El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré como Funciona el Mundo!

El Rostro de Chaocipher

Me preparé para partir una última vez, tentado de no volver a salir, pero Rozemyne me sugirió que retomara como estaba pensado. De todas maneras, este viaje sería corto.

"Debemos realizar el festival de la cosecha, así que igual saldré de viaje. Aprovecha hasta el último momento. ¿Presentarás el estudio este año, cierto?"

Asentí más resignado que tranquilo e igual sonreí para evitarle preocupaciones a mi prometida.

"Gracias Rozemyne. Te veré en el torneo de caza."

Me despedí de ella besando sus dedos, observándola sonreír, haciéndome sentir feliz y en paz solo con eso.

Antes de poder subir al círculo de teletransporte, Margareth se me acercó. En esta ocasión Laurenz se quedaría. Debía prepararse para el invierno y como sacerdote sin padres, el festival de la cosecha era una fuente necesaria para él.

"Lord Ferdinand ¿Está seguro de dejarlo incluso si usted se va de viaje?", me cuestionó la ninja, un poco preocupada, "Principalmente ahora que los rumores sobre Lady Rozemyne y Traugott se tranquilizaron. No quiero invitar más ordonnaz mal intencionados."

Sonreí para calmarla, recordando que Alerah podría ser una asistente, pero era tan buena como un erudito controlando la información:

Lady Rozemyne quería fabricar una nueva moda que pudiera ahorrar el maná. Ropa que, si bien era un poco ajustada, era efectiva e iba debajo de un nuevo tipo de túnica. La moda se diseñó como una armadura que solo se activaría si la persona estaba en peligro. Su prometido encontró lo que denominó como harbenita, un metal super resistente y muy ligero, de modo que el atuendo no pesaría nada. Además, ya que el metal era super conductor de maná, no se necesitaba mucho para activarlo, lo cual lo volvía adecuado incluso para los laynobles.

Para poder crear el primer juego para su prometido, el cual se encontraba lejos en una investigación que estaba trayendo una mejora tras otra en favor de la población del Ducado, Lady Rozemyne estaba apoyándose en uno de sus caballeros de escolta para ajustar los diseños. En ningún momento se le obligó al caballero a ayudar. La asistente Alerah le solicitó su ayuda después de que el joven se unió al séquito de su señora pensando que era ideal para ser un tester, ya que tenía un cuerpo delgado y musculoso. Si él podía moverse con facilidad, ¡cualquiera podría hacerlo!

Sin embargo, el caballero pensó que podría jugar a Ewigeliebe y Gedulh con la asistente de la princesa santa e incluso tal vez, con la princesa santa. El caballero se irritó cuando supo que no podría teñir a ninguna y finalmente vio todo el trabajo que la nueva moda implicaba era mucha, ya que estaban pensando en la movilidad y comodidad, por lo que serían inservibles sin tantas pruebas.

Me reí mucho cuando Rozemyne me contó la historia que ahora estaba circulando. Incluso pensé que debería sentir lástima por ese mal nacido o su futuro que pintaba muy triste si se quedaba en el ducado. Pero había insultado y empujado a Rozemyne sin importarle que ella fuera su señora o las consecuencias que podría tener.

Sonreí mirando a Laurenz de pie atrás de Rozemyne, así como la mirada casi suplicante para que lo llevara. No quería quedarse solo con Alerah y su señora ahora que sabía a quién estaba protegiendo en realidad.

"Por completo. Le hice un hechizo especial y ahora un shumil sería más descarado frente a Rozemyne", le dije riendo. Si ese idiota no me hubiera fastidiado tanto, habría accedido a llevarlo conmigo, "así que no te preocupes, Margareth. De todas maneras, él tiene su propia investigación"

Miré a mi amigo antes de gesticularle lo más lento posible 'me la debías' para que pudiera leer mis labios, aunque lo dije en japonés de modo que nadie más que él entendiera.

.

Para el momento en que mi tiempo de exploración finalizó, había encontrado prácticamente todos los elementos que conocía en la Tierra. Solo me faltaban los gases nobles, aunque necesitaba equipo para poder investigarlos.

Regresé a tiempo para poder participar en el torneo de caza.

Mis preparaciones para la escuela estaban en orden, por lo que se me permitió quedarme en el templo hasta que fuera momento de los bautizos y debuts de invierno, lo cual fue ideal. Estuve trabajando en algunos regalos para mi novia debido a que quería terminarlos antes de que el invierno iniciara.

"Ten cuidado, Ferdinand. Si la cubres con hielo de forma tan descarada todos pensaran que están llamando al invierno antes del otoño ¿realmente quieres eso?", me cuestionó mi hermano cuando le dije que quería hacer para ella un juego completo de amuletos.

"No, no quiero."

"Encontraste varios metales interesantes. Puedes hacerlos con esos. Serán más discretos."

Suspiré dejando de lado el recuerdo de mi conversación con Justus. Opté por la harbenita, ya que parecía plata, aunque preferiría usar cadenas de mi maná. Quería cubrirla con hielo. ¡Quería que todos supieran que me pertenecía! pero no quería dañar su reputación.

Mientras observaba los regalos que tenía para Rozemyne, elevé un agradecimiento silencioso a mi madre como Tetsuo y su insistencia en que tomara un hobby diferente a la ciencia.

Junto a los regalos que preparé para ella estaba el marco para mi piedra de compromiso. Quería darle algo original. Algo elegante, pero que a ella le gustara en verdad.

Al final opté por preparar un relicario en forma de libro. Las piedras irían en el interior, solo tendría que hacer algunos arreglos para que las piedras fuesen visibles.

Mientras pensaba en mis palabras para la piedra de compromiso comencé a jugar con la piedra de practica que hice hace años, riendo al percatarme de que, en verdad, había estado muy ciego. Llevaba años enamorado de Rozemyne, solo que nunca quise aceptarlo. Mi origen en este mundo era un complejo que estaba sacudiéndome a la fuerza para aceptar lo que deseaba.

"Aquello que pongan en su piedra de compromiso debe hacer feliz a su prometida, Lord Ferdinand. Ya que insiste en que no tiene un raffel por nadie, debo decir que usted debe estar muy bendecido por Gramaratua si pudo pensar en algo tan original." La profesora Hirschur disfrutó mucho de mi negativa a aceptar mi propio raffel en aquel entonces. Ella y todos los que me rodeaban en realidad. Lo habían disfrutado tanto que en realidad estaba muy, muy tentado a seguir sin reconocerlo, solo para verlos frustrados por negar lo obvio.

Sonreí decidiendo al fin lo que escribiría.

Incluso si los dioses te abandonan, yo me quedaré a tu lado.

Quizás porque ahora sabía que esta era la segunda vez que estaba comprometido con ella opté por hacerle una segunda promesa, como una disculpa por la vida que no pudimos tener. Incluso si ella no era capaz de recordarlo.

Laurenz tenía razón. Ella era la única para mí, en esta vida, o en la siguiente, me aseguraría de encontrarla cada vez.

Siempre serás mi Gedulh, siempre seré tu Ewigeliebe.

.

Me desperté en el momento en que un ave se posó en mi cara antes de convertirse en una carta. Estaba teniendo un sueño demasiado agradable que traté de rememorar antes de que quedara relegado al olvido. Soñé que tenía una vida junto a Urano, como dos japoneses idiotas que se enamoraban después de casarse, llegando incluso a tener un hijo y haciendo felices a mis padres.

'Quizás en otro tejido…'

Tomé la carta entonces y la abrí para leerla. Era una carta de Aub. Me pedía que llevara a Rozemyne a la torre blanca después del desayunó sin decirle nada, ni a nadie. Habían encontrado a su agresor.

"¿Ferdi?" llamó una voz somnolienta a mi lado, justo del otro lado del par de peluches de mana que insistí en dejar por encima de nuestras manos unidas.

"Lo lamento, ¿te desperté?" le pregunté dejando la carta bajo mi almohada y jalando a mi novia hasta dejarla a mi lado.

"Si, ¿qué sucede?"

La atraje un poco más cerca de mí, besando sus labios y escuchándola reír cuando me separé de ella. "Iremos a un lugar después del desayuno, solo los dos. Alístate."

La vi sonreír sincera al tiempo que regresaba a su habitación.

Bajé de mi cama suspirando, sintiéndome incomodo ya que posiblemente pensaba que tendríamos una cita. Me preparé yo también, tomando la carta y leyendo la información que Aub me envió, preparándome mentalmente para lo que seguía.

Era hora.

.

"¿A dónde vamos?", me preguntó Rozemyne mientras la guiaba por el bosque, "¿Ferdi?"

"Pronto llegaremos", respondí sin darle más detalles.

"Ferdi…"

Rozemyne se paralizó en el momento en que nuestro destino fue evidente.

La Torre Blanca.

El lugar donde los criminales y traidores eran encerrados.

Mi novia comenzó a temblar. No sabía que estaba pasando por su cabeza, aunque era seguro que no quería seguir avanzando.

La cargué en el momento en que trató de escapar, obligándola a sujetar una herramienta antiescuchas cuando comenzó a gritar que la dejara ir. Podía sentir su mana dividido entre tratar de aplastarme y fortalecer su cuerpo para escapar. Pero, aunque yo ya había dejado de comprimir, aún tenía más maná que ella y no lo estaba dividiendo.

"Ferdinand por favor, ¡déjame ir!", me gritó todavía aferrada a su extremo de la herramienta "¡¿Por qué me traes a la torre blanca?! ¡¿Qué fue lo que hice?!"

"Mírame, ¡Mírame!", le grité deteniéndome para obligarla a verme, "¡No hiciste nada, Rozemyne! todo está bien." Le expliqué con calma, tratando de tranquilizarla. "Tu padre me pidió que te trajera para..."

"¡NO!" gritó y tuve que aferrarla, cargándola en una posición un tanto indecente. Solo esperaba que Aub no me ejecutara por tocar a su hija… frente a él.

La aferré más fuerte y comencé a acariciar su espalda, dejando escapar mi mana para tratar de calmarla sin éxito alguno. Estaba demasiado alterada y no paraba de gritar y tratar de zafarse implorando perdón.

Mientras subía las escaleras comencé a sentir el cansancio golpearme. Rozemyne no se estaba calmando en absoluto, en su lugar comenzó a poner más y más presión sobre mí para poder huir.

"¿Ferdinand, Rozemyne?", la voz de Aub la tensó e intensificó sus intentos para escapar.

"No sé qué está pensando. Tal vez piensa que la encerrarán", le expliqué a Lord Adalbert mientras giraba dándole la espalda para que la chica entre mis brazos encarara a su padre, sintiendo como se movía para saltar. Tuve que aferrarla usando mis propias mejoras físicas para poder bajarla al suelo sin dejar de sujetarla. Era como tratar de meter una pantera a una tina llena de agua.

"¡Seré mejor!... ¡más útil!… ¡ayudare más!… por favor… no me abandones", sollozó cayendo sobre sus rodillas en el instante en que la bajé. Su padre se acercó a ella entonces.

"Eres mi hija y mi orgullo, ¿por qué te abandonaría?", le preguntó con calma.

Rozemyne comenzó a calmarse mientras miraba a su padre sonreírle de forma afable, sin embargo, en el momento en que sus ojos cayeron sobre Lady Verónica se puso lívida, usando sus piernas para alejarse de la mujer hasta que su espalda chocó con la pared, tratando de poner aún más distancia, sin poder levantarse.

"¡Seré mejor! por favor…" volvió a sollozar.

El miedo estaba reflejado en su rostro. Debía estar más que aterrada si no lograba mantener su perfecta mascara noble en su lugar.

"¿Exactamente como planeas hacer eso?" preguntó la primera dama sin acercarse a ella. "Obtuviste el mejor de tu año. Tienes muchas modas a tu nombre, empresas propias y casi tanto dinero como el ducado y solo once años de existir. ¿Cómo podrías ser mejor? ¿Cómo podrías ayudar más al ducado?", le preguntó, "No creo que haya forma en que te superes ahora. Tal vez en dos años, pero no ahora."

El sonido de varias personas subiendo nos hizo voltear. Caminé hasta quedar al lado de Rozemyne y usé mi capa para cubrirla, para que nadie la viera en ese estado tan vulnerable.

Pronto quedó a la vista una mujer de cabello verde, una de las asistentes favoritas de Lady Verónica. Según lo que podía recordar, ella era una de las seis que había venido desde Ahrensbach cuando la mujer se casó con Aub.

La peliverde miraba de un lado a otro, confundida y asustada, al menos hasta que sus ojos se toparon con Lady Verónica.

"¡Milady! Por favor, ¡dígales que debe ser un error! ¡No sé qué está pasando!" gritó tratando de zafarse del agarre de los caballeros que la sostenían.

"Gloria, Cállate", ordenó la primera dama con voz fría, mirando a la mujer con algo parecido a la decepción.

Frustración, tristeza y rabia brillaron en los ojos de Lady Verónica al observarla. Hasta entonces recordé que está era su asistente favorita.

"Retírense", ordenó Lord Adalbert a los dos caballeros que la llevaban, "Rozemyne, déjame presentarte a alguien", dijo el Aub apenas nos quedamos solos "Esta es Gloria Tochter Neumann Frau Danfold"

"Gloria, ¿hay algo que quieras decir en tu defensa?", cuestionó Lady Verónica.

"¡No he hecho nada malo, mi señora!" gritó la mujer al borde de la histeria.

"¿Qué hiciste, Gloria?"

"¡Solo lo necesario!", gritó Gloria, "¡Todo por usted! Usted es demasiado buena. Se ha sacrificado tanto por este ducado. ¡No podía permitir que una flor insulsa disfrazada de santa destruyera todo lo que usted ha hecho!"

"¿Cómo me llamaste?", preguntó Rozemyne en un sollozo, hablando por primera vez aun desde el suelo, "¿Cómo me llamaste?", repitió.

"Gloria, ¿qué fue lo que hiciste?", volvió a preguntar Lady Verónica, suspirando con dolor y cansancio mirando de una a otra como si esto fuera más de lo que podía soportar. "No quería tener que llegar a esto", murmuró sacando de una jaula en su cinturón una piedra blanca, "habla." Ordenó.

"Intenté deshacerme de esa sucia flor."

"¡No soy ninguna flor!" gritó Rozemyne, "¡No entendía nada! Pensaba que eso era, pensaba que lo merecía… todo este tiempo… ¡Solo fuiste tú! ¡Me drogaste! ¡Me envenenaste! Tú… eres una juramentada de Lady Verónica", notó de pronto, entrecerrando sus ojos ante su madrastra, mirando de una mujer a otra, luchando con la certeza que comenzaba a formarse en su mente.

"Por eso dije que no quería llegar a esto", masculló la primera dama con frustración.

Se acercó a Rozemyne despacio y, solo frente a sus ojos, retiró el maná de la piedra blanca, la cual se convirtió en una caja. Al abrirla, pude leer el nombre de Gloria en la piedra del interior.

"Tómala. Sabes cómo hacerlo, ¿cierto? Le exigiste su nombre a Margareth después de todo."

El tono al mencionar lo de Margareth sonaba igual que cuando cualquiera de mis madres me llamaba la atención por hacer algo inapropiado.

"Quería que se fuera", confesó Rozemyne avergonzada. "¡Quería que renunciara!"

"Pero no renunció. Te dio SU nombre solo para protegerte."

Por primera vez en mi vida vi a Lady Verónica arrodillarse frente a alguien, irguiéndose lo suficiente para quedar cara a cara con Rozemyne, retirándose el velo para que mi novia pudiera leer sus gestos sin problemas.

"Rozemyne, cuando una persona te ofrece su nombre significa que confía en ti, que está dispuesto a dar su vida por ti. Por eso no quería llegar a esto. Gloria ha sido mi devota desde que era una estudiante… Gloria era la única que sabía que yo soy hija de la amante del anterior Aub Ahrensbach. A diferencia tuya, mi madre era reconocida como amante, incluso tenía su propia villa."

"¿Por qué… me dice eso?"

La mujer frente a nosotros torció la boca en un gesto dubitativo, retirando su mirada de los ojos de mi prometida por apenas un par de segundos antes de mirarla de frente otra vez.

"No lo sé. Supongo que es mi forma de disculparme. Me sentía traicionada cuando llegaste aquí. Estaba enojada, pero no contigo. Estaba enojada con tu madre… y me desquité contigo a pesar de saber que estaba mal. Lo lamento."

La vi suspirar, al contrario de Rozemyne quien parecía estar conteniendo la respiración.

"Ahora entiendo porque me tienes miedo y sé que no me crees, así que tómalo. Toma el nombre de Gloria y pregúntale tú misma, solo… no la mates … si puedes, solo encarcélala… no la tortures demasiado". Pidió.

La vi dudar antes de estirar sus brazos y tomar la caja entre sus manos.

Gloria gritó y siguió llorando y quejándose conforme la caja comenzaba a volverse un capullo blanco.

No sabía que ese proceso era tan doloroso.

Cuando la caja al fin se volvió un capullo, Rozemyne se paró despacio. Le ofrecí mi mano para ayudarla a ponerse de pie, entonces ella camino hasta quedar frente a la mujer que la había lastimado por años, con el capullo entre sus manos. Su nariz estaba roja. Su rostro manchado de lágrimas. Sus ojos rojos, hinchados y brillando con un arcoíris de forma tenue. La mujer frente a ella temblaba.

"¿Cómo te llamas?"

"Gloria Tochter Neumann Frau Danfold"

"Gloria Tochter Neumann Frau Danfold, te ordeno no mentirme", dijo apretando un poco la piedra en su mano, "¿Qué fue lo que me hiciste?" la mujer se retorció luchando contra la orden, "Estas aquí para demostrarme que tu señora es inocente, ¿realmente te negaras a responder?"

"¡NO!", grito y la vi observar a Lady Verónica. "¡No te atrevas a…"

"¡Responde lo que te pregunté!" elevó su voz con un tono calmo y lacerante.

Tanto Lord Adalbert como Lady Verónica estaban sorprendidos por la actitud de Rozemyne. La forma tan fría en la que estaba actuando o las amenazas que estaba dando.

Antes les había hablado del modo en que Rozemyne trataba a los 'inútiles e incompetentes', aunque no lo creyeron del todo.

Observé a la primera dama de Eisenreich desviar la vista, consciente de que Rozemyne era así por su causa. Si bien no era por completo su culpa, no estaba exenta de responsabilidad.

Sus lecciones habían sido adulteradas, la educación de Rozemyne había sido distorsionada.

Al desquitarse con una niña inocente, dejó que Verbergen la cegara, haciéndola ignorar a Anhaltung, ocultando de su vista lo que debería haber sido obvio. Porque todas las pistas habían estado ahí, frente a ella.

"Te drogué y envenené."

"¿Siempre lo hacías tu?"

"No."

"¿Quiénes son tus cómplices?"

"No tengo."

Vi a Rozemyne fruncir el ceño ante las palabras de la mujer, apenas agachándose, tomándola del cabello para que la mirara a los ojos, aumentando apenas la presión sobre ella.

"Lo que dices no tiene sentido. Si no me dabas el veneno y las drogas todo el tiempo, alguien tuvo que hacerlo en tu lugar. ¡¿Quiénes son tus cómplices?!", preguntó sin soltarla, acercándose a ella tanto como pudo, aplastándola, sonriendo de forma espeluznante antes de mirar la piedra en su mano. "Si me estas mintiendo significa que esta piedra realmente no te pertenece o no es verdaderamente tu nombre, así que puedo deshacerme de ella."

Soltó a la mujer y comenzó a empujar su mana en el capullo blanco. Observé a Gloria retorcerse debido al dolor por algunos instantes antes de que Rozemyne se detuviera.

"¡Oh cielos! Parece que si es tu nombre. ¿Por qué me mientes entonces? ¿Cómo puedes mentirme?"

"No estoy mintiendo. ¡No tengo cómplices!"

"¿Entonces como conseguiste que me envenenaran? ¿amenazaste a las personas?"

"Ni siquiera sabían."

"Explica."

La tensión en el ambiente era palpable. Noté que Lady Verónica miraba la escena sosteniéndose para no intervenir en tanto Aub Adalbert parecía dividido entre consolar a su esposa o acercarse a Rozemyne. Los gritos se dejaron escuchar de nuevo y mi atención volvió a mi prometida y su torturadora en el momento exacto en qué Rozemyne dejaba de inyectarle mana.

"No sabían que la comida o la ropa tenía veneno. ¡Murieron por tu culpa! Por servir a una…"

Un fuerte golpe resonó interrumpiendo las palabras de la mujer. Vi las lágrimas correr por el rosto de Rozemyne y un pequeño hilo de sangre brotando de la boca de Gloria.

"¿Alguna vez, Lady Verónica te ordenó herirme?"

"No."

"¿Alguna vez le dijiste lo que estabas haciendo?"

"¡No!"

Un sollozó desconocido llamó mi atención. Al voltear de nuevo noté a Lady Verónica aferrando el brazo con que el Archiduque la mantenía contenida en tanto ella se mordía el labio con los ojos rojos. No sabía que la mortificaba más, las palabras de Gloria o el actuar de Rozemyne.

"¿Por qué decidiste hacerlo?" preguntó mi prometida con un tono más calmado ahora.

"Eres dañina, ¡debes desaparecer!"

"¿De qué estás hablando? Nunca le hice daño a nadie, ¡siempre traté de ayudarlos a todos! …al menos hasta que tú…"

"¡No es verdad!", gritó la mujer interrumpiendo a Rozemyne. "¡Tú lastimas a la gente!"

"¡Ni siquiera me acerco a los nobles!" se defendió Rozemyne "¡No lo hice! ¡No quería hacerlo! ¡Por tu culpa no confío en los nobles!"

"¡Mi señora no dejaba de encerrarse a llorar en su habitación oculta desde que tú llegaste! No conforme con romperle el corazón, provocaste la muerte de tu propio séquito y me rompiste el corazón a mí también. ¡Mi hijo murió por tu culpa!"

"¿Qué?"

Un silencio pesado cayó sobre nosotros. No duró más de un par de segundos, sin embargo, las palabras eran tan increíbles, estaban tan cargadas de odio y certeza que la misma Ventuchte debió hilar ese silencio con más lentitud de lo normal.

"Mi hijo, ¡Lo despreciaste! escogiste a otros, pero no a él. ¡Lo abandonaste! Pero volvió a la sociedad noble gracias a mí."

"¿Quién era tu hijo?"

"Shikikoza"

"¿El antiguo sacerdote azul que murió durante su primer exterminio de trombe?", pregunté confundido, mientras la mujer asentía dedicándome una mirada breve.

Rozemyne suspiró con cansancio, y vi como su actitud cambiaba una vez más, lista para tratarla como a su enemiga.

Una amenaza que debía hacer desaparecer. Destruir. Eliminar.

"Tu hijo tenía catorce cuando escogí a mis sacerdotes. Intenté tomarlo a mi cuidado, pero no quiso trabajar. Se quejó del exceso de trabajo que le daba. Nunca lo intentó."

"¡Mientes!"

"No, no miento. Es la verdad. Cualquiera de mis sacerdotes puede decírselo. Todos menos Ferdinand. Los escogí durante el invierno de su primer año en la academia. Después de que me habló de cómo los nobles lo trataban por ser un sacerdote, quería llenar la academia con estudiantes que fueran sacerdotes. Quería mostrar que el templo no era lo que pensaban. Quería tomar estudiantes de todas las edades para que hubiese al menos uno en cada grupo. Pero tú hijo no quiso trabajar, no quiso esforzarse. Renunció apenas iniciar. ¡Por su culpa nadie más quiso escucharme! ¡Los mayores le creyeron cuando dijo que yo solo quería estudiantes de once años o menos!"

"Solo eres una mentirosa." Escupió con desdén.

"Tu hijo pudo quedarse en el templo, a salvo en su holgazanería o esforzarse y crecer bajo mi cuidado. Su muerte no fue MI responsabilidad." Contraatacó Rozemyne con tanta calma que casi parecía Ewigeliebe juzgando a alguien con dureza, como pasando la culpa con que ella misma había cargado por algún tiempo antes de entrar a la Academia Real.

Gloria apretó la mandíbula con tanta fuerza que era posible escuchar sus dientes rechinando en tanto sus ojos miraban con odio y lágrimas contenidas a Rozemyne.

"Mi señora es demasiado buena para hacer lo que es necesario. Si te dejaba vivir, otras madres perderían a sus hijos por tu culpa. Otros morirían por tu causa. ¡Por mi señora que se ha esforzado tanto por el bien de este ducado y para vengar a mi hijo debía encárgame de ti!"

Mantener mi mana bajo control en este punto fue de verdad difícil. Quería golpearla y obligarla a tomar los venenos y las drogas que hizo ingerir a Rozemyne cuando era una niña indefensa. Quería gritarle que no podía culpar a alguien tan joven por las equivocaciones de su hijo, quien murió cuando apenas había alcanzado la mayoría de edad, o culparla por las acciones de los adultos.

Sin embargo, no era mi lugar.

Rozemyne tenía que enfrentarla si quería sanar del todo y volverse más fuerte, así que metí mi mano en uno de los sacos de piedras vacías y comencé a triturarlas una por una ante la impotencia de solo poder atestiguar está confesión.

"Gloria, yo soy tu señora ahora", soltó Rozemyne con una risita burlona dejando a la vista la piedra de nombre.

"¡Nunca serás mi señora!" grito "¡Debí mata…!"

"No me importa lo que pienses, lo soy." La interrumpió. "Y como ahora soy responsable de ti, ahora que tu vida me pertenece, te diré esto, Gloria. Soy hija de una princesa. Zent quiso adoptarme durante la comida a la cual me acompañaron tú y las otras mujeres del séquito de Lady Verónica. ¿Qué hubiera pasado con Lady Verónica si Zent me hubiera obligado a aceptar la adopción?" Le preguntó y vi a la mujer palidecer, "Ferdinand, ¿recuerdas lo que me dijo el príncipe Anastasio cuando lo conocí? Ya sabes, en la clase de giros de dedicación."

Sentí tres pares de ojos dirigirse a mí, solo Rozemyne no me miró, su vista se mantuvo fija en su verdugo. Suspiré antes de abrir la boca, recitando las palabras exactas de ese momento. "Mi padre ya ha enviado a sus mejores eruditos a investigar al respecto. Puede estar segura de que el culpable será encontrado, detenido y llevado ante mi padre para ser sentenciado a muerte. No quedará ni su medalla de bautizo luego de semejante traición."

El rostro de Gloria era solo cenizas debido a su expresión enferma de angustia y negación.

"Pensaba que la culpable era Lady Verónica, Gloria. Si no fuera porque estaba pensando en el bien de mis azules, si no fuera por mis hermanos y hermanas que tanto la quieren, si no fuera por mi padre y lo mucho que la ama, la hubiera acusado."

Vi como el rostro de la peliverde se volvió aún más lívido, dirigiendo su mirada a la mujer en brazos del Aub mientras su antigua señora desviaba la vista.

"Solo era una niña. Una niña asustada. Temía acusarla y que no me creyeran. ¡Temía que por eso mis azules o artesanos salieran heridos!" Dijo mi novia, agachándose hasta que sus ojos quedaron a la misma altura que la mujer en el suelo. "No sé si fue porque solo me mirabas a mí, o por falta de oportunidades que nunca lastimaste a mi gente, Gloria, pero alégrate de no haberlo hecho. Lastimarlos a ellos hubiera significado el fin de Verónica. No me hubiera contenido hasta destruirla, y gracias a ti, soy capaz de deshacerme de cualquiera sin que nadie se entere."

"Yo…"

"Querías destruirme, Gloria, pero me volviste peor que un señor del verano o del invierno…" se interrumpió un segundo, girando su rostro de esa forma que significaba que había recordado algo. Dejó entonces que una sonrisa perversa se dibujara en sus labios. Mirando a su verdugo temblar, mientras que un líquido salía de debajo de ella. La mujer se había orinado debido al miedo.

Rozemyne sonrío, relamiendo sus labios como si el terror de la mujer frente a ella fuera alguna especie de manjar que podía saborear.

"La señora del mal así me llamaron los asistentes de Galtero." Se río. "Quizás debo agradecerte, Gloria. Me hiciste más fuerte que nadie. No hay veneno que me mate. No hay droga que me dañe. Y ahora, yo tengo tu nombre… que risa. Te diré esto, Gloria. No te mataré, pero es posible que Zent exija tu vida." Sus ojos vagaron alrededor, observando como una celda estaba abierta. "Parece que estarás viviendo aquí hasta nuevo aviso. Hasta que mi padre y Zent decidan qué hacer con tu vida. ¡Pero no te preocupes! No te dejaré sola. Tal vez te visite cuando no pueda dormir, lo que es, de hecho, habitual a estas alturas. Reza a Schlätraum para que deje de tener pesadillas. Reza para que pueda dormir más de una campanada. Reza para que deje de pasar noches enteras en vela, y tal vez evites que juegue con tu nombre."

Se levantó entonces, haciéndome notar en ese momento que nunca había dejado de intimidar a la mujer.

Gloria cayó al suelo en el segundo en que Rozemyne dejó de observarla, respirando muy discretamente al tiempo que sus ojos regresaban a su dorado natural.

Mi novia camino hasta donde estábamos, mirando la piedra antes de ver a su madrastra solo por un segundo o dos, desviando el rostro para no verla directamente a la cara.

"Déjeme conservarla. ¡Solo por un tiempo! La devolveré antes de ir a la academia."

La primera dama estiró su mano, deteniéndose antes de tomar la piedra, tocando apenas el dorso de Rozemyne para acercar la mano que sostenía el nombre de su antigua asistente al pecho de mi prometida, respirando hondo, antes de hablar, como si le resultaran demasiado dolorosas las palabras que diría a continuación.

"Mantenla contigo hasta que se decida qué hacer con Gloria. Necesitas sentir que tienes el control."

"Gracias, Lady Verónica y… lo lamento", murmuró Rozemyne el final, antes de que su brazalete comenzara a brillar. Me estiré hasta alcanzarla, envolviéndola y ocultándola en mi capa.

"Deja de escapar. ¡Ya no hay peligro!"

"No puedo estar aquí más tiempo…" se removió aferrando mi ropa, ocultando su rostro en mi pecho mientras comenzaba a temblar, "siento… siento que hay una celda para mí también…"

"No hay una para ti", dijo el Aub, interrumpiéndola, acariciando la cabeza de su hija solo un momento para que ella lo mirara a los ojos, sonriéndole para calmarla antes de mirarme a mí. "Ferdinand, llévatela ya. Creo que tiene mucho en que pensar."

"Como ordene", respondí antes de guiarla por las escaleras, sin dejar de cubrirla. Apenas salimos de la torre le pregunté a donde quería ir.

"Quiero estar a solas contigo… por favor."

Formé mi highbeast y me dirigí a un claro en el bosque, a poca distancia de mi gimnasio. Apenas aterricé y deshice mi montura abrí mis brazos para ella, dejando que enterrara su rostro en mi pecho una vez más, acunándola sobre mi regazo mientras lloraba.

Finalmente había descubierto quien era la persona que se había empeñado en acabar con ella desde que llegó al castillo y su motivación.

Finalmente había descubierto el rostro de Chaocipher.

.

Rozemyne se quedó dormida abrazada a mí sin dejar de llorar en ningún momento.

Casi dos campanadas después, logró despertar. Tenía los ojos hinchados y el rostro sonrojado debido a la ligera fiebre que le dio a causa de la cantidad de emociones experimentadas.

"¿Cómo te sientes?", pregunté después de curar sus ojos, acariciando su mejilla con mi pulgar sin dejar de abrazarla.

"Es más sencillo para mí fingir que todo fue obra de Lady Verónica", confesó.

"Pero no fue ella. No puedes culparla. No fue su culpa."

"Lo sé."

El silencio se instaló entre ambos. La abracé observando sus ojos. Su mirada vacía, conflictuada y cargada de dolor. Quería darle algo para que dejara de pensar en Gloria y comenzara a asimilar todo poco a poco. Algo que la tranquilizara al menos.

"Oye, Rozemyne… ¿puedes acompañarme al templo?", le pregunté después de un momento. "Hay algo que quiero darte…"

"¿Qué cosa?"

Le sonreí formando mi highbeast antes de hacerla montar conmigo, llegando con prontitud a mi habitación en el templo. Apenas entrar ordené a mis asistentes grises que despejaran la recámara.

La hice esperar en los sillones mientras entraba en mi habitación oculta, recogiendo los pequeños accesorios que fabriqué para ella. Aretes, brazaletes y un collar, todos hechos de harbenita y pequeños diamantes.

A diferencia de los diamantes de la Tierra, estos tenían la misma característica que un devorador. Todos los atributos delgados. Dependiendo del maná del usuario, sería el número de atributos que tuviera y la coloración final. En este caso, un amarillo casi blanco.

"Ferdinand… esto."

"Conseguí algunos materiales interesantes, Rozemyne. Solo podía pensar en hacer algunos regalos para ti", le dije con una sonrisa antes de darle una herramienta de evita de escuchas, solo por precaución, "quería cubrirte con mi maná, de esta forma es más discreto."

La vi sonreír sincera tomando cada una de las joyas, observándolas y dejando escapar su maná para examinarlas. Me arrodillé frente a ella y le ofrecí entonces un anillo, sonriendo complacido cuando me ofreció su mano, como si instintivamente supiera lo que significaba.

Apenas colocarle el anillo en su mano izquierda, la atraje a mí para besarla, colocando de manera discreta una horquilla con cinco piedras de todos los atributos en su cabello.

Justus dijo que un solo regalo hecho con mi maná estaba bien, así que opté por hacer algo que todos pudieran ver.

"Me encanta, Ferdinand", me dijo al verse en el espejo. "¡También tengo algo para ti! Espera aquí."

Hice como me pidió, viéndola desaparecer entre los pasillos de servicio antes de sentarme en el sillón.

Algunos momentos después sentí sus manos acariciar mis hombros, notando de inmediato como soltaba mi capa, sintiendo en ese momento que su mana me cubría.

"Por mucho tiempo soñé con bordar tu capa, Ferdinand. Incluso durante los días que pensaba que era una flor, incluso entonces, solo pensaba como cultivar un raffel en ti."

Se acercó hasta quedar frente a mí, terminando de asegurar la capa con el broche. Noté entonces como un rubor adorable cubría sus pómulos. Cuando la capa estuvo asegurada, sus ojos buscaron los míos.

"En ese entonces, pensé que sería feliz solo siendo tu flor…" su voz era suave, tímida incluso. Sus ojos brillaron un momento, al tiempo que parecía llenarse de confianza, "pero ahora no puedo, no quiero ser nada menos que tu diosa de la luz…"

"Tú eres todas mis diosas Rozemyne. Solo te necesito a ti", le aseguré conmovido, besándola en la frente sin dejar de sonreír. Atrayéndola en un abrazo cuando pequeñas lagrimas brillaron en sus ojos.

Que estúpido fui como Tetsuo negándome esto. Al menos en esta vida sería feliz con ella, protegiéndola.

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Notas de una de las Autoras:

¡Chan, chan, CHAAAAAAAAN! ¿Alguien se esperaba esto? ¿No? Bueno, pues Anemolti y yo lo estuvimos trabajando de modo que las pistas estuvieran en los capítulos anteriores casi desde el inicio, muajajajajajaja, en fin, esperamos que disfrutaran mucho con la develación de la verdadera Chaocipher de este tejido y nos veremos el próximo martes.

SARABA