Gracias a mi beta, alfa y omega, editora, guía, sensei y media neurona Zulmajea que me ayudó a despejar varios puntos que tenía un poco confusos y además también me dio varias ideas para los siguientes capítulos :D realmente fue de gran ayuda poder tener a alguien con quien conversar sobre la trama, así que parte de lo que hay y vendrá también es parte de ella. Tuve suerte porque tiene la imaginación y las preguntas precisas.


CAPÍTULO 8: Negación

Le dolía un poco la cabeza, pero estaba tan cómoda que sentía que si seguía durmiendo se le pasaría. Su envoltura era suave y el olor entre madera y dulce la calmaba. Se dio la vuelta y al sentir la luz del sol se tapó con la almohada. Estiró las piernas sacándolas de debajo de las sábanas en esa cama que parecía no tener fin. No quería levantarse, ayer había tenido una noche muy agobiante, ni siquiera recordaba cómo había llegado a su cuarto. Lentamente vinieron los recuerdos de la conversación de anoche anterior. Esa no era su cama. Abrió los ojos asustada, se tocó el pecho y el resto del cuerpo para asegurarse que tenía toda su ropa, aunque el cinturón no estaba.

—No te preocupes, sólo lo solté para que estuvieras cómoda. No me entusiasma tocar personas dormidas como a otros. —Hizo énfasis en la última palabra y le señaló la silla a su lado con la cabeza. —Siéntate, tenemos una conversación por terminar.

Ella le dio una ojeada más a las sábanas antes de bajar de la cama, se acomodó la ropa todavía angustiada, sujetándola con el cinturón mientras los ojos le empezaban a brillar. —No te preocupes, he dormido en el sillón. Te he devuelto el favor de la cueva. —Ella volteó a verlo con los ojos muy abiertos, aún estaban un poco rojos e hinchados. —Sí, me acuerdo, aunque hay cosas borrosas. —Le señaló el plato de sopa que tenía al lado. —Ven, primero come un poco.

No tenía opción. Se sentó a su lado nerviosa, no dejaba de sentirse expuesta al haber dormido en su cama, estuvo en sus manos y en sus brazos, recordó el beso y se tocó los labios por reflejo sonrojándose. El esfuerzo de todas esas semanas había sido en vano. Había cedido al deseo que no había querido admitir. Eso no podía suceder o sus hermanos pagarían las consecuencias. Tenía que salir de ahí, si lograba evitar a Naoya, aceptaría casarse con algún desconocido que su padre escogiese y la llevase lejos de ahí. —Discúlpeme por todos los problemas que he causado por favor. Voy a recoger mis cosas para retirarme. —Hizo el intento de pararse, pero él no la dejó.

—No. No te puedo dejar ir sin respuestas. Necesito saber si mi clan está en riesgo. —Ella movió la cabeza negando. —Ayer dijiste que te escapaste y que te iban a matar. ¿Te están obligando a pasar información? ¿Qué fue lo que pasó?

Trató de contener las lágrimas, pero no pudo. Decírselo en voz alta le daba vergüenza, sobre todo tener que explicar las bromas de sus hermanos. Se quedó mirando al piso mientras se secaba las lágrimas cuando lo sintió agarrarle la mano poniéndole un pañuelo.

—Si tienes problemas te puedes quedar acá. —Le levantó el rostro para que lo mirara. —Pero necesito saber ¿Cuál es tu relación con los Zenin o mejor dicho con Naoya? —No parecía molesto, al contrario, sus ojos tenían una mezcla de tristeza y ansiedad.

Tomó aire y empezó con tono bajito. —Yo era una empleada de los Zenin, sólo me encargaba de la limpieza. Trabajé con ellos tres años, pero… tuve problemas con Naoya —la voz le tembló y empezó a jugar con el pañuelo entre los dedos. —él… él… —las lágrimas aumentaron y la voz se le quebró. —él me estuvo asediando y se quiso aprovechar de mí más de una vez. —Satoru arrugó la frente molesto, sus manos se pusieron blancas por la fuerza en sus puños y maldijo entre dientes. —Mi amiga, es su prima, me dijo para venir aquí y le pidió a Naobito sama para que me dejara ir. —suspiró y levantó la cabeza para verlo de nuevo. —No tengo ninguna relación con ellos, sólo quería salir de ahí, lo juro. —la cara se le puso roja y su voz tembló de nuevo. —Mis hermanos sólo bromeaban, nunca hubo nada entre Naoya y yo, sólo… lo admiraba, porque pensé que era bueno. —Vio el rostro de Satoru fastidiado, casi pensó verle un puchero. Quería preguntarle tantas cosas, cómo encontró su collar, cómo la encontró en el bosque; pero en la situación en la que estaba no se atrevía.

¡¿Cómo había podido fijarse en Naoya?! La idea lo irritaba. Satoru lo conocía bien y sabía que era capaz de eso y más ¿Acaso pensaba que él era igual y por eso lo esquivaba? Pensarlo fue insoportable para su ego. Ella había tenido mucha suerte de poder escapar, pero el miedo que le había dejado lo veía en su desesperación. Todo esto no hacía más que complicarle las cosas. Quería abrazarla de nuevo, pero no era el mejor momento. Le tocó la mano despacio para llamar su atención. —¿Y tu familia, por qué no fuiste con ellos?

Ella miro hacia un lado, incómoda. —Es… complicado. Mi padre… quiere casarme, pero yo no quiero. —Dio vueltas al pañuelo nerviosa y se quedó mirándolo. —Por mi cabello, usted sabe… no es normal. Pero voy a regresar con ellos, entiendo que no puedo seguir acá, por favor, discúlpeme, le juro que jamás les diría nada sobre usted, yo…

Gojo no la dejó terminar. Vio el temblor de su cuerpo, su rostro pálido y sus ojos asustados y supo que no mentía. —Tranquila, puedes quedarte, pero no vayas a comentar con nadie más que trabajaste para ellos. Los viejos se volverían locos y estaríamos en problemas. Puedes confiar en Yuji y en mí. —Le acercó un vaso de agua, para que se calmara.

Ella negó con la cabeza. —No me puedo quedar. Le he faltado a su prometida. —La vergüenza le invadía el rostro con un sonrojo más pronunciado a cada palabra. —No debimos, no debí aceptar… usted está comprometido, se va a casar…

—¿Mi prometida? ¿Te refieres a MeiMei? —soltó una risa divertida y la vio a los ojos. —Si me casara cada vez que los viejos anuncian un compromiso ahorita tendría un harén. Ellos siempre lo hacen para presionarme. —Ella lo veía recelosa y él se puso nervioso. No debió dejar que la situación con MeiMei avanzara sin ponerle un freno.

—Pero todos dicen que usted se va a casar, ella también lo debe pensar ¿Cómo se sentirá si usted rechaza el anuncio? Aún si no está comprometido, ustedes están juntos y lo que pasó está mal. —Su tono era suave, pero se sentía como un llamado de atención. Se veía algo molesta y le sorprendió verla tan decidida. Si no solucionaba el tema de MeiMei, el beso de anoche habría sido en vano.

Como un niño pequeño que ha hecho una travesura, suspiró e hizo un puchero. —La relación con MeiMei es… complicada. Digamos que la situación es como la tuya con tu padre. —sonrió nervioso repitiendo lo que ella le había dicho hace unos momentos. Después de lo que ella le había contado, no era el mejor momento para decirle que eran amantes. —Es una amiga… muy cercana, pero… —Se sentía extraño tratando de explicarlo. —No hay nada especial entre nosotros. —Ella seguía con ceño fruncido mirándolo con sospecha. —No es alguien muy sentimental, es más una mujer de negocios y le encanta el dinero, sé que suena descortés, pero cuando la conozcas sabrás que digo la verdad.

Ella todavía se veía recelosa, pero al menos ya no tenía esa expresión de molestia, parecía estar pensando en sus opciones, así que decidió insistir. —Si te vas, estarás en riesgo. Además, quisiera regresarte el favor por lo que hiciste por mí. Te arriesgaste y sin ti no me hubieran encontrado. Si no quieres que se repita lo de anoche así será; pero déjame ayudarte como lo prometí. Sé que soy un poco difícil de manejar, seguro te di más problemas de los que recuerdo. —se recostó en la silla poniendo un brazo detrás del respaldo. —Déjamelo a mí, mientras estés acá conmigo, Naoya no se acercará, no puede hacerme frente.

La certeza en sus palabras la dejó admirada, su confianza le dio seguridad. Era todo lo contrario a lo que se decía él. ¡Si supiera el alivio que sentía al escucharlo! Quería abrazarlo y que él la abrazara, sentirse segura una vez más, pero debía mantener la distancia. —Es demasiado, no quisiera causarle problemas con los ancianos. No sé cómo agradecerle. —puso sus manos en reverencia y agachó la cabeza.

—Descuida, Naoya no es rival para mí y siempre discuto con los viejos. Te lo debo. —Le levantó el rostro una vez más, para que dejara su postura sumisa. —Pero si insistes, quisiera que tomes el puesto de Yuji. En adelante él tendrá otro trabajo y necesito alguien de confianza que se encargue de mis cosas. —Ella asintió e iba a hacerle una reverencia más, pero él la detuvo. —No es necesaria tanta formalidad, no me sirve que me llames señor o que te inclines. Prefiero tu lealtad y sinceridad. Ahora que te encargarás de mis cosas, quiero que seas mis ojos y mis oídos y me cuentes todo. No vale la pena ocultarnos nada. ¿Crees que puedes hacerlo?

Miwa asintió. Él le estaba ofreciendo un nuevo comienzo bajo su protección y se sentía en deuda. —Sí, lo haré. Haré todo lo que usted diga. —Él levantó una ceja y ella se sonrojó.

—Una última cosa, como Yuji ya te habrá comentado, Naoya ha regresado hace unos días. Sé que vas a visitar a tus hermanos, pero quisiera que dejes de hacerlo por ahora. No ha tenido un buen viaje. —se rio al recordar la nueva adquisición de su amigo. —Saber que no estás puede acabar con sus nervios. Esperemos noticias de él ¿te parece? —Ella asintió un poco afligida, mientras él revolvía en el bolsillo de su pecho. Sacó algo y le agarró una mano acercándola a él. —Toma, creo que te lo quité de casualidad, es muy bonito. —Kasumi esbozó una sonrisa y se llevó la mano al pecho.

—Gracias.


La actitud de Kasumi había cambiado, se veía más tranquila, hasta contenta. Había aprendido bien las tareas de Yuji, pero había algo más que era de ella. Sabía lo que le gustaba y buscaba complacerlo con ello, nunca faltaban los dulces, le ponía flores frescas en su cuarto, preparaba sus trajes con cuidado de no arrugarlos y ponía en orden los papeles que los viejos le mandaban.

Aquella noche había pensado dormir con ella compartiendo la cama. Se sentó a su lado acariciando su cabello y al verla incómoda jaloneando su cinturón entre sueños, decidió sacárselo, pero fue un gran error pues quiso ver más. Pensó en despertarla y terminar de seducirla, sin embargo, la había visto tan asustada y nerviosa que se dio cuenta que sería demasiado ruin aprovecharse de su situación y para evitar tentaciones se fue al sillón, donde se quedó viéndola hasta quedarse dormido.

Había decidido darle tiempo para calmarse, pero era tan difícil contener sus impulsos cuando lo ayudaba a vestirse o cuando lo esperaba fuera del baño, a veces se quedaba en la tina hasta que el agua se enfriara y así poder calmar sus pensamientos. Una parte de él quería olvidar la compostura y tomarla, a fin de cuentas, ya tenía la certeza de que ella no le era indiferente; pero lo irritaba darse cuenta que repetiría los pasos de Naoya; él era mucho mejor y se lo demostraría.

Tenía que conformarse con buscarle la mirada y ver sus ojos azules para luego disimular con una sonrisa, usaba cualquier excusa tonta para tocarla, hacía poses ridículas cuando lo ayudaba a vestirse para hacerla reír o salía solo con una toalla en la cintura para verla sonrojarse; soltaba improperios contra los vejetes que la escandalizaban, pero al final terminaban riéndose. Las tonterías que a los demás les molestaba, a ella le divertían.

Al fin había logrado convencerla de sentarse a comer con él, bajo la excusa de que debía contarle los movimientos y chismes de los ancianos, cuando en realidad sólo quería conversar con ella e insistirle para que dejara de teñirse el cabello. Le sorprendía lo educada y delicada que era a pesar de venir del campo, cualquiera pensaría que venía de alguna familia importante.

—¿Estás segura que no quieres que envíe a alguien a vigilar tu casa? Puedo enviar uno o dos hombres para que estés más segura. —le dijo mientras tomaban desayuno y ella le comentaba sobre sus amigas en el clan Zenin.

—No creo que sea necesario, además ya le he causado varios problemas, no quisiera que discuta más por mi culpa, por favor. —le dijo poniéndole la mano en el brazo.

Él aprovechó para poner su mano sobre la de ella haciendo que se sonroje. —Piénsalo, acá casi todos somos hechiceros y una o dos personas menos no es gran cosa. —Le acarició la mano. —Hablando de ello, deberías dejar de pintarte el cabello, es muy bonito para que lo tengas cubierto, me gustaría verlo.

La cara se le incendió al escucharlo y sólo pudo sonreír diciendo un bajito, "lo pensaré". Vio sus manos juntas y luego lo vio a los ojos para decirle que la suelte, pero se perdió en su celeste cielo. Los de ella brillaban expectantes mientras él se acercaba despacio. Cerró los ojos y sintió sus labios sobre los suyos, esta vez no dudó y le correspondió, lo había deseado a pesar de la culpa. Sintió su mano en la cintura acercándola más a él y se le escapó un suspiro. Sentía su lengua queriendo entrar y cuando estaba por recibirlo tocaron la puerta y ella lo empujó para regresar a su sitio.

—¡Satoru! He venido con mi padre ¿estás libre? ¡Voy a entrar! —Él reconoció la voz de Shoko. ¡Qué mal momento para venir! Miwa se iba a levantar, pero él le sujetó la mano por inercia para que se quedara con él. —¡Shoko! ¡Por fin vienes!

—¡Cómo has est… —Shoko se quedó sujetando la puerta. La imagen que veía no parecía real, jamás lo había visto compartiendo con una mujer en su cuarto. Alguna vez lo había atrapado despidiendo rápidamente a su compañera nocturna para que no la vieran. Y ahora estaba ahí sentada con él. Su sorpresa creció cuando lo vio agarrándola de la mano. La joven se soltó y se paró haciendo un saludo. —Buenos días, bienvenida. Disculpe, los dejo solos. —La vio recoger sus cosas y servir un vaso de agua, todo bajo la mirada intensa de Gojo. —Permiso.

La vio irse y los ojos de su amigo siguiéndola. —Parece que te la quieres comer. ¿Quién es ella? —Pero Gojo la siguió ignorando. —Por lo que veo los rumores eran ciertos, esa caída sí que te afectó, casi no te reconozco.

Como si recién se diera cuenta de su presencia, la saludó. —¡Shoko! ¿Viniste a enseñarme la técnica inversa? Todo hubiera sido más rápido si tú estabas acá. ¿Cómo te fue en tu viaje? —Satoru volteó a verla con una sonrisa de oreja a oreja.

—No evites mis preguntas, es la primera vez que te veo pasando tiempo con alguna de tus amantes. Pensé que estabas bien con MeiMei. Vamos, no seas infantil, cuéntame.

—Ella no es mi amante. —dijo Gojo con el ceño fruncido, pero esquivando su mirada y Shoko levantó una ceja sonriendo. —Ay por favor ¿A quién engañas? Si no lo es ahora, lo será después, sino por qué la tienes aquí sentada en tu mesa. Me sorprende que llegaras a tanto ¿Qué fue lo que te hizo?

Gojo la vio enfurruñado haciendo que Shoko riera al verlo. Él empezó a contarle todo desde el principio: el ataque, cómo la conoció, su recuperación y cómo la encontró de nuevo después de escaparse de los Zenin. Evitó mencionarle, ciertas cosas como sus intentos de seducción en la cueva y ahora que había regresado. Le molestaba escuchar las mismas burlas que Geto le había hecho y no quería darle más motivos.

Shoko lo escuchaba atenta, hacía algunos meses que había salido para estudiar la técnica inversa y olvidar la separación con Suguru. Cuando escuchó los rumores del ataque de Gojo lo dejó pasar pensado que eran las exageraciones y chismes usuales, no se imaginó que habría alguien capaz de hacerle daño. Pero cuando recibió la nota de Suguru se dio cuenta de su error. Por ello decidió adelantar su regreso, aunque todavía no estaba del todo tranquila, debía ayudar a su amigo.

Mientras escuchaba a Gojo, vio la pequeña cicatriz en la frente y sintió un poco de culpa. Imaginó que Satoru le haría algún berrinche por su ausencia, pero se veía inusualmente contento. Cuando empezó a hablar de ella y cómo se conocieron su voz cambió, se escuchaba entusiasmado y no dejaba de sonreír cuando hablaba de cómo la volvió a encontrar. En medio de la conversación ella entró a dejar algunos aperitivos y vio cómo no le quitaba los ojos de encima. Era distinto a sus conquistas usuales, donde desbordaba arrogancia y engreimiento, lo veía más natural, más… él mismo.

—Vaya que lío. Tengan cuidado Satoru, las cosas con los Zenin ya son tensas y sabes cómo es Naoya. No le des motivos a los ancianos para tomar más control ¿Y qué vas a hacer con ella después de acostarte? Parece una buena persona y tú te ves distinto, me caes mucho mejor que antes. —dijo lo último riéndose.

—Siempre he sido agradable, Shoko, pero tú sólo tienes ojos para Sugu… —se quedó quieto y pasó saliva para no terminar de decir el nombre de su amigo y la vio preocupado.

—No pasa nada, estoy bien. Eso ya pasó, antes fuimos amigos, espero que al menos eso no se haya perdido. —Trató de disimular la tensión volviendo a su pregunta. —Y ¿Qué vas a hacer con ella? Sería bueno que tengas a alguien como ella a tu lado, ya sabes a lo que me refiero. MeiMei no es mucho de mi agrado, lo sabes.

Satoru puso los ojos en blanco. —Tú, Suguru y los viejos no se cansan de ese tema ¿no? Yo aprecio mi libertad, no me gusta rendir cuentas, suficiente con los viejos. MeiMei tiene cuidado con eso y aun así es molesto. Casarse es para las personas que ya se aburrieron de vivir ¿Que qué haré con ella? Se puede quedar aquí, va a tener todo, no tendrá por qué quejarse.

Shoko suspiró y lo vio con lástima, cuando parecía que había mejorado, regresaba a lo mismo; podía decir lo que quisiera, pero su actuar lo delataba, había algo más que él no quería ver. —Y luego te verá llegar con una nueva amante. Sólo te diré que tengas cuidado con esa boca y con lo que haces. No es bueno que juegues con las personas y menos si es alguien como ella. Espero que no tengas que golpearte para aprender. —Satoru se quedó mirando hacia la ventana y ella movió la cabeza resignada. —Hablando de golpes, vine aquí para enseñarte una vez más la técnica inversa para que no dependas de mí, no puedo creer que no entiendas. Vamos a la sala de entrenamiento.

Iban a salir del cuarto cuando la puerta se abrió y se asomó Geto seguido de MeiMei. Shoko se quedó en su sitio mirando a Geto quien se notaba incómodo, mientras que MeiMei se acercó con sus andares de gata a Gojo hasta que se colgó de su cuello para besarlo, a lo que Shoko sacó la lengua en molestia poniendo los ojos en blanco. La mirada sorprendida y asustada de Gojo veía todo a su alrededor y Geto rio aliviando un poco la tensión.

Satoru, a diferencia de otras veces no supo cómo responder, por lo que agarró despacio la cintura de MeiMei para alejarla antes de que pudiera besarlo. —¿Qué pasa, por qué tan tímido? —MeiMei trató de besarlo en el cuello, pero él la volteó para que viera a Shoko y Geto. —Ah, hola Shoko, ya veo, reunión de amigos. Entonces aprovecharé para darme un baño y luego regreso. Disfruten su velada. Nos vemos. —Le dio un beso rápido a Satoru y salió contoneándose.

Suguru y Shoko voltearon en complicidad a ver a Satoru que se veía nervioso y ambos echaron a reír. —¡Qué bienvenida! Casi te desmayas en sus brazos, no pensé que la extrañaras tanto Satoru. —dijo Geto riéndose.

—Es que está preocupado por su reunión de am…igas. —siguió Shoko jugando con la última palabra y siguiendo las risas del pelinegro. Satoru quería responder, pero al verlos riendo como antes se contuvo y sólo apretó los dientes.

—Lo que pasa es que ya se le acabó el recreo y no sabe dónde esconder sus juguetes para que mamá no los vea. —dijo Geto partiéndose de risa.

—¡Ya cállense! —sus amigos lo vieron cruzado de brazos enfurruñado y rieron con más fuerza.

—Bueno, bueno, al menos dime que el tiempo que te di te sirvió de algo. ¿La podré conocer o ya se fue?

—¡Suguru! ¿Tú estabas metido en eso? ¡Qué vergüenza! Ustedes no cambian.

—Yo sólo trato de ser un buen amigo con este muchacho enamorado, le he dado la oportunidad de encontrar una buena mujer. —Volteó a verla. —Por cierto Shoko, me alegra que hayas vuelto. Te echamos de menos.

Shoko se sonrojó ligeramente y le dio una sonrisa tímida. —Yo también los extrañé. —pareció darse cuenta de algo y sacudió la cabeza. —¿Así que tú también te diste cuenta de que está enamorado? Ella está aquí, yo ya la vi, parece una chica amable y no creo que aguante saber de sus juegos con MeiMei, por eso está nervioso. Justo íbamos a la sala de entrenamiento, podemos conversar allá. Le voy a volver a enseñar la técnica inversa, me imagino que tú ya la aprendiste. —Suguru esquivó su mirada haciendo un puchero. —¿Tú tampoco? Ustedes dos van a terminar muriendo por tontos. Vamos y después llamamos a su chica ideal. —Los jaló de la ropa mientras avanzaba.

—Satoru, llama a ese chico ¿Cómo se llamaba? —Geto se quedó pensando, tratando de recordar el nombre. —¡Yu, Yu Haibara! Siempre está dispuesto a recibir golpes con tal de entrenar con nosotros y Shoko puede curarlo a él.

—Suguru no seas así, él es un buen chico, no como ustedes.

Pasaron la mañana y parte de la tarde tratando de realizar la técnica inversa, con Shoko llamándoles la atención y viéndola como curaba una y otra vez a Haibara, que sonreía y hablaba emocionado por verlos reunidos nuevamente, a pesar de que tenía varias heridas en los brazos. Hacía mucho tiempo que no pasaban tiempo juntos, todo hubiera sido perfecto si Geto no los hubiera cambiado por una mojigata como Utahime. Aguantó sus bromas y burlas con respecto a Kasumi sólo por ver a Shoko y Geto unidos como antes. Cuando Haibara se fue, pidieron el almuerzo y se acercó Miwa con las bandejas de comida.

Él trató de mantenerse indiferente, pero Shoko le hizo señas a Suguru para indicarle quién era ella y su amigo aprovechó para apelar a los celos. Cuando Miwa se acercó con su bandeja, él no esperó y la tomó, tocándole las manos, haciendo que Miwa se sonrojara y aprovechó para hablarle. —Hola ¿Tú eres el relevo de Yuji? —Ella asintió sin decir nada. —¿Cómo te llamas?

—Miwa, Miwa Kasumi, señor. —Satoru estaba tratando de calmar sus nervios, pero verla sonrojada con su amigo le molestaba ¿Cómo Suguru se atrevía a jugar así?

—No es necesario tanta formalidad, puedes llamarme…

—Él es Geto. —Suguru cruzó miradas con Shoko y ambos sonrieron en complicidad. —Suguru Geto y ella es Shoko Ieri, ambos son mis amigos, son muy cercanos y siempre vienen a visitarme.

—¿Cómo la señorita MeiMei? —Satoru se puso pálido y Shoko miro hacia abajo, haciendo señas como cortes en el cuello y Geto a espaldas de Miwa, imitó a Shoko negando con la cabeza haciendo como si se colgara.

—Nosotros lo conocemos más tiempo, pero no somos tan cercanos. —dijo Suguru con una sonrisa amable. —Gracias por la comida. ¿Y cómo te va aquí? —Suguru aprovechó la oportunidad para hacerle algunas preguntas a Kasumi, mientras Satoru lo veía molesto e impotente.

Cuando Kasumi llevó la bandeja de Satoru, él también la tomó de sus manos antes de que ella pudiera colocarla. —Muchas gracias Kasumi, se ve muy bien. —La chica le sonrió y le puso la servilleta en el regazo y mientras lo hacía nuevamente Geto y Shoko hicieron de las suyas a espaldas de la chica, repitiendo la palabra gracias sin llegar a decirla en voz alta.

Una vez que Miwa se fue. Geto lo vio serio. —Satoru, esa chica parece tranquila, además es muy bonita; MeiMei la va a destrozar si se entera ¿Qué vas a hacer con ella? Mejor olvídalo, la vas a dañar.

—Es lo mismo que le dije, pero ya lo has visto. Aunque sería bueno que se aleje de MeiMei ¿Por qué no aclaras las cosas con ella? Si no piensas casarte entonces ponle un freno, porque todos creen que van en serio.

—Ya basta, parecen los viejos regañándome. —Como ambos parecían fastidiados, continuó. —Igual pensaba hablar con MeiMei, este tema se ha ido de las manos. —Continuaron hablando sobre MeiMei y Miwa mientras comían, tratando de aconsejar a su amigo para que aclarara su situación. Cuando terminaron, Geto se levantó para estirarse.

—Bueno, los dejo, tengo que ir a ver a Utahime, no soporto seguir sin verla. —Después de decirlo, se arrepintió al ver como la sonrisa de Shoko se congelaba. —Discúlpame Shoko, no, yo… —tartamudeó.

—No te preocupes, pensé que te quedabas más, pero ve… ella también debe extrañarte.

Satoru vio la escena y aunque discutió con Geto repitiéndole que Utahime era una aburrida y otros improperios, el pelinegro lo ignoró y se fue. Gojo regresó molesto con Shoko. —Te diría que lo olvides, pero yo tampoco lo quiero con ella.


Mientras caminaba de vuelta a su casa, pasó por el mercado para comprarle algo a Utahime cuando escuchó a una mujer gritando.

—¡Largo de aquí! No es bienvenida ¡Fuera! —Geto vio a una mujer llorando en silencio, con un niño pequeño, de unos 4 años, que dormía en sus brazos.

Él se acercó despacio a ella. —Disculpe ¿La puedo ayudar en algo? —Pero la mujer que atendía la tienda de frutas, contestó antes que ella. —¡No quiero que la mujer de un… —no pudo terminar porque el joven la enfrentó. —¡Suficiente! No tiene por qué tratarla así. Contrólese si no quiere que la reporte. —La anciana lo miró con cólera y se dio la vuelta para meterse en la tienda.

A Geto le molestó el trato de la vendedora y alcanzó a la mujer del niño en brazos. —No, espere por favor, que desea, yo la puedo ayudar.

La mujer conmovida, tragó un poco. —Sólo quería comprar algunas cosas para la casa, pero parece que mi esposo y yo no somos del agrado de las personas. —Suguru se conmovió al ver sus ojos hinchados y enrojecidos, el cabello desordenado y su figura menuda, todo le indicaba que no estaba pasando un buen momento. —Yo puedo comprarlas por usted, no se preocupe.

Y a pesar de que la mujer se negó, fue con ella a una tienda de abarrotes y le compró varias cosas, para que le alcanzara un par de días. —Muchas gracias, no tengo cómo pagarle lo que ha hecho por mí. —La mujer se inclinó en una profunda reverencia y el niño que hasta entonces había estado dormido abrió los ojos. —Permítame ayudarla, la acompaño hasta su casa.

—No, no se preocupe, usted parece una persona importante y debe tener pendientes esperándolo. —Suguru recordó a Utahime y admitió que la mujer tenía razón. —Muchas gracias por todo, que los kamis lo bendigan. Vamos Megumi, debes tener hambre.


Aprovechó que Satoru estaba con sus amigos para arreglar su armario. Habían traído algunas prendas nuevas y quería reorganizar aquel espacio. Quizás poner algunas flores secas y pedazos de madera aromática para mantener un olor agradable y prevenir que se malogren.

El día que hablaron se sacó una gran carga de encima. Satoru le estaba quitando el veneno que Naoya le había dejado. Ahora tenía un refugio que poco a poco se convertía en su hogar. Él decía que estaban a mano, pero ella no lo sentía así, el cuidado de un día no se equiparaba a la libertad que él le daba todos los días; por ello se esforzaba por complacerlo con las cosas que le gustaban.

Además, no olvidaba el primer beso que habían compartido, cuando cruzaban miradas y veía su sonrisa este volvía a quemar en sus labios y en su interior haciéndola desear más. Verlo salir del baño la dejaba sin aire y cuando la tocaba esperaba que la acercara a él. ¿Cómo podía alejarse de él? Si cuando llegó a su cuarto aquel día, tomó su relicario entre las manos y al abrirlo encontró varias flores pequeñas y azules disecadas en su interior, la promesa de no olvidarla en aquellas flores que ahora la acompañaban todos los días en su collar. Y hoy, se habían besado de nuevo, era inútil tratar de ignorar el cariño que le tenía y las ganas de estar junto a él. Se sentía culpable por desearlo, tanto como ahora que se perdía oliendo su ropa.

Aún la inquietaba su relación con MeiMei-san y el compromiso que decían los rumores. Él le había dicho que eso no era cierto y ella le creyó; a fin de cuentas, había descubierto que los rumores sobre él sólo eran chismes malintencionados, ella conocía la bondad que tenía. Sin embargo, él no le había dado más detalles y sintió que había algo más que no quería decirle.

Escuchó como la puerta se cerraba con fuerza y la voz de Satoru maldiciendo. Lo vio fastidiado dando vueltas. Iba a salir para hablar con él cuando sonó la puerta nuevamente junto con una voz femenina y seductora llamándolo. Le tomó demasiado tiempo decidir si salir o quedarse y al final terminó escondiéndose detrás de la puerta semi abierta, viendo por la rendija a una mujer de cabello blanco soltándose el cinturón de la bata que llevaba para que este se abriera y colgándose del cuello de Satoru para acercarlo a ella, pero él no se movió.

—¿Qué te pasa? Has estado raro desde que llegué ¿Alguna queja de Shoko?

Él tomó sus manos y la alejó. —Los rumores de un supuesto compromiso han llegado demasiado lejos, así que lo mejor es poner distancia. No quiero más malentendidos de ese tipo.

Ella afiló la mirada y sonrió —¿Malentendido? No recuerdo que hayas puesto alguna queja o es que algo ha llamado tu atención mientras no estaba. —Terminó de quitarse la bata tirándola al suelo y se soltó el moño. —Sabes que no me molesta compartir así que no es necesario este drama. —Se acercó a quitarle el cinturón pero él volvió a agarrar su mano antes de que llegara a tocarlo.

—Sabes perfectamente cuál es mi posición al respecto, se lo repito siempre a los viejos, pensé que lo tenías claro. No me interesa un compromiso.

—Sólo retrasas lo inevitable, algún día tendrás que hacerlo ¿Crees que algún otro compromiso te dará libertad para tus caprichos, así como yo? Te obligarán a cumplir o te destituirán y perderás todo. —Le molestaba su actitud, pero había aprendido a mantener la calma, alterarse le jugaría en contra en lugar de ayudar.

—¿Y si eso sucede vas a quedarte a mi lado? No ¿cierto? Buscarías a alguien más. —Dijo mientras soltaba una sonrisa. —No es mi primera vez lidiando con los viejos decrépitos, no necesito a alguien más obligándome a hacer algo que saben que no quiero. Ellos no sólo quieren un compromiso, quieren matrimonio e hijos y ni tú, ni yo lo queremos, lo sabes bien.

—¿Es esa tu forma de agradecer a la persona que te salvó la vida? —le dijo con voz seria.

—Qué bueno que tocas el tema. Sabes, es extraño, si estuve tan mal para que me cuidaras cuando regresábamos ¿Cómo fue que llegué ahí? Es una duda que no se me quita ¿Estás segura que ni tú ni tus cuervos vieron a alguien más?

Ella retrocedió despacio. Él lo sabía ¡cómo! Se había encargado de tenerlo distraído, de dónde rayos salía esto, a menos que recordara o… —Estabas solo en el camino y te recogí ¿Crees que alguien más podría hacer lo que yo? No es que haya muchas personas que te quieran vivo.

—Te dieron una buena recompensa, los viejos te trajeron a este recinto, no fue gratis, nunca lo es. No has respondido mi pregunta y creo que no estás siendo sincera, pero te daré el beneficio de la duda. Puedes mantener la habitación y los empleados que te asigné siempre que aclares que no hay ningún compromiso.

Ella lo vio con cólera fría e impotencia. —Me imagino que la causa de tus reclamos sólo son excusas porque hay alguna nueva conquista de por medio. Así que te daré tiempo a que enfríes la cabeza, después de todo siempre regresas. Espero que disfrutes el pasatiempo, si es que no se aburre cuando sepa cómo eres en realidad. —Recogió la bata para colocársela mientras se iba, ya se encargaría de librarse de aquella mujer, ella siempre ganaba y ahora no sería distinto.

Miwa se quedó en su lugar, incapaz de moverse. Vio el rostro sombrío de él, parecía herido. Así que esa era la relación que tenían. Se habían dicho cosas horribles. Él había mostrado su lado más frío e inflexible y ella sus verdaderos intereses. Recordó sus palabras "No es alguien muy sentimental, es más una mujer de negocios". Le apenaba ver como ella lo redujo a un saco de dinero y él respondía haciéndola a un lado con tanta facilidad. Estaba confundida y preocupada, MeiMei sospechaba que había alguien más y la había llamado "pasatiempo" ¿Eso era para él? Vio el kimono en sus brazos, el hombre con el que había compartido todo este tiempo no era así. Esperaría a que fuera al baño para poder salir sin que la viera y así poder pensar con calma sobre lo que había visto.

Él vio la puerta del armario abierta y se acercó a cerrarla, pero vio los kimonos fuera de su lugar y al voltear vio a Kasumi detrás de la puerta. —Disculpe, no era mi intención escuchar. Quería buscar el momento para salir, pero… todo fue tan rápido. Lo siento mucho.

Satoru empalideció. No hubiera querido que ella vea eso, de entre todas las cosas tuvo que ver su lado más oscuro. —Debes de pensar que soy de lo peor, aunque ya viste que era verdad cuando te dije que no había compromiso. —Intentó sonreír pero sólo le salió una mueca. —Espero que no te dejes llevar por lo que has visto, es… —no sabía que decirle, no había forma de explicar todo lo que había dicho, las palabras se perdían en su garganta al ver sus ojos azules. —no solemos tratarnos así, pero hay muchas cosas que… aghhh a quién engaño. No puedo justificarlo. Todo lo que dije fue en serio, no quiero compromiso, boda ni hijos, es lo que pienso. No creo que cambie, no lo sé. —Encogió los hombros y desvió la mirada. —No tengo ningún pasatiempo, sólo no quiero nada con ella. Además, ella ya lo dijo, no hay nadie que me soporte mucho tiempo. —Susurró lo último más para sí que para ella.

La sonrisa no llegaba a sus ojos celestes que usualmente eran alegres, ahora estaban opacos. Su voz confiada ahora dudaba y se sentía pequeña. —Si quieres puedes terminarlo mañana. Envía a alguno de los chicos con el baño, tú ve a descansar.

Salió del armario y se recostó en la puerta del balcón a ver el jardín que se iba llenando de sombras con la caída de la noche. Ella siguió sus pasos y se quedó detrás suyo viendo su espalda ancha. Su actitud y sus palabras habían sido frías, pero no lo podía juzgar, ella también había actuado así con él. Le había hecho más de un desplante y cuando él descubrió todo, escuchó y comprendió sus motivos, sin juzgarla por lo de Naoya. No debía precipitarse a sacar conclusiones, él sólo defendía lo que pensaba, mientras que MeiMei-san, había dejado claro que no lo quería y además parecía ocultar algo. Aquel día después de que dejó a Satoru unos cuervos la habían seguido obligándola a esconderse. Si tenía que creer en uno de ellos sería en él. El joven que rescató a Yuji y Nobara no podía ser egoísta, quien le ofrecía su cuidado no podía ser capaz de jugar con las personas. Él le había pedido su lealtad y ella se la daría.

—Creo que debe tener sus motivos para actuar así. —Su voz suave lo sorprendió y volteó a verla en medio del cuarto. —No es necesario que me dé explicaciones; puedo escucharlo cuando usted lo necesite. —Ella se fue acercando hasta quedar frente a él. —Usted ha ayudado a varias personas, eso también es parte de usted y es más valioso que sus errores o defectos. —Le dio una sonrisa y llevó su mano a su rostro para acariciarlo. —Le traeré algo para picar mientras preparan su baño.

Se dio la vuelta y se fue dejándole su caricia en el rostro y un pesar en el pecho. Recordó las palabras de sus amigos y la culpa aumentó. ¿Qué iba a hacer con ella? Después todo lo que había visto ella decidía confiar en él. Su ingenuidad y lealtad lo conmovió porque sabía que no las merecía y se dio cuenta que Shoko, Geto y MeiMei tenían razón. La iba a dañar y ella terminaría aburriéndose de él… u odiándolo.


Notas:

En este capítulo íbamos a ver un poco más de Suguru y esa relación extraña que tiene con Utahime, pero al final Shoko vino pisando fuerte y ya no la dejó entrar a escena.

Al menos Miwa ya cayó. Gracias Naoya por darle un rival imaginario a Gojo y gracias MeiMei por mostrarte como eres. Vamos a ver que se traen en la revancha xD

¿Megumi chiquito? Sí, Megumi chiquito es necesario, porque sólo él puede hacer ciertas cosas que el grande no.

Gracias por pasar a leer y nuevamente gracias a Zulmajea por las ideas 3

Pd. Una vez más confirmo que mi cerebro está configurado para dar las ideas finales en dos semanas XD trataré de escribir más rápido para luego corregir.