Capítulo 32: SAN MUNGO

"No, Catherine, tú misma te has destruido. Tú elegiste separarte de mí, y ahora sufres las consecuencias de tu traición. Te amé más que a mi propia vida, pero ahora ese amor se ha convertido en veneno."

CUMBRES BORRASCOSAS, Emily Bronte

"¿Qué tipo de análisis?", preguntó el auror. Era un hombre alto e imponente, que según había explicado Harry minutos antes, estaba a cargo de mantener la vigilancia durante el traslado a Azkaban, por lo que no resultaba extraño que se opusiera al cambio de planes.

"Ya se lo he dicho, señor Sprout", explicó Cassiopeia fingiendo fastidio. "Tenemos un brote de varicela rosa en esta ala del hospital y tanto los pacientes como los que han tenido contacto con ellos, deben ser sometidos a análisis antes de dejar San Mungo. ¿No querrá ser el responsable de propagar la enfermedad al resto de la población, verdad?"

El hombre pareció dudar por un momento, mientras miraba a sus tres compañeros, como si buscara decidirse. "¡Vamos que no tengo todo el día!", siguió la mujer. "Hay todo un pabellón esperando a ser atendido así que usted y sus amigos me seguirán por acá hasta la sala de análisis".

"Pero", titubeó el hombre, apuntando hacia la puerta que daba a la habitación de Draco. "¿y el prisionero?"

"La señorita Granger se encargará de hacer las muestras a él", Hermione avanzó mostrando la bandeja con los frascos, para agregar dramatismo. "Esposado como está, no representará ningún problema para la chica que ayudó a derrotar a Voldemort, ¿no cree?"

"Le aseguro que no es un prisionero cualquiera", insistió Sprout, "el chico tiene sus trucos y si algo…"

"Y yo le aseguro que si mañana la mitad de la población aparece con unas irritantes pintas en forma de corazón en todo su cuerpo, me encargaré de que todos sepan quién fue el auror que se negó a seguir las reglas para evitarlo. ¡Ahora sígame!".

"Puede confiar en mí, señor Sprout", le aseguró Hermione, fingiendo una encantadora sonrisa. "He manejado peores".

Tras un último resoplido, el hombre hizo a los otros una seña con la cabeza para seguir a Cassiopeia, que ya esperaba con la puerta abierta al final del pasillo, para hacer los supuestos análisis.

Apenas los aurores cruzaron la puerta, esta se cerró de golpe. Inmediatamente, se escucharon los hechizos silenciadores envolviendo la habitación, antes de que Bittercrow corriera hacia ella.

"Tiene diez minutos, señorita Granger", le recordó. "No podré dar una explicación por más tiempo que ese".

"Haré que sea suficiente", sonrió Hermione de vuelta, caminando todo lo rápido que pudo al interior de la habitación de Draco.

Pero una vez hubo ingresado, sintió su corazón detenerse y se quedó ahí, tomando unos segundos para armar su discurso, antes de que él se percatara de su presencia y debiera enfrentar una conversación largamente retrasada.

Draco aguardaba de pie, vestido nuevamente en su mono naranja y con las manos esposadas sujetas a una de las barras de la ventana. Llevaba el cabello mucho más desordenado que en su última visita a Azkaban, con su mirada distraída en la imagen del cielo a través de los barrotes de su habitación.

Hermione sabía que volver a verlo sería mucho más difícil de soportar que en las ocasiones previas, ya fuera porque esta vez ella tenía sus recuerdos, o porque él estaba despierto, y aún así, era infinitamente más difícil de lo que esperaba.

"Realmente quería que me amaras", se repetía en su cabeza el eco de sus últimas palabras y Hermione se sintió trasladada nuevamente al angustiante momento en que lo que había entre ellos, lo que fuera que hubiera existido, se había ido a la mierda, y el irrefrenable deseo de correr a él, envolverlo entre sus brazos y retomar ese instante que había cambiado horriblemente el curso de sus vidas, la hizo dejar la bandeja sobre la cama y caminar en su dirección.

Pero entonces, su mirada gris se giró hacia ella, primero con sorpresa y luego con una frialdad que helaba la sangre.

"¿Qué diablos haces aquí?", inquirió con una rabia que, aunque Hermione comprendía, le generaba un profundo dolor ahora que tenía sus recuerdos. "No me digas que vienes a terminar el trabajo de Weasley", resopló con burla. "¿Traes a tu propia inefable para torturarme?"

Hermione contuvo su avance e inspiró profundamente, sintiendo cómo las manos le sudaban antes de hablar.

"Draco", comenzó, viendo cómo su mirada se estrechaba al oír su nombre en sus labios. "Tenemos poco tiempo para explicar muchas cosas, así que te ruego que me escuches con atención, porque de eso depende que podamos sacarte de aquí".

"¿Sacarme?"

Hermione volvió a tomar aire, intentando encontrar las palabras que explicaran mucho en poco tiempo.

"Debes saber que recuperé mis recuerdos", dijo al fin, analizando su reacción.

Pero, contrario a lo que esperaba, el rostro de Draco no mostró ningún cambio particular.

"Ya veo", dijo tranquilamente.

"¿No dirás nada?"

"¿Qué quieres que te diga?"

"No lo sé", explicó Hermione, acercándose un paso hacia él. "Supongo que esperaba que al saberlo entendieras por qué he venido a ayudarte".

"¿Ayudarme?", una ceja se alzó en el rostro de Draco, reflejando incredulidad. "¿Es broma?"

"Draco…"

"¿No hay alguna otra guerra por ahí más importante para ti, o alguna noble empresa de salvación del mundo mágico? ¡Vamos, Granger! ¡Seguro que tienes algo más importante para hacer que venir a fastidiarme!"

Sus palabras buscaban herirla, evidenciando su reclamo.

Está dolido, se recordó ella.

"Por favor, Draco. No tenemos mucho tiempo."

"¿Quieres hablar de tiempo?", resopló con burla. "Llevo tres años encerrado en Azkaban, mientras tú te tomabas fotos de gran heroína y rehacías tu vida con el idiota de Weasley. Así que no me vengas a hablar de tiempo". Gritó, levantando las alertas en Hermione, quien, movida por la necesidad de impedir que lo oyeran, corrió a cubrirle la boca con su mano, presionándolo contra la pared con su cuerpo.

Por un momento, la expresión de Draco mostró confusión por la repentina acción de ella, pero al instante siguiente, su ceño volvió a fruncirse.

Hermione retrocedió dos pasos, llevando un mechón de cabello detrás de su oreja para camuflar su nerviosismo, antes de buscar en su bolsillo un dorado anillo que extendió hacia él.

"Nott dijo que si no me creías, te mostrara esto".

Los ojos de Draco no mostraron sorpresa al reconocer el anillo de Lucius Malfoy, pero cuando intentó extender las manos para cogerlo, las esposas lo detuvieron.

Hermione se acercó para poner el anillo entre sus dedos, sin poder evitar el contacto con su piel, lo que le generó un tibio temblor al recordar otros tiempos.

Lamentablemente, él no pareció afectado por esto. Su concentración estaba volcada en examinar el anillo de su padre.

"¿Por qué te envió a ti?", susurró al fin.

"Trabajo en San Mungo. Era más fácil para mí."

La explicación pareció hacerle sentido, pues aunque la observaba con seriedad, ya no lucía tan resistente a tenerla allí.

"¿Recuerdas todo?", preguntó de pronto. Cuando ella asintió, Draco mordió su propio labio, reflejando su rabia. "Sabía que el hechizo no me saldría perfecto a la primera. ¡Lástima!"

"¿Lástima? ¿Habrías preferido que no recordara nunca?"

Draco sonrió, dejando caer su cabeza de lado.

"¿Sabes lo que pasaría si mis compañeros en Azkaban se enteran de que ayudaba a la Orden?"

"¿Es por eso que no entregaste tus recuerdos?", preguntó Hermione, sin poder ocultar la decepción en su voz. De algún modo ridículo, había albergado la secreta esperanza de que protegerla a ella fuera parte de su motivación para no dejar a nadie saber lo ocurrido.

"Si los demás se enteran, no saldré vivo de Azkaban", explicó, y la angustia debió ser palpable en el rostro de Hermione por el modo en que Draco fue demudando su rostro a medida que adivinaba lo que había ocurrido. "Espera, ¿ya lo saben?"

"Eso no importa ahora. No volverás a Azkaban", dijo ella, intentando imprimir convicción en sus palabras. "Estoy aquí para asegurarme de eso."

Los grises ojos de Draco recorrieron su expresión en silencio por unos segundos, solo para terminar negando con la cabeza.

"¿Se supone que confíe en ti, Hermione Granger? La última vez que lo hice, terminé hechizado por la espalda, atado y amordazado mientras me mirabas como si fuera escoria y el imbécil de tu amigo aturdía a Blaise."

"Lo sé, pero…"

"Dejaron las protecciones abajo", la interrumpió Draco. Hermione tomó aire, consciente de lo que eso había significado. "Y ella no tardó en llegar."

Bellatrix.

"Lo sé", susurró Hermione, las lágrimas comenzaban a empañar sus ojos.

"No. No sabes nada. Jamás podrás saber lo que fue eso", pestañeó, como si reviviera el recuerdo. "De no ser por el Hombre Lobo…"

"El Profesor Lupin", susurró Hermione, para hacerle ver que estaba al tanto, pero eso no pareció calmarlo.

"Lo que siguió fue aún peor," continuó Draco, su voz parecía temblar producto de la rabia e impotencia que le provocaba el recuerdo. "Saber lo que Theo debió soportar porque tuve la maldita idea de llevarte a su casa, o la tortura a la que mi adorable tía lo sometió intentando encontrarme, solo empeoraba el peso de la culpa que sentía cada vez que veía cómo Blaise se consumía en ese maldito encierro. Azkaban fue aún peor para él de lo que pudo ser para mí, Granger. Y saber que fue por mi culpa, que fue porque Blaise no quiso abandonarme, que tuvo que pasar por todo eso, lo hizo aún más insoportable. Ese fue mi propio infierno." Se mordió los labios hasta casi hacerlos sangrar, sus ojos brillando con una furia contenida. "Y luego, periódico tras periódico, proclamando las glorias de nuestra sonriente heroína y su perfecto novio."

"Yo…", las palabras se atragantaban en su garganta. "No sabes cuánto lo siento."

La expresión de Draco se endureció de golpe, con sus labios torcidos en una sonrisa burlona.

"¿Te follaba bien al menos?"

"Draco…"

"Dime, Granger. ¿Te follaba tan bien como yo? No, ¿verdad?", atrapó su labio inferior entre sus perfectos dientes. "Eso explica que apenas recuperaste tus recuerdos, corriste hasta aquí a rescatarme", sonrió, mientras Hermione limpiaba una lágrima de su mejilla. "No es que no me sienta halagado, ¿sabes? Pero no puedo decir que me sorprenda".

Es cruel cuando sufre, se recordó.

"Debemos irnos", interrumpió al fin con la voz quebrada, intentando cambiar el curso de la conversación.

Draco se mantuvo en silencio unos segundos antes de volver a preguntar.

"¿A dónde?"

"Theo y Blaise esperan por ti".

"¿Dónde?" Hermione se acercó a él en silencio y evitando su mirada, mientras apuntaba con su varita a las esposas para liberarlo. "¿No me dirás de qué va esto?", dijo él, masajeando sus muñecas. Podía sentir sus ojos grises recorrer su rostro, aunque no se atrevía a mirarlo por miedo a no soportar más la rabia que dirigía contra ella.

"Te esperarán con un traslador en el ministerio. Harry nos llevará hasta allí. Me dio esto para que te cubras hasta que lleguemos con él", explicó, extendiéndole la capa de invisibilidad.

"¿Potter?", cuestionó, alzando una rubia ceja, aunque eso no lo detuvo de tomar la capa.

"Te sorprenderá saber que somos varios los que queremos salvarte de Azkaban". Él resopló por reflejo. "¿No lo crees?"

"Solo pensaba en un viejo libro muggle que leí en Azkaban".

"¿Un libro?"

"Decía que el amor palidece al lado de la culpa", Hermione alzó sus ojos a él, sin saber que decir. " Supongo que tiene razón. Después de todo, no fue amor lo que te trajo hasta aquí."

¿Amor?, susurró algo en su cabeza. ¿Es eso lo que Draco esperaba de ti?

Los rubios cabellos de Draco desaparecieron bajo la capa, mientras Hermione se preguntaba cómo responder a sus palabras.

¿Qué es lo que sentía por él? ¿Qué es lo que siento?, se preguntó.

"¿Te vas a mover o no?", le llegó su voz, tan cerca de su oído que la hizo estremecer, antes de retomar la compostura y comenzar a caminar por reflejo.

¿Es solo culpa?

Esta vez, tampoco hubo una respuesta.

-Fin del Capítulo 32-

El capítulo que muchas de ustedes esperaban, aunque no con los besos y caricias que algunas querían… Draco tiene mucho que sanar aún.

Estamos cada vez más cerca del final… aunque cada vez reciba menos comentarios , así que doblemente agradecida de quienes comentan. Sus palabras me alegran el día.

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Hasta el próximo,

Alex