- ¡AAAHHH! - Fue el grito desgarrador de cierto joven que caía que hizo eco en el cielo y la tierra. - ¡Solo espera, Park Mubong! ¡Te voy a masticar en pedazos! -

El joven tenía una estatura promedio y complexión atlética, cabello castaño puntiagudo y salvaje, sus ojos irregulares que habían sido rojos con cruces doradas en vez de pupilas, ahora eran completamente blancos debido a la ira y el dolor que experimentaba.

El Lazo de Unión, la diadema que lo protegía y al mismo tiempo sellaba su increíble poder de antaño parpadeaba en su cabeza. Sus ropajes, la Armadura del Rey Dragón, se deshacía hecha jirones mostrando la parte superior de su pecho y brazos marcados con cicatrices resultante de varios combates. Su bastón, el firme y poderoso terror de los dioses, Ruyi Jingu Bang, se hacia pedazos por un extremo. Dichas piezas del bastón caían en el suelo por donde pasaba, destrozando la área circundante debido al peso extremo de los pedazos del pilar titánico que estaba volviendo polvo.

- Mori ... Por favor ... Mantente vivo ... Y por favor, no odies a los humanos ... Demasiado. -

Esas fueron las últimas palabras del abuelo de Jin Mori, las cuales resonaban una y otra vez dentro de la cabeza este, mientras caía sin control del cielo en agonía. Y el odio se manifestó, odio absoluto e ilimitado que junto a ese dolor nacido de la pérdida retorció su ser hasta el punto en que no podría reconocerse como el joven feliz y despreocupado que alguna vez fue Jin Mori.

- ¡¿Como te atreves?! ¡¿Como te atreves a traicionarme?! ¡Mi abuelo! - Seguía aullando de dolor y furia Mori, destrozado y con deseos de venganza creciendo dentro de su interior.

Mientras tanto, el Lazo de Unión dejó su cabeza, su armadura empezaba a desvanecer para no volverse a restaurar quizás para siempre, su bastón se volvería polvo en pocos minutos.

Lo que ocurría era que el poder de Mori había sido y estaba siendo absorbido por el Tesoro Nacional: El Santo Grial. Desplegado por el hombre al que una vez consideró su aliado, Park Mubong.

El Rey Mono había creído que luego del Ragnarok y haber derrotado a los dioses todo habría terminado. Claro, había tenido un rápido combate contra Ultio R, el último hijo del Primer Emperador de Jade y Mandeok había escapado con la parte de la facción de Nox que lo seguía, y también debían buscar a Mira pero parecían problemas para resolver luego de un buen descanso.

Mori sentía que podría vivir en paz junto a su abuelo de una vez por todas. Estar atrapado por tanto tiempo en el Reino Sabio y recorrer rápidamente los pisos del Reino Celestial había sido un dolor, al tener el tiempo en su contra cuando su clon, Hui Mori y los demás estaban enfrentando al Emperador de Jade.

Para luego enfrentar a tantos dioses cuando por fin logró volver a mundo humano. Beelzebub, Uriel, Michael, su viejo hermano jurado Garuda, y finalmente Satanás y Ultio R que lo dejo completamente exhausto. Pero salvo a la tierra y se había vuelto el Dios Supremo, el Dios Todopoderoso del Universo.

Y ahora lo había perdido todo.

- No lo hiciste. -

- ¡AAAAHHHH! - Entre lamentos y maldiciones a Park Mubong, Mori seguia cayendo como un meteorito hacia la tierra y se estrelló estrepitosamente en un ruido sordo en una zona urbana.

Su mente inundada de dolor lo hizo no percatarse que en la zona donde había caído estaba llena de llamas tan malditas como el infierno, los cadáveres que se volvían cenizas y los edificaciones volviéndose añicos. El solo podía pensar en sus fracasos cometidos en sus dos vidas, como Sun Wukong y Jin Mori. En su primera vida, había perdido a su maestro y la persona que más lo amaba en esa vida, Xuanzang, y en la segunda había perdido a su abuelo y la persona que más lo amaba en esta segunda vida, Jin Taejin.

Fue un fracaso absoluto protegiendo a las personas que amaba.

Sus hermanos jurados, Uma, Garuda, sus súbditos monos, Daewi, Mira, Ilpyo, Hui Mori ...

Era el peor.

- No lo eres. -

- ¡AAAHHH! - Grito el Rey Mono de dolor mientras sostenía su cabeza. - ¡Contraete, por favor! ¡Contraete, contrate! -

Fueron los gritos y órdenes que le lanzaba el dios caído al pilar de piedra frente a él, el cual seguía siendo alto y poderoso ignorando las órdenes de su maestro. El bastón que tanto tiempo acompañó al Rey Mono ... Dejo de seguir su voluntad.

- ¡Escúchame! ¡Contraete! ¡Por favor, contraete! - Suplicaba entre gritos y lágrimas Jin Mori antes de percatarse de algo. - "Esto es culpa del Santo Grial de Park Mubong ... ¡No puedo controlar nada!" - Con horror, el Rey Mono solo podía contemplar como todo el poder que había logrado hasta ahora se desvanecía a la nada, a la final terminaría igual a Hui Mori ahora. - ¡AAAAAAHHHHHH! -

Mori podía sentir que su conciencia estaba desvaneciendo en la eterna oscuridad en medio de aquel infierno, mientras sus poderes divinos seguían el mismo camino. El nieto de Taijin solo podía quedarse de brazos cruzados mientras lágrimas caían como cataratas por sus mejillas.

- "Ya no puedo continuar más ... Estoy tan cansado ... Lo mejor es ... Desaparecer ... " -

- ¡Escúchame de una buena vez, mono idiota! - De alguna forma, Mori sintió una palmada en su mejilla. Lo cual le dolió, le dolió demasiado. Pero había atraído su atención.

- Xu ... ¡¿Xuanzang?! - Exclamó el Rey Mono, reconociendo a la forma fantasmal de quien alguna vez fue su maestra.

Estaba igual de hermosa como el día en que la perdió ante Thatagata, obligado a devorar su carne viva para vencer al Dios Supremo anterior. Su piel clara, sus ojos oscuros con pupilas doradas tan brillantes como el sol. Su cabello castaño atado en un moño con forma de bollo en lo alto, mientras era cubierto por un velo. Ella usaba aún sus túnicas budistas.

Xuanzang le sonrió con tristeza a su primer discípulo. - Jamás creí que vería el día en que te rindieras ante alguien. Y mírate, te haz rendido a vivir. -

- Yo ... - Mori se atragantó, luego de tanto jamás imaginó volver a verla. No sabía que decirle, y lo peor, ella lo estaba viendo en ese estado tan lamentable. - Ya no puedo seguir ... Estoy tan cansado ... Ya lo he perdido todo, mis amigos, mi familia ... Tu ... -

Pero sus palabras terminaron de morir cuando ella avanzó sin vacilar y abrazó con cariño al antiguo Rey Mono alrededor de su cuello.

- Todos dicen que debes amarte a ti mismo primero para amar a otros, pero ahora mismo eso no funcionará contigo, así que por eso ... - Ella se separó y lo miró con una sonrisa. - Tu naciste para ser amado, y por eso ... Te amo, Sun Wukong. - Y lo besó sin vacilar.

Fue un beso simple, pero que transmitía un montón de sentimientos y un profundo cariño que sentía la monje budista por el Rey de los Monstruos. Mori abrió los ojos en shock, había pasado tanto ... Tanto tiempo desde que había sentido el tacto, las palabras y la calidez de Xuanzang, se sentía tan ... Tan ...

Vivo.

Al instante ella se separo, el beso había durado un segundo cuánto mucho, sin embargo, para ambos implicados había sido toda una eternidad.

- Por favor, Sun Wukong ... No, jin Mori, ¿No es así? ... Mantente con vida ... - Fue el único pedido egoísta que Xuanzang podía suplicarle al Rey Mono, entonces sonrió de manera burlona. - ¡Y recuerda que eres el más fuerte! ¡Blah, blah, blah! -

Mori rio entre dientes mientras pequeñas lágrimas caían de sus ojos, había olvidado la tonta personalidad entrañable de su maestra.

- Ahora, sigue viviendo. -

El joven de cabello castaño abrió sus ojos ampliamente, los Ojos Ardientes y Pupilas Doradas llenos de lágrimas empezó a registrar todo su alrededor.

Estaba una zona urbana, envuelta en llamas malditas tan poderosas que Mori pensó que fue a causa de algún dios, aunque no aún así no llegaban hacerle daño a su persona. Pero el olor a carne siendo quemada viva y la muerte allanó la nariz del antiguo Rey Mono, haciéndolo comprender que pocos habían tenido tanta suerte.

Estaba viendo el infierno.

- "¿Fue mi culpa?" - Se llegó a preguntar preocupado y horrorizado el Rey Mono, ya había cometido muchas cosas terribles haciendo que el peso de sus pecados le fuera casi tan pesado como Ruyi Jingu Bang.

Pero se dio cuenta que fue imposible que lo haya hecho, el fuego maldito fue una indicación de que lo había hecho otro dios, además, incluso si tuvo una estruendosa caída, el impacto no habría alcanzado el nivel de magnitud de desastre en el que estaba presente.

Entonces ... ¿Quien causó este infierno?

Sin embargo, sus ojos divinos fueron atraídos por una figura que caminaba a través de las llamas. Mori se quedó mirando asombrando como un niño pelirrojo de ni siquiera de diez años caminar por aquella zona de desastre.

Era un camino directo al infierno, fue la conclusión del antiguo Rey Mono, pero aún así ...

- Esta tratando de sobrevivir. - Susurró el dios caído mientras lo que quedaba de su Lazo de Unión se rompía en pedazos con una expresión consternada y llena de asombró. - Sigue luchando por sobrevivir. -

El niño pelirrojo cayó al suelo, asustando un momento a Mori, pero a los pocos segundos volvió a levantarse y continuar caminando por aquel infierno en la tierra.

- Ah ... Ah ... - Sollozo el Rey Mono, contemplando la escena. Esa firme voluntad se querer seguir viviendo era tan hermosa a sus ojos, que lo hizo derramar lágrimas.

- Mantente vivo, Mori ... Y por favor, no odies demasiado a los humanos. -

Eso se lo había dicho su abuelo, y el no pudo evitar preguntarse, ¿Como podría odiar a tan fuertes seres? Aquí había un niño pequeño luchando y tratando de seguir con vida en este infierno, y allí estaba él perdiendo la esperanza ... El Gran Rey Mono, había caído mientras que aquel niño se elevaba a los cielos inquebrantables.

- ¡Ah ... Ah! - Los sollozos del joven continuaron, mientras observaba maravillado la escena.

- Te amo, Mori. Recuerda que debes seguir viviendo. -

Las palabras de Xuanzang resonaron en su cabeza nuevamente, haciéndole recordar que no podía rendirse. Ya no tenia el derecho de morir, no de esta manera al menos. Sus amigos, Hui Mori, su abuelo, Xuanzang ... Todos ellos dieron su vida por el, porque vieron algo en él que valía la pena preservar y seguir manteniendo con vida.

Tenia que hacer que valiera la pena.

Y aquel niño le recordó eso.

Que no importaba que tan insignificante podría ser una vida, era preciada y valía la pena tener el derecho de vivir sin importar nada.

Sin embargo, cuando volvió a voltear su vista hacia el niño notó algo terrible. Un edificio que estaba perdiendo su fuerza estructural estaba a punto de caer sobre el pelirrojo, para ponerle fin a su corta vida.

Los músculos destrozados de Mori se tensaron, sus Ojos Ardientes y Pupilas Doradas brillaron intensamente y usando toda el poder divino que le quedaba se movió a una gran velocidad para sacar al niño del camino donde aquel edificio lo aplastaría.

Pero tuvo consecuencias graves para él.

Logró sacar al pelirrojo del camino, pero costó lo poco que le quedaba de energía. Su poder se filtró fuera de su cuerpo, haciéndolo perder la apariencia del que alguna vez fue el Gran Sabio Sosia del Cielo y Jin Mori.

Su cabello puntiagudo y castaño se volvió más controlado y relajado de un color verde azulado. Se volvió más delgado y un poco más bajo. Su repentino cambio abrupto hizo caer el antifaz verde de dormir de su cabeza llamando la atención del pelirrojo.

- Estoy tan ... Tan aliviado ... Estoy aliviado de ver de qué estés bien. - Expresó Mori sonriéndole ampliamente al niño sin importarle en absoluto lo que acaba de pasarle, mientras lágrimas recorrían su rostro lleno de sosiego. - Gracias por estar bien ... Gracias por vivir. -

Shirou, el niño que tenia unos ojos vacíos, desprovistos de vida al presenciar incontables horrores en aquel infierno no pudo evitar abrirlos de par en par mientras ganaban un poco de brillo. Aquí había un joven ante el de cabello azul verdoso que lo había salvado de aquel edificio, pero aquí estaba Mori sonriendo y llorando de felicidad, como si fuese el que fue salvado y no Shirou.

Por un momento, el pelirrojo se sintió celoso de esa felicidad, de esa sonrisa ... De esas hermosas lágrimas llenas de alivio por la vida.

- "Me pregunto ... ¿Podré sonreír así algún día?" - Se preguntó Shirou mentalmente, antes de que el cansancio y la fatiga lo golpearán repentinamente. Inevitablemente cerró los ojos.

- ¡¿Eh?! ¡Hey, despierta! ¡Despierta! - Exclamo Mori preocupado, pero haciendo una revisión rápida pudo notar que aún seguía con vida y que solo había perdido la conciencia. Pero aún así se alarmó por el débil pulso que tenia el pequeño.

Afortunadamente, no tendría que esperar mucho por la ayuda.

- ¡Están vivos! ¡Están vivos! - El Antiguo Rey Mono volteó su mirada hacia donde provenían aquellos gritos.

Visualizo a un hombre de mediana edad de cabello negro y ojos que juego, tenia una barba de unos pocos días sin afeitar y un traje oscuro. Dicho traje le trajo malos recuerdos sobre Park Mubong y sus Ejecutivos, pero se controló. Mori se dio cuenta que el hombre venía ayudar.

- ¡Si, por favor! ¡Ayúdeme, su pulso es débil! - Exclamó el dios caído sosteniendo al niño pelirrojo con cuidado mientras se lo llevaba al hombre esperando que pudiera conseguirle ayuda médica.

Pero lo que pasó a continuación lo asombró.

Vio la cosa más hermosa que haya visto en su inmortal vida.

Una vaina tan brillante como el sol (y es mejor creerle, Mori lucho en el sol contra Satanás), de color dorado y detalles de esmalte azul celestial. Pero lo que de verdad era hermoso, fue la energía divina que la vaina frente a él expulsaba.

Por un momento pensó que estaba ante un Tesoro Nacional, pero uno incluso más fuerte que el Santo Grial, y al nivel de su Armadura del Rey Dragón o quizás a la Espada de Thatagata o el Bastón del Sabio.

Un poco de esa energía sin querer se filtró dentro de Mori, haciendo que sus destrozados músculos no se sintieran tan mal, al menos un cinco por cierto menos mal. Pero lo que de verdad asombro al Rey Mono fue que sintió de nuevo la conexión con el Ruyi Jingu Bang que estaba a unos metros detrás de el.

Con cautela, Mori aprovechó el momento en que el hombre frente a él introducía aquella vaina dentro del niño pelirrojo para reducir el tamaño del bastón hasta una aguja, en unos momentos lo recogería.

Y estuvo a tiempo para ver el milagro que se producía ante el. Una aura dorada que pertenecía al Reino Celestial, al nivel del Primer Emperador de Jade, cubrió el cuerpo del niño, curando toda herida en su cuerpo para asombro del antiguo Rey Mono.

- Estará bien ... El vivirá ... - Dijo aquel hombre de traje sonriendo extasiado, mientras lágrimas caían de sus ojos negros levemente vacíos.

Mori sonrió ampliamente, esa fue la mayor noticia que había recibido desde que perdió su poder.

- Estoy tan aliviado de saber de que está bien. -

Naciste para ser amado, por eso yo te amaré, Sun Wukong.

Asegúrate de mantenerte con vida, Mori. No odies mucho a la Humanidad.

La vida de Sun Wukong había terminado, junto la vida de Jin Mori.

Solo quedo una existencia en este nuevo mundo, conocida como ...

Dan Mori.

...