Capítulo 23
Erin se había pasado el día nerviosa, pero al mismo tiempo, con ganas de que llegara la hora de la cena. Aaron la había llamado el día anterior para cambiar la cena para el Domingo, puesto que le había salido un caso de última hora, y debía trabajar en ello, a pesar de ser Sábado. En realidad, lo había preferido así, puesto que después del baby shower de JJ, estaba cansada y sin muchas ganas de hacer nada más. También había tenido unas horas más para hacerse a la idea de la cena con Aaron.
Ahora estaba frente a la puerta de su edificio, cargada con una botella de vino y una bandeja de rollos de canela (que sabía que a Aaron le encantaban), y no sabía si llamar al timbre o echar a correr de nuevo a casa.
Recordó las palabras que Emily le había dicho al salir, y que le había repetido muchas veces a lo largo de esos meses: "te mereces ser feliz, abre tu corazón a la felicidad", respiró hondo y llamó al timbre.
Cuando salió del ascensor, Aaron la esperaba en la puerta del piso, apoyado en la puerta. Llevaba unos pantalones vaqueros y una camisa azul por fuera. Dibujó una sonrisa en su cara al verla, que ella no pudo evitar devolver.
-Deja que te ayude -se acercó y cogió una de las bolsas. Aprovechó y la besó lentamente, quedándose ambos sin aliento.
Entraron en el piso, y Erin se quedó boquiabierta. Tenía ante ella una estancia enorme, decorada con muebles en colores claros, aunque de estilo minimalista. Una falsa chimenea calentaba el salón. Un gran ventanal daba a Central Park, y se veían a lo lejos las luces de la ciudad. Emily tenía razón, tenía unas vistas espectaculares. A la izquierda estaba la cocina, enorme y con muebles en negro y blanco, aunque se veía que no se utilizaba mucho. Al fondo estaba el pasillo, y Erin pensó que el resto de la casa sería igual de impresionante.
-Ponte cómoda. Voy a abrir el vino -dijo Aaron cogiendo la otra bolsa y yendo a la cocina.
-Huele bien, ¿qué es? -preguntó ella quitándose el abrigo.
Se había decidido por un vestido negro, justo por encima de las rodillas, de manga larga y cuello redondo. Se había puesto un pequeño colgante con unos pendientes a juego, y zapatos de tacón negro.
-Pastel de carne con guarnición -se acercó con dos copas de vino y le dio una a ella-. Pero ya te he dicho que yo no cocino, he pedido la comida. Sólo la estoy calentando.
Ella asintió y se acercó a la ventana. Él fue detrás y la agarró de la cintura. Erin se apoyó contra su pecho, sintiendo la paz del momento. Agarró la mano que él había movido a su estómago y cerró los ojos. Aaron dejó pequeños besos sobre su cabeza. Así permanecieron hasta que el pitido del horno les indicó que la comida estaba lista.
Se separaron de mala gana y él fue por la cena, mientras ella se sentaba a la mesa ya preparada. Había encendido un par de velas y bajado la intensidad de la luz. No tardaron en estar sentados a la mesa degustando la comida.
Hablaron del trabajo, de la fiesta del bebé de JJ, y Erin le contó por encima la reunión que Emily y ella tuvieron con su padre. Decidió dejar sus sentimientos sobre eso para más tarde.
Después de cenar, y probar también los rollos de canela que Erin había llevado, se sentaron en el sofá con otra copa de vino. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan relajada como en ese momento.
-¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí? -preguntó dándole un pequeño sorbo a su copa.
-Pues…alrededor de cuatro años. Empecé hace cinco años en el bufete, tengo un buen sueldo, y necesitaba mudarme. Me gustó el piso…y aquí estoy.
-En la cena con Emily y Derek dijiste que tal vez volverían a ofrecerte el puesto de socio…¿vas a aceptarlo ahora?
-Tal vez. Las cosas han cambiado. Se han ido un par de abogados digamos…un poco polémicos, que eso también fue lo que me echó para atrás hace tres años. Y uno de ellos era socio en ese momento. Y no es nada oficial, sólo un rumor, algo que han comentado por ahí.
-Bueno, si te lo vuelven a proponer es porque confían en ti -dijo ella posando su mano sobre la suya. Al momento la retiró.
-Sí, creo que es así -sonrió con esa sonrisa que la desarmaba-. Así que tenéis dos hermanos en Alemania. ¡Eso no me lo habíais contado! -dijo cambiando de tema.
-Es que en realidad, es algo que ni recordamos. Los hemos visto, ¿cuánto? Tres veces contadas. No los consideramos ni hermanos ni nada.
-Pero no dejan de ser vuestra familia…
-También nuestros padres, y tampoco los consideramos familia -dijo ella con dureza.
Aaron no dijo nada, y se fijó que ella miraba el fuego y agarraba con fuerza la copa. Esperó un poco más y luego volvió a hablar.
-¿Quieres hablar de ello? ¿O prefieres que veamos una película?
-¿Sabes lo que nos dijo mi padre cuando quedamos con él, Aaron? Que mi madre no nos quería, no quería tenernos, que fue él el que insistió en que tuvieran hijos. Y que simplemente lo hizo porque quedaba bien para su trabajo. Y que él se fue y nos dejó con ella porque era lo mejor para nosotras. ¿Cómo te sentirías después de escuchar eso de la boca de tu propio padre? -Erin estaba intentando contener el llanto pero había alzado la voz.
-Lo siento mucho -dijo él al cabo de un momento con consternación.
-No, lo siento yo. No debería haber gritado. Es que todavía estoy intentando asimilarlo -había apoyado los codos en las rodillas y enterrado la cara en las manos.
-Oye, no te preocupes por eso. Puedes hablarme de lo que quieras, Erin. Y gritar, llorar o lo que sea que te haga sentir mejor -frotó su espalda intentando que se sintiera mejor.
De repente, Erin se sintió cómo si estuviera en la consulta del doctor Walker, hablando de su infancia y de cómo le hacía sentir todo. Sin embargo, quería una relación con Aaron, y confiaba en él, y necesitaba contarle todo. Aunque no fuera todo esa noche, por supuesto. Ya habría tiempo para eso.
Se incorporó y apoyó la espalda y la cabeza en el respaldo del sofá. Lo miró con tristeza y volvió a hablar.
-Es que…mis padres han sido unos maestros para romperme el corazón desde niña. ¿Sabes cuando decidieron decirnos que se divorciaban? El 14 de Diciembre, el mismo día que yo cumplía 8 años. Podrían haber esperado al día siguiente, o mejor, esperar hasta después de Navidad, pero no, para ellos fue mejor ese día. Y luego Elizabeth se extraña que odie mi cumpleaños.
-Eso fue muy cruel.
-Lo fue -esbozó una pequeña sonrisa con infinita tristeza.
-Y años más tarde es tu ex marido el que te arruina el día…-dijo en voz baja, acariciando su mejilla.
Erin lo miró extrañada al principio, luego supuso que habría sido Emily la que se lo habría contado.
-¿Y qué me cuentas de ti? Porque a parte de que eres abogado, y de que vives en un súper piso, no sé mucho más. No te voy a contar toda mi vida en la primera cita.
Él sonrió de medio lado, y se acomodó en el sofá para comenzar a hablar. Justo en ese momento, sonó su móvil, que estaba en la mesa de café. Lo cogió y frunció el ceño. Volvió a dejarlo dónde estaba. Unos segundos después, dejó de sonar.
-Puedes contestar, no me importa -dijo Erin comprensiva.
-No te preocupes, no es importante -volvió a sonar, y él terminó apagando el teléfono-. Bien, ¿por dónde íbamos?
-Ibas a hablarme de ti…
-Cierto. Pues ya te dije que estudié Derecho por mi padre, aunque no teníamos una buena relación. Con mi hermano tampoco es que tenga una relación demasiado buena, pero nos toleramos, sobre todo cuando está mi madre presente.
-¿Cuándo es tu cumpleaños? -quiso saber Erin.
-El 2 de Noviembre.
-¿Alguna relación importante en el pasado? Alguien que te haya marcado.
-No -contestó demasiado deprisa y Erin levantó una ceja, interrogante-. En realidad sí, pero fue hace mucho tiempo y ya está más que superado.
-¿Y qué pasó? Si no te importa que te pregunte…
-Por supuesto que no. Ella…-suspiró profundamente-. Llegó un momento en que nuestra relación se basaba en mentiras, en las que contaba ella a cada segundo, y me cansé. Me prometió cambiar, le di una segunda oportunidad, pero siguió igual.
-¿Te engañó?
-Una vez que yo sepa, aunque probablemente fueran más. Pero no era sólo eso, era un conjunto de todo. Y cuando no pude más, fue cuando se acabó.
-Lo siento.
-Afortunadamente, no todos somos como ellos, Erin -se acercó a ella, quedando a escasos centímetros de su cuerpo-. Tú y yo tenemos nuestras cosas, pero nunca haríamos daño a otra persona de forma gratuita.
Ella negó con la cabeza, inconscientemente se mordió el labio y se acercó a él. Y sin darse apenas cuenta, estaba tumbada en el sofá, con Aaron sobre ella y besándose como dos adolescentes.
Continuará…
