La Tragedia Sin Fin.
La situación es crítica, cualquier error, cualquier sentimiento, me puede llevar al fracaso. Siento como el viento frio acaricia mi piel, mientras el monstruo en frente de mi me mira buscando destruirme.
Pero no tengo miedo, al contrario, estoy lleno de fuerza.
Inventar nuevos hechizos es un desafío complejo. Para Beatrice, cuya naturaleza espiritual le otorga una destreza innata, esta tarea resulta sencilla.
Sin embargo, para un humano como yo, se requiere una sensibilidad profunda al maná que permita visualizar los efectos del hechizo. Pero no basta solo con ello; el éxito también depende de mí conocimiento y habilidades.
—¿Tienes algún conocimiento sobre el funcionamiento de la gravedad? —pregunto a Flynn con una sonrisa desafiante.
Flynn frunce el ceño, mostrando confusión ante mi pregunta. Se rasca la cabeza antes de responder:
—¿Gravedad? Acaso es algún tipo de hechizo, ¿qué tiene que ver?
—Todo, Flynn. Absolutamente todo —respondo, dejando que una chispa de determinación brille en mis ojos.
Aunque este hechizo parezca básico, lo he perfeccionado durante seis intensos meses de entrenamiento. Me he esforzado más que nadie, y he traspasado los límites que creía tener.
Ha llegado el momento de mostrar el verdadero caos.
Me lanzo hacia el golem a toda velocidad. Sus ojos comienzan a expulsar hojas de viento cortantes, amenazando con desgarrarme. Sin embargo, me muevo con agilidad sobrenatural, ajustando la gravedad y el viento para moverme de manera descontrolada.
Esquivo sus ataques con maestría mientras concentro el flujo de maná para preparar mi hechizo.
Mientras tanto, Crusch lucha incansablemente contra los golems que la rodean. Su valentía es admirable, pero la cantidad de enemigos no hace más que aumentar. Debo apresurarme.
El golem extiende su brazo, creando ondas de viento que me impulsan hacia arriba. Pero yo no me detengo. Fijando mi mirada en el rostro del coloso, tomo un último impulso y coloco mi mano sobre su superficie. Me concentro durante unos intensos segundos y luego sonrío, gritando con determinación:
—¡Resonancia gravitatoria!
Una zona de influencia comienza a extenderse en mi mano, y las partículas en el cuerpo del golem empiezan a vibrar intensamente. La magia de fuego me permite controlar esas vibraciones, aumentando o disminuyendo la temperatura para crear hielo o una bola de fuego o plasma.
Pero al combinarla con la magia gravitacional, las moléculas en el cuerpo del golem vibran con una intensidad desconocida. Sigo expulsando maná, y el golem comienza a temblar y despedazarse.
Su interior empieza a expulsar lava, mientras los pedazos de piedra caen al suelo.
—¿Cómo lo hiciste? —Flynn grita asustado, bajando las manos—. ¿Quién demonios eres?
Sonrío ante la incredulidad de Flynn. No es la primera vez que me hacen esa pregunta. Pero ahora, en medio de esta batalla, no hay tiempo para explicaciones.
—Soy Marco Luz, un simple humano, y quien te matará —respondo, dejando que una sonrisa misteriosa se forme en mis labios.
Mientras los restos del golem se desvanecen en el suelo, siento una oleada de energía recorrer mi cuerpo. La emoción de la batalla aún late en mi pecho, pero sé que esta victoria es solo el comienzo.
—¡Maldito! —Flynn extiende sus manos, y de estas empiezan a aparecer estacas de hielo, pero no son hielo normal. Flynn lanza estacas de hielo púrpura hacia mí. Las esquivo con destreza, cargando aún más maná en el hechizo.
—¡Eres una mosca escurridiza! —El rostro de Flynn se torna desesperado, probablemente me subestimó por completo.
Entonces, esto lo sorprenderá como nunca.
Saco más maná de mi puerta y miro a Flynn, quien parece estar preparando algo con odio en sus ojos.
No tengo tiempo para emociones, no tengo tiempo para pensar en el miedo, en este momento todo lo que tengo es la lucha en frente de mí.
Me posiciono en el aire, sin necesidad de descender hacia su nivel. Observo hacia adelante, apuntando con mi pistola. La altura es perfecta, estoy probablemente a veinte metros de altura. Ahora debo concentrarme en el hechizo, pero también en los principios de este mundo.
Od Laguna, el encargado de hacer estos cálculos y permitir la existencia. Los hechizos pueden ser modificados y alterar el orden natural gracias a que ese ente se encarga de transformar los hechizos en algo posible.
No se modifican las leyes de la física, si no que el se encarga de hacerlo posible.
En este momento, estoy a punto de desatar un caos controlado que dejará a Flynn sin opciones. Sonrío con confianza, sin prestar atención a las distracciones a mi alrededor. Mi mente está enfocada en la batalla que se avecina.
—¡Inversión Gravitatoria! —exclamo, con la mirada fija hacia adelante. Una onda de energía desciende, alterando la gravedad y aumentándola en la parte superior.
Es el mismo hechizo que utilicé contra Julius, pero esta vez es cinco veces más potente.
Un hechizo que Beatrice utiliza sin saber de qué trata, pero, cuando se lo explique, su control de la magia gravitacional mejoró a un punto superior al mío.
El sudor empieza a salir de mi frente, mi respiración rápida se mezcla con la canalización del hechizo.
Acabo de utilizar un hechizo que pone en práctica el concepto del "motor warp" de Miguel Alcubierre, pero en el ámbito de la magia.
Con este hechizo, soy capaz de manipular el espacio-tiempo a mi alrededor, creando una distorsión que altera la gravedad en la zona deseada. Es como si tejiera una tela en el universo mismo, moldeando el entorno a mi voluntad.
Flynn, incapaz de hacer nada, es lanzado hacia arriba, su rostro refleja una mezcla de sorpresa y terror. Se acerca a mí en cuestión de instantes, apenas tiene tiempo de reaccionar antes de que la fuerza con la que es lanzado comience a hacer estragos en su cuerpo, expulsando sangre por todo su cuerpo y dejando en claro quién tiene el control de la situación.
—¡Sorpresa! —le digo con una sonrisa mientras aprieto el gatillo de mi arma. Un estruendo retumba en el aire.
¡Bang!
Una bala Yang sale disparada a quemarropa. Antes de que Flynn pueda siquiera pensar en defenderse, la bala atraviesa su cráneo, dispersando una masa negra y pedazos de su cerebro en el aire debido al hechizo.
No puedo permitirle la oportunidad de regenerarse, así que coloco mi mano en su pecho.
—Fuego Fractal —murmuro con determinación. Un fuego se enciende dentro de él, moldeado con magia gravitacional. El fuego comienza a dividirse, aumentando su presión y quemando todo a su paso mientras descompone las partes internas de su cuerpo.
Miro mis manos, viendo que están temblando después de usar hechizos tan complejos. Todo lo que he descifrado es apenas un comienzo. La magia y la física no son opuestos; nuestro conocimiento sobre la física es limitado.
Debo aprender más, descubrir más.
Aprieto mis manos y sonrío, viendo lo fuerte que me he vuelto.
Pienso en Roswaal y sus habilidades para manipular el clima y traspasar almas. Pero esos hechizos son descontrolados, carecen de procesamiento.
Lo que estoy haciendo es mucho más preciso.
El cuerpo de Flynn se despedaza lentamente, el fuego toma la forma de fractales que no dejan de incrementar y quemar todo a nivel molecular. Es un hechizo lento, pero perfecto para un golpe final.
Finalmente, el cuerpo de Flynn ya no existe, solo queda maná disperso en el aire. El miasma no se ve afectado, pero las partes contaminadas caen al suelo mientras desciendo.
Crusch sigue luchando valientemente, y yo jadeo exhausto después de usar tantos hechizos en conjunto.
Bajo, avanzando hacia Erick con determinación. Aprovecho para agarrarlo del cuello, su mirada está llena de terror mientras aprieto más y más.
Siento una mezcla de ira, tristeza por la guerra, pero, sobre todo, un profundo odio hacia el enemigo que tengo frente a mí.
—Se acabó, Erick Costuul —le digo con voz firme—. Vendrás con nosotros y anunciarás tu rendición.
Siento la urgencia de ir al campo de batalla y poner fin a todo esto.
—Lo... lo haré —afirma Erick, haciendo que lo suelte y caiga al suelo. Rápidamente, lo amarro con una soga y lo cargo en mi hombro.
Crusch ha terminado con los últimos Golems, aunque está cubierta de moretones y cortes tras la intensa batalla. Los Golems se deshacen en masas de líquido purpúreo, y Crusch se yergue con determinación, lista para enfrentar cualquier nuevo desafío.
—Vámonos —Crusch se ve cansada, pero también esta determinada a salir de esta.
Agarro a Erick y Crush se pone a mi otro lado, por lo que me dispongo a usar magia de vuelo, pero en ese preciso instante, el suelo comienza a temblar con una fuerza abrumadora. Los temblores sacuden todo a nuestro alrededor con una violencia que supera todo lo que hemos experimentado antes.
Una mano gigante surge del suelo y nos envía volando por los aires hasta llegar al globo aerostático. Justo cuando pensamos que estamos a salvo, la misma mano se aproxima de nuevo en forma de puño.
—¡Go Minya! —exclamo, aprovechando la cercanía de Beatrice para congelar el brazo de piedra, deteniendo el movimiento de las moléculas al mínimo, para luego usar una chispa para quebrar todo el brazo.
En ese mismo instante, una poderosa onda de viento se abalanza hacia nosotros, llevando consigo múltiples brazos de piedra que salen de la tierra para alcanzarnos.
Crusch se baja de mi brazo, abalanzándose sobre los brazos gigantes de tierra con una determinación inquebrantable.
—¡Corte de aire! —Crusch desenvaina su espada y corta todos los brazos de piedra con movimientos precisos y letales usando magia de viento.
Luego, Crusch utiliza uno de los brazos que había cortado para saltar y tomar mi mano, quien la sube hacia el globo aéreo.
Los golems comienzan a emerger del suelo, y de la masa amorfa que una vez fue Flynn, comienza a tomar forma un grotesco cuerpo. Intentamos subir para escapar, pero de repente, todo el entorno se ve envuelto en una espesa neblina purpúrea.
Un dolor punzante atraviesa mi mente, pero Beatrice actúa rápidamente, utilizando su maná para aliviar la insoportable sensación.
—¡Marco! ¡Es... Miasma! —exclama, haciéndome comprender el terrible efecto que nos rodea.
Es similar a la habilidad de Petelgeuse, el miasma crea una niebla que ataca directamente nuestra mente y nuestras puertas. La razón por la cual no me afecta tanto se debe a mi capacidad para almacenar miasma y, también...
Por el cristal que incrustaron en mi cuerpo durante esa fatídica batalla.
—¡No te irás! ¡No te dejaré escapar! —ruge esa masa amorfa, en un tono distorsionado que ya no suena como un humano, comenzando a tomar una forma similar a la de un humano.
Tiro a Eric al casco del globo, noqueándolo en el proceso.
Observo con horror mientras el miasma aumenta a mi alrededor, miro a Crusch, quien hace muecas de dolor conteniendo todo en su interior. Beatrice se pone su lado y la ayuda, usando su maná para hacer un hechizo.
—Esto servirá por unos minutos de hecho. —La mirada de Beatrice me dice que no tenemos modo de escapar ahora mismo.
El maná es débil en este momento, si nos teletransportamos igualmente nos encontrará.
Cuatro gigantescos golems emergen de la tierra, mientras los otros esperan pacientemente nuestra bajada. Los golems nos atacan, obligándome a saltar del casco del globo en un intento desesperado por distraerlos y permitir que los demás escapen.
—¡Sigan subiendo! ¡Yo los distraeré! —grito, pero Beatrice extiende su mano hacia mí.
—¡No! ¡Marco! —son las últimas palabras que oigo antes de que mi cuerpo sea arrojado violentamente hacia el suelo, cayendo con fuerza. Mi mente comienza a dar vueltas en un torbellino de confusión y desesperación.
Intento levantarme, ansioso por comprobar la razón por la cual los golems no están atacando, pero en su lugar, siento unos pasos acercándose a mí. Cada paso retumba en mi mente.
—Me has llevado al límite de mi cuerpo —dice el monstruo frente a mí con voz ronca, mientras escupe un cristal que cae al suelo con un sonido siniestro. Su presencia emana una oscuridad que parece ahogarlo todo a su alrededor.
—¿Qué eres tú? —pregunto con voz temblorosa, intentando mantener la compostura ante el horror que se despliega frente a mis ojos.
Sus palabras resuenan en mis oídos, llenas de un resentimiento palpable. Observo con horror cómo su figura, deformada por la influencia del miasma, se alza frente a mí. Su cuerpo, ya no humano, está envuelto en una neblina negra que parece tener vida propia, danzando al ritmo de la oscuridad.
—¡Mira lo que me has obligado a hacer! —su risa suena como el chirriar de metal oxidado, llenando el aire de una malevolencia que hiela mis huesos.
Sus ojos, brillantes con un fuego malévolo, me atraviesan como dagas afiladas.
—No sé de qué estás hablando —respondo, tratando de mantener la calma a pesar del miedo que me consume por dentro.
Cada detalle en su apariencia es una grotesca muestra de lo que alguna vez fue humano.
Su cabello, largo y rosa, se retuerce como serpientes en el aire viciado por el miasma. La atmósfera a su alrededor parece vibrar con una intensidad que desafía la realidad, como si estuviera a punto de desencadenar algo que estuvo prohibido.
Como si el mismo mundo lo hubiese ocultado.
—Ahora tendré que cumplir con mi deber, y tú deberás enfrentar las consecuencias por las vidas que se perderán —dice con una voz distorsionada, acercándose lentamente hacia mí. Su presencia es asfixiante, como si el mismo infierno se hubiera desatado frente a mis ojos—. ¿Puedes soportar esta cantidad de miasma? De verdad, eres un espécimen increíble.
Cada palabra suya es un golpe directo a mi cordura, una amenaza que parece colarse en lo más profundo de mi ser.
—¿Co-Como lo hiciste? —lo miro, mis manos y labios temblando con fuerza, mientras intento contener las emociones que se arremolinan en mi interior.
«¡No pienses Marco Luz, si te dejas llevar por el miedo estás muerto!»
Su determinación malévola se refleja en sus ojos, ardientes con un deseo insaciable de destrucción.
Un escalofrío gélido recorre mi espina dorsal mientras contemplo esta imagen infernal, preguntándome si tengo alguna forma de ganar.
Me encuentro frente a un enemigo cuyo poder se ha vuelto más oscuro y despiadado que nunca. Mis ojos, llenos de determinación, caen sobre mi pistola, pero antes de que pueda reaccionar, un golpe brutal se abate sobre mi estómago, arrebatándome el aliento.
—¡Ah! —exclamo, luchando por recuperar el aire mientras me doblo por el impacto.
Con rapidez y agilidad, ejecuto un Murak y cambio mi posición en un solo paso, apuntando directamente a su rostro y disparando sin vacilar.
¡Bang!
La bala se desplaza con velocidad, pero no hay reacción alguna de su parte; es como si el proyectil nunca hubiera existido. Una sensación de inquietud se apodera de mí, mientras observo con incredulidad la impasibilidad de mi enemigo.
—¿Qué has hecho? —pregunto, mientras aprovecho para cargar un hechizo, mi mente trabaja a toda velocidad en busca de respuestas que nos puedan sacar de esta situación tan desesperante.
Su sonrisa siniestra persiste, un reflejo del mal que habita en su interior, mientras los golems hacen temblar el suelo a nuestro alrededor con su fuerza abrumadora.
La niebla y las nubes oscurecen por completo el sol, y las primeras gotas de lluvia caen, sumiéndonos aún más en la incertidumbre de esta batalla mortal.
Sé que no puedo permitirme morir. Si el miasma logra afectarme, si penetra en mi ser y corrompe mi esencia, será el fin. He subestimado a este hombre; su poder supera con creces al de las personas que las que he luchado, incluso al de Julius, cuya sombra aún pesa sobre mis recuerdos.
Contemplo mi arsenal con determinación. Me quedan siete balas y dos cargadores Yang. Si los combino en un hechizo, quizás tenga una oportunidad.
Mis manos tiemblan, mis piernas tiemblan.
«¡Mierda!», en un arranque de ira me golpeo el rostro, quitando en miedo de mí.
Mi conexión con Beatrice se debilita por el denso miasma, pero no puedo permitir que eso me detenga.
Debo seguir adelante.
Crusch desciende junto a mí, su presencia es un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que nos rodea.
—No estás solo. Lucharemos juntos —dice, colocándose en mi espalda, lista para seguir combatiendo a pesar de la incertidumbre que nos acecha.
—No sé qué haría sin ti —le digo, sonriendo a pesar del caos que nos rodea.
Sé que Crusch está sacrificando mucho al permanecer a mi lado. Sin los collares Yang que la protegen del miasma, su vida corre un peligro constante. Pero su valentía y su determinación son un recordatorio de por qué debemos seguir luchando.
Debemos ganar esta batalla.
—No tenemos tiempo —le advierto con urgencia—. Si te quedas sin maná, morirás.
Ella asiente con determinación, dispuesta a enfrentar cualquier desafío que se nos presente.
Los cuatro gigantescos golems lanzan sus ataques de viento, mientras los otros se acercan con rapidez. La situación se vuelve cada vez más tensa y desesperada, pero no podemos permitirnos rendirnos.
—¡No te preocupes por mí! —exclama Crusch, lanzándose valientemente hacia los golems con una determinación feroz.
Entonces, Flynn se lanza hacia mí con una velocidad impresionante, sus ojos brillan con una intensidad maligna que hiela mi sangre.
—Dragon de plasma —murmuro, canalizando las partículas a mi alrededor y creando una serpiente dragona de plasma con viento.
Normalmente esto sería imposible, pero, gracias a mi arduo trabajo, encontré la forma correcta de hacerlo.
Extiendo mi mano y con un gesto rápido, saco un puñado de polvo de potasio del bolsillo de mi traje, obtenido a partir de la destilación de ciertas sales volátiles en la caldera de mi laboratorio.
Entonces, tomando forma.
—¡Mi hechizo más fuerte! —le grito, aumentando al máximo todas las partículas, concentrándome en el hechizo mientras observo con atención cada movimiento de mi enemigo.
El hechizo converge en una luz violeta intensa, que destella y parpadea con cada movimiento. Las escamas relucen con un resplandor fulgurante, como si estuvieran impregnadas de fuego líquido.
Flynn empieza a moverse, y el dragón de plasma avanza hacia él, pero en el momento en que debería impactar, lo atraviesa como si nunca hubiera tenido un cuerpo.
Mis ojos se abren con fuerza, mientras veo como el hechizo empieza a viajar hasta atravesar el suelo.
—La magia… —aprieto mis labios, viendo que la magia no le afecta—. No tiene sentido.
A medida que avanza, deja a su paso una estela de chispas incandescentes que danzan en el aire, dejando una estela efímera de luminiscencia etérea.
—Al final, es solo magia —dice con una sonrisa burlona, mientras mi corazón se acelera ante la perspectiva de un enfrentamiento cada vez más peligroso.
—¡Mierda! —en ese instante, realizo un disparo. Flynn se mueve para esquivarlo, pero antes de que lo logre, utilizo la magia para detener su movimiento.
Sin embargo, él logra romper a través de mi hechizo con una fuerza impresionante, demostrando una vez más su poder abrumador.
La tensión en el aire es palpable mientras nos enfrentamos a esta amenaza implacable, cada uno decidido a luchar hasta el final.
—¡Entonces verás lo que es capaz de hacer la mía! —le respondo con firmeza, preparándome para el próximo intercambio de ataques.
El dragón de plasma sale del suelo, atravesándolo por completo. El brillo es tan fuerte que por un instante soy cegado, pero, confiando en mis instintos me abalanzo al frente, apuntando mi pistola para darle con una bala Yang.
Cuando veo que está ileso mi corazón se comprime. Usé demasiado maná en ese hechizo, debió matarlo al instante.
Aprieto mis labios, mirándolo con temor.
¡Bang!
Mi bala se hunde en su hombro con un estruendo sordo, y el impacto provoca que el miasma fluya más intensamente desde su cuerpo, como una oscura marea que amenaza con inundarlo todo.
—¡Se acabó! —exclamo, lanzándome hacia él con determinación, pero mis palabras se pierden en el aire cuando uno de los gigantescos golems me atrapa entre sus brazos de piedra, inmovilizándome con una fuerza descomunal.
Lucho con todas mis fuerzas, canalizando mi magia en un intento desesperado por liberarme, pero estos seres de piedra parecen ser inmunes a mis poderes.
Un dolor agudo se apodera de mi cuerpo mientras lucho por liberarme, sintiendo cómo mis huesos se comprimen y mis órganos duelen bajo la implacable presión de su mano.
—¡AGGH! —grito, sintiendo como mis costillas se empiezan a romper.
Mis músculos se tensan con cada esfuerzo, pero parece que cada intento solo intensifica el sufrimiento que me oprime. Desesperado por escapar, dirijo una mirada hacia Crusch, quien continúa su valiente lucha contra los otros golems, pero está demasiado lejos como para brindarme auxilio.
—¡Marco! —exclama, su voz llena de preocupación, pero su llamado queda ahogado por el estruendo de la batalla cuando una piedra impacta de lleno contra ella, haciéndola retroceder.
Mi conexión con Beatrice se desvanece, apenas perceptible en medio del caos que me rodea. En mi mente, una sensación de desesperación se apodera de mí al darme cuenta de que estoy solo en esta lucha.
Quizas es un bueno momento para morir y reiniciar todo.
Mientras tanto, Flynn se eleva majestuosamente frente a mí, su confianza en su posición dominante palpable en el aire cargado de miasma.
—Eres fuerte, Marco Luz, entiendo porque me dijeron que debía tener cuidado contigo. —Flynn se pone en frente de mí, y entonces mi mente empieza a operar al máximo, pero, en este momento no hay nada que hacer.
No estoy seguro de si reiniciando podré matarlo.
Aún tengo un as bajo la manga: las balas Yang en mi arsenal. Si logro detonar los cargadores en su interior, podría infligirle un daño considerable y tal vez encontrar una oportunidad para escapar.
Observo con esperanza la herida provocada por mi bala, la cual no se ha cerrado por completo; en cambio, percibo que el miasma comienza a derramarse lentamente de su cuerpo, una corriente oscura que se desliza hacia mí con una seductora y aterradora determinación.
Es como si intentara decirme algo.
Mi puerta intenta expulsar el miasma, pero la fuerza ejercida es abrumadora, como si el propio miasma intentara desgarrar mi alma y reclamar mi cuerpo como suyo.
—Ahora, deberás cumplir tu destino —murmura Flynn con una voz llena de malicia, desenvainando una daga con un brillo siniestro en sus ojos.
Un dolor punzante me atraviesa el vientre, y la agonía me envuelve como una oscura manta, amenazando con consumirme por completo.
Hago un esfuerzo por utilizar el agua para sanar mis heridas, pero al no haber dominado completamente esa técnica, solo consigo emplear mi maná para forzar el cierre de la herida y detener el sangrado. Las venas y arterias de mi cuerpo se contraen dolorosamente bajo mi control, luchando contra el flujo de sangre para evitar una pérdida mayor.
Mientras me concentro en reunir suficiente maná para deshacerme del golem que me sujeta, Flynn sostiene su daga, apuntándola directamente a mi cabeza con una mirada maliciosa.
—No te preocupes, solo sentirás un leve pinchazo —asegura mientras comienza a bajar el arma. Pero entonces, un grito rasga el aire.
—¡Caballeros! ¡Al ataque! —El brazo del golem que me sujeta se deshace en miles de fragmentos, y Flynn es lanzado violentamente al suelo.
Utilizo mi magia para reducir el impacto de mi caída y, al iluminar el entorno, descubro la figura de un hombre rodeado por partículas azules. Porta una espada larga, un arma que no había visto antes.
Sonríe con una expresión de profundo entendimiento.
Frey Karsten, o, mejor dicho, Fourier Lugunica, ha aparecido.
—Mis disculpas, encontré a más caballeros bajo la montaña y también descubrí algunos vestigios de cultistas —confiesa Fourier, con una sonrisa ante la inesperada situación, mientras su espada chisporrotea en el aire al enfrentarse a un golem que intenta atacarlo.
Originalmente, Fourier debía ser un mero espectador en esta batalla, un duque que no debía involucrarse en la lucha por el poder. Sin embargo, las circunstancias han cambiado drásticamente.
—Esto ya no es una simple guerra entre territorios. Las pruebas del culto a la bruja son innegables —declara Fourier con una expresion molesta, luego, deshaciendo al golem con movimientos precisos que reducen a escombros un coloso de más de veinte metros de altura.
Entonces, planteo una pregunta:
—¿Conoces a Flynn? —si Fourier esta haciendo el papel de Crusch debería de decir que sí, y de esta forma podré obtener información en un futuro.
Fourier me mira con una expresión ligeramente confusa antes de responder:
—Lo conozco, pero no sabía que era un miembro del culto. Soy un duque, conozco a toda la nobleza. —Fourier hace una mueca de desagrado, escupiendo al suelo—. Lo que no sabía es que se había aliado con algo tan repulsivo.
La respuesta suena sincera, pero algo en su tono o en su mirada me hace cuestionar si está ocultando algo más.
Ignoro mi preocupación, viendo que no hay tiempo para emociones.
Decido ponerme de pie, pero mi herida se abre, haciendo que mi cuerpo se tense y caiga al suelo. En ese momento, aparece Félix, con una expresión de preocupación en su rostro, y se apresura a sanarme.
—¡No puedes forzar tu cuerpo así, te lastimarás más Nya! —exclama Félix, mientras aplica un ungüento sobre mi herida con manos expertas.
El miasma sigue flotando en la zona, visible para todos debido a su densidad, pero también significa que todos están siendo afectados por su presencia opresiva. Félix lleva un cristal dorado en su pecho, que emite una luz dorada constante mientras cura mi herida.
Su habilidad para sanar es verdaderamente sorprendente.
En cuestión de segundos ha curado mi herida.
El estruendo de espadas chocando, los gritos y el retumbar de los golems en la distancia revelan que la batalla está alcanzando un nivel de intensidad inimaginable.
—¡Maldición, estos golems no parecen tener fin! —exclama uno de los caballeros que llegaron con Fourier, luchando con valentía contra las monstruosidades de piedra que avanzan sin descanso.
—No puedo permitir que nadie muera en esta batalla. Wilhelm está luchando en la parte baja contra los cultistas que encontramos, así que me ocuparé de estos golems gigantes. ¿Puedes enfrentarte a ese monstruo? —me pregunta Fourier, mostrando su brazo, en el que unas manchas oscuras se propagan, probablemente como resultado del ataque que sufrió.
Eso significa que el miasma también le está afectando, y más de lo que esperaría.
Asiento con determinación, mirándolo seriamente. Aunque en otros momentos pudiera ser un enemigo, en este instante necesitaremos apoyarnos mutuamente para poner fin a esta crisis.
Observo mis manos, apretándolas con fuerza, mientras escucho el grito de Crusch luchando en la distancia.
—¡Crusch necesita nuestra ayuda! —exclamo, recordando la valentía con la que ella ha enfrentado cada desafío hasta ahora.
Es hacia esa dirección que debo dirigirme. Sin embargo, antes de avanzar, Fourier me detiene.
Giro para verlo, y en ese momento, él me entrega un collar, mucho más grande de lo que esperaba.
—Este normalmente sería mi collar, pero parece que tu amiga lo necesita más que yo —dice, mientras el collar parece disipar la niebla a su alrededor, creando un pequeño campo sin esta—. Son collares imbuidos con magia Yang, sacados directamente de Vollachia. Apresúrate, no sé cuánto tiempo tenga ella.
Asiento con determinación y comienzo a correr. Mientras avanzo, me concentro en expulsar el miasma que se cierne en el ambiente, pensando en Crusch, quien ha estado soportando este terrible miasma durante un tiempo.
A medida que me acerco al lugar donde su voz se mezcla con el caos de la batalla, siento una determinación renovada.
No puedo permitir que nada le suceda.
Escucho la voz de Flynn, y su grito me impulsa a acelerar mi paso, utilizando mi murak y magia de viento. Opto por no volar, ya que eso requeriría gastar más mana del necesario.
En este momento, necesito concentrar todas mis energías en expulsar el miasma y preparar el hechizo necesario.
Finalmente, atravieso una densa capa de niebla y la veo: Crusch, con una espada en una mano y una pistola en la otra, intenta detener a Flynn.
—No te dejaré ir con él. —Crusch se lanza hacia Flynn con una valentía impresionante, pero sus movimientos parecen más lentos de lo habitual.
—¿Realmente crees que puedes detenerme, pequeña mosquita? —responde Flynn con una sonrisa burlona, esquivando con facilidad el ataque de Crusch.
Un disparo retumba en el aire cuando Crusch dispara hacia Flynn, pero al igual que antes, el impacto no tiene efecto alguno.
—¡Monstruo! —exclama Crusch con frustración, viendo cómo su disparo falla una vez más.
Flynn rápidamente avanza y clava su puño en el estómago de Crusch. La fuerza del golpe hace que Crusch retroceda, tambaleándose.
—¡Crusch! —grito desesperadamente mientras veo cómo mi amiga lucha por mantenerse en pie.
Aprovechando la distancia, Flynn levanta su puño, preparándose para asestar un golpe mortal.
—¡No permitiré que la lastimes más! —bramo, sintiendo la ira arder en mi pecho mientras canalizo toda mi magia para detener a Flynn.
Usando murak en todo mi cuerpo, me lanzo hacia delante con todas mis fuerzas, dispuesto a proteger a Crusch a cualquier costo.
—Llegas tarde.
El puño de Flynn perfora el abdomen de Crusch con una violencia repentina y brutal. Un chorro de sangre oscura brota de la herida, salpicando el aire con su espeluznante color carmesí.
El sonido sordo de los huesos fracturándose y los tejidos desgarrándose se mezcla con los agónicos gritos de Crusch, que llenan el aire como un eco de su sufrimiento.
—¡No! ¡Crusch! —mi voz se quiebra en un grito desesperado mientras contemplo horrorizado la escena ante mí.
La piel de Crusch se estira y se rompe bajo la presión del golpe, revelando las entrañas retorcidas y ensangrentadas que se retuercen en el interior de su cuerpo. El hedor metálico de la sangre y el aroma enfermizo de la muerte impregnan el aire, llenando mis sentidos con una repulsión que amenaza con hacerme vomitar.
—¡Maldito monstruo! ¿Qué has hecho? —exclamo, mi voz llena de ira y desesperación mientras me enfrento a Flynn con ojos llenos de furia.
En mi mente, todo comienza a desacelerarse. Siento una extraña sensación, como si el tiempo se detuviera mientras me encuentro frente a Flynn, observando impotente cómo la vida de Crusch se desvanece ante mis ojos.
El dolor y la impotencia se mezclan en mi corazón, consumiéndome con una furia que amenaza con desbordarme.
—¡MALDITO! ¡UL GOA! —Grito con furia mientras mis manos se alzan hacia el cielo, invocando una tormenta de fuego que estalla con furia descontrolada, impulsada por mi magia de viento.
El aire se llena con el rugido de las llamas, consumiendo todo a su paso mientras envuelvo a Flynn en un remolino ardiente que lo arroja lejos de Crusch.
Flynn sale disparado en una dirección desconocida, pero lo último que veo es su sonrisa malévola, como si hubiera logrado su objetivo.
Corro hacia Crusch con el corazón en un puño, sintiendo el terror aplastante de verla luchar por mantenerse en pie, escupiendo sangre mientras sostiene su estómago abierto por la mano implacable de Flynn.
Manchas negras cubren su rostro, y su sangre tiene un tono similar al que vi en esos caballeros antes.
La visión de Crusch en tal estado me golpea como un martillo, y la desesperación amenaza con ahogarme. Maldición. Parece que tendré que reiniciar esta situación.
«¿Debería reiniciar?»
«¿Y si en vez de mejorar creo un futuro tan horrible del que no tendría escapatoria?»
—¡BEATRICE! —grito con todas mis fuerzas, utilizando mi maná para asegurarme de que me escuche—. Aguanta, por favor.
La tensión en el aire es palpable, y el destino de Crusch depende de las acciones que tome ahora mismo. La incertidumbre me consume mientras espero desesperadamente su ayuda.
Llevarla con Félix no será suficiente, aunque pueda curar sus heridas el miasma se quedará en su cuerpo. Beatrice tiene formas de disminuir los efectos del miasma, y si ella le brinda ayuda y damos tiempo suficiente para llegar a Irlam, podré hacer que Luan la cure.
«¿Y si Luan está muerta?»
La idea de que hayan usado el miasma para potenciar a los demihumanos me atormenta. Sin embargo, rechazo ese sombrío pensamiento. No importa cuál sea la situación, mientras pueda regresar a un punto anterior, podré intentar algo.
El tiempo se estira ante mí, cada segundo una agonía mientras lucho con la decisión más difícil de mi vida.
¿Debería seguir adelante, o debería suicidarme y empezar de nuevo? La ansiedad me consume mientras considero las posibilidades, temiendo las consecuencias de mis acciones.
En medio del caos y la desesperación, la voz de Flynn resuena con un tono desafiante, sacudiéndome hasta la médula.
—¿Qué te parece? Soy fuerte, ¿verdad? —sus palabras son como cuchillas afiladas cortando el aire, desafiándome a desviarme de mi objetivo.
Sin embargo, mi determinación no vacila. En un instante, me abalanzo hacia él con toda la furia acumulada, mis puños como proyectiles de ira dirigidos hacia su arrogante rostro.
Pero antes de que pueda alcanzarlo, un destello oscuro y un giro ágil lo llevan fuera de mi alcance, dejándome, luchando contra el aire vacío.
—¡Maldito cobarde! —mi voz se pierde entre el estruendo de la batalla, pero mi rabia solo aumenta. Flynn parece disfrutar de mi frustración, su sonrisa retorcida alimentando mi ira.
—¿Te molesta mi habilidad para evadirte? —su tono es burlón, como si estuviera saboreando cada momento de mi desesperación—. Quizás deberías aprender a controlar mejor tu ira, querido amigo.
Sus palabras solo avivan el fuego dentro de mí. Con un gruñido, me lanzo de nuevo al combate, cada golpe y hechizo un intento de aplastar su presunción, pero él es un bailarín hábil en esta danza mortal, esquivando cada golpe sin esfuerzo alguno.
—¡No escaparás de mí tan fácilmente! —mi voz resuena con determinación mientras desato una ráfaga de fuego hacia él, cada hechizo cargado con la furia de mi ira.
Flynn esquiva ágilmente mis ataques, riendo con arrogancia mientras se mantiene a una distancia segura de mi ira desatada.
—¿Es todo lo que tienes? —su voz se eleva sobre el estruendo de la batalla, su tono burlón retumbando en mis oídos—. Pensé que serías un desafío más interesante.
Con cada movimiento, busco una oportunidad, un punto débil en su defensa impenetrable. Pero Flynn es un enemigo astuto, y cada intento de desequilibrarlo es recibido con un contraataque calculado.
Mi furia crece con cada obstáculo, cada golpe evitado, pero también sé que debo mantener la calma si quiero tener alguna esperanza de vencerlo.
—¡No te escaparás de mí! —grito con furia, canalizando toda mi energía en un último ataque desesperado, dispuesto a arriesgarlo todo para detenerlo.
Entonces Flynn desaparece de mi vista, y en detrás de mí lo escucho:
—No me queda mucho tiempo, así que tendré que actuar rápido. —Giro la cabeza y me encuentro con que Flynn está frente a Crusch. Con rapidez, saca una daga y se prepara para apuñalarla.
—¡EL MURAK! —mi grito resuena en el campo de batalla, una última esperanza en medio del caos. Con toda mi fuerza y determinación, me lanzo hacia Crusch, mi única preocupación su seguridad.
Pero mientras me acerco, una oscura sombra se cierne sobre mí, y antes de que pueda reaccionar, una daga fría y afilada atraviesa mi espalda con una precisión mortal.
Un alarido de dolor escapa de mis labios mientras el filo de la hoja perfora mi carne, robándome el aliento y llenando mi boca de un sabor metálico. Agonía pura arde en cada fibra de mi ser, convirtiendo mis músculos en gelatina y robándome toda fuerza.
El impacto del golpe me arroja al suelo con un estruendo sordo, mi cuerpo temblando de dolor y debilidad. Mi visión se nubla por las lágrimas de sufrimiento, pero aun así puedo sentir la mirada desesperada de Crusch clavada en mí, su rostro lleno de angustia y terror.
La risa de Flynn resuena en mis oídos como una burla cruel mientras se inclina sobre mí, su rostro deformado por una sonrisa retorcida.
—Ya que ofreciste tanta resistencia, utilizaré ese poder para un mejor propósito. Sabes, puedo salvarla de una manera más efectiva —sus palabras son como dagas, hundiéndose más profundamente en mi alma herida.
El miasma envuelve mi cuerpo, una presencia oscura y abrumadora que amenaza con consumirme por completo. Mis pensamientos se vuelven confusos, mezclándose con el dolor y la desesperación mientras lucho por mantener la conciencia.
Intentó usar magia para explotar mi cuerpo, pero no soy capaz de controlar mi puerta.
«Debí convertirme en un monstruo, son mis emociones quienes me hicieron cometer todos estos errores»
«Otra vez…»
La oscuridad se cierra a mi alrededor, el tiempo se detiene en un momento eterno de sufrimiento y desesperanza. Pero incluso en medio de la agonía, una última chispa de determinación arde dentro de mí.
—Te... Mataré —susurro con la voz entrecortada por el dolor, mi promesa apenas un eco débil en el aire cargado de miasma.
Sin embargo, antes de que pueda actuar, una fuerza invisible se apodera de mi cuerpo, arrastrándome hacia el abismo de la inconsciencia mientras lucho por mantenerme a flote.
(Pon Stay alive Song Full version)
Entonces, en medio del caos y la desesperación.
—¡Marco, cuidado! —la voz de Beatrice resuena con urgencia en medio del caos, cortando el aire como un rayo de luz en la oscuridad.
En medio de esta lucha interna, un grito desesperado rompe el silencio. Reconozco al instante la voz de Beatrice, pero su tono está cargado de una urgencia que nunca había escuchado.
Mi cuerpo se tensa, mis sentidos se agudizan ante el sonido de su llamado.
—¡Marco! —la voz de Beatrice resuena con un matiz de angustia, cortando a través del caos de la batalla y llegando directo a mi corazón—. ¡Betty no permitirá que te lastimen!
El caos estalla a mi alrededor cuando múltiples estacas de luz se abalanzan sobre el cuerpo de Flynn, forzándolo a retroceder. Una oleada de alivio me embarga, pero también una profunda preocupación.
—No... No puede ser... —susurro entre dientes, mi corazón martilleando en mi pecho con fuerza.
Las palabras se atascan en mi garganta mientras observo a Beatrice manifestarse frente a mí. Su presencia irradia una mezcla de determinación y dolor, y su mirada, llena de reproche, atraviesa mi alma.
Junto todas mis fuerzas, sin importarme la sangre en mis pulmones, sin importar si mis cuerdas vocales se desgarran, sin importar si mi corazón explota.
—¡NO LO HAGAS! —Grito, extendiendo mi mano hacía ella.
—¡EL SHAMACK! —el grito de Beatrice resuena en el aire, cargado de un poder que nunca había presenciado. Su voz, usualmente suave y reconfortante, ahora retumba con una fuerza que me estremece hasta lo más profundo de mi ser—. Eres un tonto, un tonto de hecho.
Flynn desaparece en un instante, pero el hechizo no se desvanece.
Miro hacia Beatrice, mis ojos llenos de angustia y mis labios temblando, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar mi tormento.
El contrato…
—Marco, escúchame... —susurra Beatrice con voz entrecortada, sus ojos brillando con amor y determinación—. Betty no puede dejarte. Tú... Tú has sido su luz en la oscuridad, su razón para seguir adelante. Betty te ama más de lo que las palabras pueden expresar, y haría cualquier cosa por ti.
Cada una de sus palabras me golpea como un puñal en el corazón, haciéndome sentir una mezcla de gratitud y desesperación. Sé lo que está haciendo, sé las consecuencias que enfrentará por romper el contrato que nos une.
—Betty quiere ayudarte asi como la has ayudado a ella de hecho.
En un acto de desesperación y amor incondicional, Beatrice toma el collar Yang de las manos de Crusch y lo clava en su propio pecho. Imbuida de magia Yang Beatrice conjura un hechizo que elimina el miasma de Crusch por completo.
Asi como algo más.
Puedo sentir la energía mágica fluyendo a través de ella, una manifestación de su esencia pura, el odo, que se fusiona con la de Crusch en un acto desgarrador.
—Betty, no... —mis palabras se ahogan en un mar de emociones, mi voz apenas un susurro mientras luchaba contra las cadenas invisibles que me mantenían paralizado—. No puedes... hacer esto por mí.
La desesperación crece dentro de mí mientras intento desesperadamente liberarme, pero el miasma me mantiene inmovilizado, impidiéndome hacer cualquier movimiento. Aprieto los puños con todas mis fuerzas, pero todo es en vano.
Nuestro destino pende de un hilo, y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo.
Beatrice completa la curación de Crusch y su mirada se posa en mí, sus ojos brillan con lágrimas mientras su cuerpo se ilumina ligeramente.
—Marco, Betty no quiere... no quiere dejarte, pero... pero lo hará, por tu bien —susurra Beatrice con voz entrecortada por la emoción, sus ojos reflejando el tormento de su decisión mientras me mira con amor incondicional.
Mis labios tiemblan al escuchar sus palabras, y siento un nudo en la garganta al darme cuenta de la magnitud de su sacrificio. No puedo contener las lágrimas que amenazan con desbordarse, pero el dolor en mi pecho es tan intenso que ni siquiera puedo llorar.
—Te amo, Marco. Amo todo lo que eres, todo lo que le has mostrado a Betty de hecho —continúa Beatrice, su voz cargada de afecto y pesar—. Betty ha vivido más de cuatrocientos años, pero estos últimos once meses contigo han sido los más preciosos de la existencia de Betty de hecho.
Un suspiro escapa de mis labios, y siento como si mi corazón se estuviera rompiendo en mil pedazos. Cada palabra de Beatrice resuena en mi alma, recordándome la profundidad de nuestro vínculo y la inevitabilidad de su sacrificio.
Con un esfuerzo sobrenatural, abro los ojos con fuerza y veo cómo Beatrice saca un cristal de su bolsillo, sus manos temblando ligeramente mientras se prepara para el sacrificio final.
—No, no lo hagas. —Intento moverme, pero no hay fuerza en mi cuerpo—. No me dejes solo.
El brillo de sus ojos refleja la determinación de su decisión, pero también la profunda tristeza que la consume.
—Este cuchillo está destinado a tomar tu cuerpo, y como tu princesa, debo protegerte —dice con voz firme, aunque sus palabras están teñidas de dolor y angustia.
Siento un dolor punzante en mi pecho al verla tomar esa decisión, pero sé que no puedo detenerla. Mi impotencia me consume, y el dolor que siento en este momento no tiene palabras para describirlo.
—No, Beatrice, por favor... no lo hagas —suplico, mis palabras ahogadas por la tristeza y la impotencia que siento ante su sacrificio.
Ella sigue adelante, su rostro sereno pero lleno de una tristeza desgarradora mientras clava el cristal en su propio cuerpo. El sonido del cristal atravesándola es como un eco en mi alma, un recordatorio doloroso de la magnitud de su sacrificio.
—Marco... te amo más de lo que las palabras pueden expresar —susurra Beatrice mientras la esencia de su alma se mezcla con la mía, un último acto de amor antes de desaparecer para siempre.
Un agujero negro que se abre en mi pecho, consumiéndome con una tristeza abrumadora. Pero en medio de mi dolor, puedo escuchar su voz resonando en mi mente, sus palabras llenas de amor y esperanza.
—No lo lamentes, Marco... no quiero verte consumido por el dolor. Quiero verte sonreír de verdad, ser feliz... —susurra Beatrice desde lo más profundo de mi corazón, su amor envolviéndome como un abrazo cálido y reconfortante.
Sus palabras resuenan en mi alma, llenándome de una sensación de paz y consuelo en medio de la oscuridad que amenaza con devorarme.
—¡No seré feliz si no estás en mi vida! —mi grito resuena en el aire, pero no hay nada que pueda hacer para ayudarla.
Con un gesto lleno de ternura, Beatrice toma suavemente mis mejillas entre sus manos, su contacto cálido y reconfortante calmando mi alma agitada. Sus ojos reflejan una mezcla de amor y tristeza mientras me mira profundamente, como si quisiera grabar mi rostro en su memoria por toda la eternidad.
—Marco, mi valiente caballero... —susurra con voz suave, sus palabras resonando en mi corazón con una intensidad conmovedora—. Debes seguir brillando, incluso en los momentos más oscuros. No dejes que mi sacrificio te consuma, por favor.
«¡Has algo!», grito en mi interior, «Maldito monstruo, Marco Luz ¡llora!»
Asiento con tristeza, incapaz de articular una respuesta coherente ante la magnitud de su amor y sacrificio. En un gesto cargado de significado, Beatrice se inclina y deposita un suave beso en mi frente, su aliento cálido rozando mi piel como una caricia etérea.
—No… —extiendo mi mano, intentando abrazarla, pero entonces mis manos pasan de largo, cayendo al suelo sin tocar nada.
Con un suspiro final, Beatrice se desvanece en esferas de mana, su presencia disipándose en el aire como una brisa fugaz.
El collar en mi pecho brilla, y todas esas esferas de maná son atraídas hacía el collar. Mi pecho iluminá en un purpureo tan intenso que me nubla la vista, pero para cuando acaba puedo volver a mover mi cuerpo.
Un destello de comprensión cruza mi mente mientras sostengo el collar en mis manos, conectando los puntos del regalo de cumpleaños que Roswaal me ofreció hace tiempo.
Entonces lo comprendo.
Roswaal... él sabía. Sabía lo que este collar significaba, lo que era capaz de hacer. Me manipuló, jugó conmigo como si fuera una marioneta en sus manos.
Aprieto mis manos con fuerza, muerdo mis labios saboreando la sangre de estos. La ira y la frustración arden dentro de mí, alimentando mi determinación mientras aprieto los dientes con fuerza.
—Roswaal L. Mathers... —susurro con una mezcla de desesperación y furia, mi voz cargada de un odio profundo hacia el hombre que ha manipulado mi destino durante tanto tiempo.
No permitiré que esto continúe. No importa cuántas veces tenga que volver, cuántas veces deba morir, esta vez será diferente. Esta vez, me enfrentaré a él cara a cara y pondré fin a este juego retorcido de una vez por todas.
Con manos temblorosas, tomo mi pistola y la sostengo con firmeza, mis dedos en el gatillo con determinación. Mis pensamientos se vuelven claros, centrados en una sola idea: vengar a Beatrice, proteger a aquellos que amo y liberarme del yugo de Roswaal.
—Te mataré, Roswaal. Te mataré tantas veces como sea necesario hasta que finalmente ponga fin a tu miserable existencia. —mi voz resuena con una determinación feroz mientras apunto la pistola hacia mi propia cabeza.
No permitiré que continúes jugando conmigo, manipulándome como si fuera un títere en tus manos. Esta vez, tomaré el control de mi propio destino y haré lo que sea necesario para asegurarme de que la justicia prevalezca.
Con un grito de furia y desafío, aprieto el gatillo.
—Incluso si tengo que convertirme en un monstruo para lograrlo.
¡Bang!
