Betty, te encargo que lo cures ligeramente para acelerar su proceso de recuperación consciente —digo mientras asiento con solemnidad ante ella.
Beatrice asiente comprensivamente mientras se acerca cautelosamente al ladrón. Con una delicadeza sorprendente, canaliza su energía curativa hacia él, acelerando así el despertar de su conciencia y asegurando que pueda enfrentar el interrogatorio.
El protocolo establecido es siempre el mismo: sumergir al prisionero en un estado de ansiedad extrema.
A través de este método, me aseguro de obtener información valiosa e incitar confesiones sinceras, aunque depende mucho de la situación, suele ser efectivo.
Se despertará en algún momento, sin maná, sin poder mover un solo miembro de su cuerpo, amarrado con metal mientras a su vista se dejan elementos de tortura como un picahielo, cuchillos y más.
No tendrá maná suficiente para suicidarse si conoce la forma de hacerlo, así que no le quedará de otra que esperar despierto nuestra llegada.
La ansiedad del prisionero estará en su punto máximo, y estoy seguro de que sucumbirá a la necesidad de hablar.
Sin embargo, mientras esperamos el momento propicio para extraer información valiosa de él, mi mente divaga hacia otros pensamientos.
«Ojalá Puck estuviese aquí», susurro en mi interior.
Su presencia sería útil en esta situación. Habría sido un complemento perfecto para nuestros esfuerzos actuales.
Mientras reflexiono sobre esto, cargo a Emilia por los pasillos de la mansión que nos alberga.
Mi objetivo es llevarla a su habitación para descansar después de haber bebido demasiado durante la reunión anterior. Pero antes de llegar allí, detecto una urgencia apremiante: Emilia necesita utilizar el baño.
Después se despertará en medio de la noche y se lo molesto que es eso.
Cambio rápidamente mi rumbo y decido pasar por alto momentáneamente su dormitorio.
—Uhm... —murmura ella somnolienta mientras empieza a despertarse lentamente, abriendo apenas los ojos ante la confusión repentina.
Con cuidado y ternura infinita, sostengo firmemente a Emilia entre mis brazos mientras avanzamos hacia nuestro destino designado: el baño principal del castillo.
—¿Mar... co? —susurra Emilia con una voz adormilada, frotándose los ojos con delicadeza mientras intenta asimilar la situación inusual en la que se encuentra. Sin embargo, su expresión se ilumina de alegría y sus brazos rodean mi cuello en un gesto de confianza y afecto
—Me cargas como una princesa jejeje —ríe tiernamente Emilia, sin apartar sus ojos de mí, irradiando gratitud por el cuidado que le brindo.
—Bueno, es lo mínimo que puedo hacer —afirmo con solemnidad mientras me detengo al llegar a nuestro destino.
Dejo escapar un suspiro lleno de preocupación ante la resistencia de Emilia para abandonar mis brazos. Su agarre firme demuestra su profunda alegría por la situación.
«No puedo permitirle beber más hidromiel», reflexiono internamente mientras contemplo las consecuencias que podrían derivarse si no la controlo.
Con determinación resuelta pero gentilmente persuasiva, trato de bajar a Emilia del abrazo en el cual insiste aferrarse tenazmente.
Aunque me alegra que Emilia haya disfrutado de la inesperada reunión, sé que probablemente sufrirá una resaca mañana.
Sin embargo, sus habilidades mágicas curativas aliviarán cualquier malestar que pueda experimentar.
—¿Quieres que use magia supongo, para retirar los efectos en Emilia de hecho?
Ante la sugerencia de Beatrice de utilizar magia para eliminar los efectos del exceso en Emilia, niego con la cabeza.
—Déjala ser —respondo con calma—. Ella fue el centro de atención este día y es mejor que termine así.
Consentirla un poco no está mal; se ha esforzado mucho y se lo merece.
Sin embargo, antes de retirarnos a descansar, le recuerdo a Emilia sobre su necesidad inminente de utilizar el baño. Le ofrezco esperarla pacientemente mientras ella cumple con esa tarea básica.
Emilia me mira con expresión ligeramente contrariada y hace pucheros infantiles. Desvía la mirada hacia otro lado mientras habla con un tono lleno de reproche:
—No iré hasta que no me digas "princesa". Siempre solían llamarme princesa en el bosque Elior...
Sus palabras evocan recuerdos tiernos e íntimos de su infancia perdida entre las sombras del tiempo. Mi mirada busca la aprobación silenciosa en Beatrice, buscando permiso para compartir este vínculo Emilia y yo.
Fue ella por quien lo inicie, así que es justo preguntarle.
Al principio, percibo cierto disgusto momentáneo reflejado en los ojos penetrantes de Beatrice; sin embargo, después asiente comprensivamente como si entendiera la importancia emocional detrás del gesto.
—Si es ella, no detengo problema supongo.
Con extremo cuidado bajo a Emilia al suelo, observándola detenidamente mientras ella se pone de pie con cierta inestabilidad.
—Princesa Emilia... —susurro en un tono suave y lleno de cariño, cumpliendo su deseo y honrando esa conexión especial.
Emilia me mira fijamente, sus ojos brillan con gratitud y afecto. Aunque todavía muestra un poco de tambaleo debido a los efectos del exceso anterior.
Con delicadeza, retiro la capucha que cubre el rostro de Emilia para asegurarme de que pueda ir al baño con comodidad.
Sus ojos amatistas aún reflejan una leve expresión de anhelo mientras espera ansiosa mis palabras. Aprovecho este momento para acomodar su cabello y fijar mi mirada en sus ojos cautivadores.
—Tu caballero siempre estará a tu lado, princesa Emilia —susurro con ternura, consciente de lo significativo que puede ser este juego tonto pero cargado de emociones para Emilia.
Evoco los recuerdos ocultos en su infancia, cuando fue tratada como una princesa, pero vivía encerrada en las limitaciones impuestas por otros.
¿Cuántos años habrá llevado consigo dentro de ese lugar?
Si incluso bajo los efectos del alcohol sus pensamientos se dirigen hacia ese deseo antiguo, es porque ha sido algo arraigado profundamente desde entonces.
Emilia no suele mostrar un cariño excesivo hacia los demás, aunque posee una energía vital contagiosa y un espíritu animado. Sin embargo, hay momentos en los cuales deja entrever afecto especial hacia aquellos que están pasando por dificultades o preocupaciones.
Esta faceta suya ha ido cambiando gradualmente con el tiempo, pero sé que le resultará difícil expresar estas emociones abiertamente debido al temor a ser juzgada como infantil o ser juzgada por su apariencia.
Sin embargo, ante mis palabras reconfortantes y llenas de promesas implícitas, ella sonríe radiante mientras Beatrice sostiene su mano amablemente. Es mejor dejarlas ir juntas al baño para evitar cualquier percance mayor mientras yo las espero con paciencia.
—Jeje, siempre quise tener un caballero —declara Emilia entre risas.
Una vez que Emilia sale del baño, extiende sus brazos hacia mí con una sonrisa juguetona iluminando su rostro. La mirada en sus ojos invita a la complicidad y al juego.
—Cárgame hasta mi habitación —me pide de manera traviesa.
Quizás debería haberle pedido a Beatrice que utilizara su magia para quitarle su estado de embriaguez, pero no puedo resistirme a cumplir los deseos de Emilia, solo por ahora.
Acepto el desafío con gusto y respondo:
—Como usted ordene, señorita Emilia.
Coloco mis manos cuidadosamente en sus piernas y espalda, sosteniéndola como si fuera una princesa. Ella me observa mientras rodea sus brazos alrededor de mi cuello, estableciendo un vínculo íntimo entre nosotros.
—¡Tengo un caballero! —exclama Emilia entonando melodías desafinadas con gracia mientras patalea el aire alegre— ¡Marco, mi caballero! ¡Marco! Jejeje.
Definitivamente le gastaré alguna broma cuando se despierte como pequeña venganza por hacerme escuchar su canto tan desafinado.
Su voz es dulce, pero carece del don para la afinación; aunque cabe destacar que ha practicado mucho para dar discursos públicos, aún le falta dominar los ritmos melódicos adecuadamente.
Beatrice se ríe junto a nosotros, aunque ella tampoco tiene habilidades vocales excepcionales.
No soy experto ni bueno en el canto, pero al menos sé mantener el compás musical.
Finalmente llegamos a la habitación de Emilia: un espacio más modesto comparado con las grandiosas estancias de la mansión principal.
Una cama de tres cuerpos, como era de esperar, aunque esta no cuenta con un baño interno. Quizás fue adquirida en lugar de ser diseñada a medida, pero sinceramente no me importa demasiado.
Un escritorio se encuentra ubicado frente a la ventana, adornado con cortinas blancas que permiten el paso suave de la luz natural. Un ropero modesto exhibe delicadas decoraciones talladas en su madera. Aunque el cuarto es espacioso, los elementos y muebles son escasos.
Mientras avanzamos hacia la cama, Emilia me detiene repentinamente.
—Marco —susurra cerca de mi oído mientras se inclina utilizando sus brazos para apoyarse— acuéstate conmigo, mi caballero.
Supongo que el alcohol ha comenzado a afectarla verdaderamente.
No estoy seguro de si ella se refiere a lo que tengo en mente, pero tampoco es algo que desearía hacer.
Aprovecharse de alguien bajo los efectos del alcohol es simplemente indigno, incluso si esa persona te lo pide.
Si no hubo una intención previa, no sería apropiado actuar sobre ello. De todas formas, estamos hablando de Emilia y está claro que se refiere a dormir juntos.
Beatrice me tira suavemente de la chaqueta, lanzándome una mirada fulminante. Yo sonrío porque seguramente también ha malinterpretado las palabras de Emilia. Es increíble pensar que podría tener pensamientos tan impuros; mi niña tiene una imaginación muy retorcida.
—Señorita Emilia, aquí no estamos en la mansión principal y eso sería sospechoso —le respondo con amabilidad—. Una cosa es cargarla hasta la cama, pero quedarme a dormir con usted levantaría muchas sospechas.
Sin embargo, hay algo más que puedo hacer para complacer sus deseos. Ella continúa aferrada a mí mientras sus labios rozan ocasionalmente mi oreja.
—Eres travieso —susurra Emilia mordiendo ligeramente mi oreja, tomando por sorpresa mis sentidos—. Eres malo, aun cuando me he esforzado tanto.
Ella ríe y patalea con las piernas como muestra de su descontento infantil.
—Solo quiero que duermas conmigo ¿Es mucho pedir? No quiero pasar la noche sola. —Emilia dirige su mirada hacia Beatrice—. También quiero dormir con Betty... los tres juntos. ¿Sí?
Suspiro resignado ante sus intenciones. Mañana tendremos mucho por hacer y debemos prepararnos para el ataque de la ballena. Ser un poco indulgente no está mal, además también estoy algo afectado por el alcohol, así que simplemente me dejaré llevar.
—Muy bien, si eso es lo que usted desea, solo puedo obedecer —le respondo con una sonrisa rendida.
Mientras sostengo a Emilia en mis brazos, ella se inclina una vez más y deposita besos continuos en mi mejilla, seguidos de pequeñas risitas infantiles. Su alegría es desbordante, como si nunca hubiera experimentado la compañía afectiva.
Aunque sé que fortuna se la otorgaba.
—Jejeje, nunca había tenido un caballero así —admite con una voz dulce cargada de felicidad.
Está peor que cuando bebimos en la mansión; parece que el hidromiel es peligroso para ella.
O tal vez, Emilia simplemente tiene poca resistencia al alcohol.
—Me haces feliz, Marco. Para alguien que estuvo encerrada tanto tiempo, siempre estuve sola y tenerte es... —Emilia me da un último beso lleno de emociones profundas.
Con cuidado, deposito a Emilia en la cama mientras continúa sonriendo. Sé que mañana despertará avergonzada si recuerda lo ocurrido.
Beatrice parece molesta, me hace agacharme para tomar la iniciativa y besar mi otra mejilla.
—¡Hmpf! Mi caballero resultó ser todo un mujeriego de hecho —dice Beatrice mientras se lanza sobre la cama rechazando cualquier acción mía.
Decido quitarme mi chaqueta y camisa para no dormir incómodo. Tengo una camisa delgada guardada por aquí cerca. Me dirijo rápidamente a mi habitación y me cambio antes de volver al cuarto donde está Emilia.
—¿Dónde estás? ¡Marco! —Emilia mira a su alrededor buscándome mientras intenta levantarse con dificultad.
La lección del día es clara: no darle alcohol a Emilia.
Estoy seguro de que nunca olvidaré este episodio y estableceré una regla para que todos los ciudadanos eviten ofrecerle bebidas alcohólicas.
Emilia me mira coquetamente desde la cama, extendiendo sus brazos hacia mí. Su mirada entrecerrada parece revelar un anhelo profundo mientras sus labios se vuelven más notorios bajo la tenue luz de la luna que ilumina su sedoso cabello plateado.
Con voz tierna y serena, ella me pide:
—Ven, déjame dormir contigo.
Me inclino lentamente sobre la cama, apoyando mi mano como soporte mientras ella envuelve sus brazos alrededor de mi espalda y ejerce una leve presión para acercarme a ella.
Emilia sonríe con complicidad mientras lentamente y con cuidado me deposita en su pecho, sorprendiéndome. Ella se inclina dándome un beso en mi cabeza, cargado de emociones.
Una sensación de calidez recorre todo mi cuerpo, pero también puedo sentir el calor intenso emanando de los sentimientos profundos que Emilia guarda en su interior.
—Marco, sé que te hago trabajar muuucho, pero también quiero que sepas cuánto te quiero. Muuucho, muuuchísimo —sus palabras se aferran a mí mientras su voz tiembla ligeramente—. Por eso deseo estar siempre contigo, para trabajar juntos.
Ella afloja un poco su abrazo y me acomodo en la cama mientras ella se recuesta en mi brazo izquierdo, abrazándome con fuerza.
Coloco mi brazo alrededor de su espalda y la abrazo delicadamente mientras ella me utiliza como almohada. Sonríe y extiende su otro brazo libre rodeando mi torso para envolverme en sus caricias.
—Jeje, eres tan cómodo... —afirma Emilia antes de caer rendida en el sueño.
Beatrice se acurruca junto a mi brazo derecho dejándome completamente aprisionado por ellas dos.
—El Marco de Betty es perfecto para dormir, sin duda alguna de hecho —Beatrice me mira con ternura—. Betty también te quiere mucho supongo.
Si alguien presenciara esta escena o si esto fuera una historia escrita estoy seguro de que despertaría la envidia de muchos.
Cuando estamos bajo los efectos del alcohol nos volvemos vulnerables y actuamos sin inhibiciones; por eso no culpo a Emilia por su comportamiento.
Después de todo, fui yo quien sugirió beber y esperaba alguna reacción inusual por parte de ella.
Pero nunca imaginé que llegaría a sentirse tan cercana a mí.
Ojalá sea otra clase de emoción lo que late dentro de ella.
Las suaves respiraciones de ambas me arrullan lentamente hacia el sueño. Ha sido un día agotador, pero a pesar del estrés logré alcanzar mis objetivos y trazar nuevos caminos.
Lo que nos espera ahora es el enfrentamiento con la ballena.
Todo debe ser perfecto; los cañones harán gran parte del trabajo y tengo bastantes posibilidades de atacarla si utilizo magia voladora. Estoy seguro de que puedo vencer a esa criatura sin lugar a duda.
Aunque deseo fervientemente que esta paz que siento en este momento perdure para siempre, sé en mi interior que tarde o temprano las circunstancias se tornarán caóticas.
Es una realidad inevitable.
Por eso debo ser fuerte.
Por eso no puedo permitirme tener debilidades evidentes.
No puedo permitirme enamorarme, no en medio de todo esto que está sucediendo.
Incluso si mi corazón se rindiera ante alguien, deberé matar esa emoción al instante.
Debo controlar mi corazón y mis emociones lo máximo posible.
El peso de todo recae sobre mí, así que lo mejor es mantenerme alerta en todo momento.
No tengo derecho a flaquear; yo mismo me despojé de ese privilegio aquel día fatídico.
Cuando apreté el gatillo….
