Llevaban días sin ruta fija en alta mar.

El capitán de los Heart sabía que hacer ese tipo de maniobras era peligroso, a la par que irresponsable por su parte, pues había parado con la ruta que tenían prevista desde que abandonaron aquella "pacífica" isla. Algo extraño, aun no sabía decir si era instinto o no, le decía que no siguiera con la ruta que había marcado.

Con su navegante y timonel, revisaron la ruta principal que iban a seguir a la siguiente isla, pero Trafalgar los hizo salir a flote y esperar. ¿Por qué? Ya no creía en el nuevo destino a descubrir. Tenía las miradas de los demás detrás de su cuello, queriendo comprender que era lo que estaba pasando y los constantes cambios de opinión de su capitán, pero solo recibían una escueta respuesta que no calmaban para nada los ánimos.

La verdadera razón era por la información contraria que no paraba de contrastar. Por un lado, tenía su propia información, mapas y su log pose. Pero, por otro lado, estaba todo aquello que le llegó a robar a los marines, más concretamente a la capitana Nami. Al principio no le prestó tanta atención como se merecía, puesto que eran informes encriptados que no terminaba de creer. Aunque, con aquellos últimos mapas, todo empezaba a tener sentido y marcaban un rumbo completamente desconocido para él. Y no dudó en seguirlo, hasta que se dio cuenta que se veía como una rata cayendo en una trampa. La información no dejaba de ser contradictoria y los datos cada vez más borrosos a dicha isla.

Debía pensar mejor en su próximo movimiento.

"Capitán, ¿está bien?" preguntó Bepo, rompiendo con su hilo de pensamientos

Iba a recriminarle que lo interrumpiera, pero al ver su rostro de genuina preocupación, paró en seco y le dio una media sonrisa al oso. No podía enfadarse con él, comprendía esa reacción y, sobre todo, ese gesto con él. Sacó los mapas en cuestión y los estudió con ellos, sin revelar de donde los había conseguido.

"Es una cárcel menor, capitán" alertó el mink mientras estudiaban la ruta "mire los detalles…"

"Lo mejor será evitarlo entonces" comentó el timonel tras su característica máscara

"No, vamos a ir" sentenció el capitán, completamente serio

Aquellos mensajes, ese mapa y que el lugar fuera una cárcel menor, abrían un amplio abanico de posibilidades que necesitaba explorar. Alguien como Nami no podía tener todo eso de casualidad, sin vigilancia, custodiando otros documentos más valiosos como armas completamente desatendidos a diferencia de esos. Algo se estaba cociendo y no lo llegaba a comprender, pero lo quería conocer.

La maldita ingeniosa mente de la marine lo estaba superando y eso no le gustaba en lo absoluto.

Dejó los documentos en el lugar y se encerró en su habitación.

Si iba a recordar algo de la marine, debía hacerlo lejos de su tripulación. Últimamente no le paraba de ocurrir que se alegrara demasiado pensando en ella, en un sentido completamente pervertido y desagradable. Realmente no terminaba de comprender a donde iba a parar, su mano estaba cansado, pero él no. Aquella dureza dolía, pero más saber por culpa de quien estaba en ese íntimo momento, en una odiada paja pensando cómo, durante su último encuentro, ella se había corrido sobre él y él la había llenado.

Aun tenía su sabor en la boca.

La Nami de la ducha era completamente diferente a la Nami de las batallas. Aun podía sentir las esposas de kairouseki apretar sus muñecas, su sonrisa de oreja a oreja creyendo que por fin lo iba a encerrar en Impel Down y, para su desgracia, diciendo que Bell-Mere era mejor de Corazón como figura materna. Bepo siempre, de alguna forma que no terminaba de entender, lo liberaba y vuelta a empezar, en un infinito loop.

Con ese mismo orgullo, también debía decir que había llegado a derrotar a Nami en alguna que otra ocasión. Pocas, casi nulas, porque siempre terminaba escapando, pero alguna tenía. Y, con aquel nuevo tipo de enfrentamientos, por fin podía decir que iba ganando. Si no contaba con aquellas sesiones diarias, ya que no sabía si la capitana también se masturbaba pensando en él, iba ganando 2-0.

Aunque era imposible no pensar en que era fácil ganarla. Tenía tantos puntos sensibles que en esas dos ocasiones había sido especial explotarlos. Aun habían tantos por conocer…

Ansiaba conocerlos. Quería explorar y conquistar cada fibra de aquella maldita y detestable marine.

Alguien tocó la puerta y, apurado, dio la espada y evito que se abriera la puerta con su propia presión sobre ella.

"¿¡Qué ocurre!?" preguntó a gritos, intentando no mostrar ese nerviosísimo que le causaba la posibilidad de ser atrapado en ese maldito momento

"Tierra a la vista, capitán" escuchó la voz de Pen

"Si no veis la bandera del gobierno atracar y aprovisionar" Ordenó sin abrir la puerta

Escucho una despedida y unos pasos. Cuando dejo de escucharlos, su mano actuó sola, estimulando su erección a pesar de aun sentir un nudo en la garganta por la casi pillada. Law dejó caer un suspiro y, aun apoyado en la puerta, quiso terminar su faena. Aquello estaba durando demasiado, pero era imposible no excitarse ante el simple recuerdo de la marine debajo de él, perdida en la lujuria, demandando más de él...

Hasta podía volver a escuchar en su oído sus gemidos y como susurraba su nombre con tal dificultad que parecía la mayor de las hazañas.

Su nombre se escapó de sus labios en un gruñido al mismo tiempo que su leche manchaba el suelo. Necesito respirar hondo varias veces antes de avergonzarse una vez más de su estúpida acción y, sobre todo, de si mismo. Sabía que no tenía tiempo para poder relajarse, debía limpiarlo todo antes de marcharse, ya que era mayor la vergüenza a ser atrapado que la idea de estar en el suelo, sentado, pensando como era que había llegado a ese estúpido y pervertido momento en el que deseaba devorar a su mayor enemiga.


Al salir a flote, vieron que era una isla sin ninguna marca. Nuevamente habían llegado a uno de esos destinos de aprovisionamiento de los cuales, no había ni una figura de autoridad. Law suspiró, aliviado, pues no aguantaría otra estúpida sesión de batallas con gente conocida…

"Están los Strawhats" señaló de pronto Penguin.

Debía ser una maldita broma. ¿Otra vez? ¿Cómo se podía dar ese maldito suceso una y otra vez? ¿no estaban otra vez sin maldito navegante?

Ya era demasiado tarde para dar la vuelta. Apretando los dientes de la furia, aguantó tener que atracar en aquel maldito puerto y saludar al sombrero de paja. Nada más bajar, de una forma demasiado invasiva, el capitán rival lo abrazó con aquellos malditos brazos de goma, en un lazo infinito, llegando a oprimir a una escala demasiado mayor del que quería admitir.

"¡Suéltalo, Luffy!" se escuchó detrás de él a uno de los sombrero de paja que no pudo ni quiso distinguir

"¡TORAOO!" gritaba con una ilusión extraña mientras lo oprimía más que abrazaba.

Detrás de ellos, vio a toda su tripulación reírse y a la vez pedirle que lo dejara en paz. Los Heart también intentaron ayudar, pero era prácticamente imposible despegar al sombrero de paja. Costó bastante quitar su agarre y fue completamente imposible evitar que estuvieran hablando de como un nuevo navegante suyo había muerto por un fallido invento de Franky, a lo que el peli azul solo se puso a reír, como si fuera una anécdota divertida.

Como si hubieran marcado una rutina que le desagradaba por completo al capitán de los Heart, fueron a por las provisiones. En todo ese camino, se fijó en las pequeñas tiendas que habían por todo el pueblo. No supo porque, sería un extraño auto reflejo sin un fundamento del que se acordaba, podía ver las floristerías llenas de coloridos tulipanes y las pequeñas joyerías. Se imaginó como de bien le iba a quedar una cadena de oro sobre aquel cuello de cisne, como una marca más de propiedad…

Sacudió su cabeza, intentando borrar todos esos extraños pensamientos y centrarse más en como descansar la mente por un momento. Quiso cambiar de chica por un momento. Solo ahí, se fijó en la mujer que le estaba vendiendo las naranjas. Tenía sus cabellos en dos largas trenzas que caían sobre un gran busto, el cual se dejaba ver sin tapujos tras un ceñido corsé. El vestido de pueblo, con unas alpargatas que se veían desgastadas, no se hacían mal envoltorio de caramelo. Y el brillo de sus ojos castaños, se hacían una tímida invitación a lo prohibido.

Si, Nami no era la única mujer en el mundo, podía tener intimidad con otras más.

Esperando a quedarse solo por un momento, se dejó caer sobre su puesto una vez más y señaló el callejón. Ella aceptó sin dejar un solo segundo de distancia y lo siguió. Devoró su cuello y boca nada más alcanzar la sombra, siendo consciente de que no estaban del todo solos.

Se sentía molesto.

Durante aquella fugaz sesión, de una forma tosca se intercambiaron la saliva en unos babosos besos con sabor a manzana. El perfume afrutado que ella llevaba, lo empalagaba por completo, de la misma forma que sus caricias se sentían ásperas.

Debía darse prisa en ese maldito encuentro. Se estaba haciendo demasiado largo y no lo estaba disfrutando.

Levantó la falda del vestido y la penetró sin ningún miramiento. La empaló con fuerza, aprisionándola contra la pared. Ni quiso azotarla en todo ese maldito intercambio. Con rabia mal contenida, terminó por salir y correrse sobre ella, manchando aquellos grandes muslos.

Sin despedirse siquiera, con una mala mirada sobre aquella extasiada mujer, salió del callejón de vuelta a su navío. ¿Qué le había pasado? ¿Por qué no la había tratado con la misma avidez que con Nami? ¿Por qué no había disfrutado de la misma forma que con la maldita peli naranja? Se sentía hasta mal de hacer hecho.

Con varias maldiciones entre dientes, llegó a la insana conclusión que Nami lo había ganado de una forma completamente desagradable: se había clavado hasta en su fibra más sensible antes que ella.

Nunca lo admitiría en voz alta.


Al llegar al Polar Tang, intentó revisar toda la información que había logrado de su última visita a Nami. Sin embargo, al llegar al lado de Hakugan y Bepo, se fijó en que solo estaba su mapa con el mismo destino que antes. Todo estaba preparado para hacer únicamente ese viaje. Molesto, intento hallar el documento de antes, pero simplemente no había nada.

¿Cómo no había nada?

La habitación se volvió un desastre. La intensa búsqueda quedó en nada, pues toda aquella información simplemente no estaba. Había vuelto del revés su submarino y simplemente esos documentos no estaban. Sabía que no se los había llevado a la isla y que está quedo vigilada, por lo que nadie podía haber entrado.

Salió del lugar y regreso al lado de su navegante, quien se veía genuinamente preocupado por él.

"¿Qué ocurre, capitán?" se atrevió a preguntar

"Tampoco aquí" murmuró, al borde de un ataque de ira

Se fijó en su tablero de pared, en como las rutas estaba marcadas, pero no había nada más. Era lo poco que le quedaba de algo que no terminaba de comprender.

"¿De qué hablas?" preguntó Sachi

"Faltan documentos y cartas de navegación" simplificó su problema para no revelar más detalles de los que creía conveniente "por lo que alguien ha entrado y nos ha robado… o alguien está traicionando mi confianza"