CAPITULO 7: El Espía II
Un hombre camina por el bosque, está un poco fastidiado por el peso que lleva en los hombros. Aún hace calor y decide acercarse al río para refrescarse un poco, cuando escucha unas voces riendo y el salpicar del agua. Deja su carga en el suelo y se acerca sigilosamente ocultándose entre los arbustos para verlos: dos chiquillos y una mujer ríen mientras juegan con el agua. Sus ojos se abren ligeramente en sorpresa al ver como el cabello oscuro de la mujer se va transformando en un celeste encendido, una hechicera. Frunce el ceño y aprieta los puños. Se queda observándolos varios minutos para verificar si hay alguna información relevante: técnicas, clan o conocidos, pero no hay novedades. Decide dejarlo pasar, es preferible que haya un pago de por medio. Sin embargo, toma nota de aquella mujer, podría serle útil en el futuro. Los hechiceros se traicionaban continuamente, eran animales que no sabían cooperar entre ellos, sedientos de sangre, peleas y poder; era gracioso que él fuera el mono. Probablemente, la cabeza de esa mujer tuviera precio en algún momento, era bonita y llamativa. Volvió a recoger su carga y vio un par de gotas pequeñas y rojas en el suelo que mezcló con la tierra para borrarlas. Tendría que buscar un lugar mejor para desaparecer los restos de sus trabajos.
—Kasumi, has estado rara estas semanas ¿Ha pasado algo? Cuéntanos, te podemos ayudar en lo que quieras.
Después de haber pescado, se fueron a recostar bajo un árbol mientras Kasumi empezaba a teñir su cabello de negro. Cuando escuchó la pregunta de Sochi, recordó el incidente con Naoya y las palabras de la amante de Gojo durante toda la mañana. Ellos eran pequeños todavía y no tendrían por qué saber esas cosas, aunque en algún momento les tendría que decir que había dejado la mansión de los Zenin. —No pasa nada, he estado con mucho trabajo estos días y estoy un poco cansada.
—No parece. ¿Has tenido problemas o te has peleado con tus amigas? ¿Por qué no nos quieres decir? Ya somos grandes.
Kasumi se rio ante lo que dijo Kano y lo abrazó, poniéndole un poco de tinte en el rostro. —Ustedes son mis hermanitos. —El chiquillo miró a su hermano menor y puso los ojos en blanco con una mueca en los labios, pero se quedó quieto y dejó que Miwa lo abrazara. —Lo único que me preocupa es poder conseguirles un buen trabajo, no quiero verlos quemándose en el sol todo el día, quiero que conozcan el mundo, no sólo el campo.
—¿Y por qué no nos llevas con los Zenin? Quizás podamos trabajar ahí y así estar juntos. —Le dijo Sochi con una sonrisa ilusionada en el rostro. Pero dentro de ella sólo pudo pensar en una palabra: jamás. Ella quería verlos felices y seguros y en ese lugar no lo estarían.
—No es buena idea, ya les he comentado que ellos son muy severos. Además… —lo mejor sería decirles poco a poco que ya no estaba con los Zenin y avisarles de su cambio una vez que estuviera segura de su puesto con los Gojo. —…además, hay otro lugar que es mucho mejor y me gustaría hacer un cambio. —Ambos hermanos la vieron sorprendidos. —Las cosas están un poco tensas entre los Zenin y siempre hago lo mismo. Pero por favor no lo vayan a comentar en casa, ya saben cómo es papá, no quiero que siga insistiendo en casarme.
—Pero Kasumi ¿Hasta cuando vas a estar así? Te vas a quedar vistiendo kamis… —Kano la miró de costado aguantando la sonrisa y luego miró a Sochi que empezó a reír.
—Prefiero eso a vivir escondiéndome de mi esposo para que no me vea el cabello. Mejor vámonos antes de que se haga más tarde. Les avisaré cuando haya conseguido otro trabajo y no digan nada en casa, por favor.
Gojo regresó a la mansión contrariado. No había podido avanzar mucho pues llamaba demasiado la atención, nunca lo habían visto a pie sin estar rodeado de su escolta.
—Señor ¿Qué pasó? ¿Se dio cuenta que la estaba siguiendo?
—No, ni siquiera pude avanzar mucho, la gente se me quedaba viendo y hacía demasiado alboroto, así que tuve que regresar. ¿Dices que fue al bosque?
—Sí, creo que vive por los campos que están cerca. Si quiere la puedo seguir para informarle.
—No, yo lo puedo hacer, sólo necesito un buen disfraz. Dime ¿Expulsaste a las mujeres?
—Sí señor, yo mismo vi que recogieran todas sus cosas. Se quejaron y pidieron explicaciones, pero Nobara se encargó.
Gojo rio. —Qué carácter eh. Lo que pase aquí no tiene por qué salir de estas paredes. Además, ni la toqué, bruja mentirosa. —Yuji lo miró alzando las cejas sorprendido. —¡¿Qué pasa, le creíste?! ¡Ni siquiera era tan bonita!
—No, no, yo no, lo que pasa es que por cómo hablaba con tanta seguridad… parecía real.
Si Yuji, que lo conocía desde hace años, había creído las palabras de esa mujer, Miwa con mayor razón, debería estar pensando lo peor de él. Si tan sólo supiera.
Apenas la empleada entró la vio de pies a cabeza y se arrepintió de haberla llamado. Era bonita, con buen cuerpo, aunque le faltaba gracia. Quiso hacer el intento de seducirla para probarse a sí mismo que cualquier mujer podía llamar su atención.
Le ordenó que pusiera la comida en el balcón, pero a cada segundo que pasaba lo único que hacía era encontrarle defectos y no dejaba de compararla con Kasumi. La mujer era alta y su cabello largo y brilloso, pero no era el celeste encendido que lo hipnotizaba. Su piel blanca no tenía el sonrojo suave de Kasumi cuando estaba cerca. Sus ojos grandes con pestañas largas tenían una mirada coqueta y embustera, que no disimulaba la ambición al ver el cuarto. Las manos y gestos eran toscos, contrarios a las manos de Miwa cuando acarició su cabello mientras lo cuidaba. Su caminata era un meneo exagerado de su gran trasero. Tenía la ropa mal colocada y no quiso saber si era por descuido o un intento de seducción. Ni siquiera hizo el esfuerzo de buscar conversación, ella sola habló, pero le pareció insoportable tanto por la voz como por la forma de hablar.
No la aguantó más de diez minutos y la mandó de regreso por donde vino. Estaba molesto, las palabras de Geto sonaban en su cabeza burlándose de él. No quiso tocar la comida por la sensación incómoda que le dejó. Se quedó pensando; sin darse cuenta sacó el collar que llevaba siempre en el bolsillo y empezó a jugar con él. Hizo memoria de sus conquistas, todas cayendo a sus pies. Hasta que encontró la excusa perfecta para calmar sus temores. Era un capricho, nunca le habían negado algo y eso era lo que no lo dejaba en paz. Sólo eso, una vez que cediera, se le iría el antojo. Se pondría a trabajar en ello de una vez para quitarse esa espina que lo atormentaba.
—Tú sabes que soy más exigente que eso y no me meto con cualquiera. —Vio la cara arrepentida del muchacho y se recordó que sólo era un chiquillo, uno de los pocos en los que podía confiar. —Presta atención. Quiero que me traigas una ropa de servicio como la de ustedes, con un sombrero y un paño para cubrirme el rostro. Le darás las tardes libres a Miwa para que haga lo que quiera y en adelante va a ser tu compañera, le enseñarás a encargarse de mis cosas, si lo hace bien tomará tu lugar y tú podrás pasar al grupo de hechiceros de una vez.
A Yuji se le iluminó el rostro. —Ahora mismo me encargo de eso y no volveré a hacer caso de lo que digan de usted.
—No le vayas a decir nada sobre el puesto. Y una última cosa. —Yuji lo miró atento, como un soldado esperando su última orden. —Quiero que averigües todo lo que puedas de ella. Sácale información, quiero saber que le gusta, qué hace, cualquier detalle, aunque parezca sin importancia y no te olvides de usar tu técnica.
Cuando Miwa se enteró de que habían expulsado a las otras muchachas, se asustó pensando que ella era la siguiente. Gojo había obtenido lo que deseaba con aquella chica y ahora la desechaba, probablemente para no tener problemas con su prometida. Que astuto y que decepcionante.
Iba a preparar sus cosas para tenerlas a la mano, pero Yuji le dijo que todas habían estado a prueba y sólo ella había pasado. Ahora sería su compañera y ambos se encargarían de las cosas del señor Gojo. Al principio le pareció una broma, pero él le explicó que Nobara iba a cambiar de labores y necesitaba quien lo ayude. Le inquietaba tener que estar más cerca de Gojo,cada vez que lo veía se repetía mentalmente su compromiso y sus juegos, para aplacar los nervios que la invadían. Aunque, una pequeña parte de ella, estaba contenta de tener algo más importante que hacer, ya que con los Zenin sólo se había dedicado a limpiar salones y lavar trastes.
Todos los días se levantaban temprano para llevarle jarras de agua para que se lavara el rostro, luego le llevaban el desayuno y después lo ayudaban a vestirse. Cuando salía ordenaban el cuarto que quedaba hecho un amasijo de cosas regadas por el suelo y con la cama hecha jirones. Y al atardecer preparaban la tina y lo ayudaban a bañarse.
Los primeros días Yuji la acompañó, pero la fue dejando sola poco a poco con la excusa de que tenía otras responsabilidades. La primera vez que llevó el desayuno sola, sintió su mirada encima, por lo que se concentró en el camino. Dejó la bandeja, parándose a un lado. —Aquí está su desayuno, señor ¿Desea algo más?
Él se acercó a ella y se quedó mirándola, esperando a que levantara la cabeza, aunque sea por curiosidad, pero ella se mantuvo quieta mirando al piso. Claro que deseaba algo más, la deseaba a ella, pero se tomaría su tiempo para fuera ella quien se acercara a él. No quería decirle aún que la recordaba, no quería que se acercara a él por obligación, sino porque lo deseaba. Se sentó sin dejar de mirarla. —Dime ¿Cómo te va con Yuji, es un buen maestro? ¿Cómo llegaste aquí?
Lo único que ella quería era salir de ahí, no pensó que fuera a hablarle. Respondería lo que él quería para que la dejara en paz. —Sí, él es muy agradable, es un buen maestro y me ha acompañado desde que llegué. —Mantuvo la cabeza gacha y continuó. —Ya había trabajado antes en la casa de una viuda y mis amigas me animaron a venir. ¿Desea algo más?
—¿Tienes otras cosas que hacer? Yuji, se puede encargar, no te preocupes. ¿Por qué no tomas algunas frutas mientras hablamos?
Recuerdos no muy lejanos afloraron en la mente de Miwa, recuerdos de alguien que le hizo una invitación similar. Unos ojos claros rasgados, una mano fría dándole una manzana, una sonrisa maliciosa. Sintió que regresaba al lugar de donde salió, quería correr y las manos le empezaron a sudar. Esta vez no caería en la misma trampa. Giró la cabeza para ver la puerta, cuando escuchó su voz.
—Siéntate y come un poco mientras me comentas sobre tu trabajo anterior. —Gojo jaló una silla y puso algunas frutas en un plato que levantó hacia ella y luego puso en la mesa. —¿Qué pasa? ¿Por qué pones esa cara?
Miwa abrió los ojos sorprendida al ver el plato que le ofrecía y la silla que ponía a su lado. La voz de Naoya fue desapareciendo dando paso a la voz de la señora Azumi la primera vez que la invitó a comer con ella y con su hija. —Disculpe, gracias por su amabilidad, pero ya comí y tengo muchas cosas por hacer, Yuji me está esperando. ¿Hay algo más que desee?
Gojo que no había quitado sus ojos de encima, supo que era mejor no insistir, la veía nerviosa, mirando a la puerta por el rabillo del ojo. —No te preocupes, puedes irte. —Ella se vio aliviada y casi salió corriendo, dejándolo solo con el plato que le había servido.
Los días que siguieron fueron iguales, ella le llevaba el desayuno y él le preguntaba cosas al azar sobre ella. De dónde era, cuántos años tenía, donde vivía. Ella nunca hablaba de más, se limitaba a contestar escuetamente, sin dar muchos detalles. Siempre con la mirada en cualquier otro sitio, nunca en él. Jamás aceptaba la comida que le ofrecía o cualquier otra invitación.
Ya no sabía qué hacer para que hablara ¡Para que siquiera lo mirara! No mostraba el mínimo interés en él y eso lo desesperaba. Pensó que podría ser por el incidente con la mujer, pero él no iba a rendirle cuentas, además Yuji había aclarado eso en sus conversaciones. Le incomodaba saber que el chico tenía más éxito; había averiguado con precisión dónde vivía, que comida era su favorita, hasta le había confesado su pasatiempo en el bosque y siempre le contaba sobre sus hermanos. Mientras que él apenas tenía respuestas a pesar de mostrarse lo más tranquilo y amistoso posible, ni siquiera se había atrevido a hacerle algún comentario sugerente.
Para llenar el vacío que ella dejaba con sus respuestas, él terminaba respondiendo sus propias preguntas, contándole pequeñas historias de su vida: cómo aprendió a leer y escribir desde muy pequeño, lo difícil que era salir a la calle cuando era niño, lo aburrido de ser hijo único o cómo solía hacer travesuras cuando no lo dejaban hacer lo que quería. Todo, para ver si se animaba a contar algo sobre ella. A veces le parecía escuchar una risa suave, pero en cuanto volteaba a verla, estaba tan seria como siempre.
Además, sus aventuras tratando de seguirla no habían dado resultado. Era muy difícil. En la ciudad era sencillo, había visto como los comerciantes se ofrecían gustosos de llevarla. El reto era cuando llegaban al bosque, había tenido muy mala suerte y no había podido acercarse sin ser visto. El primer día casi lo atrapa cuando pisó unas ramas secas por verla caminar y tuvo que lanzarse entre los arbustos más cercanos para que no lo viera, que para su mala suerte tenían espinas y arañas que llegaron a su cuerpo antes de que activara su infinito.
En otra ocasión pudo seguirla un poco más, aquel día ella se había soltado el cabello y cuando parecía que por fin iba a conocer su escondite, metió el pie en un agujero que resultó ser el nido de unas avispas enormes. Felizmente, con la experiencia del arbusto había aprendido a tener su infinito activado y se salvó de las picaduras, pero lo siguieron haciendo un fuerte ruido que lo obligó a detenerse para no llamar la atención.
La lluvia también le jugó una mala pasada, estaba contento porque esa vez podía andar a sus anchas sin cuidarse del ruido. Ella había trenzado unas hojas y tallos como una capa para envolverse los hombros y se levantó la ropa sobre las rodillas para no ensuciarse. Él iba tan relajado que no tuvo cuidado con el barro y resbaló hasta caer en unas rocas, de las que fue salvado por su infinito nuevamente.
Cuando los ancianos le preguntaban a dónde iba, él sólo respondía que a entrenar. Al principio pensaron que era otra más de sus aventuras amorosas, pero cuando lo vieron llegar arañado, golpeado y cansado se les fueron las dudas.
Aquel día se había encontrado con unos monos poco amigables. Ya los había visto antes en sus expediciones de conquista, pero le preocupó que se acercaran a ella y trató de llamar su atención para distraerlos. Logró su cometido, se alejaron de ella, pero él tuvo que correr un buen trecho, esquivando ramas y sorteando rocas para escapar de ellos; cuando se cansó tuvo que noquearlos para que dejaran de perseguirlo.
Era de noche y había terminado de bañarse. Yuji ya no la acompañaba más, ahora era sólo ella, pero seguía tan distante como el primer día. Él estaba lleno de heridas y con la moral cada vez más baja al no ver resultados. Buscaba fuerzas todas las noches viendo su collar antes de dormir. Aunque lo que más lo mortificaba era que a pesar de sus esfuerzos ni siquiera lo veía, por más que él no le quitaba los ojos de encima. Tenía que arrancarse aquella espina que, en lugar de salir, parecía clavarse más y echar raíces cada día que pasaba.
Aprovechó para salir sólo en toalla y no con la bata. Si no aceptaba sus detalles, entonces usaría su físico. Al final de cuentas era una mujer como cualquier otra, con sangre en las venas. Se sentó al borde de la cama dándole la espalda y ella se acercó con un ungüento para ponérselo en las heridas de las espinas, en los golpes de sus caídas y el arañazo de uno de los monos que no pudo esquivar cuando se desactivó su técnica. No estaba en su mejor momento con tantos golpes, pero quería creer que mantenía su encanto. Al menos así conseguía que lo toque, aunque al terminar se fuera sin dirigirle la palabra.
Después de la primera semana, Yuji le dio las tardes libres para que las aprovechara, pues más adelante no tendría mucho tiempo para descansar. Le pareció extraño, pero decidió aprovecharlo para buscar su relicario, aún tenía esperanzas de encontrarlo. Así que todos los días después del almuerzo salía rápido para buscarlo y de paso visitaba a sus hermanos.
Como Yuji y Nobara veían su prisa al comer, le preguntaban a dónde iba, si tenía algún novio con el que deseaba verse, a lo que ella negaba sonrojada. Con el pasar de los días, les fue contando detalles sobre su vida, en especial a Yuji, ya que siempre estaban juntos. Le contó sobre sus hermanos y cómo había sobrevivido hasta que conoció a Ema y Azumi.
Era agradable estar con él, tenía paciencia para enseñarle las cosas. Además, era muy fácil conversar con él, la escuchaba atento y se emocionaba con sus historias. Él también le contaba algunas cosas suyas y de la mansión, entre ellas el accidente de Gojo. Cómo todos habían estado muy preocupados por lo herido que llegó y lo largo de su recuperación. Sus palabras aliviaron la tristeza de que él no la reconociera, había estado muy mal y era lógico que la olvidara.
En una de aquellas conversaciones, mientras hacían los quehaceres Yuji le contó que había quedado huérfano poco después de nacer y su abuelo que trabajaba para los Gojo lo había criado. El señor Gojo, a pesar de ser muy joven, se conmovió con su historia y ordenó que le dieran educación. —Aunque claro, no sirvió de mucho, porque como has visto no soy muy listo. —Le dijo rascándose la cabeza con una sonrisa infantil. —Mi abuelo murió hace siete años y desde entonces el señor ha cuidado de mí. Como no soy muy bueno con los papeles, preferí ayudarlo con su cuidado y a veces también entrenamos, para mí es como un hermano mayor.
Miwa estaba perpleja. No pensó que alguien tan engreído como él tuviera la sensibilidad para cuidar de los demás. Por todo lo que él le contaba, pensó que sólo había sido un niño travieso y rebelde acostumbrado a salirse con la suya. No quería escuchar cosas buenas de él, no ahora que por fin había conseguido mantener la calma en su presencia.
—Nobara viene de un pueblo muy pequeño lejos de aquí. Él la encontró sola en medio del camino, en una de sus expediciones y decidió traerla. Ambos nos hemos criado juntos. Tuvimos suerte, él es una buena persona, aunque lo disimula muy bien con los arrebatos que tiene. Las personas aprovechan eso para inventar cosas sobre él, así como esa mujer que decía que durmió con él, cuando sólo le llevó la comida. —Río nuevamente y volteó a verla. —No debería decir esto, pero creo que él entiende nuestra situación, mi abuelo me decía que él era un niño muy solitario. No tenía amigos y sus padres lo ponían a estudiar y entrenar todo el día. Solía decir que algún día se rebelaría y tuvo razón. Su madre falleció cuando él era muy pequeño y su padre se alejó. Ahora, como heredero del clan todos deben obedecerlo porque nadie lo puede controlar.
La imagen del joven mujeriego desapareció y vio a un niño solitario buscando compañía. La imagen la conmovió y recordó la soledad que ella misma había vivido y la tristeza que esta traía. Recordó las historias que él le contaba donde él era el centro de todo, pensó que lo hacía por vanidad, pero ahora se daba cuenta que no había tenido a nadie más. Y en lugar de vivir amargado por ello, había decidido ayudar a otros para que no vivieran lo mismo que él.
Además, Yuji decía que él no había dormido con aquella mujer. Si eso fuera cierto, él no le había faltado a su prometida, por el contrario, expulsándola había impuesto respeto. Sintió un poco de culpa. Quizás se había dejado llevar por los rumores, malinterpretándolo, cuando él sólo buscaba su amistad. Hasta ese momento sólo le había buscado conversación y la había invitado a compartir con él. No había intentado nada más, ni siquiera un comentario subido de tono.
Yuji la vio cabizbaja. —¿Estás bien?
Ella asintió con la cabeza. —Sí, es solo que, para alguien que lo tiene todo, su historia es un poco triste.
—No te preocupes, él no deja que esas cosas lo molesten, dice que no se vive del pasado. —Yuji sonrió. —Él es muy inteligente y sabe lidiar con los problemas.
A lo lejos desde uno de los balcones, Gojo los vio caminar juntos mientras Yuji le ponía la mano en la espalda y ella inclinó su cabeza hacia él, haciendo que Satoru sintiera una punzada amarga en el estómago.
Al inicio, cuando tomó el lugar de Yuji, le resultó un poco pesado. Gojo dejaba todas las cosas revueltas en una masa de telas regadas por el cuarto: toallas, kimonos, cinturones y sábanas terminaban en el piso y ella tenía que poner todo en su lugar. Era increíble cómo en unas horas podía hacer tanto alboroto. Ella dejaba todo en orden por la tarde antes de irse y al día siguiente después del desayuno parecía un campo de guerra.
Un día mientras lo ayudaba a cambiarse, Gojo lanzó varios kimonos a la cama y al suelo, pues no estaba convencido de lo que usaría ese día. Estaba terminando de vestirse cuando lanzó al suelo el kimono que tenía sobre el biombo. A Miwa se le escapó un resoplido molesto y le ajustó el cinturón con tanta fuerza, que lo hizo girarse a verla. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho la cara se le incendió roja de vergüenza y soltó una disculpa arrepentida.
Le había llevado el desayuno y mientras él comía dio una ojeada al cuarto para ver por dónde empezar a ordenar y se dio cuenta que el cuarto ya no estaba tan desordenado como antes. Últimamente, las toallas que usaba las dejaba en orden sobre su mesa de baño al igual que la ropa sucia y sólo sacaba dos o tres kimonos para que ella lo ayudara a decidir cuál ponerse. Lo quedó viendo mientras comía y bañaba algunas fresas en miel. ¿Sería posible que él hubiera tenido esos detalles por lo que pasó? Ahora se daba cuenta de los absurdos intentos de Naoya tratando de ser amable con ella al darle una manzana o hablando de él sin parar. No era como Satoru, él había sido constante en su cambio durante varios días. Recordó la historia de Yuji y de Nobara y se enterneció al ver su cabello blanco y su sonrisa infantil mientras comía las fresas, sentía como sus defensas se iban cayendo.
Satoru pareció sentir su mirada sobre él, ¡por fin! —¿Estás segura que no te quieres sentar? Estas fresas están deliciosas, ayer encontré… encontraron un panal de abejas, vamos prueba. Le acercó su plato y Miwa negó.
—Muchas gracias, ya tomé desayuno. Si eso es todo, regreso más tarde. —Después de lo que Yuji le había confesado, le costaba más negarse a sus invitaciones y se llenaba de culpa al pensar que quizás sólo buscaba alguien con quien conversar. Le gustaba escuchar sus historias y a veces no podía contener la risa, quería aceptar sus invitaciones. El hombre que se mostraba ante ella era distinto al de los rumores, era difícil creer que fueran el mismo.
Por fin, después de tantos intentos sin suerte, había logrado alcanzarla en su escondite. Estaba tan feliz que le daban ganas de ir con ella. Había ido sin sus hermanos, la había visto recoger algunas frutas y ahora se daba un baño en una de las entradas del río.
Una parte de sí le recriminaba por verla desnuda, pero la otra lo justificaba completamente, era lo mínimo que merecía después de todo lo que tuvo que pasar. La había visto deshacerse el moño y quitarse la ropa capa por capa, dejando ver su piel. Cuando la ropa cayó, vio su esbelta silueta, la espalda blanca, la cintura pequeña que daba paso a unas caderas redondas y un trasero firme.
Sintió la boca seca y la cerró cuando se dio cuenta que la tenía abierta. El corazón le latía rápido, emocionado por lo que veía y la entrepierna le empezó a molestar. Quería saltar al agua con ella y quitarle ese tinte espantoso del cabello. Estaba encandilado viéndola limpiarse los brazos y las piernas y tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para quedarse escondido cuando la vio lavarse los pechos y entre las piernas. Cuando salió del agua, tuvo que acariciar un poco la rigidez que ella estaba causando con sus senos al descubierto, pensando para sí que pronto podría tocarlos.
Tenía que hacer algo, eso no podía continuar así. En un inicio había querido seducirla para satisfacer su ego. Pero al verla todos los días, fue recordando cómo ella se había acercado a él para cuidarlo, sin malicia de por medio, sólo porque era una persona en apuros y no un saco de dinero. Ella se mantenía firme en su decisión, mientras que él le había prometido compensarla y ¿Qué era lo que estaba haciendo? Jugando al seductor con quien le salvó la vida. Se le revolvió el estómago al verse a sí mismo y no le gustó. Ya no era sólo ego, seguía queriendo conquistarla, pero también quería devolverle el favor y recompensarla con lo que ella quisiera.
Iba a darle fin a aquel juego que se había impuesto, además el tiempo se le acababa, ya había recibido una carta de Geto anunciando su regreso. Pero antes, disfrutaría un poco más de aquellas visiones para calmar sus ansias hasta que ella decidiera hacerle caso.
Los siguientes días, le fue fácil seguirles el paso, motivado por lo que vería, aunque estando con sus hermanos no se repetiría el espectáculo, quizás podría escuchar algo interesante. Los vio remojar sus pies en el río. Trató de acercarse lo más posible para poder escuchar lo que dijeran.
Kasumi agarró de la mano a su hermano menor y lo jaló hacia ella para que se siente a su lado. Tomó una cajita y sacó una crema, que le aplico en los dedos haciendo que éste saltara un poco. —Sochi, ya te he dicho que envuelvas tus manos con tela, tienes varios cortes. —Las manos y brazos de su hermano, iban perdiendo suavidad, ya tenían algunas cicatrices y se iban formando callos en las puntas de sus dedos. Su rostro y su cuello estaban rojos por el sol a pesar del sombrero y el pañuelo. Su columna se iba encorvando.
Escondido entre los árboles, Gojo la veía revisando a sus hermanos con la misma suavidad con la que lo había cuidado a él. La vio haciendo masajes en sus manos para envolverlas con una venda. Su rostro se veía triste mientras los curaba.
—Kasumi ¿Sigues trabajando con los Zenin o ya te fuiste al otro sitio que dijiste?
—Sí, ya estoy trabajando con la familia Gojo, empecé hace unos días. —respondió mientras ponía un poco de crema en el cuello rojo de su hermano.
—¿Y cómo es ese lugar, es grande como el de los Zenin?
Satoru salió de su ensoñación cuando escuchó el nombre ¿Los Zenin? Se quedó sin aire. Ella ya llevaba un par de semanas en la mansión. ¿Por qué decía que recién había empezado? ¿Había estado trabajando para los dos o estar en su clan era un trabajo de los Zenin? No quiso pensar en ello, pero la idea ya estaba carcomiendo su mente. ¿Si ese era el plan desde un inicio? Ganar su confianza para destruir a su clan desde adentro. Qué casualidad haber encontrado una muchacha bonita en un lugar tan aislado, al fin de cuentas todos sabían de su pasatiempo con las mujeres.
Fue volviendo a la realidad cuando escuchó la voz de ella, describiendo el complejo, pero las palabras llegaban a medias a sus oídos y se la imaginó repitiendo lo mismo a sus enemigos. Era imposible. Se quedó escuchando un poco más sobre lo que hacía y sobre Yuji.
Algunas hojas crujieron y se quedaron quietos, quizás era un animal. Kano más interesado en su historia, que en el animal, la llamó. —Síguenos contando ¿También son hechiceros? —Miwa asintió con la cabeza, con los dedos sobre la boca indicando silencio. —Mejor cambiemos de tema, no me gusta hablar de trabajo, ¿cómo van las cosas en casa?
Continuaron hablando de sus padres, del trabajo en el campo y sus ventas en el mercado, pero Gojo ya había perdido el interés, tenía que tomar algunas medidas. Si ella hubiera entrado a espiarlos, ahorita el clan estaba en peligro y todo por su arrebato. Se había dejado llevar por su obsesión de conquistarla y tenerla cerca poniéndose la soga al cuello. No podía dejarlo así, salió de su escondite antes de lo planeado para hablar con Yuji.
Nuevamente escucharon ruidos entre los arbustos, se quedaron quietos unos minutos y Miwa se asomó por donde venía el ruido con una rama en la mano, pero no encontró nada.
Sus hermanos volvieron al tema, siempre les gustaba escuchar sobre el mundo de los hechiceros. Su curiosidad era mayor que el miedo a lo desconocido. —¿Hay alguien como el señor Naoya? —Ella volvió a asentir con la cabeza. Pero luego la forma de ser de Gojo, su voz alegre y relajada, sus bromas, sus historias e invitaciones y la insistencia con la que buscaba su mirada. Si no fuera por su compromiso ¿Qué pasaría? Negó con la cabeza y sus hermanos la vieron confundidos.
—También hay alguien, pero es mucho mejor que él.
Habían sido contadas las veces en que lo había visto tan serio. Su presencia usualmente tranquila se sentía intimidante. —Revisé los papeles que me dio y eran verdaderos, busqué a esas mujeres, pero ya no viven aquí, se mudaron hace varios años. Usé mi técnica en todas cuando las evalué, pero quizás… no fue lo suficientemente fuerte.
—No le muestres más la mansión. No comentes nada importante y mantenla alejada de los demás. Yo me encargaré de esto. Tú asegúrate de que no tenga más información y menciónale a los Zenin a ver que averiguas.
Cuando Yuji salió del cuarto, el sacó el relicario de su ropa y se sentó al borde de la cama. Estaba confundido ¿Ella le contaría a su hemano si fuera una espía? No, por como los cuidaba, no era probable. Levantó el relicario y se quedó viéndolo, girándolo entre los dedos, mañana la seguiría nuevamente.
Estaban comiendo, habían tenido suerte al encontrar un árbol lleno de frutas.
—¿Era por el cambio por el que estabas triste hace unas semanas? ¿Porque ibas a extrañar a tus amigas? —preguntó Kano mientras miraba a su hermana, había algo más que no quería decirles, ella había estado feliz en ese lugar hasta hace poco, siempre hablaba de ellos y de sus amigas hasta que dejó de hacerlo repentinamente.
Kasumi lo miraba, hace días parecía querer leerle la mente a través de los ojos, era buen observador, difícil de ocultarle algo. —Sí, las extraño, espero poder verlas pronto.
Sochi la vio con una sonrisa. —Kasumi, no nos quiere decir que al que mas extraña es a su novio, el señorito Naoya ¿Te acuerda Kano? —Kasumi no pudo evitar sonrojarse, aunque ahora era de incomodidad al recordar lo ilusionada que estaba con él. —El señorito Naoya esto, el señorito aquello. Kasumi les pidió que se callaran, pero ellos continuaron el juego.
—¡Sí, si! Cómo olvidarlo, podríamos reconocer al señorito Naoya aún sin conocerlo de tanto que nos habló de él. "Los ojos del señorito Naoya son muy bonitos, parecen los de un gato", "Sus ojos cambian de color con el sol", "Su cabello es de dos colores", "Es muy amable conmigo y me ayuda". —respondió Kano y ambos hermanos rieron mientras parpadeaban y mostraban las pestañas, imitando a alguien enamorado.
Kasumi no sabía como borrar el color rojo que incendiaba su rostro. —Basta, n-n-no era así, están exagerando. —pero muy en el fondo sabía que era verdad, lo que hacía que se sonrojara más.
—Fue así y peor, sólo que no te dabas cuenta. Seguro que hacías lo que él quería. —Kano la miró severo. —Espero que te hayas comportado y no te hayas lanzado a sus brazos.
—¡Kano! ¡P-p-por supuesto que no!¡Qué vergüenza!¡No digas esas cosas!
—Pero sí te gusta y estás enamorada de él. —dijo Kano cruzado de brazos, no era una pregunta, era una afirmación. —Sochi habló sin saber que le estaba echando más leña al fuego. —Quizás le dio su primer beso y por eso no se olvida de él.
Kasumi iba a responder, pero escucharon pasos sobre las hojas secas y todos se reunieron detrás del árbol, abrazados. Las pisadas se alejaron y cuando se sintieron seguros, se asomaron para recoger sus cosas e irse. —Vámonos, no sabemos quién ha estado escuchando, pero no es bueno que hablen de los Zenin en voz alta, nos podemos meter en problemas. Y para que sepan, no pasó nada con el señor Naoya, sólo me agradaba, pero ya no. —se sonrojó suavemente, pero su mirada era triste. —Yo puedo hacerme respetar, además él no se fijaría en mí. —No para algo bueno pensó.
Pasaron dos días desde el incidente en el bosque con sus hermanos y no había regresado. Se quedó en la mansión, pero ya no había ido al cuarto de Gojo y lo echó de menos. Se había acostumbrado a escucharlo hablar mientras comía, ayudarlo a vestirse y verlo regresar de sus entrenamientos. Conocía su afición por el dulce, lo bien que se veía con trajes azules, recordaba su aroma y su risa despreocupada. Después de conocer su historia, comprendió su forma de ser y terminó por admirar su fortaleza. A pesar de su esfuerzo por mantener la distancia, había terminado por agarrarle cariño. ¿Por qué se engañaba? Le gustaba; a pesar de repetirse una y otra vez que estaba comprometido y se sentía culpable por eso. Había evitado verlo a los ojos; al principio fue por resentimiento, pero con el tiempo pasó al miedo que pudiera ver lo que sentía por él.
Por la noche, Yuji se acercó indicando que el señor quería verla. Parecía un poco nervioso desde hace un par de días; había comentado que Naoya Zenin ya había regresado de su último viaje, ella evitó el tema, aunque pensó en Momo y Mai y rezó porque estuvieran bien.
Cuando tocó la puerta le sorprendió escuchar la voz seria y grave de él, sin rastro de su alegría. Él la vio entrar y avanzó hacia la mesa entre ellos colocando un collar ¡su relicario! Lo vio desconcertada, lo había dado por perdido y estaba ahí ¿Por qué lo tenía él?
—Quería agradecerte lo que hiciste por mí en aquella cueva sin que te sintieras presionada a acercarte a mí. —Ella levantó el rostro y por primera vez lo vio a los ojos. —Por fin te animas a verme, me causaba curiosidad que no lo hicieras, pensé que era por desinterés, pero me imagino que era la molestia por no ver a quien quieres. —Ella frunció el entrecejo, no sabía de qué estaba hablando. Él tenía una sonrisa burlona y su voz era sarcástica. Por primera vez se dio cuenta de lo alto e imponente que era y ella estaba sola en su cuarto, como cuando Naoya la atrapó. —He intentado por todos los medios acercarme a ti para conocerte mejor, me he tomado demasiadas molestias para ganarme tu confianza, pero cómo lo iba a lograr si tu lealtad está con los Zenin. —Miwa empalideció y tragó en seco. —Ahora entiendo porque no aceptabas nada de lo que te ofrecía. El ataque, todo fue una trampa. ¿Planean llevarse nuestros secretos y acabar conmigo? —Sus ojos celestes tenían un destello de locura en la mirada
Miwa empezó a retroceder asustada. ¿Había sido Naoya quien le había dicho eso? Mai le había dicho que se odiaban y se evitaban. ¿Entonces quién? —Yo, yo… —Empezó a tartamudear al verlo acercarse. —N-n-no estoy con los Zenin, es una confusión, yo sólo vine a trabajar, p-p-por favor escúcheme.
Ella quiso poner distancia poniéndose detrás de los muebles, pero él la terminó arrinconando en una esquina cerca a la cama. —Ya te escuché en el bosque, eres una de las amantes de Naoya Zenin y te has metido aquí para darle información.
Kasumi recordó el incidente en el bosque, las pisadas y los sonidos que escucharon. Había sido él. Recordó las palabras de sus hermanos y se dio cuenta del problema en el que estaba metida. No tenía opción más que decir la verdad, viendo su actitud tendría suerte de salir viva de ahí. —No es cierto. Y-y-yo no tengo ninguna relación con ese clan. L-l-lo juro. Yo… yo… —Tomó aire y las palabras se le atoraron en la garganta, decirlo en voz alta le daba vergüenza. Los ojos se le empezaron a llenar de lágrimas. Los problemas que ella tuviera con esta gente arrastrarían a sus hermanos y a sus padres.
Gojo al verla pálida, con los ojos brillantes y asustada, se calmó, él no era así ni quería tratarla de esa forma, pero tampoco podía bajar la guardia, no después de lo que escuchó. Había puesto en riesgo al clan y a sí mismo al dejarse llevar por sus caprichos. Le pesaba aceptar que los viejos y Geto habían tenido razón al decirle que tuviera cuidado con sus impulsos. Ahora mismo el complejo podía estar en riesgo de ataque. Había hablado con Yuji y felizmente no le había mostrado, la armería ni el cuarto por donde se ingresaba a su bóveda. ¿Habría averiguado algo más? Ella se veía tan inocente y tímida que le costaba creer que se hubiera dejado llevar por Naoya. ¿Qué le había visto? Saber que prefería al idiota de Naoya sobre él fue un golpe que no se esperaba.
Ella parecía querer hablar, pero dudaba. ¿Estaría pensando en alguna mentira? —Si no tienes nada más que decir vamos a regresarte con los Zenin y agradece que no te llevo con los viejos. —Se dio la vuelta, cuando sintió las manos de ella.
—N-n-no, por favor, no me lleve con ellos, d-d-déjeme quedarme aquí, por favor. Yo no trabajo para ellos. P-por favor, no lo haga. —Kasumi lo agarró del brazo con ambas manos, apoyó su cabeza y empezó a llorar, soltando toda la angustia acumulada. —Yo m-me escapé, n-no sabe dónde estoy. Si se entera me a m-matar. A-ayúdeme por favor, tengo miedo.
Satoru se conmovió al verla llorar con tanta desesperación, veía sus espasmos al respirar y las lágrimas que salían sin parar. No pudo mantener su actitud fría y la abrazó como hace tiempo había querido hacerlo, ella se escondió en su pecho y empezó a temblar. No podía estar fingiendo, pero necesitaba más respuestas. Le quitó el pañuelo que siempre llevaba en la cabeza y le acarició el cabello, le dolía verla así y ser el causante. —No te va a pasar nada, yo te voy a cuidar. —Ella suspiró entre sus brazos y él le acarició la espalda. —Lo lamento.
Kasumi asomó el rostro y lo vio a los ojos, volvían a ser los que ella recordaba, ya no tenían la frialdad con la que la recibió, al contrario, la veía con intensidad. El miedo que sintió cuando la abrazó fue reemplazado por una sensación de seguridad que nunca había sentido.
Los ojos de ella brillaban y tenía las pestañas empapadas en lágrimas. Le vio la nariz y las mejillas rosadas. Con una de sus manos secó las lágrimas que le quedaban y se quedó acariciando su mejilla haciendo que ella incline la cabeza hacia su mano. Él no sabía que más decirle para calmarla y disculparse por las dudas que siempre hacían que la lastimara.
Ella suspiró una vez más y él se quedó viendo sus labios entreabiertos. Con uno de sus dedos acarició la comisura de su boca y la miró a los ojos una vez más como pidiendo permiso, ella cerró los ojos y él se acercó despacio para besarla. Sus labios eran suaves y sintió su aroma envolviéndolo. Poco a poco fue rompiendo la tensión dándole pequeños besos en los labios hasta que ella le correspondió con timidez. Él continuó llevándola con movimientos suaves, abriendo sus labios poco a poco con los suyos. Sintió su sabor dulce mezclado con las lágrimas de antes. Quería borrarlas y que sintiera el anhelo que él que había guardado todo ese tiempo. Ella soltó una de sus manos que sujetaba el kimono y la llevó a su rostro para acariciarlo y perderse en su cabello. Él cerró más el abrazo, agarrándola de la cintura y sosteniendo su espalda para no dejarla escapar.
Ella comprendió el ritmo y él abrió los ojos ligeramente para verla tan emocionada como él y aprovechó para subir la intensidad del beso, pasando su lengua por sus labios tratando de entrar, mientras sus manos bajaron a sus caderas, cerca al inicio de su trasero y la apretó fuerte contra él.
Sintió un empujón en el pecho y el besó terminó. Kasumi, aún entre sus brazos tenía los ojos muy abiertos con una mano a la boca sin poder creerlo.
Ahora sí estaba metida en problemas con todos, ¿él le había creído o sólo estaría aprovechando la oportunidad? Él estaba comprometido, si su novia se enteraba tendría que salir de ahí como mínimo, si es que no tomaba mayores represalias. Y si salía de ahí ya no tenía a donde escapar, estaría en las manos de Naoya, y aún en el mejor de los casos si regresaba a su casa, su padre la obligaría a casarse. Aunque conociendo la reputación de estas personas eran capaces de hundirla en el escándalo a ella y a su familia y sus hermanos pagarían por sus errores.
Lo peor de todo es que había disfrutado de aquel beso, todavía la tenía entre sus brazos, podía hacer con ella lo que quisiera, estaban solos en su cuarto y no estaban sus amigas para ayudarla. ¿Y si seguía avanzando a la fuerza como Naoya? Quiso soltarse, pero la cabeza le empezó a dar vueltas. La vista se le nubló y todo se volvió negro.
Notas:
Las gracias del mundo a Zulma que dio la idea de hacer que todo le saliera mal a Gojo cuando fuera a buscar a Miwa, era para otra temática, pero cayó perfecta aquí :D tiene muy buenas ideas y me ha dejado con ganas de una en especial :3 ojalá se anime a hacer alguna historia 3
Los nombres de los hermanos de Miwa le pertenecen a Nadeshico, se los pedi prestados para seguir con el lore :D
Por cierto, me alegró ver que mi primer capítulo se hizo casi canon con Kusakabe pensando en cuidar a los alumnos y sobre todo a Miwa. Gege si me estas leyendo, por favor hazlos canon por el amor de Yisus.
Siento haber puesto a Gojo un poco paranoico, pero hay que tener en cuenta que están en el cambio de época entre la Nara y la Heian y por como se refieren a esos tiempos (Sukuna, Kenjaku y los reencarnados) era super sangrienta y andaban de pelea en pelea, matándose entre ellos.
La canción de Bobby Caldwell - What You Won't Do for Love le cayó a pelo al pobre Gojo.
Para resolver la duda de TheOtherDestiny con respecto a las maldiciones. Las imaginé como la que vieron Mai y Maki cuando eran pequeñas (una de cuello largo que estaba sentada al lado de las escaleras). Y también por las palabras de Gojo cuando conocieron a Nobara, de que las maldiciones de campo no son tan fuertes ni inteligentes como las de la ciudad. Miwa vive en el campo y se la pasa en el bosque donde no hay nadie. Además, ahí están los Zenin, los Gojo y Geto que se traga cuanta maldición aparece, así que se podría decir que las maldiciones no pasan un buen rato en esa ciudad xD
Para Escarlatta: gracias, por pasar a leer, me alegra que te haya gustado :') a mi también me encantan los temas relacionados al tiempo y al reencuentro de almas, desde que vi la novela El Clon (la brasilera) y desde hace un tiempo siento que JJK podría tener algo de eso (por el tema de vida y la reencarnación). La edad de Gojo no la especifique porque quise dejarlo a gusto del lector, así que puede tener 23, 25 o 30, para mi siempre funcionará porque nunca dejará de tener su lado infantil por la infancia frustrada que tuvo. Hasta ahora he querido darle énfasis al carácter de Miwa, ya que como vimos con Gakuganji, puede estar super emocionada con Gojo, pero aún así mantiene la compostura y además tiene el valor para callarle la boca y amenazarlo con reportarlo, ELLA, siendo más joven y menor en rango (te imaginas el tamaño de esos ovarios? Jajajaja). Espero que el rechazo de Miwa haya estado bueno para bajarle los humos, esto siempre estuvo planeado xD
Gracias por el abrazo virtual. Toriyama fue el pilar de toda una generación, espero que su legado no se pierda :')
