En el mundo de los muertos, el novio buscaba frenéticamente a su esposo, gritando su nombre con entusiasmo.

"¡Remus, cariño! ¿Dónde estás? ¡Amor mío!", repetía a viva voz, con la esperanza de encontrar a Remus en medio de aquel extraño entorno.

Mientras tanto, Remus se escondía, moviéndose entre los diferentes lugares buscando refugio. Finalmente, llegó a un prado de hierbas de un color negro inusual y se maravilló al ver todo tipo de flores vibrantes y coloridas. Entre ellas, encontró una flor blanca que arrancó con cuidado, quedando fascinado por su belleza.

En ese momento, un gusano que vivía en el cerebro del novio señaló hacia una dirección y exclamó: "Allí está, allí está". El novio se giró hacia donde había señalado su peculiar amigo y sonrió tiernamente al ver a su esposo tan hermoso en medio de ese prado.

Con pasos elegantes, el novio se acercó lentamente a Remus, caminando unos metros hasta estar más cerca de él. La escena era surrealista y llena de emociones intensas mientras los dos se observaban en ese prado misterioso y encantador.

Remus, sorprendido por la cercanía del novio muerto, se quedó inmóvil y no intentó huir de la situación. Aunque se sobresaltó inicialmente, decidió mantenerse allí y enfrentar lo que estaba sucediendo.

El novio muerto, sin embargo, no perdió la oportunidad de halagar a Remus. "Estás tan hermoso", le dijo, utilizando las mismas habilidades coquetas que solía poseer en vida. Era evidente que el novio no había perdido su encanto incluso después de la muerte.

Las palabras del novio hicieron que Remus se sonrojara. No esperaba recibir halagos de aquel extraño y menos en una situación tan inusual y surrealista.

Remus, tratando de controlar su sonrojo, desvió la mirada hacia otro lugar y decidió abordar la falta de conocimiento sobre el nombre del novio muerto. "Disculpa, pero ni siquiera sé cuál es tu nombre", dijo en un tono suave y con sinceridad.

"Vaya forma de iniciar el matrimonio", dijo el gusano que vivia en el cerebro del novio. Tanto Remus como el novio muerto lo escucharon, pero Sirius, un poco avergonzado, le pidió que no se metiera en la conversación. Luego, se presentó: "Me llamo Sirius, querido".

Sirius, recordando algo que llevaba consigo, mostró a Remus lo que tenía en sus manos. Confundido, Remus lo miró mientras Sirius le entregaba una caja cubierta de polvo y suciedad, pero que tenía una linda cinta roja en forma de moño.

"Ten, es tu regalo de bodas", dijo Sirius mientras le entregaba la caja a Remus. Este último, curioso, la abrió y se encontró con un montón de huesos en su interior.

"Gracias...", pronunció Remus de manera incierta, sin estar del todo seguro de cómo reaccionar ante aquel extraño regalo. Sin embargo, en ese instante, la caja empezó a moverse y se le cayó de las manos, cayendo en las hierbas cercanas. Para sorpresa de ambos, los huesos comenzaron a unirse entre sí, transformándose en lo que parecía ser un perro.

El perro, ahora formado por los huesos, miró a Remus y Sirius con ojos curiosos y una expresión leal. La presencia del animal agregaba otra capa de misterio y significado a la situación en la que se encontraban.

Remus, incrédulo, pronunció la palabra "Hocicos" al ver al perro formado por los huesos. El perro respondió ladrando felizmente, reconociendo a su dueño.

Sin perder tiempo, Remus se dedicó a mimar y acariciar a Hocicos, deleitándose en la compañía del fiel animal. Mientras tanto, Sirius soltó una pequeña risa y comentó: Sabía que te gustaría".

Sin embargo, las cosas tomaron un giro inesperado cuando Remus decidió poner a prueba la obediencia de Hocicos. Ordenó: "¡Hazte el muerto!" y el perro emitió un chillido desgarrador en respuesta.

Remus se sintió abrumado por el arrepentimiento y la culpa al darse cuenta de que su orden había lastimado a Hocicos. Rápidamente, se arrodilló junto a su amigo canino, acariciándolo y disculpándose incesantemente mientras intentaba calmarlo.

Remus, mirando a Sirius con gratitud en sus ojos, le agradeció en un murmullo por su comprensión y apoyo en ese momento difícil. Sirius asintió con aprobación, reconociendo la educación y la cortesía de su esposo.

Remus suspiró melancólicamente mientras se sentaba entre las suaves hierbas, sosteniendo la flor a pocos centímetros de su rostro. "Ojalá pudiera estar de vuelta con mis padres", murmuró en un susurro cargado de nostalgia y anhelo.

Sirius, al notar la tristeza en las palabras de Remus, se sentó a su lado, contemplando también la flor en manos del joven. Luego, planteó una pregunta sincera: "También desearía conocerlos. ¿Crees que les agradaría la idea de que te hayas casado conmigo?"

Remus reflexionó un momento, mirando la flor y buscando respuestas en su interior. "Mis padres eran personas tolerantes y amorosas. Creo que, al final, solo desearían que yo sea feliz y encuentre el amor genuino" respondió con sinceridad pero rapidamente recordo el matrimonio arreglado que dejo estropeado.

Remus, sumido en sus pensamientos, consideró la posibilidad de encontrar una forma de regresar al mundo de los vivos. "Podriamos intentarlo", dijo para si mismo "Podríamos volver allí arriba". Expresó su idea en voz alta, con una mezcla de confusión y esperanza en su mirada.

Sirius, al escuchar las palabras de Remus, entrecerró los ojos y frunció el ceño, reflejando su propia incertidumbre frente a esa posibilidad. "¿Podríamos volver allí arriba?", preguntó, buscando una respuesta o una confirmación de esa esperanza que brillaba en los ojos de Remus.

Remus, decidido a explorar todas las opciones posibles, se mantuvo firme en su sonrisa esperanzadora. "Siempre hay una posibilidad. Debemos encontrar una manera de regresar al mundo de los vivos juntos", respondió con determinación y sin darse cuenta las palabras que pronuncio al final ese 'Juntos' que sonaba mucho más de lo esperado.

"Creo que conozco a alguien que pueda ayudarnos" inquirió Sirius miemtras volvia a pararse. La mano huesuda de Sirius se extendió hacia Remus, ofreciéndole su apoyo. Aunque había algo sobrenatural en esa imagen, Remus sintió una extraña confianza en la sinceridad de Sirius y no dudó en tomar su mano, superando cualquier miedo que pudiera haber tenido anteriormente.

Remus y Sirius caminaron por las animadas calles del pueblo en el mundo de los muertos. Pudieron escuchar la risa y la felicidad de las personas fallecidas que disfrutaban de su existencia en aquel colorido lugar. Remus siguió de cerca a Sirius, observando las diferencias físicas entre ambos.

Remus notó que Sirius era un poco más alto que él, y en la tela desgastada y sucia de su traje de boda podía ver señales de que había sido usado durante mucho tiempo. También notó la mano huesuda de Sirius, donde residía el anillo que le había entregado anteriormente. Una extraña pero innegable sensación de que aquel anillo le quedaba bien a Sirius invadió la mente de Remus, dejándolo intrigado.

"Es por aqui"

Remus siguió a Sirius mientras se alejaban de las animadas calles hacia unas escaleras que conducían a una gran cueva. La curiosidad se apoderaba de ellos mientras avanzaban hacia lo desconocido.

Sirius, consciente de la acción de tomar la mano de Remus, se sorprendió gratamente al ver que el joven no había rechazado su gesto. Al darse cuenta de que sus manos seguían entrelazadas, trató de separarse de manera apresurada, recordando cómo había reaccionado anteriormente. Sin embargo, para su sorpresa, Remus no retiró su mano de un manotazo, sino que la dejó entrelazada con la suya.

Un sentimiento de conexión y confianza comenzó a crecer entre ambos mientras ascendían las escaleras juntos, con sus manos entrelazadas.

Las escaleras, a pesar de ser largas y viejas, no representaron un obstáculo para Remus y Sirius. Para Sirius, el hecho de estar muerto le brindaba una especie de inmunidad ante el miedo a caer, ya que había subido esas escaleras muchas veces antes. Mientras tanto, Remus intentaba superar su propio temor a caer, confiando en la compañía y en su conexión con Sirius.

Finalmente, llegaron al final de las escaleras y se encontraron en una cueva iluminada por miles de velas. La cueva estaba llena de estantes repletos de libros y pergaminos, que se extendían por doquier. Los cuervos, desde lo alto de los muebles, observaban con ojos penetrantes y llenos de sabiduría.

Era evidente que habían llegado a un lugar de conocimiento y misterio. Remus y Sirius observaron con asombro y curiosidad su nuevo entorno, esperando descubrir las respuestas que tanto ansiaban en aquel lugar.

"¿Quien anda ahí?", La voz resonante del viejo Albus llenó todo el lugar mientras se acercaba a donde Remus y Sirius estaban.

"Señor Albus, soy yo Sirius" Sirius, con voz tranquilizadora, se identificó como el novio muerto, lo que pareció calmar al viejo conocido.

El señor Albus era una figura peculiar y distintiva. A pesar de su baja estatura, su presencia emanaba sabiduría y autoridad. Su cuerpo, ahora esquelético, estaba cubierto por una túnica de color violeta claro adornada con estrellas amarillas. Donde se suponían que debían estar sus ojos, solo había dos profundos huecos oscuros, dando la sensación de un vacío infinito. Además, llevaba unos lentes media luna, agregando a su aspecto único y misterioso.

"Oh, querido, ¿qué los trae por aquí?" preguntó el viejo Albus, ajustando sus lentes para "observarlos" mejor, a pesar de que sus ojos eran meros huecos oscuros.

Sirius, con amabilidad, le explicó que deseaban solicitar su ayuda para regresar a las tierras de los vivos. El viejo Albus, desconcertado, preguntó por qué querrían ir allí cuando la gente de ese lugar anhelaba venir al reino de los muertos.

Sin embargo, entre súplicas y peticiones, lograron convencer a Albus de que les ayudara en su búsqueda. Él accedió a realizar un ritual para guiarlos de regreso, revelando la palabra clave para su retorno: "Infernaculo". Estas palabras dejaron a Remus dubitativo, preguntándose si realmente era necesario utilizarlas.