Capítulo 10
El Viernes por la mañana, la pastelería estaba en plena ebullición. Tara y Erin iban de un lado para otro sirviendo cafés, tés y dulces. Mientras tanto, la mente de Erin también hervía. Había tenido una larga conversación con Emily el Miércoles, y su hermana le había pedido perdón de nuevo por su "olvido". Pero luego ella le había contado que había conocido a otra persona, y que aún así esperaba que Aaron se quedara en sus vidas. Eso la enfureció todavía más, porque se había dado cuenta de lo que pretendía hacer su hermana. Desde entonces, apenas había cruzado un par de palabras con ella, a pesar de los esfuerzos de Emily.
Sabía que probablemente se estaba comportando como una niña, pero no le gustaba que la engañaran, ya había tenido suficiente de eso a lo largo de su vida. Esa noche, antes de que Emily se fuera a su cita, hablaría con ella.
Se dio cuenta que se habían terminado los cupcakes en el mostrador, así que cogió la bandeja e informó a Tara que iba a la trastienda a por más. Su compañera asintió mientras ponía un café. Estaba entretenida en su tarea, cuando unos minutos después, Tara entró.
-Erin, creo que deberías salir. Es importante.
-Solo un minuto. Enseguida voy.
-Eso puede esperar. De verdad. Yo me encargo ahora. Sal y tómate un descanso.
Erin la miró con el ceño fruncido, y la vio demasiado seria. Tara nunca estaba seria, así que debía ser algo importante. Salió a la tienda, y la vio. Alex estaba en la mesa más apartada, sujetando una gran taza de café, y con una gran rebanada de pastel de chocolate sin tocar frente a ella. Tenía lágrimas en los ojos, y respiraba agitadamente. Se acercó rápidamente.
-Alex cariño, ¿qué ha pasado? -preguntó sentándose a su lado.
Su amiga la miró un momento fijamente, sin hablar, sabiendo que su voz no saldría si lo intentaba. Erin frotó suavemente su brazo, transmitiéndole fuerza con ese gesto.
-James está bien ¿verdad? No habéis discutido ni habéis tenido ningún problema -intentó Erin. Alex negó con la cabeza.
-Bien, bien.
-Estoy embarazada, Erin.
Ella abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla al cabo de un momento. No sabía qué decir. Siguió frotando el brazo de Alex, mientras ella empezaba a llorar.
Hacía siete años el mundo de Alex y James se había venido abajo con la muerte de Ethan, su único hijo, y aunque un par de años después James sondeó a su mujer para saber si quería ser madre de nuevo, Alex no quería ni oír hablar de eso. No porque no quisiera más niños, Alex era una gran madre, si no porque la muerte de Ethan los había dejado destrozados. Seguían sin saber qué fue lo que les arrebató a su hijo, no sabían si era algo genético o algo que simplemente le afectó a él, pero fuera lo que fuera, no tenían un nombre. Y ese era su mayor miedo: ¿si se quedaba embarazada y ocurría lo mismo de nuevo? Alex estaba segura que esta vez no podría soportarlo.
-¿Se lo has contado ya a James? -preguntó Erin con voz calmada.
-No. He salido del hospital y me he venido directamente aquí.
-¿No trabaja hoy James?
-Está en su día libre. Yo tenía que recoger unos análisis, una revisión rutinaria, y cuando me lo han dicho -Alex volvió a sollozar-. Me han mandado al ginecólogo, me ha revisado y me ha dicho que estoy embarazada de aproximadamente diez semanas.
-Debes hablar con tu marido, Alex. Pero no te pongas en lo peor, no tiene que pasar lo mismo que con Ethan. A lo mejor esta vez sale todo bien.
-De todas formas, tengo cuarenta y dos años, Erin, no estoy preparada para ser madre de nuevo.
-No serás la primera ni la última que lo es a esa edad, Alexandra -Erin pensó en lo que le gustaría a ella tener un hijo.
-Lo sé. Es sólo que estoy tan confusa…
-Alex, habla con James. Deja de pensar y ponerte en lo peor. Estaré aquí para ti ¿de acuerdo? Decidas lo que decidas.
-Eres la mejor amiga que alguien puede tener -murmuró Alex en el hombro de Erin, mientras se abrazaban fuertemente.
Penélope sonrió cuando vio entrar a su mejor clienta. La señora Gibson iba todas las semanas a su salón de belleza, a peinarse, teñirse o arreglarse las uñas. Le dio un par de palmaditas en la mejilla a la rubia y se sentó en su asiento habitual. Penélope empezó con la rutina para teñir a la mujer, mientras ésta hablaba y hablaba sin parar. Cuando la mujer calló un momento para tomar aire, Penélope aprovechó para hablar.
-Bueno, ¿y qué tal su nieta, señora Gibson? La semana pasada me contó que estaba…
-Ay hija si, qué disgusto más grande. Pues al final dice que va a tener al niño, pero para darlo en adopción. Ha buscado una agencia para que encuentren una buena pareja para que se queden con el bebé.
-Oh vaya. ¿Entonces ella no puede quedarse con el bebé? -preguntó Penélope mientras seguía poniéndole el tinte.
-No hija. Está sola en el mundo. Quiero decir, ese asqueroso de su novio la dejó en cuanto supo del embarazo, y ahora mi pobre niña no puede cuidar a su bebé. Sus padres le han dicho que eso le pasa por no haber sido responsable, que tiene veinte años y no tiene cabeza. Yo la ayudaría, pero imagínate, a mi edad, no tengo fuerzas para cuidar a un bebé.
-Entonces solamente le queda darlo en adopción ¿no?
-Así es.
Siguieron hablaron mientras Penélope hacía su trabajo, y una idea se iba instalando en su mente. Antes de que la señora Gibson abandonara el local, le pidió que le mostrara una foto de su nieta, y Penélope creyó en ese momento, que todo podría salir bien para todos.
Llevaba cerca de quince minutos sentada en su coche, frente a su apartamento. Ni siquiera el ruido del tráfico había conseguido sacarla de su burbuja. Sabía que necesitaba entrar y hablar con James, como le había dicho Erin. Necesitaba sacar todo eso de su sistema, y saber cuál sería su siguiente paso.
Respiró hondo varias veces, se puso tranquilamente el abrigo, sin apresurarse, para alargar un poco más el momento y conseguir algo de valor, y luego se encaminó al apartamento.
Olía a café recién hecho, y sonaba una canción de Janis Joplin en el tocadiscos. James limpiaba el salón al ritmo de la música, y Alex sonrió con cariño. Antes de que ella diera a conocer su presencia en la casa, James se dio la vuelta y la vio.
-Hey cariño, ya estás aquí. ¿Cómo ha ido todo?
-Bien, bien. Pero necesito hablar contigo de algo -Alex entró en el salón y se quitó el abrigo. James iba a quitar la música cuando ella lo paró-. Sólo baja el volumen, déjala puesta, por favor.
James se encogió de hombros e hizo lo que le pidió. Se sentó al lado de su mujer, que parecía angustiada. Ella se frotaba las manos, nerviosa. James le cogió una para tranquilizarla.
-¿Qué ocurre, Alex? ¿No han salido bien los análisis?
-No…digo sí. Eso está bien. Todo está bien. Es…es otra cosa, James. Algo que no debería haber ocurrido, que no tengo ni idea todavía de cómo ha ocurrido, porque siempre hemos…
-Alex, respira un poco y deja de divagar. Sea lo que sea, lo arreglaremos.
-Estoy embarazada. De diez semanas.
Alex se levantó y comenzó a pasearse por el salón. James se había quedado en shock, pero en cuanto procesó la noticia, se levantó también. Cogió a su mujer por los codos, asegurándose de que lo miraba a los ojos.
-Está bien, cariño. No es el fin del mundo. Probablemente la píldora falló -Alex asintió-. Y ahora tenemos otra oportunidad. Tenemos cuarenta y dos años, y no es la edad ideal para ser padre, pero tampoco somos unos abuelos. Este bebé será el más querido del mundo -la acercó más a él y la besó en la frente.
-¿No tienes miedo, James? Porque cuando me dijeron que estaba embarazada lo primero que se me vino a la mente fue el momento exacto en el que se fue Ethan, y no estoy segura de poder volver a pasar por esto -Alex sollozó en el pecho de su marido.
-Por supuesto que tengo miedo. Pero creo que este es un regalo que nos hace la vida, por todo lo que hemos sufrido. Y no tiene porqué volver a pasarnos lo mismo.
-¿Pero y si pasa, James? No saben qué tenía Ethan, no sabemos si se lo transmitimos nosotros o…Y yo no quiero volver a pasar por lo mismo.
-Nos haremos estudios genéticos. Y al bebé cuando tenga las suficientes semanas. Sé que Ethan no se puso enfermo hasta los seis meses, pero podemos descartar muchas cosas. Conozco a una ginecóloga muy buena en el hospital, ella puede encargarse de tu embarazo.
Ella se apretó un poco más contra su pecho, y él la rodeó un poco más fuerte. La noticia lo pilló por sorpresa, pero desde la muerte de su hijo, había querido volver a ser padre. Solamente una vez se lo había planteado a Alex, dos años después, y después de enfadarse con él diciendo que había olvidado muy pronto a su hijo, se echó a llorar desconsoladamente. Él la abrazó y le pidió que lo olvidara, que había sido una tontería. Nunca más habían vuelto a sacar el tema.
-Pero Alex…-la apartó para que pudieran mirarse a los ojos-. Si decides otra cosa, si ves que no estás preparada para ser madre, te apoyaré en todo. No tenemos porqué hacer esto si vas a sufrir ¿de acuerdo?
Ella asintió y a pesar de su estado de ánimo, sonrió. Sin duda alguna había escogido al mejor hombre con quien pasar el resto de su vida.
Cuando Erin entró en casa, un rato antes de su hora habitual, escuchó a Emily en su habitación. Al principio pensó que estaba hablando por teléfono, pero cuando escuchó un "miau" en forma de respuesta y a su hermana seguir hablando se dio cuenta que su conversación era con el gato. Contuvo su risa mientras se dirigía hacia allí.
-Yo me pondría el vestido negro. Te queda muy bien -le dijo desde la puerta, luego entró en la habitación y se sentó en la cama.
Emily se dio la vuelta al escuchar la voz de Erin. Sonrió nerviosa a su hermana.
-¿Tú crees? ¿No es demasiado provocativo? Quiero ir bien y…
-Em, el vestido es perfecto para una primera cita. No es demasiado corto, ni tiene mucho escote. Es el vestido perfecto.
-De acuerdo. Confío en tu criterio.
Emily se quitó el suéter rojo y el pantalón gris que llevaba puesto, y volvió a ponerse el vestido negro, que había descartado sobre la almohada. El vestido tenía la manga por los hombros, y un pequeño escote en forma de "v" y terminaba justo encima de la rodilla. Se lo puso y se dio la vuelta para que Erin la viera.
-Estás muy guapa, Emily -dijo la rubia sonriendo.
-Gracias, Erin. Quiero que esto salga bien ¿sabes?
-Ni que fuera tu primera cita -se burló Erin.
-La primera no, pero hace siglos que no tengo una cita en condiciones. Y Derek realmente me gusta -susurró.
-Respecto a eso…-Erin se levantó para quedar enfrente de ella-. Siento mi comportamiento de esta semana. Pero hubiera preferido que me lo hubieras contado. Me alegro mucho si de verdad encuentras el amor con Derek.
-Yo…lo siento mucho, Er. Prometo que no volveré a hacer nada parecido. Pero creo que Aaron y tú podréis ser felices juntos. Sólo…sólo dale una oportunidad Erin.
-No lo sé Emily. Yo…no estoy preparada.
-Podéis salir como amigos. Podéis veros en plan tranquilo, y dejar que las cosas fluyan, y a lo mejor te enamoras perdidamente de él -Emily sonrió mientras posaba su mano en el corazón con diversión.
-¡Idiota! Déjame en paz ¿de acuerdo? Ya veré lo que hago. Y no te metas.
-Lo prometo. Esta vez te lo prometo -Emily abrazó a Erin fuertemente.
Cuando llegó al restaurante, cinco minutos antes de la hora, Derek ya estaba allí. La saludó sonriendo cuando se acercó a la mesa. Emily no pudo evitar pensar lo guapo que se veía con esa camisa negra, con los tres primeros botones sin abrochar y una sonrisa perpetua en la cara. Ella sonrió tímidamente al sentarse.
-Espero que te guste el restaurante. Me lo han recomendado, y creo que se come muy bien -dijo Derek cogiendo la carta.
-Si. Tiene un ambiente acogedor. Me gusta -Emily seguía nerviosa, aunque intentaba ocultarlo.
Tras unos minutos en silencio, estudiando la carta, el camarero se acercó a ellos e hicieron su pedido. Bistec poco hecho para él con patatas y salmón al horno con guarnición para ella. Y vino tinto para beber.
-Estoy un poco nervioso, así que si digo alguna tontería no lo tengas en cuenta ¿vale? -rio él con diversión.
-Me pasa lo mismo. Hace mucho tiempo que no tengo una cita, y estoy de los nervios.
-¿Y eso? ¿Has tenido una relación larga o…?
-No, todo lo contrario. Hace tiempo que no tengo una relación como tal. Digamos que…soy un alma libre -Emily sonrió pícaramente.
-Bueno, pues si todo va bien, esperemos que eso cambie ¿no?
El camarero llegó con sus platos, lo que le dio tiempo a Emily a respirar profundo. Realmente le gustaba Derek, y parecía que era mutuo.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro. Dispara.
-Esto…la chica del otro día…parecía que teníais mucha confianza ¿no?
-¿Savannah? Claro, es mi mejor amiga. De hecho, estábamos celebrando una especie de despedida de soltera. Se casa el 31 de Diciembre en Hawái. Va a ser un desfase. Y un buen fin de año también.
-Sin duda alguna.
-¿Creías que estaba saliendo con ella? -preguntó Derek levantado una ceja.
-Bueno, os vi tan juntos, con tanta complicidad, que pensé…-en ese momento, Emily se sintió totalmente ridícula.
-Nos conocemos desde los cinco años. Y es la novia de uno de mis amigos de secundaria. No te preocupes, estoy completamente libre.
-Es bueno saberlo -sonrió más tranquila.
Siguieron hablaron, conociéndose, durante toda la cena. Derek insistió en pagar la cuenta, y luego se ofreció a llevarla a casa. Dejó el coche justo enfrente de su edificio.
-Voy a decirte algo, y espero que no te parezca mal -dijo él en voz baja.
-Claro -Emily pensó rápidamente si había dicho o hecho algo que pudiera haberlo estropearlo todo.
-Emily, me gustas mucho. Y normalmente en estos momentos estaría besando a la chica, y diez minutos después, entrando en su casa para acostarme con ella. Pero no quiero hacer eso contigo -ella frunció el ceño, confusa-. No me malinterpretes, sí que quiero hacerlo, pero quiero hacerlo bien. Prefiero que vayamos despacio, que nos conozcamos, que las cosas fluyan entre nosotros.
-Estoy de acuerdo contigo. También me gustas mucho, Derek, y quiero que todo vaya bien.
-Perfecto. ¿Entonces hablamos este fin de semana?
-Claro. Adiós.
Emily salió del coche y entró rápidamente en su edificio. No pudo evitar dar un saltito de alegría mientras esperaba el ascensor. Por fin algo bueno iba a pasarle en la vida. Y esperaba que fuera duradero.
Continuará…
