Disclaimer: Los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es LyricalKris, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to LyricalKris. I'm only translating with her permission.
Capítulo 11
A Bella nunca le había agradado Peter en verdad. No era que ella no entendía la razón por la que Jasper mantenía el contacto. Era la misma razón por la que ella mantenía la relación con todos ellos —James, Victoria, Laurent— a pesar de saber muy bien que estaban metidos en cosas de las que ella preferiría no pensar. Eran familia. Iba aún más allá para Jasper y Peter ya que eran hermanos de sangre.
Cuando salieron del hospital la noche anterior, pasada la medianoche, Jasper se encontraba suficientemente fuera de sí para no discutir cuando Bella lo llevó a su casa. Él tenía una contusión y una nariz rota entre otras heridas menores. Era un poco incómodo. Ella no creía que a las personas a las que rentaba el cuarto le importaría que tuviera a alguien con ella, pero tampoco quería enviar a Jasper a la casa que compartía con su hermano mayor.
Bella despertó, grogui, en la mañana. Se despertó con una sensación de inquietud y se sentó en su lugar en el suelo. Algo iba mal.
Cuando miró por la ventana y vio un rostro observando el interior, soltó un chillido. Con la misma rapidez, tapó su boca con una mano, ahogando su grito.
—Dios —dijo con un susurro. Cerró los ojos y sacudió la cabeza.
Abriendo los ojos, fulminó con la mirada por la ventana hacia Peter. Él le devolvió la mirada y abrió la boca. Ella se puso de pie, llevando un dedo a sus labios con suficiente énfasis para llamar su atención. Señaló la cama donde Jasper dormía. Entonces, señaló al frente de la casa.
Mientras abría la puerta, Peter comenzó a entrar, pero Bella plantó una mano en el centro de su pecho y lo empujó hacia atrás.
—¡Oye! —Los brazos de él giraron hacia atrás mientras se tambaleaba, aterrizando pesadamente sobre sus pies en el porche.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —susurró ella.
—Estoy vigilando el lugar. ¿Qué mierda crees que hago aquí? ¿Dónde está mi hermano?
—Está durmiendo. —Él comenzó a pasar por su lado, y ella lo bloqueó—. Está durmiendo porque su maldito hermano le dio una golpiza y eso puede afectar mucho a alguien.
Él tuvo la decencia de verse ligeramente avergonzado.
—Oye, le dije al idiota que se mantuviera lejos de mis asuntos. Él...
Bella levantó una mano.
—Te voy a salvar el tiempo y el esfuerzo. Hay solo una excusa para golpear a otro ser humano y eso es defensa propia. —Lo miró de arriba abajo—. Vaya. No tienes ningún rasguño. Puedo ver que obviamente temías por tu propia vida.
Él la miró molesto.
—¿Puedes solo decirme si está bien?
—¿Estás bromeando?
—Carajo, Bella. —Él cerró sus puños a sus costados y dio un paso hacia ella—. ¿Siempre tienes que ser un dolor en el trasero? Me refiero a... sus heridas o lo que sea. ¿Está bien?
—No. No lo está. Tiene una nariz rota; una contusión, y una colección de moretones que haría sentir orgulloso a tu papi.
El cuerpo de Peter se puso rígido ante eso.
—No seas una perra —dijo entre dientes apretados, obviamente teniendo problemas para contener su ira—. No soy nada como mi padre.
—Sí, claro. Está bien. Es por eso que mandaste a tu hermano al hospital. Nada diferente a lo que tu padre te hizo.
—Estuve en el hospital por cinco putos días. No soy como mi padre.
—Mantén la maldita voz baja. ¿Quieres que me echen de aquí?
—¿Crees que me importa una mierda lo que te suceda? Déjame ver a mi hermano.
Bella apretó sus dientes, haciendo todo lo posible para no llorar. Ella no quería que este imbécil la viera llorar. Hoy no. Él no entendería que ella lloraba más por enojo y frustración que por tristeza, aunque también estaba triste.
—Mira. Tú y yo sabemos que él regresará a ti. Siempre lo hace. Déjame cuidar de él. Déjame arreglar tu desastre, y ni bien se sienta mejor, estoy segura que correrá directo a ti. Él te perdonará una y otra vez hasta que lo mates.
—Está bien, ¿terminaste, Oprah?
—No. Tengo una pregunta para ti. —Bella bajó un escalón y entró en su espacio personal—. ¿Qué diablos estabas haciendo en la tienda de cómics?
Ella vio la pizca de... algo pasar por su rostro.
—¿De qué hablas?
—¿Por qué Jasper creyó que estarías en la tienda? ¿Mi tienda?
—¿Qué, eres la dueña del lugar ahora?
Bella se paró de puntitas de pie, mirándolo fijamente. Él inhaló bruscamente por la nariz.
—No te metas conmigo, Bella.
—¿Por qué? ¿También vas a golpearme? Adelante. No soy tu hermanita, Peter. Llamaré a la policía tan rápido que tu cabeza dará vueltas.
—Estás jodidamente paranoica, ¿lo sabes? Crees que te voy a golpear. Crees que pasa algo en tu tienda. ¿Sabes? James ha estado diciendo que la nueva polla que montas es un tipo de policía. No pensaba que fueras tan estúpida, pero quizás haya algo en eso.
Bella lo miró.
—¿Eso es lo que piensas? ¿Crees que Edward es algún tipo de topo? —Ella palideció. Sabía que lo que sus amigos hacían tenía que ser ilegal. Ella había asumido que eran drogas, pero en un nivel bajo. Tráfico menor. Hurto. Nada en lo que alguien desperdiciaría el dinero de los contribuyentes—. Peter. ¿En qué diablos están metidos para justificar ese tipo de vigilancia?
Peter la miró fijamente, con paranoia y sospecha en su expresión.
—No hagas esa mierda inocente conmigo. ¿Por qué eres tan entrometida de repente? Es este tipo de mierda la que te trajo la atención de personas como Felix, ¿sabes eso? Y si crees que vas a involucrar a Jasper en esa mierda...
—¿Bromeas con esto? ¿Yo estoy poniendo en peligro a Jasper?
—Te estás sobrepasando al encabronar a Felix. ¿Te das cuenta de quién es él? ¿En verdad quieres meterte con los hermanos Scarpinato?
Bella había escuchado ese nombre antes. Se le heló la sangre.
—¿Todos ustedes están trabajando para ellos? Mierda. Mierda. ¿Qué demonios, Peter? —Escuchó el quejido asomarse en su voz mientras pensaba en James, Victoria, y Laurent—. ¿En qué diablos se han metido?
Él parecía en conflicto y confundido mientras la miraba a los ojos.
—Mira, como sea. Mantente fuera de ello, ¿de acuerdo? Los dos. ¿Por qué crees que lo golpeé? Él intenta meterse en mis asuntos. Intento hacer lo correcto con él.
—¿Crees que meterte en este tipo de problema es lo correcto para él?
La mirada fulminante estaba de regreso. Peter señaló su rostro con un dedo.
—Él tiene un techo y comida en su estómago.
—Él tiene un trabajo.
—Un trabajo que le conseguirá, ¿qué? ¿Lo que tú tienes? ¿Un cuarto en la casa de alguien más? —Peter sacudió la cabeza—. Eso no es una vida, Bella. Él se merece algo mejor, y me voy a asegurar de que esté cuidado.
—¿Al involucrarlo con los malditos hermanos Scarpinato?
Él lanzó sus manos al aire.
—¿Acaso me estás escuchando, carajo? Eso es lo que intento no hacer. Mira, solo dice que se fue de las manos, ¿de acuerdo? Y tú, lo que sea en lo que estás metida con ese novio imbécil que tienes, sal ahora.
Peter comenzó a marcharse, pero Bella lo siguió. Lo sujetó del brazo y lo giró de vuelta.
—Edward no sabe nada. Él es nuevo en la ciudad. Ni siquiera tiene un trabajo. Déjenlo en paz.
—Como si quisiera estar cerca del imbécil. Solo quería ver a mi hermano. Déjame en paz.
Bella lo soltó entonces y observó, con el corazón acelerado, mientras se marchaba. Cuando él estuvo fuera de su vista, se sentó en el escalón, su cabeza en sus manos. Su mente daba vueltas.
Por años ya, ella había hecho la vista gorda ante el tipo de problemas en los que sus amigos se metían. Ella y Jasper tenían que hacerlo, porque hacer lo contrario sería demasiado exasperante. Era inútil. Al final de cuentas, Peter, James, Victoria, Laurent... harían que lo querrían. También sabía que intentaban mantener a Bella y a Jasper fuera de ello tanto como fuera posible. Era un acuerdo tácito; ellos no dejarían de hacer lo que estaban haciendo, pero no involucrarían a Bella y a Jasper ya que habían crecido limpios, por así decirlo.
Ella se meció atrás y adelante en el porche, tratando de no llorar. ¿Cuántas veces? ¿Cuántas veces en su vida rota y destrozada ella tendría que convencerse a sí misma que podía tener felicidad? ¿Paz? Ella había formado una familia, y para bien o para mal, los amaba. Ellos eran disfuncionales, pero eran de ella. Trabajaría duro y tendría una vida normal.
Las palabras de Peter habían destrozado esa ilusión por completo. No solo sus amigos, su familia, estaban más involucrados de lo que podría haber imaginado, sino que era muy probable que hubieran involucrado a su vida inocente en su mierda. Leyendo entre líneas, encontró una narrativa que tenía sentido, que finalmente explicaba por qué James y su estúpido amigo Felix habían estado actuando de manera tan extraña.
James no estaba preocupado de que Edward fuera a lastimarla. Él estaba preocupado porque Edward estaba dando vueltas muy cerca de sus asuntos. Lo que quería decir que algo estaba pasando en la tienda de historietas que involucraba a los hermanos Scarpinato.
Bella se estremeció al pensarlo, simultáneamente afligida, aterrada, y furiosa. Los dueños de la tienda habían sido tan buenos con ella. Bella había trabajado duro para ganarse su confianza. Había trabajado duro y honestamente.
Y Edward. El pobre Edward se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado, alimentando sus delirios y paranoia. Él ya había sido lastimado, y era la culpa de Bella. No directamente, por supuesto, pero eran los amigos de ella que los estaban atacando.
Cuando se calmó, levantó la cabeza, sus ojos secos. La vida nunca había sido fácil para ella. No había razón para que comenzara a serlo ahora.
~FAH~
Edward observaba a Bella con Jasper durante el almuerzo, invisible para los ojos humanos. Ellos hablaban en voz baja, sus cabezas inclinadas hacia el otro e irradiando tristeza.
—Él se siente orgulloso —dijo Jasper—. Orgulloso de que él y James se hayan acercado tanto a Felix últimamente. Al parecer, Felix es muy importante.
—Felix es un imbécil que no puede controlar sus manos.
La cabeza de Jasper se levantó, y sus ojos se agrandaron.
—¿Lo has conocido?
Bella hizo una mueca.
—No fue nada. Él y James han decidido que Edward es una amenaza. Felix intentó intimidarme.
—Bella, Felix es peligroso. Me refiero a realmente peligroso. Eso fue lo que comenzó toda la cosa. Peter llegó a casa varias noches atrás jodido. No con drogas. Quiero decir, él estaba temblando. Casi llorando. James lo seguía. Hicieron que me vaya, pero sabes que los escuché. James estaba diciendo cómo Peter debía ser un hombre si iba a juntarse con los hombres importantes, y que el tipo que mató se lo merecía.
—¿Están matando personas ahora? —Bella dijo un poco demasiado alto. Se frotó las sienes—. ¿Cómo llegó a esto, Jasper?
Edward debería haber estado saltando de alegría. Había sabido desde el comienzo que la única manera de apartarla de sus amigos problemáticos era hacerle ver lo peligrosos que se habían vuelto. Este era su plan hecho realidad, pero él sufría por ella. No tenía que leer su mente para saber la profundidad de su dolor.
Además de eso, Edward no tenía prisa por terminar esta tarea en particular. No, ese pensamiento le parecía realmente aberrante.
Él tenía varios pensamientos al respecto. Después de todo, no era como si Bella dejaría de necesitar protección una vez que se alejara de sus amigos. Si acaso, sería más fácil protegerla si él se encontraba a su lado. No había razón para...
Edward escuchó el aleteo de inmensas alas y de repente ya no se encontraba en la casa de Bella, mirándola con Jasper. Parpadeó, identificando su alrededor como algún lugar cerca del monte Everest en una de las cimas de las montañas que no era tan interesante meramente porque era varios metros más baja.
Él giró, para nada sorprendido de encontrar a Carlisle detrás de él. Las alas del ángel superior seguían abiertas y magníficas. Aunque había tenido motivos para ver las alas de un ángel superior muchas veces en su ilimitada existencia, Edward estaba, como siempre, asombrado. La envergadura por sí sola hubiera abrumado incluso al humano más estable. El color, con bordes dorados más brillantes, no tenía nombre. Estaba de pie en la roca arriba de Edward, mirando con una expresión de divina benevolencia.
Edward inclinó la cabeza en deferencia y meramente esperó.
—¿Sabes lo que es un nefilim?
Edward levantó la cabeza.
—El hijo de un humano y un ángel. Son míticos, e incluso si no lo fueran, estoy bastante seguro que no he hecho nada que pudiera resultar en uno. Cierto, no tengo experiencia en el asunto, pero a menos que esté seriamente equivocado sobre la anatomía humana, me siento seguro al decir que no habrá un hijo.
—Esta humana. Esta mujer. Te está afectando. Nubla tu juicio. —Se bajó de la roca, así podía mirar a Edward a los ojos. Caminó de un lado a otro, fijando a Edward con la mirada—. Has sido incapaz de resistirte a ella. No tengo razones para creer que te puedas detener con simples besos.
Edward debería haber estado avergonzado, pero no lo estaba. Estaba molesto.
—¿Me lo estás prohibiendo? ¿Qué harás ahora? ¿Devolverme al cielo?
Carlisle se acercó a él, sus pasos medidos.
—Los ángeles no están hechos para tener libre voluntad, pero tu voluntad tampoco es mía. Sin embargo, hay algo que deberías considerar.
Presionó algo en la mano de Edward. Al principio, Edward estaba seguro que tenía que haber un error. Se le habían ocurrido innumerables posibilidades por las que Carlisle lo había apartado, pero esta no era una de ellas.
—Esto es un condón —dijo Edward.
Ante eso, Carlisle sonrió. Entonces, se rio.
—Debes perdonarme. ¿Cómo podía resistirme? No es frecuente que un ángel tenga la oportunidad de dar la charla.
—Estoy muy consciente de la anatomía humana en todas sus formas y funciones así como tú —dijo Edward, aún un poco malhumorado por el chiste. Había estado temiendo las consecuencias de sus acciones desde el primer beso. Se sentó, observando el terreno, tomándose un momento para estirar sus propias alas—. Lo que estoy haciendo. ¿Hay repercusiones?
Carlisle se sentó a su lado.
—Me temo que eso va más allá de mi conocimiento. Conozco ángeles que han optado por caer, pero ninguno ha intentado permanecer en su recipiente humano en la Tierra.
Edward miró a Carlisle.
—Entonces, sí escuchaste ese pensamiento.
—Por supuesto. —Carlisle lo estudió por un momento—. Me temo que tienes otra preocupación.
—Tengo muchas preocupaciones.
—Una que puede pesar mucho en tus planes.
Edward sintió un extraño revuelo en su estómago. No era cómodo.
—Dime.
—Ya te lo he dicho. Te dije que este cuerpo solo tiene el tiempo original que a Edward Cullen le quedaba antes de que le arrebataras la vida.
La agitación en su estómago empeoró.
—¿Qué estás diciendo?
La expresión de Carlisle estaba llena de compasión.
—Tres meses.
Edward se puso de pie.
—Él era un hombre joven.
—Los hombres jóvenes mueren. Tu Bella debería haber muerto teniendo apenas meses.
Edward guardó silencio por unos minutos.
—¿Y si cayera? ¿Este cuerpo?
—Sería tuyo, y sabes que no tienes puntos fijos. Podrías tener cinco décadas, cinco años, o cinco minutos.
De nuevo, Edward se quedó en silencio. Él ni siquiera sabía si tres meses eran suficientes para apartarla de sus peligrosos amigos.
—¿Por qué me dices esto? —preguntó Edward—. Así no es cómo se hacen las cosas.
—Como dije, Edward, los ángeles no están hechos para querer libre voluntad, para ir tras lo que quieren en vez de lo que se les ordena. —Sonrió—. Y aún así, aquí estás. Tienes deseos. De más maneras que una. Supongo que eso me intriga.
Edward agachó la cabeza. Su garganta estaba tensa. Eso también era incómodo.
—¿Puedo regresar a ella ahora?
—Tu voluntad es tuya.
Edward volteó hacia Carlisle y asintió.
—Gracias. Por todo.
—Buena suerte, Edward.
