Capítulo 16
El ambiente en la casa era totalmente festivo, aunque las hermanas Prentiss estaban seguras que a la gran mayoría de las personas que bebían y hablaban entre ellas, eso les importaba poco. Ni siquiera en la fiesta de Navidad celebrada por la embajadora Prentiss podían dejar de trabajar. Aprovechaban para hablar de negocios, o discutir algún tema que todavía no estaba cerrado.
La casa estaba elegantemente decorada, con un gran árbol de Navidad decorado con luces y una gran estrella en la esquina del salón dónde todos estaban reunidos. Había recibido grandes alabanzas de todos los invitados. Otro árbol más pequeño decoraba la sala privada de la embajadora, dónde solía pasar el tiempo cuando no estaba en su despacho. No podía decir que le gustaran esas fiestas, pero sí las apariencias. Y eso lo sabían muy bien sus hijas.
Ellas estaban de pie junto a la chimenea, con una copa de champán en la mano y el móvil en la otra. Emily llevaba un vestido negro ceñido, de tirantes y largo hasta los tobillos. No dejaba de mirar el pequeño aparato en su mano. Erin llevaba un vestido gris sin mangas, escote en V con el cuerpo de pedrería y la falda de tul. Y también centraba su atención en el móvil.
Habían saludado a un par de personas, algunos diplomáticos con los que su madre había trabajado mientras ellas crecían, pero no se sentían integradas en la fiesta. Ni en esa ni en ninguna a la que su madre las obligaba a ir y no podían escaparse.
-¿Podéis dejar los móviles y hablar con la gente? ¿Integraros un poco? Da la sensación de que queréis estar en cualquier otro sitio, ahí las dos quietas y paradas mirando embobadas el móvil -Elizabeth se acercó y susurró, con tono irritado, teniendo cuidado que nadie la oyera.
-Es que queremos estar en cualquier otro sitio -replicó Emily. Su hermana le dio un codazo.
-¡Emily por favor, compórtate! No te he educado para que te comportes así en mitad de una fiesta.
La morena iba a responder, cuando Erin le apretó suavemente el brazo, impidiendo que lo hiciera.
-Descuida madre. Ahora volvemos a la fiesta -respondió Erin con un suspiro.
-Gracias -les echó una última mirada, y se alejó.
-Debiste dejar que contestara lo que se merecía -protestó Emily cruzándose de brazos.
-Emily, vamos a terminar con esto de una vez y volvamos a casa ¿sí? -dijo su hermana malhumorada mientras dejaba la copa sobre la chimenea y daba un paso al frente.
La morena se encogió de hombros, se bebió el contenido de la copa e imitó a su hermana, mezclándose entre la gente. Esperaba que pudieran irse en un plazo máximo de una hora.
El día de Navidad siempre lo pasaban con su madre, en realidad, en la fiesta de Navidad de su madre, rodeados de gente (excepto el año anterior, cuando Erin sólo lloraba y no conseguía salir de la cama). Pero el día de Nochebuena era para ellas.
Se habían pasado el día viendo películas navideñas, habían cenado los restos de comida india de la noche anterior con pijamas a juego y al levantarse, habían abierto los regalos que se habían comprado una a la otra, sentadas junto al árbol como dos chiquillas emocionadas, mientras tomaban chocolate caliente.
A media mañana, recibieron la llamada de su padre, felicitándoles la Navidad. Edwin Prentiss se había divorciado de Elizabeth cuando Erin tenía nueve años y Emily cinco, y desde entonces, sólo lo habían visto en cinco ocasiones. Las dos niñas tampoco eran importantes para su padre.
Después del divorcio, y siendo también un reputado diplomático, decidió irse a Europa, estableciéndose en Alemania, se casó con una alemana, rubia, delgada y alta, miembro del consejo de administración de una de las mejores empresas energéticas del país, y tuvo dos hijos más.
Su padre les informó que al mes siguiente pasaría un par de semanas en la ciudad, y que le gustaría ver a sus hijas. Las dos aceptaron a regañadientes.
Emily se despidió de la mujer del ex embajador de Italia, a los que habían conocido en la etapa en la que su madre había trabajado en el país europeo. Estaba haciendo lo que su madre quería, pero ya se había cansado. Buscó con la mirada a Erin entre la gente, y no la encontró. Frunció el ceño preocupada mientras recorría el salón de nuevo, y al no encontrarla, decidió salir a buscarla.
Subió a la planta superior, y miró en la que había sido la habitación de su hermana cuando vivían allí. Pero la encontró vacía. Luego fue a la suya, pero tampoco estaba allí. Recorrió el resto de habitaciones, y las encontró vacías. Estaba empezando a preocuparse. Erin no se iría y la dejaría sola allí.
Estaba a medio camino bajando las escaleras cuando recordó algo. Dio la vuelta, esperando encontrar allí a Erin. En ese momento, el móvil emitió un pitido, avisando que tenía un mensaje. Era Derek. Sonrió cuando lo abrió. Respondió rápidamente y siguió su camino.
Erin estaba bajo el hueco de las escaleras del servicio. Desde la planta alta, se accedía a la zona del servicio, que bajando unas escaleras, daba directamente a la puerta de la cocina. A pesar de todo, era un buen escondite, pues estaba lo suficientemente oculto para ver a alguien a simple vista. Era el sitio favorito de Erin cuando era niña. Se escondía allí cuando estaba triste, enfadada, frustrada, o simplemente, necesitaba estar sola. Fue su lugar seguro hasta que se independizó. Así que Emily respiró tranquila cuando se acercó y la vio allí.
Abrazaba fuertemente sus rodillas, y tenía la barbilla apoyada sobre ellas. La falda de tul de su vestido caía con fluidez a su alrededor, y tenía una mirada triste en su rostro. Emily se sentó con dificultad frente a ella, estirando las piernas hacia fuera. La estrechez del lugar y el ceñido de su vestido, le impedían tener una posición más cómoda.
-Creí que tenía que parar la fiesta para que todos me ayudaran a buscarte -bromeó. Erin la miró, pero no reaccionó-. ¿Qué ha pasado Er? ¿Mamá se ha comportado como mamá?
-¿Te acuerdas de la figura del cisne de cristal que hemos visto en la entrada y que nos ha gustado tanto? -Emily asintió-. Pues se la ha regalado Mark. Sigue en contacto con él. A nuestra madre le gustan tanto las apariencias, tiene tanto miedo de que hablen mal de ella, que la gente sigue creyendo que seguimos casados, y que Mark no ha venido porque está cuidando a su padre enfermo.
-¡No puedo creer que sea tan rastrera! -soltó Emily.
-No sé qué me molesta más, que sigan en contacto cómo si no pasara nada, o que mamá siga mintiendo y engañando a todo el mundo -Erin apartó la mirada de su hermana y apoyó la frente en las rodillas.
-¿Por qué crees que hace eso? -preguntó Emily acariciando con cariño el brazo de la rubia.
-Porque ambos conocen gente importante, influyente, y se necesitan el uno al otro. Y aunque a Mark las apariencias le importan menos, ya sabemos que ella casi vive de eso.
-¿Sabes qué deberías hacer? Plantarte en medio de la fiesta, y decirle a todo el mundo que no, que ya no estás casada. Que Mark es un capullo y mamá también, que les ha mentido a todos -Emily rio sólo de imaginarlo.
-Yo no soy capaz de hacer algo así, Em -murmuró Erin.
-¿Quieres que lo haga yo? -preguntó con una pizca de emoción Emily.
-No. Sólo quiero irme de aquí y olvidarlo todo.
El móvil de Emily sonó con un pitido, pero ella lo ignoró. En ese momento, su hermana era mucho más importante.
-Es Derek ¿no? Puedes contestarle, no me importa -dijo Erin sonriendo.
-Vaaale. Está pasando estos días con su hijo. Me ha enviado una foto antes. Mira -y le pasó el móvil para que la viera.
-Vaya, se parece un montón a él -Erin sonrió con tristeza devolviéndole el teléfono.
-Sí, es un mini Derek. ¿Y Aaron qué está haciendo estos días? Te he visto escribir como loca antes, supongo que sería él ¿no? -preguntó Emily con picardía.
-Está con su madre y su hermano. Ella ha venido desde Virginia, y se va el día treinta. No se lleva muy bien con su hermano, pero los dos están haciendo un esfuerzo por su madre.
-¿Y vosotros en qué punto estáis?
-Estamos conociéndonos Em. No quiero precipitarme ni dar un paso en falso. He sufrido mucho, y estoy cansada, muy cansada de eso. Y quiero ir despacio. Y Aaron ha estado de acuerdo en eso.
-Me alegro mucho Erin -le cogió las dos manos-. Te mereces ser feliz de una vez, hermana -ella asintió.
-Creo que deberíamos salir de aquí.
-Sí, por favor. Este vestido no está hecho para estar sentada en el suelo -se quejó la morena ayudando a Erin a levantarse.
Emily pidió que les trajeran los abrigos, y la mirada que le echó a su hermana cuando sugirió despedirse de su madre, le dejó claro que no era una buena idea. Sólo era un gesto de buena educación, replicó Erin, pero para nada le apetecía hacerlo. Sobre todo después de enterarse de lo que estaba haciendo a sus espaldas. Ella meneó la cabeza y la besó en la sien con cariño. Y negaría, incluso bajo juramento, saber qué le ocurrió a la figura de cristal en forma de cisne que decoraba la mesita del recibidor. Pero el sonido del cristal contra el suelo se confundió con el estruendo al cerrar la puerta.
Una semana después, Emily vagaba tristemente por la casa. Derek se había ido la noche anterior a Hawái, a la boda de su amiga Savannah. No volvería hasta el día 2. Al menos, pasaría esa noche en Times Square con sus amigas y su hermana celebrando el cambio de año. Eso la animaba un poco.
Suspiró ruidosamente cuando escuchó abrirse la puerta y Erin entró en el salón. La miró con un puchero, queriendo llamar su atención y su hermana estalló en una carcajada mientras se acercaba.
-Si estás aburrida, triste o lo que sea, podías haber ido a la pastelería a ayudarme. Siempre vienen bien un par de manos extras.
-Yo no sirvo para eso, Erin. Yo me como el pastel y me bebo el café, pero no sé servirlo -dijo ella apoyando la cabeza en su hombro cuando Erin se sentó a su lado.
-Sabes que Derek volverá en un par de días ¿verdad? Y es algo que tenía planeado antes de conocerte. Viéndote, da la sensación que te ha abandonado para siempre -bromeó Erin.
-Es que lo echo de menos…-dijo con voz infantil y haciendo un puchero.
-Lo sé, lo sé, pero dos días pasan muy rápido. Y esta noche es la última del año, y hay que intentar disfrutar lo máximo posible, y entrar con buen pie en el próximo año. Creo que el año que viene va a traer cosas buenas para todos.
-Vaya hermanita, te veo muy positiva…¿has echado un polvo ya?
-¡Idiota! -Erin la golpeó en el brazo, y Emily hizo una mueca, pero se rio-. Creo que la terapia con el doctor Walker me está sentando bien.
-Me alegro mucho, Er. Te mereces sonreír de verdad de nuevo.
-Y cambiando de tema…¿Has sabido algo de Luke y Spencer?
-¡Sí! Me han enviado un montón de fotos, y se lo están pasando de lujo. A mí también me gustaría pasar un fin de Año en las Maldivas o en Hawái -suspiró.
-Tal vez algún día, Em.
-¿Vas a invitarme? Porque sabes que eres mi hermana favorita Erin. Te propondría para santa y todo.
-¡Oh sí! Santa soy, por aguantarte a ti todos los días -dijo ella con diversión.
-Creo que después de aguantar a nuestra madre toda la vida, las dos somos unas santas -replicó la morena.
-Emily, he empezado muy bien el día, y quiero terminarlo igual. No me lo fastidies nombrándome a esa mujer.
-Tienes razón. Finjamos que somos huérfanas. Total, no sería muy diferente a cómo ha sido nuestra vida…
-De momento, seguiremos ignorándola como hemos hecho toda la semana -Erin acarició ausente el pelo de Emily, que había apoyado la cabeza en su regazo.
Elizabeth había llamado indignada a sus dos hijas cuando se dio cuenta que habían abandonado la fiesta. Pero habían apagado los teléfonos, así que había dejado mensajes en sus buzones de voz. Y al llegar a casa, tenían un par de mensajes más en el teléfono fijo. Ninguna de las dos le devolvió las llamadas, y la mujer se había cansado al cabo de un par de días. Las dos chicas sabían que la relación con su madre estaba cada vez más deteriorada, y que haría falta un verdadero milagro para que eso cambiara.
A las ocho, Emily y Erin se reunieron con JJ y Will. Comieron un perrito caliente en la calle y se dirigieron a Times Square, donde habían quedado con Penélope. Antes de salir, habían hablado por teléfono con Alex y James, que aunque en principio también iban a estar allí, a última hora habían decidido no ir. Alex no se encontraba bien a causa del embarazo. Por el camino, se les unió Aaron. Erin sonrió ampliamente cuando se acercó, y no pudo evitar acurrucarse contra él mientras seguían su camino. Aaron la abrazó sin rechistar.
La fiesta, la alegría y el buen humor se notaba en el ambiente. La ciudad seguía engalanada con luces y adornos, y la gente cantaba y gritaba por las calles, llenos de alegría. Y el grupo no pudo evitar contagiarse de la buena onda que flotaba en el aire.
Cuando llegaron a su destino, un par de horas antes de media noche, entre empujones de las miles de personas allí congregadas, Penélope los esperaba a todos en un lugar estratégico. Estaba acompañada de Kevin. Todos sabían que el tira y afloja que se traían entre los dos no duraría para siempre, y que la que saldría perdiendo y sufriendo sería ella, pero mientras tanto, a ellos les valía.
Se abrazaron al verse, y Penélope repartió sombreros de fiesta para todos. Aaron y Erin estaban un poco reticentes al principio, pero el resto terminó por convencerlos.
Las horas pasaban en la plaza abarrotada de gente que esperaba ansiosa el cambio de año, y Emily cantaba a voz en grito una canción abrazada a JJ y Penélope mientras Erin las grababa con su teléfono. Aaron, Kevin y Will intentaban aguantar la risa.
Unos minutos antes de la medianoche, Emily se acercó a Erin. La abrazó con fuerza y le susurró al oído que la quería. Erin hizo exactamente lo mismo mientras intentaba no llorar. Sabía que su hermana estaba triste porque Derek no estaba allí, y que en esos momentos se sentía un poco sola.
Cuando a las doce en punto se escuchó la cuenta atrás y la bola cayó y las miles de personas que había en la plaza gritaron al mismo tiempo "Feliz Año Nuevo" el corazón de Emily se aceleró. Un desconocido a su lado le cogió la cara y la besó. Fueron apenas unos segundos, pero la hizo sonreír. Le hubiera gustado que Derek estuviera ahí a su lado y no tener que besar a un desconocido, pero al menos había cumplido con la tradición. Cuando se giró hacia la izquierda y vio como Aaron y Erin se besaban apasionadamente, estuvo completamente segura de que sí, que el año 2021 sería un gran año para todos.
Continuará…
