Capítulo 32

Erin apenas pudo dormir en toda la noche, así que se levantó temprano y se fue a trabajar. Había limpiado la cafetera a fondo, horneado dulces y pasteles, y preparado las tazas, platos, cubiertos y vasos para el comienzo de la jornada, cuando Tara llegó. Estaba terminando de fregar el suelo y la chica la miró sorprendida.

-Vaya…¿estás bien?

-Perfectamente. ¿Por qué lo preguntas? -contestó Erin mientras restregaba con furia la fregona contra el suelo.

-¿Por qué eso lo hicimos ayer antes de irnos? ¿Por qué veo que has hecho mi trabajo y en el mostrador hay más género que nunca? -eran Tara o Jordan las que se encargaban de tener todo el material preparado antes de abrir la pastelería.

Erin levantó la cabeza y la miró, resoplando.

-Aquí la jefa soy yo, Tara, si no te gusta, ya sabes lo que tienes que hacer.

Cogió el cubo de la fregona y se fue a la trastienda, dejando a una estupefacta Tara junto a la puerta. Unos segundos después, volvió a salir.

-Tara…lo siento -se frotó la frente y suspiró-. No he pasado buena noche y me duele la cabeza.

La morena dejó el bolso y el abrigo sobre una silla y fue directa a la cafetera. Preparó rápidamente dos cafés y le indicó a Erin que se sentara. Faltaban veinte minutos para abrir, pero les daba tiempo para una charla rápida.

-Nos conocemos desde hace casi dos años, y considero que somos amigas, aunque seas mi jefa -Erin asintió avergonzada por su explosión de antes-. Así que cuéntame qué pasa, te sentirás mejor.

Erin se mordió el labio nerviosa mientras apretaba con fuerza la taza entre las manos.

-Creo que no estoy hecha para mantener una relación -confesó al fin.

-¿Por qué lo dices?

-Es que…parecía que todo iba bien, vamos despacio pero avanzando, pero ayer Aaron me dijo que tenía una cena de trabajo y luego me enteré que iba a cenar con su ex. No sé la razón por la que me ha mentido.

-¿Te hubiera molestado si te hubiera dicho la verdad?

-Lo hubiera preferido, sinceramente. No quiero que me empiece a mentir ya -susurró.

-¿Pero has hablado con él, Erin? Si lo ha hecho tal vez tenga una buena razón, y una buena explicación.

-No he tenido tiempo todavía de hablar con él.

Tara cogió una de sus manos y la apretó. Esbozó una ligera sonrisa.

-Entonces te estás comiendo la cabeza sin ningún motivo. ¿Por qué no vas a su oficina y hablas con él?

-No puedo hacer eso. Aparte del trabajo, no puedo presentarme allí de improviso y…

-Erin, no seas tan rígida. A la hora almuerzo casi no hay gente aquí, y Jordan y yo nos arreglaremos solas. Vas allí, lo invitas a comer y habláis.

Ella la miró un instante y luego asintió. Tara tenía razón. Si quería saber la verdad, debía ser ella misma la que buscara las respuestas.


La mesa de Aaron estaba totalmente revuelta y llena de papeles. Los casos contra las farmacéuticas siempre eran complicados, pero estaba seguro de poder ganar. Tendría que trabajar horas extra, pero lo haría con gusto. La familia Cook, y otras tantas que habían perdido a sus bebés por culpa de un jarabe supuestamente para la tos pero que provocaba en los niños de menos de dos años edemas pulmonares mortales, bien merecían ese trabajo extra y la tranquilidad de saber que nadie más sufriría una pérdida tan cruel.

Su secretaria asomó la cabeza.

-Tienes visita.

-¿Ahora? ¿Quién es? -preguntó frunciendo el ceño.

-Erin Strauss.

-Dile que pase.

Aaron intentó mantener el rostro serio, pero a juzgar por la sonrisita de su secretaria, no lo consiguió. Se levantó rápidamente cuando Erin entró y Camilla cerró la puerta.

Se acercó a ella y la besó brevemente en los labios. Erin esbozó una ligera sonrisa.

-¿Qué haces aquí? ¿Quieres comer algo? Puedo pedirle a Camilla que nos traiga algo -preguntó mientras la dirigía hacia el sofá, al fondo del despacho.

-No, gracias, ya he comido -se sentó recta, tensa-. Yo…he venido porque quiero hablar contigo.

-De acuerdo. Dime.

Aaron notó cómo apretaba los puños, y lo nerviosa que estaba. Quiso tomarla de la mano para tranquilizarla, pero conociéndola, supuso que eso la pondría todavía más nerviosa.

-¿Por qué me mentiste ayer? -lo soltó de golpe. Él la miró sorprendido-. Sé que no tuviste una cena de trabajo, que cenaste con una tal…Haley. ¿Me lo puedes explicar?, porque me estoy volviendo loca…

Aaron cerró los ojos un instante, respirando hondo.

-Erin, déjame que te explique. No te estoy engañando, si eso es lo que crees. Haley es mi ex, de la que te hablé ¿te acuerdas? -asintió despacio-. Lleva varias semanas llamándome sin parar, queriendo hablar, y aunque la he ignorado, no me dejaba en paz. Así que ayer por fin decidí quedar con ella para ver qué diablos quería.

-¿Y qué quería? -preguntó Erin en voz baja.

Tocarme las pelotas, como siempre, pensó. Pero no lo dijo en voz alta.

-Haley es una persona que no sabe lo que quiere. Estuvimos juntos cuatro años, y aunque sé con seguridad que me engañó una vez, estoy seguro de que han sido muchas más. Se cansa con facilidad de todo: de trabajo, de amigos, incluso deja de hablarles a su hermana y a sus padres por temporadas. Luego todo vuelve a la normalidad.

"Le di un par de oportunidades. Cuando me enteré que me engañó, la perdoné, aunque ya nada fue igual. Terminé por dejarla unos meses después. Me suplicaba volver y lo hacía, así un par de veces más, hasta que me planté.

Y ayer, después de casi nueve meses, quería exactamente lo mismo que siempre. Pero Erin, quiero estar contigo, y jamás sería capaz de engañarte, ni con Haley ni con nadie"

Aaron cogió su mano y se acercó un poco más a ella. Erin desvió la mirada.

-¿Y por qué simplemente no me dijiste la verdad?

-No quería hacerte daño. Pensé que así te estaba protegiendo. Te lo iba a contar, te lo juro, sólo necesitaba encontrar el momento.

-¿Crees que soy débil? ¿Qué no podré soportar que vayas a cenar con tu ex una noche para aclarar algo que tengáis pendiente?

Erin soltó su mano y se levantó, alejándose de él. Aaron se pateó mentalmente por lo que había dicho. Se levantó también y se colocó frente a ella.

-Por supuesto que no, Erin. Sé lo que has sufrido en el pasado con tu marido, y yo quiero evitar eso. Y sé que haberte mentido en esto no ha ayudado nada, pero no lo he hecho a propósito. Créeme cuando te digo que lo que menos quiero es hacerte daño.

-Al final va a ser culpa mía por enfadarme y sentirme mal…-Erin se mordió el labio nerviosa y bajó la mirada al suelo.

-No, por dios Erin, no es cierto. La culpa es mía por no saberlo gestionar mejor. Quería protegerte, y tal vez lo que he hecho fue estropearlo más.

-¿Y si no funciona, Aaron? -él la miró confuso-. ¿Y si lo intentamos pero no podemos estar juntos? Yo lo intento pero…

-¿De verdad quieres dejarlo? -preguntó con seriedad.

Ella tardó unos segundos en mirarlo. Cuando lo hizo, sus ojos brillaban por las lágrimas no derramadas. Negó lentamente.

-Prometo que no volveré a mentirte, que te lo contaré todo ¿de acuerdo? Compartiré todo contigo -se acercó y cogió sus manos entre las suyas-. No creo que pueda ya seguir sin ti en mi vida.

Erin soltó una risita acuosa.

-Me sorprende que a veces puedas decir cosas así.

Él la estrechó entre sus brazos.

-Eso es porque no estás acostumbrada. Aunque reconozco que a veces soy un poco empalagoso.

Estuvieron abrazados así unos minutos, hasta que él se separó. Besó suavemente sus labios.

-Entonces, ¿estamos bien?

Erin asintió y volvió a besarlo. Todas sus dudas e inseguridades se esfumaron de golpe.


Salió del metro pensando en todo lo que habían hablado Aaron y ella. Había llegado a su despacho con una presión en el pecho, pensando que era el final de su relación, y se había ido con una invitación a cenar juntos esa noche. Ella no quería dejarlo, estaba comenzando a sentirse feliz de nuevo y no quería volver a sentir cómo la soledad le presionaba el pecho.

Al abrir la puerta de la pastelería, chocó contra la persona que salía.

-¡Erin! ¡Hola! ¿Cómo estás? -la mujer la saludó con entusiasmo.

-Hola…-buscó rápidamente en su memoria el nombre de la chica hasta que lo encontró-. Amber.

-Me voy ya. He venido a almorzar, y como siempre, todo estaba riquísimo. He mezclado dulce con salado, es lo que me pedía este chiquitín -se frotó la tripa mientras sonreía.

-Claro, los antojos…-contestó con educación. Por una extraña razón que no llegaba a comprender, sentía una punzada de envidia cuando la veía, aunque en realidad era la segunda vez y no la conocía de nada.

-Estoy intentando convencer a mi prometido para que venga conmigo alguna vez, pero es abogado y está muy ocupado. Pero algún día lo convenceré y tendrás otro cliente. Sé que le gustará tanto como a mí -dijo Amber.

-Vaya, gracias.

Parecía que era una maldición, estar rodeada de abogados. Al menos Aaron, era buena persona.

-Me gustaría seguir hablando contigo, pero tengo que volver a trabajar.

-Sí, si por supuesto. Espero verte la próxima vez que vuelva. Las últimas veces no te he visto. Bueno, y hoy tampoco estabas -hablaba con rapidez y alegría, y a Erin le recordó a Penélope.

-Ya, suelo estar en la trastienda, ahora se encargan de atender Jordan y Tara.

-Bueno, te dejo trabajar. Nos vemos pronto.

Se despidieron y Erin entró en su negocio. Saludó a Jordan y Tara y fue directa a la trastienda. Se quitó el abrigo y cogió el delantal. En unos minutos ya estaba concentrada en el trabajo, alejando de su mente todo lo que no tuviera que ver con dulces, pasteles y tartas.

Continuará…