Notas: Me pregunto si no ocurren demasiadas cosas en el capítulo de esta semana, la verdad es que tiene de todo un poco, ¡espero que os guste!
- ¡Ese Tomoki es un aguafiestas, siempre nos deja tiradas a última hora!
Aquella semana había buscado un hueco en mi apretada agenda para quedar con mis dos amigos de la infancia, el licenciado en historia, y la dueña de una popular peluquería, Momoka. Los tres habíamos asistido juntos a la escuela primera y secundaria en el pueblo, aunque nos dividimos en diferentes escuelas superiores previas al acceso de la universidad debido a nuestras dispares orientaciones profesionales.
Momoka tendía a cambiar a menudo el corte y color de su cabello como parte de su deformación profesional, aunque me preguntaba cómo sus folículos capilares aguantaban aquel bombardeo químico constante. Aquel día, ella llevaba un corte bob justo por debajo de la barbilla, con la mitad de su cabello de color caoba, y la otra completamente blanca como la nieve.
- Bueno, qué se le va a hacer, nos lo pasamos bien hoy nosotras dos y ya está. – Traté de tranquilizar su temperamento.
Muy el fondo, no podía reprocharle su enfado, ya que realmente ella ocupaba la agenda más apretada de nosotros tres, por lo que tenía que hacer tremendos malabares para poder quedar a tomar algo con nosotros. Una vez sentadas en la cafetería con las bebidas calientes sobre la mesa, era más que comprensible que se molestase porque Tomoki avisara que no iba a venir, finalmente.
- Pues él se lo pierde, hoy que traía chisme bien jugoso… - Masculló Momoka, soplando el contenido humeante de su taza.
- ¿Y eso? – Quise saber, intrigada. - ¿Ya ha vuelto a pasar alguna celebridad por tu salón de belleza?
- Hmm… Es más interesante que eso. – Dijo Momoka con tono sibilino. – Aunque me preocupa tu reacción en concreto al respecto.
La observé extrañada mientras removía el café con una cucharilla. Debía integrar el azúcar correctamente antes de poder beber.
- Ha venido Ayumi. – Anunció Momoka, sin pelos en la lengua.
Abrí los ojos como platos, deteniendo mi actividad el instante.
- ¿Cómo has dicho? – Balbuceé, confundida. - ¿Esa misma Ayumi?
La peluquera se encogió de hombros, tratando de restarle importancia al asunto.
- Sí, parece que finalmente decidió abandonar el apestoso negocio familiar para mudarse a la ciudad y perseguir sus sueños… Lleva casi dos años aquí, al parecer.
Clavé la vista en el café, mientras daba vueltas a la taza, distraída. Ayumi siempre había hecho todo lo que su entorno familiar había esperado de ella, ocultando su verdadero ser y sus dedeos. Me sorprendía que se hubiera negado a seguir los pasos de sus padres después de haber pasado tantos años ayudando en la tienda y aprendiendo el oficio. Después de todo, su familia había invertido toda una vida en su empresa de cerámicas artesanas.
- Ya veo… Ella… ¿Se veía feliz? – Pregunté, embotada en mis recuerdos.
- ¿Cómo te haría sentir la respuesta a esa pregunta, Rin? – Mi amiga tomó mis manos heladas entre las suyas, sosteniéndolas con cuidado. – No me parecía bien ocultártelo, pero… Tampoco quiero que te obsesiones.
Forcé una sonrisa, tratando de alejar los pensamientos intrusivos de mi cabeza.
- Está bien, estoy viendo a otra persona en este momento, de todas formas.
- ¿CÓMO? ¿DESDE CUÁNDO? ¿POR QUÉ NO SÉ NADA?
Momoka comenzó a interrogarme emocionada, aunque parecía ofendida de ser la última en enterarse. Accedí a responder todas y cada una de sus preguntas pacientemente. Después de todo, hablar de Sesshomaru era agradable y me llenaba de paz.
Recordar el nombre y el rostro de Ayumi, en cambio, sólo lograba despertar recuerdos agridulces.
El centro comercial estaba atestado de gente aquel fin de semana, y no era para menos. Habían colocado una pista de patinaje con decoraciones de corazones por el evento de San Valentín, por lo que se había convertido en un lugar perfecto para citas aquel fin de semana. A pesar de que al profesor Taisho no le entusiasmaban las multitudes, había accedido a acompañarme a patinar con sumo gusto. Le esperaba de pie en la entrada del edificio, vestida con unos leotardos, una minifalda blanca de volantes y un abrigo cárdigan de color beis.
A pesar de la gran afluencia de gente, su porte era inconfundible. Vestido con un abrigo negro un jersey de punto de color morado, unos impolutos pantalones blancos y el cabello recogido en una coleta, era imposible no identificar su figura. Agité el brazo en lo alto a modo de saludo.
- ¡Por aquí, Sesshomaru!
Tan pronto como su mirada se encontró conmigo, su expresión cambió por completo. Aquella expresión fría y desinteresada se tornó en una amable sonrisa. Ser consciente de aquel cambio de actitud derretía mi corazón.
- Disculpa que te haya hecho esperar, Rin. Apenas he conseguido encontrar aparcamiento.
Señalé mi muñeca en un gesto burlón.
- Puntualidad, señor Taisho. ¿No se queja luego de mí siempre?
Su expresión de felicidad se hizo más amplia. Revolvió mi cabello de forma cariñosa.
- Te compensaré luego, si quieres. – Prometió él en voz baja.
- ¿Sí? ¿De qué tipo de compensación estamos hablando? – Inquirí, curiosa.
- Quién sabe, tendré que valorar mis opciones. ¿Tienes alguna preferencia?
Una vez más, la intensidad de su mirada me hacía sentirme pequeña y como una adolescente con las hormonas revolucionadas.
- De momento, me conformo con ir a patinar juntos. – Respondí, aferrándome a su brazo.
El hombre me condujo entre la multitud hasta alcanzar la fila que debíamos formar para poder acceder a la atracción. Mientras esperábamos pacientemente, un trabajador del centro comercial se nos acercó con cámara en mano.
- ¡Buenas tardes, pareja! Estamos haciendo fotos a las personas formando cola para amenizar la espera. El proceso es sencillo, tomo hasta 4 fotos distintas, eligen una, y yo les doy el número de resguardo. Al salir de la atracción, pueden recoger dos copias de la imagen que hayan escogido de forma totalmente gratuita, viene incluido en el precio de la entrada, ¿os apetece?
Observé a Sesshomaru de reojo, rogando porque no se opusiera, sería un bonito recuerdo.
- A mí me apetece mucho. – Respondí alegremente. - ¿A ti te parece bien, Sesshomaru?
El hombre se veía francamente agobiado por el exceso de gente, pero aun así, se estaba esforzando por encajar en un evento social como aquel. Apretando mi mano con delicadeza, asintió con tono sereno:
- Está bien.
Su voz sonaba seria y carente de emoción, tal y como se tornaba cuando había más gente a nuestro alrededor. Me preguntaba si padecería algún tipo de fobia social que lo hiciera actuar más distante con los demás. Eso podría explicar muchos de los rumores extraños que circulaban sobre él en la facultad.
Posé con naturalidad mientras sonreía, guiñaba un ojo, e incluso me atreví a poner morritos en una de las tomas. Cuando el fotógrafo nos mostró las opciones, no me sorprendió reparar en el hecho de que Sesshomaru mostraba el mismo rostro serio e inexpresivo en todas ellas. Sonreí inconscientemente, de alguna forma, aquello era parte de su encanto. Finalmente, me decanté por la foto en la que yo aparecía sin ninguna mueca extraña, solo una sonrisa natural y la mano alzaba con los dedos en señal de V.
- Tengo muchas ganas de ver el resultado. – Comenté con el profesor tan pronto como se hubo marchado el empleado del centro comercial.
Él asintió, tomando mi mano con firmeza. Realmente apreciaba que estuviera allí conmigo, a pesar de que no se le veía cómodo entre tanta gente a su alrededor. Cuando finalmente llegó nuestro turno, nos calzamos las botas de patinaje y salimos a la pista. Con las piernas temblorosas, me aferré al borde para tratar de mantener el equilibrio. Sesshomaru, por su lado, parecía tener mayor facilidad para deslizarse sobre el hielo.
- No sabía que se te daba bien patinar, Sesshomaru.
- Es la primera vez que lo hago. -Admitió él, con el rostro serio.
- Tendrás un talento especial para esto… - Lloriqueé, envidiando sus seguros y fluidos movimientos.
Él se detuvo a unos metros de mí, extendiendo los brazos en mi dirección.
- Ven aquí, Rin. Sé que puedes hacerlo.
- Pero estás muy lejos… - Me quejé, sintiéndome insegura ante el vasto océano de hielo. – Me voy a caer, seguro.
Quizás estaba exagerando. Sesshomaru sólo estaba a dos metros de mí, pero me avergonzaba la idea de que me viera ser tan patosa cuando él no tenía dificultad con la actividad.
- Si te caes, estaré ahí para sujetarte. No tengas miedo. – Aseguró él con calma.
Por alguna razón, le creí. Cuando estaba a su lado, se sentía como si nada pudiera salir mal. Apoyándome con las dos manos contra el borde del recinto, tomé impulso y me lancé en línea recta hasta Sesshomaru. Pero aquel suelo resbalaba demasiado, por lo que comencé a tambalearme sin control. El final irremediable de aquella carrera era que me diera de bruces contra el hielo de forma patética.
Cerré los ojos y chillé, esperando el impacto, pero me topé con la cálida y mullida superficie de su pecho. El profesor me sujetaba por debajo de las axilas, estrechándome contra su cuerpo con dulzura. Sentía como nuestros pies danzaban sobre el hielo, arrastrados por el impulso de mi acelerada marcha.
- ¿Estás bien? – Me preguntó, recogiendo un mechón de cabello detrás de mi oreja.
Aquel gesto se sentía familiar y tranquilizador.
- Sí… - Respondí, jadeando. - Pero tengo que decir que me fascina tu sentido del equilibrio…
- No, no es para tanto…
Él me ayudó a posar las cuchillas de las botas sobre el hielo de nuevo, y me paseó agarrada de la mano hasta el borde del recinto. Para evitar accidentes mayores, decidimos que lo más sensato sería no alejarme de aquel valioso punto de apoyo. A pesar de mi torpeza, él siguió ayudándome con paciencia, sin reírse ni una sola vez de mi ridícula técnica de patinaje. Aquello se sentía como un cálido y agradable oasis de paz, en contraposición con la gélida capa de hielo bajo nuestros pies.
Una vez finalizado el tiempo de la atracción, Sesshomaru y yo nos dirigimos hasta el punto de recogida de las fotografías. Allí nos facilitaron dos copias enmarcadas por un borde decorado con corazones. Quizás era demasiado cliché y empalagoso, pero no podía dejar de sonreír mientras miraba el pedazo de papel.
- ¿Tan feliz te hace una fotografía? – Inquirió el hombre de cabello blanco.
A pesar de que su tono podía pasar por despectivo, en sus ojos asomaba una genuina curiosidad, por encima de todas las cosas. Sabía que no había ni un solo ápice de maldad en aquella pregunta.
- No es solo una fotografía. – Respondí. – Me hace ilusión tener un objeto que me evoque el recuerdo que la acompaña.
El hombre tomó el pedazo de papel entre sus grandes manos y la guardó en su cartera, con cuidado.
- Es una hermosa forma de verlo. – Me concedió.
El coche de Sesshomaru se estacionó justo frente a mi bloque de edificios. Habíamos pasado un buen día en el centro comercial, y había propuesto todos los planes que acudieron a mi mente para evitar separarme de él, pero desgraciadamente, parecía que nuestra cita estaba a punto de llegar a su fin.
- Ya hemos llegado, pues. – Mencionó Sesshomaru mientras jalaba el freno de mano y apagaba el motor.
Hice un puchero, desabrochando el cinturón de seguridad a regañadientes.
- Se me ha pasado el tiempo demasiado rápido… - Murmuré con tono infantil.
- Podemos vernos de nuevo otro día, si lo deseas.
Sus dedos se introdujeron en mi cabello, peinándome con delicadeza. Sus caricias me provocaban un delicioso escalofrío que viajaba desde la punta de cada hebra de cabello hasta lo más profundo de mi cerebro.
- La verdad es que no quiero que te vayas aún… - Musité, tirando de su brazo con suavidad. - ¿Quieres subir a mi casa?
Sus ojos dorados se clavaron en mi con intensidad. Casi podía leer sus intenciones en aquella mirada.
- Con mucho gusto la acompañaré. – Respondió con la voz ronca.
Cada vez que empleaba aquella forma de hablar tan formal y arcaica, por algún motivo, sentía que me daba un vuelco al corazón. Su sofisticado acento también le concedía un misterioso encanto a aquel registro.
Sesshomaru me siguió en silencio, recorriendo el mismo camino que él había realizado conmigo en brazos la última vez. Echando la vista atrás hacia aquel momento, no debería haberme sorprendido tanto descubrir su musculosa complexión, dada la facilidad con la que me había cargado en aquella ocasión. Una vez atiné con las llaves en la cerradura, le invité a pasar. Ambos nos descalzamos antes de acceder a la vivienda.
- ¿Quieres tomar algo? – Le ofrecí, colgando mi abrigo en el perchero de la entrada.
El profesor me dedicó una sonrisa ladina. Entonces fue cuando me di cuenta de lo indecente que había sonado mi proposición, pero ya era tarde. Sesshomaru me cargó entre sus brazos mientras se reía entre dientes.
- Creía que era el principal motivo por el cual me habías invitado a pasar era tomarte a tí, ¿acaso me equivoco?
El calor de su cuerpo y su cercanía se hizo insoportable.
- …Mi habitación es la del fondo a la izquierda. – Fue todo lo que logró salir de mi boca.
Sesshomaru me transportó como si yo no pesara nada por toda la casa, siguiendo mis instrucciones. Al llegar a mi dormitorio, me depositó tumbada sobre la cama, y se sentó en el borde para inclinarse sobre mí, apoyándose sobre el codo. Su lengua no dudó en abrirse paso entre mis labios mientras yo no podía parar de pensar por qué simplemente no se colocaba entre mis piernas, le sentía demasiado lejos. Era más que evidente que su tendencia en la cama era dominante, pero una recóndita parte de mi cabeza le molestaba que se empeñase en tratarme con tanto cuidado. Frustrada, rodeé su cuello con los brazos, atrayéndolo hacia mí con decisión.
Su postura perdió estabilidad, por lo que se apoyó ambas manos a sendos lados de mi cabeza, volteando su cuerpo para colocarse sobre mí, finalmente. Sin embargo, en ese momento, sus dedos que tanteaban la superficie de la cama toparon un objeto extraño.
- ¿Qué es esto? - Inquirió el hombre mientras extraía mi vibrador rosa con curiosidad.
Sentí cómo el rubor ascendía desde mi cuello hasta que mi cabeza casi comienza a echar humo. Debía de parecer una tetera al rojo vivo. Decir que se trataba de un micrófono de plástico no parecía una excusa creíble.
- Ah, eh, esto, e-es… Un juguete... sexual. – Admití, incapaz de pensar en una explicación convincente.
Su expresión se volvió retorcida y sádica.
- Hmm, interesante… - Transcurrió un incómodo silencio que se sintió como una eternidad - ¿Me enseñarías a usarlo?
Se estaba burlando de mí y de mi repentina timidez, confirmando una vez más mis sospechas. Aquel hombre podría interpretar un rol dominante a la perfección, pero se quedaba estancado en el sexo vainilla. Sí, no tenía nada de malo, y lo disfrutaba de aquella manera, pero ¿cómo comunicarle una vez más que hiciera lo que quisiera conmigo sin parecer una depravada sexual? Quizás había leído demasiadas novelas eróticas en mi período de soltería, y eso estaba afectado a mis expectativas sexuales.
- ¡N-no, además…! Hoy es mi turno de darte placer, ¿r-recuerdas?
Él me sonrió, sin perder la actitud juguetona.
- Si te permito tocarme… ¿Me enseñarás a usarlo después?
¿Qué había que explicar de aquel cacharro? Ni que nunca hubiera usado un juguete sexual, seguro que sólo le divertía ver mi expresión de vergüenza. Un sádico en toda regla.
- Trato hecho. – Accedí, teniendo un único objetivo en mente.
Me arrodillé entre sus piernas mientras él permanecía sentado sobre el borde de mi cama. Estiré los brazos para deslizarlos por debajo de su jersey. Palpé aquella superficie caliente, dura y llena de detalles. Su piel no era lisa por completo, podía percibir finas cicatrices aquí y allá. Cuando sujeté el borde de la prenda para retirarla, Sesshomaru agarró mi cabeza y la acercó a su entrepierna con seguridad.
- Pienso que lo que buscas se encuentra más bien aquí. – Me indicó con una sonrisa.
Aquel gesto me dejó sin aliento, haciendo que me olvidase por completo de desnudarlo. Era imposible no querer complacer a aquel hombre, descendiente de los mismísimos dioses. Jamás me había sentido tan excitada por una sencilla frase como aquella.
Con las manos temblorosas por los nervios, abrí la hebilla de su cinturón y le desabroché los pantalones. Absorta en mi tarea, liberé su erección de ropa interior, permitiendo que se elevara hacia el exterior. A pesar de que ya la había palpado sobre la ropa, verla a escasos centímetros de mi cara causó impresión en mí. Jamás creí que podía pensar que un miembro podía ser hermoso y grácil como el suyo.
Mis dedos recorrieron su longitud despacio, y envolví el cálido miembro con cuidado. Realicé un par de movimientos ascendentes y descendientes sobre su eje antes de que él recogiera mi cabello con sus manos.
- Métetelo en la boca. – Me ordenó con calma.
Por más que me costaba creerlo, estaba deseando seguir aquella orden. Entreabrí los labios un poco, saboreando la punta y observando sus reacciones. Él únicamente entrecerró los ojos mientras empujaba mi cabeza más hacia abajo. Saqué la lengua para recorrerle, arrancándole un suspiro. Incentivada por su sutil gesto, me dejé guiar por el toque de sus manos, abriendo la boca todo lo que me fue posible.
A pesar de mi buena voluntad, su miembro era demasiado largo y grueso para acogerlo por completo en mi cavidad bucal. Casi rozando el inicio de mi garganta, apenas ocupaba un poco más de la mitad, por lo que cubrí el tramo restante con mis manos. Adicta al sabor de su piel, comencé a chupar despacio, mientras jugueteaba con la lengua de un lado para otro.
La inexpresiva máscara del profesor Taisho terminó de deshacerse con mi lascivo roce. El hombre echó la cabeza hacia atrás, jadeando, mientras sus dedos se enredaban en mi cabello, animándome a seguir. Cerré mis manos sobre su erección, trazando un camino de besos hacia la punta. Sus ojos se clavaron en mí, llenos de deseo. Sonreí al descubrir cómo su excitación era contagiosa.
Siguiendo nuestros impulsos más primarios, volví a cubrirle con mi boca, lo más profundo que pude, evitando la posible aparición de una desagradable sensación de náuseas. Aun así, sentía que quería devorarlo por completo, hacerle perder la cordura y la capacidad de autocontrol. Sesshomaru, perdido en el vaivén de mi lengua contra su miembro, se puso en pie y comenzó a dar profundas estocadas, sujetando con firmeza mi nuca y acercándome más hacia él. La velocidad estaba acelerando demasiado rápido, por lo cual no estaba segura de si podría seguir el ritmo. Mi mandíbula comenzó a resentirse por haberla tenido abierta demasiado tiempo. Evitando el contacto con los dientes, cerré los labios sobre su eje, cuando él me agarró con más fuerza incluso que antes.
Entonces, eyaculó en mi boca, seguido de un grave y poco audible gemido. Jadeó, tratando de recuperar la compostura, mientras peinaba mi cabello con los dedos, aflojando su agarre sobre mí. Le observé absorta mientras dejaba su miembro marchar. Comencé a sopesar mis opciones, pues no me agradaba el amargo sabor de aquel espeso líquido, pero por algún motivo, tampoco se sentía bien escupirla frente a sus narices. Tendría que haberle avisado antes de comenzar de que me avisase antes de acabar…
- ¿Te lo has tragado todo, Kaori? – Me preguntó con una expresión dulce.
Con la boca todavía entreabierta, tratando de recuperar aire, y observándome con aquella vulnerabilidad de una persona que acaba de alcanzar el clímax… No dudé en tragarme todo lo que había derramada dentro de mí en aquel mismo instante. Acto seguido, abrí la boca y le mostré la lengua, recubierta únicamente de mi propia saliva.
- Buena chica. – Me felicitó, con una sonrisa de satisfacción. – Aunque no tendrías que haberlo hecho, si no querías… - Añadió, preocupada al notar que había tragado únicamente tras su pregunta.
- Quería hacerlo. – Confesé, con voz queda.
Sesshomaru sujetó mi rostro con ambas manos y se agachó para besarme con ternura. Su lengua se enredó con la mía sin pudor, donde seguramente todavía quedaban rastros de su propio sabor. Alegre por recibir tales muestras de afecto, le devolví el beso cariñosamente, sentándome a horcajadas sobre él. Podría pasar todo el día únicamente devorándolo allí mismo, sobre el suelo de la habitación.
Sus manos descendieron por mi cuello, rodeando mis hombros y siguiendo la dirección de mis costillas. Aquel gentil roce era más que suficiente para hacerme desearlo, todavía había muchas más cosas que podíamos hacer antes de alcanzar sus límites, ¿verdad? Apoyé las manos en su pecho, acariciando la curva de su cuello con los dedos. Tracé un camino de besos que partía de su boca y acababa en su garganta, donde le mordí con delicadeza. Él dejó escapar un suspiro, estremeciéndose, aquel lugar debía de ser muy sensible para él.
- Parece que he dado con tu punto débil, ¿no, Sesshomaru? – Dije, orgullosa de mí misma.
- Hmm, es posible… - Respondió, con aura misteriosa. – Aunque… - Sesshomaru sujetó mis manos y las colocó rodeando su garganta. – Me resultaría más estimulante que hagas esto…
Le observé perpleja, sin comprender lo que quería decir.
- ¿Quieres que…? – Balbuceé, incapaz de pronunciar en voz alta lo que quería decir.
- Aprieta, Kaori. Déjame sin aire. – Me pidió con los ojos brillantes.
Era la primera vez que conocía a alguien que podía encontrar placer en algo tan peligroso. Mis falanges temblaban, incapaz de hacer presión sobre su cuello. Me quedé sin habla unos instantes, impactada por aquel descubrimiento.
- Te detendré si se vuelve demasiado arriesgado. – Me aseguró, tomando mi cintura. – Aunque no creo que lleguemos hasta ese punto.
Si bien él tenía una complexión fuerte y yo no era una persona atlética, no podía dejar de pensar que aquello no era una buena idea. Tragando saliva, me atreví a ejercer una presión mínima sobre sus vías respiratorias. Sesshomaru ni siquiera se inmutó, mirándome fijamente.
- Me da algo de miedo, no estoy segura… - Reconocí, perdida en la profundidad de sus ojos.
- Si te sientes incómoda no tienes que hacerlo. Está bien.
Sus gentiles manos enmarcaron mi rostro mientras depositaba un casto beso en mi frente.
- L-lo siento… - Murmuré.
Me sentía francamente mal. Quizás había sido la primera vez que él me pedía algo, y yo había sido completamente incapaz casi de intentarlo. Me impresionaba su capacidad para disimular la decepción, siendo él quién me estaba consolando cariñosamente.
- No era mi intención hacerte pasar un mal rato. – Respondió él. – Siento haberte pedido algo así.
- ¡N-no! E-es culpa mía, sólo es que… nunca había conocido a nadie que le gustase eso, no me lo esperaba. Pero puedo volver a intentarlo. – Añadí, en voz baja.
- ¿Por qué no lo piensas mejor y lo dejamos para otro día? – Pasó sus pulgares por mis mejillas. – Estás temblando.
Y no mentía. Me había quedado de piedra desde que había dicho que quería que lo asfixiara. Eso, sumado al nerviosismo, me había dejado el cuerpo tan frío que había comenzado a tiritar.
- Eh, ah, sí… Perdón. – Fue la única palabra coherente que logró coordinar mi mente.
Sesshomaru frunció el ceño ante la disculpa.
- Suenas como si pensaras que has hecho algo malo.
- ¿De verdad no estás molesto ni enfadado?
El profesor acarició mi cabello y volvió a besarme, despacio.
- No tengo ningún motivo para estarlo. Yo tengo mis límites, y tú los tuyos. ¿Por qué iba a ser malo respetarlos?
Me abracé a su pecho, tratando de entrar en calor.
- Tienes razón, lo siento, yo… Quizás es porque he estado con muchos capullos egoístas.
Y normalmente negarme a cualquier práctica con ellos significaba una discusión o una ruptura definitiva. Sesshomaru me estrechó entre sus brazos, reconfortándome con su cercanía.
- No puedo decirte que yo sea mejor que ellos, pero… Jamás querría hacerte sentir miedo o tristeza. Ya has tenido más que suficiente de eso.
Cada una de sus palabras parecían comprender los rincones más profundos de mi alma, sin necesidad de dar más explicaciones. Aquella mágica conexión hacía tan sencillo quedarme a su lado, inhalando el aroma de su piel, con nuestros cuerpos entrelazados, simplemente existiendo en armonía. Sesshomaru en sí mismo se sentía como un hogar en el que siempre podía refugiarme sin importar las circunstancias.
- Gracias. – Musité contra su oído.
El hombre me sostuvo entre sus brazos en silencio durante unos minutos más, disfrutando la compañía del otro.
- Quizás deberíamos volver a la cama en lugar de quedarnos en suelo, ¿no? – Sugerí en voz baja, temerosa de cortar el cómodo ambiente.
- ¿Entonces vas a enseñarme cómo se usa ese cacharro? – Inquirió él, con una sonrisa traviesa.
- S-s-si insistes… - Accedí, sonrojándome.
No esperaba que aún tuviera ganas de tocarme después de cómo había decaído la tensión sexual tras aquella pausa. Nos sentamos al borde de la cama y tomé, muy a mi pesar, el vibrador entre mis manos.
- ¿De verdad nunca has visto uno de estos? Los hay en todos los love hotel…
Sesshomaru seguía observando el aparato con curiosidad, sin decir una sola palabra. Apremiada por aquella mirada, pulsé el botón de encendido y apoyé el juguete sobre el dorso de su mano.
- Puedes regular intensidad con esa rueda de aquí… - Seguí explicando con las mejillas encendidas, aquello era tan vergonzoso. – No tiene mucha más ciencia que eso.
Su expresión se volvió casi maligna una vez hubo concluido la explicación.
- ¿Usas este aparato pensando en mí, Kaori?
- ¡P-p-p-por supuesto que…! Eh… Ah… - No sabía si era peor negar o confirmar que me masturbaba fantaseando sobre él.
Me aseguré de colocar una nota mental en colores de neón de guardar mis juguetes una vez hubiera terminado de usarlos para evitar situaciones bochornosas como aquella en el futuro.
- En cualquier caso… - Comenzó a hablar Sesshomaru, arrebatándome el vibrador de las manos. – Pienso asegurarme de que a partir de ahora no puedas evitar hacerlo.
Notas: La verdad es que he disfrutado muchísimo describir una cita entre estos dos, aunque me cuesta mantener a Sesshomaru in carácter algunas veces, lo admito. Aunque en esta historia es una persona más empática y considerada con los demás que el demonio del período Sengoku, no quiero que termine de perder su esencia reservada y poco sociable. Ha habido mucho contenido erótico, y algo de trasfondo sobre la vida de Rin, ¿os ha parecido interesante? ¿O ha sido demasiado información del tirón? ¡Espero a que me digáis en los comentarios, para adaptar si es necesario alguno de los próximos capítulos!
Por otro lado, vengo a traeros noticias de que voy a tomarme un pequeño descanso. En principio, mi idea es volver a actualizar dentro de 3 semanas, por un lado, porque sólo tengo un capítulo más escrito aparte de este, y porque me voy de vacaciones unos días. Necesito desconectar y descansar, por más que ame escribir esta historia, me consume mucho tiempo y necesito tomarme un respiro de mi propia vida, la cual no me lo ha puesto fácil últimamente. Me da miedo que esta "pausa" pueda impactar negativamente a esta historia a la que tanto cariño le tengo, no lo voy a negar, pero espero que a aquellos que os gusta "Under my skin" sigáis aquí a mi regreso.
Sin mucho más que agregar por hoy, un abrazo muy fuerte a todos, y os leo en comentarios.
