Galaxy Angel – La novelización
Por Fox McCloude
Disclaimer: Galaxy Angel y todos sus personajes son propiedad de BROCCOLI. Todos los derechos reservados.
La melancolía de una dama (4-1)
El viaje del Elsior continuaba sin mayores complicaciones. Después del último intento de emboscada de la flota de Eonia, se las habían arreglado para eludir a sus perseguidores, y llegaron al siguiente punto para entrar al Chrono Drive sin ningún contratiempo.
– Hemos entrado en el Chrono Espacio. Todos los sistemas están normales. – anunció Almo.
– Uff, menos mal. – dijo Takuto aliviado. – Pudimos salir sin problemas. Afortunadamente no nos atacó el enemigo.
– Esta vez. – señaló Lester. – Sólo porque estemos en Chrono Drive, no significa que podamos relajarnos de más y bajar la guardia.
– Sí, sí, ya lo sé.
No necesitaba el recordatorio. Después de todo, luego del desmadre que provocó aquel droide espía y todos los problemas que le causó a Takuto, no quería volver a repetir la experiencia. Particularmente volver a exponerse a recibir uno de los golpes de Ranpha, ya que las costillas todavía le dolían al recordar eso. Así que ahora debían estar alertas incluso durante el Chrono Drive.
– Bueno, supongo que puedo pasar algo de tiempo de calidad con mi adjunto. – dijo Takuto estirándose los brazos y levantándose de la silla del comandante. – Coco, Almo, ustedes se quedan a cargo.
– Sí, gracias por su duro trabajo. – dijo Coco.
– Hasta luego, Comandante Mayers. – agregó Almo.
– Ah, qué bien se siente ser despedido con una sonrisa. – dijo Takuto. – Tan seguro como que quiero un descanso, que me daría un trabajo ahora mismo.
– ¿En serio? – inquirió Lester. – En ese caso cumpliré tu deseo y te daré algo para que hagas.
Takuto tuvo que reprimir el deseo de chasquear la lengua, por haber dejado que se le escapara ese comentario delante de Lester. Él y su gran bocota.
– Oye, oye, que estoy en mi descanso. – señaló el comandante. – ¿Está bien decirle eso a tu mejor amigo?
– Te he estado consintiendo desde que estábamos en la academia. – replicó el adjunto cruzándose de brazos.
– ¿Eeeh? – dijo de repente Coco, sorprendida. – ¿Quiere decir que ustedes fueron a la misma academia?
– Ajá, de hecho fuimos compañeros de clase. – dijo Takuto con orgullo. – Luego nos enlistamos en la armada y hemos estado juntos desde entonces. Ah, pero no malentiendan mis gustos, es obvio que prefiero a las chicas lindas como ustedes.
Las dos operadoras intercambiaron miradas entre ellas, y Almo le hizo una seña a Coco para que se acercara antes de empezar a murmurar.
– Oye, Coco. No importa cuánto piense en ello, ¿no crees que el Subcomandante Coolduras sería más apropiado como comandante?
– Sí, estoy de acuerdo. – replicó Coco.
– Oigan... todavía estoy aquí, ¿recuerdan? – dijo Takuto, un poco ofendido de que esas dos dijeran esas cosas de él, y pensaran que no las iba a escuchar. Y luego, la persona más impensable decidió saltar a su defensa.
– Personalmente, pienso que Takuto es más apto para ser el comandante. – dijo Lester. – Él sabe llevar mejor la antorcha, por decirlo de alguna manera.
– ¿Lo dice en serio? – preguntó Almo.
– Ya lo verán a su debido momento, tarde o temprano. – respondió Lester. – Takuto es el tipo de persona que ayuda a tranquilizar a los demás al saber que los guía.
– Para algunos es más fácil hacer eso. – dijo Takuto encogiéndose de hombros. – Hay quienes saben llevar la carga encima, y otros saben cómo repartirla.
– ... Sí, y tú eres del segundo tipo. – dijo Lester sarcásticamente. – En todo caso, si quieres que te guíen cómodamente, lo ideal es que tengamos un comandante que haga su trabajo.
– Sí, sí, ya entiendo. – replicó Takuto con resignación. – Entonces, ¿qué era lo que querías que hiciera?
– La verdad es que nos estamos empezando a quedar cortos de suministros. – dijo Lester, mostrando una lista de datos en su tableta. Takuto le echó un vistazo mientras continuaba hablando. – Comida, agua, provisiones diarias, y material como munición y blindaje. No duraremos mucho con lo que tenemos ahora.
– El Elsior no tiene una persona encargada de manejar los suministros. – explicó Coco. – Eso lo llevaba a cabo el puente. Pero hemos estado muy ocupadas con todo lo que hay que hacer y no hemos tenido tiempo.
– Ya veo, no tenía idea de eso. – dijo Takuto. Y efectivamente, tras ver los números en las reservas de munición y repuestos para el Elsior y los Emblem Frames, se dio cuenta que necesitarían aprovisionarse pronto. Todavía podrían arreglárselas por un tiempo, pero lo menos que quería era que los sorprendiera el enemigo sin tener provisiones para combatir.
– En ese caso, es tu turno de ser útil. – dijo Lester. – Ve a inspeccionar la nave, y has cuentas de suministros con toda la tripulación. El Chrono Drive durará otra hora más, pero aparte de eso, no tendrás que hacer más nada.
– Entendido. – Takuto cogió su propia tableta para tomar notas después. – Me encargaré de ello después de ir a comer, ¿está bien?
– Contamos contigo. – dijo Lester, antes de que finalmente abandonara el puente.
Ya afuera en el corredor, Takuto exhaló un ligero suspiro. Sonaba a un trabajo un poco aburrido, pero entendía que era importante, así que por eso terminó aceptándolo. Sin embargo, no se sentía de humor para andar tomando notas y haciendo cuentas de inventario con el estómago vacío, así que su primera parada sería la cafetería, para almorzar.
Una vez que entró, se dio cuenta que estaba bastante lleno, incluso para tratarse de la hora del almuerzo. Un rápido vistazo alrededor le hizo darse cuenta que dos de las Angels ya estaban comiendo en su mesa habitual.
– ¡Ah, Takuto-san! – Milfie le saludó con la mano. – ¡Por aquí, por aquí!
Takuto devolvió el saludo, y se acercó a la mesa para sentarse. Mint también se encontraba con ella en ese momento. Ya las dos estaban comiendo y casi terminándose sus almuerzos.
– Gracias por todo tu duro trabajo. – dijo Mint.
– Takuto-san, ¿quieres almorzar con nosotras? – preguntó Milfie.
– Sí, ya que acabamos de entrar en Chrono Drive. – replicó él. – Últimamente se ha hecho muy difícil conseguir tiempo libre. Y después de comer tendré que ir a inspeccionar la nave.
– Wow. Ser el comandante suena muy difícil. – dijo Milfie. – No puedes ir a divertirte luego de almorzar, y después de terminar, tienes que volver al trabajo. Es como si fueras un vendedor que trabaja muy duro haciendo sus tratos. ¡Pero creo que eso te hace realmente genial!
– ¿Por qué un vendedor? – preguntó Mint. – Y estoy segura de que debe haber trabajos mucho más laboriosos que ese.
– Anoche estaba viendo un drama en video con un sujeto que vendía medicina por veinticuatro horas seguidas. – respondió Milfie. – Parecía realmente una buena persona.
– ¿Oh? Sólo porque alguien trabaje muy duro no significa que sea una buena persona. – señaló Mint. – Después de todo, para engañar a otras personas se requiere también un gran esfuerzo.
– Hrm, con tus conexiones con la corporación Blancmanche, eso suena extrañamente convincente, Mint. – intervino Takuto, algo nervioso por la naturalidad con la que lo dijo.
– Pero tú no serías un mentiroso, ¿verdad, Takuto-san? – dijo Milfie.
– Por supuesto que no. Soy un perfecto modelo de integridad. – dijo Takuto alzando el pecho con orgullo.
– Jajaja, qué gracioso, esa es una buena broma. – se rio Milfie.
– ¿Qué? Pero si no estaba bromeando... – dijo Takuto, un poco herido de que Milfie hubiese dicho eso, aunque supuso que no lo dijo con mala intención. – Bueno, como sea, será mejor que vaya por mi almuerzo. Ya vuelvo.
Se puso de pie y se dirigió al mostrador para ordenar. Se sorprendió mucho de ver que había menos opciones en el menú de lo de costumbre, ya que normalmente había unos diez platos de donde escoger para el almuerzo. Sin mucho de donde escoger, decidió ir por la opción más obvia y rápida.
– ¿Disculpe? Quiero ordenar el almuerzo especial del día.
– Lo siento mucho, pero ya se nos terminaron los fideos por hoy. – dijo la señora. – Lo único que nos queda son los postres.
– ¿Eehhh? – Takuto se quedó en shock al oír esto. – Pero si es muy temprano, a esta hora todavía debería quedar algo...
– Últimamente he tenido que racionar las reservas de ingredientes. – dijo la señora. – Hoy tuve que cocinar menos porque no quería tener que tirar lo que sobrara.
– Ya veo, por eso es que hay menos cosas en el menú. – observó Takuto. Ya estaba sucediendo lo que dijo Lester, así que obviamente habría menos comida en la cafetería. – Oiga, pero espere un momento, si yo todavía no he comido, ¿cómo es posible que se haya agotado tan rápido? ¿No me diga que hay gente que ha estado pidiendo porciones extras? ¡¿Quién puede ser tan glotón?!
– No tiene sentido que se enoje ahora, Comandante. – dijo la señora encogiéndose de hombros. – Si yo fuera usted, me aseguraría de llegar primero para la cena. Y si cree que es un problema, debería pensar en empezar a reabastecer nuestras existencias lo más pronto posible.
– Ah... ya entendí. – suspiró Takuto resignado. – No se puede evitar entonces. Volveré más tarde.
Sin más que hacer, Takuto volvió a la mesa donde estaban Milfie y Mint, y se sentó de nuevo, exhalando un suspiro que no les pasó desapercibido mientras continuaban comiendo.
– ¿Qué pasa, Takuto-san? – preguntó Milfie. – ¿No te gustó nada del menú?
– Lo único que quedaban eran postres, jajaja... – dijo Takuto riéndose cuando en realidad quería llorar. Fue entonces que echó un vistazo al plato de Mint y se percató de algo. – Oye, Mint, no me digas que eso que estás comiendo es...
– Sí, es el postre de hoy, la gelatina arcoíris. – replicó la peliazul. – ¿No crees que sus siete colores son muy hermosos?
Takuto miró la gelatina, y efectivamente estaba cortada en trozos de diferentes colores, rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. Sin duda eran colores bastante vívidos... y entonces su estómago volvió a gruñir, recordándole que seguía sin comer.
– Ah... creo que ver la comida sólo está haciendo que mi estómago se revuelva aún más. – lloriqueó el comandante.
– Bueno, no está bien que te quedes con hambre. Saltarse una comida nunca es bueno. – dijo Mint. – Si quieres, toma un poco de mi gelatina. Vamos, sírvete.
– ¿Eh? – exclamó el chico algo sorprendido, viendo cómo Mint le extendía la cuchara con un trozo.
– Adelante, di aaahhh... – le dijo con una gran sonrisa.
Takuto no sabía si aceptar la oferta, pero de nuevo, ya había aceptado el pastel de Milfie cuando llegó al Elsior. Aunque en ese momento lo hizo cuando nadie más estaba viendo, y ahora la cafetería estaba llena de gente, pero estaba tan hambriento que en este momento aceptaría comer cualquier cosa.
– Bueno, ya que, aunque sea un bocado. Aaahhh... – dijo Takuto, aceptándolo finalmente. – Hmm...
– ¿Qué tal sabe? – preguntó Mint.
– Hmm, sí, está muy dulce y... ¡grk! ¡Rayos, agua, ¿dónde hay agua?!
– ¡¿Estás bien, Takuto-san?! – exclamó Milfie, mientras él corría hacia el filtro del agua potable y se ponía debajo de él sin agarrar un vaso, sólo para poder quitarse de encima todo ese sabor exageradamente dulzón.
– *Glug, glug, glug*... aaahhh. ¿Qué diablos fue esa dulzura loca de me atacó la lengua? – dijo mientras volvía a la mesa. – Todavía la siento...
– Jejeje, ¿no te pareció delicioso? – dijo Mint, sin dejar de sonreír. – Los siete colores y saborizantes artificiales crean una armonía misteriosa y exquisita.
– ¿Los siete colores son artificiales? ¿Significa que no está hecha con jugo de frutas? – preguntó Takuto, teniendo miedo de la respuesta.
– Claro que hay jugo natural. – replicó Mint. – Aproximadamente un 1%.
– Los colores son muy hermosos. – dijo Milfie. – Antes Mint me dijo que ya había probado todo excepto esta gelatina arcoíris.
– Ja... ja... de alguna manera, suena como una experiencia única para ella. – dijo Takuto, siendo eso lo mejor que se le ocurrió decir para no ofender. ¿Cuánta comida real habría comido? No tenía ganas de preguntarle a Milfie, habiendo visto ya lo que era capaz de comer.
– En serio, es un sabor espléndido. Mientras pueda comer dulces como estos, me siento feliz. – continuó Mint, pero rápidamente su humor cambió de alegre a sombrío, evidenciado por sus orejas telepáticas bajándose. – Aunque, también estoy algo preocupada. No tengo forma de saber cuándo podré volver a probar esta gelatina arcoíris de nuevo.
– Cierto, si se nos agotan las reservas de comida, entonces el menú de la cafetería se reducirá. – dijo Takuto. Tenía que empezar a hacer algo antes de que se vieran obligados a vivir de esa gelatina.
– Cuando no hay cosas disponibles para comer, la gente se deprime. – dijo Milfie, cuyo semblante también decayó. – De hecho, últimamente parece que muchos andan irritables por eso.
– Hablando de eso, hace poco me pareció escuchar a Ranpha-san gritando desde la ducha. – agregó Mint. – ¿A qué se debía...?
– Ah, diablos, esto apesta...
Y justo en el momento en que estaban hablando de ella, Ranpha había aparecido en escena. La rubia vino caminando hacia ellos y efectivamente no se veía de muy buen humor. Takuto tragó saliva antes de dirigirse a ella, por temor a pulsarle algún botón que la molestara aún más.
– Hola, Ranpha. Justo ahora estábamos hablando de ti.
– ¿Sí? Qué bien, porque yo también necesito hablar contigo. – dijo la rubia sentándose en la mesa con ellos. – Oye, Takuto, las duchas se han quedado sin agua.
– ¿Sin agua? – preguntó el comandante.
– Estaba lavándome la cabeza, así que fue muy inoportuno. – continuó Ranpha. – Tuve que apresurarme a raíz de eso. Y encima también se me acabó el champú, así que tuve que lavarme el cabello con jabón para el cuerpo. ¡Ah, mis preciosas cutículas están en peligro!
La última parte la dijo llevándose las manos a la cabeza y metiéndose los dedos entre sus mechones rubios. Podía entender que se enojara de que le interrumpiera el baño, sin mencionar lo difícil que debía ser mantener bien cuidado un cabello tan largo como el suyo.
– Se supone que eres el comandante, ¿no? – siguió hablando la rubia. – Haz algo, que tienes una chica en problemas.
– Ranpha, ¿te parece que Takuto-san tiene tiempo para cosas tan triviales? – salió al paso Milfie.
– ¿De qué hablas? – replicó Ranpha. – Se supone que el trabajo del comandante es cuidar de sus tropas, ¿o no?
– Je, sí, eso es cierto. – dijo Takuto nerviosamente. – De hecho, en este momento se supone que debería estar inspeccionando el inventario de suministros del Elsior.
– Pues lo que sea que hagas, arregla las duchas primero, y cambia el champú mientras estás en ello. – dijo Ranpha, luego empezando a aplaudir para que se moviera. – ¡Pero ya! ¡Tienes cinco segundos!
– Oye, espera, ¿cómo que cinco segundos? – protestó Takuto. – ¿Y cómo es que bajó tanto el suministro de agua de la nave? Porque si ese es el caso, la computadora tiene que limitar automáticamente las horas de agua para evitar despilfarrarla.
– ¿Eeehh? ¿Se limita el suministro de agua? – preguntó Milfie. –¿Quieres decir que tenemos un tiempo límite para lavarnos la cara o tomar una ducha?
– ¡¿Y eso por qué?! – exclamó Ranpha. – ¡Luego de entrenar o de pelear, ¿cómo se supone que nos limpiemos el sudor de encima?!
– ¿Y cómo se supone que voy a cocinar...? – dijo Milfie. – No podré lavar mis platos o los vegetales...
– ¡Y yo todavía no he tenido oportunidad de probar mi nuevo tratamiento para la piel con arcilla! – se quejó Ranpha.
– Vamos, vamos, cálmense las dos. – intervino Mint, tratando de aplacar a ambas. – La restricción de agua todavía no se ha activado, ¿verdad, Takuto-san?
– C-claro. – respondió él. – Es decir, todavía no he dado la autorización para eso. Pero en todo caso, si empieza a faltar el agua, es obvio que ustedes lo tendrían muy difícil.
– ¡Obviamente! – exclamó Ranpha. – Toma mucho esfuerzo mantener mi precioso rostro.
En ese instante, sonó otro fuerte gruñido de un estómago hambriento. Takuto supo que esta vez no fue él, ya que las miradas se fijaron en Ranpha, que se puso igual de roja que su vestido.
– Ranpha, ¿ese fue tu estómago gruñendo? – preguntó Milfie tontamente, y eso pareció irritar a Ranpha todavía más, si eso era posible.
– ¡P-pues es obvio! ¿Por qué crees que estoy aquí? – preguntó indignada. – A ver si queda algo bueno.
– Ah, Ranpha... – Takuto intentó detenerla para decirle que sólo quedaba la gelatina arcoíris, pero la rubia ya se había ido hacia el mostrador con demasiada prisa. Por dentro, el joven comandante esperó que no tuviera demasiada hambre.
Y efectivamente, menos de un minuto después, volvió a la mesa con las manos vacías, dejándose caer de nuevo.
– No puedo creerlo, ya se vendió todo. – dijo apoyando su cabeza en sus manos. – Vieiras cocidas en salsa de ostras y cilantro, curry, incluso el almuerzo especial, ¡no queda absolutamente nada!
– Era lo que te iba a decir. – respondió Takuto. – Por eso yo tampoco pude ordenar nada.
– Oye, Milfie... – Ranpha había volteado la mirada hacia la bandeja de Milfie, en la que sólo quedaban los restos. – ¿Por casualidad comiste vieiras con salsa de ostras y cilantro?
– Sí, de hecho me dieron una porción extra grande porque era la última unidad. – dijo alegremente la pelirrosa.
El semblante de Ranpha pasó de irritado a pálido en un instante. Parecía que las palabras de Milfie acababan de golpearle un nervio extremadamente sensible, ya que desvió la mirada y luego comenzó a hablar de nuevo en voz muy baja, sonando como si apretara los dientes.
– Ya veo... la última... extra grande... qué bien por ti y tu suerte. Siempre me robas lo que quiero.
– Ranpha... ¿qué estás diciendo? – dijo Milfie, claramente impactada por las palabras de Ranpha.
– ¡Esta no es la primera vez! – exclamó la rubia, parándose de golpe y golpeando la mesa con ambas manos. – ¡Desde que te conocí siempre has sido así! ¡Como esa vez que te perdiste y me hiciste llegar tarde a la ceremonia de entrada en la academia de pilotos! ¡Era imposible perderse en un momento como ese!
– Ah, me acuerdo de eso. – Milfie volvió a sonreír. – Qué nostálgico.
– ¡No tiene nada de nostálgico! – protestó Ranpha, cuyo enojo parecía ir en aumento. Takuto, que empezaba a temer que esto se pudiera escalar, decidió intervenir por si acaso.
– Pensaba que ustedes dos eran amigas. – les dijo. – Se supone que fueron a la misma academia, ¿verdad?
– Sí, Ranpha y yo hemos estado juntas desde entonces. – dijo Milfie sin dejar de sonreír. Ranpha, por otro lado, no se veía nada feliz al responder a esto.
– A Milfie le parece que siempre hemos estado juntas, pero es ella la que viene a mí. ¡Siempre te me estás pegando, y eso es un fastidio!
– Ranpha... – Milfie se echó ligeramente para atrás. No podía culparla: Takuto había visto a Ranpha de malas, pero hoy parecía estar con la mecha muy corta, más de lo usual.
– ¿Qué te ocurre, Ranpha? – le dijo. – Esto no es propio de ti.
– ¿El hambre te tiene de mal humor? – intervino Mint. – ¿Por qué no te comes algunos dulces? Podrías probar la gelatina arcoíris.
– ... No, mejor no. – dijo la rubia.
– En ese caso, supongo que tendremos que esperar para la cena, ¿no? – dijo Takuto. – Digo, no nos moriremos por saltearnos una sola comida.
– ¡Ese no es el problema! – estalló de repente Ranpha. – ¡Con su suerte, seguro Milfie volverá a robarme la última porción y me dejará sin nada!
Esas últimas palabras dejaron a todos en silencio. Incluso los que todavía estaban comiendo en la cafetería, que aparentemente habían parado las orejas para escuchar su discusión, también se quedaron sorprendidos. Takuto miró a las tres chicas, que estaban igual de perplejas, Mint y Milfie por lo que escucharon, y Ranpha por lo que dijo.
– Ranpha... realmente no quisiste decir eso, ¿verdad? – preguntó Takuto una vez que recuperó el habla.
Ranpha no dijo nada, simplemente giró sobre sus pies y se marchó sin más. Sus tacones resonaron por la cafetería hasta que salió por la puerta. Al parecer, ese último comentario sí terminó por herir a Milfie, que se quedó sentada en su silla agarrándose el pecho y con la mirada baja.
– Ranpha me odia, *snif*...
Takuto se sintió muy preocupado. Por un lado, sintió que debería ir a hablar con Ranpha, pero por el otro, se sentiría mal por dejar a Milfie en ese estado. ¿Qué se suponía que debía hacer en este momento?
– Takuto-san, no te preocupes, ve a buscar a Ranpha-san. – dijo Mint. – Yo puedo encargarme de Milfie-san.
– ¿Estás bien con eso? – preguntó él, y tardando un segundo más en percatarse que seguramente le debió leer el pensamiento. Bueno, en ese momento le agradecía por haber tomado una decisión por él. – Gracias, Mint, será de gran ayuda.
– De nada. – respondió la peliazul. – Y descuida, estoy segura que Ranpha-san sólo se dejó llevar por el calor del momento.
Takuto estuvo de acuerdo. Ranpha seguramente estaba molesta por el hambre, y por eso se soltó a decirle esas cosas a Milfie. Sin olvidar las palabras del Comodoro Luft, tenía que velar por el bienestar mental y emocional de las Angels, y eso incluía pacificar cualquier riña o conflicto que hubiera entre ellas.
Con eso en mente, al salir al corredor supuso que no debía haber ido muy lejos, y al no haber nada en la cafetería, quizás hubiera ido al salón de té en busca de algo. Su corazonada resultó ser cierta, ya que al entrar al salón efectivamente se había sentado en una de las mesas. Respiró profundamente y se le aproximó con cautela, aclarándose la garganta para llamar su atención.
– ¿Qué quieres? – dijo la rubia con voz decaída. – ¿Vienes a regañarme?
– No, sólo pensé que no debía dejarte sola. – replicó él, sentándose en el asiento frente a ella. – Antes habías dicho que Milfie y tú fueron juntas a la academia, ¿no?
– Bueno, sí. – dijo Ranpha encogiéndose de hombros. – Milfie siempre fue la primera de la clase, y yo iba justo por detrás de ella.
– ¿Eran las primeras? – dijo Takuto. – Eso es increíble. Cuando yo estaba en la academia de oficiales, me la pasaba holgazaneando hasta el último día antes de los exámenes y casi siempre era el último.
– Eso no suena como algo de lo que debas presumir. – replicó ella.
– No, no estoy presumiendo. De hecho, Lester terminó graduándose de primero en nuestra clase.
– ¿Eh? ¿De verdad fue el primero? – preguntó Ranpha. – Espera, ¿acabas de decir que tú y el Subcomandante Coolduras fueron a la misma clase?
– Así es, nos graduamos en la misma generación. – dijo Takuto. Ranpha se puso pensativa al oír su respuesta, y apoyó su mentón sobre sus manos.
– Una relación compleja en la escuela que llega hasta el trabajo... ¿dónde escuché eso antes? – Ranpha suspiró. – Las estrellas a veces son muy crueles.
Probablemente Ranpha estaría trazando paralelos entre su relación con Milfie y la de él con Lester. Su relación no era exactamente complicada: a pesar de lo mucho que solían picarse uno al otro, siempre durante los momentos más difíciles se cuidaban las espaldas. Él estaba seguro de que era igual para Ranpha y Milfie.
– Ranpha, lo que quiero decir es... que los amigos son importantes. – dijo Takuto. – Sé que tú te preocupas por Milfie tanto como ella por ti. ¿No crees que es mejor que hagan las paces?
– Oye, no me malentiendas. No es que odie a Milfie ni mucho menos. – reconoció Ranpha y luego agregó por lo bajo: – Lo que sí odio es el éxito que obtuvo a costa mía...
– Ranpha...
– ¡Ah! Bueno, no es que eso me importe tanto. – Ranpha desvió la mirada. – Quizás me pasé un poco con las cosas que le dije antes. Esa idiota no tiene remedio.
– Entonces, ¿irás a hacer las paces con ella? – preguntó Takuto.
– ¡Pues claro! – replicó sin dudar. – No soy tan cruel como para no disculparme cuando hiero los sentimientos de alguien. De todos modos, sólo vine al salón de té para ver si encontraba algo para darme un empujón.
– Es cierto, yo tampoco he comido nada. ¿Qué tal si ordenamos juntos?
Ranpha estuvo de acuerdo, aunque cuando fueron a ver el menú, se percataron de que en el salón de té tampoco quedaba nada en existencias. Al parecer la falta de suministros había llegado también aquí, por lo que decidieron ir a la tienda a ver si compraban algo allí.
Por su parte, Takuto estaba feliz de ver que Ranpha hubiera decidido reconciliarse con Milfie. A pesar de aparentar que le fastidiaba, podía ver que en el fondo apreciaba mucho a la pelirrosa como amiga y compañera de equipo. Era bueno saber que era muy considerada con los sentimientos de los demás.
Llegando a la tienda, ambos se llevaron una pequeña sorpresa al encontrarse con que Mint y Milfie ya estaban allí, esperándoles.
– Oh, Takuto-san, nos volvemos a encontrar. – dijo Mint. Milfie, que estaba en ese momento mirando un estante, también se les aproximó.
– Ranpha, vine a comprar ingredientes para hornearte algo. – dijo con una gran sonrisa. Al parecer Mint había tenido éxito en animarla y había recuperado su usual buen humor. – Antes me dijiste que querías un pie de canela, ¿verdad?
– Ah, ¿ese pie? ¿En serio lo harás? Eso suena muy bien. – Ranpha también sonrió.
– Hmm-hmm... parece ser que todo salió bien, Takuto-san. – dijo Mint con una pequeña risita.
– Todo gracias a ti, Mint. – dijo Takuto. – Te debo una.
– Oh, no tienes que agradecerme. Eres mi oficial superior, es natural que te apoye. – replicó la peliazul sin dejar de sonreír, y agitando sus orejas telepáticas.
Aunque dijera eso, Takuto todavía sentía el deseo de agradecérselo. Aunque ahora que lo pensaba, tenía la extraña sensación de que ella había movido los hilos para invertir los roles entre ambos. De cualquier manera, ahora mismo tenía otras cosas de qué preocuparse, como encontrar algo para comer.
– ¡Aaahh! ¡Ya se agotó la canela! – gritó de repente Milfie. – ¡Así no podré preparar el pie!
– ¡¿Qué dijiste?! – exclamó también Ranpha. – ¡Y luego de que me ilusionaste de poder probarlo!
– No sólo eso. También se agotó el pan y los almuerzos instantáneos. – dijo Takuto, mirando en otra esquina. Seguramente el resto de la tripulación debió haber venido mientras ellos estaban hablando y se los compraron todos.
– Aww, no hay comida donde sea que vaya... – dijo Ranpha, llevándose la mano hacia la cabeza y empezando a tambalearse como si se fuera a desmayar. – No... ya no puedo más...
– De verdad lo siento. – les dijo el tendero, aparentemente muy apenado. – Ya he ordenado que me traigan mercancía desde el almacén, pero tardará unas dos o tres horas.
– Jajaja... – se rio Takuto para resistirse al impulso de llorar. Él también se estaba muriendo de hambre. – ¿Y ahora qué hago?
– A falta de pan, bueno es el pastel, ¿no? – sugirió Mint.
– ¿Dónde he escuchado eso antes? – Takuto la miró, y supuso que se refería a quizás comprar golosinas o alguna otra cosa, pero hasta eso también se había agotado. Nada de galletas, barras de chocolate, ni nada que sirviera por lo menos para aplacarle un poco el hambre por el momento, mientras esperaba para comer algo más decente.
– Si gustas, en mi habitación tengo toda clase de dulces guardados. – ofreció Mint. – Puedes venir conmigo y llevarte algunos.
– Ah, pensándolo bien, creo que también quedaba algo en las máquinas expendedoras. – agregó Milfie.
– Jugo de las máquinas y caramelos de Mint... ¿de verdad será suficiente para aplacar el hambre? – se preguntó Takuto. Particularmente al recordar el sabor exageradamente dulce de la gelatina arcoíris que Mint le había ofrecido. Tenía hambre, sí, pero todavía no estaba tan desesperado como para comer eso de nuevo.
– No te preocupes. Tengo muchos dulces que no están repletos de azúcar o grasas que servirán para nutrirte bien. – aseguró Mint.
– Por mí está bien. ¡Me comeré lo que sea para llenar mi estómago! – gritó Ranpha, sonando ya desesperada. – ¡Sólo tráiganlos por favor!
Takuto no necesitó que le dijeran más, así que aceptó acompañar a Mint para ir a buscar los dulces a su habitación. Aunque le preocupaba un poco dejar a Ranpha y Milfie solas en el entretiempo, ya que tardarían un poco en ir de ida y vuelta entre los dos bloques. Lo mejor que podía hacer era darse prisa y volver con ellos lo más rápido posible.
...
Cerca de media hora después, Takuto volvía a caminar por el corredor, acompañado por Mint mientras se acababa las últimas barritas de caramelo que le quedaban. Afortunadamente, la mayoría de los dulces que Mint le ofreció no eran como la gelatina arcoíris, así que le sirvieron para aplacar la ira de su estómago, y le quedaron suficientes para compartir con Ranpha, que también se mostró muy agradecida por tener algo qué comer, y se encerró en su habitación para hartarse de ellos a gusto.
– Uff, ya estoy repleto. – dijo luego de comerse la última barrita, y arrojar los envoltorios por el ducto de la basura. – Bueno, creo que con eso al menos podré aguantar hasta que llegue la hora de la cena.
– Me alegro de haber podido ayudar. – dijo Mint con una gran sonrisa en el rostro.
– Ah, gracias de nuevo Mint, en verdad me salvaste. – le dijo él con gratitud.
– Oh vamos, que es muy embarazoso ser tan formal. – replicó ella. – Ahora, ¿dijiste que ibas a inspeccionar la nave?
– Sí, parece que estamos muy cortos de suministros. – recordó Takuto. Todavía tenía que lidiar con eso. – Ya que me desvié por buscar algo para comer, ahora sólo me queda media hora para hacerlo.
– En ese caso, me uniré a ti.
– ¿Eh? – Takuto se sorprendió un poco por la oferta. – Lo aprecio, pero se supone que es mi trabajo, ¿está bien que lo hagas?
– Claro. – asintió ella. – Hay cosas que seguramente no sabes con las que te puedo ayudar. Como estimaciones de precios y requerimientos de suministros.
Takuto se puso a pensar un poco. Pensándolo bien, no estaría de más contar con información en números sobre lo que necesitaban, sobre todo para administrar bien el presupuesto con el que contaban. Si bien todavía estaba el problema de a quién acudirían para hacer negocios y solicitar los suministros, aunque podría preocuparse de eso cuando supiera qué necesitaban.
– Bueno, si lo pones así, me alegra contar con tu ayuda. – dijo Takuto.
– En ese caso, pongámonos en marcha. – concluyó la peliazul y empezó a caminar frente a él.
Antes de empezar a inspeccionar de lleno, Takuto sugirió que fueran por algo de tomar. Aunque ya había aplacado el hambre, su garganta había quedado seca, así que se dirigieron hacia el salón de los elevadores para coger algo de las máquinas expendedoras. Al entrar, vieron que Vanilla y Forte estaban en frente de ellas y rápidamente notaron su presencia.
– Oh, pero si son el Sr. Comandante y Mint. – dijo Forte. – ¿Qué están haciendo por aquí?
– ... Hola. – los saludó Vanilla.
– Ah, nada especial, sólo veníamos por algo de tomar. – dijo Takuto.
– ¿También ustedes? – dijo Forte. – Pues lamento darles malas noticias, pero nosotras también vinimos por eso, y ya no queda nada de jugo enlatado.
– Solicitamos reabastecimiento hace poco. – agregó Vanilla.
– ¿Eh, en serio? – Takuto las miró confundidas. – Bueno, en ese caso quizás sólo me tome un café, aunque sea sin leche ni azúcar...
Takuto se dirigió hacia la máquina dispensadora de café, pero para su sorpresa, cuando metió la moneda, no cayó una taza de cartón, ni tampoco salía el chorro de café. ¿Habría tal vez algo atascado adentro?
– Hey, ¿qué pasa con esto? – se quejó Takuto. – La luz de advertencia no estaba encendida, ¿acaso se rompió?
– Qué extraño. – dijo Mint. – ¿Por qué no lo intentas de nuevo?
– Hrm... pero si no hay tazas y la luz está rota, sólo perdería mi dinero... – dijo Takuto.
– No lo pienses tanto. – dijo Forte muy seriamente. – Si tanto quieres tu café, no dejes que eso te detenga.
– ¿Qué quieres decir? – preguntó el comandante.
– Oh, que siempre hay un método. – dijo Mint.
– ... Eso es verdad... – agregó Vanilla.
Takuto se quedó mirándolas a las tres. Parecía que cada una de ellas habría pensado en algo para resolver este pequeño problema. Pero ¿quién sería la más adecuada para pedírselo?
– Bueno, ¿qué tal si me muestras cómo se hace, Mint? – propuso Takuto, apartándose para hacerle espacio. La peliazul sonrió y dio un paso al frente.
– Sólo déjamelo a mí. – dijo mientras sacaba una moneda y la insertaba en la máquina de café. Sin embargo, no pulsó el botón para dispensar, sino que se echó para atrás. Takuto se preguntó qué intentaba hacer, y sólo lo confundió más cuando activó su comunicador. – ¿Hola, Milfie-san? Siento molestarte, ¿pero podrías venir al pasillo de los elevadores un momento?
– ¡Claro, no hay problema, voy enseguida! – respondió la voz de Milfie del otro lado de la línea, y de inmediato cortaron comunicaciones. Takuto se quedó perplejo, preguntándose para qué llamaba a Milfie, pero al ver cómo Forte y Vanilla intercambiaban miradas, tuvo una ligera sospecha de lo que iba a hacer.
Después de todo, ya había experimentado su suerte de primera mano. Tuvo que admitir que sonaba bastante ingenioso.
Al cabo de unos minutos, Milfie apareció en el pasillo, tan radiante y alegre como siempre.
– ¡Hola, Mint, ya estoy aquí! ¿Para qué me necesitabas?
– Gracias por venir. – respondió Mint. – ¿Puedo pedirte un pequeño favor? ¿Si fueras tan amable de presionar ese botón en la máquina de café?
– ¿Este? – dijo Milfie, pulsándolo. Pasaron unos segundos y no pasó nada, haciéndole pensar a Takuto que quizás no había funcionado... hasta que de repente cayó la taza y empezó a dispensar el café. Al parecer se había arreglado.
– Oh, de verdad funcionó. – comentó Forte. – Bien pensado, Mint.
– No entiendo qué pasa, pero ¿fui de ayuda? – preguntó Milfie.
– Sí, nos ahorraste muchos problemas. – sonrió Mint. – Muchísimas gracias, Milfie-san.
– No fue nada. ¡Hasta luego!
Milfie se fue por su lado, y Mint cogió la taza una vez que se llenó para entregársela a Takuto, que todavía estaba un poco perplejo de lo que acababa de ver, pero sin duda agradecía tanto el ingenio de Mint como la suerte de Milfie, que le salvaron el momento.
– Aquí tienes tu café, Takuto-san, que lo disfrutes.
– Muchas gracias. Aunque creo que ahora te debo algo de dinero por esto. – respondió él. Después de todo, fue ella la que puso su propia moneda en la máquina.
– Oh, ni lo menciones. – dijo Mint encogiéndose de hombros
Takuto aceptó la taza, todavía sorprendido de lo que acababa de hacer. Dejando de lado el método, supuso que eso sirvió para hacer funcionar la máquina, así que no había ningún problema por ese lado. Sin embargo, cuando tomó el café, resultó estar bastante amargo, pero con la sed que tenía, terminó bajándoselo casi de un solo trago soportando el mal gusto.
– Guh... creo que sí le faltó un poco de azúcar.
– Oh, parece que ya no queda. – observó Mint. – Lo añadiré a la lista cuando ponga la petición para reabastecernos la próxima vez.
– ¿Reabastecernos? – preguntó Forte con curiosidad. – ¿Vamos a pedir suministros?
– Sí, así como estamos no vamos a durar mucho con lo que tenemos. – dijo Takuto. – Si necesitan algo, sólo avísenme para añadirlo a la lista.
– Muchas gracias, lo pensaré por ahora. – dijo Forte.
– Entiendo... lo consideraré. – dijo Vanilla.
– Bien, las dejamos por ahora. – dijo Takuto. – Mint, será mejor que nos vayamos, tenemos mucho por hacer.
– Sí, tenemos que evaluar nuestros suministros actuales. – dijo Mint. – Sugiero que vayamos primero al cuarto de almacenamiento para ver qué nos urge más y hacer una lista de prioridades. Nos vemos después, Forte-san, Vanilla-san.
– ¡Que les vaya bien! – se despidió Forte.
Takuto se fue por su lado junto con Mint mientras Forte y Vanilla se iban por el otro. El cuarto de almacenamiento se encontraba en el bloque D, así que ese sería su siguiente destino. Con suerte, serviría una evaluación rápida para ver qué necesitaban con mayor urgencia, y luego consultarían con el resto de la tripulación por si tenían peticiones específicas de algo que quisieran o necesitaran.
Sería un trabajo muy pesado, pero al menos teniendo a Mint para ayudarle tal vez no fuese tan malo.
Esta historia continuará...
Notas del autor:
Y con esto comienza el siguiente capítulo. Este se me hizo bastante curioso, ya que en muchas historias de ciencia ficción que he visto de este tipo rara vez se toca lo que es el tema de los suministros. En el segmento que viene después, Takuto y Mint pasarán un largo rato tomando notas de todo lo que necesitan los demás, incluyendo por supuesto al resto de las Angels, ya verán las curiosas peticiones que tiene cada una y que servirán como fuente de humor.
En este, mientras tanto, me gustó bastante la escena del inicio, la discusión entre Ranpha y Milfie deja muy claro cómo es la relación entre ambas. Ranpha por fuera dice que considera a Milfie una molestia, pero en el fondo la aprecia como amiga, y así como es rápida para irritarse lo es para olvidar los rencores y volver a contentarse, lo que demuestra que es una persona de buen corazón. También, como curiosidad en la escena final, puedes elegir a cuál de las tres Angels le pides ayuda con la máquina de café, y me tomó un rato decidirme cuál sería la opción más graciosa. Si eliges a Forte, ella se pone a patear la máquina hasta que la hace funcionar, y si eliges a Vanilla, se va a la enfermería y le trae a Takuto un té medicinal como sustituto del café. Al final elegí la de Mint en parte porque este capítulo es de ella y porque se me hizo más gracioso (y muy ingenioso) que llamara a Milfie para que con su suerte reparase la máquina. ¿Cuál opción elegirían ustedes?
En fin, con eso llego al final. Como aviso, en la universidad decidieron al parecer adelantar un poco el inicio del semestre, así que hoy tendré que ir temprano para ir a organizar el asunto de los horarios y todo eso, así que puede ser que de nuevo se me recorte el tiempo libre. Gracias por los reviews a TheNewDabs y BRANDON369, nos estaremos viendo el jueves para el próximo capítulo. ¡Brigada Angel, despeguen!
