CAPITULO 4: Bajo la luna

Esperó por un golpe que nunca llegó, en su lugar sintió un líquido caliente goteando sobre ella y al abrir los ojos vio como el joven caía sobre sus hombros aprisionándola contra la pared de roca que tenía detrás, para terminar desmayado a sus pies. Aprovechó la oportunidad para escapar, recoger sus cosas e irse, pero cuando tenía todo en sus manos y empezaba a correr vio al chico jadeando despacio mientras se arrastraba dando tumbos, sujetándose de las rocas y dejando un rastro de sangre, lastimando aún más sus heridas.

Iba a continuar su camino, pero no pudo irse. Sintió una opresión en el pecho, si lo dejaba lo estaba condenando a morir, si se quedaba sería ella la que tendría ese final. Dejó sus cosas en el suelo y se dio la vuelta incapaz de ignorarlo, trataría de llevarlo a algún lugar seguro y luego se iría antes de que él recuperara sus fuerzas.

Agarró el camisón interno de su yukata, lo enjuagó en el río y lo cortó en pedazos. Se acercó a él despacio, estaba apoyado sobre una roca y parecía desmayado. Lo tocó varias veces y como no reaccionaba empezó a limpiar su rostro bañado en sangre, luego puso varios de los retazos sobre el corte en su frente y los amarró para detener la hemorragia. Lo que ella no sabía era que él sí llegó a despertar con su toque, pero fingió seguir dormido para poder atraparla; sin embargo, al sentir sus manos limpiando su herida suavemente, se dio cuenta de que la juzgó mal y sólo lo estaba ayudando. Soltó un suspiro de alivio al sentir los paños frescos y la miró a los ojos. Ella dio un salto hacia atrás asustada y él estiró los dedos moviendo la mano de lado a lado.

—Sigue con lo que estás haciendo, no te voy a hacer daño.

Miwa dudaba, pero él insistió —Ven, ya sé que no eres cómplice de ese tipo, sino no estarías curándome ¿verdad? —se dio cuenta de su mirada asustada— Voy a poner mis manos en la espalda para que veas que no miento —intentó poner sus brazos hacia atrás y su cuerpo empezó a irse hacia adelante pues sus reflejos estaban demasiado lentos, pero ella fue a sujetarlo. —¿Ves? No puedo hacer nada— sus rostros estaban muy cerca, él se quedó viendo sus ojos azules y su cabello celeste cayendo a los lados; ella sintió que le faltaba el aire por lo que lo apoyó en la roca y se paró. El siguió viéndola fijamente —¿Quién eres?

—Creo que no es seguro quedarnos acá, ya casi se está poniendo el sol y hay unas cuevas por aquí cerca donde podemos… donde puede pasar la noche, pero no podré llevarlo sola, si quiere ir lo puedo ayudar.

Satoru lanzó un suspiro y sonrió —una invitación de una joven bonita para pasar la noche es demasiado tentadora para rechazarla, vamos allá —intentó pararse, pero terminó golpeándose una vez más y la miró —dijiste que me ibas a ayudar —Kasumi lo miró seria —vamos, sólo es una broma, ya has visto que no puedo moverme—Kasumi se agachó para poner el brazo de él sobre sus hombros e iba a sostenerlo de la cintura pero retiró su mano —no seas tímida, pon tu mano, soy todo tuyo. —Miwa sentía que los colores se le subían al rostro, pero decidió ignorarlo, mientras él sonreía.

—Levántese a la cuenta de tres… ¡uno, dos, tres! —le dio un tirón más fuerte a propósito, ganándose un reclamo.

—¡Oye, ten cuidado! ¿No ves que soy un hombre herido?

Ella lo vio de reojo, ese joven era bastante confianzudo y descarado. —Tenemos que llegar antes de que oscurezca porque quiero buscar algunas cosas que nos pueden ayudar.

Gojo asintió y concentró todas sus fuerzas en avanzar, odiaba admitirlo, pero aquel tipo le había dado una buena paliza, le pesaba darse cuenta que debió escuchar a los viejos cuando insistían en que debía mejorar la técnica del infinito. A pesar de que tenía una buena destreza y podía llegar a reforzarla ligeramente, la velocidad y fuerza de aquel sujeto lo habían sorprendido con la guardia baja y si bien pudo esquivar los peores golpes de la caía gracias al infinito, éste no era lo suficientemente poderoso para protegerlo por completo y ahora cada paso era un infierno, todo su cuerpo estaba pagando las consecuencias de su holgazanería, pero esto no se volvería a repetir, aquel tipo había cometido un error muy grande al no cerciorarse de que estuviera muerto, lo encontraría y lo haría pagar muy caro el haber querido acabar con él.

Si no fuera por ella probablemente ahorita estaría en el fondo del río. Tuvo suerte de que estuviera ahí y sobre todo que no se hubiera ido después de amenazarla, es más le hacía gracia verla incómoda cuando cualquier otra mujer estaría feliz de tenerlo a su lado. Así que por momentos insistía para saber más de ella. —Tuve suerte de encontrarte — Le limpió los rastros de sangre que le habían caído y vio cómo su rostro se sonrojaba ligeramente. —Eres muy callada. Vamos dime algo o si no me pondré a cantar. —Pero como Miwa seguía sin responder, él cumplió su palabra y se puso a cantar canciones infantiles sobre conejos en la luna, haciendo que ella sonriera.

Era muy bonita, era inevitable no ver su figura con esa yukata mal puesta, había visto sus piernas blancas, su cintura pequeña y su piel suave bajo el cabello celeste, vio su rostro concentrado y bajó la mirada a su cuello donde llevaba un colgante que caía en el inicio de sus pechos que subían y bajaban agitados por el esfuerzo de ayudarlo, la ropa suelta amenazando con dejarlos al descubierto…

—¡Demonios!¡Malditas rocas! —dejó de ver el camino por observarla y había tropezado con una piedra cayendo al piso, llevando a Miwa con él y terminando ambos lastimados.

Miwa vio sus rodillas heridas, una más que la otra, pero se sacudió rápido, el sol estaba por ocultarse y necesitaba conseguir comida y algunas hierbas para poder curarlo. —Vamos, estamos cerca, no podemos distraernos. Lo ayudaré a levantarse. —Ambos caminaron con dificultad el trecho que quedaba y entraron en una cueva cubierta por algunas enredaderas; la cueva era larga doblando hacia un lado y tenía una parte subterránea del río. Miwa lo ayudó a recostarse en la pared. —Espéreme aquí por favor, iré a traer comida. ¿Me podría ayudar haciendo fuego? No se me da muy bien encenderlo y en un abrir y cerrar de ojos trajo algunas piedras y follaje para luego salir deprisa.

Satoru estaba exhausto, era patético que el heredero del clan Gojo estuviera tan indefenso que incluso ella podría acabar con él en ese momento. Preparó el follaje y con las piedras hizo un pequeño fuego, pero sólo con ese pequeño esfuerzo le empezó a doler la cabeza y todo empezó a girar lentamente, se tocó el vendaje y vio sangre de nuevo, el dolor y el cansancio pudo más y se desmayó.

Kasumi llegó poco después con sus cosas, algunas frutas y hojas, felizmente la luna llena la había ayudado a encontrar el camino. El joven había hecho el fuego, pero vio su vendaje empapado en sangre, se acercó a él y al tocarlo se dio cuenta de que ardía en fiebre. Se apresuró al río para lavar plantas y vendajes. Preparó un ungüento para ponérselo en la frente, vendándolo y le puso una compresa fría para bajar la fiebre, luego empezó a curar cada una de sus heridas; tenía cortes en la ropa y en todo el cuerpo.

Empezó por sus brazos y piernas, levantando la ropa con cuidado, avergonzada, dudó al llegar al abdomen, "sólo estoy cuidando a un hombre herido" pensó, aunque eso no evitó que su piel se erizara al abrir el kimono y ver sus músculos definidos, recordó sus palabras "soy todo tuyo" y su rostro enrojeció, era la primera vez que sentía estas emociones, estaba aturdida; sin embargo, se tuvo que recordar a la fuerza que aquellas palabras solo eran juegos de un desconocido convaleciente. Nunca había tocado tanto a un hombre y cada vez que él abría los ojos ella se quedaba sin aire, incapaz de moverse.

Cuando terminó con las heridas, revisó su frente, la fiebre había bajado un poco, así que empezó a lavar su rostro y sus cabellos una vez más para terminar de limpiar los rastros de sangre y dejarlo fresco. Realmente era guapo. Su cabello era suave como su rostro, tenía unas pestañas largas y abundantes y había visto sus increíbles ojos celestes. Ni siquiera se dio cuenta en qué momento pasó de peinar su cabello a acariciar sus mejillas, su belleza la atraía, pero había algo más en su voz y su mirada que la habían atrapado. De pronto él abrió los ojos y le sujetó la mano moviendo su cabeza en ella como buscando sus caricias, Kasumi se quedó paralizada mientras sentía como su estómago revoloteaba. —No te vayas, sigue tocándome, me gusta.

Kasumi no podía escapar de su agarre, así que continuó con sus caricias, hasta que él volvió a dormirse. Tenía sentimientos encontrados, por un lado quería irse, no quería meterse en problemas como con Naoya, ya había tenido suficiente con los hechiceros; pero por otro lado no podía dejarlo, la fiebre aún no se había ido y apenas podía moverse. Le inquietaba la cercanía que se estaba dando y a la vez una parte de ella sentía curiosidad por saber más de él a pesar de haberlo reconocido como parte del clan Gojo.

Al final cedió y decidió quedarse, volvió a cambiar las compresas y sujetó bien el vendaje de la herida. Luego se acercó al riachuelo para limpiar las heridas en su rodilla y la sangre con la que se había manchado, volteó a verlo para asegurarse de que estuviera dormido y se levantó la yukata para refrescar sus piernas, quería terminar su baño interrumpido, pero no se atrevía a hacerlo por si despertaba, así que optó por lavar sus brazos y su rostro y acomodó sus ropas para regresar al lado del fuego para comer algunas de las frutas que había llevado.

Satoru despertaba por momentos y la buscaba con la mirada, en una de esas oportunidades la vio con el vestido levantado lavándose las piernas en el río; que bonita sorpresa había sido encontrarse con ella y que castigo era tener semejante tentación y no poder ni hablar. La fiebre no lo dejaba distinguir la realidad de la ilusión, cerraba los ojos por el ardor de la fiebre y se quedaba dormido, entraba y salía de sus sueños donde la encontraba a veces riendo a su lado coqueteando con él y otras al lado del río acomodando sus prendas o comiendo. Sólo su aroma dulce le daba seguridad cuando estaba cerca de él mientras tocaba su frente y mojaba su rostro. Abrió los ojos con esfuerzo —hueles bien y tu cabello es muy singular, me gusta— y luego volvió a perderse en la fiebre. Kasumi se sorprendió, era extraño escuchar eso de un desconocido, si él supiera que ese cabello le había causado varios problemas.

Fue una noche larga, Kasumi decidió recostarse cerca a él para poder revisar su temperatura y cambiar las vendas, había tejido unos cestos pequeños para guardar agua cerca y no tener que ir y venir constantemente de aquel río subterráneo. Parecía que él iba recuperando fuerzas y cada vez que tocaba su frente el abría los ojos y le sonreía como un niño pequeño, a veces le agarraba las manos para que lo acaricie; al principio la desconcertó, pero después le siguió el juego, hasta que él le dijo —eres muy bonita, me gusta verte. —Levantó la mano y acarició su cabello. Kasumi se puso roja y él se rio —vas a tener problemas con tu esposo si se entera que pasaste la noche con un hombre guapo, pobre de él —Kasumi bajó la mirada y quiso irse, pero él no la dejó —¿no te da pena? El sonrojo desapareció y Kasumi lo miró incómoda. —No tengo esposo —los ojos de Gojo brillaron —tu prometido entonces —Miwa le mantuvo la mirada y movió la cabeza de lado a lado —tampoco.

La cara de Gojo se transformó como si hubiera recibido una gran noticia y sonrió de oreja a oreja, Kasumi aprovechó para soltarse y le tocó la frente para darse cuenta que la fiebre no cedía. Le puso la compresa con tanta fuerza que Satoru se quejó —¡Auchhh! ¡Sé más amable con los enfermos! —Kasumi se levantó y se recostó lejos de él hasta que ambos se quedaron dormidos, pero después de unas horas volvió a su lado al escucharlo tiritar por los escalofríos; le puso más ungüento y le cambio las vendas una vez más. No tenía con qué cubrirlo y el fuego había bajado, ella estaba cansada, casi no había dormido y se echó a su lado para ayudarlo a no sentir frío, pero entre sueños rodó hacia él y él la envolvió fuerte entre sus brazos buscando su calor.

Después de unas horas Kasumi despertó abrazada a él y lo empujó del susto, pero él siguió durmiendo y aprovechó para salir de sus brazos despacio sin despertarlo. Quién sabe que sería capaz de hacer si la veía así y ya había tenido suficiente de sus insinuaciones; se sentía como una desvergonzada, aunque a una parte de ella se emocionaba al sentirlo cerca. Le tocó la frente, notó que la fiebre casi había desaparecido y las heridas se veían mucho mejor, así que aprovecho para dedicarse a ella y preparar la mezcla para teñir su cabello de negro.

Él la vio prepararse, mechón por mechón, no había dicho nada cuando lo despertó con la esperanza de que se quedara a su lado, había tenido muchas mujeres entre sus brazos, algunas ambiciosas, otras vanidosas o ansiosas de tener una oportunidad para atraparlo, todas satisfechas de lograr su atención, pero esta joven no había hecho más que rechazarlo una y otra vez a pesar de que parecía que no le era indiferente, ella mantenía su distancia ¿Por qué? No tenía esposo o prometido en su camino, su indiferencia le sentaba mal, ninguna mujer lo ignoraba.

—¿Por qué ocultas tu cabello? ¿No te gusta ser hechicera o te escondes de alguien? —Miwa saltó sobre su sitio y volteó a verlo sorprendida —¿Cómo… por qué…? —Él sonrió satisfecho —Nadie más lo tiene y no es un color cualquiera, es el color de la energía maldita, lo sabes ¿no?

Ella no quería tocar ese tema, sabía de la reputación de los hechiceros y no quería saber qué podría pasar si todos se enteraban de lo que era; así que prefirió ignorarlo. —Es temprano, si se siente bien podría comer algo antes de salir, estamos un poco lejos de la ciudad, pero si tenemos suerte podríamos encontrar a alguien que nos ayude. —Se levantó llevando un cuenco de frutas y se lo dejó a un lado.

—¿Por qué no respondes? Puedes hablar aunque no me mires, sabes, ni siquiera me has dicho tu nombre o mejor dicho no nos hemos presentado como es debido. —Miwa siguió de espaldas ordenando sus cosas para partir. —Oye te estoy hablando ¿Por qué me ayudas si luego vas a ignorarme o acaso te da pena haber dormido en los brazos de un hombre que no es tu esposo? —Miwa dejó caer las cosas que tenía en las manos, suspiró profundo para calmar el ardor que inundaba sus mejillas, así que había llegado a despertarse ¿cuántas veces más habría fingido dormir? Se volteó despacio al escuchar su risa.

—No esperaba que me agradezca, pero no voy a permitir que me falte el respeto. —Lo miró seria. —Usted no me conoce, ni quiero que lo haga, lo ayudé porque estaba al borde de la muerte y no se le niega la mano a quien lo necesita, ni siquiera a un hechicero como usted. Si se siente bien mi trabajo ha terminado, con su permiso.

Satoru estaba perplejo, nunca nadie le había hablado así, al tener la técnica más preciada del clan todos habían aguantado sus desplantes, fuera de él todos admiraban su porte y su fuerza. Sabía que había cruzado una línea, pero él jamás había pedido disculpas, por más que estuviera en falta. No sabía que hacer, aquella joven le daba la espalda y sin darse cuenta presionó su frente con fuerza tratando de pensar, sintió que algo se movió. —Espera, espera, aún no te vayas… por favor.

Kasumi volteó y vio su mirada angustiada y su puchero, nuevamente le recordó a un niño, se había movido las vendas y una mancha roja empezaba a aparecer lentamente. —Usted es muy atrevido.

Satoru se mareó ligeramente, pero aprovechó para mostrar su carta ganadora y tentarla —Lo sé, pero te compensaré ¿Sabes quién soy? Pertenezco al clan Gojo, mi familia es muy poderosa y tiene mucho dinero, te bañarán en oro cuando sepan que me rescataste, yo mismo te puedo dar lo que desees.

Miwa lo pensó, si él realmente cumpliera su palabra podría cambiar la vida de sus hermanos ellos podrían dejar de trabajar en el campo y junto a sus padres podrían dedicarse al comercio, quizás ella también podría ahorrar para comprar una buena casa y tierras; pero su ilusión se rompió al recordar que él pertenecía a uno de los clanes más abusivos, era probable que ni siquiera se acordara de ella como para cumplir su promesa, además ir a reclamarla podría traerle problemas a su familia, más aún si supieran que ella era una hechicera, quién sabe qué harían con ella. No quería ser grosera con él, pero definitivamente no tomaría el riesgo.

La vio acercarse, lo sabía, todos tenían un precio, si su atractivo no era suficiente su oro terminaría el trabajo y una vez que la tuviera caería ante sus encantos como las demás. Ella se agachó y lo ayudó a sentarse contra la pared. ¡Qué fácil había sido! Era igual que Mei Mei, debió imaginarlo al ver su ropa sencilla. Tenía una sonrisa de oreja a oreja.

—No puedo negar que sería una gran ayuda y me gustaría aceptar, pero no lo rescaté pensando en algún beneficio, sólo lo hice porque no podía dejarlo morir. Si realmente quiere ofrecer una recompensa, prefiero que la utilice para ayudar a otros, hay muchos en la ciudad que se lo agradecerán. Por el momento sólo quiero regresar a mi hogar y si deja de ser tan insolente podemos ir juntos. Su herida ha secado, pero evite presionarla como lo ha hecho.

La sonrisa de Gojo quedó congelada al escuchar su respuesta y verla dejarle el cesto de frutas en las manos. No podía existir una persona así, debía ser producto de la fiebre. Tenía que haber un punto débil, nada de lo que él le ofrecía parecía llamarle la atención ¿Por qué? Era la primera vez que se sentía tan impotente. Ella se escapaba de sus manos y él no podía hacer nada para retenerla. —No puedo mover los dedos —era mentira, sólo quería una excusa para tenerla cerca. Ella volteó y lo miró recelosa. —Necesito comer para recuperar fuerzas, yo también quiero regresar a mi casa. —Miwa suspiró y se sentó junto a él resignada a darle de comer.

Le dio un par de fresas y uvas, que él aceptó obediente mientras se dejaba llevar por el aroma de la chica, ella estaba inquieta, él estaba muy cerca y su respiración le hacía cosquillas en el cuello —¿Por qué no me quieres decir tu nombre? ¿De quién te escondes? — Ella dio un respingo al escuchar su voz en el oído pero trató de calmarse.

—No huyo de nadie, sólo no quiero tener problemas.

—¿Qué problemas? No quiero estar en deuda contigo, quizás en algún momento necesites mi ayuda. —Su voz bajaba, parecía un gato ronroneando, buscando atención, mientras ella seguía dándole de comer.

—No quisiera molestarlo, tengo un trabajo y puedo… —pero Gojo la interrumpió —Eres pobre, necesitas el dinero ¿Por qué te rehúsas a aceptarlo y por qué no quieres decir quién eres? ¿Acaso me tienes miedo por ser hechicero? Miwa volteó sorprendida encontrándose con su rostro a unos centímetros.

—Preferiría mantener distancia con ustedes, sé lo que hacen y cómo obtienen sus riquezas y no quiero ser parte de eso.

—Ya eres parte de nosotros aunque no lo quieras ver, no eres una persona normal. Nunca vas a poder encajar con ellos y vivir tranquila con los no hechiceros y lo sabes, por algo te cubres el cabello ¿no? Pronto tendrás que aceptar tu realidad y cuando eso suceda puedes venir a buscarme.

Miwa lo miró triste, pero no pudo decir nada porque sabía que tenía razón. —Iré a buscar un poco más de comida para llevar y regreso.

—Aquí te espero. —La vio salir de la cueva cabizbaja y empezó a sentir un malestar que no tenía nada que ver con la fiebre, estaba fastidiado, quizás había sido demasiado brusco con ella, aunque todo lo que le había dicho era cierto. Si quería ganar su atención, estaba haciendo todo mal.

Miwa regresó con su bolsa llena de frutas y una rama para que Gojo pudiera usarla para apoyarse. Salieron de la cueva en silencio, él apoyándose con una mano en el bastón y otra sobre el hombro de ella; empezaron el camino de regreso a la ciudad. Ella estaba callada y a Gojo le pesaba haberse pasado con sus palabras. —Todavía no me has dicho tu nombre ni nada sobre ti. Me imagino que no tienes ningún amigo hechicero, así que yo podría ser el primero ¿qué te parece? Yo te puedo enseñar muchas cosas sobre nuestro mundo. —Como Kasumi no decía nada y seguía avanzando el continuó. —¿Qué te parece si adivino tu nombre? Si lo logro tendrás que venir conmigo hasta mi villa. A ver, me guiaré por el color de tu cabello ¿Umiko? — Miwa suspiró y lo vio resignada, ese joven era demasiado voluble ¿sería así siempre o era por su accidente? Podía sentir como poco a poco su temperatura subía; tenían que llegar a la ciudad pronto para que él pudiera descansar con mejores cuidados.

—Mmmm parece que no es, podría ser Sakura, no no no, los colores de esa flor no van contigo, quizás… ¿Izumi, Kaoru, Shinju? Podría ser Yoki por tu cabello azul, además eres escurridiza como las aves —Miwa no pudo contener una sonrisa y él animado por su reacción continuó recitando todos los nombres de mujeres se le venían a la memoria, se dio cuenta que cuando decía un nombre muy rebuscado o extraño ella se reía así que empezó a hacerlo a propósito porque le gustaba escucharla; al final logró hacerla hablar y reír cuando Satoru le aseguró que había conocido a una familia con nombre de vegetales —Bueno, bueno ¿Podría ser Fumiko? te va bien porque eres muy bonita— la vio sonrojarse mientras varios cuervos aterrizaban en un árbol—Voy como mil nombres, ahora te toca a ti, dame una pista.

Habían avanzado un buen trecho mientras conversaban, él había cambiado su actitud a una más agradable, sus bromas y ocurrencias casi hacían que olvidara lo grosero que podía ser, además sus ojos celestes eran alegres y acompañaban su risa contagiosa, aunque ahora se le notaba cansado y definitivamente volvía a subirle la temperatura. Kasumi se compadeció de él —Vamos a sentarnos bajo ese árbol, necesita descansar.

Ambos se recostaron contra el tronco y los cuervos salieron volando a lo que Gojo los vio con curiosidad. Kasumi aprovechó para revisar su herida mientras Gojo veía una mata de flores, sonrió extendiendo la mano y colocando algunas en la oreja de Miwa haciendo que se sonrojara. Descansaron un momento mientras comían y Satoru le lanzaba aquellas flores al cabello. —…No sé si te dije, pero eres amable y además muy guapa.

—¿Por favor podría dejar de repetirlo? No me gusta que me digan mentiras.

—¿Mentiras? Yo nunca miento, eres muy bonita ¿Acaso no te has visto en un espejo? Es más, me gustaría… —sus palabras fueron cortadas por el graznido de varios cuervos que regresaban, uno se paró cerca a ellos y Gojo rió —Veo que ya llegaste MeiMei.


Notas: Según yo este capítulo iba a salir más rápido que el anterior, pero seguimos al ritmo de dos semanas U_U

This chapter is for Aerinaeri 3 thank you so much for your time and your support! That really means a lot for me and I'm glad you liked the story 3

Espero que me haya salido bien el Satoru meloso, insistente y malcriado xD Miwa como siempre juiciosa, aunque por ahí tiene unas cosillas con Naoya.

Por aquí dejo los significados de los nombres que le dice Satoru. Umiko (niña del mar) – Izumi (manantial) – Kaoru (fragancia) – Shinju (perla) - Yoki (pájaro azul) – Fumiko (chica de gran belleza/bendecida por la fortuna).

Por si acaso Gojo todavía no desarrolla los 6 ojos y sus habilidades todavía están en pañales, al igual que las de todos, ya que están en los inicios de la era Heian y finales de la era Nara.

Estaba revisando un poco lo de la ropa y al inicio todos usaban una especie de kimono. Según Google, las yukatas son kimonos más simples y para la clase baja/media, mientras que los kimonos son de materiales finos como la seda y para la gente adinerada (porque para lavarlos tenían que descoser las partes y luego volverlas a coser :S ).

Espero que les agrade. Gracias por darse un tiempo para leer.

Ah! Y casi me olvido, maldición de perro chino a quien copie algo sin permiso para usarlo en otra ship xD