Nota: Hace exactamente dos años que comencé esta historia, y eso merecía un capítulo. ¡Disfrutad!
Capítulo 27
Spencer se sentó en un banco y soltó la correa de Max. El animal, al sentirse libre, se alejó corriendo de él. Spencer sonrió al ver al perro tan feliz.
También sacar a Max era un buen momento para él. Solía desconectar de todo durante unos minutos.
-Hola -no se dio cuenta que otro hombre se había sentado en su mismo banco hasta que lo saludó.
-Hola -devolvió el saludo, con una leve inclinación de cabeza, y volvió a mirar al frente.
No tenía ganas de hablar con nadie, y esperaba que el hombre no volviera a abrir la boca. No quería ser desagradable, pero llevaba unas semanas que lo único que hacía era reflexionar sobre su vida y no le apetecía entablar una conversación con nadie. Por muy agradable que pareciera.
Lo miró de reojo, y se fijó en que el hombre tenía una pequeña sonrisa en la cara. Estaba mirando a los perros jugar, y se preguntó cuál de ellos era el suyo. Apartó la mirada rápidamente cuando sintió que él se giraba, pero no lo hizo lo suficientemente rápido y lo pilló. Se puso colorado cuando el desconocido le sonrió.
-¿A ti también te da la sensación que estamos viendo cómo juegan nuestros hijos?
-Sí -dijo aclarándose la garganta-. En cierto modo es como si lo fueran ¿no? Aunque sean perros.
-Cierto. Mica para mí es todo mi mundo.
Y como si hubiera escuchado su nombre, una pequeña yorkshire se acercó a él. Le acarició las orejas y el lomo mientras la perrita saltaba feliz. Spencer se fijó un poco más en él: alto, pelo castaño, ojos verdes y unos labios gruesos que se preguntó de repente cómo sería morderlos. Sacudió la cabeza para alejar ese pensamiento. Ni siquiera sabía si era homosexual, aunque si tuviera que apostar, estaba seguro que no iba a perder.
Era fuerte, podía distinguir a través del abrigo sus anchas espaldas y sus fuertes brazos. Llevaba el pelo corto, un poco rapado por las sienes y por detrás. Fácil de peinar.
Sonrió cuando volvió a pillarlo mirándolo. Esta vez no apartó la cara avergonzado.
-Soy Michael -se estiró un poco y le extendió el brazo.
-Spencer -le estrechó la mano con firmeza. Tenía las manos suaves y eso le gustó.
-¿Cuál es el tuyo? -preguntó Michael.
Lo miró un instante sin entender, luego se dio cuenta que se refería al perro.
-El beagle de ahí. ¡Max! -el perro se acercó a él meneando la cola. El animal colocó la cabeza sobre las piernas de Spencer y él le acarició detrás de las orejas, algo relajante tanto para uno como para otro.
-Es precioso -Michael se acercó un poco y acarició a Max, que recibió encantado las carantoñas-. Me encantaría seguir hablando, pero tengo que irme.
-Claro. Tal vez nos veamos de nuevo por aquí -esperaba que sí.
Michael sonrió y se alejó, dejando a Spencer con una sensación rara de vacío. Sacudió la cabeza, enganchó el collar de Max y se marchó.
A pesar de que el día había comenzado lluvioso, poco a poco las nubes fueron dando paso a un tímido sol de invierno. Aún así, las previsiones daban de nuevo lluvias para la segunda mitad del día.
Spencer iba bien equipado con un chubasquero azul, cuando se sentó en su banco habitual y soltó a Max. Sacó el móvil y comenzó a navegar por Internet para distraerse. Unos minutos después, sintió que alguien se sentaba a su lado.
-Bonito chubasquero.
-Gracias -murmuró. Luego levantó la cabeza al reconocer la voz-. Eh, hola. ¿Qué tal?
-Bien, muy bien -contestó Michael sonriendo. Spencer desvió la mirada avergonzado.
Estuvieron en silencio un rato, ambos deseando hablar pero sin atreverse a hacerlo. Michael se levantó con Mica dispuesto a irse. Se aclaró la garganta, y Spencer levantó la mirada hacia él.
-Voy a almorzar en la cafetería Believe, por si me quieres acompañar. Podemos charlar mientras compartimos una ensalada césar o cualquier otra cosa -el hombre se sonrojó ligeramente y a Spencer le pareció encantador.
-Me encantaría acompañarte.
Llamó a Max, y juntos salieron del parque junto a sus respectivas mascotas.
La cafetería Believe era un sitio de moda, y casi siempre estaba lleno de gente. Dos de las paredes estaban pintadas de azul y las otras de rosa. Cada mesa, de acero gris, tenía una vela de color flúor en el centro, casi todas ya derretidas; y las sillas, también eran cada una de un color llamativo.
Spencer sólo había estado allí un par de veces, y ambas con Luke. Se le hace un nudo en la garganta al pensar en él. Han conseguido una mesa porque Michael había reservado previamente.
Ya sentados, y después de pedir, Spencer es consciente de lo que está haciendo. Una parte de él le dice que no pasa nada, que sólo va a almorzar con un amigo (¿puede ser amigo si sólo lo conoce de 24 horas?); pero la otra parte le dice que está traicionando a Luke y a sus principios.
Él no le va a hacer lo mismo a su novio, no sería capaz, aunque por otra parte sería tan fácil hacerlo…Michael es tan atractivo, tiene esa sonrisa que hace que…
-Sé lo que estás pensando -dijo Michael en voz baja-. Y no te preocupes Spencer, sólo es una comida entre amigos, nada más.
-No, yo no…-carraspeó y se movió incómodo en la silla.
-Es evidente que te han roto hace poco el corazón. Y yo no pretendo sustituir a nadie -sonrió suavemente.
-Ahora mismo estoy en conflicto conmigo mismo ¿sabes? Creo que no debería estar aquí, aunque como tú acabas de decir, sólo es una comida entre amigos. Sin embargo, por otra parte, quiero olvidarlo todo y dejarme llevar.
En ese momento les sirvieron la comida, y Spencer pensó en lo que acababa de decir. ¿Qué pensaría Michael de él?
-¿Por qué no me cuentas todo lo que te ha pasado? Tal vez después te sientas mejor -la mirada del hombre era limpia y clara, sin un atisbo de picardía.
No lo pensó mucho cuando comenzó a contarle su historia con Luke. Michael escuchaba con atención y Spencer comprobó lo cómodo que se sentía con él.
Tan a gusto estaban, que pasaron las horas mientras hablaban y la noche llegó. Salieron de la cafetería y volvía a llover. Corrieron, cogidos de la mano para resguardarse en un portal, y Spencer no se apartó cuando Michael lo besó.
Continuará…
