Capítulo 29
El local estaba a rebosar, y Jordan, Tara y Erin iban de un lado a otro atendiendo a todos los clientes. Las tres estaban más que acostumbradas a ello, y cuando la persona te recompensaba con una sonrisa a pesar de la espera, valía la pena por los malos modos de otros.
Erin estaba más que encantada por cómo iba el negocio. En los casi dos años que llevaba abierto, estaba dando pequeños beneficios, suficiente para no tener que tirar demasiado de su dinero y usarlos para reinvertirlo de nuevo en la pastelería.
Le gustaría poder cerrarle la boca a las personas que no confiaron en ella en su momento (Mark y su madre), pero ella no era así. Se conformaba con disfrutar de su pequeño éxito en silencio.
Preparó el café moca que le habían pedido y cogió una porción de tarta de chocolate. La mujer llevaba esperando al menos veinte minutos, y se merecía un detalle. Lo dejó en la mesa frente a ella y sonrió.
-Aquí tiene el café, y la tarta es por parte de la casa. Siento la tardanza, pero hoy es un día de locos.
-Oh, no te preocupes, no tengo ninguna prisa -la mujer sonrió dejando ver una perfecta dentadura.
Tendría unos treinta y pocos, una larga y castaña melena con unas bonitas ondas y unos preciosos ojos verdes. Tenía un hermoso anillo de compromiso. Vestía unos pantalones negros y una blusa ancha, que disimulaba el embarazo, de unos cuatro meses. A Erin le dio un pellizco el corazón al darse cuenta de eso.
-De todas formas me siento mal porque haya tenido que esperar tanto. Espero que le guste todo.
-Estoy segura que sí -volvió a sonreír mientras cogía la taza de café y apartaba un poco el ordenador con el que estaba trabajando.
Erin volvió al trabajo, intentando concentrarse en lo que estaba haciendo. En un momento dado, tuvo que entrar en la trastienda para preparar las bandejas de dulces, que ya estaban casi vacías. Jordan entró a decirle que preguntaban por ella. Salió con las bandejas, las colocó en el mostrador antes de dirigirse hacia donde la chica le señaló. La mujer a la que había servido antes, la estaba esperando.
-Me ha gustado mucho todo. Es el mejor café que tomo en mucho tiempo. Es la primera vez que entro aquí, y no será la última. Cada vez que esté por la zona, es visita obligada.
-Pues…muchas gracias. Siempre es un placer que un cliente quede satisfecho -Erin se sonrojó, abrumada por la felicitación.
-Tengo que irme, pero nos veremos pronto. Soy Amber, por cierto.
-Erin -le estrechó la mano que la chica le extendía.
-Un placer conocerte, Erin.
Se quedó mirando a la mujer mientras se iba, y por un momento, sintió una punzada de envidia, aunque no supo muy bien de donde venía. Desterró ese sentimiento y siguió con su trabajo.
Erin estaba terminando de recoger para irse por fin a casa, después del día tan ajetreado que habían tenido. Apenas habían podido parar para comer algo, y las tres estaban agotadas. Se estaba poniendo el abrigo en la trastienda cuando escuchó unas risas fuera. Se asomó con cuidado de que no la vieran y vio a Jordan y Tara limpiando la cafetera y colocando las tazas en su sitio, mientras se contaban algo con complicidad. Erin ya había notado las miradas entre las dos, y supo que ahí había una historia. Sonrió para sí misma antes de salir.
Carraspeó un poco para que se dieran cuenta de su presencia.
-Cerrad bien cuando terminéis, y buen trabajo hoy. Nos vemos el Lunes. Descansad.
Las dos se despidieron y Jordan cerró la puerta detrás de ella. En vez de coger el metro, decidió pasear. Había quedado con Aaron, pero tenía tiempo de sobra. De camino, fue pensado en cómo había cambiado su historia, pero sobretodo, en cómo había cambiado ella. La terapia con el doctor Walker la estaba ayudando mucho.
Había conseguido librarse de los malos pensamientos sobre ella misma que tan arraigados tenía en su interior por culpa de Mark y que tan baja autoestima le proporcionaban; y se había dado cuenta, poco a poco, que era merecedora de amor. Amor que Aaron estaba dispuesto a darle.
Le estaba infinitamente agradecida por la paciencia que estaba teniendo con ella, esperando sus tiempos, y sabía, por cómo la miraba, que no mentía cuando le decía que la esperaría lo que hiciera falta.
La casa estaba a oscuras cuando llegó. Emily probablemente estaría con Derek, o con sus amigas. Ella sí sabía cómo aprovechar bien la vida.
Antes de ducharse, escogió lo que iba a ponerse. Un bonito vestido rojo, manga tres cuartos y escote redondo. Vio en el fondo del cajón un conjunto de ropa interior negro de encaje, que se había comprado un día en un arrebato y que estaba sin estrenar. Después de pensarlo un momento, lo sacó del cajón y lo dejó junto al resto de la ropa.
Veinte minutos después, estaba preparada. Y nerviosa. Ya habían quedado más veces, a cenar y hasta habían ido al cine, pero siempre se ponía nerviosa.
Un mensaje en el móvil le indicó que Aaron la esperaba abajo, en un taxi, así que cogió el bolso y el abrigo y se marchó.
Aaron la recibió con un pequeño beso en los labios, y ella se derritió. Las sonrisas iluminaban sus rostros, fueron cogidos de la mano todo el camino y él no dejó de frotar suavemente sus nudillos, algo que solía tranquilizarla.
Cenaron en un restaurante italiano, recomendación de David Rossi. Hablaron de todo un poco, con una conversación más ligera esta vez. Las anteriores veces habían hablado de sus sentimientos, de su pasado o de su posible futuro juntos. Esta vez, decidieron hablar de sus gustos, para conocerse un poco mejor y poder hacer algún plan más aparte de salir a cenar.
-Pues si te apetece tengo una edición especial de "Qué bello es vivir" en DVD. Podemos ir a casa y verla. O dejarlo para otro día, por supuesto.
-Me encantaría verla ahora. Vamos -Erin sonrió y cogió la mano de Aaron mientras este llamaba un taxi.
Habían descubierto que a ambos les apasionaba el cine clásico, y que "Qué bello es vivir" era la película favorita de los dos.
Cuando llegaron al apartamento de Aaron, se pusieron cómodos en el sofá y pusieron la película. Erin se apoyó en su hombro y él pasó su brazo por su cintura, atrayéndola a él.
Disfrutaron la película, repitiendo incluso los diálogos, que ambos se sabían de memoria. Se miraron y sonrieron con cariño.
Cuando terminó la película, ninguno sabía qué hacer. Aaron miró el reloj e hizo ademán de levantarse.
-¡No sabía que era tan tarde! Voy a pedir un taxi y te acompaño a casa.
Erin le cogió del brazo y se acercó un poco más a él.
-Ya que es tan tarde…¿qué te parece si me quedo aquí esta noche? -dijo en voz baja, sin apartar la vista de sus ojos.
-¿Estás segura? -preguntó Aaron en el mismo tono, esbozando una ligera sonrisa.
Ella asintió despacio y se acercó a sus labios, besándolo profundamente.
Tiempo después, cuando Erin yacía despierta y acurrucada contra el cuerpo de Aaron, que dormía con un brazo sobre su cintura, recordó cómo se sintió cuando él la desvistió lentamente; besó sus labios, su cara, su cuello; recorrió cada centímetro de su piel con sus labios y con sus manos, acariciándola despacio y sacando cada sensación dormida de su piel. Y entonces se dio cuenta de una verdad que temía que se hiciera realidad. Se había enamorado irremediablemente de él.
Continuará…
