Capítulo 20
Después de dar vueltas y vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, Emily decidió levantarse. Al llegar al salón, vio que Erin estaba acurrucada en el sofá.
-¿Tú tampoco puedes dormir? -preguntó sentándose a su lado y quitándole la taza de té que se estaba tomando-.¡No me mires así, compartir es vivir, hermana!
Erin pasó de largo su comentario a pesar de la mirada asesina que le había echado y posó la cabeza en el hombro de su hermana.
-Ha sido un día demasiado intenso…
-Y que lo digas…
Permanecieron en silencio, cada una sumida en sus pensamientos pero las dos pensando en lo mismo. Negrito se sumó a su reunión nocturna unos minutos después.
-He estado pensando Em…-la rubia levantó la cabeza del hombro de su hermana y ésta la miró cuando habló-. Creo que deberíamos seguir como hasta ahora. Al fin y al cabo, Edwin no vive en el país, y sólo hablamos dos o tres veces al año. No nos hace mal a ninguno unas pocas palabras cada seis meses.
-¿Y qué hacemos con Elizabeth? -habían empezado a llamarlos por sus nombres de pila esa tarde, cuando volvían a casa después de ver a su padre, no se merecerían el tratamiento de padre y madre.
-No la hemos visto desde Navidad, y ella tampoco ha hecho ningún movimiento para ponerse en contacto con nosotras. Llegado el momento, lo hablaremos.
Emily lo pensó un momento, y finalmente asintió. Erin tenía razón: su padre no estaba en el país y no era un problema, y su madre…podían pasar de ella fácilmente, ya lo habían hecho otras veces.
-Está bien, pero te encargas tú de llamar a Edwin, no quiero hablar con él todavía -soltó un gran bostezo.
-Lo haré en un par de días. Y ahora vámonos a dormir, que parece que nos ha vuelto el sueño -respondió Erin bostezando también y levantándose.
-Eso es porque hemos desbloqueado el chakra que nos impedía…-Erin dio un portazo dejando a Emily con la palabra en la boca-. ¡Oye, que te estoy hablando!
-¡Ya estoy dormida, Emily! -escuchó gritar a Erin desde dentro.
La morena resopló divertida, cogió al gato en brazos y cerró la puerta de un portazo.
Penélope estaba sentada con la espalda recta en el sofá, mientras se mordía nerviosa el pulgar. Ahora sí era definitivo, no había vuelta atrás. Kevin salió de la habitación con la caja de cartón y cogió las pocas cosas que tenía suyas en el salón. Cuando terminó, se sentó junto a ella.
-Bueno...pues ya he terminado. No tenía demasiadas cosas, pero las he recogido todas -dijo mirando al frente.
-Pues genial -respondió en un tono monocorde.
-Penny, escucha, tal vez podamos volver a intentarlo. Nos lo pasamos bien juntos y…
-Ese es el problema Kevin, que sólo nos lo pasamos bien juntos. Nunca he visto compromiso por tu parte, sólo he sido una diversión para ti, y yo quiero algo más -lo miró seriamente y él bajó la cabeza avergonzado.
-¿Y por qué nunca me lo has dicho? Los hombres necesitamos que nos digan las cosas claras si no…
-¿En serio, Kevin? Está claro que a ti sí hay que decirte las cosas claramente, porque no te enteras de nada. Debiste haberlo notado las cientos de veces que me llamabas, que estábamos juntos, porque para mí sí significaba algo. Pues esto te lo voy a decir mirándote a la cara y vocalizando perfectamente: vete de mi casa ya y olvídate de mi. No quiero volver a verte nunca, Kevin -se le quebró la voz al final.
-Penélope…
-Vete, Kevin. Me he cansado de tus juegos, de que sólo me quieras cuando te interesa, me merezco algo mejor que tú.
-Puedo cambiar, Penny, dame otra oportunidad -intentó cogerle la mano, pero ella la apartó.
-Fuera de mi casa, Kevin -el tono de voz, frío, le dijo al chico que ya se había terminado la conversación.
Se levantó despacio y cogió la caja con las pocas pertenencias que había recogido. Se dirigió lentamente hacia la puerta, y echando un último vistazo a la rubia, se fue.
Cuando escuchó la puerta cerrarse, Penélope se derrumbó en el sofá. Apretó fuertemente un cojín contra el pecho y lloró. Esa mañana se había levantado con la determinación que todo debía terminar entre Kevin y ella, lo que fuera que tenían. Estaba cansada de no ser suficiente para él, de sentirse como su juguete sexual cuando a él le apetecía, y de que para él ella estuviera siempre disponible.
No le había importado hasta ahora, eso era cierto, pero desde Nochevieja, cuando había visto a JJ y Will, e incluso el romance floreciente de Erin y Aaron, se dio cuenta que ella quería lo mismo. Quería alguien que la quisiera, que la cogiera de la mano y la besara en la calle; que le mandara un mensaje de buenos días y le llevara sopa cuando estuviera enferma; alguien que la quisiera de verdad y no sólo que la llamara cuando necesitara follar.
Kevin era un inmaduro, que por mucho que prometiera cambiar, ella sabía que no lo haría. Lo demostró unos meses antes, cuando prefirió quedarse a jugar a un videojuego que ir con ella al club de escritura de Emily. Creyó que podría cambiarlo, pero se dio cuenta que no lo conseguiría nunca.
Sabía que iba a doler durante un tiempo, porque aunque no eran una pareja, habían estado juntos durante mucho tiempo. Necesitaba sanar para poder volver a sentirse una mujer deseada y conseguir una relación de verdad con un hombre que la quisiera como lo que era, una mujer maravillosa.
Ashley paseaba por el centro comercial mirando las tiendas aquí y allá, pero sin muchas ganas de comprar. En realidad, había salido de casa porque necesitaba algo de aire fresco y alejarse de su madre. Desde que les contó a sus padres que estaba embarazada, su relación había cambiado drásticamente, no dejaban de agobiarla y controlarla y nada había cambiado que la obligaran a dar al bebé en adopción.
Iba a hacerlo, por supuesto, pero sentir al niño moverse dentro de ella, en ocasiones le hacía preguntarse qué pasaría si cambiaba de opinión y se quedaba al bebé. Aunque había conocido a JJ y Will y no podía hacerles eso. Su pequeño guerrero crecería en una gran familia.
Cuando terminara la carrera, tuviera un trabajo estable y fuera más madura, ya podría formar una familia. Esos habían sido siempre sus planes (¿o era lo que querían sus padres para ella?).
Estaba frente a una tienda de juguetes cuando escuchó el móvil, que le indicaba que le había llegado un mensaje. Sonrió cuando leyó que JJ la invitaba a su casa el Sábado, para que viera cómo le estaba quedando la habitación del niño. Contestó rápidamente confirmando su asistencia, y guardó el teléfono de nuevo.
Sus ojos no podían apartarse de un peluche en forma de elefante que estaba en el escaparate, y en un impulso, entró en la tienda. Se lo llevaría a JJ el Sábado, esperando que le gustara. Sería el primer y único juguete que su hijo tuviera de parte de su madre biológica.
Unos minutos después, salía de la tienda con el juguete envuelto y guardado en una bonita bolsa. Iba tan despistada que chocó con alguien.
-Lo siento, iba despistada y…¿Jeffrey? -miró boquiabierta al chico frente a ella, el padre de su bebé.
-¡Ashley! ¿Cómo estás? Me alegro de verte...-el chico la miró de arriba abajo, y sonrió.
-Si, yo también…-contestó aturdida y sin saber qué decir.
Llevaba sin ver a Jeffrey desde Septiembre, cuando le había informado que estaba embarazada. Ese día, habían quedado para comer y hablar de la universidad, que comenzaría en un par de semanas. Ella apenas había tocado su comida, y cuando estaban en el parque comiendo un helado (en realidad era él el que comía el helado, el suyo y el de ella), no pudo más y se lo dijo. El chico la miró fijamente, le dio un gran mordisco al helado y le dijo que debía abortar, que un bebé a su edad no iba a arruinar su futuro. Ante la mirada de estupefacción de ella, se levantó, se sacudió el pantalón y le dijo que mejor hiciera lo que quisiera, porque lo suyo se terminaba en ese mismo momento. Se alejó del banco, dejándola con el corazón roto. No lo había vuelto a ver hasta ese día.
No sabía cómo sentirse en ese momento, al ver al chico que más había querido en su vida, pero también el que más daño le había hecho.
-¿Tienes tiempo? Podemos tomarnos un café si quieres -preguntó el chico sonriendo.
-Si, claro, vamos -nunca había podido resistirse a esa sonrisa. Tal vez por eso, estaba metida en ese lío.
JJ estaba terminando el artículo que debía entregar al día siguiente, cuando el timbre la sorprendió. Guardó el archivo, cerró el ordenador y fue a abrir la puerta. Lo bueno de ser periodista freelance, era que podía trabajar en casa y controlar sus propios horarios, siempre y cuando, entregara los artículos a tiempo.
Abrió rápidamente la puerta cuando vio a través de la mirilla quién había llamado.
-¿Ashley? ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? -preguntó cuando vio que la chica había estado llorando.
-Yo…siento venir sin avisar. Me enviaste la dirección en tu mensaje antes y yo… -la chica bajó la mirada avergonzada.
-No te preocupes. Vamos, entra. Prepararé un chocolate caliente y hablamos ¿sí? -cogió a la rubia por los hombros y la metió en la casa.
Ashley agarró fuertemente la taza de chocolate que JJ le tendía, luego ella se sentó a su lado.
-¿Quieres contarme qué ha pasado? -preguntó suavemente.
-Estaba en el centro comercial y…me he encontrado con Jeffrey. Mi…ex novio -susurró la chica.
-Oh, debió de ser duro para ti -la vio asentir-. ¿Y cómo te sientes al respecto?
-No lo sé. Creí que lo había olvidado, a pesar de todo lo que me hizo pasar. Cuando le dije que estaba embarazada, me dejó diciendo que un bebé arruinaría su vida, pero hoy parecía el de siempre. Y cuando le dije que no me quedaría el bebé, noté cómo si tuviera más interés en mí de nuevo. Al despedirnos, dijo que me llamaría algún día para volver a vernos y ponernos al día.
JJ no dijo nada durante un momento, luego dejó su taza en la mesa, e hizo lo mismo con la de Ashley. Le cogió la mano a la chica y se aseguró que la estuviera mirando antes de hablar.
-Ash, voy a serte franca ¿de acuerdo? Y decirte como yo lo veo. Creo que Jeffrey en realidad no te quiere -vio la expresión de incredulidad y asombro de la chica-. Si lo hiciera de verdad, no te hubiera dejado estando embarazada, ni hubiera mostrado interés al decirle lo del bebé.
-Si lo he pensado, pero…-se encogió de hombros.
-Creo que deberías reflexionar si de verdad quieres en tu vida a alguien que en cuanto se le necesita para una responsabilidad, sale huyendo. Puede volver a fallarte, y en el fondo, lo sabes.
La joven asintió lentamente, pensativa. Todo eso ya lo había pensado ella, sin embargo, necesitaba que alguien más se lo dijera, que le hiciera abrir los ojos. Por mucho que hubiera echado de menos a Jeffrey, no pensaba volver a sufrir por su culpa.
Continuará…
