Disclaimer: Los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es LyricalKris, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to LyricalKris. I'm only translating with her permission.


Capítulo 4

—Oh, esto no es una buena idea.

Bella vaciló afuera del apartamento de James, escuchando el ruido de la música en el interior. James y Victoria no vivían exactamente en un vecindario tranquilo, pero esto era diferente. No era el ruido habitual de llanto de bebé, personas discutiendo, sirenas retumbando. No.

James estaba haciendo una fiesta.

Bella se dio la vuelta y chocó contra un muro de cuerpo sólido.

—Vaya, cariño —dijo Jasper, sujetándola con sus manos en sus hombros—. ¿Cómo logró hacer esto James? Creí que dijiste que jamás volverías a una de sus fiestas.

—No me quedaré —dijo Bella. Volteó y comenzó a irse, pero James apareció en la entrada, sus brazos llenos de cajas de pizzas, bloqueando su escape.

—Hola, pequeña Bells. Viniste.

—Mentiste —dijo Bella, caminando a su alrededor.

—Oye, oye. —James dejó las cajas en los brazos de Jasper y corrió tras Bella. La tomó del brazo—. Vamos. Dijiste que extrañabas pasar el rato. También te extraño.

—Y tú dijiste que íbamos a pasar el rato tranquilos.

—Mis fiestas son tranquilas, nena. —James dijo con una risita, jalándola en la dirección de su casa—. No dije que todos mis otros amigos estaban invitados. ¿Y qué?

—Que tus amigos son jodidos imbéciles, James.

La expresión de dolor genuino en el rostro de James hizo que los hombros de Bella cayeran.

—¿Eso es lo que piensas de mí? —preguntó, su boca en una línea firme.

—No. No, por supuesto que no. Tú no eres como ellos, Jamie. Es por eso que no entiendo por qué te juntas con ellos.

—¿Este maldito argumento de nuevo?

Bella sacudió su dedo en el rostro de él.

—Tú eres el que me mintió para que viniera aquí. ¿Qué diablos esperabas que sucediera?

—Carajo, no lo sé. Creí que sería bueno para ti sacar el palo que tienes en el trasero; quizás echarte un polvo.

Antes que Bella pudiera contestar, Jasper se aclaró la garganta.

—Vamos. Hazme compañía por una hora, ¿sí?

—Sí. —James tomó las pizzas de Jasper—. Dios sabe que probablemente piensas que él necesita protección de los malditos imbéciles con lo que yo paso el rato. —Abrió la puerta con una patada y entró con un bufido.

Bella refunfuñó, exasperada consigo misma y con sus amigos. Ella se sentía mal, pero también sentía que James estaba siendo un idiota al pasar tiempo con el tipo de personas que ella sabía que estaban allí. Era una vieja y gastada frustración, pero ni James ni Victoria entraban en razón.

Jasper era un poco mejor. A veces.

—Realmente no son tan malos, Bella —dijo Jasper, rodeándola con su brazo para darle un apretón.

—Son problemáticos.

—No estás siendo justa.

Bella entrecerró los ojos.

—Déjame en paz. Sé que los dos jugamos a fingir que no sabemos lo que sabemos de nuestros amigos, pero sé sincera conmigo por un minuto. Tú y yo nos rompemos el trasero en nuestros trabajos que nos pagan tan poco que incluso calificamos para recibir cupones de alimentos. Mientras tanto, sabes muy bien que James se sienta a jugar X-Box todo el día, y Victoria está haciendo compras en tiendas en las que no puedo darme el lujo de orinar. Incluso este apartamento de mierda que tienen cuesta algo. Entonces, tú dime, Jasper. Tú dime lo que crees que está pasando aquí.

La mandíbula de Jasper estaba tensa mientras la observaba, pero no podía discutir. Los dos lo sabían.

—Tengo que deducir que gran parte de las personas allí dentro son como James y Vick. Sí, está bien. Hacen lo que tienen que hacer para sobrevivir, pero siguen siendo nuestros amigos. Siguen siendo buenas personas, así que puedo soportar estar alrededor de ellos por unas horas. Come un poco de pizza, bebe unas cervezas, quizás fuma un porro, si estás de acuerdo con eso, Srta. Arrogante.

—Jazz, no seas así.

—Es alcohol y pizza, Bella. No van a venderte como esclava sexual u obligarte a ser una traficante. Y sí, como sea. Tú y yo sabemos que varias personas allí van a drogarse con muchas cosas estúpidas. ¿A quién le importa? Eso no quiere decir que tengamos que hacerlo.

Bella pateó una piedra y suspiró. Jasper tenía razón, después de todos. No era como si ella nunca hubiera estado alrededor de drogas y personas turbias. Desde que ella pasó la noche en el hospital con Jasper después que él bebió demasiado, no le gustaba dejarlo solo en estas fiestas.

Además, quizás viniera Laurent. Ella no lo había visto en un tiempo largo.

—Sí. Sí, está bien. Me quedaré por un rato.

~FAH~

Al día siguiente en el trabajo, Bella no era una persona feliz.

—Apenas puedes mover tu brazo, ¿o no? —Jasper preguntó, viéndose molesto mientras se apoyaba sobre el mostrador.

—Sobreviviré —dijo Bella, regresando al estante donde ella estaba colocando varios artículos detrás del mostrador.

Jasper soltó un sonido disgustado.

—No deberías haber interferido.

—No deberías meterte en peleas.

—Oye, ese tipo estaba siendo un tonto, y lo sabes. Yo no instigué nada, y puedo defenderme. Podría haber lidiado con ello, y tu brazo no estaría lastimado ahora.

Bella gruñó. Cielos, su brazo sí dolía mucho, pero había sido una reacción automática meterse en la pelea cuando vio al tipo acercarse a Jasper. A regañadientes, ella podía admitir que Jasper tenía razón. Él no era el mismo chico flaco que había sido cuando Bella lo defendió de los amigos matones de su hermano. Jasper había crecido, era alto y fuerte. Fácilmente podría haberse defendido del tipo la noche anterior sin la ayuda de Bella.

—Aunque fue un puñetazo increíble —dijo Jasper, guiñándole un ojo.

Bella sonrió. Su puñetazo había derribado al tipo sobre su trasero.

—Traje un poco de lo que James intentó darte anoche. Creo que deberías tomarlo —dijo Jasper.

—No.

—Vamos, Bella. Solo son analgésicos.

—Tengo ibuprofeno.

—Necesitas algo más fuerte que ibuprofeno.

—No quiero nada que James tenga para ofrecer.

Jasper levantó sus manos.

—Está bien. Está bien. Sufre innecesariamente si eso quieres. Depende de ti. —Se apartó del mostrador—. Tengo que ir a trabajar.

—Somos dos. ¿Cenamos esta semana?

—Por supuesto, cariño.

Bella regresó a su trabajo, montando la nueva exposición. Su brazo dolía desde sus dedos a su hombro. Mucho. Peor que eso, la fuerza en sus dedos era casi nula. El dolor la hacía temblar y le daba un poco de náuseas. Golpear al idiota había sido satisfactorio, pero ella creía que se había esguinzado algo. Le había ocultado lo peor a Jasper. Él habría insistido en que ella fuera al hospital, y ella necesitaba su mano derecha para trabajar.

—¿Disculpa?

Bella vaciló por un momento antes de darse la vuelta, respirando profundamente para intentar apartar el dolor, así podía ayudar a su cliente. Puso una sonrisa en su rostro, pero se transformó en una O de sorpresa cuando reconoció al hombre de pie frente al mostrador.

—Oh, eres tú. De hace un par de días. Edward, ¿cierto?

—Sí. Y tú eres Bella. —El hombre esbozó una sonrisa que dejó un poco sin aliento a Bella.

—Esa soy yo. Y bien, ¿puedo ayudarte con algo?

Él inclinó la cabeza hacia ella, estudiándola con ojos tan intensos que Bella debería haberse sentido incómoda. No lo hacía. Sus ojos eran amables—para nada amenazantes.

—De hecho, esperaba que me permitas ayudarte.

Bella arqueó una ceja. Lo miró de arriba abajo. Ella era mala deduciendo la edad, pero él tenía que tener treinta años al menos. Su ropa se veía bien. Ella era bastante inútil con la moda, pero él no se veía para nada mal.

—No puedes estar buscando trabajo —dijo ella.

Él parecía perplejo.

—Estaba considerando la posibilidad, pero no estoy seguro de qué tiene que ver eso con que yo te ayude.

Bella parpadeó.

—Está bien. Comencemos de nuevo. ¿Con qué quieres ayudarme?

—Tu brazo está lastimado. —Él debió haber visto la sorpresa en mi rostro, porque se apresuró a agregar—. Perdóname. Te escuché hablar con tu amigo, y te vi teniendo problemas con el exhibidor.

—Oh. —Bella masajeó su brazo derecho e hizo una mueca cuando el dolor recorrió su brazo hasta su hombro como un rayo. Lo dejó caer a su costado—. Eso es muy agradable de tu parte, amigo, quiero decir, Edward, pero estaré bien. No puedo dejar que estés detrás del mostrador.

—No necesito estar detrás del mostrador para ayudarte. Quiero decir que puedo ayudarte con el dolor en tu brazo. Sin ayuda de drogas.

Esta vez, las cejas de Bella se alzaron en su frente.

—¿Qué? ¿Cómo?

Eso parecía haberlo desconcertado pero solo por un momento.

—¿Sabes lo que es la acupresión?

—No. He escuchado sobre la acupuntura.

Él sonrió, y Bella se sintió más tranquila.

—Es la misma premisa general —dijo—. Excepto con el tacto. Verás, tu cuerpo está conectado. Un nervio en tu pie envía dolor a tu hombro. Cosas así. Soy hábil en el arte de la acupresión. Si me permites echarle un vistazo a tu mano, quizás pueda ayudar a aliviar el dolor y quizás incluso acelerar el proceso de sanación.

Bella estaba escéptica. Por un lado, esto podría ser como cualquier cantidad de ofertas aparentemente de buen corazón que había tenido en su vida y que resultaban ser pervertidos que querían una excusa para tocarla. Pero había una dulzura en sus ojos en la que Bella confiaba por naturaleza. Ella no podía explicarlo, pero estaba allí.

Además, su brazo realmente la estaba matando. ¿Qué tenía para perder? No era como si este tipo fuera lo suficientemente idiota para agredirla en la tienda con un grupo de adolescentes como testigos.

Tentativamente, Bella apoyó su brazo sobre el mostrador y lo observó. La expresión de él se iluminó, y se estiró hacia ella. Bella se encogió de dolor, pero su mano era suave. Él giró su brazo con cuidado, murmurando una suave disculpa cuando ella gimoteó.

—Respira profundo —masculló Edward.

Lo hizo, y él presionó las yemas de sus dedos en el punto donde su pulgar se encontraba con su palma y dos en su muñeca. Al principio, ella sintió dolor pero fue seguido por un extraño y relajante calor. Era como agua caliente fluyendo sobre piel helada, quitando el frío y cubriendo su brazo con confort.

Bella, sorprendida ante el repentino cese del dolor, observó su mano como si fuera una especie alienígena en vez de una extremidad de su cuerpo.

—¿Está mejor?

Bella miró a Edward, asombrada.

—Sí —dijo ella, incrédula—. Vaya. ¿Cómo diablos hiciste eso?

Él sonrió y acarició el interior de la muñeca de ella con sus dedos. Bella debería haber protestado, pero se sentía bien. Además, ella casi tenía miedo de mover su mano en caso de que el dolor volviera.

—Es una técnica que sé.

—¿Dónde aprendiste a hacer eso?

—Oh. —Él frunció el ceño—. Viajo mucho. He aprendido varias cosas sobre la marcha.

—¿Viajas por trabajo?

—No. No trabajo. Lo hacía, pero no ahora mismo. Me gusta experimentar cosas nuevas.

—Eso es genial. Me gustaría viajar. —Renuentemente, ella apartó su mano y la giró experimentalmente—. Especialmente si quiere decir que aprenderé cosas como estas. Haces milagros.

—No... —Edward comenzó, su expresión alarmada. Entonces, pareció percatarse de ello y esbozó una sonrisa fácil—. No es nada muy especial.

—Lo es para mí. —Bella sonrió, suponiendo que era mejor soltar el tema antes que avergonzara al tipo. Había algo extraño pero muy dulce sobre él—. Bueno, como sea. ¿Te puedo ayudar con algo?

—¿A qué te refieres?

Bella señaló alrededor de ellos.

—Estás aquí de nuevo. ¿Buscas algo en particular?

—No, yo... —Él se pasó la mano por el cabello y la miró con una expresión avergonzada—. Quizás pienses que soy raro.

—Esta es una tienda de historietas. Te garantizo que no hay nada más raro de lo que ya he visto.

Él parecía divertido ante esto.

—Bueno, supongo que podrías decir que soy un poco curioso. Es por eso que he viajado tanto. Algo se me mete en la cabeza. Tengo curiosidad, e intento descifrarlo.

Por un segundo, Bella estaba aterrada de que él fuera a decir que sentía curiosidad con ella, que quería tratar de descifrarla a ella.

—¿Sabes lo que es la Comic Con?

Bella parpadeó, confundida.

—Eh, sí. —Señaló a su alrededor—. Tienda de historietas. ¿Hola?

—Cierto. Exactamente. Como sea, he escuchado sobre la Comic Con, pero no puedo decir que entienda el fervor.

Las mejillas de ella se enrojecieron. Por supuesto que este tipo no estaba obsesionada con ella. ¿Tanto ego, Bella?

Ella se aclaró la garganta y volvió a concentrarse.

—Pero, ¿quieres hacerlo? Entender, quiero decir —dijo Bella, preguntándose si lo seguía.

Él le sonrió como si estuviera aliviado de que alguien lo comprendiera.

—Sí, exactamente. Los aficionados. La cultura geek. —Le dio una mirada apologética—. He decidido que quiero ir a la Comic Con, pero siento que no debería a menos que esté entusiasmado por algo. Ahora mismo, solo tengo curiosidad.

Ella debía haber estado mirándolo como si le hubiera crecido otra cabeza, porque él bajó la mirada.

—Te dije que era raro.

—Eh. —Bella se encogió de hombros—. No tan raro como los aficionados en general o lo que puedes encontrar en la Comic Con, o eso me han dicho.

—¿Nunca has ido?

Bella resopló.

—Sí, claro. Está fuera de mi liga, amigo mío. Incluso si fuera lo suficientemente afortunada para ganar la lotería, aún tendría que pagar por las entradas, un cuarto de hotel, y el vuelo hasta San Diego. —Ella suspiró—. Vamos a poner eso en la larga lista de "algún día" que tengo.

Antes que Edward pudiera responder a eso, ella no quería ni necesitaba su lástima, Bella cambió de tema.

—Como sea. Quieres descifrar de qué va todo el rollo. ¿Por qué escogiste este lugar?

—Oh. Fue... al azar. Estaba de pasada, eso es todo.

—De todas las tiendas de historietas en el mundo, ¿tienes que entrar en la mía?

Él frunció el ceño, y Bella lo miró boquiabierta.

—¿Casablanca? —preguntó.

—¿La Casa Blanca?

—No. Es de la película Casablanca —dijo ella. El reconocimiento no apareció en su rostro—. ¿No eres fan de los clásicos entonces?

—¿Es una película basada en una historieta? Quizás pueda rentarla.

Bella soltó una risita. Llevó una mano a su boca.

—Lo siento. No es una película basada en una historieta.

—¿No? ¿Entonces por qué tiene una tienda de historietas?

—No la tiene... —Bella se carcajeó de nuevo. Esta era la conversación más ridícula de la que ella había sido parte—. Olvida que dije algo. Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Cuál es el primer paso?

—Bueno... —Edward miró alrededor de la tienda—. ¿Qué están haciendo? —Señaló a las mesas.

—Diferentes cosas. Aunque mayormente son juegos de mesa. —Él la miró sin comprender—. ¿Calabozos y Dragones? —Sigue sin registrar—. Está bieeeen. ¿Eres completamente nuevo en esto, eh? Vaya, ¿cómo explicar sobre los juegos de mesa? Eso es para geeks avanzados.

Él apoyó los codos sobre el mostrador, inclinándose en dirección a ella.

—Quizás deberíamos comenzar con algo no tan avanzado.

Había algo en sus ojos que hacía que Bella perdiera el hilo de sus pensamientos.

—Eh. Sí, está bien. Veamos. ¿Qué tal un clásico? ¿Qué piensas de Star Trek?

—¿Qué?

—Oh, cielos.

~FAH~

Edward estaba esperando en el sofá de la sala cuando Rosalie regresó del trabajo.

—¿Sabes qué es Casablanca? —preguntó.

—¿La Casa Blanca?

—Eso es lo que dije. Bella lo llamó un clásico.

Rosalie rio.

—Oh, Emmett siempre me dice que las cosas son clásicas. Películas. Coches. A veces quiere decir viejo y a veces quiere decir algo de lo que todos deberían saber.

—Hmm. —Edward rascó su mentón—. Le preguntaré cuando venga entonces.

—Y bien, ¿me dirás cómo te fue o qué?

Edward resumió la interacción que había tenido con Bella esa tarde. Dentro de todo, fue un éxito. Ella parecía involucrada en su conversación, siempre regresaba a él después de ayudar a otros clientes, y parecía que le gustaba contarle cosas. Ella había hablado extensamente sobre Star Trek y cómo las nuevas eran muy problemáticas en muchos sentidos y que Gene Roddenberry se retorcía en su tumba. A pesar de todas sus quejas al respecto, ella terminó admitiendo que había visto la primera al menos cuatro veces en el cine.

—¿Tratas de decirme que tu excusa tonta realmente funcionó? —dijo Rosalie, sus ojos cómicamente abiertos de par en par—. Vaya. Eso usualmente es un repelente.

—Ella trabaja en una tienda de historietas.

—Ah, tienes razón. Además, tienes la apariencia de un tipo misterioso. ¿Quién tiene tiempo para simplemente decidir ser un geek? A algunas les encanta lo peculiar.

Él entrecerró los ojos.

—No intento encantarla.

Ella levantó las manos en un gesto apaciguador.

—El punto es, genio, que ella está bastante interesada en seguir hablando contigo. Ese era el objetivo, ¿cierto?

—Sí.

—Bueno, ¿y? Ese es un buen comienzo.

Edward frunció el ceño.

—Posiblemente.

Ella inclinó la cabeza, mirándolo.

—Algo fue mal.

—Mal no. —Él vaciló—. La sané.

Rosalie se enderezó, obviamente no contenta.

—¿Qué?

—Fue leve. Un músculo desgarrado e irritado. Y fui capaz de darle una excusa creíble.

Él explicó, y ella se calmó. Un poco.

—¿Por qué lo hiciste?

—No podía soportar verla sufrir.

—La vida es sufrimiento, Edward.

—Eso has dicho, pero ella ha tenido suficiente dolor. Evitaré que lo sienta cuando pueda.

—Solo ten cuidado.

—Lo tendré. Por supuesto que lo tendré.