CAPÍTULO LXX

LEJOS DEL OLVIDO

Y aún no terminaba de esclarecer, pero ya siendo costumbre, uno a uno los habitantes de aquella aldea abandonaron sus hogares, dando inició a sus ocupaciones.

Entre ellos la castaña y Vasia, su hermano, que por ofició tenía el de carpintero.

"Veamos que tenemos para hoy", ella expresó mientras revisaba los nidales.

Él, contemplando los aún oscuros cielos, buscaba la proximidad de las nubes.

"La temporada de lluvia no tarda en comenzar, ojalá y este año deje una buena cosecha"

"Esperemos y así sea, cada día todo escasea porque ellos se lo llevan... mira, hoy tendremos un buen desayuno. Además podré llevarle algunas cosas a la abuela", mostrándole la abundante canasta, señaló.

Él sonrió y caminando hacia el pozo de agua extrajo un poco para lavarse las manos, luego muy pensativo se quedó observando hacia la nada.

"Quizá debería hacerlo esta noche, cuando esté profundamente dormida", mordiéndose los labios pensó.

"El desayuno está listo, no querrás que se enfríe", ella anunció distrayéndolo.

"No, no puedo. De lo contrario lo único que lograré será preocuparla", indeciso apretó el puño.

Así pues Vasia ocupó su lugar en la mesa, tomando uno de los panecillos que la noche anterior su hermana cocinó.

"He estado pensando mucho", dijo luego de un largo silencio.

Ella, cansada de la misma conversación, negó con la cabeza; "De eso ni hablar"

"Sé que aunque poca puedo hacer la diferencia. No quiero seguir aquí sin hacer nada. Estoy harto de ver como cada día ellos van sometiendo a nuestra gente. Además ofrecen un muy buen pago"

"Por ahora desayuna, luego podrás considerarlo", esperando que se deshiciera de la maldita idea de ir al frente, ordeno.

"Mírame, ya no soy un niño. Sabemos que mi obligación es ir"

"No voy a discutir más contigo, come"

Y apenas él iba a darle un mordisco al panecillo y ella un sorbo a la humeante bebida, que el ruido de aquellos autos que se aproximaban quebranto la tranquilidad de la mañana y aún más, el del ánimo de toda la aldea.

"¿Qué pasa?", cuestionó el joven asomándose a la ventana. "Son ellos", impotente masculló.

"¿Quiénes?", su hermana preguntó.

"El ejército del Norte... tienes que ocultarte"

"Mucho tiempo lo hemos estado haciendo, estoy cansada de tener que vivir así"

"Nada podemos hacer por ahora. Te avisaré cuando sea seguro salir", abriendo la puerta del sótano, ella ingresó. Escena que sus vecinos repetían a lo largo del lugar.

Los autos se detuvieron sin que la veintena de oficiales que los ocupaban tardaran en bajar, siendo uno de ellos el que llamó toda la atención.

El comandante, un pelinegro pulcramente envuelto en su negro abrigo, fumaba sin que emoción buena o mala acudiera a adornarle el pálido rostro.

Y apenas Vasia iba a asegurar la puerta del escondite, con fuerza su hermana lo tomó de la mano; "Ya lo he pensado, si sobrevivimos a este día y decides irte al frente, me voy contigo"

"Así será, por ahora tan solo somos civiles desarmados y no nos queda de otra que resistir... No hagas ruido, pronto se irán", esperando que su visita fuera como las anteriores, nervioso pidió.

Y tan solo bastó un ligero ademán del comandante para transmitir su maldita orden.

"A formar", grito el regordete pelirrojo cuyo nombre permanecería para siempre en la memoria de la castaña mujer.

Cumpliendo las exigencias de sus opresores, los varones abandonaron lo que hacían y sin tardanza alguna se colocaron en fila.

"¿Solo quedan ustedes?", molesto preguntó un capitán.

"Si, señor", temeroso replicó un chiquillo.

"¿Dónde están las mujeres... y los niños?", furioso, fue la pregunta que siguió.

"Hace una semana se fueron, señor", el más viejo de todos replicó.

"No sé porqué, pero estoy seguro de que mienten"

"No tengo motivos para hacerlo, señor", cabizbajo contestó.

El pelinegro comandante que no era otro más que Gunther, el hermano de la aguamarina, torció los labios y caminando hacia el anciano, lo tomo por el cabello; "¿Te a través a creer que soy estúpido?", grito muy cerca de su rostro.

"Señor, él es muy viejo, por favor no…", un hombre intervino.

Burlón Gunther le dirigió la mirada y accionando su arma, aquel desgraciado se desplomó.

Ante su acción, Vasia apretó el puño. Su vecino Igor, notando su gesto, de forma ligera negó con la cabeza, como indicándole que se mantuviera firme.

Por su parte el regordete Dietter rió y asqueado escupió a un lado.

"Son unos hijos de perra", el hijo de aquel desafortunado gritó, lanzándose sobre el comandante.

"Son unos estúpidos", Gunther chilló y luego lo golpeó en la cabeza, provocando que la negra sangre emanara y le manchara las botas. "¿Dónde se ocultan los civiles rebeldes?", furioso cuestionó.

Y sin embargo nadie respondió muy probablemente a causa del desconocimiento.

Gunther sonrió; "Así que ninguno quiere hablar, ya veremos si siguen negándose. Ustedes, busquen a las mujeres y a los niños y traiganlos ante mi"

Cumpliendo la orden, media docena de aquellos oficiales ingresaron en los hogares, destruyendo lo poco o mucho que a su paso encontraron mientras que unos cuantos, notando que las mesas estaban servidas, se sentaron a comer y beber.

No tardando mucho en dar con los escondites, ante el desfile de sus mujeres e hijos los hombres bajaron la mirada e impotentes rechinaron los dientes.

"Camina", empujando a una joven, el capitán gritó.

Ante su imprudencia, pero aún más ante la dulce apariencia de la chiquilla, Gunther avanzó hacia ellos, sonriendo de forma ligera; "Sin golpes, no hay necesidad de que seas violento con ella... dime, ¿Cómo te llamas?", amable preguntó.

La mujer, de cabellos turquesa y marino mirar titubeante respondió; "Mileva"

"Mileva, no hay motivos para que me temas... ¿Sabes?, me recuerdas a alguien", pensando en su hermana, sonrió con malicia.

También habiendo sido encontrada, la castaña posó la mirada en él, observando a detalle al demonio con piel de hombre que les hablaba.

"Una última oportunidad, ¿Dónde se encuentran los civiles rebeldes?", el comandante les preguntó a ellas, pero de nueva cuenta nadie respondió.

"Ustedes se lo buscaron", dijo y caminando hacia una la tomó por el rostro. "Mis superiores se pondrán muy contentos... súbanlas al camión"

"No, no pueden hacer eso"

"Matemos a nosotros y a ellas déjalas en paz"

"Hijos de perra"

Los hombres chillaron mientras que con manos desnudas se lanzaban en su contra en un inútil intento por detenerlos, pero de nueva cuenta bastó un ligero ademán de aquel hombre para que se abriera fuego, provocando que el griterío y el horror se apoderara de todos y todo.

"¿Qué hacemos con los niños?", un oficial cuestionó.

"A mí que me importa", Gunther contestó.

Despojando a las madres de sus hijos, una a una comenzaron a ser empujadas dentro del camión, entre ellas la castaña, quien volvió la mirada para buscar a su hermano.

Aprovechando la confusión, los que no estaban heridos corrieron hacia el bosque, aquellos que fueron valientes en vano lucharon contra sus captores.

Vasia corrió hacia el camión, pero fue Igor quien enmudecido a consecuencia del más puro terror saltó sobre él, inmovilizandolo para protegerlo de las balas.

Abriéndose paso y habiendo sido golpeada en un intento por detenerla, su hermana logró salir.

"Quemen todo, que no quede rastro de este maldito lugar, luego minen la tierra para cuando esos malditos vengan estallen en pedazos", Gunther escupió. "Tú vienes conmigo", tomando a la joven Mileva de la mano, la condujo hacia su auto. Ella, sin saber que hacer y sin poder resistirse obedeció.

"Maldita sea la madre que los parió, por siempre malditos sean cada uno de ustedes", la más anciana, la que vio nacer a la mayoría de los que ese día murieron, grito para con aquellos demonios.

"¿Qué hacemos con ella?", cuestionó un soldado.

"Déjenla, es muy vieja y no nos sirve para nada"

El oficial la tomó por el cabello y abofeteándola la apartó a un lado, sin embargo nada haría que ella desistiera en sus maldiciones.

"Tú, escúchame bien. Algún día nuestros hombres llegarán a las puertas de sus hogares y mil veces se cobrarán esta maldita ofensa. Entonces recordarás este día e impotente te vas a retorcer en el más agónico dolor… desearás estar muerto", gritó para Gunther.

Harto el soldado la golpeó en la frente, provocando que sin conocimiento cayera y con su sangre tiñera el seco pasto.

La castaña abriéndose paso entre el gentío, tomó la mano de su hermano.

"Tenemos que irnos", liberándose del agarre de Igor, Vasia expresó con intenciones de dirigirse hacía el bosque, sin embargo el pecoso Dietter apareció, frenando su huida.

Él pelinegro, fumando y regocijándose en el infierno terrenal que había ordenado y sin imaginar que un día las palabras de la anciana se cumplirían al pie de la letra, tarareaba una canción.


(Presente)

Abriendo los ojos y alejando con ello aquella pesadilla que más que nada era un recuerdo bien grabado, la castaña se quedó quieta; "Mileva, ¿Qué habrá sido de ella?", murmuró recordando a la alegre joven.

"¿De nuevo tuviste esa pesadilla?", recostado a su lado y con la mirada fija en el techo de la habitación, Dimitri cuestionó.

"¿Cómo lo sabes?", ella, abrazada a su almohada y sin darle la cara, preguntó.

"Te percibí muy inquieta, pero no quise despertarte... yo también tuve la mía... Cómo siempre mi avión cae y no puedo hacer nada por salir, desperté porque en ella morí"

"Jamás volveremos a estar bien, no nos queda de otra más que seguir sobreviviendo", poniéndose de pie comenzó a vestirse.

"Lo único bueno de que me derribaran fue haberte conocido", tomando su mano la beso.

Ella sonrió, devolviéndole el gesto en los labios.

"¿Tienes planes para hoy?"

Lita asintió; "Después del trabajo visitare a una amiga"


(Cerca de ahí)

Dejando a un lado lo que hacía, la aguamarina se sentó un momento para descansar.

"Cada día que pasa va resultandome más difícil moverme, sin embargo no puedo quejarme", contenta murmuró y luego coloco la mano sobre su vientre. "Hoy estás muy tranquilo, así que supongo que duermes... a mi también me vendría bien hacerlo aunque sea un momento", añadió mientras se recostaba.

No pasó mucho tiempo para que fuera presa de un profundo sueño, acudiendo a ella aquellas imágenes que no eran otra cosa más que su mayor anhelo, el retorno de su amado rubio.

Regresando a la realidad se quedó contemplando el lugar vacío a su lado; "Es un imposible, el coronel al igual que mi padre y Gunther jamás volverá", de forma débil murmuró. "Lo único que me consuela es saber que él está vivo… Deseo mucho verlo", abrazando su almohada dejó que unas cuantas lágrimas resbalaran.


(Mientras tanto)

La castaña había pasado tanto tiempo en en combate y rodeada de oficiales mujeres, que hablar con las civiles le resultaba reconfortante porque de alguna forma le recordaban su antigua vida, así que pensando en aquella joven de marino mirar y cuyo nombre era o había sido Mileva, sus pasos la condujeron al hogar de la aguamarina.

Deteniéndose frente a la puerta, llamó de forma ligera.

Michiru, pensando que era él, a prisa se dirigió a abrir, encontrándose con la capitana Kino.

"Buenas tardes, espero no llegar en mal momento"

"Por supuesto que no, pase", lejos de desilusionarse expresó.

Y aunque sabía que ella al igual que la médico estaba bajo las órdenes del coronel, que la visitaran no era algo que la molestara y muy por el contrario le agradaba hablar con esas mujeres, que lejos de los impecables uniformes, los formalismos que sus rangos exigían y el tintineante sonido de sus chaquetas, eran iguales a ella.

"Cocine pastel. Espero y sea de su agrado", señaló sin imaginar los problemas que su superior y ella tenían.

"Es muy amable. Prepararé té", Michiru replicó.

La castaña tomó asiento y fue que mirando la mesa del recibidor observó aquella fotografía que muchas veces contemplo en manos del rubio. "¿Ese es...?", invadida por la sorpresa se preguntó.

"Aquí está", colocando la humeante bebida a su alcance, la aguamarina se sentó frente a ella, distrayendola por completo.

Lita sonrió sin que la tristeza tardará mucho en aparecer. "¿Sabes?... me recuerdas a alguien", expresó pensando en su alguna vez amiga.

"¿De verdad?"

"Si", sus labios dijeron. "Solo Dios y ese maldito saben si está viva", pensó imaginando el infierno que tuvo que soportar.

Ninguna de las dos mencionó al coronel, dejando que la conversación fluyera en diferentes direcciones...

"Mi madre fue la segunda esposa de mi padre, ella al igual que él era profesora", mostrándole las fotografías, orgullosa la aguamarina expresó.

"Es verdad, de mi familia no me queda foto alguna. Ese día todo se perdió", Lita pensó y entonces contempló aquella otra, que era la última qué el pelinegro envió desde el frente.

Fue así que al instante su agradable sonrisa se desdibujó, dando pasó a una mueca en la que se mezcló el asco y el horror.

"¿Y él es?", con la frente perlada por un frío sudor y labios temblorosos, cuestiono mientras observaba la maldita sonrisa de tan perverso sujeto.

"Es Gunther, mi hermano. Lo lamento, olvide que estaba entre las demás fotografías", bajando la mirada y de forma muy débil Michiru expresó.

Aún y cuando el inquebrantable paso del tiempo amenazara con borrar todo recuerdo de su memoria, por siempre en ella permanecerían grabados tres rostros. Uno era el del sujeto que ordenó la guerra, el segundo el del hombre que abusó de ella y asesinó a su hermano, y el tercero, el tercero pertenecía al perverso demonio que ordenó acabar con su aldea.

"Él estuvo peleando en el Sur... hace varios años desapareció... Esta es la última fotografía que envió", sin imaginar el infierno que la castaña pasó en sus manos, Michiru señaló.

La castaña hirvió en rabia, reviviendo en su memoria todo lo que esa maldita mañana sucedió e imaginando lo que el destino le deparó a quienes no salieron del camión. "Él… él..." apretando el puño intentó decir, sin embargo su garganta se cerró, dificultándole la respiración.

"¿Se encuentra bien?", contemplando cómo su cuerpo era sacudido por un violento escalofrío, la joven preguntó.

Sin poder tolerar un minuto más en su presencia, a prisa la capitana abandonó el lugar, emprendiendo la carrera hacia el sitio que ella y los demás ocupaban.

"Yo ya perdoné, si, ya perdone. Sin embargo ella es la hermana de ese monstruo... por su culpa todos esos hombres y niños murieron. Por su culpa las mujeres se llevaron la peor parte... por culpa de su maldito hermano estoy aquí... ¿Debería cobrarme con su vida la de mi propio hermano?", sin poder tolerar aquella maldita sensación se inclinó un poco, permitiendo que su estómago se liberará de la opresión. "No, yo ya perdoné. Si, ya perdone", tratando de mantenerse en pie fue lo último que murmuró antes de perder el conocimiento.


Notas de autor;

Michelle; Lo mejor que Armand podría hacer es no volver. Lo único que su presencia hace es trastornar.

Kaiohmaru; La culpa por haberse alejado de su hijo es algo que no atormenta a Amy, su culpa radica en no sentir mucho hacia él. Así que en cierta forma darles esa opción a sus congéneres la afecta.

Isavellcota; Efectivamente, aunque Gunther desapareció y su padre murió, hasta cierto punto no se compara con lo que otros personajes femeninos tuvieron que vivir. Ella se quedó en casa y no tuvo que pasar por muchas peripecias como Mina. Ella no vio a su familia morir como en el caso de Lita y no tendrá que renunciar a su hijo como Amy. Y aunque es cierto que al final fue testigo y casi víctima de todo ese horror, hay que reconocer que Haruka la salvó de cosas mucho peores. Podemos decir que los papales se revirtieron, ahora es Haruka quien le "teme" a Michi xd.

szar; En comparación con Mina, al menos Alisa está conociendo mejor a Admand. Ojalá ella haga caso al consejo de nuestra rubia. Nuestra Michi es valiente aunque parezca lo contrario. Sin importar que tanto ame a Haruka, su hijo es su prioridad.

kyoky; Gracias :). Parece que Haruka no piensa más allá de él y Michiru. No se da cuenta que el más afectado con sus tonterías es pollito. Él al igual que Armand necesitan un buen jalón de orejas para que entiendan que no pueden ir haciendo su voluntad sobre las de los demás.