El Ascenso de un Cinetífico Loco
¡Descubriré como Funciona el Mundo!
Anhaltung y Ewigeliebe
Debía estar soñando porque el estúpido de Shuu estaba de pie frente a mi con su playera de Dragon Ball, sus convers edición limitada de One Piece y una bandana con el emblema de Naruto cruzado por en medio atado a sus pantalones de mezclilla sin soltar el maletín de su laptop con el emblema de Ironman y el de los Avengers, así como el exceso de figurillas de Pokémon que colgaban a un costado.
"En serio, Tetsuo. ¡Necesitas conocerla al menos una vez!"
Estábamos caminando por los pasillos del campus, otra señal de que estaba soñando. No había edificios como este en Yurgensmidt.
"NO. ESTOY. INTERESADO. ¿cuánto más vas a insistirme? Pareces mi madre."
Shuu comenzó a reír con ganas, importándole poco que el resto de los estudiantes en el pasillo voltearan a vernos.
"¿Pero, por qué no? Ella es ideal para ti, ¡Te lo juro por mi colección de mangas y el número autografiado de Dragon Ball! Si Urano no es la chica perfecta para ti, puede incendiarse mi colección con todo y posters, además de las figuritas figma y quedar irreconocibles."
"Bájale a tu drama, Shuu. Nadie va a contratarte si sigues portándote así de fresco."
Hubo un silencio en lo que llegábamos a la puerta que daba al laboratorio de informática. Shuu me abrió la puerta y yo entré de inmediato, acomodando mis cosas en una de las mesas, conectando todo y abriendo mi laptop, verificando que prendiera de manera adecuada y colocando mi clave.
"Supongo que… alguien al fin atrapó tu corazón entonces, ¿O no, Tetsuo?"
"¿De qué demonios estás hablando? ¿De quién iba a enamorarme según tú?"
"¿Insistes en que no estás enamorado de Rozemyne? Amigo, tal vez estés de verdad ciego y no solo padezcas un poco de vista cansada."
Entré al archivo de proyecto en turno. Nuestra tabla periódica iba muy avanzada. Una pena que no hubiéramos encontrado Tungsteno o Uranio, habría sido divertido experimentar con ambos metales.
"No la amo. Yo solo quiero protegerla y que sea feliz, no es tan difícil de comprender, ¿o sí?" le pregunté resoplando sin dejar de mover el mouse para acomodar los elementos y agruparlos con los nuevos de alguna manera que tuviera sentido. Agregarles los símbolos elementales de los dioses me estaba provocando una jaqueca debido a mi TOC.
"No, no, ¡claro que no!" parecía burlarse sin que yo dejara de ajustar y reacomodar elementos una y otra vez "Tan claro como el agua. Pero si esos son tus requisitos, no es necesario que seas tu quien se case con ella. ¿No?"
Despegué mi mirada de la pantalla, sintiendo como me temblaba el párpado, bastante tentado a tomar al idiota de Shuu por el cuello de su capa y lanzarlo al otro lado del salón con mejoras mágicas para que ni su armadura de caballero pudiera protegerlo.
"¿A qué te refieres?"
Lo vi poniendo esa sonrisa de gato de Cheshire antes de recargarse en su silla con las manos detrás de su cabeza, subiendo las piernas a la mesa como si nada.
"Pues que mientras ella sea feliz y esté segura, su dios oscuro podría ser cualquiera y así no tienes que sacrificarte por su felicidad y seguridad. Incluso podría ser ese tal Traugott. ¡Parece todo un galán, ¿no crees?!"
"En serio Shuu, ¡ni siquiera muerto y renacido tu espíritu Otaku me deja en paz!"
Shuu bajó las piernas de inmediato al suelo, apoyando sus manos en el banco por en medio de sus piernas antes de adelantar su cuerpo para quedar frente a mi con esa estúpida sonrisa suya.
"¿Bromeas? Eres un protagonista Isekai ¡Te molestaré más y más de ahora en adelante!"
"¡Aghhhh, Shuu! ¡Saca tu estúpido espíritu Otaku de mi subconsciente!" le grité sacando mi schtappe y convirtiéndolo en una guadaña enorme, más que dispuesto a cegar su imagen como si eso fuera a matarlo.
Shuu no paraba de reír ahora, deteniéndose de golpe y mirándome todavía con el uniforme de caballero de Eisenreich, poniéndose en pie y agitando su capa ocre conforme daba media vuelta para salir de mi camper de piedra Fey.
"Eres más ciego de lo que pensaba, querido amigo. Pero ¡No te preocupes!, los dioses han decidido que yo siga molestándote también en esta vida, de ti depende que hacer con mi influencia y conmigo. Espero que te diviertas viendo a Lady Rozemyne besuqueándose y cediendo al invierno con otro hombre porque tu futuro pinta más triste del que tenías antes."
Me desperté de golpe. Una suerte que Justus me obligara a corregir las medidas de mi alcoba de acampado o de lo contrario me habría golpeado con fuerza en la cabeza.
"¡Estúpido Shuu! Solo deja de jugar conmigo"
Me froté las sienes, sintiendo como me palpitaban debido a un fuerte dolor de cabeza. Mi edad equivalente a la tierra debía rondar los 15 o 16, Shuu tenía 22 cuando yo morí, por lo que suponiendo que me reencarné en el momento en que morí, él debía tener actualmente 37 u 38 años…
'El sigue vivo. Shuu debe estar teniendo una buena vida en Japón, reproduciéndose con singular alegría y buscándole otro bicho raro a su mejor amiga de la infancia para que no muera sola', pensé para mí, suspirando antes de dejarme caer de nuevo en la tumbona. Dándome cuenta de algo, 'En su vida pasada, Rozemyne también se llamaba Urano. Que interesante conciencia.'
.
Había pasado casi cuatro semanas desde el incidente con Laurenz y estaba seguro de que pasarían otra vez. No solo llevábamos prácticamente un mes sin encontrar nada nuevo, no sabía cómo, pero siempre encontraba la forma de desviar la conversación a Traugott.
"Traugott debe vivir entrenando porque a pesar de ser delgado como nosotros, es bastante musculoso." "¿Sabes que siempre sale sonrojado cuando se queda con Alerah y Milady? Solo espero que esas dos no lo estén compartiendo, yo debería ser el único hombre en el menú de Alerah." "¿Crees que debamos entrenar más? Parece que los hombres como Traugott están en tendencia y en serio me preocupa volver y que Alerah me vea con lástima." "Deberíamos pedirle a Milady que volvamos a la regla anterior de solo sacerdotes en el Templo, de ese modo Traugott tendría que usar hábito en lugar de armadura… ¿Sabes qué? Olvida lo que dije. Podría verse incluso mejor que nosotros."
Necesitaba volver a Eisenreich para deshacerme de Laurenz y su incesante perorata por unos días… solo unos días, no podía dejarlo con su novia sin supervisión. Cuando sentí que lo mataría de un momento a otro, lo puse de guardia y convoqué a mi hermano.
"¿Qué puedo hacer por usted, Milord?" preguntó Justus con ese tono de broma al final.
"Necesitamos todos un descanso y hacer algo con las carretas."
"¿Qué propones, hermano?"
"Mañana cambiamos el rumbo. Iremos al pueblo Giebe más cercano para usar el círculo de teletransporte para volver la capital. Le daré algunos trabajos de mejora a los herreros y renovaré el permiso de viaje."
Justus sonrió divertido, examinando el mapa y haciendo cuentas.
"Tardaremos un par de días en llegar al pueblo más próximo. ¿Seguro que esto no tiene que ver con Lady Rozemyne?"
"¡No tú también, por favor!"
Si era sincero, además de lo expuesto, pronto Rozemyne cumpliría 11 y quería pasar unos días con ella para celebrar… aunque no era mi principal motivación.
.
Regresé a la capital el último día de la tierra de primavera. Esa noche la pase en casa de mis padres. Junto con Justus les contamos todo lo aprendido en el camino.
Ya que me quedaría una semana mientras se procesaba mi nuevo permiso de viaje que duraría hasta el otoño, podría ayudar a Rozemyne con los bautizos de verano, o eso pensé.
Oficialmente estaba compitiendo por el asiento de Aub, así que debía quedarme en el castillo para realizar los exámenes preparatorios y repasar los temas para el siguiente año.
No sabía que estaba esperando la primera noche que pasé en el castillo. Cuando establecimos las reglas, acordé con Rozemyne que solo dormiríamos juntos los días de la tierra… y ella lo estaba respetando.
'¿Por qué me molesta tanto que lo respete?'
No podía conciliar el sueño. Sabía que Rozemyne estaba en el castillo, ya que había estado presente en la cena, pero nuestras únicas interacciones hasta el momento eran meras cortesías. Parecía estar de verdad ocupada. O evitándome. Como el idiota de Laurenz insinuó más temprano.
"A las chicas no les gusta que las ignoren, Ferdinand" me había comentado luego de la comida "podría estarte castigando con el látigo de su desprecio. Menos mal que no sientes NADA por ella, esta rabieta no te debería de afectar."
"No me está castigando, Laurenz. Está ocupada." Le había respondido de inmediato, viendo cómo me daba por mi lado con una sonrisa de pena antes de disculparse para ir a aprovechar su descanso o algo así.
'Tan ocupada como para no poder responder a mi solicitud de reunión hasta el próximo día de la tierra.' Pensé con amargura, acostado en mi cama luego de repasar esa pequeña conversación de la tarde.
'¡Basta!' ¡Me estaba comportando como un niño pequeño y mimado! 'Lo más probable es que Rozemyne esté ocupada ayudando en lo que puede mientras estudia y revisa sus empresas, además de las mías. Las que me ayuda a administrar mientras estoy de viaje…', "¿Estará enojada conmigo porque dejé de venir todas las semanas como prometí?"
Rozemyne podía llegar a ser muy rencorosa…
'No, ella está bien, su rehabilitación está dando frutos, su rehabilitación…', "¡¿Por qué me siento tan frustrado?!"
La siguiente noche comencé a tomar el brebaje de sueños que ella solía usar, siendo el primero de muchos días que no pude dormir, no sabía que tan bueno era el hecho de que ahora podía aguantar varias noches en vela, pero no me gustaba el motivo de mi insomnio en absoluto.
.
"Lord Ferdinand, le agradezco que evite que Milady se quede a solas con esa pervertida y su... Caballero preferido... ¿Pero en serio cree que esté bien que Laurenz esté con ellos tres?" me dijo Margareth la mañana siguiente, poco después del desayuno.
Debía estar en serio preocupada si se estaba brincando todas las cortesías y no estaba con Rozemyne ni había pedido permiso para hablar conmigo, colándose en mi séquito con sus habilidades de kunoichi "¡Solo los dioses saben que ideas perversas le meten en la cabeza a mi maestra!"
"¿Prefieres que los dejé sin supervisión?" pregunté sin dejar de caminar, sosteniendo la herramienta antiescuchas que la asistente me dio antes siquiera de que pudiera detectarla.
"¡No, pero...!" no sabía si se sentía conflictuada por acudir a mí de este modo o Rozemyne le dio una orden que estaba tratando de romper sin romperla "Milady no permite que otros la escolten en esas... sesiones... ¿Puede hablar con ella e imponerle una escolta? Incluso Justus sería mejor que Laurenz." Concluyó en un suspiro cansado y lleno de preocupación.
No. Debía estar más allá de la angustia si incluso estaba dispuesta a que dejara que Justus se acercara a Rozemyne y se encerrara con ella, Alerah y Traugott.
"Hablaré con ella al respecto en cuanto me reciba… Tal vez la convenza de permitirte estar a su lado cuando está con Alerah y… ese tipo." Ofrecí de inmediato, tratando de que no se notara mucho en mi cara la impotencia que yo mismo sentía en cuanto a hablar con Rozemyne.
"¡No importa si no logra que sea yo, Milord! Tusnelda, Muriella o incluso Grettia estarían bien para supervisarla. Solo quiero protegerla y que dejen de correr tantos ordonannz mal intencionados."
"¿Qué ordonannz?"
La vi dudar, mirando a un lugar y a otro antes de bajar la cabeza como un perro apaleado. Un escalofrío la recorrió y la vi aguantar algo doloroso. ¿Qué le había ordenado Rozemyne esta vez?
"Si es algo que no puedes decirme, guía a Justus. Él me dirá de que se trata y yo haré todo lo que pueda al respecto."
"Gracias, Lord Ferdinand. Por favor, por favor, espero que pueda convencerla."
Le devolví la herramienta y crucé mi mirada con mi hermano cuando nos detuvimos en la puerta del despacho del Aub, donde tomaba parte de mis clases. A una señal mía, Justus asintió y se fue siguiendo a Margareth. Su rostro confundido e incrédulo no tardó más de dos segundos en recomponerse, el mismo tiempo que el asistente de Aub Eisenreich tardó en abrir la puerta para que mi séquito y yo pudiéramos entrar.
Más tarde, Justus me diría sobre los rumores corriendo por el castillo y el templo.
Se pensaba que Rozemyne estaba interesada en Traugott. Ahí las opiniones estaban divididas entre si lo quería como amante o si planeaba elevarlo para tomarlo como esposo. También había muchos rumores hablando sobre si lo estaba envolviendo en hielo o no porque, al parecer, mi prometida estaba creando alguna especie de regalo para el caballero… mismo que nadie había visto aún.
Por si esto fuera poco, había algunos pocos rumores sobre Traugott aprovechándose de la situación a pesar de sentir cierto nivel de desdén hacia Rozemyne… y yo no sabía cómo me estaba sintiendo al respecto porque me ponía enfermo solo de pensar en otro hombre tomando ventaja de Rozemyne y luego quejándose de ella… o de imaginarla besándose con otro y buscando consuelo con alguien que no fuera yo… ¡Inaudito!
.
El día previo a mi partida, finalmente me reuní con ella.
Mi prometida tuvo el descaro de lamentarse que sus obligaciones le impidieran reunirse conmigo antes, el rostro sonrojado y la mirada desviada en su caballero de escolta, un joven que coincidía con la descripción de Traugott. Me molestó mucho.
Me esforcé, de verdad me esforcé por mantener una conversación casual durante el té, aun si Rozemyne mantenía en su rostro una perfecta sonrisa de dama, esa que usaba con todos los nobles.
'¡¿Por qué tenía que usarla también conmigo?!' le dediqué mi propia sonrisa noble haciéndole saber que estaba molesto, pero ella ni se inmutó, siguió la fiesta como si nada estuviera pasando.
"Por favor, dense la vuelta", solicitó Rozemyne con una sonrisa mientras le hacia un gesto a Alerah, "¿Qué sucede Ferdinand?", me preguntó con fingida inocencia en el momento en que la barrera de rango especifico se instaló.
"Nada."
"¿Nada?" preguntó sonriendo de un modo que no me gustó. "Te creería si no estuvieras por completo enfurruñado", se rio levantándose de su asiento, rodeando la mesa con elegancia felina hasta sentarse en mi regazo. Aprovechándose del hecho de que había estado apretando el reposabrazos con mis manos para no cruzarme de brazos y hacer aún más evidente mi molestia.
"¿Qué pasa, Ferdi? ¿Te molesto que no pudiera reunirme antes contigo?", me cuestionó con una risita.
"No."
"¿No?" preguntó riendo todavía, rodeando mi cuello con sus brazos, acercándose a mi oído. "Te vez muy, muy molesto, Ferdi." Su voz melosa me habría puesto nervioso en otro momento, pero ahora solo me estaba irritando. "¿Qué te molesta?" cuestionó alejándose apenas lo suficiente para mírame a los ojos.
Profundicé mi sonrisa, tratando de mantener mi irritación a raya. Ella se estaba divirtiendo mucho a mi costa.
"No lo sé, talvez mi prometida no tuvo nada de tiempo para mí."
"No sabía que volverías esta semana, Ferdinand." Respondió de lo más tranquila, mirando como uno de sus dedos se paseaba por mi mejilla y mi cuello, llenándome con su mana "No me avisaste. No pude organizar mi agenda para pasar más tiempo contigo, lo lamento mucho", se disculpó antes de inclinarse hacia mí y besarme, deteniendo su dedo de su exploración y apoyando su mano contra mi órgano de mana.
Sus labios danzaron con los míos, su lengua entró en mi boca. El beso pronto se profundizó volviéndose húmedo y apasionado. La atraje más a mí, disfrutando de su sabor y su maná. Pequeños jadeos de placer se hicieron presentes en el momento en que sus manos comenzaron a pintarme los hombros y el cuello con más fuerza, relajándome y frustrándome en igual medida. Me sentía irritado, pero al mismo tiempo necesitado de afecto, de SU afecto.
Se separó de mi con lentitud, sonriendo complacida
¿En qué momento se sentó a horcajadas sobre mi…?, Dejo un nuevo beso en mis labios al tiempo que se levantaba para volver a su asiento.
"Esta noche iré a visitarte, Ferdi", comentó de forma casual antes de desactivar la barrera sin dejar de sonreír. "Parece que Dregarnuhr a hilado con una gracia y velocidad excepcionales el día de hoy. Lamento no poder quedarme más tiempo, pero aún tengo trabajo pendiente."
Salió de la habitación siendo seguida de cerca por Margareth y Alerah, mientras que su caballero de escolta parecía tratar de dejar el mayor espacio entre ellos.
"Traugott, no te retrases, Lady Rozemyne te necesita", canturreo la estúpida novia de Laurenz con una sonrisa burlona y tono coqueto, provocando que el caballero se tensara.
Quería hacer desaparecer a esa mujer. No sabía que ideas le estaba metiendo a mi prometida en la cabeza, pero no me gustaba nada.
'Trataré de llevarla también conmigo. Debo alejarla de mi Rozemyne antes de que la contamine con sus ideas.' Pensé al notar como las manos descaradas de Alerah se paseaban por la cintura de Traugott en el momento en que lo empujaba para emparejarlo con Rozemyne, justo antes de desaparecer en el pasillo. Que la chica me dedicara una mirada que parecía gritar victoria o tal vez venganza me dejó más que fastidiado el resto de la tarde.
.
"¿Sigues despierto?"
El día casi había cambiado de fecha cuando Rozemyne se asomó por el dosel a medio abrir de mi cama, retirándose su yukata y colocándola bien doblada en la mesita de noche antes de subir con su zantze de peluche y acomodarse en la almohada de al lado, dejando tanto espacio entre nosotros que Justus podría acostarse ahí bastante cómodo sin que alcanzáramos a tocarlo.
"Dijiste que vendrías, así que te estuve esperando."
Alargué mi mano para tomar la suya, sintiendo mi ceño fruncirse cuando ella retiró su mano, escondiéndola debajo de Dinand sin dejar de sonreír.
"Ha sido una semana muy ajetreada y de verdad estoy exhausta." Pareció disculparse antes de cerrar sus ojos.
"Rozemyne… ¿Puedo preguntar por qué tardaste tanto en venir?"
Su sonrisa se profundizó más y un leve sonrojo coloreó sus pómulos. Se veía preciosa y adorable… pero por alguna razón, su reacción me incomodaba demasiado.
"No quieres saber, Ferdi. Solo descansa. Mañana te vas a ir de nuevo y solo los dioses saben cuándo volveremos a dormir juntos."
Mi cuerpo se tensó ante sus palabras, de modo que no dije nada por un rato sintiendo que mi cabeza iba a explotar y mi corazón a salirse de mi pecho ante todas las sensaciones e ideas contradictorias yendo y viniendo tan rápido que no me dejaban más que la sensación de estar discutiendo conmigo mismo sin que pudiera decir a ciencia cierta sobre qué.
"¿Rozemyne?"
Ella abrió un ojo sin sonreír más y hasta ese momento me di cuenta de que la tenía acorralada contra la orilla de la cama y sujeta por ambas manos.
"¿Qué sucede? ¿No puedes dormir sin darme la mano?"
Su tono era un poco cansado y cargado de sueño… mi subconsciente debía estarme jugando una broma de lo más pesada porque no dejaba de repetirme que sonaba a reproche.
"No, yo…", la solté, separándome de ella antes de sentarme "¿Por qué tardaste tanto? ¿Por qué no…?"
"Pareces muy estresado, Ferdi" suspiró Rozemyne antes de sentarse también con su peluche entre sus brazos y el tirante de su pijama completamente caído hacia un lado. No entendía porque me daban ganas de abrazarla y no dejarla ir solo con eso.
"¿En serio quieres saber?"
"¡Si!" casi grité, llevando una mano a mi boca antes de recordar que tenía activada la barrera antiescuchas alrededor de mi cama.
"Alerah y Laurenz están haciendo una investigación sobre el comportamiento del maná para mí… pero, como te llevaste a Laurenz y Margareth lo ha estado moviendo casi todas las noches, apenas hoy pudimos profundizar la investigación.
"¿Investigación?"
Laurenz no me había dicho nada de ninguna investigación, solo cosas sobre Traugott, teñir a Alerah y ser observado durante… no podía ser eso, ¿Verdad?
Miré a mi linda y tal vez no tan inocente prometida obsequiándome una sonrisa cargada de sueño antes de pasear su dedo de nuevo por mi rostro y mi cuello, bajando un poco más aprovechando lo holgada de la única prenda cubriendo mi torso a esta hora.
"¿Sabías que si pinto tus líneas de mana de esta manera provoca un efecto relajante?"
Suspiré diciéndole que no. No antes, al menos, en este momento podía sentir como mis preocupaciones parecían desaparecer sin dejar rastro.
"En cambio, si lo hago de esta otra manera…" los patrones en que su dedo se movía por mi piel, la forma en que su mana parecía entrar de un modo ansioso, para cuando su dedo pasó de deslizarse por mi cuello a mi pecho no pude más, aferrando su mano y jalándola para poder besarla de inmediato con avidez, escuchándola reír divertida como una niña que se ha salido con la suya al hacer una travesura. Cuando la solté, mi respiración era errática y mi corazón latía desbocado. Sentía escalofríos ahí donde ella me había pintado la segunda vez y estaba seguro de que mi espada estaba medio despierta dentro de mis shorts bajo la sábana.
"¿No te parece interesante como el maná puede calmar o excitar a otros?" me preguntó antes de alejar su mano de mí, recostándose a mi lado sin dejar de sonreír.
"La forma en que peinas mi cabello y acariciar mi espalda cuando estoy dolida es reconfortante por la manera en que me tocas y los puntos de maná que pintas. No sabía eso hasta que les pedí a Alerah y Laurenz que lo reprodujeron sobre un círculo especial para ver las líneas de mana. Debe ser algo instintivo."
Myne el Shumil y Dinand el zantze quedaron entonces arriba de nuestras cabezas, entre las almohadas y la cabecera. Necesitaba calmarme, pero también necesitaba sentirla, así que la abracé como tantas otras veces cuando ella necesitaba consuelo. Me sorprendió que me acunará en su pecho y comenzará a tararear una canción para mí en tanto peinaba mi cabello y acariciaba mi espalda. Me quedaría dormido si esto seguía.
"Roz… ¿te importaría permitir que Margareth o cualquiera de las chicas te escolte mientras estás con Alerah y Traugott?"
"Preferiría seguir como hasta ahora, Ferdi. ¿Porqué? ¿Estás celoso?"
Estaba exhausto, no tenía idea de cuanto, hasta ese momento, luchando por mantener mis ojos abiertos y mi cerebro funcionando.
"Tal vez… estoy preocupado… por todos eso… rumores… sobre tú y Traugott."
"¿Seguro que no son celos, Ferdinand?"
"Si oyeras… lo que dicen de ti… y de él… no me gusta."
La escuché suspirar demasiado fuerte sin dejar de peinarme, su voz cada vez más amortiguada y lejana mientras yo seguía luchando para no dormirme.
"Sé lo que dicen y no me importa, pero… ¿estarías más tranquilo si alguien más nos acompaña?"
"Mucho… tu honor… no debe ponerse en duda."
Otro suspiro demasiado lejano. Un sabor dulce y reconfortante me invadió entonces, conforme sentía las garras de Schlätraum reclamándome al reino de los sueños.
"Te amo, Ferdinand… tú serás el primero… siempre."
.
Antes de poder reunirme con Rozemyne el día de la tierra, Lord Adalbert me preguntó si Rozemyne me dijo algo sobre buscar un pretendiente para segundo marido, era claro que el padre de mi prometida sabía lo que se decía sobre ella.
En ese momento le sugerí que hiciera que alguna de sus diosas hablara con Rozemyne, si le explicaban lo perjudicial que eran esos ordonnaz para ella, probablemente haría algo por evitarlos, pero Lady Verónica no pensaba igual.
Fue durante el desayuno, una semana después de retomar el viaje y la investigación, el día después de encontrar Uranio al fin, que recibí una carta de la primera dama de Eisenreich, la cual mermó mi dicha por completo.
El sentido común de Rozemyne estaba tan distorsionado que preguntarle directa o indirectamente sobre Traugott podría ser contraproducente. Sus pensamientos siempre parecían irse por la tangente. A diferencia de lo que habría hecho con cualquier otra de sus protegidas, Lady Verónica se negó a comentar o a insinuar algo sobre las flores o su comportamiento, principalmente debido a su delicada salud mental. Eso aunado al hecho de que ella era demasiado influenciable en lo relacionado a su persona y su estado como candidata a archiduquesa… no querían arriesgarse.
Rozemyne era hija de una amante y Aub. Lady Verónica era hija de una amante y Aub. Los amantes eran comunes en los matrimonios nobles, si se le cuestionaba sobre el caballero y en realidad no estaba pasando nada, ella podría decidir que ahora que estaba en la competencia necesitaba asegurar un amante, cubriéndolo poco a poco con hielo para que nadie más que ella pudiera tocarlo.
"Es una práctica usual, cubrir a una flor con hielo. A diferencia del matrimonio que suele ser meramente político, un amante es alguien que eliges porque quieres, por lo cual en general uno suele asegurarse de que nadie pueda robar a su flor. Claro, esto suele ser más visto en hombres, pero algunas mujeres archiduquesas también lo hacen. Ferdinand ¿ahora quieres una amante?"
"Es de mala educación leer sobre el hombro de otra persona, Laurenz". Lo regañé guardando la carta que recibí después del desayuno.
"Eso no responde mi pregunta."
El peliverde se rio sentándose frente mío. Lo fulminé con la mirada recordando de pronto la investigación qué él y su novia estaban llevando a cabo para Rozemyne. Necesitaba más detalles, pero antes de poder preguntar él abrió la boca.
"Cada día te admiro más, Ferdinand. En verdad que admiro que no tienes problemas con compartirla. Yo ya hubiera matado a la competencia y saturado su feystone para no dejar rastro de su existencia."
"En serio, ¿de qué demonios estás hablando?"
"De Traugott, por supuesto". Se rio, "Al principio estaba muy celoso de todo el tiempo que Alerah y Lady Rozemyne pasan con él a solas, pero luego de insistir mucho, me dejaron entrar. Parece que Lady Rozemyne ha estado mandándole a hacer ropa super sexy, por eso pasan tanto tiempo juntos."
"¿Ropa… sexy?"
"Si. Super ajustada, de esa que resalta su figura."
Esto debía ser otra de sus bufonadas, no había forma alguna de que eso en realidad fuera cierto. Estaba a punto de enviarlo a explorar cuando el idiota de mi compañero volvió a abrir la boca.
"Bueno, eso explica que Alerah le esté enseñando a seducir por las noches. Primero pensé que solo le gustaba que nos observaran besándonos y tocándonos un poco, pero…"
"¡¿Qué está haciendo qué con quién?! ¡¿Y Alerah le está enseñando qué?!"
El desgraciado solo se sonrió, acomodándose de un modo despreocupado antes de proseguir.
"Yo también me sorprendí al inicio, pero bueno."
"¡Y lo permites!" le grité tomándolo por el cuello de su capa, observando la sonrisa cínica en su rostro, "¡¿Qué pasa contigo?!"
"Ella es mi señora, Ferdinand. ¿Cómo podría desobedecerla?", me preguntó sin dejar de sonreír "¿Qué puedo hacer para detenerla si decide que quiere jugar con Traugott a Paradise Kiss, o fingir que ve Rance Hikari o Motomete?"
El recuerdo de mi sueño parpadeó en mi mente, superponiendo la imagen de Shuu sobre Laurenz un segundo o dos antes de soltar su capa y alejarme lo suficiente de él para observarlo.
'¿Cómo no me di cuenta antes…?'
Lo único que no hizo este idiota fue ponerse un cartel en la frente. Su sonrisa descarada no abandonó su rostro ni un momento.
"¿Al fin te diste cuenta?" preguntó riendo. "Para ser alguien tan listo, solo eres un estúpido intento de Tobio Kageyama"
No sabía cómo reaccionar. Mi único amigo como Tetsuo estaba ahí en frente con esa sonrisa idiota, feliz por estar viviendo lo que, de lejos, se notaba que era una de sus fantasías Otaku… pero eso significaba que él había muerto… y si ambos teníamos la misma edad…
"¿Todo bien, Tetsuo?" me cubrí el rostro para que las lágrimas no salieran. Hacia toda una vida que nadie me llamaba de ese modo.
"¿Cuándo pasó?" le pregunté de pronto, mis otras preocupaciones dejadas en el olvido.
"¿Qué cosa? ¿Las clases de seducción?"
"¡Eso no, pedazo de idiota! Me refiero a… cuando llegaste aquí… ¡Te moriste, maldita sea!"
Sentí una mano en mi hombro y abrí un poco mis dedos para mirar la sonrisa estúpida y triste en Laurenz… antes Shuu.
"¡Ah, eso! No llores por mí. Tuve una buena vida. Me casé, tuve hijos y conocí a mis nietos. Hasta hice un cosplay grupal de Dragon Ball con ellos", me contó con una sonrisa nostálgica, "¡Incluso vencí a la muerte!"
"¿Qué?"
El peliverde frente a mí se rio, orgulloso antes de volver a hablar. "Me enfermé, ¿sabes?, los médicos dijeron que no pasaría de los treintas, debido a una enfermedad autoinmune, pero con el apoyo de mi esposa, Akane, logre vivir más. Morí cuando tenía cincuenta. ¡Viví veinte años más de lo que se esperaba! No tenía arrepentimientos cuando me llegó la hora."
"¿En verdad?"
Algo en su gesto hizo que me tranquilizara. Una vida feliz, larga y llena de afecto y comprensión según parecía… claro que no era el único que me preocupaba.
"¿Qué hay de tu amiga? ¿Pudiste conseguirle otro bicho raro?" pregunté luego de limpiarme la cara, sintiéndome un poco mejor solo para que mi corazón se saltara un latido y mi pecho se quedara sin aire al ver su rostro nostálgico y triste. Sus ojos me evadieron entonces.
"Debiste comer y descansar. ¡Tal vez habríamos podido salvarla!"
Estaba en shock. Urano había muerto, pero…
"Tu madre me avisó el día de la cita que te habían encontrado muerto. Cuando fui a buscar a Urano a la biblioteca para avisarle hubo un temblor. Los libros y estantes de su área de lectura le cayeron encima y murió… Debería golpearte por idiota. ¡Me dejaron solo!... Pero bueno… fue hace demasiado tiempo, ya estoy bien."
Cubrí mi boca repasando de inmediato lo que sabía de la mejor amiga de Shuu. Una ávida lectora de cualquier cosa con caracteres sobre hojas de papel. No importaba el tema, ella leía por el simple placer de hacerlo… entonces recordé las fuentes de Rozemyne, el hecho de que en su memoria se llamara Urano, incluso la diversidad de cosas que leía para mí en voz alta y los diversos ramos industriales en que tenía una mano. Su facilidad para comprender cosas que jamás había visto antes. La tranquilidad que emanaba de ella cada vez que tenía oportunidad de perseguir las letras de cualquier libro… ¡No podía ser cierto!
"Ahm… Shuu, ¿esa amiga tuya, Urano, tenía alguna particularidad o manía cuando leía libros?"
Lo consideró un momento antes de sonreír como si estuviera recordando algo divertido.
"Si. Cómo no tenía preferencias sobre sus lecturas, solía leer por estante. Siempre empezaba por el libro más alto del lado derecho de los estantes y a partir de ahí comenzaba a leer todos los libros en orden, ¿por qué?"
Era demasiado que digerir… Rozemyne solía hacerlo de esa misma forma. Apenas tenía tiempo libre y terminaba algún libro, pedía el que estuviera a la izquierda del que hubiera leído en el estante. Parte de su entusiasmo cuando la ayudé a reorganizar las bibliotecas del Templo y del Ducado se debían a que podía volver a leer sus libros en un orden distinto ahora… lo cual significaba que estaba comprometido con ella… por segunda vez.
"Sobre lo que le hemos estado mostrando a Lady Rozemyne, ni deberías preocuparte tanto, ¿sabes? No es como que esté viendo porno de verdad… bueno, para los estándares de este país, tal vez un poco, pero… ¿Tetsuo?"
"Necesito pensar, yo… Es mucho que digerir y… gracias por no abandonarme, supongo."
"¿Bromeas? Si pudiera encontrar a Urano, tampoco la dejaría sola, pero… quién sabe, quizás renació aquí hace cien años, o quizás lo hará dentro de cien años más. Tal vez su alma esté en un mundo distinto, no lo sé… pero bueno, ¡Te encontré a ti! Así que no te desharás de mí tan fácilmente está vez, jejeje. Descanse bien Lord Ferdinand." Dijo antes de irse sin saber que, de hecho, tampoco había dejado sola a su amiga, aún si ambos eran incapaces de reconocerse.
.
Para el día siguiente me encontraba más tranquilo. Las carretas estaban en marcha y Laurenz iba de nuevo montado conmigo en el autobús equino. Tuve que asegurarle a los grises y a los artesanos que no volvería a golpear ni a sacar a nadie del transporte para que accedieran a subir. Que Laurenz tratara de aguantar la risa solo lo hacía más vergonzoso para mí. De todos modos, apenas nos elevamos para seguir a la caravana, Laurenz activó una barrera antiescuchas para platicar.
"¿Una cámara de fotos? ¿En serio?"
"¡Por favor, Tetsuo! Prometo que le daré un buen uso… extraño a Alerah, ¿sabes? Y sería genial llevar un registro ilustrado de tu cruzada por reproducir una tabla periódica. ¿No te habría encantado tener fotos de Newton mientras creaba sus teorías o Da Vinci cuando hacía sus pinturas y dibujos?"
Lo consideré un momento. Con la cantidad de elementos que ya teníamos no debería ser muy difícil crear algún tipo de cámara fotográfica, además, tal y como Laurenz acababa de comentar, podríamos dejar registros en imagen para la posteridad. No era una mala idea.
"Oye amigo, hay algo que necesito saber." Murmuró Laurenz en un tono más serio "Le estuve dando vueltas toda la noche y estoy seguro de que tú sabes la verdad, ¿Milady es como nosotros?, ya sabes, por sus industrias…"
"No exactamente." No sabía que tanto debía decirle. ¿Cómo lo tomaría si se entera de la verdad? claro que, teniendo en cuenta que este idiota debía haber estado haciendo con exactitud lo que Rozemyne y la perversa de Alerah le pedían…
"¿Cómo?"
Sonreí de lado. Sería bueno que se diera cuenta sin decirle la verdad, solo confirmar para que el impacto sea más permanente.
'Veamos qué tan dispuesto estás a explicarle cosas sexuales a tu querida hermana, Shuu'. "Bueno, ella tenía recuerdos de una vida pasada" confesé "pero hace un tiempo que dejaron de manifestarse…"
"¿Qué?"
Se notaba confundido. Ni siquiera yo entendía lo que pasaba, era como si tuviera alguna especie de amnesia selectiva inversa.
"Cuando estaba enferma, muy enferma, sus recuerdos pasados surgían y de ahí salieron sus industrias, pero ella cree que son cosas de los dioses."
"Bueno, Milady debió ser una ratona de biblioteca en su vida pasada. ¡Y tú que decías que no tenías un tipo!", se río, "¿y bien? ¿Cómo se llamaba?"
Miré afuera por la ventanilla del conductor para dar un efecto de dramatismo. Podría decirle la verdad, podría decirle que era una japonesa llamada Urano, pero eso le quitaría efecto al asunto.
"¿No me vas a decir?"
"No sé si debería. ¡Son sus memorias! No tengo derecho a decidir con quién comparto el secreto de su sabiduría o con quién no."
"Pero ¿tienes idea de cuánta gente hay como nosotros en este país?"
"No, ¿y tú?" pregunté con algo de sarcasmo y una sonrisa socarrona, dispuesto a cobrarme un poco de cuanto estuvo fastidiándome el último mes.
"No, pero… ¡Con un demonio! Por eso eras un verdadero antisocial. ¿Tienes idea de cuánto se resistían mis amigos a tenerte en el mismo equipo de proyecto durante la universidad?"
"Nunca te pedí que me incluyeras, Shuu." Contraataque con una sonrisa ambigua sin quitar los ojos del camino.
"Si al menos no te hubieras muerto de la forma más estúpida posible… oye, oye, oye, un momento."
Lo miré por el rabillo del ojo sin dejar de sonreír. Podía notar su mente uniendo cabos de inmediato. Quizás de haber sabido que Motosu Urano murió también, la habría descubierto antes, después de todo, Urano no era un nombre común. En cambio, Shuu, quien tenía toda la información que necesitaba y que la había conocido por más tiempo que yo no tardó en descubrirlo.
De pronto el peliverde a mi lado comenzó a reír. Primero un poco mirándome incrédulo, luego más fuerte mirando hacia afuera para terminar con una risa desquiciada digna de cualquier villano sociópata de película de Hollywood.
"¡Te dije que eran el uno para el otro! Los dioses del amor también lo pensaban si volvieron a juntarlos en esta vida."
Shuu estaba más que encantado, pensando en voz alta en todas las cosas Otaku que solía hacer con su amiga y que podrían volver a hacer. Sus rutinas. Sus secretos. El vínculo de hermanos forjado a lo largo de más de veinte años. Las anécdotas. Debía detener a este imbécil antes de que la pusiera mentalmente inestable. Rozemyne tenía demasiado en su plato como para que este engendro de la industria del cómic, el manga y a saber que más la obligara a recordar.
"Shuu, Rozemyne no recuerda nada. No quiere recordar nada tampoco y encima de todo es tu señora. No puede volver a tratarte como un igual, en especial en público."
Mis palabras debieron tardar porque él parecía demasiado feliz en un inicio, mientras seguía hablando.
"...Le dije que si renacíamos no dejaría que nada le pasara… ¡pero no hablaba tan literal! ¡Maldita sea, soy solo un sacerdote elevado a archinoble! ¡técnicamente soy su servidumbre!... debe ser mi castigo por desearles un mes antes de que murieran que renacieran en un mundo sin libros y sin ciencia… arghhh, ¡esto es injusto! ¡Mi mejor amiga ya no puede ser mi mejor amiga, maldición!"
Laurenz se siguió quejando todo el resto del camino y yo solo sonreí. Su perorata sin fin se detuvo cuando descendimos para comer, tomar un descanso y verificar nuestro mapa de búsqueda. Ese día por lo menos, el idiota de Shuu… Laurenz, dejó de fastidiarme… por supuesto, aquello no podía durar.
.
"¿Prefieres que te llame Tetsuo o Ferdinand?"
Por votación, la tarde anterior decidimos viajar hasta una zona específica cerca de los altares de primavera para investigar. Justus, otros dos eruditos y yo sabíamos que podríamos encontrar árboles de blenrus en esa zona y yo quería averiguar si esa especie podría presentarnos algún nuevo descubrimiento. La más entusiasmada era una erudita llamada Heidemarie, asistente de Brunhilde, quién se había unido para investigar plantas a pesar de no formar parte de mi séquito.
"Ya no soy Tetsuo, igual que tú ya no eres Shuu." Le respondí al caballero erudito en el asiento de copiloto. Tardaríamos dos días más de viaje en llegar al altar de la primavera.
"Tienen sentido para mí" comentó de lo más despreocupado "aunque algo queda del antiguo tú. Otro noble no me permitiría llamarlo sin honoríficos. Ni siquiera Brunhilde me lo permite."
"Me siento incómodo cuando ustedes me llaman Lord Ferdinand. Supongo que es un residuo de la cultura anterior."
"Y como parte de la cultura anterior… ¿de verdad estás bien compartiendo a… Milady?"
Suspiré exhausto. De nuevo con el mismo tema. "¿Por qué te importa?"
"¿Por qué no me importaría? Hace años que sospechaba que eras tú… o sea, Tetsuo, pero eran solo sospechas y luego… bueno, haces por ella cosas que no hacías por nadie, cosas que me confundieron y primero me hicieron dudar sobre si eras tú o no y luego, yo... ¡Pensé que la amabas!"
Me mordí la lengua para no contestarle nada en lo absoluto. No importaba que hubiese sido un genio sobresaliente o que me hubiera hecho de una pequeña fortuna en Japón… aquí era solo un plebeyo con devorador y demasiada suerte, mientras que ella era la hija del archiduque y una santa.
Me estaban utilizando para mejorar su autoimagen y estaba bien con eso. La apreciaba, aún si seguía siendo un miserable egoísta que veía más por sus propios deseos que por los del resto.
"¿Entonces, de verdad no te importa que esté preparando ropa para otro hombre?"
"Es su decisión. Si ella es feliz de ese modo…" dije conteniendo la ira súbita y la sed de sangre que me ponía de mal humor.
"¿Incluso si a él le molesta estar con… Rozemyne?"
"¡Es un imbécil si le molesta ser el centro de atención de Rozemyne y no quiero seguir hablando de este tema, Laurenz! Gracias."
"¿Estás seguro? ¿No la amas ni siquiera un poco?"
Me negué a hablarle el resto del día, concentrándome en terminar su cámara de fotos instantáneas y logrando sacar un par de pruebas de la herramienta recién construida con ayuda de papel mágico y algunos círculos mágicos.
Para el día siguiente se la pasó hablando de las semejanzas de Yurgensmidt con los mundos creados en diferentes animes y mangas que había leído, o lo divertido que era verme usando sus conocimientos para este mundo. Incluso se burló de aquella lejana ocasión en qué estuve tarareando, entre otros, el opening de Pokémon en la biblioteca de la Academia Real.
'Aunque ahora entiendo porque este idiota tuvo problemas para mantenerse serio el primer mes después de que obtuvimos nuestros schtappes'
Para cuando llegamos a nuestro destino me esperaban un par de cartas. Al parecer el ordonannz que Justus envió con antelación fue recibido y la información compartida con el Aub y con el templo.
Nos instalamos para verificar el estado de las carreras y las herramientas de medición y estudio. Intercambiamos información con el Giebe y se levantó un campamento para no abrumar al Lord encargado de las tierras con nuestras demandas de comida y descanso.
A pesar de mis mejores esfuerzos por no imponerme con todo mi grupo, el Giebe, que resultó ser pariente de mi caballero de escolta, Eckhart, insistió en que cenara con él y luego me dió una habitación de invitados para pasar la noche.
Hasta ese momento pude tomarme el tiempo de revisar las cartas que me habían llegado.
La primera era una carta del Aub para informarme que varios nobles deseaban instalar los calentadores solares para el agua de sus casas. La siguiente venía de parte del maestro del gremio. Quería indicaciones sobre qué hacer con la suspensión para carretas, ya que estaba seguro de que ganaríamos bastante dinero con dicho invento. Me Apresuré a responder y ensobretar ambas respuestas antes de continuar.
Las demás eran de las doncellas del templo.
Una carta de Margareth me agradecía que lograra convencer a Rozemyne, pero seguía pensando que Alerah era una desgracia para el séquito y que no debería estar al servicio de Rozemyne.
Tusnelda me escribió que Rozemyne no paraba de cuchichear cosas de lo más vergonzosas con Alerah cada vez que veían pasar a los caballeros o se encontraban en alguna zona de práctica. La hacía sentir incómoda porque su padre era un soldado y en realidad no querría que nadie lo mirara de esa manera salvo su propia madre, me preguntaba si debería comentar al respecto con Rozemyne o no.
Grettia comentaba que Rozemyne estaba comenzando a considerar tomar algunas jóvenes nobles en el séquito, pero no terminaba de convencerse y le parecía peligroso que se quedara a solas con Traugott debido a que el chico siempre acababa sonrojado, irritado y murmurando en voz baja con un aura asesina que le impedía acercarse para saber que estaba diciendo.
Por último, Muriella me pidió disculpas. Al principio estaba encantada mirando lo que, ella pensaba, era una historia de amor donde la santa de Eisenreich le abría su corazón a un caballero para tener encuentros furtivos con él en medio de su ajetreado día a día… hasta que fue su turno de acompañarlos. Comprendía que Traugott se sintiera incómodo mientras Alerah y Rozemyne le tomaban medidas, lo obligaban a cambiarse de ropa por prendas demasiado ajustadas o que ignoraran sus quejas acerca de los colores de las telas porque no combinaban con él, ni siquiera eran de su estación de nacimiento. Pero no aprobaba que la llamara loca, desquiciada o pervertida cuando al fin le permitían irse a casa. La chica estaba de verdad preocupada de que Traugott cayera en alguna insubordinación que pusiera a Rozemyne en peligro.
Esa noche no pude dormir. Cada vez que cerraba los ojos y comenzaba a soñar podía a ver a Rozemyne sonriendo de manera sincera, sonrojándose de forma adorable o retirándose el yukata para dormir… pero todas esas atenciones eran para el caballero que conocí el día que tomamos el té.
Las pesadillas en las que Rozemyne buscaba ser consolada por Traugott o se comportaba con él tal y como Alerah y Teresia se portaban conmigo también me impidieron dormir algunas noches, aunque nada peor que lo ocurrido al mes siguiente.
Habíamos encontrado un mineral extraño que era fácil de modelar, unir o reparar hasta pasar por un proceso químico específico que lo volvía duro y resistente a todo. Se necesitaba de un ácido creado con un poco de uranio para deshacer el mineral y resquebrajarlo al cual nombré como Carbonita. Fue difícil ignorar las risas ahogadas de Laurenz cuando sugerí el nombre.
Ese día me quedé sentado sobre el techo de mi camper. Las imágenes de Rozemyne y Traugott habían escalado hasta el punto en que la soñaba declarándose en tanto el caballero le decía todo tipo de cosas desagradables para negarse. No podía solo ir y matarlo por un montón de sueños que podrían ser nada más que un invento de mi imaginación… por muy tentador que fuera.
"¿Insomnio?" preguntó Laurenz trepando hasta quedar a mi lado.
"¿Y tú?" pregunté antes de arrepentirme.
"Abstinencia. Incluso extraño tomar ese té absurdamente amargo a pesar de que no lo necesito."
"¿Té?"
Lo vi sonreír sin que dejara de mirar al cielo antes de dejarse caer sobre el techo de mi montura.
"Alerah insiste en que tome el té anticonceptivo aún si no tenemos niveles de mana que nos permitan concebir. Dijo que es mejor que me acostumbre para cuando ella empiece a comprimir para alcanzarme. Yo dejé de comprimir por completo luego de que aceptó casarse conmigo. Tener sexo es increíble, pero quiero hijos de nuevo."
"¿Amas a Alerah?" le pregunté por mera curiosidad.
"Lo suficiente como para querer atacar a Traugott con un hechizo de oscuridad en mi daga de mana y hacerle un harakiri. El amor no es como lo pintan en las novelas, ¿sabes?"
Me sentí sonrojar antes de acostarme también para mirar al cielo en lugar de mirarlo a él. Debió tomarlo como una señal para continuar porque prosiguió con su monólogo.
"La chica con la que me casé se hartó de saber que estaba deprimido y me arrastró hasta la ciudad de Alexandria después de que ustedes murieran, ¿sabes? Yo no sentía cosas revoloteando en el estómago, no me sudaban las manos, ni perdí el apetito. Solo me fui con ella, la ayudé y cuando nos dimos cuenta, no lográbamos llegar a alguna habitación sin besarnos desde el pasillo."
"¿Eso que tiene que ver con…?"
"¡Solo cállate y escucha! Tal vez aprendas algo. Cómo te decía, cuando volvimos a Japón comenzamos a salir de manera formal y yo me sentía tan… tranquilo. De pronto ya no quería que ella mirara a otros chicos y la observaba cuando hablaba de sus amigos para confirmar que no los veía como a mí. Después nos casamos y te juro que habría hecho lo que fuera por Akane. Incluso habría vendido mis tesoros por ella. Hubo momentos en que me sentía fastidiado, no voy a negarlo. Tuvimos algunas discusiones también y muchos malentendidos, pero… siempre nos contentábamos y solucionamos cualquier conflicto. La extrañaba horrores cuando tenía que irse a otro lugar y nada me hacía sentir mejor que verla feliz y sonriendo. Es similar con Alerah. Es divertido estar con ella y me hace sentir tranquilo si ella está bien. ¿No hay nadie con quién te pase eso ahora? Porque como Tetsuo, de verdad que no te importaba hacernos sufrir a los demás."
Pensé en Rozemyne de inmediato. No estaba seguro de si eso era amor, pero me preocupaba por ella, disfrutaba verla feliz y me sentía tranquilo cuando estaba bien.
Estaba confundido ahora. ¿La amaba?
Dos días después llegamos al siguiente poblado donde me esperaban más cartas.
Cerca del asentamiento encontramos los ingredientes necesarios para pavimentar calles y carreteras. Sería una mejora enorme, en especial para los comerciantes, así que decidimos quedarnos una semana ahí para hacer algunos experimentos e informarle al Giebe si eso le daría dinero a sus tierras.
"Ferdinand" me alcanzó Laurenz cuando conseguimos el permiso de detenernos para investigar y experimentar "me llegó una carta de Alerah y… debo pedirte disculpas."
"¿Por?"
Estaba avergonzado cuando me mostró la carta. Reconocí algunos párrafos escritos con la letra de Rozemyne, los otros debían estar escritos por Alerah. Luego vi los esquemas de ropa un poco moderna y que, en definitiva, parecían salidos de alguna serie de anime de las que veía Shuu.
Laurenz tragó con dificultad viendo de un lado a otro antes de ofrecerme una herramienta de evita de escuchas y comenzar a hablar en japonés.
"Verás, empecé a diseñar ropa cosplay para Alerah y cuando Rozemyne los vio, me pidió que hiciera algunos para hombre… tomaron eso como base para hacer estos… es la ropa con la que han estado vistiendo a Traugott."
Tragué como pude. No sabía si estaba furioso, celoso o avergonzado por querer que esos cosplays góticos y entallados fueran para mí.
"Pero, esto no es lo peor" dijo antes de dejarme ver el resto de las hojas.
Era una segunda carta que, por el fechado, fue enviada pocos días después. Eran diseños eróticos y escandalosos de ropa interior y corsés a juego con la ropa interior y el corsé masculino de los otros diseños… y la que los quería era Rozemyne.
"La última vez que fuimos, ella quería vernos yendo más lejos que los besos y los toqueteos. Dijo que quería estar lista para cuando pudiera ser teñida y… en serio, perdón. No tenía idea de que era Urano, y…"
"¡¿Shuu?!"
"Es posible que le hayamos mostrado como masturbar a otra persona… te juro que no lo voy a volver a hacer. ¡En serio no tenía idea, Tetsuo! Y luego de ver todo esto… puede que esté pensando en dejarse teñir por Traugott… no se me ocurre otra razón para… ¿Ferdinand?"
Era demasiado, o eso pensé de manera estúpida.
Una carta mágica de Muriella llegó en ese preciso momento hasta mí. Con cuidado desdoble la paloma de papel mágico antes de leer el mensaje que me hizo pedirle a Justus que se encargara de todo para lanzarme a la carrera al templo en mi bestia alta.
Traugott le había gritado a Rozemyne luego de empujarla en la sala de té donde le estuvieron probando unos atuendos recién ajustados, gritándole todo tipo de improperios dentro del Templo para luego salir de ahí, aplastando de paso a todos los grises que se pararon en su camino y a la misma Muriella. Quería matarlo y poner su cabeza en una pica a la entrada de la ciudad… pero también quería cerciorarme de que Rozemyne estaba bien. Un rechazo como ese… no podía ni imaginar en qué situación iba a encontrarla.
.
No habían pasado ni dos Campanadas cuando llegué al Templo. Fran fue el primero en salirme al paso, confundido y sonriente.
"¡Milord, no lo estábamos esperando! ¿Puedo serle de…?
"¿Dónde está Lady Rozemyne?" casi ladré al pobre de Fran, el cual no tardó en guiarme a la alcoba de mi prometida.
No sé qué cara estaba poniendo, pero debía mostrar toda mi furia porque nadie me dijo nada cuando entré, encontrando la barrera instalada y mostrando un enorme cubo negro en la mayor parte de la habitación que solo ignoré y crucé como si no fuera nada.
"¡Rozemyne!"
"¿Ferdinand? ¿Qué estás haciendo aquí?" preguntó desconcertada.
La tomé de las manos, notándola confundida en lo que la hacía girar para revisarla con rapidez antes de tomarle la palma de la mano para verificar su pulso, colocando mi otra mano en su frente, asegurándome que no tenía fiebre.
"Muriella me dijo lo que pasó. ¿Estás bien? ¿Qué pasó con ese mal nacido de Traugott?"
"Estoy bien." me aseguró con una voz pequeña y tímida antes de mirar por sobre mi hombro, luego a mí y al final su cama, moviéndose inquieta. "Envié a Margareth por Traugott, necesitaba que firmara un contrato de mordaza. Pensé que lo había firmado antes, pero me equivoqué."
Sus palabras de pronto no tenían sentido.
'¿Contrato de mordaza para un posible amante? ¿Lo tenía como posible amante o lo había malinterpretado todo?', la miré buscando en su rostro cualquier indicio de sus verdaderos sentimientos. "Roz... ¿segura que estas bien?"
Talvez el dolor era tanto que ella había comenzado a desvariar… si era eso tendría que matar a Traugott. ¿Qué tan difícil sería enrolarlo en mi expedición y ver qué tuviera un trágico accidente que terminara en algo doloroso y mortal?
"Estoy bien, supongo que necesito un maniquí ahora." respondió de lo más tranquila, obligándome a ponerle el doble de atención y salir de mis sanguinarias fantasías. "¡Fue terriblemente difícil encontrar a alguien con las medidas correctas!" masculló irritada.
"¿Medidas?" pregunté estupefacto
Rozemyne comenzó a mirar a todos lados, sonrojada y nerviosa, evitando mi mirada: "No es nada."
Caminé sin dejar de verla con insistencia, acorralándola entre la pared y yo, determinado a sacarle la verdad de una vez.
"Explícate, Rozemyne." La tomé de la barbilla para obligarla a mirarme, regodeándome en su esencia a rinsham y el sonrojo cubriendo por completo sus mejillas.
"Era… yo… y luego él y… la ropa… era para ti." Logró decir al final, tratando de desviar su mirada en tanto su sonrojo se profundizaba todavía más "Quería preparar algo para ti y Alerah quería hacer algo para Laurenz..." Confesó por fin. Sus ojos me encontraron de nuevo mostrándola segura a pesar de que sus mejillas no volvían a su color normal "Traugott tenía una medida ideal entre ustedes... era una sorpresa."
Suspiré sintiendo un enorme peso cayendo de mis hombros. Tomé su rostro entre mis manos y la besé agradecido con tanta dulzura como pude, soltándola a duras penas cuando sentí sus brazos alrededor de mis hombros.
"Roz… creo… creo que te amo."
La escuché reír de ese modo que sonaba como pequeñas campanas debido a lo feliz que parecía. La atraje más, ocultando mi rostro en su cuello y sintiéndome vulnerable por alguna razón. Quería verla feliz. Quería que siempre sonriera con sinceridad y que disfrutara de su vida sin reparos… y todavía quería matar a Traugott por haberla empujado.
"Yo estoy segura de que te amo, Ferdinand." Murmuró a mi oído antes de besarme en el cuello, invitándome a separarme lo suficiente para besarla de nuevo y mantenerla entre mis brazos.
"¿Te quedas a dormir?" me preguntó ella entonces "acaba de sonar la sexta campanada y… ¿desde dónde vienes?"
La abracé con fuerza, antes de besarle el cabello para luego separarme de ella, mirando de pronto a su cama con el dosel abierto y notando un par de muñecos encima de las almohadas
'¿Funkos? No, esos… parecen de tela… ¿somos nosotros?'
Me cubrí la boca antes de mirarla a ella sonriendo feliz, sintiendo mis orejas calientes en tanto la llevaba a su mesa de té después de desactivar la barrera, fingiendo que no había visto los dos muñecos que no habían estado ahí cuando me fui. Tuuri entró con la cena apenas Rozemyne sonó una campana.
Le pedí disculpas al ángel del templo por llegar de improviso, sin embargo, ella sonreía como si me estuvieran esperando. Incluso había llevado comida para ambos.
Le conté a Rozemyne donde estábamos y lo que haríamos ahí, comentando mi plan de probar que tan apto sería el nuevo pavimento para proteger la integridad de las carretas al viajar de un pueblo Giebe al otro para luego escuchar sobre sus lecciones en el castillo, el trabajo en el templo y nuestras industrias.
Poco después Margareth llegó con Traugott amarrado con cuerdas de mana. El idiota me miraba con fastidio y luego a Rozemyne con irá y desagrado, pintados en el rostro.
"¿Al fin consiguió otro juguete? Porque de ser así, no entiendo porque obligó a su sombra a traerme de vuelta."
"Solo necesito que firmes un pequeño contrato de mordaza para que no hables de lo que estuvimos haciendo aquí y serás libre."
Lo pensé un momento. Había muchos rumores corriendo sobre ella y Traugott que me fastidiaban demasiado.
"¿Es necesario que firmé ese contrato, Rozemyne?" pregunté sin dejar de cenar en tanto Margareth se acercaba con el pergamino y la tinta especial. En verdad lo quería muerto.
"No quiero que hable de la ropa que le estuvimos probando… es posible que no toda sea… decorosa." Se explicó Rozemyne todavía sonrojada y un poco cohibida.
"¡Maldita loca!" susurró Traugott, haciendo que me detuviera con mi taza de té a medio camino a mi boca.
"¿Qué dijiste?" le pregunté en tono severo. Lo estaban liberando de su servicio y dándole la opción de hacer otra cosa, ¿por qué se quejaba entonces?
"¿No está molesto de ser su próximo juguete? Me utilizó para divertirse, me hizo sentir como un objeto, envió a su estúpida asistente inútil a traerme atado, ¿y no puedo quejarme?"
Estaba tratando de contenerme. Cómo antiguo japonés y científico de corazón, no estaba a favor de la violencia, recordándome que, en realidad en este mundo, los asistentes estaban a merced de sus maestros. Dentro del Templo a ninguno se le obligaba a servir, así que, en realidad, Rozemyne no hizo nada malo, pero…
"Ahorita está usted sentado muy feliz con ella, pero en cuanto se aburra lo tratará como a un pedazo de basura y lo desechara como basura. ¿Y para qué está usted aquí de todos modos? ¿Le hará ofrendas de flores además de ser el próximo maniquí?"
No soporté más, lo levanté del cuello de su ropa, deshaciendo la cuerda de mana de inmediato, golpeándole en la boca del estómago y soltándolo en cuanto noté que vomitaría. Quería patearlo y hacerlo pedazos ahí mismo, pero me contuve. Me acuclillé a su lado, aplastándolo solo un poco con mi mana, soltándolo en cuanto su rostro comenzó a cambiar de color para dejarlo respirar.
"Tendrás una compensación en oros por tu estúpido tiempo perdido en ayudar a MI prometida con sus proyectos durante mi ausencia. Si vuelvo a verte hablando mal de ella o insinuando cualquier cosa que no sea que Rozemyne te permitió ayudarla con un obsequio sorpresa para mí, puedes darte por muerto. Te buscaré. Te encontraré y me aseguraré de que tengas una muerte agonizante y lenta, ¿lo comprendes?"
"¡Están locos! ¡Los dos están… Aghhh!"
Lo aplasté por más tiempo con mi mana, soltándolo para que pudiera respirar y aplastándolo de nuevo, repitiendo el proceso hasta el momento en que noté un hilo de sangre saliendo de su boca y su nariz.
"Dime, Traugott. Imagino que conoces las historias de la biblia, ¿o me equivoco?"
Debía estar muy lastimado porque no pudo responder, solo asintió.
"Bien. Entonces conoces la historia de Ewigeliebe y Geduldh. ¿Qué crees que haría el dios de la vida si supiera que un mero insecto habla mal de su esposa?" lo dejé pensar un segundo o dos, tosiendo y con algunas dificultades para respirar antes de acercarme a susurrar en su oído "En este Templo yo soy Ewigeliebe, Lady Rozemyne es mi Geduldh y tú el insecto que voy a aplastar y moler contra el suelo hasta que no quede ni el recuerdo si vuelves a mostrarte irrespetuoso con ella. ¿Lo entiendes?"
Traugott asintió de nuevo y yo me puse en pie, dejando que Margareth se acercara con el pergamino para que lo firmara, optando por escribir ella el nombre del caballero, cortar su dedo y estamparlo contra su nombre como si de un contrato de sumisión se tratara, en lo que yo me asomaba para ordenarle a Fran que trajera cinco oros grandes de mi habitación. Cuando regresó le pedí a Margareth que curara al estúpido tirado en el suelo y le entregué el dinero.
"Puedes hablar mal de mi todo lo que quieras, no me importa. Una mala palabra contra ella y te mueres. Recuérdalo y no te vuelvas a acercar al templo jamás."
"Si… Lord Ferdinand." Dijo, escupiendo mi nombre con rencor antes de mirar a Rozemyne y salir de nuevo.
Cuando volteé, mi prometida lucía una enorme sonrisa y columpiaba sus pies como si no alcanzara el suelo, demasiado feliz por alguna razón que se escapaba a mi comprensión. Me senté a terminar de cenar y pedí a Fran que preparara mi habitación. Volvería a irme al día siguiente a la segunda campanada.
Una vez arreglado eso, miré a mi acompañante.
"Por favor dime qué no disfrutas ver personas siendo torturadas."
Ella sonrió un momento, sus pómulos sonrojándose antes de desviar la mirada
"No lo hago…" respondió, aunque parecía demasiado feliz para decir la verdad. Volvió a mirarme con algo similar a la satisfacción en su mirada antes de continuar, "solo me siento feliz porque me defendiste. De pronto te amo más."
Sentí mis orejas sonrojarse y vi a Margareth sonreír divertida por el rabillo del ojo. Cuando nos despedimos le besé las manos y le pedí que dejara que Margareth la escolte más seguido luego de sugerirle usar su bestia alta para hacer un maniquí de mí. La idea pareció gustarle demasiado. También le pedí a Margareth si podía conseguirme de algún modo la muñeca con la forma de Rozemyne y ella aceptó de inmediato, prometiendo entregármela por la mañana.
'Se nota que está feliz porque finalmente Rozemyne dejara de buscar caballeros para jugar a vestirlos.'
Esa noche dormimos juntos como cuando ella era más pequeña. Abrazados, bañándonos en el maná del otro haciendo nada más que dormir. Me retiré a la mañana siguiente sintiéndome más tranquilo con todo el asunto.
Para cuando mi permiso expiró, tenía una tabla periódica bastante avanzada y en orden con un amplio muestreo de elementos en Eisenreich, varias nuevas patentes con pedidos por todo el ducado y la certeza de que amaba profundamente a Rozemyne… Así como la certeza de que la habría amado cuando era Tetsuo.
.
Notas de una de las Autoras:
Nuestro científico negado al fin ha abierto los ojos ¡Alabados sean los Dioses! Solo nos tomó que su mejor amigo de una vida pasada se mostrara ante él y hacerlo pensar que otro chico le había roto el corazón a Rozemyne, fufufufuh. En fin, no más negar lo obvio con este muchacho.
El próximo martes les traemos un episodio especial que esperamos sea de su agrado e interés. Por mientras, ¡Feliz Inicio de Semana!
SARABA
