Notas: Estaba deseando y a la vez temía escribir este capítulo… Pero creo que ha quedado bastante bien. No sé si poner algún trigger warning, porque la verdad es que no se me ocurre ninguno en específico.
En cualquier caso, se hace referencia a traumas emocionales, problemas psicológicos y mucho drama en general. Yo lloré un poco al escribirlo, así que si tenéis un día complicado os recomiendo dejarlo para otro momento, espero que os guste aunque sea duro.
Towa se desplazaba ágilmente entre los callejones del distrito. Había tantas bifurcaciones y desvíos que no estaba segura de si sabría trazar el camino de mí vuelta por mí misma.
Di las gracias internamente por vivir en el siglo XXI, coincidiendo con la maravillosa tecnología de los smartphones y el GPS.
El barrio por el que nos movíamos era humilde, con bloques de edificios antiguos y casas deshabitadas. No era el mejor lugar para residir, desde luego. Tenía cierta actividad a pesar de las altas horas de la noche, y noté cómo nuestra presencia llamó a atención a algunos de los residentes. Sin embargo, cuando parecían reconocer a Towa, los individuos de sospechoso aspecto perdían el interés de inmediato.
Me tranquilizaba saber que la temían o respetaban lo suficiente como para no cortarnos el paso.
A pesar de poseer aquel escudo invisible, Sesshomaru caminaba justo a mi lado, sin apenas separarse de mí. Me pregunté si las miradas de advertencia del demonio también estarían funcionando como mecanismo de defensa adicional.
La hija de Sesshomaru nos guio hasta las zonas más marginales del distrito mientras mis pies se resentían por las largas caminatas de aquel día. Aquellas botas no eran el mejor aliado para deambular por la ciudad. Cuando estaba a punto de abrir la boca para pedir un descanso, Towa se detuvo frente a una vivienda. Se veía como la típica vivienda unifamiliar japonesa, aunque en bastante mal estado.
- Hemos llegado. – La joven habló por primera vez desde que habíamos emprendido el camino. – No os olvidéis de quitaros los zapatos al entrar. – Nos recordó mientras se descalzaba clavando la punta del pie sobre el talón del otro.
Sesshomaru y yo accedimos a la vivienda tras la joven. En el oscuro interior no se vislumbraba nada fuera de lo habitual, aunque los muebles parecían antiguos y bastante desgastados. Dada la escasa visibilidad dentro de la casa, di un traspié, provocando que cayera de bruces sobre el escalón de la entrada. Mi inmediato chillido alertó a Sesshomaru, el cual me salvó de aquella caída alargando su brazo hacia mí, sujetándome por el codo. Le agradecí en voz baja.
- Esto, perdona, Towa… ¿Podrías encender la luz? – Pedí con cierto reparo tras la vergonzosa escena que acababa de protagonizar. Además, necesitaba quitarme las botas que aprisionaban mis doloridos pies lo antes posible, pero era complicado atinar sobre el cierre en la penumbra.
- Ah… Lo siento. – Se disculpó ella, con expresión de culpabilidad. – No es posible.
Su padre se descalzó de forma rápida y efectiva, colocando su calzado junto a las deportivas desgastadas de ella.
- Towa. – La llamó el profesor, accediendo a la tarima de entrada de la casa. – Tus condiciones de vida me dan que pensar que no estás regularizada, ¿estoy en lo cierto?
El rostro de la joven no mostró sorpresa alguna por la deducción de su padre. En cambio, sonrió, como si hubiera echado de menos aquel tipo de interacciones.
- Así es. – Le dio la razón mientras se abría la cremallera de su sudadera, acalorada. – A ojos del estado, yo no existo. Y esta casa se encuentra deshabitada desde que fue embargada por algún banco. – Añadió, con amargura. – Aunque no puedo negar que me ha favorecido bastante la injusticia humana.
No pude evitar sentir un escalofrío.
- Entonces… ¿Cómo lo haces para sobrevivir?
Si nadie pagaba por las facturas de aquella casa, no podía imaginarme cómo se aseaba o preparaba la comida. Más allá de eso, ¿cómo era posible que se ganara la vida sin papeles? ¿Cómo lograba cubrir sus necesidades básicas?
- Realizo algún que otro trabajo para pandas de matones. – Respondió Towa, tratando de restarle importancia. – Seguir a ciertas personas, extraerles información, coaccionarlos si es necesario… - Listó la muchacha, deteniéndose bajo la reprobatoria mirada de Sesshomaru. – Nunca he herido a nadie de forma irreversible. Sé controlar mi fuerza.
A pesar de su menuda complexión, Towa debía de haber heredado algunos poderes de su padre… Lo que significaba que no era del todo humana. Comprendía que aquello podía conferirle algún tipo de superioridad física que facilitara aquel tipo de "trabajos", como ella lo llamaba.
- ¿Por qué? – Inquirió Sesshomaru, incisivo. - ¿Por qué tú te mantendrías al margen de la sociedad humana? ¿De quién te has estado escondiendo?
Towa se mostró nerviosa bajo aquel interrogatorio. Sin embargo, contestó, resignada:
- Yo no me estaba escondiendo. – Admitió. – Pero… Era la única forma de ocultarle.
- ¿A quién? – Para cuando me di cuenta de que estaba hablando en voz alta era demasiado tarde.
Me cubrí la boca con ambas manos, arrepentida. No tenía derecho ninguno a interrogarla de aquella manera.
La medio demonio, sin embargo, se mostraba menos atosigada por mi intervención que por el interrogatorio de su padre. Sesshomaru la observaba impasible, como si ya hubiera escuchado suficiente.
- Se trata de Inuyasha, ¿no es así?
Mis ojos se abrieron como platos al escuchar cómo el profesor pronunciaba aquel nombre. ¿Se refería a esa misma persona de la que había hablado Kagome? ¿Su hermano?
- Sí. – Towa confirmó sus sospechas, dejándome aún más confusa.
- Pero… No comprendo. – Balbuceé, recordando la expresión de angustia de Kagome al extrañarle, creyendo que no podría volver a encontrarse con él. – Si Inuyasha se encuentra en este tiempo… ¿Por qué no se ha reunido con Kagome?
Sesshomaru intervino en nombre de su hija.
- Él lo ha estado intentando, de hecho. No es casualidad que los ataques se hayan dado alrededor del templo Higurashi. – Explicó él, tratando de despejar mi confusión con los frutos de su investigación previa. – No es casualidad que todas las personas que fueron atacadas vinieran de allí. No les fueron robadas pertenencias ni fueron heridos de gravedad, puesto que ése no era su objetivo… Inuyasha sólo se acercaba a esas personas guiado por el olor familiar de la mujer. Como parte de su rastreo para dar con ella.
Me quedé sin aire un instante, procesando lo que explicaba el demonio. Aquella verdad era tan conmovedora como cruda. Todo ese tiempo que Kagome había estado sufriendo por él, Inuyasha había estado intentando ponerse en contacto con ella, desesperadamente…
- Tan agudo como siempre, Padre. – Asintió Towa, confirmando su historia. – Pero hace siglos que Inuyasha perdió la cordura. Apenas puede comunicarse, y actúa por puro instinto. Por eso, cada vez que se lograba escapar para ir buscar a Kagome mientras yo estaba ocupada, no me quedaba más remedio que salir a capturarlo para traerlo de vuelta antes de que fuera demasiado tarde. – La expresión de la muchacha de ensombreció. – A pesar de mis precauciones, durante la última luna llena se descontroló demasiado… Lo encontré despedazando el cuerpo sin vida de un gato.
Me dio un vuelco el estómago al recordar los carteles de "Se busca" que había estado pegando Kagome por todo el barrio. No me cabía duda de que ese debía de ser el mismo felino que al había atacado Inuyasha. Al tratarse de su mascota, el animal debía tener el olor de la joven impregnado por todo su pelaje.
Sentí ganas de echarme a llorar ante lo trágico de la situación.
- Por eso, si devolvemos a Kagome al pasado, Inuyasha dejará de buscarla y estará libre de peligro. – Argumentó Towa, mirando a su padre de forma suplicante. – Además, todo seguirá su curso tal y como sucedió. Por eso necesito tu ayuda, Padre, no tenemos tiempo que perder… - La chica perdió resuello, intimidada ante el silencio sepulcral de su progenitor.
Sesshomaru la escuchaba con expresión severa. No parecía dispuesto a conceder la petición que le hacía su hija. Entonces volvió lanzarle un nuevo puñal en forma de interrogante:
- No creerás que he venido hasta aquí para no ver la cara de ese mestizo, ¿verdad?
Sentía la garganta seca, aunque no me atreví a tragar saliva por miedo a redirigir la atención hacia mí. Towa se veía aterrorizada ante la exigencia de su padre.
- Prométeme que no le harás daño. – Suplicó la joven, adoptando una posición defensiva, preparada para pelear si era necesario.
- ¿Pretendes que no reaccione… incluso si él me atacase primero? – Inquirió él de forma escéptica, alzando una ceja.
- No tiene fuerzas para hacerlo. – Aseguró su hija. – Hoy hay luna menguante.
A pesar de que yo no comprendía nada, el profesor Taisho pareció satisfecho con aquella garantía. Entonces me lanzó una mirada.
- ¿Segura que no prefieres esperar aquí, Kaori? Esto puede ponerse muy desagradable. – Me advirtió con el mayor tacto que fue capaz.
Pero sus ojos refulgían en mitad de la oscuridad con intensidad. A pesar de que Sesshomaru tratase de mostrar una actitud serena o tranquila, sabía que debía haber motivos de peso por los cuales Towa tenía tantos reparos en dejar que los hermanos se reencontrasen.
Esos dos se llevaban a matar, según las palabras de Kagome. Y en aquel momento, por primera vez, logré vislumbrar al implacable demonio del que tanto había oído hablar. Sí que debía de haber algún rastro de verdad en todas aquellas historias de terror.
La situación era inquietante, pero quedarme sola en mitad de una casa abandonada no iba a ayudar en absoluto a aplacar mis miedos. Y quería ver al presunto atacante del templo Higurashi con mis propios ojos.
- Prefiero ir con vosotros.
Ambos me concedieron unos instantes para que pudiera terminar de descalzarme, y acto seguido, Towa nos condujo hasta el fondo del corredor. Se detuvo frente a una puerta que conducía a unas estrechas escaleras descendentes.
- Antes estaba en una de las habitaciones del piso de arriba, para que le alcanzase la luz solar al menos a través de las ventanas… Pero tras la tragedia de la última luna llena, no me ha quedado más remedio que recluirlo aquí… Por seguridad.
Ante la completa ausencia de luz, saqué mi teléfono móvil del bolsillo del abrigo, dispuesta a encender la linterna del dispositivo. Sin embargo, Sesshomaru tomó mi muñeca para detenerme.
- No creo que sea buena idea.
- Pero me voy a matar por la escalera si no veo nada… - Repliqué, nada atraída por la idea de descender a un sótano sin una sola fuente de luz.
El profesor envolvió mi mano con la suya con ternura.
- No te alejes de mí. Te guiaré, puedo ver mejor que los humanos en la oscuridad.
A pesar de lo inapropiado de la situación, sentí cómo el rubor ascendía hasta la punta de mis orejas. Estaba viviendo quizás la experiencia más aterradora de mi vida, pero a mi corazón no parecía perturbarle lo más mínimo. Quizás la dureza de la situación en la que me encontraba hacía incluso más valioso aquel cálido gesto.
Obedeciendo a Sesshomaru, me aferré a su brazo mientras bajábamos por las escaleras. Towa lideraba la marcha, sin decir una sola palabra. El silencio únicamente era interrumpido por el sonido de nuestros pasos y mi agitada respiración. Sentía como si en cualquier momento una sombra fuera a abalanzarse sobre nosotros para hacernos pedazos.
- Ya hemos llegado. – Anunció Towa, seguido del sonido de una puerta al abrirse. – Tened cuidado con el último escalón.
Nos adentramos en una oscuridad aún más profunda, en la que no podía ver absolutamente nada. El único sonido que flotaba en el ambiente era un gutural gruñido que me ponía los pelos de punta.
- Towa. – Sesshomaru musitó el nombre de su hija, acusador. - ¿Cómo diablos se te ha ocurrido mantenerlo cautivo en este lamentable estado?
- Ya te lo dije… - Replicó ella. – Se encuentra debilitado porque se acerca la Luna Nueva.
Su padre dejó escapar mi mano, mascullando en respuesta:
- Esto no se trata de su grado de fortaleza. No es más que un despojo de la persona que fue… Su parte humana debió perecer hace mucho tiempo. – Explicó Sesshomaru, con la voz tomada por la angustia. - ¿No te das cuenta de lo grotesco que es mantenerlo con vida de este modo? Si a esta cosa se la puede llamar ser vivo…
Ambos se habían adelantado para conversar mientras observaban a algo oculto entre las sombras de la habitación. Al escuchar sus palabras, comencé a sentirme más aterrorizada aún. El no ser capaz de ver nada alimentaba más mis miedos, haciéndome temblar en el sitio.
Incapaz de contener el horror que comenzaba a crecer en mi estómago, agarré el teléfono móvil y proyecté el rayo de luz de la linterna frente a mí. Padre e hija se giraron hacia mí rápidamente, con expresión de pánico.
- ¡Apaga eso! – Exclamó Sesshomaru, acercándose a mí.
Sin embargo, alcancé a verlo por encima de su hombro. Una delgada figura con cabello blanquecido que se encontraba agazapada en el suelo se irguió para observarme. Sus ojos estaban veían completamente blancos, sin iris ni pupilas. Unos prominentes colmillos asomaban de sus labios mientras la bestia gruñía con rabia contenida. Su cuerpo estaba cubierto por jirones de tela y cicatrices, como si él mismo se hubiera arrancado la ropa a zarpazos. Los huesos se marcaban de forma prominente, sobresaliendo de su fina y casi traslúcida piel. Oscuras franjas de color morado como las que presentaba Sesshomaru cruzaban sus mejillas y antebrazos. Una gruesa cadena que pendía del techo se enroscaba alrededor de su cuello con un grillete. Como un perro salvaje enjaulado.
Me quedé paralizada, incapaz de despegar los ojos de la bestia que parecía haber centrado toda su atención en mí. Echó sus orejas perrunas hacia atrás mientras olfateaba el aire antes de proferir un alarido y arrojarse en mi dirección.
Sesshomaru, más veloz que el viento, me envolvió con sus brazos mientras cubría mis ojos, estrechándome contra él. Mis manos se quedaron tan internes por el miedo que dejé caer mi teléfono móvil al suelo. Escuché el estridente sonido de las cadenas forcejear contra la bestia que luchaba por ser liberada.
- ¡Tío Inuyasha! – Exclamó Towa. - ¡Cálmate, por favor!
La criatura profirió un sonoro aullido, como si estuviera sufriendo. Se escuchó el afilado sonido de tela siendo desgarrada, haciéndome temblar contra el confortable cuerpo que me protegía de aquella violenta escena.
Tras haberle visto el rostro, no me cabía duda de que se trataba el mismo chico de la foto que me había mostrado Kagome… Pero a la vez, se veía tan fuera de sí que costaba creer que se tratara de una persona. Towa le hablaba con dulzura, como si estuviera apaciguando a un animal salvaje.
Escuché a Inuyasha gimotear finalmente, tranquilizado por las palabras de joven. Retiré despacio la mano de Sesshomaru que había estado cubriendo mis ojos. El profesor me observaba con cautela.
- ¿Estás bien? – Me preguntó, estudiando la expresión de mi rostro.
- S-sí… - Asentí, balbuceando. - ¿Y-y Towa…?
Mi teléfono móvil seguía arrojando luminosidad a la habitación desde el suelo. Pude ver como la hija de Sesshomaru sujetaba los frágiles brazos de Inuyasha, quien ahora se encontraba doblado sobre sus rodillas. Una oscura mancha brotaba del brazo de la joven, las garras del hombre encadenado ennegrecidas por la sangre.
- Yo estoy bien, quitando estos rasguños sin importancia. – Dijo ella, restándole peso a la herida abierta. – Pero es muy raro que reaccione de forma tan violenta. – Trató de justificar a su tío. – El olfato de Inuyasha se encuentra muy atrofiado, sólo se comporta así cuando se acerca la luna llena, dado que esta le permite agudizar sus sentidos y percibir la lejana esencia de Kagome…
El profesor Taisho me liberó de su abrazo para caminar hacia las figuras en el suelo.
- Eso explica perfectamente la situación. – Intervino Sesshomaru. – No ha reaccionado en un inicio porque no era capaz de distinguir nada entre el olor de varias personas juntas. Al encender una luz le ha podido corroborar el número real de individuos en la sala. – El demonio se detuvo junto a su hermano, sin despegar los ojos de la herida de Towa. Su calma resultaba casi inquietante. – Al distinguirnos, se ha dado cuenta de que el familiar olor a Kagome provenía de Kaori. – Me fascinó que el hecho de haber pasado un parte del día encerrada en un karaoke con aquella muchacha hubiera sido suficiente para que su olor se impregnara mínimamente en mí, permitiendo al demonio identificarlo. Realmente era como un perro rastreador. - Entonces es cuando ha decidido lanzarse a por ella. Sin embargo… - Observé atónita cómo el interlocutor sujetaba al escuálido Inuyasha del cuello con una sola mano, levantándolo frente a él con una facilidad pasmosa. – No toleraré que nadie haga daño a mi familia, ni siquiera cuando se trate de ti, Inuyasha…
Towa forcejeó con su padre, tratando de liberar al debilitado chico semidesnudo.
- ¡Inuyasha es nuestra familia también, Padre! – Le rogó Towa.
El profesor zarandeó el cuerpo que sostenía en el aire, ignorando por completo los intentos de su hija por detenerle.
- ¿Qué sucede, Inuyasha? ¿No te acuerdas de tu hermano mayor? – La escuálida figura gimoteó, sin fuerzas para luchar por liberarse. - ¿O es que por fin has aprendido tu lugar? ¿Me temes ahora, después de tantos años?
La furia de Inuyasha pareció encenderse con las provocaciones de Sesshomaru, el cual comenzó a gruñir, aunque no se decidía a atacar. La oscura presencia del profesor parecía crecer, haciéndome sentir asfixiada en la pequeña sala. Inuyasha emitió entonces un lastimero gemido, acongojado seguramente por aquella misma sensación. En mitad del caos, Towa chilló:
- ¡¿No ves lo que está sufriendo con todo esto?! ¡Detente!
El demonio dejó caer a la debilitada figura sobre el suelo.
- Si se encuentra en este estado tan lamentable es porque tú han insistido en mantenerlo en cautiverio de esta forma. – Acusó Sesshomaru a su hija con una gélida mirada.
Inuyasha se enroscó sobre sí mismo en el suelo, gimoteando y completamente destrozado.
- ¿Y qué pretendías que hiciera? – Le reclamó la joven. - ¿Dejarlo morir sin más?
Su padre le contestó de forma implacable.
- De eso nada. Deberías haberle dado un final digno con tus propias manos, si sientes el más mínimo respecto por él.
Towa se enfureció por aquella cruel sugerencia, alzando la voz:
- ¡¿Insinúas que debería haber asesinado a mi propio tío?!
Sesshomaru lanzó una mirada compasiva a su hermano en el suelo. No parecía alterado lo más mínimo por la creciente furia de su hija.
- Inuyasha ya está muerto. – Sentenció el padre. – Era imposible que su parte humana sobreviviese por tantos años, puesto que no son criaturas tan longevas. Ahora mismo lo único que mueve su cuerpo son sus instintos demoníacos… De este modo, este recipiente de carne no contiene todos los elementos que componían su persona. El Inuyasha que tanto he detestado toda mi existencia jamás me habría respetado o temido, pues que era tan idiota como para tratar de enfrentarme a pesar de la diferencia abismal entre nuestros poderes. Pero ahora, movido únicamente por su sangre de yokai, ha reconocido finalmente mi superioridad. Sabes mejor que nadie que esto no es propio de él. – La mirada de Sesshomaru permanecía fija en su hija, implacable. - ¿Realmente consideras a esto "vida"?
La hija del demonio apretó los puños con impotencia.
- Lo sé… Sé que ahora mismo no es más que una sombra de quien fue… - Masculló, con la voz tomada. – Pero no podía poner fin a la existencia de quien ha sido como un padre para mí. Más de lo que tú fuiste jamás. – Recriminó la joven con tono ácido.
Sesshomaru mantuvo la compostura de forma estoica, sin embargo.
- Ya que tú no puedes, lo haré yo.
Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Towa, amargas:
- ¡Es por esto mismo por lo que me he tenido que ocultar durante tantos siglos de ti, Padre…! No me cabía duda de que sólo llegarías a la conclusión de poner fin a su vida… ¡No sientes compasión ninguna por nadie que no sea mamá! ¡No albergas ni una pizca de humanidad, después de todo! – Ladró la chica, expulsando toda la rabia contenida dentro de su pecho.
Me acerqué despacio a ellos dos, preocupada por la inminente discusión. Sesshomaru, a pesar de trataba de mantener la compostura, se veía abatido. No lograba imaginarme hasta qué punto podía doler recibir tales acusaciones de la boca de su hija.
De hecho, se había quedado sin palabras para responder a aquellas acusaciones.
Observé con cautela el destartalado cuerpo de Inuyasha, el cual seguía hecho un ovillo a los pies de los otros dos demonios. Era una imagen desoladora. Una parte de mí comprendía que Towa no quisiera ser partícipe de la muerte de una persona a la que apreciaba tanto. Pero otra sentía que era cruel mantenerlo en aquel estado. Solamente parecía sufrir, incapaz de hacer nada que no fuera salir en busca de su amada cuando sus mermadas fuerzas se lo permitían.
¿Y si algún día lograba mostrarse frente a ella? ¿Qué impresión tendría Kagome? Ella anhelaba verle con toda su alma, ¿pero lograría alegrarse al verlo tan demacrado?
A pesar de que no sabía cómo había sido Inuyasha en el pasado, aquella figura casi no se parecía a la imagen vivaz de la fotografía que me había mostrado Kagome. Si a mí me rompía el corazón verle, ¿qué efecto podría provocar en ella?
Con un nudo en el estómago, me atreví a dar un paso en dirección a Towa.
- Sé que no tengo derecho ninguno a entrometerme, pero… Creo que te equivocas. – Musité.
La muchacha, la cual había parecido casi olvidar mi presencia, me observó sorprendida. Sus ojos se encontraban enrojecidos, producto del llanto.
- ¿Crees que está bien matar a una persona porque no puede valerse por sí misma? ¿Incluso si no podemos verificar si esa es su verdadera su voluntad? – Inquirió ella, a la defensiva.
Negué con la cabeza. Sesshomaru me observaba inalterable, a la espera de que diera mi explicación.
- Pienso que, al contrario de lo que dices, la decisión más humana ahora mismo es liberarlo de su sufrimiento. – Inuyasha emitió un lastimero gemido, acallando la protesta que estaba a punto de salir de los labios de la chica. - ¿Crees que a él le gustaría que ninguno de sus seres queridos lo viera en este estado? O peor aún… - Sujeté las manos de Towa con suavidad, tratando de transmitirle todo mi apoyo emocional. - ¿Crees que se sentiría feliz al saber las circunstancias en las que te haces vivir por él? En todo a lo que estás renunciando… Sólo para que su cuerpo siga vivo. – La muchacha se quedó sin habla por primera vez, clavando sus ojos en el suelo. - Su alma, la esencia de su ser ya no está ahí, Towa… Aunque sea difícil de aceptar.
La muchacha se deshizo entonces en lágrimas, sin emitir un solo sonido. Se veía impotente, apretando su mandíbula, producto de la frustración. Probablemente, en el fondo, ella siempre supo que aquel destino era inevitable. Quizás por eso no había querido encontrarse con su padre, porque era consciente de que le obligaría a abrir los ojos, y dejar que ocurriese aquello a lo que su corazón se oponía con tanta fuerza.
Conmovida por su duelo, abracé a Towa, en un intento de confortarla. A pesar de que me acababa de conocer, la joven, un poco más alta que yo, se aferró a mí mientras lloraba de forma desconsolada contra mi hombro.
Ningún sonido interrumpió aquel descorazonador momento.
Cuando la joven logró recomponerse, me agradeció en un susurro. Entonces miró a su padre, el cual permanecía justo detrás de mí, vigilando la escena como si se tratase de un mero espectador.
- Padre, yo… - Gimoteó ella, incapaz de encontrar las palabras que quería expresar. – Quería decirte que lo siento mucho… Por lo que he dicho, por todo este tiempo…
Sesshomaru le mostró una expresión serena, como si nada de lo que hubiera ocurrido le hubiera afectado. No porque realmente no le importase, sino porque deseaba apaciguar la sensación de culpabilidad de la chica frente a él. Seguramente comprendía perfectamente por qué su hija se había desquiciado hasta aquel punto, y no le guardaba ningún rencor por ninguna de sus acciones o palabras. A pesar del dolor que él debía haber experimentado por culpa de toda ellas.
- Acepto tus disculpas, Towa. – El demonio nos dio la espalda, volviéndose hacia su hermano, que comenzaba a incorporarse sobre las puntas de sus pies y manos, como un animal cuadrúpedo. – Ahora será mejor que os marchéis. No va a ser un espectáculo agradable de ver.
Sentí mi corazón estremecerse tras aquella declaración de intenciones. Sesshomaru parecía más que dispuesto a convertirse en el verdugo de Inuyasha.
En ese momento me costó creer que siempre se hubieran llevado mal, tal y como había escuchado. La expresión del profesor Taisho mostraba una profunda angustia por lo que estaba a punto de acometer.
No debía de ser agradable arrebatar una vida, incluso si no se había tratado de una persona con la que hubiera tenido buena relación. Pero nadie podría convencerme de que Sesshomaru no albergaba cierto apego por Inuyasha. Estaba más que claro que no le era indiferente.
- Yo quiero quedarme. – Anunció Towa, quien se secaba los restos de lágrimas de su rostro con el dorso de la mano. – Aunque no me atreva a ser yo quien lo haga… Me gustaría poder acompañarle en sus últimos momentos.
Sesshomaru asintió conforme antes de mirarme.
- ¿Tú qué quieres hacer, Kaori?
Sentía un vacío en el estómago. Jamás había visto morir a una persona.
Y tampoco me sentía preparada para hacerlo aquella noche.
- Yo… No creo que debiera estar presente en un momento tan privado. – Respondí, con el corazón en la garganta. – Os espero arriba.
Ambos demonios se mostraron conformes con mi decisión. Recogí mi teléfono móvil del suelo, en el sitio en el que había caído rato atrás, y le lancé una última mirada a Inuyasha. El amargo pensamiento de que jamás volvería a verlo moverse, alimentado por la vida pulsante de su corazón, me oprimió el pecho. Aunque traté de convencerme de que era lo mejor para él, y yo misma había argumentado el por qué…
Se sentía demasiado terrible.
Ascendiendo por la escalera, cada paso se me antojaba más pesado que el anterior. Necesitaba salir de aquella gruta y escapar de aquel lugar que estaba a punto de convertirse en la escena de un crimen. Un pecado que atentaba no únicamente contra la ley, sino también contra la ética y la moral humana.
Recordé fugazmente que Sesshomaru ni siquiera iba armado, y no quise ni imaginar cómo pensaba cumplir su cometido con las manos desnudas. Era una escena sumamente terrorífica, por lo que apreté el paso, con la esperanza de dejar atrás las macabras imágenes que comenzaban a formarse en mi cabeza.
Una vez de pie al final de la escalera, temí en lo más profundo de mi ser escuchar lo que estaba ocurriendo si me quedaba muy cerca. De modo que casi a ciegas, alumbrada únicamente por la luz del teléfono móvil, deambulé por el oscuro pasillo hasta que llegué a una amplia habitación que parecía un salón. Al ver un sofá allí en medio, sentí la imperiosa necesidad de sentarme. Era como si mis piernas estuvieran comenzando a derretirse, y pudieran fallarme en cualquier momento. Me dejé caer sobre el blando diván, vencido por la antigüedad. Aunque en aquel momento era más que suficiente para sostenerme.
Abracé mis rodillas mientras hundía la cabeza entre ellas. Un inesperado borbotón de agua acudió a mis ojos al abandonar las fuerzas que me habían mantenido en pie. Ni siquiera yo misma me había dado cuenta de hasta qué punto me estaba afectando la dolorosa situación.
No era sólo la piadosa muerte de Inuyasha.
No era sólo la miserable vida que había elegido Towa por prolongar la vida de un ser querido.
No era sólo la cara que pondría Kagome cuando se enterase de lo que había sucedido.
Lo que más me destrozaba en aquel momento era la atormentada expresión del hombre del que estaba enamorada. Aquel rostro hecho trizas que Sesshomaru me había mostrado al hablar brevemente de su pasado.
¿Acaso no había sufrido ya suficiente en todos aquellos eternos siglos de existencia? ¿Acaso sus ojos no reflejaban ya demasiado dolor?
Ya había sido testigo de cómo se marchitaba incontables veces a vida de su amada, sin que ella llegara a saber la verdad sobre él y sus sentimientos en casi todas sus líneas vitales. Había creído que su hija había estado muerta por siglos, y se le veía completamente solo e incomprendido en mitad de la sociedad humana contemporánea… ¿Y ahora tendría que cargar también con el peso del asesinato de su hermano?
Incluso si Sesshomaru no era humano, la vida había sido aterradoramente cruel con él… Y me acongojaba aún más pensar que había tanto que aún desconocía.
A pesar de la enorme compasión que pudiera sentir por él, un pensamiento egoísta salió a flote en mi consciencia, haciéndome sentir como la mayor escoria del universo:
En mitad de toda aquella espiral de dolor, ¿cómo iba a encontrar yo un hueco a su lado? ¿Cómo iba a ser yo mínimamente capaz de calmar su dolor? ¿Cómo osaba siquiera desear ser la persona más importante para alguien con tantos seres queridos a los que había perdido por el camino?
Me sentía pequeña, insignificante e ilusa.
Ya no se trataba sólo de que Sesshomaru no viera a nadie más que a Rin en mí.
¿Sería acaso él capaz de ver algo más allá de su inmortal desdicha?
Notas: Tengo los pelos de punta otra vez. Quizás no es buena idea sumergirme tantos en las emociones de los personajes mientras escribo, porque cuando llegan escenas así me quedo hecha polvo. Para más inri, estuve escuchando en bucle la canción de "Sekai de Ichiban Aishita Hito" de Taemin mientras redactaba, y así acabé hecha una magdalena. La letra no es 100% precisa con la escena, pero el sentimiento de duelo y pérdida implícito en la canción sí que cuadra mucho con el Sesshomaru de esta historia, así que me dejó bastante sensible todo :')
Además, Inuyasha fue mi crush durante toda mi adolescencia, así que ha sido duro para mí describirlo de forma tan lamentable, pero bueno… Era lo que tenía que pasar. Aunque admito que estuve a punto de eliminarlo de la historia porque me daba mucha pena hacerlo sufrir así. Pero al final, no tenía otra forma más coherente de continuar con todos los hechos que tenía planeados.
Sé que habrá muchos que os estéis preguntando por Setsuna también, pero todas las respuestas llegarán en su debido momento, no os preocupéis.
Bueno, por no acabar el capítulo en un tono tan triste, yo al menos me alegro de que Sesshomaru se haya podido reencontrar con Towa después de tanto tiempo, veremos cómo evoluciona su relación.
De verdad que siento mucho si este capítulo le ha podido dejar mal cuerpo a alguien, sé que se tratan temas muy delicados ;-;
Me esforzaré por compensaros con escenas bonitas y wholesome en próximos capítulos, ¡lo prometo!
¡Nos leemos en dos semanas, y cuidaos mucho!
