Capítulo 5: Maligno ritual
Seiya no solo había logrado instalarse en el hotel en el que Saori y Shun se habían hospedado, sino que pudo conseguir la misma habitación de ella. Su "increíble" idea de haberse hecho pasar por su pareja para recuperar un objeto olvidado, resultó exitosa, por lo que se sentía un triunfador.
- Aún no puedo creer que la encargada del hotel me haya creído. – se dijo a sí mismo, avergonzado, pero al mismo tiempo orgulloso. – Y aunque ella ya no esté, la presencia de Saori se siente en este ambiente… sobre todo su energía.
El joven no podía explicarlo, pero él estaba muy seguro de haber sentido la energía de la dama cuando estuvo inconsciente, la que lo protegió con fuerza y calidez. Cualquier persona normal jamás hubiera creído algo como eso, pero en su caso era diferente, pues no era la primera vez que sentía tal poder, y no solo lo creía por familiaridad.
- Esa calidez que desprendía Saori la he sentido también en mi hermana. – afirmó confuso. – Sobre todo de pequeño, cuando me defendía y cuidaba.
Su mente comenzó a confundirse por tantos sentimientos, pues no solo tenía que lidiar con la misteriosa desaparición de su hermana, sino con la terrible nostalgia y familiaridad que le transmitía Saori; sus encantos y belleza le atraían terriblemente, pero también sentía un deseo de saber más de ella y perderse en lo más profundo de su conciencia para descubrir sus misterios. Su presencia le hacía sentir asuntos pendientes con ella.
- Shun e Ikki me causan una sensación parecida a la de Saori. – afirmó Seiya. – ¿Dónde los he visto? Sé que no es la primera vez que hablo con ellos.
La cabeza comenzó a dolerle de tanto sobre pensar, por lo que decidió tomar una ducha y prepararse para dormir. Sin embargo, cuando estuvo a punto de acostarse, notó en el suelo cercano a la cama un extraño objeto.
- ¿Una pulsera de flores?
Le llamó la atención haber encontrado algo como eso en la vacía habitación, pero más se sorprendió al sentir un aroma conocido en los pétalos.
- Tiene el aroma de Saori…
No pudo comprenderlo, pero el objeto lo llenaba de paz y tranquilidad, hasta el punto de relajarlo y provocarle sueño. Sin darse cuenta, se quedó dormido con la pulsera entre sus dedos.
El sol se acercaba cada vez más a su próximo descanso, pero la mente de Saori no experimentaba la misma calma. El viaje de regreso a Santorini fue silencioso, no solamente porque no pudo despejar todas las dudas que su corazón tenía con respecto a sus extraños sueños, sino porque su amigo Ikki no dijo ni una sola palabra relacionada con su ausencia.
- Hija…
Saori, quien se encontraba en la ventana de su sala, salió de sus cavilaciones al escuchar a su madre llamarla. La mujer de ojos azules y cabello castaño, como siempre, la miraba con una cálida sonrisa, pero al mismo tiempo con preocupación.
- Mamá...
- ¿Qué tienes, Saori? – preguntó la mujer. – Desde que Shun e Ikki te trajeron a casa, no has dicho nada.
Muchas cosas perturbaban la mente de la muchacha, y no sabía de qué manera explicárselo a su madre, pues quizás no iba a creerle; como lo ocurrido en el santuario de Athena, el haber sido atacados por el espectro o ese poder interior que brotó con furia dentro de ella.
Sin embargo, lo que más le inquietaba era el haberse separado de manera tan abrupta de Seiya, sin tener la oportunidad de hablar más con él o encontrar una manera de volver a verlo. ¿Por qué no podía dejar de pensar en él? Reconocía que le parecía un hombre atractivo, divertido y de buen corazón por haberlos defendido, pero había algo más atrayente que le hacía sentirse unida a él, como si sus almas tuvieran pendientes mutuos.
- Pude conocer el santuario de Athena, mamá. – confesó Saori, omitiendo el desmayo que tuvo para no preocuparla.
- ¿En serio? – preguntó la mujer, sorprendida, pero aun así mostrando calma. – ¿Cómo pudiste entrar? Su acceso está prohibido
- Digamos que encontré la manera… – respondió la muchacha, restando importancia a la pregunta. – Solo pude estar por poco tiempo…
- ¿Y qué sentiste al verlo?
- Lo sentí… muy familiar. – expresó la joven, confundida. – Casi tan cálido como esta casa.
La mujer sonrió para camuflar la emoción que las palabras de su hija le causaban, aunque su corazón sintió un remezón ante las miles de ideas que pasaban por su cabeza, pero que sabía debía afrontar.
- Hubiera deseado que cuentes con más tiempo para investigar más el santuario.
- Es que pasaron muchas cosas… entre ellas, la inesperada llegada de Ikki. – contestó Saori, recordando con impacto todo lo ocurrido en el día. – Él se empeñó en traernos de regreso y no sé por qué. Nunca lo había visto así.
- ¿A qué te refieres?
- Él no es el mismo de antes. – dijo Saori, preocupada. – A pesar de que a Shun y a mí nos cuidó con el mismo afecto, percibí en él un inmenso dolor y dureza. Él siempre ha sido callado y serio, pero ahora lo es mucho más.
- Imagino que habrá sufrido mucho en el lugar en el que estuvo por estos cinco años.
Saori permaneció en silencio analizando las palabras de su madre, mientras que ella acariciaba su cabeza para que se tranquilizara. Sabía la confusión por la que su hija pasaba, pero también que esta estaba a punto de terminar.
Como madre y protectora, iba a guiar a su amada hija hasta su verdadero camino.
- ¿Por qué no vas a la casa de Shun e Ikki? – propuso la madre.
- ¿Ah?
- Ve, Saori. Estoy segura de que Shun está más confundido que tú al no saber lo que tiene su hermano. – indicó la madre. – Quizás los dos puedan lograr que Ikki cuente lo que le ha pasado.
La chica reflexionó un momento, hasta que decidió seguir la sugerencia de su madre. A decir verdad, sí tenía deseos de ir a ver a su amigo para averiguar todo lo ocurrido, pero temía ser imprudente.
- Está bien, mamá. – aceptó la dama. – Iré en este momento.
- Tómate el tiempo que necesites… querida hija.
Saori le dio un abrazo a su madre, para después salir corriendo por la puerta de su casa. La señora soltó un suspiro de alivio, y posteriormente caminó a uno de los muebles de la sala a tomar asiento. Se mantuvo así por largos minutos, hasta que sintió deseos de pronunciar palabra.
- El mal siempre llegará tarde…
En ese momento, una sombra se formó detrás de la mujer, mientras esta permanecía impávida, sentada en su sillón, con los ojos cerrados y con semblante sereno.
- ¿Tú eres Alexa? – preguntó el recién llegado.
- ¿Un juez del inframundo sabe mi nombre? – preguntó la mujer, tranquila.
Una risa hizo eco en la casa, mientras los pasos de la pesada sapuris se trasladaban frente a la mujer, quien alzó la vista al ver a su indeseado visitante.
- Claro que sé tu nombre, pues yo, Minos de Grifo, como juez del inframundo, descifro las identidades de los humanos con solo verles la cara. – dijo el hombre, sonriendo con malicia. – Sin embargo, tengo que reconocer que eres una mujer poco común.
Alexa se levantó de su asiento para mirar al juez a los ojos, causando que este se incomodara con tal determinación.
- Vine aquí por órdenes de la diosa Ker, quien me mostró el débil cosmos de Athena para llegar hasta aquí. – dijo el espectro, irónico. – Y me he quedado sorprendido al descubrir que eres su madre biológica. Eres tan protectora que pudiste predecir mi llegada, y por eso le dijiste a tu hija que se fuera. Qué dulce.
- ¿Qué es lo que quieres? – preguntó la mujer, seria.
- Donde resuene el cosmos de Athena, se encuentra su arma más poderosa; la diosa de la Victoria, Nike. – dijo Minos, avanzando un paso hasta la mujer. – Y como ella aún ni se imagina su identidad, es obvio saber quién la está custodiando.
Grifo señaló con su dedo el rostro de Alexa, causando que esta presione con fuerza su puño derecho al sentirse impotente. Sin embargo, no mostró ápice de miedo ante él.
- Entrégame a Nike, mujer. – ordenó Minos.
La dama cerró los ojos y lanzó una pequeña carcajada, causando que la paciencia de Minos empiece a claudicar.
- ¿Qué te hace pensar que te la voy a entregar?
- No quiero seguir perdiendo el tiempo. – advirtió el juez. – Tuve que abandonar una misión muy importante, y encargársela a alguien más, para venir hasta acá, así que no acabes con mi poca tolerancia.
Alexa no respondió, solo siguió mirando a Minos con la misma tenacidad, razón por la que el espectro se sintió más escolarizado.
- ¿No me vas a entregar a Nike? – preguntó serio.
- Nunca la vas a encontrar…
- ¿Eso crees?
Minos alzó las manos, y de sus dedos aparecieron hilos de cosmos que se enredaron en el cuello de Alexa. Aun así, ella se mantuvo firme ante el enemigo.
- Vamos a jugar algo interesante… a la "marioneta necia".
Ya he estado antes en este lugar… tan oscuro y perdido, tal y como me siento en estos momentos. Pensé que mi duro entrenamiento había terminado con estas pesadillas, pero sobre todo el amor de ella, de mi amada.
Esmeralda, hace un año que partiste al paraíso y ya no estás a mi lado. Aun mi corazón no te olvida, pues percibo tu aroma en cada partícula de mi piel, en cada beso y caricia que me regalaste hasta tu último aliento. Mi alma nunca se recuperará del tan horrible dolor de tu ausencia.
¿Por qué he regresado aquí? A pesar del duro camino que tuve que recorrer, Esmeralda, tu luz me ayudó a olvidar estos tormentos y centrarme en mi objetivo, pero ahora han vuelto y no me imagino cómo afrontarlas... No sin ti.
- ¡Por aquí, Shun!
Me alarmo ante una voz conocida, la que no había escuchado en años, pero que podría reconocer a miles de kilómetros. Cuando me doy la vuelta, descubro de quién se trata.
Veo a la muchacha que conocí hace diez años, la que ayudó a mi hermano a encontrar su preciado collar; Pandora, la hermosa alemana que me miraba con timidez, pero a la que pude sacarle una sonrisa con un simple gesto de amabilidad.
¿Por qué he vuelto a ver a esta mujer? Ya no tiene la apariencia de ese entonces, pero la reconozco a la perfección.
Pandora está con Shun, a quien sostiene de la mano, mientras se adentran al horrible bosque de oscuridad. Sin perder ni un instante, los persigo, pues tengo un mal presentimiento relacionado con uno de mis mayores miedos. Por muchos años, soñé a mi hermano siendo poseído por un dios maligno, razón por la que decidí dejar mi casa y encontrar mi verdadero poder. Gracias a mi maestro, el padre de Esmeralda, puede hacerlo, aunque no de manera completa.
Aun si mi fuerza no está en su cenit, yo defenderé a Shun a costa de mi propia vida. No permitiré que nada invada su pacífico corazón; prometí a mis amados padres cuidarlo y pienso hacerlo, sea como sea.
Corro por el bosque, entrelazándome con las terroríficas sombras de las ramas, hasta que mi camino se detiene por algo extraño e inesperado.
- ¿Un espejo?
Frente a mí se encuentra un espejo con alas de murciélago, el que refleja mi imagen. Cierro los ojos para recuperar mi aliento, y cuando los abro me encuentro con la escena más espantosa de mi vida.
Veo a mi hermano mirándome, pero con una apariencia totalmente distinta. Su piel tan blanca, casi transparente, sus ojos verdes y sin expresión, pero sobre todo, su cabello rojo, que al poco tiempo se tiñe de negro y maldad.
- ¿Cómo te atreves a interferir? – me preguntó el reflejo, enojado.
- Maldito… ¡Suelta a mi hermano!
Rompo el espejo con mi puño, causando que miles de pedazos caigan al suelo. Mi mano destila sangre, pero no me importa, pues si es necesario para alejar a ese ente de nuestras vidas, entregaría mi alma entera para eso.
- No… Tus heridas.
Espantado, bajo la mirada y encuentro a Pandora de rodillas ante mí, acariciando mi mano y cubriéndola con vendas negras. Sus lágrimas salen sin control, lo que causa que mi corazón se estremezca de dolor al verla en ese estado.
¿Por qué? ¿Por qué esta mujer me provoca tal compasión y afecto?
- Yo voy a cuidarte a partir de ahora… Mi vida te pertenece.
…
Ikki se levantó de su cama con la respiración descontrolada, mientras el sudor resbalaba por su frente. Se sentía impotente al ver que las pesadillas que lo mortificaron por años habían regresado, siendo esta última la más horrible.
- Ikki…
El hombre volteó y vio a su hermano menor parado en su puerta, quien llevaba en sus manos una taza de té. Ikki sonrió, tratando de mostrarse tranquilo ante él.
- Ya que le dijiste a los sirvientes que no tenías hambre, te traje esta taza de té. – dijo Shun.
- Gracias, hermano.
Shun entregó a Ikki la taza con el relajante líquido, quien se lo bebió con prisa debido a los nervios que lo perturbaban. El menor notó a la perfección sus reacciones, y estaba pensando la mejor manera de comenzar la conversación sin que su hermano se sienta invadido.
- Ikki… ¿De verdad has venido para quedarte?
- Así es, Shun. No voy a volver a irme. – respondió el hombre, sonriendo a su hermano y colocando la mano en su hombro. – A partir de hoy, me quedaré a tu lado.
- ¿Eso quiere decir que me vas a ayudar con la administración del hospital de mamá y papá?
- Sí, para eso me preparé. – respondió igual de cálido. – Así que espero que seas el mejor médico de todos. No aceptaré excusas ni mediocridades.
Emocionado, Shun abrazó a Ikki, quien correspondió al afecto. El mayor ya había logrado su objetivo, había perdido a su amada, así que ahora iba a intentar seguir con su vida.
En el momento en el que Shun se separó de su hermano, centró su mirada en algo colgando de su cuello, por lo que lo tomó para verlo.
- ¿Y esto, Ikki?
Ikki tomó el adorno del collar con los dedos, disimulando su dolor al recordar todo lo que significaba en su vida. Su más preciado tesoro.
- Es el ave Fénix. – respondió seco.
- ¿El que renace de las cenizas? – preguntó Shun, muy interesado.
- Así es. Fue un regalo de…
Ikki enmudeció antes de revelar el origen de su tesoro, pues su corazón aún no se sentía listo para hablar del amor de su vida, Esmeralda.
Shun notó el incómodo silencio de su hermano, pero sobre todo la tristeza de sus ojos, así este los cubriera con aristas. De la misma manera, vio algunos moretones en sus fortalecidos brazos, como signo de los duros días que seguramente le tocó pasar.
- Hermano, necesito saber dónde estuviste todo este tiempo. – cuestionó el médico, desesperado.
- Yo…
- No es necesario que me cuentes todo, puedes tomar el tiempo que necesites. – dijo Shun con una sonrisa. – Pero la única manera en que perdone tu cobarde abandono, es que al menos me digas qué fue de ti.
- Perdóname, Shun… Te hice sufrir tanto, hermano.
Ikki se sintió culpable ante los reproches de su hermano, por lo que, al menos, iba a despejar su duda más básica.
- Estuve en Perú, en la isla de la Reina Muerte. – respondió Ikki. – Ahí conocí a un hombre que me enseñó a despertar estos poderes… los que vienen de mi cosmos.
- ¿Cosmos? – preguntó Shun, sintiéndose extraño al escuchar aquella palabra tan extraña, pero familiar.
- Desde muy pequeño sentí cosas dentro de mí, así que él me ayudó a identificarlas y a controlarlas. – continuó el hombre con su relato. – Cuando murieron nuestros padres, juré que siempre te protegería, así que decidí entrenarme por todo este tiempo.
Ikki volvió a silenciarse, pensando en el poderoso cosmos que su hermano había manifestado en la tarde. Tuvo deseos de hablar con él sobre el tema, pero temía preocuparlo. Además, dudaba que él, siendo médico, le creyera.
- Gracias por pensar en mí. – dijo Shun. – Pero como hermanos debemos cuidarnos los dos, no solo tú a mí. Ya no soy un niño.
- De todas maneras, quise fortalecer esa parte de mí. – afirmó Ikki. – Ahora soy más apto para cuidar de ti y de Saori.
Shun observó la pulsera de flores en la muñeca de su hermano, recordando aquella promesa tan importante. Sin embargo, aún había dudas con respecto a la dureza y tristeza de su corazón.
- Yo noto dolor en tu mirada. – afirmó Shun. – ¿Por qué?
- Yo… No sé de qué hablas. – negó Ikki. – Soy el mismo de siempre, solo estoy cansado. Después de cinco años de arduo entrenamiento, dormir en mi propia cama es un privilegio.
- No, yo te conozco. – refutó el médico. – Dime… ¿tiene que ver con ese colgante de ave Fénix?
El corazón de Ikki se sobresaltó ante esa pregunta, la que de ninguna manera iba a responder, pues significaba su derrumbe.
- Tengo mucho sueño, Shun. – dijo Ikki, deseando evadir el tema. – El té que me trajiste me relajó mucho.
Shun sintió un vacío al ver la negativa de su hermano, pero por respeto a él decidió no insistir.
- Tranquilo, Ikki. – dijo el joven, sonriendo y alejándose de la cama. – Voy a apagar la luz para que descanses mejor.
- Gracias. Hasta mañana.
- Hasta mañana, hermano.
Shun cerró la puerta y caminó hasta una de las ventanas de la casa, tratando de imaginar qué barbaridades le había tocado afrontar a su hermano para que se perciba tan lastimado. A los demás podría engañar, pero a él jamás.
- Ikki… ¿Qué te apena tanto?
No tuvo oportunidad de analizar su pregunta, pues desde la altura pudo ver la llegada de su amiga. No le sorprendió su acción, pues ella también estaba preocupada por Ikki.
Deseando no hacer esperar a Saori, Shun bajó de inmediato.
Shaka aún seguía su camino, mientras la luna ya se había presentado para brindarle iluminación. Como no iba a llegar a tiempo a su hogar, estaba buscando un hospedaje donde refugiarse, aunque encontrarlo tampoco le importaba mucho, pues dormir a la intemperie había sido repetitivo en su vida gracias a las prácticas del ascetismo.
Durante el trayecto, el expulsado monje se sintió en paz, pero desde hace unos minutos percibía a alguien siguiéndolo, y más que pasos o presencia, sentía una energía turbia.
- ¿Acaso un demonio me está acosando?
Shaka se dio la vuelta y mostró su rosario de cuentas para protegerse, y aunque aún no descubría su supuesto poder, su corazón le dictaba confiar en la leyenda de Asmita de Virgo. Al mismo tiempo, su "Chakra" emanaba por todo su cuerpo, lo que en él ya se había convertido en algo natural.
- ¿Qué pasa, Shaka? – preguntó la voz desde la distancia. – ¿Tienes miedo?
El joven reconoció la voz de inmediato, pero la horrible energía que percibía acercándose a él era lo que le preocupaba, pues cada vez se alejaba de la luz y se convertía en oscuridad.
En pocos segundos, su curiosidad fue despejada.
Ante Shaka apareció un demonio; un hombre vistiendo una armadura morada con múltiples brazos detrás de él. Una persona ignorante del tema pensaría que se trataba de una representación del mismo Buda, pero Shaka sabía a la perfección a quien le recordaba.
El legendario demonio que se enfrentó a Chenrezig en una batalla de voluntades.
- No… No puede ser.
Sin embargo, una vez que la imagen fue despejada por completo, Shaka se dio cuenta de que el rostro del demonio era más que conocido para él. Pensó que se trataba de su imaginación, pero para su horror no fue así.
- ¿Ahimsa?
- Así es, mestizo. Entregué mi alma a este espectro para ser uno solo con él. – respondió el recién llegado. – Soy Ahimsa de Atavaka, de la estrella terrestre del Líder.
Shaka abrió los ojos con terror al ver el monstruo en el que se había convertido el joven que alguna vez fue su amigo, el que no siempre fue malo. Ahimsa sonrió con malicia al ver el espantado aspecto de su oponente.
- ¿Por qué aceptaste a ese demonio, Ahimsa? – preguntó Shaka, aún impactado. – ¿Acaso traicionaste a Chenrezig e hiciste un pacto con Atavaka, su peor enemigo? ¡Eso es herejía!
- ¡Simplemente, encontré la razón por la que nací! – respondió el hombre, comenzando a llenarse de furia. – Tus estúpidas creencias nunca me sirvieron para nada, pues siempre sentí que afuera me esperaba algo más valioso, algo que me permitiera ser más fuerte y aplastar a los más débiles para ponerlos a mis pies. Hace poco me abrieron los ojos, y encontré mi camino gracias a la bondad del señor Hades.
El nombre de Hades retumbó con fuerza en la perturbada mente de Shaka, mientras imágenes se arremolinaban sin control en su conciencia.
- ¿Hades? – preguntó sorprendido. – ¿Te refieres al dios del Inframundo griego? Imposible.
- ¡Él está próximo a despertar! – exclamó Ahimsa, emocionado. – Y como prueba de su bondad, me va a permitir acabar con tu espíritu y tenerte a mi merced.
- ¿Qué…?
- Pensaba matarte hasta hace unos minutos, pero quien despertó mi alma de espectro, antes de marcharse, me hizo reflexionar. – expresó el villano. – ¿Por qué eliminar tu cuerpo físico si puedo acabar con tu espíritu? Serás mi esclavo, maldito Shaka. A partir de este momento me sirves a mí y al señor Hades.
Ahimsa hizo uso de sus largos brazos y elevó del cuello a Shaka, quien aún consternado por todo lo que debía procesar, comenzó a toser y a respirar con dificultad.
- ¿Qué pasó con ese supuesto poder? – preguntó Atavaka, mostrando una sonrisa divertida. – Ahora eres tú el mono que está en mis manos, el que pronto estará arrastrándose en el lodo.
- Ahimsa… – llamó Shaka, asfixiado. – Suéltame…
- ¡Silencio, bastardo! – reclamó el espectro. – Las órdenes las doy yo, así que ahora despertarás la oscuridad de tu espíritu.
Una de las manos de Ahimsa apareció una esfera de energía oscura y la comenzó a adentrar en el cuerpo de Shaka, quien lanzó un desgarrador grito y comenzó a retorcerse de dolor al sentir su cuerpo arder, como si se estuviera quemando en las llamas del infierno; al mismo tiempo, más imágenes invadían su mente; él portando una armadura dorada y perdiéndose en una dimensión extraña, o la de su cuerpo siendo destrozado por una cegadora luz de inexplicable origen.
- ¡MI CABEZA VA A EXPLOTAR! – vociferó Shaka al recibir tantas vivencias de manera tan tortuosa.
- No te resistas a la corrupción, Shaka. – ordenó Ahimsa. – Despierta como servidor de Hades.
La oscuridad comenzó a tragarse al joven, causando en él enormes deseos de escapar de ella, de angustia, pero todo esfuerzo parecía inútil. Sin embargo, no aceptaba caer tan bajo.
- No… mi espíritu se siente débil, alejado de mí. – pensó Shaka, sintiendo como todo a su alrededor se oscurecía más. – Yo… yo no soy un ser de la oscuridad. ¡No pertenezco ahí!
En ese momento, el cuerpo de Shaka comenzó a emanar luz dorada, mientras el rosario de cuentas brillaba con la misma intensidad, lo que causó que la mano del espectro se quemara y soltara a su víctima de inmediato.
- ¡Quema! – gritó Atavaka, aventando a Shaka al piso. – ¿¡Qué demonios fue eso!?
Shaka se esforzaba por levantarse del suelo, mostrando a su rival hilos de sangre saliendo de su boca y cuello debido a sus agresiones. A pesar de la encantadora escena, Ahimsa no se sintió satisfecho, pues su objetivo de causar en el joven su corrupto despertar no había resultado.
- ¡No servirá de nada que te resistas, mestizo! – reclamó Atavaka. – Yo soy un espectro, muy superior a ti, así que nada podrás hacer contra mí.
Con mucho esfuerzo, Shaka logró ponerse de pie, y en ese momento mostró ante su enemigo su rosario, causando que este lo mire con espanto.
- Estoy en desventaja, eso es un hecho. – dijo Shaka, limpiando con sus dedos la sangre de su boca. – Pero eso no quita que seas un demonio, y como tal serás expulsado al averno. Y lo haré usando este poderoso rosario.
Atavaka lanzó una esfera de cosmos para atacar a su oponente, seguro de que iba a lograr neutralizarlo. Shaka colocó sus manos en posición de Anjali para tomar su rosario y que este lo proteja de todo mal. Sin entender por qué, se dejó llevar por sus extraños sueños y visiones para ejecutar tal posición.
- Kān.
Para su horror, el espectro recibió de regreso su ataque, el cual lo lanzó hacía unos arbustos. Estaba estupefacto, pues no concebía tal nivel de poder en alguien que aún no había despertado por completo, que ni siquiera tenía idea de su verdadera esencia.
Shaka se sentía impresionado por lo que acababa de hacer, pero no se mostró inseguro ante su enemigo.
- Mientras recite este mantra, nada me perturbará, pues no solo me protegió de tu ataque, sino que devolvió la maldad a dónde pertenece, a ti. – explicó Shaka a Ahimsa. – La vida es un bumerán que te regresará en la misma medida todas tus acciones.
- ¡Cállate! – reclamó el espectro, humillado por su caída. – Estoy harto de tu palabrería. ¡Toma esto!
Atavaka se negaba a usar sus técnicas más poderosas para derrotar a un simple mortal, por lo que repitió su reciente ataque, llenándolo de todas sus malas intenciones. Por otro lado, Shaka preparó su nueva defensa.
- ¡Doblégate ante mí!
La esfera estuvo cerca de tocar a su víctima, sin embargo, poco antes de que pudiera lograrlo, una luz dorada detuvo su camino.
- ¿¡PERO QUÉ…!? – expresó Atavaka, conmocionado.
Shaka vio que frente a él estaba un misterioso escudo dorado, pero cuando la imagen se fue haciendo más clara, tomó la forma de un hombre vestido de una manera muy conocida para él.
- Una… armadura dorada. – habló Shaka, con los ojos desorbitados.
La luz perdió su brillo, revelando al recién llegado.
- ¿¡Quién eres tú, imbécil!? – preguntó Ahimsa, fuera de sí. – ¿Cómo osas a intervenir en mi ritual?
- Soy Dohko, caballero de oro de Libra, y no voy a permitir que corrompas al caballero dorado de Virgo.
La mente de Shaka estalló al escuchar la respuesta de su salvador.
- Caballero dorado de Virgo… – repitió en su mente.
Atavaka, enfurecido, intentó abalanzarse sobre Dohko, pero este tomó a Shaka del brazo y logró esquivar el ataque.
- Estás herido... – expresó Libra, preocupado. – Lamento haber llegado tarde.
- Yo… – Shaka no sabía qué decir ante la perturbación de su mente. – No entiendo nada.
- Tu cosmos me guio a ti…
- ¿Mi cosmos? ¿Qué es…?
- ¡NO HAY TIEMPO PARA CHARLAS! – exclamó Libra, en alerta ante su rival.
Dohko volvió a sacar su escudo para evitar el nuevo ataque de Atavaka, pero estaba decidido a no solo defenderse, sino a acabar con él.
- ¡No me importa de dónde hayas salido, caballero de quinta! – reclamó Ahimsa. – No puedes interferir en la voluntad del señor Hades.
- ¿¡No me entendiste!? ¡Toma esto! – gritó Dohko, posicionando su técnica. – ¡LOS CIEN DRAGONES!
La técnica cubrió de lleno a Atavaka, mientras un desgarrador grito perturbaba el ambiente. Dohko sonrió con orgullo ante su triunfo, sin embargo, las nubes producto del ataque, comenzaron a dispersarse.
Para el horror del caballero, Ahimsa de Atavaka estaba intacto.
- ¿¡Qué!? – preguntó Dohko, impactado. – ¡Está ileso! ¡Imposible!
Shaka, ya recuperado de su trance, vio con horror como Ahimsa seguía de pie, sin un solo rasguño, mientras la sonrisa de su rostro se mostraba satisfecha.
- Pensé que un verdadero caballero dorado sería un gran adversario para mí, pero no fue así. – se burló el espectro. – Así que ha llegado el momento de que conozcas mi verdadero poder.
Dohko se preparó para el ataque que Ahimsa iba a ejecutar, mientras que Shaka seguía perdido en el conflicto.
- No servirá de nada que protejas a Shaka con ese estúpido escudo, pues esta técnica los convertirá en muertos vivientes.
- ¿Qué…? – cuestionó Shaka, aterrado.
- ¡Veremos quién ataca primero! – amenazó Dohko, abalanzándose a su enemigo.
Libra, una vez más, se disponía a lanzar su poderosa técnica para intentar dañar a Atavaka, sin embargo, este lo impidió mostrando su más temido poder.
– ¡MALÉFICA RUEDA ANTI CELESTIAL!
En ese momento, los cuerpos de Dohko y Shaka se paralizaron, mientras el pánico comenzaba a consumirlos. Ahimsa comenzó a caminar alrededor de ellos, maravillado de ver que no podían mover ni un dedo.
- Shaka, ¿qué te parece esta técnica? – preguntó Atavaka, irónico. – Se parece a una que quizás recuerdes.
Efectivamente, Shaka sintió extrema familiaridad en dicha técnica, pero a nivel energético no la percibía igual.
- Mi técnica es una variante de ese poder, pues funciona gracias a la energía de las pobres almas que penan en este mundo… pero con el mismo resultado. – dijo el espectro.
- ¿Cómo te atreves a usar el dolor de los espíritus errantes para tus bajezas? – preguntó Shaka, enfurecido. – ¡Maldito demonio, no tienes perdón!
- ¡Ya te dije que el perdón no me importa! – afirmó Ahimsa. – Dentro de este campo, no podrán ni atacar ni defenderse, y bajo mi voluntad comenzarán a perder sus sentidos.
- No… no puede ser. – expresó Dohko, enfurecido.
- Libra, vas a pagar por haber intervenido en mi pelea, así que serás la primera víctima.
Atavaka coloca sus manos en postura Namaskara y dirige su mirada a Dohko.
- ¡Privación del sentido del tacto!
Dohko cayó al suelo sin poder mover ninguna de sus extremidades, mientras se quejaba de furia e impotencia.
- ¡Señor Dohko! – llamó Shaka, impactado ante el horrible poder de su atacante.
- Maldición, no puedo moverme. – se quejó el caballero, intentando arrastrarse en el piso.
- Shaka, tú y tu nuevo amigo hablan demasiado, así que mejor les cortaré la lengua a ambos. – informó Ahimsa, sonriendo con gusto. – ¡Privación del sentido del gusto!
Tanto Shaka como Dohko escupieron sangre ante el ataque, mientras su boca hormigueaba horriblemente, hasta que no pudo percibirse. Atavaka río con gusto ante la patética imagen de sus enemigos, lo que causó la furia del expulsado monje.
Shaka, fuera de sí y aprovechando su aún movilidad, asestó un golpe en la cara a Ahimsa, causando que este se enfurezca y le devuelva la agresión. Aun en el suelo, el joven intentó levantarse, pero su enemigo se adelantó en su agresión y le pisó la cabeza con desmedido odio, enterrándola en la tierra.
- Aún me sorprende ver que tienes fuerza y osadía para enfrentarme, e incluso herirme. – dijo Atavaka, limpiándose el rastro de sangre de su rostro. – ¿Tanto poder escondes, mestizo?
- No… no dejaré que te aproveches de quien no puede defenderse. Siempre has tenido esa maldita costumbre. – afirmó Shaka por telepatía, retorciéndose de dolor. – Ya te detuve en el pasado, así que lo haré de nuevo… ¿¡Entendiste!?
- Ya no soporto verte tan humillado, así que seré compasivo contigo de una buena vez. – se quejó el espectro. – ¡Privación total de los sentidos!
Dohko vio con impotencia como Shaka caía como un cadáver viviente, sin ninguno de sus cinco sentidos. Lo único que primaba en él era la conciencia, la que sería testigo de la venganza del espectro.
- Shaka, no comprendo cómo pudiste obligarme a llegar al punto de privarte de todos los sentidos. – dijo Ahimsa, sorprendido. – Ahora no eres más que un cuerpo inservible, así que aprovecharé tu inutilidad para corromperte ante los impotentes ojos de este caballero dorado.
Ahimsa comenzó a formar la esfera de oscuridad en su mano, esta vez tomando más tiempo para no volver a equivocarse y que la corrupción resulte exitosa.
Dohko comenzó a elevar su cosmos para encontrar la fuerza que le permitiera impedir la barbarie que Atavaka pretendía, sin embargo, su restricción de movimiento, más las heridas provocadas en la pelea con Shion, no le permitían lograrlo.
- No… No lo hagas, maldito. – reclamo Dohko en su mente, hundido en la desesperación.
Shaka, totalmente inerte, sabía que su fin estaba cerca, razón por la que el fracaso comenzó a invadir su corazón.
- Esta vida nunca fue el camino para mí, por eso nunca pude encontrar la iluminación ni al líder a quien servir.
Shaka sintió caer en un vacío sin fondo, eterno, mientras una sensación sedante lo recorría. Como último aliento, llegó a su mente el poema que su padre le recitó minutos antes de trascender, otra invaluable herencia familiar.
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Las flores retoñan y mueren, las estrellas brillan, pero eventualmente se apagan, todo muere; la tierra, el sol, y hasta algo tan inmenso como este universo, no está excluido...
Comparado con eso, la vida del hombre es tan efímera como un abrir y cerrar de ojos. En ese instante, un hombre nace, ríe, llora, pelea, sufre, regocija, lamenta, odia y ama a otros...
Todo es transitorio y luego caemos en el sueño eterno llamado muerte.
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- Estoy muriendo… ¿A dónde iré a parar? ¿Reencarnaré para reparar los errores de esta vida? ¿O desapareceré para siempre entre las partículas del universo?
La oscuridad se iba posicionando más de su camino, mientras los recuerdos de una vida desconocida, pero familiar, seguían llenando su mente como semillas cayendo de flores muertas a la tierra fértil, reiniciando así el ciclo de su vida. Shaka estaba resignando a aceptar su fin para hacerse uno con esa naturaleza.
- Shaka… Shaka…
El joven sintió un aliento llegar a su vida al escuchar aquella voz, la que por largos meses había esperado. Por un momento creyó que se trataba de un delirio profundo de su agonía.
- Shaka… Shaka…
Ahora se dio cuenta de que no se trataba de una ilusión, por lo que las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas de manera inmisericorde. Al fin sus plegarias habían sido escuchadas por su más grande divinidad.
- Maestro Chenrezig, por fin respondes a mis ruegos. ¡Puedo escucharte!
- Shaka, ahora que está muriendo tu vieja identidad, recibe con humildad el nuevo inicio de tu vida, pues la muerte no es el final, sino el inicio.
Shaka vio como en la oscuridad brillaba un pequeño cúmulo de estrellas, el que iba tomando forma a medida que se acercaba a él. Sintió la enorme necesidad de tocarlo y hacerlo suyo.
- Esta constelación de estrellas me atrae como el origen de mi vida… al reencuentro con mi energía interior… con mi cosmos.
- Shaka, que tu cosmos, poder y compasión sirvan para hacer justicia y aplastar al mal. Solo así te convertirás en el hombre más cercano a tu nuevo dios.
- Yo… Yo… Ya sé quién soy…
La mano de Shaka comenzó a estirarse para alcanzar la constelación, la que mostraba la oración de una virgen.
- ¿¡Pero cómo…!?
Atavaka se vio obligado a alejarse al ver que el cuerpo de Shaka comenzó a rodearse por una luz cegadora, mientras el poder de su cosmos crecía a niveles agigantados.
- ¡Imposible! – exclamó Ahimsa, aterrado. – ¡Ese maldito es un muerto viviente! ¡Le quité sus cinco sentidos!
Dohko observó la imagen con alivio, pues otro caballero había escapado de las garras de la oscuridad.
- Esa armadura dorada es… – habló el espectro, conmocionado.
La luz comenzó a reducir su intensidad, mostrando ante todos la verdadera identidad y cosmos de Shaka, el caballero dorado de Virgo.
Shun y Saori decidieron conversar fuera de la casa, pues el tema de Ikki los preocupaba. Por otra parte, la muchacha se sentía intranquila por motivos que no lograba descifrar.
- Lamento mucho que Ikki no te quiso decir nada más. – expresó Saori, apenada. – Si fue a entrenar a Sudamérica, tuvo que pasar por varias dificultades.
- Ikki pretende engañarme, pero sé muy bien que lo que le pasa no es físico, sino emocional. – afirmó el médico, preocupado. – Pero ya lo conoces, no será fácil que me cuente la verdad.
- Lo mejor es darle tiempo… Te aseguro que pronto será el mismo de antes.
Shun notó que Saori también se veía intranquila, incluso sus manos presentaban ligeros temblores, mientras su respiración se escuchaba un poco entrecortada.
- ¿Qué te sucede, Saori? – preguntó Shun, serio.
- Shun, quiero regresar a mi casa… – respondió la dama, ansiosa. – Dejé a mi mamá sola y quiero hacerle compañía. Necesito ir con ella…
- Está bien… ¿pero por qué estás tan nerviosa?
- ¡No lo sé! – respondió un poco alterada. – ¡Solo quiero ir a verla!
- Tranquila, yo te acompaño de regreso.
- Gracias… – respondió la joven, intentando calmarse. – Disculpa, no sé qué me pasa.
Los jóvenes se disponían a ir a la casa de la muchacha, pero cuando se dieron la vuelta, un espantoso escalofrío les recorrió el cuerpo entero, por lo que, asustados, voltearon a ver de qué se trataba.
Desde la sombra del patio, una figura comenzó a tomar una forma extraña, lo que causó que el miedo los invadiera de peor manera.
- ¿Qué es eso? – preguntó Saori, temblando.
La imagen comenzó a estructurarse con cada acercamiento, hasta que frente a los jóvenes apareció un ser parecido al que los había atacado en Atenas, pero más terrorífico y abrumador, sobre todo por sus oscuras alas y sus amenazantes garras. Un ave infernal.
- ¿A dónde van, par de mocosos? – preguntó el recién llegado, sonriendo. – No es educado recibir así a las visitas.
- Un espectro… – afirmó Shun.
- Soy más que un espectro, muy superior a ellos. – respondió el villano, dando una falsa reverencia. – Soy Aiacos, el espectro de Garuda de la estrella celeste de la Valentía, y estoy buscando a un joven llamado Shun. ¿Lo conocen?
Shun, a pesar de sentirse asustado, no iba a mentir con respecto a su identidad. Por otra parte, Aiacos se estaba divirtiendo enormemente con el juego que había comenzado.
- Soy yo. – respondió serio
Sin ninguna clase de consideración, el juez tomó del cuello a Shun y lo levantó del piso, lo que no causó ninguna reacción en el joven, pues sus emociones se petrificaron al estar en las garras del espectro. Saori se mostró alterada ante tan terrible escena.
- ¿¡Qué es lo que haces!? – cuestionó la chica. – ¡Suelta a Shun!
Aiacos, sin imaginar el origen de Saori, la miró con rechazo, por lo que con su mano libre la agarró del cabello con fuerza, provocándole dolor.
- Suéltala... – exigió Shun, intentando salir de su inmovilidad. – Déjala ir…
- Mujer… No estorbes.
Sin nada de pesar, Aiacos lanzó a Saori hacía un árbol cercano, causando que se golpee la cabeza y quede inconsciente. Ante tal horror, Shun comenzó a alterarse, intentando zafarse del agarre de su nuevo agresor.
- ¡Saori! – gritó espantado.
- ¿En serio, tú eres el cuerpo elegido por Hades? – preguntó Aiacos, mirando con disgusto a Shun y agarrando el collar de estrellas de cinco picos, el cual despejó sus dudas. – Sí… definitivamente, eres tú.
¿Por qué de nuevo esos seres mencionaban a Hades? Fue lo que se preguntó Shun. En menos de un día, estaba siendo atacado a nombre del mismo ser y no comprendía por qué.
- Nunca me imaginé que nuestro venerable señor habría elegido a alguien tan débil e insignificante como tú. Provocas menos que lástima. – criticó el juez, mirando de pies a cabezas al joven. – No cabe duda de que Rhadamanthys es un inútil al no haber podido contigo.
- ¡Suéltame! – exigió el joven, ya con la movilidad recuperada. – No me importa quién seas ni de qué hablas, pero no tienes ningún derecho a atacarnos.
- Hablas demasiado. ¿Por qué no te callas?
Con la mano libre, el juez se disponía a golpear a Shun para dejarlo inconsciente y llevárselo sin inconvenientes, pero su acción se vio detenida cuando sintió una horrible presión que provocó que su cuerpo saliera volando por los aires y aterrizara con violencia al suelo.
- ¿¡QUÉ DIABLOS FUE ESO!? – vociferó el juez, mientras su cabeza sangraba y palpitaba de intenso dolor.
Aiacos, luchando para incorporarse de su caída, se preguntó a sí mismo de dónde había provenido ese golpe, pues del joven que pretendía llevarse no podía haber salido jamás.
- ¿Qué es ese cosmos tan agresivo? – se preguntó impactado, mirando los alrededores. – No puede ser de este inútil mocoso.
- ¿¡Cómo te atreves a invadir mi casa sin haber sido invitado!? ¿Acaso no tienes modales?
De la sombra del pórtico de la casa, apareció Ikki con su cosmos rodeando la totalidad de su cuerpo, mientras la furia lo consumía desde lo más profundo. Aiacos lo observó con una mezcla de furia y al mismo tiempo sorpresa.
- ¿Tú fuiste el que me atacó? – preguntó indignado. – ¡Pero si eres un simple humano!
Ikki saltó desde el pórtico hasta colocarse frente a Shun, quien miraba la escena con preocupación, impactado de no poder descifrar las razones de tan extraños fenómenos presentados en su vida. Por otra parte, Aiacos no dejaba de analizar a su nuevo contrincante.
- ¿Quién eres tú? – preguntó Aiacos, enfurecido. – ¿Cómo puedes tener semejante fuerza sin una armadura? ¿Eres un caballero?
- ¿Armadura? ¿Caballero? – preguntó Ikki, riendo con ironía. – No sé de qué hablas y no me importa, pero no pienso perdonar que hayas atacado a mi hermano y a nuestra amiga.
- No me hagas reír… – expresó el juez, acercándose con rapidez a Ikki.
- ¡Ikki, cuidado! – gritó Shun.
- ¡Muévete, Shun! – indicó Ikki, tomando del brazo a su hermano y lanzándolo hasta donde estaba Saori inconsciente.
Aiacos pretendía sacar a Ikki de su camino de un solo golpe, pero se impactó al ver como este lo esquivó con gran velocidad y recibió de su parte una patada en el estómago, la que lo dejó sin aire por unos pocos segundos.
- No… No puede ser.
Garuda no asimilaba aún al rival con el que se estaba enfrentando, tan distinto a los demás, no solo por su agresivo cosmos, sino por su capacidad de luchar sin protección.
- ¡Ikki! – gritó Shun desde la distancia.
- ¡Toma a Saori y huye de aquí! – ordenó el joven. – ¡Rápido!
Shun se acercó hasta su amiga para verificar su estado, pero de ninguna manera iba a huir y a dejar a su hermano solo con semejante monstruo.
- ¡No! ¡No me iré! – exclamó Shun.
Aiacos tronó los dedos y varios esqueletos salieron de la tierra, los que rápidamente se dirigieron hasta donde Shun se encontraba.
- ¡Shun! – llamó Ikki, alarmado.
- ¡Tu pelea es conmigo, imbécil! – exclamó Aiacos. – ¡Pagarás caro tu distracción!
Aiacos propinó a Ikki una fuerte patada en su cara, causando que este caiga de manera violenta al suelo. El juez, aun con la agresividad saliendo por los poros, creyó que eso había sido suficiente para acabar con él.
- ¡Esqueletos, no permitan que ese chiquillo escape! ¡Atrápenlo!
- ¡Sí, señor Aiacos!
Los esqueletos estaban próximos a tocar a Shun, sin embargo, el joven se levantó para enfrentarlos, mientras una extraña furia y determinación lo consumían. Al igual que le ocurrió en Atenas, no comprendía el origen de esa fuerza, pero la iba a utilizar para ayudar a su hermano y defender a Saori.
- Aléjense, demonios… – expresó el joven en voz baja, mientras su cuerpo ardía. – No harán lo que quieran… ¡Desaparezcan!
Un aura rojiza rodeaba el cuerpo de Shun, y en el momento que alzó los brazos, mandó a los esqueletos a volar por los aires, destrozándolos por completo. Aiacos, impactado, se dio la vuelta para conocer el origen de tan abrumador poder, mientras que el joven caía de rodillas al no lograr contener la intensidad de su ataque.
- ¡No puede ser! – expresó impactado. – ¿De dónde sacó ese inútil semejante cos…?
- ¡NO TE DISTRAIGAS, AIACOS! – gritó Ikki, apareciendo de espaldas a su oponente, quien apenas se dio la vuelta fue recibido por llamas de fuego.
- ¡AAAAAARGH! – gritó Aiacos.
Una ráfaga de fuego rodeó al espectro, la que lo aventó a uno de los pilares del lugar. Gracias a su sapuris, Aiacos pudo proteger su cuerpo, mas no ocurrió lo mismo con su cuello, el que quedó con una gran herida a carne viva debido a que su casco había salido disparado.
- ¡BASTARDO! – gritó furibundo, tocando la futura cicatriz de su cuello. – ¿¡CÓMO TE ATREVES!?
- ¿Te vas a poner a llorar por un rasguño? – preguntó Ikki, burlón.
Ikki se acercó al juez para aniquilarlo de una vez, mucho más si estaba tras su hermano, quien había vuelto a manifestar su poderoso cosmos.
- ¡AHORA, LARGO DE NUESTRAS VIDAS! – exclamó el joven, levantando su mano para decapitar al espectro.
Ikki, impactado, se quedó con el brazo en el aire, pues la velocidad de Aiacos le impidió ejecutar su golpe mortal. Se dio la vuelta y encontró al juez con la mirada perdida, inyectada en sangre debido a la ira. Nunca en su vida se había sentido así de humillado, mucho menos por un humano ordinario.
- Te subestimé, Ikki. – afirmó Aiacos, respirando con furia. – Y en honor a tu extraordinaria fuerza, me obligarás a utilizar todo mi poder.
El cosmos de Aiacos comenzó a acrecentarse, causando que Ikki se pusiera más alerta ante lo que pretendiera hacer. En ese momento, un esqueleto que logró sobrevivir al ataque de Shun, corría hacia él con pedidos de auxilio.
- ¡Señor Aiacos! – gritó el ente, asustado. – ¡Ese muchacho es demasiado fuerte! Solo usted es capaz de...
El monstruo no terminó su frase, pues con un ligero movimiento de su mano, Garuda lo pulverizó, sin mostrar ápice de compasión. Ikki, a pesar de estar centrado en acabar con su oponente, se impactó de ver la dolorosa y humillante muerte del esqueleto.
- ¿¡Qué…!? – expresó Ikki, casi sin poder hablar debido al impacto. – ¿Asesinaste a sangre fría a tu propio sirviente? ¿El que confió ciegamente en ti?
- ¿Y? ¿Crees que eso me importa? – preguntó irónico, consumido por la furia. – Yo no necesito basuras en mi camino, pues no pudieron cumplir con mis órdenes. Además, ellos me temen, por eso me respetan y saben que si fallan serán peor que desecho ante mis ojos.
- No cabe duda que eres un verdadero demonio. – expresó Ikki, elevando más su cosmos. – Y por esa razón, no me contendré de enviarte de regreso a donde perteneces, al infierno.
- ¿Estás seguro? – preguntó el juez, soltando una horrible carcajada. – Ya te dije que te daré el honor de probar mi verdadera fuerza.
Con las garras de sus botas, Garuda dibujó una cruz en la tierra, causando que Ikki se confunda ante tal acción, mas no que se distraiga.
- Esta señal marca tu tumba… – señaló Aiacos. – Y si es que alcanzas a agonizar, verás cómo me llevo al inútil de tu hermano.
- ¿Por qué quieres llevarte a Shun? – preguntó Ikki, deseando conocer de una vez el origen de sus temores. – ¿Qué es lo que buscan seres tan demoníacos en él?
- ¡No tengo por qué darte explicaciones! – gritó el juez, enfurecido. – Pero si es tu deseo antes de morir, te lo diré… Porque es la voluntad de Hades, dios del Inframundo, quien reclama el cuerpo de tu hermano para regresar a la vida, y no descansaré hasta cumplir con mi deber.
Ikki solo necesitó esa respuesta para llenarse de ira y encender más su cosmos. De ninguna manera iba a permitir semejante atrocidad.
- ¡TÚ Y TU MALDITO DIOS PUEDEN PUDRIRSE! – gritó Ikki, acercándose a Aiacos con una esfera de fuego en sus manos.
- ¡PREPÁRATE A MORIR! – exclamó Aiacos, elevando el cuerpo de Ikki con sus brazos. – ¡ALETEO DE GARUDA!
- ¡AAAAAAAARGH! – gritó Ikki, mientras su cuerpo ascendía con violencia.
Aiacos observaba con fascinación el cuerpo de Ikki desapareciendo en el firmamento, mientras que Shun veía con horror dicha escena.
- Hermano…
En pocos segundos, el cuerpo de Ikki cayó con violencia en la cruz que Aiacos había dibujado, sin mostrar señales de movimiento. Shun quedó en trance observando la dolorosa imagen, pero después comenzó a llenarse del fuerte cosmos que dormía en su interior, con la furia e impotencia apoderándose de él.
- Nunca creí que un gusano como tú me haría perder tanto tiempo. – dijo Aiacos, volteando hacia Shun.
- Maldito…
- ¿Pero qué…?
Aiacos, para su horror, no logró predecir el fuerte golpe de cosmos que Shun lanzó sobre él, tan nefasto y arrasante como un tornado. Asimiló lo ocurrido cuando su cuerpo se topó contra uno de los árboles, mientras hilos de sangre salían disparados de su boca.
- Mataste a mi hermano… – reclamó Shun, impactado y enfurecido. – ¡Acabaré contigo!
El juez no concebía que frente a él se encontraba el elegido de Hades, el humano más puro sobre la tierra, pero con un poder tan grande que casi igualaba al de él. Su rencor y orgullo le reclamaban matar al muchacho, pero entendía que cometer semejante acto sería una blasfemia para su señor.
Aiacos se dio cuenta de que sus planes no salieron como lo esperaba, razón por la que había tomado una radical decisión.
- ¡Quieto, imbécil! – exclamó enfurecido, lanzando a Shun una esfera de cosmos que lo tumbó en el suelo.
- Argh... – se quejó Shun, respirando con dificultad.
Aprovechando la vulnerabilidad de su víctima, Aiacos elevó sus brazos para invocar un oscuro hechizo, producto de la determinación que se vio obligado a tomar. Poco a poco, una extraña imagen comenzó a tomar forma de una filosa y legendaria arma.
- El alma del señor Hades ha dormido en el reflejo de su espada por medio milenio, y está lista para poseerte. – indicó el juez al joven. – Debido a todo lo acontecido en esta absurda pelea, no me dejas más alternativa que iniciar el ritual de renacimiento aquí, en vez de llevarte al castillo. Nada podrá impedir que se cumpla tu destino, Shun. Esta espada te atravesará el corazón sin dañarlo, y con eso tu cuerpo será uno con el alma de Hades.
Hades estaba listo para regresar a la vida.
Por otra parte, y para ignorancia del juez, Ikki comenzó a despertar del letal ataque de su enemigo, y para su horror, vio como la espada se colocaba en dirección a su hermano.
- No… Shun…
Saori también comenzó a mostrar signos de conciencia al sentir tan pesada energía rodeándolos, sobre todo por el horrible sentimiento de familiaridad que le causaba.
- Él… él va a regresar… – expresó la joven, abriendo los ojos con dificultad para ver el terrible ritual.
Aiacos sonrió con satisfacción cuando la espada se posicionó en el ángulo correcto, directo al corazón de su recipiente.
- ¡Regresa a la vida, señor del Inframundo! ¡He aquí tu elegido portador!
En ese momento, Shun alzó la cabeza y observó como la espada se dirigía hacia él, por lo que cerró los ojos como mecanismo de defensa para esperar su final. Sin embargo, los abrió a los pocos segundos al escuchar el espantoso y desgarrador grito de Garuda.
- ¡NOOOOO! ¡MALDICIÓOOON!
De inmediato, Shun se dio cuenta de que el grito del espectro no fue lo que lo impactó, sino la horripilante imagen frente a sus ojos, una que superaba con creces a la más espantosa de sus pesadillas.
La espada de Hades había traspasado el pecho de su querido hermano mayor.
Comentarios finales:
Hola, un gusto estar de nuevo por aquí.
Hemos llegado al tema central de esta historia, la idea principal que me inspiró a escribirla. Como comenté en mi oneshot "Lagunas del pasado", desde que vi la saga de Hades, por primera vez, hace muchos años, me pregunté cómo habrían sido las cosas si Hades hubiera elegido a Ikki como su portador. Es interesante el tema de que un dios maligno elija como recipiente a alguien de corazón puro como Shun, lo que demuestra sus niveles de descaro y narcisismo. Ahora el giro del destino ha dado un vuelco tremendo y veremos cómo será el comportamiento de todos los relacionados con Hades ante este suceso.
Una parte de esta escena está inspirada en el primer capítulo del anime "Saintia Sho", y también se relaciona mucho al primero tomo del manga oficial francés "Time Odyssey". Justo en este manga pueden encontrar la razón por la que Ikki se entrenó en Perú, pues su maestro es de esa nacionalidad y se llama "Jorge", en honor al peruano con la colección de artículos Saint Seiya más grande del mundo. Aquí, el maestro de Ikki, no era una mala persona al inicio, sino que cambió al ser corrompido por el ataque de manipulación mental del patriarca impostor.
Espero que el enfrentamiento de Shaka e Ikki haya sido de su agrado. Me costó un poco formular dos peleas para un mismo capítulo, sobre todo porque intento hacerlas más emocionales que físicas, que es el recurso que más utilizo para escribir.
Muchas gracias por leer y por cada comentario, lo valoro muchísimo.
Saludos,
Artemiss
