Disclaimer: Los personajes que reconozcáis y el universo le pertenecen a JK Rowling. La historia es mía. No obtengo beneficios económicos al escribirla.

Aviso: Este fic participa en el tópico "Duelos entre Potterhead" del foro "Hogwarts a través de los años".

MissDBlack22 me dio tres desafíos que acepté.


El tercero: Un fic protagonizado por Fleamont y Euphemia antes de que James naciera.


La paciencia es una virtud.


Fleamont miró el caldero enfriándose. Pensaba que tenía la poción definitiva. Algo que convertiría su cabello revuelto en algo manejable.

Euphemia siempre le decía que si se pusiera a rebuscar en su cabeza, encontraría ramas o incluso que si dejaba su barita allí, se perdería en la maraña que era su pelo.

Era mayor. Ya habían superado la época de fertilidad. O al menos, las posibilidades de tener un hijo como tanto deseaban eran mínimas.

Agitó la poción con la que estaba trabajando actualmente.

No se centraría en cosas tristes. Mo cuando no podía cambiarlas. Porque si él hubiera podido, le habría dado a su esposa todos los niños que deseaban.

Escuchó sus zapatos por el pasillo. Le encantaba verla.

Cada vez que la tenía delante, su corazón se aceleraba y seguía sintiendo esas hadas en el estómago, volando a gran velocidad.

Como la puerta no tenía el cartel de Peligro, Euphemia entró sin esperar permiso.

Habían encontrado un sistema que les funcionaba cuando al inicio de su matrimonio, ella había irrumpido sin llamar y la explosión casi le voló un brazo a Fleamont.

-Hola, querido. ¿Te falta mucho?

-No, mi ángel. Solo tengo que agitar un poco esto y podré dejarla reposar varias horas.

-¿Y esa otra? ¿La azul? -Ella cuestionó.

-Esa es mi último intento de poción alisadora. Tengo que probarla.

Euphemia frunció el ceño.

-¿Recuerdas lo que pasó la última vez? Tu cabello creció y trató de estrangularnos a los dos.

Fleamont se rió.

-Apuesto a que Arcturus Black pagaría un buen dinero por esa.

-No se lo habrás propuesto, ¿no? Porque no me olvidaré de cuando quisiste crear una solución para el óxido y la cosa solo deshacía materia viva... Y se lo contaste a Corvus Lestrange.

-Solo una charla amena entre amigos, mi ángel.

Fleamont acabó con la poción en la que trabajaba y tras lavarse y los utensilios, se acercó a su esposa.

Compartieron un beso tierno y se abrazaron un rato.


Tras almorzar, Fleamont volvió a su laboratorio. Tenía una poción que probar. Y es que, con un espécimen falso no era lo mismo. Las pociones necesitaban precisión en todos los pasos. Así que él sería el conejillo de Indias otra vez. Y así hasta que lo consiguiera. Tenía todo el tiempo del mundo, por desgracia. No había niños a los cuales dedicar tiempo.

Fleamont se puso unos guantes, llenó varios viales hasta vaciar el caldero y se dispuso a probar uno.

Se lo echó sobre la cabeza como si fuera champú y frotó.

Algo estaba pasando. Lo sentía. Su cabello se movía.

Caminó a paso rápido a su espejo y observó, divertido y conmocionado a la vez cómo su cabello negro y revuelto se transformaba en plumas coloridas.

Bueno, al menos era mejor que el pelo que trató de estrangularlo.

-Fleamont... -Su esposa suspiró. -No eres un pájaro ni una peluca ornamentada.

-Paciencia, querida. Lo conseguiré. Y entonces mi nido de ratas será liso y brillante.

Su esposa rió.

-Vale. Pero encuentra primero el modo de volver a cambiar esas plumas por cabello.


No lo encontró. Y su esposa tuvo que sacarle las plumas una a una. Dolió mucho.