El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré como funciona el mundo!
Las locas aventuras de Dunkelfelger en el templo de Eisenreich
El verano llegó de forma caótica para Yurgenschmidt, pero no para el templo de Eisenreich.
Milady sin duda estaba muy bendecida por Sehweit, ya que, desde un año atrás, conforme los sacerdotes y doncellas se jubilaban, se nos fueron asignando los puestos necesarios para el correcto manejo del templo.
Las doncellas del santuario desaparecieron casi en su totalidad. Solo las mujeres del sequito de Milady y algunas mujeres mayores permanecieron.
El aumento en la población de sacerdotes grises en el orfanato tampoco resultó problemático, varios de los niños más jóvenes tenían aprendizajes en talleres de la ciudad, algunos habían decidido permanecer en el templo como asistentes, ya que estaban cómodos con la vida ahí, mientras que otros se dedicaron a la fabricación de papel.
Tenía entendido que Milady quería recibir plebeyos con devorador como sacerdotes azules debido a que temía que, con tan pocos sacerdotes, tuviéramos problemas con la escases de maná.
Finalmente fue el momento de que Lady Eglantine y Lord Galtero partieran. Iban a usar la sala de teletransporte por seguridad, ya que temían que intentaran secuestrarlos si viajaban en carruaje.
"Prima, hasta que nuestros hilos se vuelvan a cruzar, vive con la protección divina de Sehweit y Dultzetsen." Dijo Rozemyne con esa sonrisa genuina y amable.
"También tú, querida prima. Prometo venir para la celebración de tu decimo cumpleaños", dijo Lady Eglantine con una sonrisa. Sentí que sus ojos me observaron por un momento antes de volver a Milady "Rozemyne, sobre lo que hablamos…"
"Tendré tu regalo listó para el invierno. Hare que lo entreguen junto a tu capa."
"Eso no será necesario, la recibiré directamente. Madre se está esforzando por bordarla, la recibiré junto a los demás en la ceremonia de regalo. Y ya hablé con mi padre sobre eso, dijo que lo iba a considerar."
La sonrisa de Milady se suavizó un poco mientras intercambiaba algunas palabras más con Lady Eglantine, sin embargo, solo dio una despedida estándar a su primo, acompañada de una sonrisa noble antes de retirarse junto a nosotros.
Lord Werdekraft llegaría mañana, por lo cual necesitábamos prepararnos.
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Para cuando mi señora y yo llegamos a recibir a Lord Werdekraft a la tercera campanada, varias cajas de equipaje, además de los estudiantes y adultos que componían el séquito de nuestro visitante ya habían llegado. Algunos permanecían en el castillo, fuera de la sala de teletransporte para atender a su señor y acompañarlo en el camino, el resto había sido conducidos más temprano al templo por un par de caballeros además de Damuel y Matthias.
El círculo se activó y tres personas aparecieron de inmediato. Werdekraft, una de mis compañeras de clases y una asistente adulta. Para mí confusión, Werdekraft vestía las ropas de sumo obispo dándole un aire extraño al ser sus ropas y su cabello del mismo color en tanto la chica a su lado traía un vestido más bien de corte noble. Un visible fondo blanco envolvía su torso como un guante, sosteniéndose de su cuello y cubriendo casi hasta sus tobillos en tanto por encima el vestido de una tela ligera en color rosado seguía la línea del vestido, cubriendo incluso sus brazos y dejando al descubierto solo la piel de sus hombros, una parte discreta de sus clavículas y sus manos.
Mi señora y yo nos arrodillamos entonces como correspondía al ser de un Ducado en un rango menor.
"¿Puedo orar por una bendición en agradecimiento por esta reunión fortuita, ordenada por los vibrantes rayos de verano de Leidenschaft, el Dios del Fuego?" dijo mi señora con su voz suave y todavía infantil, sonando tan refinada cómo Lady Georgine.
"Puedes" respondió Lord Werdekraft.
"Oh Leidenschaft, bendice a Lord Werdekraft y sus acompañantes" recitó mi señora al tiempo que una bendición de luces azules caía de su anillo para luego llover sobre Lord Werdekraft y las dos mujeres tras él, luego de lo cual nos pusimos en pie "mi nombre es Rozemyne, soy la Sumo Obispa de Eisenreich y este a mi lado es Lord Ferdinand, nuestro Sumo Sacerdote a quien ya conoce de la Academia Real."
Lord Werdekraft asintió sin dejar de mostrarnos una sonrisa genuina y entusiasta antes de tomar a la chica de mi edad para colocarla a su lado.
"Soy Werdekraft, próximo Sumo Obispo de Dunkelfelger y primero en la carrera para ser Aub de dicho Ducado. Está a mi lado es Sieglinde, mi prometida para ser mi segunda esposa una vez que Anwachs nos haya otorgado del todo su bendición y su asistente Jenine."
Las dos mujeres ofrecieron una leve reverencia con la cabeza a lo que mi señora fijó su atención en la prometida de Werdekraft.
"Lady Sieglinde, comprendo que sea su deseo conocer el lugar donde residirá su futuro Dios Oscuro las próximas dos temporadas, sin embargo, cómo Suma Obispa debo advertirle que no podrá quedarse usted en el templo a menos que deseé portar los hábitos de doncella."
Lady Sieglinde miró a Werdekraft y luego a nosotros antes de mostrarnos una sonrisa gentil y artificial.
"Estoy al tanto, Lady Rozemyne. Cómo futura esposa de Werdekraft es mi deber seguirlo para evaluar los riesgos que toma. Los hombres en Dunkelfelger están demasiado bendecidos por Angriff, Vantole y Leidenschaft. Es el deber de toda esposa fungir como Anhaltung y Seheweit para evitar que se metan en líos. Dicho esto, tomaré también los hábitos de doncella del templo para poder reportar al Aub sobre el comportamiento de mi prometido. No nos gustaría que convierta el Templo de Eisenreich en un campo de ditter, ¿No está de acuerdo?"
Mi maestra pareció conmocionada un momento antes de soltar una leve risilla cargada de diversión mal contenida, lo mismo que Lady Sieglinde. La sonrisa de Lord Werdekraft, sin embargo, no flaqueó ni por un segundo.
"Muy bien, en ese caso, iremos primero a ver a mi padre y luego Ferdinand y yo los guiaremos al templo. Si Lady Sieglinde carece de ropa adecuada, estoy segura de que alguna de mis doncellas le podrá prestar un juego."
"No será necesario, pero agradezco su amabilidad."
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El primer día de Werdekraft en el Templo fue un completo dolor de cabeza.
"¿Qué es este tallado?" "¿Por qué sus huérfanos saben coser?" "¿Dan maná todos los días a los artefactos divinos?" "¡Esta comida es deliciosa! ¿Por qué es mejor que la de nuestro templo?" "¿Por qué no hemos visto a nadie entrenando aún?" "¿Qué son estos horarios de la pizarra?" "¿Por qué hay un soldado plebeyo esperando por una de las doncellas? ¿No era huérfana?" "¿Cuánto tiempo le dedica la Suma Obispa a su lectura? ¿Yo también tengo que hacerlo?" "¿Nadie aquí practica ditter?"
Lady Rozemyne hizo lo posible por guiarlo e ir respondiendo a todas sus preguntas en tanto Lady Sieglinde y yo caminábamos detrás de ellos. Esto cambió después de la comida. Benno había solicitado una reunión urgente y mi señora había tenido que atenderlo, dejándome a mí a cargo de guiar a Werdekraft y responder a sus preguntas.
"A diferencia de Dunkelfelger, aquí el ditter solo se plantea dentro de la Academia Real para el Torneo Interducados, milord."
"¿Qué haremos ahora, Lord Ferdinand?" preguntó Lady Sieglinde conforme nos dirigíamos al despacho.
"Mi señora me solicitó que les muestre un poco de cómo se gestiona el Templo. Aunque es tarde. De la sexta a la séptima campanada solemos tener tiempo libre." expliqué sin dejar de dirigirlos a la puerta que daba hacia el bosque de los plebeyos.
"¿Eso qué significa?" indagó Werdekraft de inmediato.
"Que, si no hay nada de urgencia y el Templo ha funcionado de manera normal, tenemos una campanada entera a nuestra disposición. Estudio. Práctica de Harspiel. Experimentación de ideas novedosas. O entrenamiento."
A mí señal, Fran abrió la puerta y los dos jóvenes, seguidos de cerca de sus asistentes adultos, me siguieron.
"Por cierto, Lord Ferdinand. ¿Dónde está su asistente adulto?" cuestionó Lady Sieglinde sin dejar de caminar.
"Joseph suele atenderme cuando estoy en el castillo o en casa de mis padres. Volviendo a lo que nos atañe, Lord Werdekraft, lo que voy a mostrarle no es parte del Templo sino de lo que suelo hacer en mi tiempo libre junto a algunos de mis compañeros de túnica azul."
Pronto divisamos mi gimnasio y las preguntas de Lord Werdekraft cayeron sobre mí como el agua de una cascada.
"¿Qué es eso en el techo? ¿quién vive aquí? ¿qué son esos tubos que van de esa cosa en el techo a la tierra y a la construcción? ¿está seguro de que es… seguro estar aquí?"
"Lord Werdekraft, ¿podría dejar de hacer tantas preguntas por un momento, por favor?" solicité, escuchando la risita de Lady Sieglinde antes de abrir la puerta "Este es el lugar donde entrenamos. No use maná aquí, por favor."
Pase el resto de esa hora explicando a ambos como funcionaban las máquinas mientras mis amigos hacían uso de ellas y las duchas de agua caliente, que en ese momento estaban vacías. El hecho de que las duchas usaran un mínimo de maná les pareció intrigante, y ambos preguntaron porque el diseño tan complicado para las máquinas de ejercicio y el sistema de plomería.
"Me gustaría que los plebeyos tengan la posibilidad de hacer uso de esto algún día. Dependemos demasiado del maná y olvidamos que son los plebeyos quienes siembran, cosechan, hacen ropa y comida para nosotros." fue mi respuesta antes de salir.
Por alguna razón, a pesar de que mis compañeros del templo no dejaron de bromear entre ellos durante el regreso, Lord Werdekraft y Lady Sieglinde iban caminando en un silencio contemplativo que duró más allá de la hora de la cena.
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"¡Lord Werdekraft!, no puede usted ser tan malo con las cuentas."
"Nunca antes había hecho este tipo de trabajo, Lady Brunhilde. Si pudiera explicármelo de nuevo, ¿por favor?"
Estaba entrando a la oficina cuando me encontré a Brunhilde suspirando con fastidio mientras Lord Werdekraft sostenía una tablilla frente a ella.
Quizás lo más extraño fue encontrarme con que Lady Sieglinde y las pocas doncellas que iban con ella trataran de ocultar la risa que la situación les provocaba.
Me adelanté entonces a mi sitió y le pedí a Fran que me indicará el trabajo que tenía pendiente para el día de hoy, de modo que comencé.
"Esos números se ven curiosos, Lord Ferdinand. ¿Puedo preguntar que es todo eso?"
Lady Sieglinde parecía haberse cansado de burlarse de su prometido para dirigirse a mi lugar, de modo que comencé a explicarle.
"Estos de aquí son la cantidad de bebés en el orfanato actualmente. Por aquí tenemos a los niños que van del año a los cuatro años. Estos de aquí son de los cuatro a los siete y estos otros, de los siete a los diez años. Usamos estas tablas para verificar la relación entre huérfanos, mobiliario y alimentación, de esa manera podemos calcular cuánta comida es necesaria para atender a los pequeños." expliqué antes de tomar otra tablilla "en esta de aquí hay una relación de habilidades, así podemos saber en qué están mejorando y que otros materiales conseguir para que sigan desarrollando y aprendiendo diferentes habilidades que los ayuden a ser autónomos."
"¿No todos los huérfanos se vuelven sacerdotes grises?"
Sonreí con calma. No solo Sieglinde, sino también su séquito entero estaba poniendo atención.
"Por lo que he visto en los registros anteriores, eso fue así alguna vez, antes de que Milady se hiciera cargo del templo y el orfanato. En este momento, mi señora procura que los niños puedan elegir si convertirse en grises o vivir en la ciudad o en una aldea a agrícola. Para esto es que los preparamos en lectura, escritura, bordado, cocina y matemáticas."
"¿Y eso en serio sirve?" me preguntó una de las doncellas que venía con Lady Sieglinde "¿no están invirtiendo demasiado en simples huérfanos?"
"¡Clarissa!" la amonestó Lady Sieglinde.
"Está bien, no se preocupe. Pregunté lo mismo cuando empecé." me apresuré a responder "Ohm… no sé si esté familiarizada con el significado de ofrendar flores."
Una por una, todas las chicas alrededor de mi escritorio comenzaron a sonrojarse, haciéndome suspirar de alivio. No tendría que explicarlo "Un sacerdote o doncella gris que está bien entrenado en modales nobles, números, lectoescritura y además posee alguna o varias habilidades más se vuelven más caros. Si un noble viniera a solicitar ofrendas florales, las doncellas podrían darse el lujo de decidir si hacerlo o no, las que eligieran hacerlo recibirían un mayor dinero, esto haría que los nobles lo reconsideraran antes de solicitar este servicio. Lo mismo pasa con los sacerdotes azules. Tendrían que pagar mucho más por una doncella habilidosa."
Me detuve para mirar a todas las doncellas a mí alrededor, constatando que el concepto fuera comprendido de manera correcta.
"Es una manera ingeniosa de protegerlas." aceptó la prometida de Werdekraft.
"Lo es. Digamos que un mednoble viniera al templo a solicitar este tipo de ofrendas. Una doncella gris sin más educación que los modales de asistencia costaría dos cobres."
"¿Tan poco?" exclamó la chica de hacía un momento, la llamada Clarissa. Yo asentí antes de continuar.
"Ahora bien. Digamos que las doncellas que están dispuestas a dar ofrendas saben leer y escribir. Su coste asciende a una plata pequeña. Si además saben matemáticas, entonces son dos platas pequeñas. Si además de eso, digamos que una es buena en harspiel ascenderían a una plata grande y una pequeña. Si en lugar de ser buena en el harspiel ha sido entrenada cómo chef, su coste es de dos platas grandes. Si es una de las doncellas que posee más de dos habilidades, entonces el noble que quiera una ofrenda, tendrá que pagar entre dos oros pequeños o un oro grande… solo por la ofrenda."
El suspiro de comprensión que soltaron todas las chicas y algunos chicos me hizo levantar la cabeza, encontrando con que ahora estaba rodeado por todos los Dunkelfergianos… y mi señora.
"Esa ha sido una excelente explicación de costos, Ferdinand." me felicitó mi señora antes de continuar "Pero olvidaste un detalle importante. Los huérfanos con el devorador que solo saben letras cuestan una plata grande, mientras que los que poseen más habilidades además de lectura, escritura y números tienen un coste de seis oros grandes."
Las caras de todos a nuestro alrededor eran de incredulidad. Fue entonces que Brunhilde los dejó a todos en shock.
"Me parece que el coste por mi primera ofrenda de flores se eleva ya a diez oros grandes, ¿O me equivoco, Lady Rozemyne?"
Mi señora solo sonrió antes de asentir.
"Y el precio solo seguirá subiendo a menos que decidas seguir como noble por tu cuenta una vez llegues a la adultez."
"¿Qué pasaría si… alguien… de buena familia, quisiera, adoptar a Lady Brunhilde?" preguntó Lord Werdekraft mirando a mi señora y lanzando miradas de soslayo hacia mi compañera.
"¡Oh! Es una buena pregunta, Lord Werdekraft." Mi señora sonrió entonces. Una sonrisa entre burlona y ambiciosa que no le había visto antes. Una que hacía que sus ojos chispearan de un modo extraño, recordándome las pocas veces que vi a mis compañeras de escuela hablar sobre ir de compras a zonas con descuentos o con ventas exclusivas para días determinados "En casos de adopción, el interesado debería venir conmigo para hablar al respecto sobre porque desea adoptar y que beneficios tendría dicha adopción para mis huérfanos. Una vez establecido, sería cosa de la persona a adoptar decidir si acepta o no la adopción. De ahí en adelante sería el trámite usual."
"¿Incluso con aquellos que usted misma ha bautizado cómo sus protegidos, princesa?"
"Incluso con ellos."
Hubo algunos murmullos a nuestro alrededor y poco a poco todos los Dunkelfergianos fueron volviendo a las diferentes estaciones que se les habían asignado… excepto Heitzchite y otro muchacho que debía estar por pasar a segundo en el invierno.
"Lord Ferdinand, ¿podemos tener un ditter durante la campanada libre?"
"No, gracias. Tengo otros planes."
El muchacho más pequeño lanzó un vistazo a las tablillas que estaba rellenando y luego a Heitzchite con los ojos cargados de sorpresa.
"¿Pero por qué insistes en retar a un erudito, primo Heitzchite?"
"Cuando lo veas jugar, lo entenderás, Lanzartak. ¿Qué tal una partida de gewinnen entonces?"
"Te dije que tengo planes, Heitzchite… pero está bien, mañana tendremos tu partida de gewinnen."
El idiota Dunkelfergianos no tardó mucho en hacer una pose de oración, seguido del otro muchacho antes de ir a la zona que se les había asignado.
Fue una mañana inusual en el despacho. Los extranjeros hacían muchas preguntas y avanzaban rápido en sus trabajos temporales. Lady Sieglinde me hizo más preguntas para tratar de comprender cuál sería su rol si se quedaba como Suma Sacerdotisa y no solo como una doncella donante de maná, en cuanto a Lord Werdekraft…
"Y esto de aquí, ¿cómo se llena, Brunhilde?"
"Lord Werdekraft, ya le dije que le pregunté a la Sumo Obispa. Yo me encargo de verificar otras cosas."
"Pero eres tan inteligente que pensé que podrías explicarme."
"No, milord. Me encuentro incapacitada en ese rubro."
"... ¿Si se trata de cuentas grandes me seguirás explicando, verdad?"
Fue divertido ver a Lady Sieglinde disculpándose en ese momento para tomar a Lord Werdekraft de la oreja y disculparse de nuevo con Brunhilde un momento antes de salir al pasillo. No escuchamos nada, pero considerando lo rojas que se veían las orejas de Lord Werdekraft o su estado decaído, supusimos que había sido regañado por estar molestando demasiado.
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Más tarde, mientras Lady Rozemyne llevaba a los Dunkelfergianos a la sala de oración para verificar las oraciones que conocían y mostrarles el procedimiento para poner maná en los instrumentos divinos, nosotros tuvimos nuestro curso de eruditos. Un poco después, cuando se nos dividió en asistentes y caballería, casi todos los Dunkelfergianos se unieron a nosotros.
Eran tan gritones como un equipo de porristas y no dejaban de burlarse unos de otros cuando no lograban hacer de manera correcta un ejercicio… pero también fue contagiosa su entrega y optimismo.
Poco a poco el jolgorio que suponía tener a los Dunkelfergianos con nosotros se volvió parte de nuestro día a día. Quizás el único inconveniente la primer semana fue que nos preguntarán a todos una y otra vez por los nombres de los dioses menores.
"Milady" pregunté la noche de la primer semana, cuando mi señora fue a resguardarse de sus pesadillas en mi cama "¿Puedo hablar mañana con los ebanistas?"
"¿Hay algo que desees hacer, Ferdinand?"
Asentí sin dejar de cepillarle el cabello, con la misma idea dando vueltas en mi cabeza.
"Quiero hacer un juego que ayude a los de Dunkelfelger a memorizar los nombres de los dioses. Necesitaría dos juegos de tablillas muy delgadas de este tamaño" expliqué, mostrando con mi mano la medida de las tarjetas "y contratar a alguien que pudiera pintar y escribir en cada tarjeta el Dios o Diosa con su nombre y su correspondiente instrumento divino."
"Eso suena interesante. ¿Cómo se llamaría el juego?"
"Karuta. A menos que sea muy difícil de pronunciar."
Sentí los labios de mi señora moviéndose una y otra vez cerca de mi torso, haciéndome cosquillas hasta que ella se enderezó, dejándome ver sus hermosos ojos de luna brillando emocionados.
"Sabes, Ferdinand. Creo que tenemos un papel en el taller que puede servir mejor que las tablillas de madera y hay algunos niños en el orfanato con buenas habilidades para el dibujo y la escritura. ¿No sería mejor si asignaras este trabajo al taller del templo?"
Sonreí con ganas. Sería más beneficioso para el templo si podíamos hacer las cartas aquí. Los niños podrían ganar dinero extra para mantenerse durante el invierno, así que acepté.
"Rozemyne, si se me ocurren más juegos en un futuro…"
"Cuenta conmigo para ayudarte, Ferdinand. Por supuesto, te quedarías con un porcentaje de las ganancias por ser quien pensara en las ideas, así que no te preocupes por eso. Eres libre de crear todo lo que quieras."
Sonreí antes de abrazarla otra vez con una nueva meta en mi cabeza.
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Para cuando el primer mes había pasado, de alguna manera nos vimos envueltos por el espíritu competitivo de los chicos de Dunkelfelger.
El karuta resultó ser tan exitoso, que no había día en que no hubiera algunas retas al respecto. El juego era tan popular que Werdekraft y los jóvenes de su séquito solicitaron y luego exigieron que se les vendieran copias para llevarse a casa. Fue necesario firmar con ellos un acuerdo de que las cartas de karuta solo serían usadas por los nuevos sacerdotes para sus estudios del templo y que no dirían donde las habían conseguido ni tratarían de reproducirlas. Sería hasta la siguiente Conferencia de Archiduques cuando se trataría el asunto de manera comercial. En cuanto a los pedidos de karuta, se les asignó un costo, pero serían entregadas hasta el final del otoño, cuando los nuevos sacerdotes de Dunkelfelger volverían a su Ducado.
"Brunhilde, te reto a una partida de karuta."
Solo sonreí al escuchar la frase antes de entrar a la, ahora denominada sala de juegos del Templo.
"Lord Werdekraft, debo declinar en esta ocasión."
Cuando entré en la sala había varias partidas en proceso y Werdekraft miraba a Lady Sieglinde con una cara de molestia en tanto ella y Brunhilde sonreían una al lado de la otra.
"Brunhilde me ha prometido su primer partida de hoy. ¡Lo lamento tanto, mi futuro Dios Oscuro!"
"Pero yo…"
"Es una lástima, milord" respondió Brunhilde sonriendo "pero milady tiene razón. Ella solicitó jugar conmigo desde temprano."
"¡Es injusto! ¡Para cuando bajan del piso de las mujeres ya han convenido una partida!"
Las dos jóvenes se miraron de nuevo. Parecía. Disfrutar mucho de jugar juntas o de fastidiar a Lord Werdekraft, aún no estaba del todo seguro.
"La que pierda jugará contigo, mi futuro Dios Oscuro." ofreció Lady Sieglinde.
"¿Y qué hago mientras espero?"
"Puede jugar conmigo, milord" ofrecí de inmediato, ganando un "Gracias Lord Ferdinand" a coro, de parte de base chicas.
"¿Piensa mostrarnos pronto otro juego, Lord Ferdinand?" me preguntó Werdekraft conforme acomodábamos nuestras cartas.
"Puede ser. ¿Estaría interesado en probarlos?"
"Hmm. No lo sé. No nos dejarán comprarlos hasta que sean aprobados para su venta y distribución en la conferencia archiducal."
"Serían los primeros en aprender las reglas y probar estrategias" ofrecí colocando la última carta antes de comenzar a memorizar todas.
"Si usted aceptará jugar un ditter amistoso con nosotros cada semana durante el invierno…"
"La respuesta sigue siendo NO, Lord Werdekraft."
"Tenía que intentar" respondió el chico mostrando una enorme sonrisa antes de que todas las parejas estuvieran listas y el encargado de leer las cartas comenzará a decir el primer verso de la biblia infantil.
Esa noche, Lady Sieglinde le ganó a Brunhilde por primera vez… y Lord Werdekraft no pudo lamentarlo menos.
La mañana de mediados del verano a la tercera campanada, los chicos de Dunkelfelger se pararon junto a mis compañeros cerca del escenario para que pudieran observar cómo llevar a cabo la Ceremonia de unión estelar entre los plebeyos.
Fui yo quien recibió a todas las parejas jóvenes, les dio la bienvenida y leyó la biblia para ellos. A continuación, presenté a Lady Rozemyne como suma obispa, quién los felicitó a todos, les pidió que rezaran con ella y luego los bendijo usando la capa de la oscuridad y la corona de luz. Los ruidos de asombro y regocijo, aunque apenas audibles, estaban ahí ante el maravilloso despliegue del enlace estelar y la lluvia de bendiciones negras y doradas.
"¿Siempre es así de… arrebatadora está ceremonia?" Preguntó Werdekraft poco después de la cuarta campanada, cuando las parejas abandonaron del todo la capilla y las puertas del templo se cerraron.
"¿Arrebatadora?" Preguntamos mi señora y yo a la vez.
"La lluvia de bendiciones, el techo del templo convirtiéndose en un cielo nocturno." Nos explicó Lady Sieglinde "¡Ha sido tan hermoso de ver qué nos robó el aliento a todos!"
Mi señora les sonrió a ambos como si acabara de hacer una travesura antes de contestar "Bueno, se supone que es justo asi como debe funcionar la ceremonia. Está en la biblia del Sumo Obispo."
Esa noche subimos al castillo para oficiar la ceremonia, ahora para los nobles. Una cantidad bastante modesta de parejas, en comparación con la ceremonia de la ciudad baja, se reunión para firmar sus contratos y atender la ceremonia. De nuevo, atendí guiando la primera parte de la ceremonia en tanto mi señora usaba los símbolos de los dioses y daba la bendición. De nuevo escuchamos como la mayoría perdía el aliento ante el despliegue del cielo nocturno antes de volverse una suave lluvia de bendiciones.
"Ha sido una ceremonia hermosa, Rozemyne, Ferdinand." Nos felicitó el Aub antes de mirar a nuestros visitantes.
"Rozemyne, Lord Werdekraft" llamó ahora Lady Verónica, quién iba escoltada por Aub Adalbert "vayan a cambiarse y vuelvan aquí para observar la socialización. Los demás pueden descansar aquí, ya se han preparado habitaciones para todos en el ala de niños."
Todos asentimos y salimos del Salón dónde la ceremonia se había llevado a cabo.
A pesar de llevar nuestras túnicas, hice guardia frente a la puerta donde milady estaba siendo cambiada por sus asistentes. Ella y Lord Werdekraft salieron casi a la vez, sin embargo, mi señora me llamó para que la revisara. Todo parecía estar en orden, salvo porque la sentía un poco fría.
"¿Sucede algo, Lady Rozemyne?"
"Yo… es egoísta de mi parte, pero, ¿Podrías venir para escoltarme hasta las escaleras que dan a la sección de las niñas?"
No sabía cómo sentirme al respecto. Por un lado, me alegraba que me pidiera esto a mí y no a Margareth… por otro, me sentía incómodo de que mi señora tuviera que pedirme que la escoltara dentro del castillo de su padre.
"Cuente conmigo, milady. Traeré a algunos de mis compañeros para asegurarnos de que vaya bien resguardada."
Ella asintió antes de pedirme mi brazo para que la escoltara también al Salón. Lo hice sin rechistar, dejándola en manos de Lord Werdekraft antes de reunirme con mis compañeros. Terminamos yendo a nuestras habitaciones asignadas para cambiarnos y luego esperamos por Lady Rozemyne y Lord Werdekraft en una de las salas contiguas jugando karuta, gewinnen y el prototipo de reversi que acababan de entregarme del gremio de carpinteros.
"Lady Rozemyne y Lord Werdekraft están por salir" nos avisó Margareth, de modo que las escoltas nos formáramos de inmediato, entregando todos los materiales de juego a Joseph. Menos mal que el tablero lo había diseñado como una caja, dividiéndose por la mitad para poder cerrarse y guardar las fichas y algunas cosas extra. Lo mismo con el tablero de gewinnen.
"¿Qué tal la socialización?" Pregunté en cuanto ambos salieron y comenzamos a escoltarlos.
"La ceremonia me ha parecido más interesante" comentó Lord Werdekraft "incluso si la bendición que llovió después fue menor que la de los plebeyos."
"Cómo le expliqué ahí dentro, Lord Werdekraft. Cada bendición debe ser suficiente para la cantidad de participantes. Cada pareja, niño o recién llegado a la adultez debe recibir la misma cantidad de bendiciones que sus pares. Es importante que lo tenga en cuenta."
Escuché suspirar a Lord Werdekraft, quién volvió a hablar de inmediato.
"¿Dónde están Brunhilde y Sieglinde? ¿Porque ninguna ha venido a escoltarlos?"
Aguantar una risita divertida fue difícil para todos en general. Mi señora también le dedicó una mirada cargada de burla antes de responder a su pregunta con otra.
"¿No está muy interesado en mi querida Brunhilde, milord?"
Las orejas y la nuca de Lord Werdekraft contrastaron de inmediato con lo blando de su cabello, haciendo juego con sus ojos de granate.
"¿No se interesaría también de encontrar a Efflorelume influenciada fuertemente por Angriff y Mestionora, Lady Rozemyne?"
Mi señora me miró y no tuve más opción que observar a Briggitte.
"Brunhilde y Lady Sieglinde estaban celebrando una fiesta de té improvisada cuando vinimos a esperarlos, milord."
"Se están llevando tan bien que casi estoy celoso." Werdekraft solo suspiró de manera lamentable.
Los demás ya no pudimos contener las risas. Incluso Lady Rozemyne parecía divertirse.
Luego de eso llegamos al ala de niños. Briggitte, Margareth y Angélica escoltaron a mí señora. Los Dunkelfergianos siguieron escoltando a Lord Werdekraft y yo me retiré al edificio de caballeros junto a Matthias y Laurenz, quienes me habían acompañado.
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El último día del fuego llegó para dar por finalizado el verano y con ello, oficiar la ceremonia de mayoría de edad.
Esta vez solo se permitió a Lord Werdekraft y Lady Sieglinde atender a la ceremonia como sacerdotes observantes.
Mi rol fue el mismo que en los starbind anteriores. Mi señora no tardó en entrar para dar la bendición. Ya fuera porque los jóvenes habían estado hablando todo el tiempo o por la actitud desinteresada, mi señora se negó a poner una cantidad suficiente de maná en su anillo, resultando en una escasez de bendiciones que dejó a los jóvenes atónitos.
"Parece que muy pocos o ninguno de ustedes se ha tomado en serio está ceremonia. ¿No les da vergüenza? ¿Cómo esperan que los dioses les den su bendición y puedan guiarlos si ustedes no rezan con fe ni siquiera este día?"
El silencio que siguió a eso solo hizo que mi sorpresa fuera difícil de suprimir en mi rostro. Nunca había visto a mi señora tan molesta durante una ceremonia.
"Si ya han recapacitado y están listos para rezar como se debe, quizás los dioses los escuchen está vez" volvió a amonestarlos en tono severo. El cambio fue inmediato. Los jóvenes antes bulliciosos ahora miraban al frente con preocupación y seriedad. La voz un poco más melódica de mi señora salió de nuevo, está vez seguida por cientos de voces fuertes.
"Oh Leidenschaft, Dios del fuego; escucha mis oraciones. Que honres a aquellos que acaban de llegar a la mayoría de edad con tus bendiciones. Que aquellos que ofrecen sus oraciones y gratitud sean bendecidos con tu protección divina" el cambio fue más que obvio con la lluvia de bendiciones abundantes que hizo sonreír a muchos y sonrojarse a otros.
"Que esto sea una enseñanza para todos ustedes. Los dioses nos aman demasiado. Crearon este jardín y luego nos lo otorgaron, así que la próxima vez que busquen su bendición, oren en serio y no den por sentado que recibirán las cosas si no ponen su corazón en ello."
Cuando todos los quinceañeros abandonaron el templo, Lord Werdekraft y Lady Sieglinde se aproximaron de inmediato a nosotros. Yo llevaba cargando la Biblia en tanto mi señora sonreía complacida antes de mirar a nuestros invitados.
"¿Eso es legal?" preguntó Lady Sieglinde con preocupación palpable en su voz en tanto Lord Werdekraft parecía echar chispas de emoción y algo muy parecido la actitud que Hartmut tenía antes de ser aceptado en el séquito de mi señora.
"Temo que no comprendo su pregunta, Lady Sieglinde."
"Bueno, quiero decir, ¿puede un Sumo Obispo condicionar de ese modo una bendición."
Mi señora sonrió como un zantze en ese momento, recordándome que no era más que una niña que acababa de salirse con la suya.
"Bueno, ya lo hice y puedo asegurarle de que ninguno de esos jóvenes volverá a tomarse las cosas a la ligera."
"¿Está segura de eso, Lady Rozemyne?" preguntó Lady Sieglinde de nuevo a lo que mi señora sonrió. Una sonrisa noble que parecía amable pero que ocultaba algo peligroso detrás.
"Tal vez no tenga pruebas justo ahora, Lady Sieglinde, pero tampoco tengo dudas. Una llamada de atención a tiempo es lo mejor que podemos dar cuando vemos que alguien se está saliendo del camino, ¿no le parece así?"
Ambas miraron a Lord Werdekraft. El entendimiento pareció iluminar a Lady Sieglinde en ese momento porque la vi sonreír del mismo modo que Lady Rozemyne. Fue escalofriante.
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Con el otoño llegaron los bautizos de la ciudad baja en que los chicos de Dunkelfelger nos observaron a todos los sacerdotes disponibles en Eisenreich pinchando los dedos de los niños antes de registrarlos en sus correspondientes medallas, incluyendo a algunos de los huérfanos de nuestro templo.
Esta vez no hubo necesidad de amonestar a los pequeños. Todos parecían asombrados de que fuéramos niños quienes oficiáramos la ceremonia y algunos incluso dominaban ya la pose de rezar. Supuse que era una consecuencia de la llamada de atención en el verano, en especial al observar a varios de los nuevos adultos esperando con ansias a algunos de los niños en la puerta del templo.
Mi señora no dijo nada en absoluto, solo nos sonrió antes de felicitarnos por trabajar de manera tan eficiente para registrar a todos los pequeños.
En todo aquel tiempo mi señora solo había desaparecido una vez por espacio de una semana y había seguido asistiendo a su educación de dama en el castillo. Para sorpresa mía y de Margareth, milady no se había enfermado ni una sola vez.
Además de eso, desde que terminara la primer semana de estancia de los chicos de Dunkelfelger, todos me habían hecho las mismas preguntas una y otra vez cada vez que se acordaban.
"¿Por qué no acepta jugar al ditter con nosotros? Le daremos frutos y materiales raros en compensación, incluso podemos apostar cosas para que sea más entretenido" "Lord Ferdinand, ¿no debería ser elevado a candidato a archiduque? Solo hay que ver el talento que tiene como erudito, caballero, sacerdote e inventor." "¿Aceptaría volverse candidato a archiduque si le ofrecieran una adopción adecuada?"
Y entonces sucedió. Mi señora habló conmigo la noche de la ceremonia de mayoría de edad luego de colarse en mi lecho como casi cada noche.
"Ferdinand, el tío Bonifatius quiere adoptarte. No sólo él o mis hermanos han estado insistiendo en que deberías ser adoptado por mi padre para que puedas hacer el curso de candidato a archiduque, incluso Lord Werdekraft y Lady Sieglinde lo han mencionado cuando deben ir al castillo para hablar con su Aub."
"Rozemyne" suspiré con cansancio, recordando de golpe el ofrecimiento estúpido de Werdekraft de forzar a su padre a adoptarnos a mí y a Brunhilde si ambos decidíamos aceptar.
"Podríamos ser iguales, Ferdinand. Obtendrías el reconocimiento que mereces."
Tuve que sentarme en la orilla de la cama. No lograba controlar mi rostro lleno de enfado y no quería desquitarme con ella.
"Le agradezco el ofrecimiento, milady, pero me gusta ser su erudito y su caballero de escolta."
La sentí sentarse a mi lado, colocar su mano en mi hombro y jalarme un poco, cómo si temiera lo que vería cuando volteara, pero no pudiera evitar querer mirarme a los ojos.
"Quiero seguir sirviéndola el resto de mi vida, milady. ¿Es eso tan malo?"
"No lo es, pero… me llenaría de orgullo que se reconozca tu verdadero valor aún si decides no competir por el puesto de Aub."
Sus pequeñas manos estaban en mis hombros. Sentía el calor de su cuerpo muy cerca de mi espalda y casi podía visualizar su rostro, con esos grandes ojos de luna a punto de derramar lágrimas y un puchero adorable en sus labios. Decidí voltear solo por curiosidad… encontrándome con lo que había imaginado con exactitud.
Suspiré derrotado. Esta niña podría pedirme que saltara dentro de un volcán y yo lo haría solo por cómo me estrujaba el corazón con esa mirada cargada de súplica.
"¿Usted tratará de conseguir el asiento del Aub?"
Mi señora desvío la mirada un momento antes de sonreírme de un modo infantil, haciéndome pensar en los niños preescolares a los que les preguntan que quieren ser cuando sean grandes.
"No. Apoyaré a Sylvester y… si me fuera posible… Me gustaría trabajar como bibliotecaria, ¿sabes? Podría preparar a los hijos de Lady Irulmide para que alguno tome mi puesto como Sumo Obispo aquí y después podría vivir en la Biblioteca de la Academia Real. Podría venir en el verano a visitar a mis hermanos, a mi padre y verificar que mis industrias sigan funcionando."
"¿Y puede hacer eso?"
"Supongo que sí. Es una de las cosas que quiero averiguar el año que al fin pueda acceder a la Academia Real."
Volví a acostarme, a abrazarla y a cepillarle el cabello. No quería pensar en ello, pero no podía. Sus palabras, llenarla de orgullo, no dejaban de darme vueltas en la cabeza.
El resto de la semana sus palabras siguieron haciéndose un eco dentro de mí, resonando y machacando al resto de las cosas que estaba pensando.
Poco antes de que llegara la mitad del otoño hablé con ella de nuevo en una de las pocas cenas a solas que nos habíamos permitido.
"Lo haré." Dije cuando terminé mi comida.
"¿Qué cosa, Ferdinand?" preguntó mi señora sin dejar de mirarme con curiosidad. Yo solo me levanté para caminar hasta ella, arrodillándome y cruzar mis brazos, bajando mi cabeza en sumisión absoluta.
"Dejaré que Lord Bonifatius me adopte y la llenaré de orgullo."
Su mano alcanzó mi cabeza, dejando escapar de su maná conforme jugaba con mi cabello, obligándome a ver la radiante sonrisa que brillaba en su rostro y en sus ojos.
"Le avisaré a mi tío. Gracias por aceptar, Ferdinand."
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Después de eso fuimos despachados entre las diversas áreas junto a los pocos sacerdotes azules adultos que quedaron en el templo para recorrer las rutas del festival de la cosecha. Mi señora nos dividió a todos en parejas y asignó una pareja de sacerdotes de Dunkelfelger para que pudieran observar lo que debíamos hacer. Los grises también fueron repartidos para viajar con nosotros en grupos pequeños.
El único grupo mixto fue el de mi señora, Lord Werdekraft, Lady Sieglinde y yo.
"Quiero que ambos observen bien para que sean capaces de asignar rutas a sus propios sacerdotes en Dunkelfelger y hacer la recolección de impuestos en tiempo. Cómo Sumo Obispo y Suma Sacerdotisa deberán organizar todo y verificar que el reparto de maná sea equitativo y la recolección de impuestos llevada a cabo con eficiencia."
Mi señora les explicó cómo debían enviar con tiempo a los grises y a los sacerdotes azules que no fueran nobles desde antes por tierra para luego hacer ellos mismos el recorrido en highbeast.
Fue un Festival de la cosecha entretenido.
Werdekraft no parecía un noble. Su emoción y curiosidad eran más que obvios en su rostro, sus palabras y sus acciones mientras íbamos de una aldea a la siguiente y luego cuando nos quedábamos en alguna para los banquetes y los juegos de los plebeyos.
En sí fue un viaje tranquilo en qué le insistí a mi señora de dormir con el peluche de zantze que le había obsequiado el invierno pasado, asegurándome de llenarlo con maná para ella antes de cenar y revisarla para que pudiera acostarse a dormir.
Al regresar a Eisenreich, los prototipos para el juego de damas chinas, ahora renombrado cómo dioses, a causa de los colores en la estrella de seis picos, el de damas y el de ajedrez que compartían el mismo tablero y un primer juego de backgammon nos esperaban en el salón de juegos.
'Debería considerar hacer una mesa de billar con la excusa de enseñar ángulos a los nobles. Shuu siempre se quejaba de que solo lo acompañé a jugar dos veces antes de rechazar las demás. No debería ser muy difícil de replicar.' Fue lo que pensé luego de ver a mis compañeros azules tan emocionados con los nuevos juegos. A este paso, me haría de una verdadera fortuna antes de cumplir los quince.
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Para el último día del viento de la temporada de otoño volvimos a celebrar la ceremonia de mayoría de edad. Esta vez hubo muy pocos jóvenes tratando de armar alboroto y sin prestar atención de manera adecuada, todos ocultos en la parte de atrás, recordándome demasiado a los niños revoltosos de las escuelas que solían preferir los asientos de atrás para dormir en clases cuando se les permitía elegir sus pupitres. Para mi sorpresa, mi señora se las arregló para que las bendiciones que cayeron a estos últimos fueran de verdad escasas y apenas perceptibles. Verlos quedarse hasta que se fueran los últimos de sus compañeros, con caras de arrepentimiento y penitencia me pareció un poco desconcertante, en especial cuando bajamos del escenario y uno de ellos se acercó a mí señora con lágrimas en los ojos.
"Suma Obispa, por favor, repita la ceremonia. ¡Rece de nuevo con nosotros! Nos comportaremos esta vez. ¡Por favor!"
Mi señora los miró a él y a sus compañeros con reproche y fastidio, una mirada que jamás le había visto usar. Elegante, noble y tan helada como Schneeahst antes de detenerse a mirarlos a todos de un modo… que no esperaba en ella, mirándolos de pies a cabeza con algo parecido al desprecio.
"Dregarnuhr no va a detenerse de hilar solo por ustedes. Que esto les sirva de aprendizaje para la próxima vez… si es que encuentran a alguien que deseé atar sus estrellas con ustedes."
Ni nuestros dos acompañantes de Dunkelfelger ni yo dijimos nada al respecto, sus palabras, su expresión y su tono nos habían descolocado a los tres… cómo si estuviéramos escuchando a alguien más y no a Lady Rozemyne.
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Cuando nos despedimos de nuestros amigos en la sala de teletransporte, acepté con Werdekraft los ditter semanales a cambio de alguna fruta típica de su Ducado o algún material interesante por cada juego, recibiendo de paso una auténtica celebración Dunkelferger, carente de toda nobleza y llena de un aire que me recordó esas imágenes donde un cantante se lanza sobre el público y este lo pasea por el lugar. De no ser por las súplicas de los asistentes de Eisenreich y los regalos de Sieglinde y Brunhilde, tal vez me habría encontrado de repente en la sala de teletransporte de Dunkelferger sin siquiera darme cuenta.
