Nota: Siento mucho, mucho el retraso. ¡Disfrutad!
Capítulo 17
El frío y la lluvia azotaban con furia la ciudad, desafiando a los valientes ciudadanos a salir de casa. Pero a Spencer pareció no importarle el tiempo cuando poco antes de las once y media de la noche, tocó insistentemente la puerta en casa de Erin y Emily.
-¿Quién diablos es a estas horas? -Emily salió de su habitación frotándose los ojos, en dirección a la puerta.
-Lo averiguarás cuando abras la puerta y dejes de protestar -Erin bostezó y se apoyó en el brazo del sofá.
Cuando abrió, se encontró a un Spencer empapado y sollozando. Lo cogió del brazo y lo empujó dentro, abrazándolo inmediatamente, sin importarle que iba a terminar mojada. El chico hundió su cara en su cuello, mientras lloraba. Emily frotó su espalda para consolarlo. Cuando consiguió calmarlo un poco, lo acercó al sofá. Erin dejó sobre la mesa dos tazas de té, y luego se marchó a su habitación. Emily le sonrió a su hermana en agradecimiento.
-Respira Spence, tómate un poco de té y cuando te encuentres mejor, cuéntame qué pasa ¿vale?
El chico lo hizo. Respiró hondo, hipó varias veces y se limpió las lágrimas con una mano. Bebió el té a sorbitos y poco a poco, se fue sintiendo mejor.
-Jamás pensé que iba a ser objeto de una traición así. Llevamos juntos cuatro años, y habíamos hablado de casarnos. ¿Qué voy a hacer ahora? -sollozó el chico, apoyando la cabeza en el respaldo del sofá.
-¿Quieres explicarme exactamente qué ha pasado? -preguntó Emily imitando su postura, aunque ella ya tenía una ligera idea.
-Me ha engañado Em. Se ha acostado con otro hombre -comenzó a llorar de nuevo-. Me lo ha confesado esta noche.
-Oh Spencer, lo siento mucho cariño -la morena se acercó de nuevo y lo abrazó. El chico se dejó hacer mientras lloraba de nuevo.
Mientras Emily consolaba a su amigo, recordó la tarde de Noviembre cuando había quedado con Luke y él anuló su cita. No sabía qué le había pasado ese día, pero atando cabos, bien podría ser el momento del que hablaba Spencer.
-¿Y te lo dijo así? ¿De repente? -preguntó Emily al cabo de un rato, cuando Spencer parecía estar mejor.
-Llevaba unos días muy extraño, como tenso todo el rato y evitándome. Y aunque negaba que le pasaba algo, al confrontarlo hoy, se ha venido abajo y me lo ha confesado.
-¿Pero estaba bien durante las vacaciones?
-Bueno, un poco raro, pero no tanto como estos últimos días.
-¿Y te ha dicho algo? ¿Cuándo fue o…-Spencer negó con la cabeza.
-Tampoco quería los detalles ¿sabes? -dijo en voz baja.
-No, claro. Supongo que no -reconoció la morena-. No te preocupes cariño, esta noche te quedas aquí, y mañana lo verás todo de otra forma.
-Gracias Em -el chico sonrió tristemente.
Emily se levantó, dispuesta a llevarle una manta y una almohada. Miró a su amigo, que volvía a secarse los ojos con la manga del jersey, y pensó que en ocasiones, el amor hacía más mal que bien. Aunque ellos hacían una pareja maravillosa y esperaba que pudieran arreglarlo.
A pesar de que el centro comercial estaba a reventar de gente, y eso solía agobiarla mucho, Alex estaba pletórica. James y ella habían decidido salir a comprar cosas para su hija. Hacía unas semanas que les habían dicho que esperaban una niña, que venía completamente sana y sin ningún problema, y eso los había llenado de felicidad.
Alex todavía era prudente, no quería vincularse demasiado, que luego algo saliera mal y llevarse una gran decepción. Pero cuando empezó a sentir a la niña, que pateaba bastante fuerte, se permitió empezar a ser feliz un poquito.
Y esa mañana se había despertado con ganas de comprarle algo a su bebé, y empezar a mirar muebles y pintura para decorar su cuarto. Todavía le faltaba algo más de la mitad del embarazo, estaba en la semana diecinueve, y desde el principio había sido reacia a hacerlo, al menos hasta la semana treinta, pero se había despertado feliz y con ganas de empezar a disfrutar de verdad de su embarazo.
-¿Y este qué te parece? Es muy bonito…-James le mostró un vestido marrón lleno de lazos. Ella hizo una mueca-. Ya veo que no te gusta…
-No quiero que nuestra hija parezca una mujer mayor, y ese vestido está diseñado para que abuela y nieta vayan vestidas igual -dijo muy seria. James soltó una carcajada.
-Está bien, tú ocúpate de la ropa. Yo echaré un vistazo a la zona de los muebles -Alex asintió distraída, mientras cogía unos bodys-. Y córtate un poco, tenemos mucho tiempo todavía para comprar ropa y demás cosas.
-Es que es todo tan bonito… -dijo mientras acariciaba una camiseta bordada con un conejito.
James se alejó sonriendo, mientras ella seguía en la zona de textil. Miró hacia el carro, y se dio cuenta que él tenía razón, había cogido demasiadas cosas, y apenas llevaban media hora allí. Sabía que debería hacer una selección, que no podría comprarlo todo, pero se imaginó a su pequeña, cabello oscuro y ojos color miel sonriendo en brazos de su padre vestida con los vestidos, o las camisetas y pantalones que había cogido (porque hoy en día la ropa de bebé era preciosa), y volvió a dejarlo todo en el carro. También tenía bodys y pijamitas para recién nacido, pero era el resto de la ropa la que la había realmente enamorado.
Empujó el carro hacia la zona donde estaba su marido, cuando algo llamó su atención. Un niño de unos nueve años se escondía tras un perchero, con su risa traviesa y los ojos llenos de vida. Alex se paralizó al verlo, porque ese niño podría ser perfectamente su hijo.
-¡Ethan! Te he dicho mil veces que no te separes de mí -la madre del niño apareció detrás de ella, empujando una sillita en la que iba una niña de poco menos de un año. La pequeña le sonrió abiertamente al verla.
Creyó que iba a desmayarse al ver la escena. De los cientos de miles de nombres de niño que existían, ¿tenía que llamarse Ethan? Además, tenía su mismo color de pelo y de ojos, y unos pequeños hoyuelos en las mejillas, como su pequeño niño. Era como si estuviera viendo un fantasma, una escena que ella misma podría haber vivido si su hijo no hubiera tenido ningún problema.
-Alex, quiero que veas…¿qué te pasa, cariño? -James se acercó y la vio paralizada, pálida y al borde del llanto.
De pronto se fijó en lo que ella estaba mirando, y entonces lo entendió. La mujer regañaba al niño, que hacía pucheros al borde del llanto. A él también se le encogió el corazón porque vio lo mismo que ella. Su pequeño Ethan podría ser ese niño.
-Vámonos a casa, cariño -James la cogió suavemente del brazo y la guio hacia la salida. Ella se dejó hacer.
Erin hizo equilibrios al salir del taxi con su bolso, la caja donde llevaba la tarta y alguna bolsa más. Resopló cansada mientras subía las escaleras hasta el apartamento de James y Alex. El médico la había llamado hacía un par de horas para contarle el incidente del centro comercial, porque Alex había llegado a casa y seguía ausente, y apenas había comido nada.
Cuando James abrió la puerta, enseguida cogió las cosas que Erin llevaba para liberarla.
-Gracias. Creí que me iba a caer redonda. ¿Desde cuando no funciona el ascensor? -preguntó entrecortadamente.
-Desde hace un par de días. En teoría lo arreglarán mañana. Gracias por venir, Erin. Estoy preocupado por ella. Está en la cama, descansando.
-No te preocupes. Hablaré con ella. La tarta está recién hecha, prepara un poco de chocolate ¿vale? Enseguida iremos.
-Eso está hecho -James rio mientras se dirigía a la cocina y Erin a su dormitorio.
Cuando abrió la puerta, la encontró vacía, se dio la vuelta extrañada. James hizo un gesto con la cabeza hacia la que fue la habitación de Ethan. Erin asintió en comprensión.
Abrió despacio la puerta, encontrando a su amiga acostada en la cama abrazando el peluche de dinosaurio. Se acercó despacio, se sentó a su lado y acarició su pelo con cariño.
-Hey Lex. He traído una tarta de zanahoria, tu favorita. Y James está preparando chocolate caliente, ¿por qué no te levantas y vamos a probarlo?
-No tengo hambre -murmuró.
-Necesitas comer algo. Hazlo por esa pequeña que está creciendo en tu interior -probó la rubia.
-¿Para qué? -reaccionó Alex. Se sentó en la cama y la miró a los ojos intentando no llorar-. ¿Para que dentro de unos meses le ocurra como a Ethan, y ni siquiera sepamos qué es lo que tiene?
-Eso no tiene que pasar, Lex. El bebé viene bien ¿verdad? Eso es esperanzador. Y las pruebas genéticas que han podido haceros ahora han salido bien.
-Eso no significaba nada. Ethan estaba perfecto durante el embarazo, y los primeros seis meses. ¿Y qué pasó después? Que dejó de desarrollarse, de crecer como debería y ya nada volvió a ser lo mismo -Alex abrazó sus piernas y apoyó la frente en las rodillas.
-Tienes razón, pero no debes pensar así. La vida te ha dado la oportunidad de ser madre de nuevo, Alex, y debes aprovecharlo. Estoy segura que a Ethan le gustaría que siguieras adelante.
-¡Pero es que yo no pedí esto, Erin! -chilló. Luego bajó la voz de nuevo-. ¿Sabes lo que he sentido esta mañana cuando he visto a ese niño y a su madre? Que el puñetero destino me enseñaba lo que nunca he llegado a tener. Y encima tenía que llamarse Ethan…
Erin la miró un momento, luego se inclinó y la abrazó. Alex enterró la cara en su hombro y lloró. Al cabo de un momento, se separó y se limpió las lágrimas.
-Lo siento. Sé que no estoy siendo racional, pero era una imagen tan viva Er, ese niño era como mi pequeño Ethan, y no sé si alguna vez superaré su pérdida.
-No tienes que hacerlo, Lex. El dolor nunca se va, sólo se adormece y hay que aprender a vivir con él. Pero vas a tener una niña, una nueva razón para seguir adelante e intentar ser feliz.
Alex asintió, sabiendo que su amiga tenía razón. Cogió la mano de Erin y la llevó a su tripa.
-Oh, se está moviendo -dijo Erin con cariño.
-Lo hace mucho. Creo que no va a parar quieta. Y además, creo que empieza a reconocer la voz de su madrina -Alex sonrió abiertamente haciendo que Erin hiciera lo mismo.
La rubia iba a contestar cuando el estómago de Alex emitió un fuerte rugido, haciendo que las dos amigas rieran.
-Creo que es hora de que pruebe esa maravillosa tarta de zanahoria ¿no? -rio la morena.
Antes de que Erin saliera de la habitación, Alex la cogió del brazo.
-Erin, quería darte las gracias. Siempre consigues que me sienta mejor, y has estado ahí en mis peores momentos.
-Tú también estás ahí siempre para mí, Lex. Y también estuviste en mi peor momento. No hubiera conseguido salir del pozo si no hubiera sido por ti y por Emily. Y…para eso están las mejores amigas ¿no?
Alex asintió, cogió a Erin del brazo y siguió el olor del chocolate mientras su estómago volvía a rugir de hambre.
Continuará…
