Disclaimer: Los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es LyricalKris, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to LyricalKris. I'm only translating with her permission.
Capítulo 19
La paciencia estaba incorporada en cada ángel. Más bien, debido a que estaban hechos para obedecer, la configuración de un ángel los hacía contentarse con la pasividad y a esperar sin hacer preguntas.
Ahora, sentado en silencio junto a Bella, meramente sujetando su mano, Edward muy de repente comprendía por qué los humanos afirmaban que morirían si uno u otro de sus ridículos deseos no se cumplían. Él iba a morir, estaba demasiado lleno de preguntas y preocupaciones que estaba seguro que iba a explotar, o iba a volverse loco. Se preguntaba cómo sería la locura para alguien como él.
Quizás se había vuelto loco hace mucho tiempo cuando desafió el orden del universo para salvar a una bebé. Si hubiera algo justo sobre el universo, él debería al menos poder leer su mente. Ella aferraba su mano lo suficientemente fuerte que un humano estaría sintiendo mucho dolor. ¿En qué podría estar pensando?
—¿Me llevarías de vuelta al prado? —preguntó Bella. Su voz fue un poco chillona al hablar.
Edward parpadeó. Eso no se encontraba entre sus muchas suposiciones.
—No lo sé. Es solo que... Quiero decir, parecía ser algo mágico. ¿Supongo? —Sus palabras salían apresuradamente, todas mezcladas y agudas—. No es fácil, ¿de acuerdo? Se supone que la magia es una ilusión. Un juego de manos y todo eso. —Respiró hondo, todavía sin mirarlo—. Parte de mí sigue tratando de descubrir el truco. Tiene que ser un truco, ¿verdad?
Exhaló en un suspiro tembloroso y apretó su mano particularmente fuerte. Ella volvió a hablar antes de que él pudiera contestar.
—No puedo ver a Jasper todavía, ¿no?
Él se detuvo en caso que Bella fuera a divagar de nuevo. Cuando no lo hizo, respondió en un tono tan reconfortante como podía lograr.
—Estará en cirugía por varias horas más al menos.
—Está bien. —Respiró hondo de nuevo. Ella finalmente levantó la cabeza y lo miró a los ojos. Podía ver que estaba conteniendo el aliento mientras lo estudiaba y miraba como si intentara tratando de ver a través de él, el verdadero él, por primera vez—. ¿Me llevarás allá? —susurró.
Tentativamente, él comenzó a estirarse hacia ella, pero cuando ella se encogió, dejó caer su mano libre de vuelta a su regazo.
—Si, si eso es lo que quieres. —Una vez más, estaba preocupado de que fueran a llevárselo. A estas alturas, los ángeles superiores tenían que saber lo que él había hecho. ¿Qué le harían?
Bella asintió y cerró los ojos.
—De acuerdo. Estoy lista.
Sus labios se crisparon.
—No desde aquí.
Ella abrió un ojo y lo miró de reojo.
—A Emmett le parecería muy raro si desapareces de este cuarto —dijo él—. Déjame entrar por la puerta, como... —Se detuvo demasiado tarde.
Ahora fueron sus labios los que se crisparon.
—¿Como un ser humano normal?
Él bajó la cabeza, sin saber qué decir. Transcurrieron varios segundos. Entonces, Bella soltó unas risitas. Llevó una mano a su boca, pero no pudo contenerlas. Cuando él la volvió a mirar, ella estaba carcajeándose.
—Lo siento —dijo entre risas nerviosas—. Estoy confabulada con un ángel para salvar la delicada sensibilidad del enorme y fornido humano cretino con problemas de compromiso. ¿Estoy dentro de una historieta?
Edward sintió un aleteo de algo ligero y un poco aterrador—¿esperanza? Tragó fuerte y esperaba estar leyendo el humor en su voz correctamente.
—¿Quién soy en esta historieta?
Ella suspiró y, para su infinita sorpresa, llevó una mano temblorosa hacia su mejilla.
—Uno de los héroes, ¿creo? —Había vacilación en su voz y lágrimas en sus ojos—. Los héroes nunca son simples. —Observó sus ojos de nuevo, y él se preguntaba qué respuestas intentaba encontrar—. Un buen héroe tiene que tener un defecto trágico, ¿cierto?
El corazón humano de su recipiente estaba latiendo tan fuerte que Edward tuvo que resistir la urgencia de frotar su pecho.
—¿Cuál es mi defecto trágico?
Ella resopló.
—No lo sé todavía. Esa es una de las cosas de las que tenemos que hablar.
—En el prado.
Ella asintió.
Ahora fue el turno de Edward de observarla.
—Bella, si necesitas más tiempo para procesar, eso sería comprensible. Fuiste baleada hace solo unas horas por una persona que tus amigos conocen íntimamente. Tú...
—¿Vi a mi novio dulce, inocente y humano convertirse en un ser sobrenatural frente a mis ojos? —Su tono era seco. Apartó su mano de la de él para envolver sus brazos alrededor de sí misma. Nuevamente no lo estaba mirando—. No, Edward. Necesito decidir si puedo lidiar con esto. Si puedo lidiar contigo, quiero decir. —Su risa entonces fue cortante—. Es lo único que puedo controlar ahora mismo.
—Está bien —dijo Edward, ya extrañando su mano en la suya—. Iré a la puerta, y entonces te llevaré adonde quieras ir.
Ella asintió, y la expresión en sus ojos se volvió cautelosa. Lo miró fijamente, y después de un momento, él se dio cuenta que estaba esperando a que desapareciera. Por supuesto, no quería que ella le tuviera miedo. Pero ella estaba esperando, y no era como si sirviera de algo fingir que había otra forma de salir de este cuarto. Él suspiró y desapareció.
Como habían vecinos cerca, Edward no pudo manifestarse hasta encontrarse a una cuadra de distancia. No importaba. Le daba tiempo para preguntarse y preocuparse por lo que Bella iba a preguntar y cuánto él podía contarle sin esperar que ella huyera gritando.
Por otro lado, el hecho de que ella quisiera que él la llevara a un prado en el medio de la naturaleza era una buena señal. Hablaba de la idea que su confianza en él no había sido quebrada por completo.
Al llegar a la puerta de Rosalie, Edward se preparó a sí mismo para el rol que tenía que desempeñar. Puso una expresión preocupada en su rostro y abrió la puerta.
—Rosalie, allí estás. —Edward se acercó a Rose y tomó su mano—. ¿Has visto a Bella?
Su hermana era buena pensando rápido. Se cruzó de brazos y se lo puso un poco difícil, protegiendo a Bella. Después de la conversación obligatoria para el beneficio de Emmett, Rosalie resopló.
—Veré si ella quiere hablar contigo, pero no prometo nada. —Agitó un dedo en su rostro.
Él dejó caer sus hombros en alivio.
—Gracias, Rose. En serio.
Sus pensamientos eran tan autocomplacientes que Edward no pudo evitar su pequeña sonrisa. Ella pensaba que echaría un vistazo a la actuación y se imaginaba a sí misma subiendo a un escenario con un elegante vestido para aceptar un premio. Rosalie como humana no era más que dramática.
—Oye.
Edward volteó para encontrar a Emmett fulminándolo con la mirada, sus pensamientos furiosos. El hombre lo apuntó.
—Veo esa sonrisa engreída.
—Oh, no. Estaba... —Edward comenzó, pero el hombre se puso de pie.
—Mira, no sé qué rayos pasó contigo y Bella, pero será mejor que la trates bien. Ella es una de las buenas.
Edward se sintió agradecido e irritado al mismo tiempo.
—Soy consciente de eso, créeme. —Inclinó la cabeza—. Rosalie no se merece ser lastimada más que Bella.
La expresión de Emmett cayó, y él bajó la cabeza.
—Sí. Estoy trabajando en eso.
Dejando en paz a Emmett, Edward colocó una mano en el brazo del hombre. Dejó que una influencia tranquilizadora fluyera desde él al otro hombre y lo escuchó respirar profundamente.
—Todo saldrá bien.
Rosalie regresó a la sala con Bella siguiéndola. Ella le ofreció una pequeña sonrisa a Edward, y cuando él le ofreció su mano, la tomó. La esperanza ardía fuerte en él. Esperanza de qué, él no estaba seguro. Al menos, ella no parecía indignada con él.
Salieron de la casa y caminaron por un momento antes que Edward hablara.
—¿Todavía quieres regresar al prado?
—¿De verdad queda en California?
—Así es. Pero puedo llevarte donde sea que quieras. Si te gustaría ver...
Él se detuvo cuando sintió la palma de ella comenzar a sudar.
—No un viaje en alfombra mágica, Aladdín. Quiero regresar allí. —Soltó un suspiro tembloroso—. Necesito saber que no lo imaginé.
—¿Me permitirás cargarte? —preguntó, manteniendo su tono modesto.
Ella volteó hacia él y se encontró con sus ojos de nuevo.
—Sí.
El calor en el centro de su pecho aumentó. Jalarla hacia sus brazos era el alivio más dulce que jamás había sentido.
—Agárrate —dijo él aunque era innecesario. Él no iba a soltarla.
~FAH~
Después que él la dejara en el suelo, Edward caminó hacia el borde del prado, dándole espacio. La conocía bien, pensó Bella. Él guardó silencio y no se rio de ella cuando tocó los árboles y sintió el agua fría del arroyo.
Todo era real, y definitivamente no era Washington.
Ella vio la porción de césped donde había estado echada muriendo solo horas atrás. La sangre seguía allí. Su sangre. Pasó los dedos por la piel intacta de su vientre y se estremeció cuando recordó el aspecto que había tenido cuando la bala la había impactado.
—Estás a salvo de él, Bella —dijo Edward, su voz solo apenas un susurro más fuerte que el viento—. Me aseguré de que él nunca te vuelva a amenazar.
Ella levantó la cabeza rápidamente.
—Tú no...
Él entrecerró los ojos, aunque no a ella.
—No, no lo maté. Deseaba mucho hacerlo, pero está vivo por la misma razón que no puedo sanar a Jasper.
—Cierto. —Bella miró a lo lejos. Su estómago se retorció una vez más mientras trataba una vez más reorientar su realidad—. Tus puntos fijos. —Ella sacudió la cabeza—. Estoy contenta de que no lo mataras. No quiero que nadie muera por mí. Nadie.
—Lo entiendo.
Se mantuvieron en silencio de nuevo. Edward estaba quieto. Bella comenzó a caminar de un lado a otro. Caminó lentamente en su dirección. Varios pasos hacia delante, varios atrás hasta que estuvo cerca de él. No lo miraba, pero estaba lo suficientemente cerca que sus dedos rozarían si ella se acercaba solo unos milímetros más. Su garganta estaba cerca, pero levantó la mirada.
Ella seguía confundida. Cuando él la miraba así, con los ojos tan abiertos e inocentes, era demasiado fácil recordar todo lo que él había sido. Ella se sentía traicionada, él no era la persona que había creído que era y no podía desconocer eso, y animada. Seguía siendo él, y aún la miraba como si la amara.
Por supuesto, ¿qué podría significar amar para un ángel?
Ella bajó la mirada a sus zapatos.
—¿Puedo verlas?
Él se movió.
—¿Verlas?
Respirando hondo, Bella volvió a levantar la cabeza. No respondió con palabras. En cambio, ella estiró una mano y la apoyó sobre el hombro de él. Hizo presión y deslizó su mano a lo largo de su espalda. Ella sintió su respiración acelerarse.
—Oh —dijo él suavemente.
—¿Está permitido?
La esquina de su boca se curvó hacia arriba, y para sorpresa de ella, él rio.
—No tengo idea.
—No quiero meterte en problemas.
Él quitó la mano de su hombro y la llevó a sus labios.
—Es demasiado, demasiado tarde para eso.
El aire entre ellos cobró vida con electricidad estática. Ella sintió la corriente en su piel, haciendo que el vello en sus brazos se erizara. Había muchas cosas sobre esto que aún tenía que resolver, una de las cuales era entender qué le había costado esto, ellos, a él.
Él dio un paso atrás, lejos de ella.
—Quédate donde estás por un momento —dijo, quitándose la chaqueta. Hizo una pausa, dándole una mirada avergonzada mientras se quitaba la camiseta. Rodó sus hombros.
Bella chilló en sorpresa mientras aparecían como si simplemente hubieran estado plegadas atrás. Los ojos de ella se abrieron aún más, y dio varios pasos atrás, cayendo sobre su trasero en el suave césped. Se apoyó sobre sus codos, tratando de asimilar la magnitud en ellas.
—Vaya —dijo con un jadeo, tratando de encontrar un contexto para lo que estaba viendo. Eran plumas pero no como las de algún ave que hubiera visto. Eran negras pero un tipo de negro para el que Bella no tenía palabras, como el terciopelo y el cielo nocturno al mismo tiempo. Negro con bordes de un brillante dorado.
Edward comenzó a acercarse lentamente. Ella tenía la extraña urgencia de huir, y aún así, en su corazón, no le tenía miedo. Sabía que no tenía nada que perder. Él emanaba poder casi perceptiblemente. Él podría aplastarla con un movimiento rápido de su muñeca, sin siquiera tocarla incluso. Ella sabía eso. Lo sabía en lo profundo de su alma, y aún así, también sabía que él jamás lo usaría en su contra. Lo sabía como sabía su propio nombre, como conocía su propia voz, y sus propios pensamientos.
—¿Estás bien? —preguntó él, deteniéndose frente a ella. Le ofreció una mano.
Ella la tomó y le permitió ponerla de pie.
—Estoy bien —contestó, con voz estable.
Fijando los ojos en él, Bella descansó su mano en su hombro de nuevo. El movimiento acercándola más a él, y dio un paso aún más cerca. Él plantó una mano en su cintura, sin agarrar, simplemente entrando en contacto. Si ella se paraba de puntitas de pie, podría besarlo. Si él bajaba la cabeza, podría besarla. Parecía que él quería hacerlo.
—¿Esto está bien? —preguntó Bella, tratando de calmar la tensión antes de distraerse. Su voz tenía un tono ronco, y podía sentir el aliento de él contra su rostro—. Quiero decir, no es grosero. ¿Tocar las alas de alguien? ¿Cuáles son las reglas de etiqueta? Reglas de etiqueta para las alas.
La sonrisa de él se agrandó.
—No lo sé, de hecho. No están hechas, no porque tocar sea malo, pero es algo en lo que simplemente no pensamos.
Bella parpadeó, tratando de procesar eso. Dejó que sus ojos trazaran sus rasgos, recordando cómo se sentían bajo sus dedos.
—Eso es triste —dijo ella.
Él tragó, y ella vio su manzana de Adán rebotar.
—No es algo que extrañamos porque no es algo en lo que pensemos. Sin embargo, no me parece grosero tu pedido. Entiendo tu curiosidad.
Bella dejó que sus ojos fueran atraídos a las alas de nuevo, observando la manera en que se extendían por encima de sus hombros. Era tan raro. E increíble en la sensación original de la palabra. Cuando miraba a aquellas alas, tenía la misma sensación en el centro de su pecho que tenía cuando consideraba al infinito, no era algo que un humano realmente pudiera comprender.
Su mano estaba temblando mientras dejaba que cayera de sus hombros.
El primer contacto no era nada de lo que Bella esperaba. Las plumas, si podían ser llamadas así, eran suaves. Extrañamente suaves. Una combinación de terciopelo, vellón, y pétalos de rosa. Y aún así había una fuerza en ellas como un músculo dormido esperando ser flexionado. Hundió sus dedos, maravillándose con la sensación. Más allá de la suavidad, eran cálidas. Una calidez perfecta que la envolvía como una segunda piel. Ella imaginaba sus alas envueltas a su alrededor y tuvo que apartar el anhelo con un movimiento físico. Deslizó sus manos más profundamente en sus alas, encontrando la estructura ósea. Comenzó a sentir a lo largo de esa cresta.
Edward soltó un extraño sonido, algo parecido a un gemido, y se apartó de Bella. Ella jadeó.
—¿Qué? ¿Te lastimé? Lo siento. No fue mi intención.
—No. —Su voz sonaba ahogada. Él había girado su cuerpo lejos de ella, y estaba inclinado ligeramente hacia adelante—. No me lastimaste. Solo... Yo, eh. —Soltó otro extraño sonido. Sonaba sospechosamente como una risita—. No esperaba eso.
—¿Qué pasó? —preguntó Bella, observando sus alas flexionarse y contraerse. Quería estar preocupada por lo que fuera que le estaba pasando, pero estaba fascinada. Sus alas eran tan raras y hermosas. Difícilmente podía apartar la mirada de ellas—. ¿Se sintió mal?
—Todo lo contrario —dijo él, enderezándose—. Lo siento. Como dije, fue casi inesperado. Se sintió bien.
Ella finalmente lo miró, preguntándose si entendía lo que estaba diciendo.
—¿Se sintió bien?
Él se movió nerviosamente bajo su mirada.
—Sí. Se sintió muy bien.
Ella mantuvo su mirada por otros segundos y no la apartó cuando dio otro paso hacia él. Él la observó, y no se apartó. Contuvo el aliento cuando ella estiró una mano de nuevo, y lo soltó cuando alcanzó sus alas.
Bella caminó alrededor de él, observando sus reacciones pero también rebosando de curiosidad. Tenía un millón de preguntas. Trazó la piel de su espalda donde sus alas emergían.
—¿Cómo? —preguntó, su voz susurrante—. ¿Dónde estaban? Te he tocado aquí. ¿Dónde las escondías? ¿Y cómo no rompiste tu camiseta antes? Quiero decir, te la quitaste esta vez, pero la tenías puesta antes.
—Es difícil de explicar. —Su respiración trastabilló cuando ella comenzó a pasar sus dedos a través de sus alas—. Siempre están aquí, pero existen en una dimensión diferente. Es dónde voy cuando vuelo. No es como un ave o un avión que puedes ver.
Bella soltó un chillido cuando su ala se movió bajo su mano, ondulándose. Se rio, y cuando lo miró, él tenía una sonrisa pícara.
—Cuando todo sucedió, cuando tuve que protegerte, traje mis alas hacia este reino. Mi camiseta fue rota, pero puede volver a arreglarse.
—Cielos —murmuró Bella—. Bueno, ese es un poder útil, supongo. Poderes de super costurero. —Frunció el ceño—. ¿Por qué las mujeres son costureras y los hombres sastres? —Sacudió la cabeza—. Olvídalo. Supongo que estaba demasiado distraída como para notar tu camiseta rota antes, ¿eh?
—Un poco. —Él se estremeció con lo que parecía ser placer cuando ella experimentalmente rozó sus dedos a lo largo de sus escápulas, alas y todo—. Bella. No tienes idea de lo que me estás haciendo.
Él estaba equivocado. Bella estaba muy consciente de lo que le estaba haciendo. Estaba íntimamente familiarizada con el rostro de Edward cuando se encontraba excitado. Era algo increíble de considerar. Él era diferente, ¿cómo se lo podía llamar cuando él podía hacer estas cosas increíbles? ¿Cuando ella podía tocar estas alas que no se parecían a nada que hubiera visto o sentido antes? Aún así él seguía siendo él.
Bella encontró la base, donde su ala se encontraba con su omóplato. Sintió su flexión, la manera en que las plumas-no-plumas se volvían duras y suaves bajo sus caricias. Acarició a lo largo del hueso, peinando hacia afuera.
—¿Edward?
El rostro de él estaba sonrojado. Sus pestañas se agitaron como si le costara concentrarse.
—Yo... ¿sí?
Deslizó la punta de su dedo desde la base de su columna hacia arriba para rodear su otra ala.
—Lo que dijiste antes, todo lo que hemos sido para el otro, eso no fue una mentira.
Él se dio la vuelta, lejos de sus manos, y a pesar del hecho que ella podía ver que respiraba con dificultad, su mirada era seria.
—Nada de eso fue una mentira.
Ella dio un paso hacia adelante y rodeó su cintura con sus brazos. Permitió que sus manos se deslizaran hacia la espalda de él y se enredaran de nuevo en sus alas. Él soltó un gemido y movió sus caderas contra ella como si no pudiera evitar sus acciones.
—Entonces, ¿no mentías sobre ser virgen? —preguntó ella, sorprendida de que su voz fuera tan estable.
Él abrió los ojos rápidamente, fijándolos en ella.
—No. —Su voz era ronca—. Eso es verdad.
Con los brazos alrededor de su cintura, Bella se permitió caer hacia atrás. Lo llevó con ella. Él fue de buena gana, pero ella notó la manera poco natural en la que caían, como si él estuviera suavizando el golpe.
Interesante. Fascinante. Ella tenía tantas preguntas, pero podrían esperar. Ahora mismo, quería cosas. Quería recuperar un poco de su poder, de su control, y quería permiso para estar contenta de que su novio no hubiera desaparecido por completo. Su Edward dulce y a menudo torpe seguía justo aquí en sus brazos.
—¿Estás...? —comenzó, pero ella tomó su rostro en sus manos, jalándolo en busca de un beso.
—Shh —dijo, pasando sus manos por sus costados, por su espalda, y hacia arriba para trazar las plumas.
Edward soltó un jadeo y cedió. Bajó su rostro hacia el de ella y la besó. Fue un beso duro, cargado de desesperación, y aún así no faltó la tierna emoción. Se sentía aliviado, pensó ella. Aliviado de que ella pudiera soportar tocarlo. Aliviado de no haber perdido esto.
No. Ella no estaba disgustada. Abrumada, sí, pero ella podía dejar eso de lado por el momento. Podía ser más curiosa que tener miedo. Se preguntaba qué pasaría si...
—¡Agh! —Edward embistió particularmente fuerte contra ella. Ella sonrió y tomó otra cosa parecida a pluma entre sus dedos. Acarició a lo largo del interior, maravillándose con su gemido bajo—. Bella. —La palabra era ronca—. Yo no... Yo...
Empujó hacia arriba para encontrarse con el movimiento de las caderas de él y se preguntaba si sabía que los bordes dorados de sus alas brillaban de un color blanco cuando estaba excitado.
—Déjate ir —dijo ella—. Quiero verte.
Lo hizo, besándola y frotándose contra ella mientras ella acariciaba sus alas, tan jodidamente raras y aún así...
Carajo, era sexy.
Cuando se corrió, sus alas brillaron. Bueno, ¿quizás titilaron era la palabra correcta? No. Había algo entre la incandescencia y la luz de las estrellas en el negro profundo que se intensificó cuando su cuerpo se puso rígido. Sus alas se alzaron y se extendieron.
Agotado, se desplomó, las alas flácidas como el resto de él. Bella miró a sus costados y se carcajeó cuando vio la manera en que yacían en el césped, despatarrados como el resto de sus extremidades.
—Agh. —Edward levantó la cabeza. Se veía deslumbrado—. Hice un desastre.
Bella echó la cabeza hacia atrás y se rio. Todo este maldito día era irreal, pero le gustaba esta parte. Incluso si aún no lo creía por completo, le gustaba mucho esta parte.
Acarició su mejilla.
—Afortunadamente, tienes superpoderes de limpieza, ¿cierto?
Ella recordaba que sus prendas estaban cubiertas de sangre, su sangre, en un segundo y completamente limpias al siguiente.
Jodidamente raro.
Con un suspiro, tomó la cabeza de Edward y acercó su rostro al de ella para darle otro beso. Solo necesitaba unos minutos más para disfrutar. Entonces, tendría que descubrir cómo era esta nueva realidad.
