El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!

El Enviado. Una Bebé Mimada.

Después de que Rozemyne reapareciera como el avatar de Mestionora, los dioses aparecieron usando como medio a miembros de mi familia, todo para dar las indicaciones de un juego. Si no lo conseguía, mantener el tejido, los dioses intervendrían y se la llevarían para siempre.

Abrí los ojos recordando una vez más la importancia de lo que hacía.

Miré a mi alrededor para ubicarme. Sabía por mi tío que fui el responsable de sacar a Rozemyne del palacio y entregársela, así que, siguiendo ese pensamiento, lo primero era crear un campamento donde pudiera permanecer con Rozemyne hasta que encontrara un modo de contactar con mi tío para que recibiera a su hija.

A juzgar por los saltos hasta ahora solo serian unos días. Aun así, no debía bajar la guardia, sobre todo, debía evitar que Rozemyne fuese a la biblioteca. Sin el autocontrol cultivado durante su niñez por culpa del acoso, era posible que mi esposa escapara a la biblioteca cada vez que pudiera.

A la sexta campanada salí de mi campamento. En ese tejido entré en el lugar por accidente, pero no debería ser muy difícil dar con el palacio oculto.

No me olvidé de activar el amuleto de Verbergen que encontré dentro de la sabiduría, para ocultarme y usé el amuleto de Anhaltung para encontrar el camino al lugar.

"Si no me equivoco, ese lugar debe estar por aquí…"

Solo encontré el lugar cuando la séptima campanada sonó.

'Debería haber venido aquí durante la mañana', fue lo que pensé en el instante en que pasé la barrera que mantenía el lugar aislado del resto de la academia.

Gemidos y sollozos resonaban desde cada una de las ventanas.

Me pegué a la pared cuando las voces de dos hombres llegaron hasta mí. Dos voces que conocía bastante bien.

"Entonces, ¿la niña es realmente tu hija?"

"Lo es… aunque planean hacerla pasar por hija del difunto Zent."

"¿Qué piensas hacer entonces, hermano?

"Seradina sigue suplicando que la lleve a Eischieren conmigo, pero apenas intente sacarla…"

"¿Por eso me pediste que viniera contigo?"

"Si. ¿Ves algún modo viable?"

"No… no lo sé. Esta oscuro. Myne es tan pequeña que podríamos ocultarla… pero esta tan apegada a su madre que comenzará a llorar en el momento en que intentemos sacarla de aquí."

"Hay otro problema. Si la llevo ahora sería señalada como una princesa oculta. Debo ocultar su origen si no quiero ponerla en peligro."

"Hay demasiado en juego aquí, hermano."

"Lo sé. Pensemos en una alternativa, mientras rezamos a Dregarnuhr y Anhaltung para encontrar el modo de librar a mi niña de este lugar. Lo único en lo que puedo pensar ahora es en pedir su liberación como regalía por mantener a Galtero y Eglantine a salvo, pero eso no funcionará si gana el primer príncipe. …y no quiero presentar a tu hija como una carga."

Ambos se detuvieron tan cerca de mí que pensé que me notarían. En cuestión de maná los superaba con creces, pero mi tío Bonifatius tenía unos fuertes instintos que le permitían detectar a cualquier feybeast que se ocultara, desde un Kieferdecke hasta un Riesefalkes e incluso un Goltze.

"Eglantine estará feliz de dar su nombre para ayudar." Dijo Bonifatius con un encogimiento de hombros, restándole importancia. "Por otro lado, tu hija está cumpliendo tres años, hermano, así que tienes algo de tiempo, y siempre podemos encontrar el modo de sacarla en secreto. Seguro que Edgar puede ayudar."

"¿Ayudar con travesuras como cuando éramos niños? Si, definitivamente nuestro hermano se unirá y…"

En el momento en que las voces de Bonifatius y Adelbert se perdieron al pasar la barrera, pude volver a respirar.

Solo cuando la adrenalina abandonó mi cuerpo fui capaz de procesar las palabras que compartieron.

'¿Tres años…? ¡Pero Rozemyne llegó a Eisenreich cuando tenía cuatro!, …de hecho, en el invierno de su cuarto año… ¿Qué está pasando?'

Mientras trataba de entender lo que estaba pasando observé a un hombre entrar en este lugar y comenzar a caminar hasta entrar en el palacio guiado por una mujer de entre 20 o 30 años.

"Por aquí señor." Los seguí desde una distancia prudente, de modo que no escucharan mis pasos.

El hombre entró en una habitación en el primer piso, mientras que la mujer que lo guiaba se retiró tras cerrar la puerta.

Caminé en silencio, medio subiendo cada tramo de escalera y caminando por cada pasillo escuchando los sonidos que salían de cada habitación. Fue muy incómodo, pero agradecí que no usaran herramientas antiescuchas de rango específico, tenía que encontrar una habitación.

Casi me había rendido cuando encontré una puerta que no debería existir. La abrí con cuidado de que nadie me viese. Me encontré con un pasillo de mármol blanco que conectaba con otra puerta.

"¡Ota!" se escuchó de pronto una voz infantil seguida de una risa.

"¿Otra? Myne ya te he contado tres, ¿no tienes sueño?"

"¡No! ¡Ota!"

Me detuve en seco, habiendo encontrado de forma inesperada la habitación correcta, sin embargo… ¿realmente tiene tres años…?

"Muy bien," murmuró a quien reconocí como Seradina. "¿De quién debería hablarte ahora…?"

"Vefumer"

"¿Verfuremeer, la diosa del mar?" curiosidad y diversión se mezclaron. "¿Por qué ella?"

"¡Pez!" gritó de pronto Rozemyne y tuve que sostener una herramienta antiescucha para que no me escucharan reír.

Abrí la puerta y me asomé al interior. Seradina giró para mirar quien entraba, ocultando a su hija detrás de ella. Mientras ella avanzaba para cerrar la puerta me moví hacia un lado para no chocar. La mujer miró a su alrededor y se asomó para verificar que nadie quisiera entrar.

No era que fuera fácil llegar aquí en secreto.

Este lugar era una especie de torre blanca, la cual se conectaba al edificio principal por un puente. También existía una escalera para subir desde el interior de la torre, pero estaba cerrada.

Según mi sabiduría, después del ascenso del Zent Waldifried, fue construido como un lugar para mantener aislada a su flor y proteger a sus hijos por nacer. El edificio estaba diseñado para que Seradina pudiera cuidar a sus hijos. El único acceso libre estaba conectado con el tercer piso para dejar que las jardineras entraran a cuidar a Seradina cuando fuera necesario.

La siguiente campanada transcurrió con Seradina contando historias a su hija mientras yo buscaba material educativo como tablas de madera o un harspiel infantil… sin encontrar nada.

'Tengo un muy mal presentimiento.' Solo cuando ambas se quedaron dormidas salí de la habitación. 'Necesito preparar muchas cosas…'

La mañana siguiente cacé algunas bestias feéricas y las saturé hasta que se convirtieron en polvo de oro.

Ayer mientras buscaba el palacio escuché a los eruditos hablar sobre publicar un pedido de materiales, lo cual resultaba muy útil para mí, que inicié este juego sin poder prepararme. No tenía dinero y lo único que llevaba encima no eran cosas que pudiera vender.

Por suerte (me negaba a agradecer a los dioses) antes de que Rozemyne desapareciera, Laurenz, Justus y yo terminamos de trabajar en un amuleto de bloqueo cognitivo. La idea era permitir a Justus y Margareth mezclarse en un grupo de personas para recolectar información y no levantar sospechas.

Irónico que lo más sencillo fuera conseguir ropa militar y una capa algo desgastada de un Ducado bajo. Debido a la guerra, la Soberanía no había parado de reclutar caballeros de todos los Ducados, por lo que hacerme con ropa descartada fue demasiado sencillo.

Una vez colocada la ropa como mejor pude, coloqué el broche que en realidad era la herramienta de bloqueo cognitivo para que mis rasgos distintivos quedarán ocultos. No debía mostrarme ante ellos.

"¿Un caballero perdido del último Ducado?" se burló uno de los eruditos apenas verme entrar a la sala donde debería presentarme según lo que pude averiguar.

Dejando que la mofa se me resbalara, caminé tratando de simular nerviosismo, dejándome caer en una rodilla y cruzando mis brazos.

"Eloy, en paz. Parece que fuera a hacerse encima de un momento a otro."

Hubo algunas risas y luego alguien me dio un golpe en la espalda. Al levantar el rostro, el erudito principal me hizo una señal para que me pusiera en pie, dándome permiso de hablar.

"Escuché que… estaban solicitando materiales… Milord. Por un precio adecuado."

Hubo algunas risitas más, todas calladas por el erudito principal, quién se frotó un poco las manos sin dejar de mostrarme una sonrisa no le y asentir con calma.

"Imagino que has traído algunos de los materiales solicitados, ¿cierto? ¿Puedo preguntar cómo se enteró de este encargó, Sir…?"

"Aldebaran." Respondí en medio de un ataque de pánico, tratando de no mostrar mi descontento al darme cuenta de que había dado un nombre de anime.

"Aldeba… vaya nombre" suspiró el erudito tratando de seguir mostrándose controlado, con varios de los otros haciendo un esfuerzo por no reírse de mi torpeza "en todo caso, me gustaría saber cómo se ha enterado de nuestra lista antes de que pudiéramos publicarla y que de ella nos ha traído."

'¡¿Es en serio?! ¿Tan desesperado estoy que pasé por alto una información tan importante?'

Me mordí la lengua y respiré, sujetando el saco de cuero con ambas manos para tratar de mantener la calma.

"Tengo un familiar entre los caballeros recién contratados, Milord. Al provenir del último Ducado del ranking, comprenderán que cualquier apoyo que podamos conseguir es indispensable."

Eso pareció convencerlos y yo sentí que me relajaba un poco al entregar el saco y comenzar a enumerar todos lo que había dentro… tres cuartas de los materiales solicitados. Por supuesto, cuando me preguntaron si yo solo conseguí todo esto, tuve que mentir, declarando que mi clan entero había participado y que yo había sido elegido para venir lo antes posible a hacer las entregas.

"Lo que hace la desesperación y el hambre" volvió a burlarse Lord Eloy, recibiendo una mirada de advertencia del erudito principal, quién no tardó en hacer una señal para que se me entregara mi pago.

"Es una lástima que no pudieran hacerse con todos los materiales de la lista, pero debo reconocer que han actuado con rapidez. Diga a al jefe de su clan que no duden en enviarnos materiales cada vez que se enteren de una nueva lista, por favor. La guerra está resulta do más costosa de lo esperado."

"¡Por supuesto! Informaré a mi tío abuelo al respecto."

Se me entregó un pequeño saco con monedas y me fui.

Usando los círculos de transporte para ir a la soberanía ordene varios insumos para un niño noble. Harspiel, ropa, elementos de entrenamiento, pizarra, gises…

No me costó mucho descubrir que había llegado en medio de la guerra civil, por lo que sin un Zent que custodiara la transferencia al menos había asegurado una forma de seguir obteniendo lo que necesitara.

También conseguí varias prendas de ropa de un nivel adecuado para un archinoble. Contraté a una costurera para que los adaptara al estatus de un príncipe.

Algo en lo que leí dentro la sabiduría me hizo pensar que lo necesitaría.

Ya que no quería gastar más de lo necesario y, ya que no tenía acceso a mi capital económico normal, seguí volviendo a la soberanía para pasar la noche y comer.

También agradecí por los pocos días que pude visitar a mi mamá en el salto anterior, mientras esperaba que Rozemyne despertara. No lo entendí en su momento, pero ella me enseñó a cocinar 'comida de campamento' durante mis escapadas a Wolf. Según parecía, yo se lo pedí tiempo atrás en una visita anterior. Por supuesto, ahora tenía algo de sentido. No podía contratar a un chef que hiciera la comida para mí y para la pequeña Rozemyne una vez la sacara de Adalgiza. Y ese era solo uno de todos los problemas con los que aún no sabía que tendría que lidiar.

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"…esto será un problema."

Solo llevaba dos días en este salto, cuando me percaté de un problema mayor que no tener dinero.

Si bien podía bañarme, o usar un waschen para limpiarme, podía usar ropa plebeya mientras estuviera oculto… pero no tenía forma de vestirme con ropa noble, no sin un asistente. La cremallera fue algo que desarrollé en el futuro, cuando ya era un candidato a archiduque, por lo que crearla ahora podría provocar un efecto mariposa que cambiaría las cosas de formas que no había forma de predecir.

Presentarme ante Seradina, o cualquier noble soberano con ropa plebeya no era una opción, pero… 'atravesaré ese barranco cuando llegue el momento.'

Otro problema importante era mi peinado. Desde que comencé a usarlo trenzado siempre hubo alguien que me peinara: Justus, Laurenz, mi madre... en el templo tenía a mis asistentes grises y en el último salto, el sumo Obispo Samuel colocó a uno de sus asistentes grises a mi servicio y ese gris me peinó durante esas semanas.

Después de varios intentos fallidos por trenzar mi propio cabello y notar cabellos sueltos, poca o nula simetría y la incomodidad de dejar una parte de mi cabello más ajustada que la otra, intenté amarrarlo en una coleta alta, una baja, pero los mechones seguían estorbando. Pensé en cortarlo, pero Rozemyne se molestaría demasiado si lo hacía y no sabía cuánto tiempo, (esperaba no fuese mucho) me tomaría terminar este juego.

Al final me rendí y coloqué el broche en la parte baja de mi cabello, usando el estilo de teregami o peinado infinito que se popularizó en la era Heian en el antiguo Japón… aunque, a decir verdad, lo recordaba más de algunos personajes que Shuu me obligó a ver cuándo aún era Tetsuo. Podía recordarlo molestándome con eso, sobre cómo debería dejar crecer mi cabello y peinarme como Wuxian de Lanxi Zhen o algún otro personaje que se peinara igual.

El cambio de peinado me resultó más incómodo de lo que esperaba, pero decidí no pensar en eso. Terminaría acostumbrándome tarde o temprano.

Estos días también me dediqué a vigilar a Seradina y a su pequeña hija, quien de alguna manera seguía escapando de la torre qué era su hogar para entrar en la academia. Los eruditos y guardias la cuidaban y la llevaban de regreso en cada ocasión, escoltándola apenas divisarla fuera de su habitación.

Ya que no entendía como lograba salir, me colé en la habitación durante la noche y la seguí, descubriendo así que Rozemyne bajaba por una escalera interior que Seradina no conocía.

Rozemyne debió encontrarla después de que su madre comenzara a vigilar la puerta principal con fervor.

La puerta estaba cerrada desde afuera, oculta en medio de árboles y flores en un jardín y solo zent podía abrir la puerta, sin embargo, no estaba cerrada desde el interior, razón por la que Rozemyne fue capaz de seguir saliendo sin que nadie lo notara.

Lo que también me daría una forma de sacarla sin que nadie se percatase.

Una vez que Rozemyne se fue a quien sabe dónde, estudié la puerta. No pude encontrar nada que se pareciera remotamente a un pomo o cerrojo. Lo que si encontré fue un cuadro donde podría encajar mi sabiduría. Al menos su versión de libro.

Canté Grutishet y la coloqué en el espacio, entonces solo canalicé mi maná y la puerta se abrió para mí, dándome acceso a la torre de Seradina.

Dos semanas después tenía todo lo que necesitaría para educar a una niña noble. No sabía muy bien como lo haría, pero mi esposa siempre fue muy lista, así que no debería ser difícil.

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"… y sus cinco exaltados, por favor, se los ruego. Liberen a mi niña de esta prisión y del mismo destino que yo. Suyos son mi maná mis cantos, suyo es mi hilo y mi cuerpo, pero por favor, se los imploro… lleven a mi Myne con su padre."

No era la primera vez que la escuchaba rezar, pero si la primera que su voz estaba cargada con tanta urgencia. Ya fuera por la preocupación de que su hija ya no volviera de alguna de sus excursiones o porque algún degenerado decidiera tomarla cómo flor antes de tiempo, la voz de Seradina estaba a punto de romperse en tanto sus ojos se llenaban de lágrimas mientras se agachaba sobre el pequeño cuerpo de Rozemyne. Fue entonces que decidí actuar, aprovechándome de las sombras en la torre para y el palacio para poder sacar a la pequeña sin problemas.

"Seradina, ¿Quieres salvar a tu hija?"

Ella se enderezó de inmediato. Sus ojos se abrieron con reconocimiento y una fé que no le había visto mientras las vigilaba aquí. Era la misma mirada devota y cargada de agradecimiento que solía ver en mi alumna, la tercera esposa de mi tío Adalbert.

"Si quiero."

Desactivé el amuleto de Verbenger y ella volteó hacia mí. No había ni un poco de curiosidad en ella, tampoco aprehensión. Era como si estuviera viendo a una persona de su entera confianza, alguien conocido… la idea de que los dioses me traerían de nuevo a este lugar cruzó por mi mente, pero la hice a un lado de inmediato. No tenía tiempo para sopesar las pistas de saltos futuros.

"Entrégamela entonces. La cuidaré y educaré. Cuando esté lista la entregaré a su padre."

Esperaba que me hiciera preguntas, que se pusiera en guardia y escudara a su hija de mí, un completo extraño oculto entre las sombras del cambio de fecha… sin embargo, con una sonrisa sincera y los ojos a punto de derramar lágrimas,

"Por supuesto que la confiaré al enviado de los dioses." Me respondió Seradina sin vacilar, tomando en brazos a Myne y caminando hacia mí con ella todavía en brazos, mostrándome una confianza que no era posible ganarse solo con parecerme ante ella una vez "Sin embargo, si se le permite, ¿podría decirme su nombre?"

No volvería a cometer el mismo error que con los eruditos. De hecho, necesitaba un nombre que se asemejarse un poco al mío. La certeza de que Seradina en realidad me recordaba en el futuro apareció ante mí y una pequeña risita se me escapó. De algún modo, esta mujer había burlado el lavado de memoria de los dioses y se había divertido de lo lindo viéndome en la Soberanía. El prometido de su hija. El enviado de los dioses. Seradina nunca dijo nada, pero tampoco hacía mucho por disimular que no nos estaba diciendo todo lo que recordaba y esta debía ser la razón.

"Puedes llamarme Dinand" respondí al fin, aceptando el pequeño cuerpo de Rozemyne y saliendo de ahí, pensando que usar el nombre que mi esposa había dado a su shumil de peluche era la mejor línea de acción. Era imposible que no recordara yo ese nombre o que no respondiera a él en caso necesario.

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La primera campanada sonó y yo ya estaba despierto, o quizás era mejor decir que no dormí nada, pero ¿cómo podría dormir?

Rozemyne se la pasó rodando en su cama, y varias veces estuvo a punto de caer. En varias ocasiones también me sujeto e impidió que me fuera o sentara en una silla para descansar, de modo que apenas me soltó y se quedó quieta, decidí preparar todo para las clases. Pondría los materiales a su alcance e iniciaría con lo que más llamara su atención, aunque estaba casi seguro de que sería la pizarra con su nombre escrito.

Salí del camper y comencé a preparar el desayuno: sopa de verduras con pollo. Era la receta que me enseñó mi madre, pero con una pequeña variación, ya que no tire el agua de cocción.

Podía escuchar la voz de caballeros y eruditos gritando que encontraran a la princesa, 'Notaron su desaparición más rápido de lo que esperaba.'

Cuando el desayuno estuvo listo limpié todo y entré en mi camper. Rozemyne aun no despertaba, pero según lo que observé, ya no debería tardar en hacerlo. Aun así, guardé la comida en una herramienta bento, la cual fue más fácil de preparar que una herramienta que detiene el tiempo.

"¿Mamá?" escuché la voz de Rozemyne desde la sala. Debió haber bajado desde su habitación en el segundo piso. "¿Mama, o tas? ¡¿mamá?!"

Corrí fuera del comedor. Rozemyne estaba hablando muy fuerte, los caballeros podían escucharla.

"¡¿Quen ere?!" preguntó con un grito, haciendo que me preocupara. No tenía una herramienta de rango específico y aun no conseguía todos los materiales para crearla. "No llores, ¡te explicare todo!" dije en susurros, tratando de calmarla, algo que no funcionó en absoluto.

"¡¿Donta mama?! ¡Mamá!"

"¡Es la princesa!"

"¡Busquen a la princesa!"

Podía escuchar las voces de los caballeros afuera del camper. El amuleto de Verbergen solo servía para ocultarnos de la vista, pero si se acercaban mucho podrían chocar con mi campamento.

Corrí a la zona de manejo, me senté frente al volante y pisé el acelerador. Llevaba una vida sin conducir, pero aun podía recordar cómo hacerlo y, esto era mi bestia alta, así que reaccionó como esperaba.

Subí en línea recta hacia el cielo, imaginando el movimiento de un elevador, un elevador de alta velocidad. Subí hasta asegurarme que los caballeros ya no serían capaces de escuchar la voz de Rozemyne y seguí subiendo. Subí hasta que ya nada era visible en el suelo.

Cuando me asomé, el movimiento de los caballeros era más similar al de los insectos que a personas. Debí haber subido quizás unos 9,000 o 12,000 metros, la altura de los aviones en vuelo.

Rozemyne seguía llorando en la zona del comedor. Sus gritos no habían disminuido en lo más mínimo. Entonces, solo entonces recordé la preocupación de mi tío sobre como Rozemyne comenzaría a llorar apenas la separaran de su madre.

Me acerqué a ella tratando de consolarla, pero siguió alejándose de mí. Cuando la acorralé y abracé para tratar de calmarla, luchó contra mí mientras seguía llamando a su mamá entre gritos y sollozos.

"Rozemyne, todo está bien." Dije con voz suave.

"¡Bwha, bhwa! ¡Quelo a mi mamá!" volvió a gritar, llorando más fuerte. "¡Mamá, mamá! ¡Quelo a mi mamá!"

Quizás veinte minutos después, Rozemyne se quedó dormida, exhausta por llorar y luchar contra mí. Cuando despertó una campanada después, la escena se repitió.

Despertar, llorar llamando a su mamá, luchar contra mí, quedarse dormida, dormir alrededor de una campanada y volver a iniciar…

'Debí prepararme más.'

Este intercambio absurdo en el que tuve que alimentarla con líquidos que pudiera beber dormida se repitió durante cuatro días y solo se detuvo cuando Rozemyne estuvo lo suficientemente hambrienta como para detener sus luchas. Cuando su estómago rugió tan fuerte que fue audible incluso sobre sus sollozos.

"¿Tienes hambre?" pregunté a la niña entre mis brazos a quien no había soltado para nada los últimos cuatro días…

"…ti." Respondió tan bajito que me hizo reír. Estaba tan exhausto como para no hacerlo. La única razón por la que no me había desmayado era por las pociones nutritivas y de recuperación que tenía conmigo.

'Tendré que agradecer a Justus por cargarme con pociones nutritivas cuando me estaba muriendo.' Mi hermano las había puesto en mi cinturón de pociones antes, cuando no conocíamos el paradero de Rozemyne, ya que, en mi estado, podía necesitarlas. En ese momento no tenía apetito, y Justus sospechaba que las necesitaría más temprano que tarde, sin embargo, no me habían hecho falta hasta ahora.

"Te daré de comer. Vamos." Me levanté del sillón sin soltar a Rozemyne, ya que temía que saliera corriendo. "¿Puedes quedarte sentada mientras te sirvo?"

"…ti."

La dejé en una silla y fui a buscar la comida. Puse su porción frente a ella y me senté a comer yo también. Miro su plato por un momento muy largo antes de mirarme a mí y volver a mirar su comida. La vi agarrar la cuchara de manera torpe y llevarse la comida a la boca tirando parte de la sopa en la mesa, recordándome de pronto que Seradina solía alimentarla para asegurarse de que comiera todo.

'Pensar que también deberé enseñarle modales…'

Rozemyne soltó la cuchara después de fallar tres veces y agarró el pan en su lugar, sumergiéndolo en el caldo antes de llevárselo a la boca y soltar un ruidito feliz antes de usar sus manos para coger las verduras y la carne de pollo, consiguiendo comer algo… en otra ocasión la habría ayudado, pero estaba tan cansado que ni siquiera tuve fuerzas para moverme a su lado.

No había dormido nada en cinco días. Desde la noche que la saqué del palacio.

"Rozemyne, ¿puedes tapar tu nariz? Te limpiaré."

"¿Romain?" preguntó señalándose.

"Si, Rozemyne."

"Eta ben." La vi tapar su nariz y canté waschen. Cuando el agua desapareció estaba limpia, lo cual le pareció algo divertido porque comenzó a reír.

La levanté de nuevo, aprovechándome de que tenía la guardia baja y subí con ella a las habitaciones. La séptima campanada debía haber sonado hace poco y yo estaba exhausto.

Después de cerrar la puerta con seguro para asegurarme que la bebé bajo mi custodia no escapara, me senté en la cama, bajo la atenta mirada de Rozemyne a quien seguía cargando y le otorgué una bendición de Schlaftraum para que durmiera, pocos segundos después me quedé dormido yo también con la pequeña entre la pared y yo.

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La sensación de un repetido golpe ligero en mi mejilla me despertó del agradable sueño que estaba teniendo, devolviéndome a la realidad.

Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fueron dos grandes ojos de luna que me miraban con sospecha, y el rostro de una pequeña de tres años inclinado sobre mí, con su cabello suelto cayendo a ambos lados de ella como cortinas de color medianoche. Mi mente también registró el movimiento de una mano que coincidía con una serie de pequeñas cachetadas que comenzaban a doler.

"Quelo mi mama." Dijo en el momento en que notó que estaba despierto.

"Buenos días para ti también, Rozemyne."

La vi hacer un puchero con la mano en el aire, como si estuviera considerando pegarme de nuevo, mirándome con el ceño fruncido antes de soltar un suspiro.

"Buen día." saludó a regañadientes. "Quelo mamá… y sopa."

Me levanté de la cama con un bostezo y modifiqué la pared para crear una pequeña ventana. A juzgar por el sol, debía pasar de la tercera campanada. Yo seguía sintiéndome cansado, pero no al borde del desmayo como la noche anterior. Estaba considerando cómo explicarle a esta diminuta versión de mi esposa que no podía volver con su madre cuando sentí que jalaban de mi pantalón, obligándome a voltear abajo.

"¿Rozemyne?"

La niña, sin soltarme, levantó el brazo libre y se puso en puntas, mirando de mí a la ventana sin dejar de jalar mi ropa con insistencia. La cargué de inmediato y una enorme sonrisa apareció en su rostro mientras su cuerpo se inclinaba hacia la ventana, obligándome a ajustar el agarre para que no fuera a caerse al suelo.

"¡Lelechah!" exclamó extasiada, señalando afuera y repitiendo de nuevo, cómo esos niños que solían gritar los nombres de algunos personajes de shows para niños cuándo había algún evento en los centros comerciales.

Tuve que mirar con cuidado antes de darme cuenta de que estaba señalando al sol.

"Leí-den-shaft" repetí despacio para corregir su dicción.

"¡Ti, ti! ¡Lelechah! Mi guta Lelechah"

De pronto recordé que una de las principales actividades de Seradina con Rozemyne era contarle historias… relatos folclóricos o descriptivos sobre Eisenreich… y leyendas sobre los dioses.

"¿Sabías que Leidenshaft tiene una lanza y el cabello azul cómo tú?"

Eso pareció agradarle porque volteó a verme sin dejar de sonreír, saltando de pronto y obligándome a atraerla y reajustar de nuevo el agarre para evitar que se cayera.

"¡Más! ¡Mi quele más Lelechah!"

Sonreí con cansancio y una repentina idea en la cabeza. Podría usar las historias de los dioses para tranquilizarla por algunos días, luego empezaría a instruirla. Estaba más que seguro de que está pequeña niña no pondría de su parte si seguía preguntando por su madre y llorando o intentando escapar a la menor oportunidad.

"Muy bien, Rozemyne. Te contaré más cosas sobre Leidenshaft y sus dioses subordinados, pero será después de comer y darte un baño, ¿de acuerdo?"

Ella me miró sin responder. Estábamos por llegar al comedor cuando su mirada y su falta de respuesta comenzaron a ponerme ansioso.

"¿Entendiste, Rozemyne?"

"¿Yo, Romain?"

"Si" le contesté un poco desubicado.

"¿Y tú?"

'¡Diablos! Lloró y peleó tanto que nunca me presenté con ella.' "Soy Dinand. Los dioses me enviaron a cuidarte, Rozemyne."

"¿Y mamá?"

Suspiré, tomando la herramienta bento y un par de platos con cucharas para colocarlas en la mesa, de algún modo, sin bajar a Rozemyne todavía.

"Tu mamá está bien. Está en el palacio."

"¿Poqué?"

"Porque ella pertenece a ese palacio. No puedo traerla."

"¿Poqué?"

"Porque tú mamá quería que TÚ estuvieras a salvo, Rozemyne. ¿Lo entiendes? ¿A salvo?"

La senté en una silla un poco más alta de lo normal e hice que la mía apareciera muy cerca. Tomé la cuchara de Rozemyne para cargarla con un poco de comida y llevarla a su boca, la cual permaneció cerrada y apretada sin que ella dejara de mirarme.

"¿Dinand?"

Alejé la cuchara de ella, sonriendo de que pudiera decir esa versión de mi nombre sin problemas y sosteniéndole la mirada. "¿Si, Rozemyne?"

"Quelo a mamá "

Dejé escapar un poco de aire por mi nariz en tanto volvía a acercar la cuchara a su boca, mirándola aceptar y comenzar a comer.

"Tu mamá está bien. La veras luego."

"No luego. Quelo mamá AHOLA."

Volví a rellenar la cuchara y a acercársela, observándola abrir la boca como si fuera un polluelo con el ceño todavía fruncido y sus manitas sujetando el bajo de su pijama. Si no me sintiera todavía cansado, me habría reído de eso.

"Lo lamento mucho, Rozemyne. Todavía no es posible. Prometo que volverás a verla."

Ella siguió comiendo todavía con cara de enfado, al menos, hasta que le recordé el trato sobre contarle más historias sobre Leidenshaft.

Con no pocos problemas, la llevé a darle un baño en el que ambos terminamos llenos de agua y espuma. Rozemyne pataleó y lloriqueó que no quería bañarse. Luego volvió a patalear y lloriquear cuando intenté sacarla de la bañera. Tuve que perseguirla por toda mi bestia alta, gritando todo el tiempo cargado de angustia por si resbalaba y caía. Cuando al fin la atrapé con la toalla, empezó a reír a carcajadas, dejándome secarla antes de preguntar de nuevo por su madre… y corriendo de nuevo tal cómo llegó al mundo cuando le dije que la vería otro día.

Para cuando terminé de vestirla y peinarla estaba tan exhausto, que solo quería devolverla y dormir. Ninguna era una opción viable, así que me senté con ella en la cama de la habitación e invoqué mi sabiduría.

"¿Qué es?" preguntó Rozemyne.

"Un libro" respondí sin notar nada raro, pensando en las historias de la biblia y encontrando la página de inmediato.

"¿Libdo?"

"Si, Rozemyne. Aquí están las historias de los dioses. Te leeré una sobre Leidenshaft."

Eso pareció emocionarla porque repitió el nombre mal dicho de Leidenshaft un par de veces, saltando sobre la cama, a mi lado, con las manos en alto. Para cuando terminé de leer, ella miraba la pantalla de mi tablet con los ojos muy abiertos. En ese momento me di cuenta del error que acababa de cometer. Ahora la niña pensaría que los libros se veían como las tablets.

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"Dinand, ¡Dinand!" me llamó la pequeña versión de mi esposa jalando de mi capa con insistencia inflando las mejillas "Romain quele jugar en altar."

Suspiré negando incrédulo al darme cuenta de que esta adorable versión de mi esposa con problemas de lenguaje no se ajustaba para nada a la niña madura de mis recuerdos, la misma que me acogió, me señaló cómo un plebeyo con maná y me solicitó cómo su erudito.

"Rozemyne, ya te dije que el altar no es un lugar adecuado para jugar. De hecho, no tengo un altar dentro de mi bestia alta."

La niña infló los cachetes de inmediato, sus pequeñas manos en puño fueron apenas levantadas antes de que tomara mi capa de nuevo y comenzara a jalar de ella.

"Romain jugar en altar."

"No. Rozemyne va a repasar sus letras."

"Romain no quele las letas. Romain quele jugar. Romain quele mamá."

"… no podemos ir con tu mamá, Rozemyne."

Sus ojos entonces se llenaron de lágrimas con mi negativa, tuve que recordarme que esta pequeña Rozemyne solo tenía tres años. Una vez que supiese leer se quedaría absorta en algún libro del mismo modo en el que se quedaba absorta escuchando cuando leía partes de mi sabiduría para ella.

"Prepararé un juego para ti." Dije de pronto mientras ella seguía llorando, acunándola entre mis brazos para calmarla.

"¿Un juego?" preguntó después de un momento.

"Si, un juego. Pero necesito que estudies tus letras mientras lo armo. ¿Puedes hacer eso por mí?" pregunté limpiando sus lágrimas con mi pulgar.

"…eta ben."

La senté en su mesa y le di la tiza y una pizarra. Por desgracia para ella, estaba muy atrasada en comparación con otros niños nobles de su edad. No lograba entender cómo pasó de ser una bebé mimada a la niña genio que conocí.

Su habla debía ser corregida con rapidez o no podría saludar correctamente a su padre y a Lady Verónica.

Debía al menos saber escribir su nombre, conocer sus números y tocar el harspiel a cierto nivel, de lo contrario mi tío jamás aceptaría dejarla en el templo sola.

Después de dejarla estudiando salí del camper y me escabullí dentro del bosque para conseguir madera. Lo único que podría montar y desmontar con facilidad era un columpio. Cuando comenzara a leer con más fluidez incluso podría usarlo para leer en el exterior.

'Espero que sea suficiente para entretenerla…'

Mientras caminaba, adentrándome cada vez más en el bosque, me arrepentí de no formar una segunda piedra de Hieghbeast. Mi caballo sería muy útil para llegar a las profundidades del bosque sin arriesgarme a ser descubierto por los caballeros que patrullan la soberanía a todas horas.

Después de media campanada al fin dejé de ver caballeros patrullando, por lo que caminé media campanada más. No podía arriesgarme a ser oído mientras derribaba algún árbol.

Una campanada después estaba regresando al lugar del campamento. Logré conseguir algunas feystone para fabricar una segunda montura y volver rápido. Me preocupaba dejar a Rozemyne sola tanto tiempo.

Cuando llegué de nuevo al camper no pude evitar suspirar frustrado al percatarme del silencio dentro de mi bestia alta. Rozemyne debió haberse aburrido de estudiar y se quedó dormida.

'A este ritmo no avanzará nada… Pensé que un año era mucho tiempo, pero puede que apenas sea suficiente. ¿Qué debo hacer? Piensa, Ferdinand, ¡piensa!'

Ya que mi experiencia con Rozemyne no parecía ser útil aquí, traté de recordar las historias que Shuu me contaba sobre ella, pero… "No tiene caso. Urano ya era un ratón de biblioteca cuando se hizo amiga de Shuu."

En Yurgenschmidt no existían los libros ilustrados, eso sería algo que Rozemyne inventaría en el futuro, por lo que necesitaba encontrar otra forma de llamar su atención.

No tenía caso pensar en eso ahora. Necesitaba despertarla y ponerla a estudiar un poco más antes de que fuera hora de comer.

'Quizás sea mejor comenzar su entrenamiento pronto. Necesita saber un poco de esgrima y fortalecerse para resistir los intentos de envenenamiento…'

Odiaba la idea de dejarla sufrir todo ese acoso, pero sabía que era necesario, por lo que descarté mi malestar y entré en la casa.

"¿Rozemyne…?"

Sentí como mi corazón se saltaba varios latidos cuando entré y no la vi por ningún lado. No estaba en la habitación, ni en el comedor. Ni siquiera estaba en el jardín… ¿Cómo salió? Me aseguré de cerrar la puerta para que no saliera por accidente…

Sintiendo como la vida me abandonaba corrí hasta el altar en la academia, recordando que Rozemyne quería ir a jugar ahí.

El altar estaba vacío, sin embargo, había pequeños pilares de todos los atributos.

Cuando estaba por irme para seguir buscándola, una risa infantil llenó el altar. Me apresuré a mirar hacia arriba mientras las estatuas de la pareja suprema se cerraban detrás de una pequeña Rozemyne que entraba al jardín de los comienzos.

Me apresuré a arrodillarme y rezar, asegurándome de abrir el camino, corriendo escaleras arriba mientras usaba mejoras físicas para avanzar tres escalones por vez.

Cuando terminé de subir, vi a Rozemyne dormida en la raíz de Airvermeen. Me senté a su lado, sin moverla o tocarla, temiendo que hubiese tomado su voluntad divina.

En algún momento me quedé dormido con ella y cuando desperté, la vi acurrucada en mi regazo. Sus ojos de luna estaban mirando el lugar donde suponía, estaba su voluntad divina.

"Dinand" me llamó de pronto. "Romain quele apender nombe de dioses." Dijo sin dejar de observar la piedra fey. "Romain quiere aprender y hacer que crezca."

"¿La tomaste?" pregunte solo para confirmar. "La piedra en el centro."

"No. Pequeña- Ma gande."

Asentí a sus palabras un poco confundido por sus palabras y regresé con ella al campamento.

.

'Voy a perder. ¡Definitivamente perderé! Esta debe ser la venganza de Mestionora, interfiriendo sin interferir." Pensé al borde del pánico. Entendiendo de pronto algo más. "Definitivamente Mestionora en persona educó a mi esposa para que superará su fase de bebé mimada.'

Cuando este salto inicio invertí casi un mes en conseguir materiales y dinero, en surtir una despensa para iniciar mi vida con Rozemyne, la última semana de dicho mes, después de lograr que se calmara, usé los últimos tres días para ganarme su confianza.

Pero desde entonces, había pasado más de un mes sin conseguir casi ningún avance.

No sabía qué hacer.

Rozemyne no avanzaba en sus letras, apenas aprendió su nombre, pero de alguna manera consiguió memorizar la forma de escribir el nombre correcto de todos los dioses. Aun si no podía pronunciarlos correctamente.

El entrenamiento con la espada tampoco había avanzado, si podía sostenerla de forma adecuada, pero era como si jugará más que entrenar.

El baile parecía interesarle lo suficiente como para conseguir un compromiso con ella en lo referente a su estudio de música.

Seradina le enseño la danza votiva. Por supuesto, el baile de Rozemyne era torpe e infantil, pero sabía todos los pasos. Prometer enseñarle la canción en el harspiel si avanzaba en sus escalas fue la motivación que necesito para comenzar a tocar.

Lo único de mi esposa que podía ver en la pequeña niña que ahora estaba a mi cuidado era su necesidad de dormir acompañada. La pequeña versión de Rozemyne seguía sin poder dormir en su propia cama y seguía colándose en mi cama para dormir.

No puedo permitir que Mestionora interviniera. Eso sería lo mismo que rendirme. Necesitaba solucionarlo de algún otro modo.

Antes de quedarme dormido, trate de pensar en formas de educarla, trate de imaginar que haría Rozemyne en mi lugar.