Capítulo 2: Promesa de flores
Todo aquel que llegue a esta puerta, debe abandonar toda esperanza.
Ya son varios años en los que me ha tocado caminar por este valle oscuro, lleno de vientos negros, suelo bañado por lava incandescente y con nauseabundo olor.
A dónde quiera que vayas… te voy a encontrar…
¿Quién me está llamando? Mi cuerpo se mueve atraído por una extraña energía de la que siempre he querido escapar, pero por alguna razón, nunca he podido, pues es más fuerte que yo y me absorbe como si se tratara de un agujero negro.
A pesar del miedo que me invade, sigo caminando sin meditar por qué o para dónde voy; solo continuó por el averno que ha fulminado mi voluntad.
Nunca podrás escapar de mí…
Mis pasos se detienen cuando me doy cuenta de que he llegado a un templo, cuyo techo se encuentra decorado con un ángel caído blandiendo una espada maldita. La ansiedad en mi pecho me envenena, pero aun así me adentró a esta cueva de la muerte.
Frente a mí se encuentra un trono con alas de gárgola, y su huésped no es otro más que mi reflejo.
Soy yo… bañado en la oscuridad.
Del cuerpo que me imita sale un alma negra y maldita, la que me mira con malicia, y al mismo tiempo, satisfacción. Mi cuerpo se paraliza, mis piernas no responden ante el temor que me produce aquel monstruo, cuyos ojos son tan enigmáticos como un hondo y abismal lago.
¿Cómo es posible que tanta podredumbre se esconda en una mirada tan pura?
- El día de nuestra fusión está cerca. – dijo el engendro, levitando frente a mí. – Pronto seremos uno solo… tal y como se ha repetido en todas nuestras vidas.
- ¿Quién eres? – pregunté.
- Soy el rey de la muerte, el maestro de la oscuridad que gobernará sobre la vida. – respondió frío. – Y tú eres el recipiente que tendrá el honor de resguardar mi alma.
- Mi cuerpo es solo mío… No te pertenece.
- Tu vida y la mía siempre han estado enlazadas, y nada ni nadie podrá romper ese lazo. Resistirse es inútil.
- No… No te acerques.
Mi cuerpo se ha paralizado ante el dios de la muerte, mientras siento como mi espíritu se minimiza con su presencia.
¿Es mi destino ser el anfitrión de un dios maligno? ¿Tengo que aceptar su voluntad? ¿Nada puedo hacer para revertir esta condena?
Siento una energía brotando desde mi interior, un universo que quiere explotar para repeler a este enemigo, pero mi parálisis me ha bloqueado, aterrorizado y anulado. No soy más que un cobarde a punto de ser devorado por su depredador.
Debo… aceptar… mi sentencia…
- Los humanos tenemos la capacidad de cambiar nuestro destino…
Aquella voz que suena detrás de mí, libera mi perturbada alma, causando que el dios de la muerte gruña con furia, odio y rencor.
- ¡No estorbes, imbécil! ¡Nadie puede ir en contra de mi voluntad!
Esa voz tan reconfortante… la que me vio nacer, crecer y sufrir… la voz de la misma sangre que corre por mis venas.
- Te lo dije antes y te lo volveré a decir… Yo siempre te protegeré, hermano.
…
Su corazón saliendo del pecho se encargó de despertarlo, causándole un gran dolor físico, pero sobre todo emocional. Shun había vuelto a tener otro sueño perturbador, diferente a los anteriores, pero con el mismo protagonista de siempre, el dios de la muerte.
- Cada vez se vuelven más seguidos estos sueños. – mencionó Shun, incómodo. – Si no aparece mi hermano, está esa pálida mujer de cabello oscuro que toma mi mano, o la otra de pelo rubio para rescatarme… pero siempre está ese dios presente, acosándome.
El joven cerró los ojos para calmar su ansiedad, intentando pensar de la manera más lógica posible.
- Si mis colegas me vieran alterado por simples pesadillas, seguramente se burlarían de mí. – se dijo a sí mismo, avergonzado. – No puedo perder la compostura por estas tonterías.
Sin embargo, aunque quisiera engañarse, no podía hacerlo. Las extrañas visiones lo acompañaban desde su adolescencia, y por alguna ilógica razón, nunca se lo pudo contar a nadie; ni a sus padres, a su hermano, Ikki, o su mejor amiga, Saori.
- Saori…
Alarmado, tomó el reloj de la mesa para ver la hora, descubriendo que estaba próximo a marcar el mediodía.
- ¡Soy un tonto! ¡Saori me debe estar esperando en el aeropuerto!
Por suerte, el joven tenía listo su equipaje, por lo que solo tuvo que tomar un baño y alistarse.
Preparado para partir, se disponía a salir de su casa, pero recordó que olvidaba algo muy importante, por lo que regresó a tomarlo. El colgante de estrella de cinco picos que siempre lo cuidaba.
- Perdóname, mamá… Prometo no volver a olvidarte.
Mientras todos los caminantes se dirigían tranquilos a su destino, un alborotado y despeinado joven corría como si su enemigo lo estuviera persiguiendo. Shun estaba desesperado, pues hace veinte minutos debía haber llegado, pero finalmente, pudo reunirse con la amiga que lo estaba esperando, quien no se veía nada contenta.
- ¡Shun! ¡Por fin llegas! – expresó la dama, impaciente. – Llevo casi una hora esperándote.
- ¡Lo siento, Saori! – suplicó el joven, juntando sus manos como ruego.
- ¿Cuál es tu excusa? – preguntó ella, cruzando sus brazos en señal de molestia.
- Yo… me quedé dormido. – dijo apenado.
La joven mantuvo su rostro enojado por unos segundos, pero después lo cambió por una cálida sonrisa.
- No te preocupes. Sé que ayer trabajaste hasta tarde revisando los temas de tu incorporación a la clínica. Además, aún tenemos un poco de tiempo antes de partir. – dijo Saori, invitando a su amigo a sentarse a su lado. – Más bien, lamento tanto que tengas que interrumpir tus actividades para acompañarme.
- No es ninguna molestia, sino un gusto. – dijo el joven, sentándose junto a la dama. – Tú eres mi mejor amiga, mi deber es cuidarte y acompañarte siempre. Recuerda que esa fue la promesa que hicimos.
El joven enseñó a su amiga su mano izquierda, cuya muñeca estaba cubierta por una pulsera bastante particular.
- La promesa…
La mente de Saori se trasladó a una época que, aunque fue difícil, también fue una de las más felices de su vida. En ocasiones, su corazón deseaba retroceder el tiempo y regresar a ese sentimiento de ingenuidad e inocencia.
*.*.*.*.*
Desde que tenía memoria, Saori, de diez años, amaba sentarse en el floreado césped, bajo la sombra del manzano cercano a su casa, pues no solo la protegía de los fuertes rayos del sol, sino porque sentía, o quizás imaginaba, percibir el crecimiento de sus flores y frutos. Cuando alguna vez se lo comentó a alguien, se burlaron de ella o la tacharon de tonta, sin embargo, sus padres apoyaron su supuesto don, de la misma manera que sus cercanos amigos.
- Shun, ya te dije que no me duele nada. – dijo una juvenil y masculina voz, restando importancia a su situación. – Es una simple herida.
- Ikki, volviste a pelearte con esos bravucones para defendernos a Saori y a mí. – dijo Shun, vendando el lastimado brazo de su hermano, el que hace poco había dejado de destilar sangre. – Gracias… y lamento no ser tan fuerte como tú.
- Ya serás fuerte algún día. Solo eres un niño de diez años, en cambio, yo acabo de cumplir quince. Soy todo un hombre. – dijo Ikki, aparentando orgullo y soberbia. – No puedo permitir que esos estúpidos se metan contigo o con Saori. Mi deber es protegerlos.
La pequeña Saori, sin intervenir, escuchó la charla entre los hermanos, pues en esos momentos estaba concentrada en una importante actividad en la que depositaba todo su corazón y buenas intenciones.
- ¿Qué estás haciendo, Saori? – preguntó Shun, curioso. – Desde que llegamos aquí, no has dicho ni una sola palabra.
- ¿Esos mocosos te dijeron algo más? – preguntó Ikki a Saori, preocupado. – ¡Tú solo dime y en este momento los pongo en su lugar!
- Un momento…
La pequeña tomó unos minutos más de tiempo para terminar su trabajo, y una vez que estuvo listo, se lo entregó a sus amigos.
- ¿Qué es esto? – preguntó Shun.
- Hice estas pulseras de flores para nosotros, para que nuestra amistad sea eterna y siempre estemos protegidos. – respondió la niña. – Deben colocarla en su muñeca izquierda, pues es la que tiene camino directo al corazón.
- ¿En serio? – preguntó Shun, tomando la pulsera. – ¿Y los hombres si podemos usar esto?
- Claro que sí, Shun. – dijo Ikki, tomando el regalo de la niña. – La masculinidad de los verdaderos hombres no se debilita por usar flores, además, Saori se esforzó en hacerlas. Muchas gracias, pequeña.
- Tienes razón, hermano. – aceptó Shun, sonrojado. – Sin embargo, es una pena que van a marchitarse.
- Estas flores no se van a marchitar nunca, pues he depositado en ellas toda mi alma y corazón. – respondió Saori. – Ni siquiera los dioses podrán deshacerlas, pues son tan fuertes como una promesa.
- ¿Promesa? – preguntaron Shun e Ikki al mismo tiempo.
- Shun, muchas gracias por ser mi mejor, e Ikki, gracias por protegernos de lo que nos quiera dañar. – mencionó la pequeña, emocionada. – Por ese motivo, quiero que con estas pulseras prometamos que siempre nos cuidaremos los unos a los otros, y que si algo llega a pasar o nos tenemos que separar, lucharemos hasta el final para rescatarnos y volver a reunirnos.
Los ojos de la pequeña se llenaron de lágrimas, con las emociones desbordando desde el fondo de su corazón por la hermosa relación que deseaba cuidar. Shun, igual de conmovido, la abrazó, y compartiendo el mismo sentir, pero más controlado, Ikki también los rodeo con sus brazos.
- Nos cuidaremos los unos a los otros… Pase lo que pase. – afirmó el mayor del grupo.
- Gracias por este regalo, Saori. – dijo Shun, emocionado. – Prometo cuidarlo siempre.
Una vez que los amigos se separaron, Shun notó que Saori tenía en sus manos una pulsera adicional, razón por la que sintió curiosidad.
- ¿Por qué tienes otra pulsera? – preguntó el pequeño. – ¿Piensas dársela a alguien más?
- Siento que a futuro haré más pulseras para proteger a otros, pero esta la quiero conservar para dársela a… – la niña comenzó a tartamudear debido a los nervios y sonrojo. – Bueno… tú sabes…
- ¿¡Sigues soñando con ese tal "príncipe"!? – preguntó Shun, riéndose. – ¿Con el que tiene alas de Pegaso?
- Parece que la pequeña Saori está viendo muchas películas románticas…
- ¡No es cierto, Ikki! – se defendió la pequeña, sonrojada y apenada. – Pero yo sé que existe y cuando lo conozca, le daré esta pulsera para protegerlo.
Los hermanos se rieron ante la ingenuidad, pero al mismo tiempo inocencia de la niña, causando que las mejillas de ella se pongan más rojas y comience a jalonear a Shun por burlarse de su fantasía.
*.*.*.*.*
Saori volvió a sentir las emociones brotar de su espíritu, pero a diferencia del pasado, contuvo las lágrimas para no preocupar a Shun. Unió su muñeca izquierda con la de su amigo para enlazar aquellas pulseras que con tanto cariño había hecho.
- Gracias por tener presente nuestra promesa, Shun. – dijo Saori, conmovida. – Ese es uno de los recuerdos más lindos que tengo.
- ¿Por nosotros o por tu "príncipe"?
Saori lanzó una carcajada ante la pregunta de Shun, aunque no quiso reconocer que removió algo minúsculo en su mente.
- Eso solo fue una fantasía infantil que no regresará. – respondió, para después desviar el tema. – ¿Shun, crees que Ikki aún conserve la pulsera?
- Hasta el día que estuvo en casa, la tenía, así que estoy seguro de que hoy sigue siendo así. – respondió el médico, mostrándose melancólico al recordar a su hermano, pero se esforzó por no demostrar pesar. – Tal y como lo dijiste, las pulseras nunca se marchitaron. Las hiciste muy bien.
- Por algo soy la diseñadora estrella del atelier de mi mamá. – dijo Saori, fingiendo presumir.
- Sé que eres muy buena en lo que haces, pero percibo en ti algo más allá que una simple habilidad.
- ¿A qué te refieres? – preguntó la dama con curiosidad. – Un médico, científico y escéptico como tú, ¿hablando de eso?
- Si creo en la irracional vitalidad de una pulsera de flores de más de diez años, soy capaz de peores cosas. – respondió el joven entre risas, recordando también sus misteriosas pesadillas. – Me refiero a algo que a mí me pasa casi siempre… ¿No sientes una especie de energía dentro de ti? Como un universo a pequeña escala. Yo siento eso, además de la sensación de que tengo que recordar algo importante, y por más que me esfuerzo, no puedo hacerlo.
La dama se mantuvo en silencio pensando en lo último que su amigo le había preguntado, pues era exactamente lo mismo que le pasaba a ella. Sin embargo, no pudo agregar nada más debido a que escucharon que el vuelo a Atenas estaba a punto de salir.
- Ya tenemos que irnos. – dijo Shun. – Vamos, Saori.
- Sí… Vamos.
Saori no podía creer que, después de tantos años, por fin podría visitar aquel sitio que siempre llamó su atención, el que probablemente iba a responder todas las dudas de su corazón.
Siento que voy a enloquecer por tanta falsedad y por participar en este maldito teatro. Evité enfrentarme a todos los que alguna vez me juraron fidelidad, pero sobre todo afecto y amistad… Pero al parecer fue inútil, y no tengo más remedio, debido a la constante vigilancia, que jurar lealtad a la asquerosa maldad que me reviste de cuerpo entero y aniquilar al que fue, en vida, mi hermano y mejor amigo.
Llegar a Athena es lo más importante, así tenga que matar al anciano que me bloquea el paso.
- Shion, mientras esté aquí, no irás a ninguna parte.
Dohko, mi viejo amigo, mi hermano de combate, precisamente por todo lo que significas en mi vida, es que quise dejarte para el final… pero ya no me queda mucho tiempo, así que tarde o temprano tendré que eliminarte.
Espero que, cuando nos reunamos en el otro mundo, puedas perdonarme…
Entre nosotros comienza una fiera lucha, sin embargo, los resultados saltan a la vista en poco tiempo, pues mi falsa juventud me permite llevarle ventaja a mi adversario, quien no se rinde a pesar de las heridas que le he infligido.
El anciano ha caído derrotado al suelo, pero es socorrido por un joven, el caballero del Dragón, que llegó a rescatarlo. El muy iluso pretende luchar contra mí para salvar a su maestro, sin embargo, en pocos segundos lo pongo en su sitio y le hago ver nuestra diferencia de niveles.
- Estás ciego y tu armadura está destrozada. – comenté al joven, burlándome. – ¿Qué pretendes hacer? ¿Qué podrías hacer?
- No voy a permitir que asesines a mi maestro. Yo seré tu oponente.
Sin embargo, el muchacho se ve interrumpido por su superior, comenzando con él una discusión que, para ser sincero, me conmovió desde lo más profundo, aunque no lo pueda demostrar. Dohko y su discípulo han creado un lazo tan fuerte como el de un padre y su hijo, el que, para mi desgracia, tendré que aniquilar.
- ¿Ya terminaron de despedirse, par de cursis? – pregunté con sarcasmo. – Qué conmovedor, pero no se preocupen, pues pronto los enviaré juntos a la tierra de la muerte.
- El único que va a regresar a la tierra de la muerte, eres tú, Shion. – amenazó Dohko.
Decido elevar mis brazos para producir mi más poderoso ataque, sin embargo, me veo bloqueado por una incandescente luz dorada que casi me lleva a ceguera, hasta que al poco tiempo descubro de qué se trata.
- ¡Maestro! ¡La armadura de libra llegó para protegernos! – exclamó el Dragón, impactado.
- Dohko, tu armadura acaba de salvar tu vida… Pero es muy triste. – dije, mirando con mofa y desprecio a mi adversario. – No te es útil ahora, pues no la puedes usar con ese decadente cuerpo… ¡Ese cuerpo viejo! Morirás al no ser capaz de manejar su poder.
Me rio a carcajadas ante la patética situación frente a mis ojos, causando que el muchacho de bronce ose, una vez más, en intentar ponerme una mano encima. Sin embargo, el anciano toma la delantera.
- ¿Eso crees? – preguntó Dohko, hablando de una manera más firme y fortalecida.
- ¡Ya deja de ser tan imbécil! – reclamé impaciente. – Es hora de ser compasivo contigo y acabar con tu miserable vida. ¡Muere, Dohko! ¡REVOLUCIÓN ESTE…!
¿Qué es lo que está pasando? Por alguna razón mi cuerpo se ha paralizado, no puedo mover ni un dedo. El cuerpo de Dohko se ve rodeado por un cosmos totalmente diferente al que he estado sintiendo todo este tiempo…
- ¿Qué ocurre? – pregunté confundido.
Esta energía que Dohko emana no es el viejo cosmos de antes, es tal y como el que poseía cuando era joven, fuerte, valiente y digno… como cuando usaba esa armadura.
- ¿Qué le pasa, maestro? – preguntó Dragón.
- Shion, voy a demostrarte la razón por la que permanecí frente a la cascada de los Cinco Picos por más de 240 años.
¡Imposible! El cuerpo del anciano comienza agrietarse como si se tratara de un cascarón, provocando el nacimiento de un ser que nunca creí que volvería a ver, y mucho menos en ese estado.
Ya no queda nada del cuerpo caduco que osó a enfrentarme. Has recuperado la juventud, mi querido amigo.
Dohko de Libra…
...
Shion se levantó del suelo como si su cuerpo fuera un resorte, a pesar de que la cabeza le martillaba horrorosamente. Ahora sabía que la visión que tuvo le había revelado un hecho de su alma, el que había arrastrado hasta la actual era en una reencarnación.
Aunque aún no era suficiente, el hombre había recuperado un poco de ese "algo" que creía perdido.
Alzó la mirada para encontrarse con su agresor… El amigo que lo acompañó en su pasado y ahora estaba en su presente, portando su legítima armadura dorada.
- Dohko… – habló impactado, sin moverse y con los nervios traicionándolo. – Tú eres mi mejor amigo, el compañero de armas que acabo de recordar.
Sin embargo, no recibió respuesta de parte de él. Libra estaba con la mirada perdida en el suelo, como si su cuerpo fuera un recipiente sin alma.
- Shion, veo que tienes una idea de quién eres, mas aún hay dudas en tu corazón.
El mochuelo de Athena intervino, causando que Shion vuelva a alterarse al no entender nada de lo ocurrido.
- Sé que este hombre es un viejo compañero de guerra, ya lo he recordado. – respondió con firmeza. – ¿Por qué me ha atacado? ¿Por qué se encuentra en este estado?
- Está bajo el influjo del poder de Hades.
El hombre de Jamir no tuvo tiempo de hablar, pues un fuerte golpe en su estómago terminó por quitarle el aire de los pulmones, causándole uno de los dolores más espantosos que había experimentado en su vida. Después, Dohko lo agarró del cuello y lo elevó por encima de él, lo que empeoró más su respiración.
- Dohko… ¿Por qué…?
- Solo estoy saludando a mi mejor amigo después de siglos sin vernos – respondió Libra, mostrando una sonrisa perturbada. – ¿No te da gusto este reencuentro, Shion?
Sin clemencia alguna, el caballero de Libra lanzó a su víctima a uno de los pilares del templo, provocando que el dolor de cuerpo de Shion se intensificase y la sangre saliera disparada de su boca. Con ese terrible golpe debió haber muerto de inmediato, y no comprendía por qué, a pesar de sentirse en pedazos, seguía con vida.
- Defiéndete, Shion. – ordenó el ave. – Tienes un cuerpo fuerte, lo que significa que sí tienes buen estado físico. ¿No puedes hacer nada?
La mayor parte de su vida, Shion, por simple gusto, había aprendido técnicas de ataque y defensa personal, siendo el entrenamiento más duro el que le tocó enfrentar cuando, a los dieciséis años, su padre lo refundió como castigo en un internado en Canadá. Sin embargo, todos esos conocimientos no eran más que manotazos de ahogado al lado de la descomunal fuerza del caballero de Libra, quien, una vez más, había quedado en estado de trance, pero esta vez de rodillas al suelo y respirando con dificultad.
- ¡Ya déjate de tantos misterios, pájaro! – reclamó, Shion, atormentado por el dolor y el miedo. – ¿Qué le pasa a Dohko? ¿Por qué no se acuerda de mí?
- De la misma manera que contigo, yo busqué a este hombre en su natal China, lo cité en este sitio para que se reencuentre contigo y recupere su vida. – relató el mochuelo. – Sin embargo, tuve una corazonada al ver que tardaba demasiado en llegar aquí, así que cuando fui a verlo, me di cuenta de que estaba siendo atacado por un espectro de Hades.
- ¿Cómo? – preguntó Shion, espantado.
- Hades, el dios de la muerte, al igual que Athena, ha regresado a esta era para vengarse de su pasada derrota y acabar con la tierra, pero esta vez lo ha hecho por medio de Ker, diosa de los destinos malditos. – continuó respondiendo el ave.
Dohko seguía en estado de trance, y esta vez agarrando su cabeza con sufrimiento. Por otra parte, Shion procesaba las palabras del mochuelo.
- Ker no solo tiene bajo su mando a los más poderosos hombres que han heredado las estrellas malignas de los espectros de Hades, sino que ahora pretende usar su poder para causar en los caballeros de Athena un despertar fallido.
- ¿Despertar fallido?
- A las pocas horas que el caballero dorado de Libra dejó su hogar para venir acá, un espectro de Hades lo acorraló e intentó sembrar en él la semilla del mal. – dijo el búho. – Ese espantoso proceso provoca una perturbación en el cosmos, donde lo llena de oscuridad y lo vuelve fiel a Hades, en contra de su voluntad; es una especie de lavado de cerebro.
El ave no pudo seguir con su relato, pues Dohko había recuperado la supuesta cordura y se abalanzó a Shion para fulminarlo; sin embargo, el confundido hombre logró lo impensable.
- ¿Qué es esto?
Shion, como mecanismo inconsciente de defensa, había extendido los brazos para intentar cubrir su cuerpo, y fue ahí que sintió el impacto de Libra rebotando a su lado contrario. Sin saber cómo, ahora estaba protegido por una barrera.
- Esto es… – mencionó Shion, sintiendo como su mente y boca se llenaban del significado de aquella defensa. – El muro de cristal.
- La más poderosa defensa de Aries. – dijo el búho. – Casi impenetrable.
Al estar formando el ataque, Shion sintió arder de adentro hacia afuera aquella energía que desde siempre lo acompañó, la que su madre le reveló como la supuesta herencia de Avenir.
- Este es el cosmos…
Dohko se había recuperado del golpe, por lo que de nuevo se puso de pie para continuar torturando a su víctima.
- Muy bien, Shion, usaste tu más poderosa técnica defensiva. – elogió Dohko, recuperado y acercándose lentamente. – Sin embargo, tu situación es lamentable. Eres muy joven, pero eres tan vulnerable y débil como un decrépito anciano de más de 200 años. Irónico, ¿no? La vida da muchas vueltas.
- ¡Dohko, no quiero pelear contigo! ¡Detente!
Una vez más, el caballero dorado se abalanzó hasta su oponente, sin embargo, Shion se armó de valor y lo detuvo golpeándolo con una patada en la barbilla y así alejarse de él para analizar otra manera de defenderse. Vio algunos pilares rotos a su alrededor, por lo que se le ocurrió una idea.
- Tengo que intentarlo…
Por primera vez y de manera consciente, hizo arder su cosmos lo más que pudo, mientras se concentraba en levantar con su telequinesis aquellos pilares, y justo cuando Dohko se había recuperado de su golpe, le cayeron todos encima, casi sepultándolo.
- ¡Búho, dime cómo salvar a Dohko! – pidió con desesperación.
- La única manera es derrotándolo…
- ¡No voy a matarlo! ¡Olvídalo! – negó con furia. – Además, ni en sueños podría hacerlo, es demasiado poderoso.
- En eso tienes razón. – dijo el ave. – Además, con ese cosmos tan descontrolado, el vencido serás tú.
- ¡Tiene que haber alguna manera! – exclamó perturbado, con la voz casi quebrada. – Quiero salvarlo de ese estado tan deshonroso. Además, si renacimos en esta época es por algo muy valioso, así que asesinarlo no es una opción…
- Lo único que tienes a tu favor, es que el fallido despertar no pudo concretarse.
- ¿Cómo?
- Llegué un poco antes de que el espectro culmine el proceso, y es por esa razón que el caballero de Libra tiene estadios intermitentes de confusión. – dijo el ave, despertando un poco de esperanza en Shion. – Mi poder no me permitió acabar con el enemigo, pero sí rescatar al hombre y traerlo hasta aquí.
- Entonces aún puedo hacer algo…
- ¿Y qué piensas hacer? – cuestionó el ave, casi en tono de burla. – Estás lleno de miedo y con tu cosmos confundido, y así como vas, el que terminará muerto serás tú. Quizás me equivoqué al haberte buscado.
- ¡No me importa lo que digas! – afirmó el hombre. – Así te hayas equivocado, aunque me muera de miedo o si mi cosmos está inmaduro, voy a luchar por lo que creo justo.
Aún no daba crédito de la fortaleza y palabras que nacían de su corazón, sin embargo, no iba a dar marcha atrás. No solo se trataba de rescatar a su viejo amigo o de supuestamente servir a Athena, sino de recuperarse a sí mismo, de reencontrarse con aquel espíritu que yacía dormido en su interior desde hacía siglos.
La mayor parte de su vida estaba marcada por la pérdida, el desamor y la soledad, así que al menos, por esta vez, iba a recuperar un poco de su humanidad.
Dohko, una vez que volvió a recuperar la conciencia, dirigió su mirada a su enemigo.
- ¿Así que estás decidido a vencerme, mi querido amigo? – preguntó Libra, sonriendo. – Ten un poco de dignidad y acepta tu derrota, eso también es de caballeros.
Shion intentó dar un paso adelante, sin embargo, el dolor de su estómago volvió a molestarlo, sumado a la sangre que seguía brotando por su boca.
- ¿Te duele? – preguntó Dohko, irónico. – No te preocupes, pues en honor a los viejos tiempos, te daré una muerte rápida con mi técnica más poderosa.
El caballero de Libra estiró sus piernas lo más que pudo, mientras colocaba sus manos a la misma altura. Shion se aterró ante tal posición, pues de inmediato recordó su significado.
- ¡No lo hagas, Dohko!
- ¡LOS CIEN DRAGONES!
Cientos de dragones se dirigieron hasta Shion a la velocidad de la luz, quien invocó su muro de cristal para defenderse…
- ¡Es inútil, Shion! – expresó Libra, exaltado. – ¡Tu muro de cristal es basura para los colmillos de mis cien dragones! ¡Muere!
La cristalina defensa fue derribada por los dragones, enviando a Shion volando por los aires, hasta que un pilar, que terminó destruido, detuvo su caída.
Dohko se acercó hasta su pobre víctima, quien yacía en el suelo, caído boca abajo, mientras la sangre teñía por montón el verde pasto del templo.
- Descansa en paz, amigo…
Mientras Dohko se alejaba, el cosmos de Shion comenzaba apagarse como una vela, al igual que sus sentidos y su mente. Todo a su alrededor estaba completa oscuridad.
- ¿Esto se siente morir? No me duele nada, no siento nada… Y hasta es agradable. Quizás este resultado sea el mejor, pues la vida para mí no ha sido más que hechos fallidos…
Por ese instante, decidió darse por vencido y dejar que la llama de su vida se consuma, sin embargo, algo aún lo molestaba, y eso no era más que los recuerdos de su pasado cayendo como una cascada en su mente y alma.
- Yo… Yo… ¿Quién soy? ¿Qué son todas estas imágenes que llenan mi mente? Las siento tan mías…
La oscuridad estaba presente en todo su entorno, sin embargo, un punto de luz se observaba en la lejanía, minúsculo y casi insignificante, pero lo suficientemente atrayente para descolocarlo.
Shion estiró la mano para alcanzar aquella luz, la que a medida que se acercaba se transformaba en una cadena de estrellas con una forma que le costó reconocer al inicio, pero que se hacía cada vez más clara.
- Yo soy… Yo soy…
Sus dedos lograron acariciar la constelación de estrellas brillando frente a él, relevándose en forma de carnero sangrado.
Dohko detuvo sus pasos al sentir una extraña sensación naciendo a sus espaldas, tan poderosa que casi lo paralizó.
- ¿¡Qué es esta espantosa cosmoenergía!? – preguntó Libra, mientras se daba la vuelta. – ¿¡Acaso viene de este perdedor!?
El caballero de Libra no daba crédito a lo que veían sus ojos. El cuerpo de Shion se encontraba bañado en un cegador cosmos dorado.
- ¡Imposible! – expresó Libra, sorprendido. – Estaba agonizando hasta hace unos segundos y ahora deslumbra de vida y poder. ¿Qué significa esto?
El brillo del cosmos llegó a su cúspide, dejando a Dohko paralizado. Shion ya no era más un hombre común, pues ahora se encontraba vestido con una armadura de oro tan imponente como la de él, mientras que en su brazo derecho sostenía un casco dorado con un ave, que no hacía juego con su atuendo, pues pertenecía a una jerarquía superior.
- No puede ser… ¿Acaso tú…?
- Yo soy Shion, caballero de oro de Aries y el Gran Patriarca que representa a Athena... Ahora lo sé.
La respiración de Dohko comenzó a agitarse, mientras apretaba sus brazos con ansiedad debido a sus delirios. Se sentía totalmente perdido. Por otra parte, la inseguridad o miedo habían desaparecido del semblante de Shion, quien había recuperado su verdadera identidad y encontrado el camino para terminar con su presente misión.
- ¡Maldito! ¡Así estés usando esa armadura, acabaré contigo!
Bañado por la furia, Libra se posicionó para volver a invocar su técnica más poderosa, sin embargo, el caballero de Aries no mostró ápice de duda, sino todo lo contrario. Estiró ligeramente su mano derecha, mientras que la izquierda la mantuvo a la altura de su abdomen.
- ¿Qué clase de posición es esa? – preguntó Dohko, interrumpiendo su ataque.
- Dohko de Libra, mi querido amigo. – habló Shion, mostrando una ligera sonrisa. – Es momento de que despiertes y vuelvas a ser el mismo de antes.
- ¡NOOO!
- ¡REVOLUCIÓN DE POLVO ESTELAR!
Miles de estrellas fugaces, a la velocidad de la luz, nacieron de las manos del nuevo patriarca, las que impactaron de lleno en el cuerpo de Libra, lanzándolo por los aires.
El renacido caballero dorado de Aries había cumplido su promesa…
- ¡Dohko!
Shion corrió hasta su inconsciente amigo y lo incorporó con cuidado para verificar su estado. Se sintió aliviado de ver que seguía con vida, a pesar de la herida de su cabeza. Sin embargo, su mayor satisfacción fue ver su semblante tranquilo, libre de todo control.
- Bienvenido a la vida, Gran Patriarca y caballero dorado de Aries, Shion. – reconoció el mochuelo de Athena, con orgullo al ver que el guerrero había superado el desafío.
- Lo logré… Yo pude…
El patriarca no pudo emitir una palabra más, pues su cuerpo cayó inconsciente en el suelo. Su alma se trasladó a la última de sus vivencias, la misma que en esos momentos también estaba naciendo en Dohko.
Después de casi dos horas de viaje, Shun y Saori llegaron a Atenas.
La dama no cabía en la felicidad de estar ahí, pues sentía como si estuviera regresando a un hogar que tuvo que abandonar. Lo que ella no sabía, es que Shun sentía lo mismo, solo que sus emociones estaban teñidas de ansiedad y desolación, como si presintiera el inicio de algo siniestro.
A pesar de que el médico le recomendó a su amiga que tome las cosas con calma, esta hizo caso omiso. Apenas llegaron al hotel a dejar sus cosas, comieron algo rápido y se vistieron con ropa más cómoda para soportar el implacable calor que hacía a esa hora. Saori quería explorar los alrededores cuánto antes, sin perder más tiempo.
- ¿Me queda bien este vestido? – preguntó Saori, nerviosa. – Mi mamá lo hizo para que lo use en este viaje.
- El azul siempre te ha quedado bien... – dijo Shun, sonriendo. – Pero estás tan ansiosa como si fueras a tener una cita.
Shun por su parte, solo estaba vestido con un pantalón negro y una camisera verde, nada especial.
- Tendré una cita con muchas preguntas, por eso quiero verme bien. – respondió ella, sonrojada. – Tú también deberías preocuparte por tu imagen, pues quién sabe si en el camino encuentras a la mujer de tu vida.
El joven se sonrojó ante la locura que dijo su amiga, para después cerrar los ojos y sonreír. Su manera de ser nunca le había permitido socializar con alguna mujer que pudiera ser de su interés, por lo que la posibilidad que planteaba Saori la veía absurda.
- Sabes que nunca he tenido suerte con las chicas… – reconoció apenado.
- No digas eso, pues muchas mujeres te han perseguido, pero ni las has volteado a ver.
- Es que… no han llamado mi atención…
- ¿Quién sabe? – preguntó Saori, colocando una mano en su mentón. – Quizás, gracias a mí, conozcas a esa chica que te haga cambiar de opinión… Una que sea lo opuesto a ti.
- ¿Qué?
Saori decidió terminar el tema para dejar a su amigo con dudas, provocando que la cara de este se ponga más roja de lo normal.
- ¿A dónde vamos? – preguntó el médico, intentando calmar sus nervios.
- Por ahí…
- No podemos salir simplemente "por ahí", Saori. – reclamó el joven, preocupado. – Yo no conozco mucho esta ciudad, podríamos perdernos.
- No te compliques tanto, solo dejemos que la vida nos guíe. ¿Sí?
Shun solo soltó un suspiro, para después sonreír con resignación, pues una vez más iba a solapar las locuras de su amiga.
Ya con todo decidido, salieron del hotel para explorar los alrededores.
La pareja de amigos desconocía por cuánto tiempo había caminado, pero su camino los llevó a una aldea llamada Rodorio, la que a era supuestamente popular, pero ellos nunca habían escuchado hablar de ella… O al menos eso creían.
El pueblo era pequeño y sencillo, pero acogedor por las personas, hogares y mercados que lo formaban. Shun sintió que en ese sitio solo estaban perdiendo el tiempo, por lo que pensó que lo mejor era finalizar el recorrido de una vez.
- No hay nada interesante aquí, así que creo que lo mejor es…
Shun interrumpió su sugerencia al ver que su amiga se alejó de su lado, ingresando a una pequeña arboleda cercana a la aldea. Shun, sin dudar, la siguió.
Los jóvenes llegaron a los que parecía un camino sin salida, sin embargo, una entrada con enredaderas se encontraba frente a ellos. También podían visualizarse varios letreros con señales de prohibición de paso.
- Shun… mira esto…
Saori, sintiendo su corazón latiendo desbocado, se acercó a un letrero que era distinto a los demás, en el que estaba escrito un nombre.
- Santuario de Athena…
La dama colocó una mano en su pecho al leer el nombre, mientras las emociones la consumían con ansiedad. Shun, a diferencia de ella, comenzó a sentirse tenso y con enormes deseos de huir de ahí.
- Saori, según tengo entendido, este santuario lleva cerrado muchos siglos y su entrada está prohibida. – dijo preocupado, tomando la mano de la chica. – Es mejor que nos vaya...
Nada de lo que dijo Shun tuvo importancia para la dama, pues se soltó de su agarré e ingresó a la entrada, traspasando las enredaderas como si fueran invisibles o inexistentes. El médico no dio crédito a lo que habían visto sus ojos.
- No puede ser… ¿Qué es esta energía que se percibe en este lugar?
No quiso analizar nada, pues de la misma manera que Saori, Shun ingresó por la puerta para poder alcanzarla, pues un horrible presentimiento lo atormentaba desde que habían puesto un pie en Atenas.
Una vez que Saori llegó al final del pasillo, se dio cuenta de que el misterioso santuario se encontraba en la cima un monte, y debajo de este un camino ascendente de construcciones que parecían pequeños templos o casas.
En ese instante, a la chica le comenzó a doler la cabeza, pues a su mente llegó una ráfaga de imágenes inexplicables, pero que le causaban un sin número de emociones; alegría, victoria, amor y amistad; pero al mismo tiempo, también experimentó la tristeza, el dolor, la soledad, el sacrificio y la muerte. Estas últimas emociones se reflejaban con la imagen de un cuerpo perverso que destruía todo a su paso, el que solo era capaz de manifestar oscuridad.
La forma de ese monstruo infernal provocó en ella inmenso terror.
- No… No regreses…
Ya no pudo más. Su cuerpo comenzó a desvanecerse, mientras su conciencia se perdía. Sin embargo, sintió un remanso de salvación en unos brazos que la acogían con vehemencia.
Por un momento, pensó que se trataba de Shun, pero su suposición fue desmentida al ver, por poco tiempo, los ojos de su salvador, los que poseían el color de brillantes meteoros.
- ¡Saori!
Shun, alterado, llegó hasta donde se encontraba su inconsciente amiga, quien estaba siendo cargada por un muchacho que le rogaba que despierte.
- Tú… Tú eres…
Shun sintió conocer a aquel joven de ojos y cabello color castaño…
Comentarios finales:
Un gusto saludarlos. Espero que se encuentren bien.
En este segundo capítulo, he tocado uno de mis temas favoritos, la pulsera o cadena de flores. Sé que todos lo saben, pero no está de más aclarar que esta idea siempre fue original de Kurumada, y no de la creadora de Lost Canvas; pero reconozco que el spin off puso más sentimiento en este recurso.
En mi caso, pienso darle mucha importancia a la cadena de flores, pues deseo crear en Athena una verdadera diosa capaz de luchar para proteger a los que ama y no cometer los errores del pasado. No me malinterpreten, me gusta la Saori de la historia original, pero considero que como deidad pudo evitar muchas tragedias y muertes innecesarias, pues no olvidemos que Atenea era la diosa de la guerra, pero a nivel estratégico y sabio, mas no violento. Espero poder lograr ese desarrollo de personaje. Adicional, el que la pulsera esté amarrada en las muñecas de los personajes es una inspiración de lo visto en el manga ND, pues cuando los caballeros de bronce van a buscar a Athena al pasado, se encuentran protegidos por la cadena.
Sobre la pelea entre Shion y Dohko, la hice como un homenaje a la ocurrida en a la saga de Hades, pero siendo más realista con el contexto de esta historia. Al menos, a mi criterio, es normal que Dohko le haya dado una paliza a Shion, pues este aún no tenía desarrollado su cosmos y había vivido una vida casi completa como un humano "ordinario", así que, por esa razón, Libra no tuvo que esforzarse mucho para lastimarlo de gravedad.
Como comenté en el capítulo anterior, en esta historia, todos los caballeros habrán desarrollado su cosmos desde temprana edad; tendrán que despertarlo y recuperar sus vidas de diferentes maneras. Sin embargo, en el caso de los dorados, la situación es bastante especial, pues recordemos que ellos son considerados superdotados por haber nacido con el séptimo sentido ya desarrollado. En el caso de Shion, al ser patriarca, contará con un nivel superior a los demás.
En el siguiente capítulo no solo aparecerán nuevos personajes o situaciones, sino que daré una explicación sobre cómo los caballeros pueden despertar sus armaduras y por qué Shion está portando la armadura de Aries, puesto que esta le pertenece a quien fue su discípulo.
Espero que el capítulo les haya gustado. Siempre intento que no sean ni muy largos o muy cortos para que sean agradables de leer.
Les mando un abrazo.
Artemiss
