Notas de las Autoras:

Querido lector, si por alguna razón no habías entrado a leer está historia, te comentamos que está semana tenemos maratón del 2x1 cada día. Bienvenido al capítulo dos del jueves. ¡Que lo disfrutes!

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El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré como funciona el mundo!

Consecuencias Inesperdas

La tarde en que todos volvimos a reunirnos en el Templo, los grises le entregaron una carta a Rozemyne. Su semblante palideció un poco, mientras leía, respirando con dificultad y provocando con esto que los demás la observaran.

Si bien tendríamos la reunión para dar nuestros respectivos informes sobre el trabajo en las provincias agrícolas al día siguiente, todos estaban por dar un reporte informal sobre si les había ido bien o no.

"¿Sucede algo, milady?" preguntó Matthias de inmediato.

Rozemyne miró en derredor antes de asentir, conteniendo las lágrimas.

"El día que partimos a la fiesta de la cosecha hubo un sometimiento de trombe" comentó Rozemyne con una voz extraña. Los demás asintieron. "Uno de los caballeros murió. Solía ser un sacerdote. Se había graduado apenas este año en las clases de la temporada baja."

"¿Quién…?" preguntó Grettia de inmediato.

"Shikikoza" respondió mi novia y de pronto los que habían crecido en el templo como sacerdotes azules parecieron derrumbarse de un modo o de otro.

Damuel se sostenía de las rodillas, mirando incrédulo a Rozemyne con la mandíbula apretada antes de atreverse a hablar.

"¿Milady está segura de que…?"

"Ferdinand sacó su cuerpo de entre las ramas y yo estuve ahí mientras lo preparaban para transportarlo donde sus padres. El trombe lo atravesó para alimentarse con su sangre, yo… si solo…"

"Milady, ¡esto no es su culpa!" intervino Laurenz está vez "debimos insistirle en que nos dejara acompañarla. ¡Debimos insistirle y darle otras opciones para serle de utilidad!"

"Milady" interrumpió Briggite ahora, dando algunos pasos al frente para acercarse más a Rozemyne en medio de aquel ambiente deprimente que yo no terminaba de comprender "¿qué es lo que dice la carta?"

"Su padre pidió que se guardara su cuerpo hasta que volviéramos para realizar la ceremonia funeraria. Entonces…"

"¡Permítame guiar la ceremonia, milady!" se ofreció Matthias, cayendo de rodillas frente a Rozemyne seguido de pronto por Damuel.

"¡Yo lo haré! Él era mi amigo, mi señora."

"Yo podría guiarla" se ofreció Laurenz está vez "no era el más agradable de los compañeros, pero… creció junto con nosotros."

Rozemyne negó despacio. El asunto parecía afectarle demasiado.

"Su padre pidió específicamente que fuera yo quien guiara la ceremonia…"

"¡Entonces permítanos apoyarla esta vez!" agregó Briggite con Muriella, Philine, Grettia y Roderick asintiendo "Ya que no pudimos ir con usted para apoyar a la orden y evitar su muerte, al menos permítanos escoltarlo y apoyar en su ceremonia, milady."

"De acuerdo" suspiró Rozemyne antes de mirarnos a todos "pospondremos los informes un día más. Avisen a los grises. Todo sacerdote que desee participar de la ceremonia fúnebre de Shikikoza puede hacerlo. Se llevará a cabo mañana en el castillo. Nos reuniremos en el salón principal del templo a la segunda campanada para organizarnos."

Todos asintieron antes de salir, dejándonos solo a Rozemyne, Margareth, Harmut y a mí.

"Milady, ese antiguo sacerdote que murió, ¿era alguien importante?" preguntó Harmut, provocando que tanto Margareth como yo nos aproximáramos para comprender mejor la situación.

"Él… él fue el responsable de que no tomara sacerdotes más grandes para entrenarlos y elevarlos a nobles. Tenía cierto nivel de influencia dentro del templo. Todos aquí lo conocían. Tengo entendido que, a pesar de criarse aquí, su madre lo visitaba casi cada semana."

"Comprendo, milady. Nosotros no lo conocimos, pero… creo que los tres estamos dispuestos a apoyarla mañana" Harmut tenía razón. Incluso si ella y Margareth habían discutido, estaba seguro de que ella se sentía igual que yo y que Harmut.

"Lo agradezco. Si no es mucha molestia, los veo mañana junto a los demás entonces.

Esa noche tardé en dormir, confortándola y consolándola hasta asegurarme de que se quedara dormida y descansara un poco.

A la reunión asistieron más sacerdotes de los que esperaba. Grises y azules. Ancianos y jóvenes. No todos parecían conmovidos, pero todos parecían conocer bien al antiguo sacerdote.

El funeral fue extraño. Había más sacerdotes de lo normal, muchos más. El padre se mantuvo estoico todo el tiempo y la madre parecía estar llorando, su cuerpo temblaba cada tanto y su rostro permanecía oculto detrás de un velo grueso y opaco encima. Me pareció que era parte del séquito de Lady Verónica, pero no estaba seguro. Era imposible ver su rostro con aquella tela obscura.

Fue un día terriblemente gris. Cuando la ceremonia terminó y volvimos al Templo parecía un lugar distinto y lúgubre. Demasiado silencioso. Demasiado sumido en la tristeza. Pensé como me habría sentido si el chico hubiera sido alguien con quién yo hubiera interactuado más, Harmut por ejemplo o incluso Margareth y pude comprender el ambiente. Debía ser difícil ver a alguien con quién habías crecido morir tan joven.

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El día había llegado antes de lo planeado.

Todos y cada uno de mis compañeros sacerdotales, caballeros o no, habían estado observando a la desvergonzada mocosa cada vez que la oportunidad se presentaba.

Alerah era algo de verdad terrible. Al no contar ya con el respaldo de Constance y Teresia, sus objetivos habían pasado a ser estudiantes de tercero y cuarto año de cualquier especialidad, así como eruditos y asistentes de quinto. El modus operandi era el mismo. Observaba a su víctima potencial por un par de días y luego lo acorralaba en algún pasillo del castillo o en alguna calle del barrio noble pegándose a ellos de manera peligrosa, susurrando sus peticiones al oído del otro y paseando su lengua por el cuello de su víctima. Con algunos incluso había llegado al grado de alzar su falda lo suficiente para guiar la mano de su víctima a alguno de sus muslos por sobre la ropa interior o pasarles los dedos de la mano por el interior de las camisas. A juzgar por cómo se estremecía los pobres chicos, Alerah debía pintarlos un poco con su mana antes de salirse con la suya.

Para desconcierto de Laurenz, nunca había intentado nada con ninguno de los chicos del templo y para escándalo de todos, el último mes del otoño había empezado a acosar del mismo modo a un par de chicas de cuarto y quinto grado a las que atrapaba por la espalda, pintándoles en medio del escote y besándolas en el cuello y detrás de la oreja antes de conseguir que le entregaran algún material foráneo para fines cosméticos.

"Se está volviendo más descarada aún" les dije a los demás.

"Va a necesitar algo más que un susto" murmuró Hartmut mirando a Laurenz y luego al resto "además, es posible que intente seducir al que la sostenga sin importar su género."

Todos nos miramos unos a otros incómodos. No podíamos dejarla pisar la Academia Real de ese modo, se armaría un verdadero escándalo que podría escalar a nivel país si continuaba del mismo modo.

"Yo puedo sostenerla por la espalda", se ofreció Angélica, "todavía no entiendo que es lo que hace, pero debería de poder inmovilizarla de esa manera."

"¿Estás segura, Angélica?" preguntó Philine más que preocupada.

"Si lo que están diciendo es cierto…" continúo Tuuri con un rostro lleno de preocupación.

"Atraparla en el Castillo tampoco es una opción, va a llevarnos más tiempo que con los otros tres", reflexioné yo, recordando que mi padre adoptivo estuvo a punto de descubrirnos meses atrás, días antes de la Conferencia de Archiduques.

Todos lo estuvimos considerando un momento hasta que Hartmut me miró de un modo escalofriante, justo antes de sonreír.

"Sumo Sacerdote, sé que no debería pedirle esto, pero ¿le importaría fungir como carnada?"

Todos guardamos silencio por algunos segundos, al menos hasta que Margareth comenzó a tratar de disimular una risa, cubriendo su boca con un abanico que ahora llevaba todo el tiempo consigo al igual que el resto de mis compañeras.

"Lord Ferdinand, si vamos a hacer esto, deberíamos aprovecharnos de que Alerah está de verdad encaprichada con usted." dijo al fin la maldita Kunoichi mirándome con descaro "Escríbale una invitación, puede poner como pretexto que está considerando tomarla como asistente. No es un secreto que Lady Rozemyne no ha incrementado mucho su séquito o que usted y Lady Brunhilde le han estado ofreciendo a algunos de sus propios asistentes, guardias y eruditos para cuando inicien las clases."

"Milady tiene dificultad para confiar en extraños" comentó Grettia entonces "les exige más de lo que pueden dar y luego de una semana a prueba los descarta."

Todos asentimos. La paciencia con que nos había criado a nosotros parecía haber desaparecido. No estaba seguro de a qué se debía. Quizás el trabajo del Templo y los cursos constantes en el castillo la tenían abrumada… o tal vez sus expectativas de los nobles que habían crecido fuera del templo eran demasiado altas e irreales. Cualquiera fuera el motivo, eso nos daba una buena cubierta.

"¿Deberíamos hacerlo en el templo entonces?" inferí. Los demás asintieron.

"Podría citarla en su alcoba y…"

"¡No!" interrumpí a Matthias antes de que siguiera adelante con esa sugerencia, provocando que todos voltearan a verme "no quiero a esa mujer cerca de mi lecho" 'y en especial no quiero que Rozemyne entre de repente y malinterprete lo que íbamos a hacer, no soportaría que se vaya de nuevo al baño de las diosas o a algún lugar más inaccesible.'

"Lord Ferdinand tiene un excelente punto. Con lo desvergonzada que se ha vuelto y su obsesión por el Sumo Sacerdote… podría terminar saliéndose de control." comento Harmut, provocando que los demás asintieran de inmediato.

"Lo haremos en una de las salas de té" Indiqué entonces "Margareth, eres la que mejor conoce la agenda de Rozemyne. Necesitamos que esté fuera del Templo o muy ocupada."

"En ese caso, la quinta campanada dentro de dos días sería el mejor momento para hacerlo. Milady ha sido citada por su padre para discutir sobre su próximo ingreso a la Academia Real."

"Muy bien. El plan a seguir será el siguiente…" y procedimos a ponernos de acuerdo. Nadie estaba más entusiasmado que el idiota de Laurenz.

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Era la quinta campanada cuando Alerah entró a la sala de té pequeña del templo escoltadas por Conrad. Cuando la chica entró, despedí a Conrad todavía sentado frente a la mesa de té. Por alguna razón me sentía como uno de los villanos clásicos de James Bond, solo me faltaba un monóculo y un gato en mi mente. Sacudí la idea entonces, yo no era el malo de esta película de cualquier modo.

"Lord Ferdinand, no sabe el placer que me provocó recibir su invitación el día de hoy. ¿Ha cambiado de idea y me tomará como su asistente?" preguntó Alerah en un tono que intentaba ser seductor, caminando de un modo que aquí se calificaría como obsceno pero que en la Tierra sería visto como coqueto y nada más.

"No, Alerah. Es cierto que sigo buscando asistentes, pero no son para mí, sino para Rozemyne."

Su cara de decepción fue de lo más obvia antes de pararse a mi lado, sonriendo de nuevo.

"Supongo que sería más divertido tenerme de asistente de su prima. O tal vez deseé que le enseñe cómo ser más… femenina."

Que estuviera casi ronroneando iba más allá del descaro. Solo suspiré antes de tronar los dedos.

Mis compañeros del templo que además habían tomado el curso de caballeros no tardaron en movilizarse. Angélica le aplicó una llave desde la espalda para inmovilizar a Alerah en lo que Damuel y Diederick la tomaban cada uno de un brazo. El rostro de Alerah palideció apenas un momento al notar que el resto de los chicos la rodeaba en tanto yo me ponía en pie, mirándola con reprobación junto a Brunhilde, quién había insistido en estar ahí.

"Planeábamos castigarte un poco por acosar a Ferdinand" empezó a explicar Brunhilde con las manos en las caderas como mi madre Rihyarda "pero luego de observarte las últimas temporadas, decidimos que necesitábamos frenarte. Estás muy cerca de convertirte en una flor, nada menos que una vergüenza para el Ducado, Alerah."

"¿No son flores todas las doncellas del templo?" preguntó Alerah un tanto confundida "¿no es cierto que incluso los chicos del templo hacen ofrendas de flores al mejor postor? Y aún así los devolvieron a la nobleza antes de la purga y los elevaron a archinobles. ¿qué tiene de malo entonces usar un poco mis encantos para conseguir lo que necesito.".

"Nadie en esta habitación ha seducido siquiera a otros para conseguir cosas salvo por ti, Alerah" amonestó Harmut "y ninguno de nosotros ha hecho una sola ofrenda de flores. No nos atreveríamos a aceptar aún si doblaran el precio por respeto a Lady Rozemyne, la Suma Obispa y Santa Princesa de Eisenreich."

Alerah enchuecó su boca suspirando. No parecía estar tratando de moverse para soltarse o escapar. Sus ojos miraron a todos los sacerdotes a su alrededor y luego a mí, sonriéndome de pronto como si me tuviera acorralado con ayuda de Teresia.

"A pesar de que tu mana no es dulce, sigo pensando que quiero que tú me des mi primer beso, Lord Ferdinand. Escuché que despertaste tu detección de mana, debe ser… enooooorme si no puedo sentirlo, lo que es perfecto. Puedo ser tu entretenimiento particular y no te pediré nada a cambio."

Di un paso atrás, asqueado y molesto por su ofrecimiento descarado. No parecía ahora ni asustada, ni arrepentida.

Sus ojos se posaron luego en sus captores, sonriéndole incluso a Angélica antes de relamer sus labios.

"Si convencen a Lord Ferdinand de besarme los dejaré ser los siguientes. Incluso los dejaré tomar mis flores si lo convencen de tomarla primero."

"¿Qué?" Preguntó Damuel asustado, soltándola de inmediato como si su piel quemará o fuera especialmente viscosa y desagradable.

"¿Qué me dices tú, lindo? No te gustaría recibir una ofrenda mía."

Alerah se mordió el labio inferior de un modo de verdad incitante, jalando su mano y atrapando a Diederick, quién intentaba soltarla y huir aterrado.

"No, no quiero. ¿Qué pasa contigo?"

La vi sonreír de un modo burlón antes de echar su cabeza hacia atrás, apoyándose en el hombro de Angélica y mirándola.

"Tú pareces una fina muñeca de Klassenberg. Mi madre tiene una en su alcoba, ¿Sabes? Mis manos sangraron mucho por sus golpes cada vez que intentaba tomarla. Una lástima. ¿Te gustaría ser mi muñeca particular?"

"No, gracias. Soy una persona" le respondió Angélica sin moverse o pestañear, sorprendiéndonos a todos. O Angélica en serio no entendía que le estaban coqueteando con descaro, o de verdad no iba a soltarla a menos que recibiera la orden.

"Podría dejar que tú me des mi primer beso, ahora que lo pienso. Eres tan atractiva como Lord Ferdinand. Cualquiera pensaría que son hermanos."

Alerah se acercó más a Angélica, cerrando sus ojos para oler su cabello antes de pasear su lengua por el cuello de mi compañera. El recuerdo de su acción me asaltó como un baldazo de agua fría y ambos, Angélica y yo, temblamos con repudio al mismo tiempo. Su agarre debió aflojarse por la sorpresa porque Alerah se soltó de inmediato, dándose vuelta y colgándose del cuello de Angélica con una sonrisa perversa.

"¡Tan hermosa! A ustedes dos de verdad les daría mi cuerpo sin pedirles nada. ¿No son afortunados, muñeca?"

Sus labios tocaron por un segundo los de Angélica y mi compañera saltó hacia atrás horrorizada, cubriendo su boca con los ojos muy abiertos. Estaba seguro de que Angélica ahora sí comprendía porque estábamos tan preocupados con la situación de Alerah.

"Eres más dulce que Lord Ferdinand, ¡qué curioso! Nuestros colores deben ser más similares de lo que esperaba."

Su sonrisa tranquila o la manera en que se movía despacio hacia los demás, haciéndolos retroceder, daba la impresión de que esta era una batalla perdida y que ella era la dueña del lugar.

El arrepentimiento estaba llegando de pronto a mí. Pensé que no debimos tratar de tomar este asunto en nuestras manos y reportarla en cambio con mi padre o con el Aub… incluso con Lady Verónica, pero era demasiado tarde.

"¿Cómo? ¿No están interesados?" se burló Alerah, soltando una risilla de niña traviesa que era más escalofriante que adorable en esta situación.

La chica volteó a verme entonces, llevando sus manos atrás y jalando su vestido un poco antes de tomar algo y tirar un poco. Con horror me di cuenta de que Alerah había implementado mis zippers a sus vestidos. La desvergonzada muchacha tiró de una de sus mangas lo suficiente para dejar su hombro, un tirante y media copa de tela de gumimocka al descubierto, haciéndonos saber a todos que estaba usando la ropa interior corta que yo había creado.

"¿No es impresionante está ropa? Hice que se cambiara a mi modista exclusiva por un hombre. Es sorprendente la tecnología que está dispuesto a conseguir para mejorar mi ropa a cambio de tomar mis medidas. ¡Y siempre es gratis! Esta forma de abrir y cerrar mi ropa solo me costó modelar los modelos de ropa interior para él. ¿No soy la más inteligente del mundo?"

"No lo eres, Alerah. Te estás denigrando a ser solo un objeto." intenté razonar con ella, estremeciéndome incómodo cuando ella comenzó a reír divertida, caminando hasta mi, tomándome de los hombros y soltando un poco de su desagradable mana.

"Vamos, Lord Ferdinand. Tómame, no me importa que tus amigos nos vean. Eres lo único que deseo y no he logrado conseguir aún."

La tomé de la cintura y la empuje tan lejos como pude sin lastimarla, sin poder creer que estuviera hablando en serio y pensando de pronto que Constance y Teresia además de pervertirla eran quienes la mantenían contenida.

"¿En serio, no te da vergüenza, Alerah?" lo intentó Brunhilde está vez "¿Qué tal que alguien te hace algo?"

La chica soltó una risotada en ese momento, sujetando su estómago un momento antes de pararse derecha y jalar su otra manga para dejar su espalda y ambos hombros al descubierto, mirando a su alrededor con una enorme sonrisa de triunfo antes de mirar a Brunhilde de manera desafiante.

"¿Estos shumils asustados van a hacerme algo? Por favor. No importa si son hombres o mujeres. Entre más atrevida soy, más a salvo me encuentro. ¿no lo ves?" respondió la chica señalando a mis compañeros. Incluso Hartmut estaba sonrojado de las orejas y pálido del rostro, incrédulo y aterrado.

"A esos dos incluso se les han despertado las espadas. Yo podría terminar de desvestirme y ni así me pondrían un dedo encima. ¿Quieres ver, Lady Brunhilde?"

Para nuestro desconcierto, la vimos terminar de retirarse las mangas, dejando que su vestido revelara la ropa interior moderna con encaje de flores rojas para dividir las copas en diagonal. Si Alerah usara su ingenio para el diseño de modas sería algo así como Victoria Secret en este mundo. La muy desvergonzada podría hacer una verdadera fortuna si no fuera por esa viciosa manera de pensar.

Sonriendo de oreja a oreja, Alerah giró para dejar que todos la viéramos medio desnuda, sonriendo aún más cuando volvió a encararnos a Brunhilde y a mí sin dejar de señalarlos a todos.

"¿Lo ves? Yo les muestro mi ropa interior y hasta la hermosa muñeca viviente ha dado dos o tres pasos hacia atrás. Ni siquiera el Señor del Invierno inspira tanto respeto y temor. Cómo verán, no tengo nada que perder, pero todo por ganar."

Miré a Brunhilde, quién asintió y luego a Briggitte, quién estaba sonrojada por completo desde su puesto en la puerta con una cara de aterrorizada incredulidad. Una señal nuestra y abrió la puerta.

"¡Laurenz, es tu turno!"

Alerah volteó en ese momento. Laurenz entró, mirando confundido a todos lados antes de que sus ojos cayeran en el cuerpo expuesto de Alerah, sonrojándose de inmediato y sonriendo de un modo descarado.

"¡Oh dioses! Díganme que no fueron ustedes quienes la dejaron así." Jadeó Laurenz de inmediato.

"No, nosotros no hemos sido." Respondió Hartmut de inmediato.

"¡Está loca!" Se quejó Angélica cubriendo todavía su boca, conmocionada y con los ojos llorosos "ella me… me… ¡fue desagradable, Laurenz!"

El peliverde nos miró a Brunhilde y a mi, luego a Alerah quien ya no parecía tan segura como un segundo atrás.

"Alerah, te presento a Laurenz. Nuestro desvergonzado aprendiz de erudito y caballero que no ha ofrendado flores porque se lo tenemos prohibido." informé entonces, justo antes de que el sonido de una armadura desactivándose y cayendo al suelo nos llamara la atención.

Laurenz traía solo un pantalón sencillo y una playera holgada debajo de su armadura de caballero. La erección en sus piernas era tan obvia, que Brigitte, Brunhilde y Angélica no tardaron nada en voltear a otro lado.

"Laurenz, Alerah insiste en que nadie le hará nada aún si se desviste por completo. ¿Podrías demostrarle que está equivocada?"

"¿En serio puedo?"

Su mirada cargada de entusiasmo y su sonrisa de felicidad extrema aunado a su sonrojo debieron poner a Alerah sobre alerta porque la chica comenzó a caminar hacia atrás, cubriendo sus senos con uno de sus brazos y tratando de tomar la blusa de su vestido antes de mirarme de reojo.

"Lord… Ferdinand… no es necesario que traiga este hombre aquí, ¿sabe?"

"¿Y por qué no?" pregunté de inmediato.

"Porque ese no es un shumil… ese es un Riesefalke. Alderon me enseñó a reconocerlos para que no me les acercara."

Me crucé de brazos entonces, haciéndome a un lado igual que Brunhilde cuando Alerah nos alcanzó cerca de la pared sin dejar de mirar con miedo a Laurenz.

"¿Ya sabías que Laurenz es peligroso?"

Alerah negó sin dejar de mirarlo, tirando de su vestido para cubrirse con él todo lo que le fue posible en tanto Laurenz seguía avanzando despacio quitado de la pena, retirándose la camisa de un movimiento fluido antes de dejarlo caer al suelo sin dejar de sonreír.

"Lady Constance nos prohibió de manera terminante acercarnos a los sacerdotes. Yo pensaba que todos eran shumils inofensivos."

Solté un suspiro y miré a Laurenz, recordando que Teresia por poco me convence de estar arrepentida por sus actos cuando no era así. Alerah bien podría estar actuando para que sacáramos a Laurenz. Por otro lado, ella de verdad había acosado también a Angélica y a muchas otras personas. El plebeyo al que creía tener en la palma de su mano seguro solo estaba aprovechándose de esta mujer con el sentido común deformado, sin atreverse a tocarla para seguir vivo, no por respeto alguno.

"Lo lamento mucho, Alerah, pero tú te buscaste eso. Resguarden la puerta y volteen a la pared." Ordené de inmediato.

"No la desflores" escuché que le murmuraba Brunhilde a Laurenz cuando ambos pasamos por su lado.

Una vez asegurada la habitación solo pudimos escuchar. No sabía cómo sentirme. Quería ir y detener a Laurenz, pero también quería que Alerah comprendiera cómo perjudican sus acciones a ella misma y a quienes habíamos tenido que aguantar sus acosos, y dado que en Yurgenschmidt no existían los psicólogos ni los psiquiatras y probablemente sus acciones harían que la mataran o la encarcelaran en la Torre Blanca donde se convertiría en una batería humana… o incluso algo peor, esta parecía ser la mejor manera de persuadirla de detenerse.

"¡Oye, no me toques!"

"¿Por qué no? Tengo entendido que tú tocabas a todo el mundo."

"Eso era diferente… ¡No! ¡Para!"

"Esta ropa interior hace que tus montes se vean más grandes y…"

El sonido de un bofetón y luego de otro nos alcanzó a todos. Miré para asegurarme de que Laurenz no la estaba lastimando, encontrándome con que Alerah lo había abofeteando a él en tanto Laurenz la sostenía de los senos, masajeándolos con descaro y una enorme sonrisa en el rostro.

"¡Son tan suaves y esponjosos! ¡Alabada sea Geduldh!" Rezó el muy idiota con tanta franqueza, que luces rojas salieron de su anillo, volando algunas hasta Alerah y otras saliendo hacia los pasillos.

Estaba tan abochornado que volví a voltear el rostro. Laurenz en serio era más descarado que nadie que conociera… con el suficiente autocontrol para no haberle hecho nada a nadie más que en estas ocasiones.

"¿Es cierto que se las pegaste a Lord Ferdinand? Yo también quiero saber que se siente."

"¡No! ¡Déjame en paz! ¡Maldito sacerdote pervertido!"

"¡Por todos los dioses! ¡Se sienten increíbles en mi rostro! Y hueles tan bien, que yo…"

"¡Aghhhhh! ¡No me toques con eso! ¡Es asqueroso! ¡Lord Ferdinand, por favor! ¡Se suponía que sería usted quien hiciera esto!"

La risa de Laurenz nos descolocó a todos, luego solo hizo que mis orejas enrojecieran.

"Lord Ferdinand preferiría morir virgen a tocarte a ti."

"¿Qué?"

"¿No entendiste?, prefiere morir sin conocer el invierno que tocarte a ti. Tú no eres la diosa por la que tiene un rafel.

"Pero él siempre lo niega. Debería dejarme tocarlo y… aghhhh, ¡Basta! ¡No succiohhhhhh! ¡Noooohhhhh!"

"Si una flor madura y bien versada en las artes de Beismachart no logró que Lord Ferdinand recibieras sus pétalos o sus labios, ¿qué podrías conseguir tú que le temes al invierno?" dijo Laurenz, provocando que la ira se apoderara de mí.

"¡Eso era privado!" grité avergonzado y traicionado de que lo dijera en voz alta, dirigiendo una mirada de advertencia a los demás en cuanto pequeñas risas de burla comenzaron a oírse por todos lados.

Los demás se enderezaron, guardando silencio a pesar de estar temblando con los labios apretados o cubiertos por sus manos, tratando de contener sus risas burlonas.

"¡Ahhhh! ¡No! ¡Aghhhhh! ¡Basta! ¡No deberías… Ser tú!"

"Tus montes no opinan lo mismo. Solo mira lo duros que se han puesto. Seguro que hay un hermoso charco en ese jardín tuyo. Podría probarlo para hacerte arder en llamas."

Volteé lo suficiente para notar un tirante demasiado fuera de lugar y la cara de Laurenz cubriendo su pecho. Tal vez era demasiado. Miré a Brunhilde horrorizado y haciéndole señas de que volteara. Ella miró abriendo los ojos y sonrojándose demasiado antes de mirarme. En verdad era demasiado.

"¡Laurenz, bésala y ya! Antes de que le guste lo que estás haciendo." Instruyó Brunhilde de inmediato.

"¿Tan pronto? ¡Me estaba divirtiendo!"

"¡Laurenz!" Le regañamos varios a la vez, escuchándolo suspirar.

"Bien, bien. Solo un beso… uno que no olvide está desvergonzada y deliciosa discípula de Efflorelume."

"¡No! ¡No quiero! ¡Ferdinand!"

"Oye, quédate quieta."

"¡Sueltame, maldito bruto! ¡Patán! ¡Sacerdote bastar…!"

Por un rato no escuchamos nada.

Cuando miré atrás, Laurenz la tenía tomada de las muñecas, besándola de un modo apasionado y usando su mano libre para mantener el rostro de Alerah en su lugar, antes de recorrerle el cuello, un hombro desnudo, su seno todavía al aire y luego tomándola de la cintura para acercarla más a él con fuerza, su mano moviéndose de tal modo que estaba seguro de que estaba manoseándole los glúteos antes de hacer un movimiento de lo más osado con las caderas.

Volví a voltear a la pared y comencé a carraspear. Lo siguiente que escuchamos fue un sonido húmedo que se repitió un par de veces más, como un tronido y luego un par de suspiros seguido de pequeñas risas cómplices.

Cuando volteé junto con Brunhilde y Harmut, Laurenz no solo la había soltado, Alerah estaba abrazada a él mirándolo con adoración, besándolo una y otra vez antes de soltar un suspiro diferente y susurrarle algo al oído, haciendo reír a Laurenz quién se quitó las manos del cuello con delicadeza antes de besarla.

"No voy a irme de Eisenreich, milady, no importa lo que me ofrezcas."

"¡Por favor!" la escuchamos suplicar "tu mana es el más dulce que he probado. ¡Por favor!"

Brunhilde y yo nos miramos incrédulos, los demás también lo parecían mientras volteábamos.

Laurenz debió escuchar nuestros movimientos porque volteó a mirarnos buscando antes de voltearse y abrir sus brazos para cubrir a Alerah. ¿Qué estaba pasando?

"Ahm… chicos, Alerah no va a seguir molestando a nadie. Me encargaré de vigilarla de cerca, pero… ¿Les importaría salir para que la ayude a vestirse?"

Alerah susurró algo más en su oído y Laurenz solo le sonrió antes de mirarnos a los demás.

"¿Chicos? ¿Podrían salir entonces? ¿Por favor?"

"¡Pero, Laurenz…!" Se quejó Angélica todavía abrazándose a sí misma y con molestia en la mirada.

"Necesito hablar a solas con ella. Prometo comportarme… ¿vas a comportarte, verdad, linda?"

Alerah nos miró desde detrás de Laurenz sin soltarlo, asintiendo demasiado contenta. ¿Qué carajos había sucedido ahí?

"¡Ya oyeron chicos!" Dijo Brunhilde de inmediato mirando a Briggite, quien abrió la puerta en lo que los demás comenzábamos a salir "Laurenz, te estaré tomando tiempo. Si tardan demasiado en salir voy a entrar a golpearte y me aseguraré que mi padre adoptivo te de una sesión especial de entrenamiento todos los días hasta que empiecen las clases, ¿lo entiendes?"

"Si, si, lo que digas, Lady Brunhilde. ¿Nos dejan solos ahora? Seré un niño bueno."

Todos salimos de ahí.

Una vez en el pasillo noté que la atmósfera era de confusión. Todos estaban murmurando incrédulos lo que había pasado ahí dentro.

¿Alerah había conseguido enamorar a Laurenz o Laurenz la había seducido a ella? ¿Era en serio o Alerah había encontrado el modo de manipularlo?

No había pasado ni un minuto cuando la puerta se abrió. Laurenz venía todo vestido, armadura incluida y Alerah caminaba detrás de él con el cabello arreglado y un par de marcas en su cuello y su escote. Su actitud tímida y su sonrisa deslumbrante dando la impresión de que esta era una chica distinta a la que había estado usando su cuerpo para intimidar a otros.

"Bien, bien. Alerah va a comportarse. La escoltaré este año durante su graduación y la vigilaré para asegurarme de que se comporte" prometió Laurenz con una enorme sonrisa "Si decide quedarse en el Ducado, la tomaré como mi diosa de la luz. ¿Están bien con eso?"

Por las caras de los demás, no era el único que estaba sorprendido. Si eso había sido poco, Alerah tomó el rostro de Laurenz para obligarlo a voltear, besándolo con tanto descaro, que todos vimos el momento exacto en qué introdujo su lengua en la boca de Laurenz, suspirando cuando se separaron.

"Le mandare una carta a milady de inmediato. Si me libera, estaré uniéndome al templo antes de que nos vayamos a la Academia Real. Vendré a verte mañana de todos modos, Laurenz."

"Por supuesto. Ahora sé buena y ve a descansar, ¿Sí?... Conrad, ¿podrías escoltarla a la puerta de los nobles, por favor? Su carruaje debe estarla esperando."

"¿Eh? Ahm… de acuerdo, Laurenz."

Y así como así, Alerah se despidió de todos como si nada extraño hubiera pasado y se fue demasiado feliz.

Cuando al fin salimos de nuestro shock las preguntas comenzaron a lloverle encima a Laurenz. Él solo sonreía contento, esperando a que todos nos cansaremos de preguntar o algo así para luego ladear la cabeza y decirnos la cosa más estúpida e increíble que había escuchado en mi vida.

"Bueno… a veces Brennwarme también hace brotar raffels si sabes cómo aprovechar sus dones." Y luego de eso se fue, dejándonos a todos tan aturdidos como si nos hubiera dicho que podía devolverles la vida a los muertos luego de mostrarnos el cadáver del abuelo de mi padre caminando como si nada por el Templo.

Más tarde el impertinente caballero se disculpó conmigo, dijo que planeaba negar lo que había dicho después de darle una lección a la chica, argumentando que solo lo había dicho para provocar a Alerah y que simplemente no esperaba que yo reaccionara de ese modo.

Esa semana, mientras esperábamos a que se terminarán los preparativos para los bautizos y la entrega de capas Alerah de verdad se comportó. Su asistencia contínua al Templo y sus ofrendas de mana a las herramientas divinas en lo que esperaba a que Laurenz se desocupara pronto pasaron de ser algo bizarro a algo normal. Todavía no entendía como, pero Laurenz se había encargado de domesticar a Alerah y convertirla en algo así como su novia. Simplemente increíble.

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Por primera vez dirigí solo los bautizos de invierno y debuts. Llegando al final sin mayor problema, y la ceremonia de regalo inicio, debería haber aprovechado este momento para cambiarme, pero quise quedarme para ver a Rozemyne recibir su broche y su capa, ella habia estado bordando su propia capa ya que, al no tener madre, no habia nadie que pudiera bordarla para ella, le ofrecí mi ayuda pero se negó, diciendo que bordar era el trabajo de una mujer.

Su padre coloco su capa y su broche y ella le agradeció con una bonita sonrisa de dama que me hizo pensar que algo raro estaba pasando. Rozemyne había estado emocionada por su ingreso en la academia, incluso habia pedido a los ebanistas una varita que simulaba un schtappe, aunque estaba bastante ornamentado para ser un schtappe.

Después de la comida, esperaba reunirme con Rozemyne y pasar un tiempo juntos, pero no pude encontrarla, Sylvester me informo que había recibido una invitación de Zent para cenar, eso explicaba su mal humor.

En la noche cuando fui a mi dormitorio, me topé con Margareth quien lucía exasperada

"Margareth", la llame. "¿Porque no estas con Rozemyne?"

"Porque la invitación de Zent a milady llego hoy, no importa que tan rápido me mueva, es imposible que tenga el equipaje listó en una campanada", sus palabras carecían de emoción alguna, esa era la única prueba de que estaba preocupada por su Lady, "Lady Verónica ofreció a personal de su séquito para que la acompañara mientras que yo terminaba de preparar las cosas para ella, pero... no importa, buenas noches, Lord Ferdinand", se despidió antes de continuar su camino

Este invierno me senté junto a Sylvester para recibir los saludos de los niños, oficialmente porque ahora éramos rivales, pero el verdadero motivo era más banal, con Rozemyne en la soberanía, él se iba a quedar solo y no quería estar sentado solo mientras que mis hermanos adoptivos y yo permanecíamos juntos…

Karstedt fue el primero de nosotros en partir, mi hermano mayor estaba entrando a sexto este año, originalmente dos o tres años después de su graduación seria degradado a archinoble, por ese motivo estaba comprometido con Elvira, una erudita asistente de Brunhilde. Según me notifico mi padre adoptivo, Karstedt debía buscar una diosa de la luz que fuera una candidata a archiduquesa si planeaba que sus hijos permanecieran como candidatos a archiduque, de lo contrario, todos ellos caerían a archinobles tras su mayoría de edad.

"Llego una carta de Karstedt, dijo que no vio a Rozemyne en todo el día", dijo mi padre adoptivo pasando el papel a Aub, lo vi suspirar antes de leer el mensaje.

"Rozemyne envió de regreso a las asistentes que fueron con ella apenas termino la cena y se instaló en su dormitorio, conociéndola, es posible que decida permanecer en su habitación para no causar problemas hasta que Margareth pueda mudarse a la academia con ella".

"Le dije a Rozemyne que podía mantener a mi querida Gloria y a mis asistentes con ella o volver después de la cena, pero…"

Los adultos se quedaron en silencio, Rozemyne seguía negándose a tomar más estudiantes lo que la dejaba con muy poco margen de maniobra y llevaba a situaciones como esta

"Ofreceré la ayuda de algunas de mis estudiantes a Margareth para ayudarla con el equipaje de Rozemyne", dijo Brunhilde en voz alta, "De esa forma podrá mudarse más pronto"

"Algunos de mis estudiantes ya terminaron de prepararse, deberían poder ayudar a mover las cosas más pesadas", razone en voz alta, "seguramente Hugo preparo comida para ella, por lo que debería estar bien en su habitación, pero no es bueno que este tanto tiempo sola".

"Les agradezco, Sylvester partirá mañana y ustedes en dos días, no se olviden de prepararse".

La cena termino poco después de eso, no estaba durmiendo bien, me habia acostumbrado demasiado a dormir con Rozemyne entre mis brazos, por lo que su ausencia me estaba pasando factura, por suerte, el día para partir a la academia llego con rapidez.

"Lord Ferdinand, Aub lo espera en su despacho", me informo Lasfam dándome una tabla con la citación, agradecí y me dirigí a la oficina, al abrir la puerta, encontré la habitación vacía de asistentes.

Me tragué el suspiro de cansancio que esta escena me provocaba, cada vez que mi trio de guardianes me citaba de esta forma significaba malas noticias para mí, la ultima vez, me volví un candidato a Heredero…

"Gracias por venir Ferdinand", me saludo el Aub mirando a mis asistentes sobre mi hombro, "Margareth termino de reunir el equipaje de Rozemyne, así que esperábamos que la permitieras llevar las cosas antes de que envíen tu equipaje"

"Por supuesto, si eso es todo…"

"Aun hay algo de lo que queremos hablar contigo". Hablo mi padre adoptivo, haciendo un gesto para que me acercara y dejara a mis asistentes fuera de la habitación.

"Ferdinand, ¿sabes que sucede con Rozemyne?", me pregunto el Aub haciendo que casi me diera un paro cardiaco al pensar que nos habia descubierto, lo vi rascar su nuca antes de suspirar, "Rozemyne no confía en los nobles", me dijo haciéndome sentir aliviado un momento o dos antes de fruncir el ceño a su comentario.

"Rozemyne es una noble, que diga que no confía en los nobles…"

"Lo sé, parece algo ridículo", coincidió mi padre, "nosotros nunca entregamos nuestra confianza completa, sabemos que pueden traicionarnos en cualquier momento, pero aprendemos a vivir con eso, aprendemos quienes son dignos de confianza, pero en el caso de Rozemyne, ella mantiene a todos lejos, es difícil notarlo con ustedes, pero en realidad que tomara a Margareth como asistente, fue una especie de milagro de los dioses"

Vi a Lord Adalbert suspirar, su apariencia de Aub no se veía por ningún lado, lo único visible era la imagen de un padre preocupado que no entiende porque su hija no hace amigos en la escuela, o porque parece alejar a todo el mundo …se veía justo como mi madre cuando le dije que me mudaría de casa para vivir más cerca de mi laboratorio.

Aub tomo su taza de té, tomando un sorbo para refrescarse antes de volver a mí esos ojos dorados que eran similares a los de Rozemyne.

"Entenderíamos esa desconfianza en ti, que fuiste arrastrado a la sociedad noble por el capricho de una niña que ni siquiera había sido bautizada, pero no entiendo porque se niega a tener asistentes qué no sean sacerdotes o doncellas, está dispuesta incluso a tomar niños con poca mana, convertirlos en azules y traerlos a la sociedad noble, si mi hija invirtiera la mitad de su esfuerzo en criar asistentes nobles, nuestros niños llevarían a Eisenreich más lejos que nunca, pero ella no está dispuesta a confiar en ellos. No está dispuesta a intentarlo."

"Entiendo… hablare con ella entonces, algunos de mis estudiantes tienen hermanos o hermanas que están interesados en servirla, le sugeriré que los tome como asistentes"

"Gracias Ferdinand."

Mi conversación finalizo poco después de eso y me dirigí a la sala de teletransporte junto a ellos, la última de mis cajas acababa de ser enviada, me despedí, pero cuando estaba por subir, el circulo de teletransporte se activó y Margareth salió arrodillándose en el instante en que vio al Aub

"Aub, no puedo entrar en la habitación de Lady Rozemyne", ese tono carente de emoción me helo la sangre, "creo que algo muy malo le ha pasado".