Notas: ¡Feliz domingo! Estoy muy emocionada de poder compartiros finalmente esta actualización, donde se van a relevar cositas. Admito que lo he tenido que dividir en dos partes porque me ha quedado extremadamente extenso, siento que a veces me recreo mucho en los detalles. Así que el próximo capítulo continuará de forma directa lo que leáis en este, no os penséis que os voy a dejar a medias, prometido.

Lo entenderéis mejor cuando lleguéis al final, ¡espero os guste!

- Ya veo… Así que de ese modo es como finalmente Kagome ha regresado. - Towa musitó de forma melancólica, triste por no haber podido verla marchar. - Gracias por haberlo hecho posible, Padre. Ahora me siento mucho más tranquila.

La joven agitaba sus piernas a ambos lados de la silla mientras apoyaba los codos en el respaldo frente a ella. En realidad, se notaba inquieta por lo que estaba por venir, pero se esforzaba en ocultar su inseguridad.

Al parecer, había acordado con Sesshomaru que pondrían en marcha su plan de hacerla pasar por una huérfana y comenzar el proceso de adopción legal una vez resuelto el asunto de Kagome. Esto implicaba muy posiblemente que tuviera que pasar un tiempo bajo custodia de la institución antes de poder tener una vida normal, lo cual no era una perspectiva agradable, pero era una parte inevitable del proceso.

Sentada a horcajadas sobre aquella silla volteada, con su menuda constitución y sus rasgos andróginos sabía que sería fácil hacerla pasar por una adolescente. Sin embargo, aquella noche de luna nueva su imagen era más similar al de una chica normal de lo habitual.

Las hebras plateadas de su cabello se habían vuelto de color castaño oscuro, y sus iris también se habían oscurecido. Me recordaba mucho a una versión infantil de mí misma, lo cual tenía sentido, dado que su madre y yo éramos idénticas físicamente. Una pena que no pudiera mantener aquella apariencia de forma voluntaria, al parecer. La haría pasar mucho más desapercibida que su cabello plateado.

- Te ves muy cansada, Towa, ¿estás bien? - Inquirí mientras me levantaba del sofá para atenderla.

- ¡Sí, sí, no te preocupes! - Exclamó ella poniéndose en pie de un salto. - Solo… Tengo mucho en lo que pensar. - Towa se volteó para dirigirse al pasillo que conducía a las habitaciones. - Mejor me voy a la cama, buenas noches.

La chica se marchó apresuradamente dándonos la espalda, sin dejar apenas tiempo para responder a su despedida.

- ¡B-Buenas noches, Towa… ! - Me despedí de forma atropellada.

Sin embargo, ella no parecía ser la única con mucho en su mente aquella noche. Justo a mi lado, Sesshomaru permanecía sentado en el sofá con la barbilla apoyada sobre los dedos entrelazados. Apenas había pronunciado palabra más allá de contarle a su hija todo lo ocurrido con Kagome. Después de eso, se había quedado mudo como una estatua.

Preocupada, volví a sentarme a su lado.

- ¿Mucho en lo que pensar, Sesshomaru? - Pregunté en voz baja para no sobresaltarle al sacarlo de sus pensamientos.

El demonio parpadeó un par de veces antes de corresponder mi mirada.

- En realidad, solo estaba recordando.

Tragué saliva, tensa.

- ¿Sobre todo lo que aconteció tras el regreso de Kagome? - Él asintió. - ¿Cómo qué?

Sus ojos entonces comenzaron a esquivar los míos.

- Rin se quedó embarazada poco después de eso. Dio a luz a Towa y Setsuna y entonces… Todo comenzó a torcerse.

Su voz sonaba amarga. Estaba claro que aquel episodio le pesaba aún tras tantos siglos.

- Towa me dijo… que la única vez que ella y tú tuvisteis una discusión fue cuando ellas nacieron. ¿Te refieres a eso?

Sesshomaru suspiró, su mirada perdida en la nada.

- Ella me dijo que quería tener una familia, a pesar de que sabía que yo no podía brindarle un hogar tradicional. No podía vivir con ella y criar a nuestros hijos como una pareja normal. Pero ella había perdido a sus padres y hermano a muy temprana edad, por lo que comprendí que quisiera, de alguna manera, recuperar aquello que le había sido arrebatado. Quizás por eso no pude negarme, a pesar de que sabía que era una pésima idea.

- Pensaste en cargarte todo el peso de aquella decisión a tus espaldas para hacerla feliz, ¿verdad? - Él me lanzó una mirada de desconcierto. Le sonreí, tranquila. - Creo que ya te conozco lo suficiente como para saberlo sin que me lo expliques, Sesshomaru.

El demonio carraspeó antes de retomar su relato.

- Así es… - Me confirmó de forma solemne. - Sin embargo, fui tan arrogante e inmaduro como para pensar que podría mantenerla a salvo de todos los enemigos que mi padre había hecho en nombre de nuestro linaje.

- ¿Tu padre era alguien importante? - Inquirí, sorprendida.

Sesshomaru me dedicó una sonrisa llena de melancolía.

- Si los demonios redactasen libros acerca de su historia como los humanos, él aparecería en ellos. Ostentó el título de Lord del Oeste, unificando el territorio y promoviendo una convivencia pacífica entre las diferentes especies de yokai. Sin embargo, como podrás imaginar por los tiempos que corrían, sus conquistas conllevaron grandes derramamientos de sangre en ocasiones, y había otros poderosos demonios que se disputaban con él el control. No le faltaban enemigos.

Entonces me quedé con la boca abierta. Sesshomaru era hijo de un importante militar que había arrebatado muchas vidas, incluso si había sido por una buena causa. No parecía un peso fácil con el que cargar, más cuando hablábamos de gobernar a demonios, los cuales se me antojaban más salvajes e incontrolables que las personas…

- No sabía que había sido alguien tan importante…

- Su título ahora no significa nada a día de hoy, ha quedado completamente obsoleto y enterrado en el pasado. - Me explicó él, sereno. - Pero en aquel momento, el rumor de que el único y legítimo heredero del Lord del Oeste esperaba descendencia, habiendo dejado encinta nada menos que a una humana se extendió como la pólvora… - Le lancé una mirada de incomprensión, sintiendo que me faltaba contexto. - Mi padre ya había sido la comidilla de los demonios cuando engendró un hijo bastardo con una princesa humana, por lo que resultaba más que morboso que su sucesor hiciera exactamente lo mismo.

En ese momento muchas piezas del rompecabezas comenzaron a encajar.

- ¿Te refieres a Inuyasha? ¿Él es como Towa?

Sesshomaru pareció sentir un escalofrío al escuchar aquella comparativa.

- Sí, ambos son medio demonios… - Admitió casi a regañadientes. - En cualquier caso, cuando me di cuenta de que había demasiados frentes que vigilar ya era demasiado tarde, el embarazo de Rin ya estaba muy avanzado. Por eso pensé que lo más seguro para ella sería llevarme a las gemelas nada más nacieran, y dejarlas hacerse fuertes por sí mismas, de modo que la vida de ella no corriera peligro.

Fruncí el ceño, molesta.

- ¿Y lo decidiste unilateralmente, sin hablarlo con ella?

El demonio dejó caer los hombros, avergonzado.

- Así es.

- Fuiste un completo idiota. – Le juzgué con severidad,

Entonces los ojos del demonio se encendieron con una emoción indescifrable.

- Lo fui, sin duda… Aunque pienso que mi mayor error fue dejar a mi esposa salirse nuevamente con la suya, cediéndole la completa custodia de Towa y Setsuna.

Es decir, que no consideraba estar equivocado al decidir arrebatar a las recién nacidas a su madre. Ahora sí que no comprendía ni podía justificar sus acciones.

Más que nunca, necesitaba escuchar la historia completa.

- Sesshomaru… ¿Podrías hablarme de lo que pasó con Rin? - Inquirí con la voz más firme que pude emitir.

El demonio se echó hacia atrás, recostando su espalda sobre el sofá. Se llevó la mano a la frente, frotándose el ceño con pesar.

- Es una historia larga. - Me advirtió.

- No importa. Tengo toda la noche.

Sesshomaru exhaló un gran suspiro antes de sumergirse en su recuerdos y comenzar a compartirlos conmigo.

Los rayos del sol se filtraban entre las copas de los árboles, permitiendo ver con claridad durante el día en el interior del bosque. A mis pies yacía el cadáver de un demonio felino, cubierto de sangre y atravesado a la altura del abdomen.

Di una estocada hacia un lado con Bakusaiga para limpiarla antes de proceder a guardarla en su vaina. Aquella criatura no había sido un rival digno para el poder de aquella espada, pero me negaba a manchar mis manos de los fluidos de una criatura tan repulsiva.

- Se lo tiene bien merecido, por haberse infiltrado en los territorios del oeste. – Parloteó Jaken, pateando una de las extremidades sin vida.

Los gatos, como enemigos naturales de mi propia especie, no formaban parte del territorio unificado que había fundado mi Padre siglos atrás. Los demonios felinos normalmente habitaban las montañas en dirección al norte, de forma completamente independiente, por lo que resultaba extraño que hubiese tantos infiltrados dentro de nuestros dominios. Aunque en un inicio había supuesto que podían ser espías de otra nación, éste último ejemplar había demostrado no haber sido un combatiente hábil ni mucho menos. Era como si no estuvieran preparados para ello, por lo que no tenía sentido que aquello fuera parte de algún tipo de estrategia militar… ¿Por qué enviarías al corazón del territorio enemigo espías sin habilidades combativas, completamente solos y a su suerte?

Tendría que reportar aquello en Palacio para realizar una investigación a fondo, había algo que olía a chamusquina, y no se trataba solamente de la pestilencia gatuna de aquel demonio fulminado en el suelo.

Sin embargo, durante aquella persecución había terminado muy cerca de la casa donde Rin habitaba con nuestras hijas. Hacía un tiempo más que prudencial que no las visitaba… Pero no tenía tiempo que perder, aquella amenaza era mucho más importante.

- Jaken, Ah-Un. – Llamé los compañeros que me seguían a donde quiera que fuese. – Ponemos rumbo a Palacio.

La bestia de dos cabezas bufó, mientras que Jaken me dedicó una reverencia:

- Como ordenéis, mi Amo, pero…. ¿Estáis seguro de que no queréis visitar a vuestra familia antes de regresar?

Suspiré pesadamente. Por supuesto que no había nada que desease más que escuchar las risas de mis hijas y sentir el calor de mi esposa.

Pero no había tiempo. La situación era muy delicada, y si mi teoría de que el Señor del Este, Kirinmaru, había comenzado a extender sus tropas hacia nosotros resultaba acertada… La guerra entre ambos bandos era inminente.

Lo cual involucraría tarde o temprano a Towa y Setsuna.

- No iremos hoy a la cabaña…

Sin embargo, no pude acabar mi frase con convicción. Enmascarado por el hedor de la sangre, en el aire flotaba un olor extremadamente familiar. Miedo, sudor, energía demoníaca y una pizca de jazmín…

Me giré rápidamente en la dirección de la que provenía, agudizando mis sentidos.

- ¿Señor Sesshomaru? – Me llamó Jaken, confundido por mis acciones.

Comencé a percibir el sonido de la hierba pisoteada. Se trataban de dos pares de piernas.

A pesar de que corrían en línea recta hacia mi posición, sabía que no se trataban de una amenaza, pero todo mi cuerpo se tensó en el mismo instante en el que reconocí aquellas presencias. ¿Qué diablos hacían allí?

- ¡P-Padre…! – Exclamaron Towa y Setsuna al unísono mientras surgían de entre la espesura.

Las dos niñas se lanzaron hacia mí desesperadamente, aferrándose a cada una de mis piernas. Mis lecciones de rastreo parecían haber dado sus frutos, dada la exactitud con la cual habían triangulado mi posición. Me arrodillé en el suelo para poder examinar sus rostros mientras ellas gimoteaban atropelladamente, impidiéndome comprender sus palabras. Sin embargo, se me erizó el vello de la nuca al comprobar que ambas presentaban de forma sutil en sus mejillas las líneas púrpuras que eran comunes en nuestra especie…

Era la primera vez que sus poderes demoníacos se manifestaba de forma tan evidente; sumado al hecho de que había logrado percibir su olor con claridad, cuando siempre lo habían ocultado perfectamente bajo el Kaori confeccionado por su madre. Aquello no significaba más que problemas.

- Towa, Setsuna, silencio. – Les pedí en voz baja para extraer la información que precisaba de la forma más eficiente posible. Necesitaba que se tranquilizasen por un momento. - ¿Estáis bien? – Ambas asintieron con la cabeza. – Towa, ¿y vuestra madre?

Al dirigirme a una de ellas con tono autoritario, la otra se obligó a sí misma a mantener la compostura y permanecer en silencio, sin armar alboroto.

- ¡E-e-está en casa…! – Gimoteó la niña de cabello plateado, limpiando con sus pequeñas palmas las lágrimas de sus ojos. - M-mamá… – Sus palabras quedaron ahogadas, presa del pánico.

Entonces miré a mi otra hija.

- Setsuna, ¿qué es lo que ha ocurrido?

Controlando su miedo mucho mejor que su hermana, la niña respondió:

- E-estábamos jugando… N-no sé qué paso, era como si no fuera yo misma, pero comenzaron a crecerme mucho las uñas, h-hice daño a Towa… - Observé de reojo cómo el brazo de la hermana mayor mostraba pequeños arañazos superficiales. – Ella intentó defenderse de mí, y mamá vino corriendo a por nosotras… Nos roció con todo el Kaori que quedaba en casa.

- Pero entonces sentimos el olor de alguien desconocido acercase muy rápidamente. – Añadió Towa, la cual aún se sonaba los mocos provocados por el llanto. – Mamá dijo que huyéramos lo más rápido posible. Ella se escondió en el sótano… ¿P-pero y si la encuentran…?

Mi respiración se paralizó un momento al escuchar sus testimonios. Estudié las heridas de Towa, que se veían tan frescas como recién abiertas. Eso significaba que debía darme prisa, pues era posible que, al no encontrar a las gemelas allí, no se hubieran parado a buscar a Rin y ésta estuviera a salvo.

También era posible que estuvieran persiguiendo el rastro de las niñas hasta la posición en la que nos encontrábamos en aquel momento.

En cualquier caso, tenía que actuar rápidamente.

- Jaken, llévate a Towa y Setsuna al Palacio del Oeste. – Ordené mientras me ponía en pie.

- ¡S-s-sí!

Al pequeño demonio no le entusiasma convertirse en la niñera de las gemelas, pero no quedaba más remedio en ese instante. Incluso cuando estaba convencido de que a mi Madre no le agradaría recibirlas allí, pero no podía arriesgarme a que ellas fueras capturadas por quien fuera que las andaba rastreando.

- ¡Pero Padre, déjanos ir contigo, podemos ayudar…! – Exclamó Setsuna, aferrándose a mi pierna.

- No. – La rechacé categóricamente. – Los débiles solo estorban en el campo de batalla.

A pesar de que sabía que estaba siendo demasiado duro con ella, no tenía más tiempo que perder. Desanimada, la pequeña retiró sus manitas de mi ropa y las dejé atrás para echar a correr a toda velocidad en dirección a la cabaña.

Internamente no podía parar de rezar por llegar a tiempo.

Tenía que ir más rápido.

Rin debía estar esperándome.

Sólo un poco más…

Y debía de ser capaz de ver el tejado de la casa.

Me quedé sin aliento al ser testigo de cómo el hogar que mi esposa había erigido con sus propias manos se encontraba hecho añicos. Junto a los escombros, reconocí la silueta de dos mujeres.

Sentí cómo mi corazón volvía a latir desenfrenado en mi pecho al reconocer la espalda de mi esposa. Estaba erguida sobre sus propios pies y no olía a sangre, por lo que no debía encontrarse gravemente herida.

Frente a ella se encontraba una mujer yokai con el cabello blanco y un maquillaje inquietante. Sus ojos se iluminaron al detectar mi presencia, haciéndola esbozar una sonrisa.

- Justo en el mejor momento… Cuánto tiempo, Sesshomaru.

Sin pensármelo un solo instante, desenvainé la Bakusaiga y arremetí en dirección a aquella mujer. Se trataba de Zero, la hermana de Kirimaru, lo cual afianzaba mi teoría de que el Lord de Este planeaba atacarnos, empezando por el eslabón más débil: mi familia.

- Yo que tú no haría eso, Sesshomaru… - Me advirtió la mujer, alzando su dedo meñique en alto. De este brotó un delgado hilo rojo que se unía directamente a la mano de Rin. Observé ambos extremos de aquel lazo alternativamente con cautela. – Si me asesinas, la humana morirá conmigo.

A regañadientes, guardé mi espada en su vaina mientras le lanzaba una mirada de odio a aquella despreciable mujer.

- Zero… ¿Qué es lo que quieres?

- A las gemelas medio demonio, está claro. – Respondió con una sonrisa sádica. – Si no me las entregas, dejaré que la maldición de las escamas plateadas consuma lentamente a tu mujercita hasta que termine de pudrirse en vida…

Rin me observó con ojos suplicantes mientras se cubría el lateral izquierdo del cuello. Su voz sonaba ahogada cuando se dirigió a mí:

- ¡Tienes que proteger a nuestras hijas, Sesshomaru! – Exclamó. - ¡No importa si yo muero, pero ellas tienen que sobrevivir…! – Suplicó, con el cuerpo temblando como una hoja.

- No podrás esconderlas eternamente. – Siseó Zero mientras un torbellino de hojas comenzaba a envolverla. – Te daré algo de tiempo para pensarlo, pero recuerda… Esa humana no vivirá mucho si no tomas la decisión correcta.

Entonces su presencia se desvaneció como si nunca hubiera estado allí. Me acerqué velozmente a mi esposa, quien comenzó a tambalearse, como si fuera a perder el conocimiento. Logré capturarla entre mis brazos antes de que cayese al suelo. Su respiración era irregular, y su cuerpo se sentía más caliente de lo normal, incluso a través de la tela del kimono…

- Rin… - La llamé en voz baja, tocando su frente con la mía con cuidado. - ¿Tienes fiebre?

- ¿Towa y Setsuna está bien? ¿Llegaron hasta ti? – Me preguntó en un hilo de voz, despreocupándose por completo de su estado.

- Ellas se encuentran a salvo. – Le aseguré, aunque no tenía certeza absoluta de que no se hubiera cruzado ningún percance por el camino. – Pero tú…

Mi esposa perdió entonces el conocimiento, debilitada por aquella misteriosa maldición.

Nunca había visto nada parecido, por lo que decidí llevarla al Palacio del Oeste, donde podría conseguir que alguien con conocimientos suficientes la examinase.

Tras haber dejado a mi esposa en la clínica de Palacio, me dirigí al pabellón principal, donde me esperaba mi Madre. A pesar de que estaba preparado mentalmente para la colérica mirada que me dirigió nada más poner el pie en la sala, no me agradó ver a mis hijas temblando en un rincón de la sala, aferradas a Jaken de puro temor. Era la primera vez que veían a su abuela, y ya parecía haberse convertido en una de sus peores pesadillas.

- ¿Qué tipo de broma de mal gusto es esta, Sesshomaru? – Inquirió Inukimi con un tono autoritario y glacial.

No se había dirigido a mí de esa manera desde que era un cachorro, pero no me dejé amedrentar por la furia reflejada en sus ojos. No le tenía miedo alguno a aquella mujer.

- Prefiero hablar contigo cuando las niñas no estén presentes.

Mi petición, sin embargo, no fue bien recibidas. Mi Madre me lanzó una mirada furiosa mientras señalaba acusatoriamente a mis hijas:

- Quiero a estas mocosas y a su madre fuera de mi hogar inmediatamente. – Ordenó, a punto de entrar en cólera.

Apreté los puños. Aunque no me extrañaba su reacción en lo más mínimo, no me había quedado más remedio que intentarlo. Aquel lugar era el más seguro para todas.

- Jaken, - Llamé a mi lacayo sin alzar la voz. – espérame fuera con Towa y Setsuna.

El pequeño demonio obedeció las órdenes sin dudar un instante de ellas. Las niñas me observaron suplicantes, incapaces de comprender lo que estaba sucediendo, mudas de terror. Cuando los tres hubieron abandonado la habitación, Inukimi no tardó en lanzar el primer dardo envenenado:

- Pensaba que eras más listo que el difunto "Lord del Oeste", Sesshomaru. – Enunció el frío título en tono de mofa. - Me decepcionas.

Me volteé hacia ella, tratando de mantener la calma. Sabía que era fácil hacerme perder los estribos si mencionaba a mi Padre.

- Jamás te he ocultado en lo más mínimo la relación que tenía con Rin. – La rebatí de forma contundente. – No tiene sentido que te sorprendas a estas alturas de que hayamos tenido cachorros, Madre.

- ¡¿A eso llamas "cachorros"?! – Estalló ella, sin ocultar su repulsión. – Tu comportamiento me parece bochornoso, hijo. – Mi Madre dio una vuelta en redondo a la habitación, sujetándose la barbilla con los dedos, pensativa, mientras yo esperaba en silencio a que escupiese todo el veneno que albergaba en la lengua. – Una cosa es que yo sea una Madre permisiva, y aceptase a esa concubina humana como tu fetiche sexual, entiendo que nadie puede decidir sus gustos… - Inukimi se detuvo a unos pasos de mí, taladrándome con la mirada. – Pero otra muy distinta es que de forma completamente consciente hayas decidido ensuciar nuevamente la sangre de nuestro linaje, tal y como hizo Toga… ¡¿Acaso pretendes incitar una revolución interna cuando ya tenemos más que suficientes frentes militares abiertos?! Ni un solo demonio, y reitero, NI UNO SOLO EN ESTE REINO, puede permanecer leal a un clan que no deja de reproducirse con meros insectos. Lo que deberías haber hecho hace mucho tiempo ya es desposar a una noble de buena familia, con poderes que enriquezcan nuestro herencia familiar…

Harto de aquel discurso que me había repetido desde que había alcanzado la edad reproductiva, la interrumpí con un contundente hecho:

- Olvidas el hecho de que yo ya tengo una esposa, Madre.

Aquellas escasas palabras hicieron que a Inukimi le hirviera rápidamente la sangre. Sus garras se afilaron, y ojos se tornaron de un amenazador color carmesí mientras siseaba:

- Ya veo… Entonces sólo tendré que hacerte enviudar para que puedas casarte de nuevo, ¿no es así…?

Sonreí, satisfecho de haberla conducido justo hasta el punto que necesitaba.

- Tú no puedes herir a Rin, Madre. – Le respondí con seguridad.

Inukimi frunció el ceño, confusa. Sus ojos lentamente comenzaron a regresar a la normalidad mientras controlaba su temperamento.

- ¿A qué te refieres?

Jamás hubiera pensado que fuera tan gratificante haber dejado a mi madre sin palabras. No era algo que ocurriese todos los días.

- Te recuerdo que acepté heredar el título de mi Padre, y continuar con sus obligaciones bajo una sola condición.

Mi madre gruñó en respuesta:

- Que esa humana pudiera permanecer protegida dentro de estos muros… No hace falta que me lo recuerdes. – Puso los ojos en blanco, indignada.

- Exactamente. Por lo tanto… Si el único y legítimo heredero descendiente de Inu no Taisho, renunciase a su cargo en mitad de una crisis política y al borde de una guerra, ¿qué crees que sucedería? – Le dedique mi sonrisa más sádica, disfrutando de ver cómo contenía el pánico en sus ojos. – Es posible que una guerra civil, una invasión, quién sabe… Puede que el Reino del Oeste deje de existir tal y como lo conocemos, incluyendo tu posición y tu poder, Madre. Siempre me has necesitado más a mí que yo a ti, y lo sabes.

Ella me clavó una mirada de odio:

- … En este tipo de situaciones resulta terriblemente irritante que te parezcas tanto a mí, Sesshomaru. Vil y rastrero… Ve al punto. – Bufó.

Con su derrota admitida, finalmente había espacio para la negociación.

- Rin va a recibir los mejores cuidados médicos en este, mi Palacio… Y nadie, externo o no, va a ponerle una mano encima, porque entonces me aseguraré de reducir a cenizas esta burda corte de elitistas. ¿He sido claro, Madre?

Con el rostro colorado, mi Madre me dio la espalda, incapaz de encajar con buena cara aquella humillación.

- Pero esas mestizas no volverán a poner un pie en Palacio. – Ladró, conteniendo su rabia. – Mantendré mi promesa inicial, pero me niego a ensuciar la imagen de esta corte con esas dos niñas sucias correteando por ahí.

Supe entonces que no podría hacer ceder a mi madre en aquel aspecto. No, después de que su propio esposo hubiera elegido a una mujer humana por encima de ella, y hubiera expresado su deseo de formar una familia con ella y su hijo medio demonio por nacer.

Seguía siendo mi Madre, y la había visto sufrir en silencio, porque mientras ella me criaba y dirigía todo un Castillo por sí sola, su esposo quiso empezar de cero con otra familia. Mi Padre quiso desvincularse por completo de la corte, en la cual nunca se había integrado, de la cual había huido toda su vida a través de las campañas militares.

Es decir, mientras que jamás había pasado tiempo con nosotros, su plan era vivir en paz con Izayoi e Inuyasha. Algo siempre nos había negado experimentar a ambos.

Podía comprender e incluso perdonar el odio de Inukimi a los descendientes medio demonio, siempre y cuando mantuviera a Rin, el eslabón más débil de mi familia, a salvo. Y si por algo eran conocidos los Inuyokai era por su lealtad. Mi Madre jamás faltaría a su promesa conmigo, tanto por su naturaleza como por sus intereses personales.

Por lo que, al menos, no tendría que preocuparme por la seguridad de mi esposa.

La cuestión que se me presentaba entonces eran las gemelas, las cuales se habían quedado sin hogar. Lo más natural hubiera sido llevarlas conmigo, pero esto conllevaba varios problemas.

El primero era que eras muy pequeñas y débiles para acompañarme en mis constantes viajes, apenas tendrían 7 años. Si Rin no me hubiera impedido llevármelas a los bosques para que aprendiesen a sobrevivir por sí mismas desde su nacimiento, Towa y Setsuna hubieran sido mucho más resistentes en ese punto vital, pero tal y cómo se habían criado que no serían más que un estorbo.

El segundo venía de la mano del punto anterior, y era que tener acompañantes débiles implicaba emplear una gran cantidad de energía en protegerlas, proveerlas de comida e instruirlas en combate en los escasos momentos libres que pudiera rescatar. No era una distribución eficiente del tiempo para cumplir mis deberes como Lord del Oeste, como cuidador ni como padre.

El tercer problema era que llevarlas conmigo hacía mucho más fácil localizarlas, dado que yo mismo generaba un rastro fácil de seguir a quienes las persiguiesen. Incluso si ellas trataban de ocultar su presencia demoníaca y camuflar su olor, a esas alturas mi presencia era reconocible en todo el territorio. Es decir, en caso de emboscada, sería muy sencillo que, si los atacantes que me superasen en número, pudieran aprovechar cualquier mínimo error por mi parte para llevarse a las gemelas, o lo que era peor, asesinarlas en el acto.

Y el cuarto problema, y no menos importante, era que les faltaría el cariño y el calor de su madre. Towa y Setsuna se habían criado siguiendo los esquemas familiares humanos, los cuales eran muy distintos a los que yo había vivido. Mientras yo había criado sintiendo una gran soledad dentro de un enorme castillo rodeado de gente que era amable conmigo por interés, ellas habían vivido en una pequeña cabaña construida por su madre, colmadas de atención y amor genuino. De modo que sabía que yo no podría suplir las necesidades afectivas de las niñas, tanto por escasez de tiempo material tras cumplir mis deberes como Lord del Oeste, como por falta de desarrollo emocional por mi parte. Era un rasgo humano que únicamente había empezado a explorar desde que había conocido a Rin, pero aún se sentía algo antinatural para mí manejar aquellos comportamientos tan puramente emocionales…

En conclusión… Llevarme a mis hijas conmigo era una opción que quedaba descartada por completo. No había ni un solo motivo por el cual pudiera ser una buena idea.

Pero entonces, ¿qué podía hacer?

Fuera del pabellón principal, Jaken aguardaba tomando las bridas de Ah-Un en sus manos, listos para partir. Las gemelas permanecían pegadas la una a la otra, abrazándose.

- Papá… - Me llamó Towa en un susurro.

- Padre… - La secundó Setsuna, con la voz algo más firme. - ¿Nuestra abuela no nos quiere aquí?

Caminé hacia ellas y me arrodillé para mirarlas a los ojos. El miedo aún permanecía en lo más profundo de sus pupilas, aunque al menos las marcas de sus mejillas habían desaparecido. Su esencia era mucho más liviana y floral en ese momento, por lo que su parte demoníaca parecía haber vuelto a su letargo. Aquello facilitaba las cosas, al menos temporalmente.

- Así es. – Le respondí, incapaz de mentirles. – Tenemos que irnos.

- ¿Nos vamos sin mamá? – Inquirió Towa, ansiosa.

Definitivamente, me partía el corazón separarlas de su madre. Pero no podía arriesgarme a ponerlas a todas en peligro de nuevo. No volvería a cometer el mismo error, pues ese mismo día podía haberlas perdido a todas. No podía dejar nada en manos de la suerte.

- Vuestra madre se encuentra bien, pero tiene que quedarse un tiempo aquí para descansar y recuperarse. – Dije en un fútil intento de tranquilizarlas.

Pero en esta ocasión fue Setsuna quien musitó, inquieta:

- ¿Es culpa nuestra que las personas malas le hayan hecho daño a mamá?

La hermana menor era la menos emocional de las dos, por lo que resultaba más inusual verla en aquel estado. Temblaba como una hoja y parecía a punto de echarse a llorar, presa de la culpabilidad.

No podía mentirle, pero tampoco quería confirmarle aquella sospecha a mi hija. Tampoco era como si ellas hubiesen hecho nada malo a propósito. Sabía de sobra que la sangre que corría con mis venas era difícil de controlar para alguien medio humano, tal y como habían demostrado en el pasado las pérdidas de control de Inuyasha. El linaje de Inu no Taisho era poderoso y salvaje.

Respiré hondo. ¿Qué haría Rin en ese momento para confortarla…?

Sintiéndome ligeramente inseguro al respecto, abrí los brazos para capturar a Setsuna entre ellos, estrechando su cuerpecito contra mi pecho. Aquello solía ayudar a Rin cuando se mostraba inquieta, por lo que esperaba que tuviera el mismo efecto en la niña. Setsuna se revolvió, extrañada ante el contacto.

- ¡N-no puedo respirar así, Padre…! – Protestó, aunque no parecía odiar el gesto que había tenido con ella.

- ¡No es justo! – Replicó su hermana en un ataque de celos. - ¡Abrázame a mí también, papá!

Cedí ante las exigencias de Towa, envolviéndolas a las dos con cuidado entre mis brazos. Eran mucho más delicadas de lo que parecían, recordándome inevitablemente su naturaleza medio humana.

Sin embargo, me gustaba sentir aquella dulce inocencia que transmitían. Definitivamente, no deseaba profanar esas miradas infantiles arrastrándolas conmigo a ser testigos de las atrocidades que tenía que cometer para cumplir mis obligaciones. Aquel mismo día me había vuelto a manchar las manos de sangre, de hecho.

Aquellas niñas únicamente podían reír con aquella naturalidad a mi alrededor porque no tenían ni idea de que su padre era un asesino.

Con aquel pesado sentimiento en el pecho, monté a las gemelas de una en una sobre el lomo de Ah-Un, y nos dispusimos a partir. Jaken tomó asiento a mis espaldas, y yo sostuve los cuerpos de las pequeñas entre mi pelvis y los cuellos de Ah-Un.

Tan pronto como Towa y Setsuna se hubieron calmado, cayeron profundamente dormidas, víctimas del agotamiento tras haber experimentado tantas sensaciones en un mismo día. Al menos, su siesta me concedía algo más de tiempo para pensar cómo proceder… Aunque ya lo tenía bastante claro.

- Amo… - Me llamó Jaken, nervioso. - ¿No nos estamos acercando demasiado a la aldea de los exterminadores de demonios?

- Así es. – Le confirmé.

Mi respuesta le puso la piel de gallina, pero decidió confiar en mi decisión, como siempre hacía.

Una vez caída la noche, Ah-Un aterrizó finalmente en la entrada de la aldea. El portón se encontraba custodiado por el enorme felino que respondía al nombre de Kirara. La bestia gruñó al vernos, más no se decidió a atacar. Junto a ella, un familiar muchacho vestido con la armadura característica de los exterminadores montaba guardia.

- ¿Sesshomaru? – Llamó mi nombre, sorprendido. - ¿Qué te trae por aquí a estas horas?

- Kohaku… Quiero pedirte un favor.

Cogí en brazos a Setsuna, poniendo especial cuidado en no despertar a su gemela en el proceso. El cazador de demonios esperó pacientemente a que me acercase a él con su característica expresión apacible en el rostro. La niña se revolvió entre mis brazos, escapando de las garras del sueño.

La menor de las gemelas tenía un más pobre control de sus poderes demoníacos, por lo que era más sensato que desarrollase otras técnicas de combate que pudiera dominar plenamente. Podía ser peligroso que volviera a descontrolarse si yo no estaba cerca para supervisarla, por lo que era más conveniente que aprendiese a defenderse por otros métodos que conllevasen menos riesgo, pero que fuesen igual de efectivos. Los cazadores de demonios eran ágiles, silenciosos y muy meticulosos. No se me podía ocurrir un candidato mejor para entrenar a Setsuna.

Además, en la aldea también residían el matrimonio de Sango y Miroku, quienes habían demostrado poder apañárselas sin problemas frente a los demonios a pesar de su condición mortal. Por ello, supe que allí estaría a buen recaudo.

- ¿No es esa tu hija? – Inquirió el muchacho al identificar a la niña. Las había visitado varias veces en la cabaña, por lo que las conocía de antemano. - ¿Rin sabe esto?

No era desconocido para él el hecho de que había tratado de arrebatarle a las gemelas a mi esposa cuando nacieron, por lo que comprendía sus sospechas. Después de todo, Kohaku apreciaba a mi esposa de sobremanera.

- Rin ha resultado herida, por lo que no puede encargarse de ellas. Y yo tampoco puedo llevarlas conmigo. – Expliqué brevemente. – Necesito que te ocupes y entrenes a Setsuna, Kohaku. Haz de ella una exterminadora de demonios, enséñala a defenderse sin usar sus poderes.

El joven me observó con los ojos abiertos como platos, atónito.

- P-pero, yo… - Balbuceó mientras dejaba a mi hija en sus brazos. – Esto es mucha responsabilidad, sería mejor que estuviese con su padre…

La niña se despertó entonces, confusa:

- ¿Tío Kohaku…? - Susurró ella, aún adormilada, reconociendo al hombre que la sostenía.

- Y lo más importante de todo. – Añadí, con tono severo, ignorando los reparos del joven humano. – Setsuna no debe encontrarse con Towa bajo ningún concepto.

No pensaba permitir que pudiera volver a ocurrir lo mismo que aquel día si yo no estaba presente. Si la interacción con Towa, de alguna manera había desatado los poderes de Setsuna… No podía permitir que se encontrasen. Era demasiado peligroso.

Cuando Kohaku accedió finalmente a quedarse con mi hija, supe que no lo había hecho por mí, sino por la relación que mantenía con mi esposa. Él haría todo lo que estuviera en su mano por ella, por lo cual supe desde un inicia que podía pedírselo.

Apenas hube dejado a la menor de las gemelas bajo la custodia de los cazadores de demonios, rápidamente me dirigí a mi próximo destino. Con los primeros rayos de luz del alba, tomamos tierra sobre la aldea donde una vez había vivido la sacerdotisa Kikyo.

Guiado por mi olfato, y tragándome lo que me quedaba de orgullo, me preparé mentalmente para pedirle un favor a mi medio hermano. Me preocupaba que él no aceptase colaborar tan fácilmente como Kohaku, pero tenía que intentarlo de todas formas.

Dejé a Jaken al cuidado de mi durmiente hija sobre el lomo de Ah-Un mientras me encaminaba hacia el riachuelo cercano a la aldea. Sabía que allí le encontraría. A lo lejos se escuchaba el llanto desconsolado de una niña.

- ¡Deja de llorar de una vez, Moroha! – Exclamó la estridente voz de Inuyasha. - ¡Solo vamos a lavar el futon y ya está!

- ¡P-p-pero…! – Lloriqueó una voz infantil. - ¡Papá, dijiste que no sería una niña grande si volvía a hacerme pipí por la noche…!

- Eres muy duro con Moroha, Inuyasha. – Le reprendió su esposa con amabilidad, extendiendo la tela sobre el lecho del río. – Deberías disculparte.

Al ser testigo de aquella cotidiana escena, no pude evitar preguntarte si aquella era la vida que Rin hubiera querido conmigo. Si yo no hubiera sido un demonio. Si simplemente no me hubiera visto forzado a ejercer como Lord del Oeste, y me hubiera planteado la posibilidad de pasar mis días como un simple humano… ¿Acaso hubiera sido tan denigrante para mí como había temido? ¿O me vería tan despreocupado como el idiota de Inuyasha, el cual no había reparado aún en mi presencia, a pesar de mi ridícula cercanía?

Finalmente, las orejas del medio demonio palpitaron antes de que aquel bastardo voltease la mirada en mi dirección.

- Sesshomaru… - Me llamó, tensándose al instante. - ¿Qué diablos haces aquí? – Bufó, con el vello erizado.

La hija de ambos me observaba con curiosidad, pues era la primera vez que me encontraba con la criatura. Kagome, por su lado, cesó su actividad de lavado al verme allí, inquieta.

- Vengo a pedir un favor. – Escupí las palabras de mi boca de forma casi dolorosa.

No podía creer que estaba teniendo aquella conversación con el estúpido de Inuyasha. Pero era un medio demonio, al igual que Towa. Por lo tanto, él podía enseñarle a mi hija mayor manejar sus poderes, controlando correctamente el equilibrio entre su sangre humana y la demoníaca. Aquel conocimiento era algo que yo jamás podría aportarle a mi hija, por mucho que me pesase en la conciencia. Tenía un alto potencial que yo no había sabido cómo sacar a la luz hasta el momento, probablemente porque no lograba comprender enteramente la mitad mortal de su naturaleza.

- ¿De qué se trata, Sesshomaru? – Respondió Kagome en lugar de su esposo, extrañada por mi visita.

No tenía ni idea de por qué aquella mujer siempre se metía donde no la llamaban, pero no resultaba nada nuevo dentro de su patrón de comportamiento.

- ¡¿Qué estás diciendo, Kagome?! ¡No tengo motivo ninguno para prestarte ayuda alguna, que lo sepas! – Replicó el medio demonio, tan escandaloso como de costumbre.

- Necesito que os encarguéis de Towa. – Dije en voz baja, obligando a aquel idiota a bajar el tono.

- ¡¿Cómo?! – Tronó Inuyasha, completamente descolocado. – Pero, ¿qué es lo que pretendes? Esa niña ya tiene a su madre. ¿Acaso no está con Rin? – Ladró como un perro guardián rabioso.

Apreté los puños, conteniendo mi orgullo una vez más. Aquello era estúpido, no se podía razonar con un troglodita como él. Comencé a darme la vuelta, más decepcionado que sorprendido, cuando la voz de Kagome me hizo detenerme.

- Está bien, lo haremos. – Se ofreció ella inmediatamente. La miré completamente desconcertado. Aquella mujer era muy extraña, aceptando una petición así sin pedir explicaciones. Incluso el exterminador de demonio se lo había cuestionado más que ella. – Lo haces por Rin, ¿verdad, Sesshomaru?

Asentí, explicándoles brevemente lo mismo que a Kohaku. Que necesitaba que la entrenasen y se aseguraran de que no saliera en busca de su hermana. Aunque a regañadientes, finalmente Inuyasha aceptó, confiando ciegamente en el juicio de su esposa; y apelando al cariño que le guardaba a mi mujer, con quien siempre había mantenido una relación cercana, como si se tratase de su hermana pequeña. Aquella pareja eran un par de idiotas, pero servían perfectamente a mi causa en aquel momento.

Guie a la familia de tres integrantes hasta el lugar donde esperaban Ah-Un y Jaken para entregarles a la niña. Towa se había despertado, y observaba desconcertada a su alrededor, con el pánico en la mirada.

- P-papá… - Me llamó al verme, angustiada. - ¿Y Setsuna, dónde está…?

El matrimonio intercambió una mirada de consternación, incapaces de dar una respuesta a la vulnerable criatura. Jaken observaba la escena con lástima.

Yo me acerqué a la pequeña, tomándola entre mis brazos.

- Vas a quedarte aquí con Inuyasha y Kagome, Towa. No puedes ver a Setsuna por un tiempo. – Traté de explicarle de la forma más clara y amable que pude.

- ¿Por qué no? – Replicó ella, entrando en pánico. - ¿Y mamá?

- Tampoco es posible, Towa. Ya os lo dije antes, se está recuperando. – Dije, comenzando a perder la paciencia. - Sé una buena chica y quédate en esta aldea con tus tíos.

- ¡No, no, no…! – Sollozó la pequeña, comenzando a enrabietarse.

Entonces la niña recurrió a sus poderes para arañarme con fiereza, lo cual le permitió escapar de mi abrazo. Sus ojos me miraron con una desgarradora desconfianza antes de salir disparada en dirección opuesta. Inuyasha y Moroha echaron a correr tras ella mientras Kagome se quedó a mi lado, desolada por aquella escena.

- ¿De verdad que no hay manera, Sesshomaru…?

- No la hay. – Le confirmé a la mujer de mi medio hermano, sintiendo una desagradable opresión en el pecho

No sabía si existía la posibilidad, pero…

Esperaba que Towa pudiera entenderme y perdonarme algún día por lo que había hecho.

Notas: Quien me conozca de "Casada con un demonio" sabrá que me cuesta mucho escribir desde el punto de vista de Sesshomaru. Este hombre tiene la necesidad de analizar y calcular todo, por lo que sus POV tienen muchos menos diálogos y se centran más en su mundo interior. Se sienten mis distintos a los de Kaori/Rin, o al menos, espero hacer notar correctamente esa diferencia.

Como he explicado en las notas del principio, este flashback era tan largo que lo he tenido que dividir en dos partes porque incluso poniendo aquí el punto y aparte, siento que ha sido demasiado de una sola vez. Solo os quiero dejar tranquilas con que el siguiente capítulo va a continuar en esta línea, y se sabrá todo lo que pasó con Rin en el pasado.

¿Qué opináis? De momento, ¿es lo que os esperabais?

Tengo muchas ganas de que lo sepáis todo, la verdad^^

¡Nos leemos en dos semanas!