Capitulo 6


Sasuke

La expresión de Itachi era tensa, pero no estaba dispuesto a perder su maldita compostura otra vez.

Me observaba atentamente a los ojos, ya no a Sakura.

Tragó con fuerza y luego la máscara fría se apodero de su rostro y se enderezó.

Mis ojos cayeron a las cicatrices en su muñeca cubierta por nuestro tatuaje, luego a cicatrices

similares en mi piel, no tan rectas, no tan enfocadas.

Casi toqué la puta cicatriz sobre mi ceja como lo había hecho en las semanas posteriores…

—Tendrás que suturarla tú mismo. Jugaste a este juego y perdiste. Has subestimado a tu oponente —susurró y luego se fue, dejándome allí de pie, tan furioso y extático.

Me di la vuelta muy despacio.

Sakura se mantiene de pie con una mirada firme y segura, no tiembla, no tiene miedo y no hace absolutamente nada.

Su barbilla estaba cubierta de sangre de la herida en su labio, de morderlo para contener un grito.

No me dio ni uno solo.

Había algo en ella que no encajaba, no grito, no se movió, ni mucho menos se quejo cuando corte su brazo, al contrario parecía que disfrutaba de dolor, solo cuando su padre grito ella salió de esa hipnosis que tenía.

Mi mirada se hundió más abajo.

Su camisón estaba manchado con la sangre que aún goteaba del corte en su brazo, que colgaba flojo a su lado dejando que la sangre saliera de la herida.

Se suponía que elegiría de manera diferente como todas las demás mujeres siempre hacían.

En cambio, me había tomado por sorpresa, había tomado el camino doloroso, había forzado mi puta mano.

No me había dado el triunfo de ofrecerme su

cuerpo en bandeja de plata frente al maldito Jiraiya Cavallaro y su prometido.

Itachi tenía razón.

Había subestimado a mi oponente porque la comparaba con las mujeres con las que me había lidiado hasta ahora, pero Sakura no se parecía en nada a ellas.

Orgullosa y noble.

No la subestimaría de nuevo.

Y conseguiría ese maldito grito.

Conseguiría más que eso.

Mis ojos fueron atraídos a su brazo. ¿Por qué había elegido ese lugar?

Cuando volví alzar la vista, Sakura se encontró con mis ojos con una mirada triunfal.

Sabía que había ganado.

Me acerqué a ella lentamente, la ira hirviendo furiosamente bajo mi piel.

Se tensó, no tiembla y mucho menos cae.

Tomé su brazo e inspeccioné la herida.

No era profunda.

No había puesto suficiente presión detrás de la hoja para cortar profundamente.

No había querido cortarla en absoluto, lo que era una nueva experiencia.

Ver la sangre en su piel perfecta no me dio la profunda satisfacción que solía tener.

—¿Cómo se sintió lastimarme? ¿Te excita? —preguntó con fiereza.

Me acerqué más, acunando su barbilla.

Y contuvo el aliento cuando pasé mi lengua por su labio inferior, saboreando su sangre.

Sonreí oscuramente.

—No tanto como esto.

Afiló la mirada y sus ojos verdes eran más oscuros se echó hacia atrás y casi tropezó, pero la atrapé, porque esta no era la caída que

tendría.

—Tenemos que tratar tu herida.

No protestó y me siguió en silencio hasta el primer piso, y mi agarre en su brazo la mantuvo firme.

La llevé a mi habitación y luego a mi baño, donde tenía el único botiquín médico en mi ala.

Itachi era el que solía manejar este tipo de mierda.

Se apoyó en el lavabo.

—Deberías sentarte —le dije.

—Prefiero estar de pie.

No pasó desapercibido el tono de voz, firme, fuerte y muy seguro.

La solté y ella se aferró al borde del lavabo para estabilizarse.

Me agaché para recuperar el botiquín, pero mis ojos se vieron atraídos por la abertura alta en su camisón, revelando una pierna larga y esbelta.

Se movió para que su frente me mirara.

Le sonreí, pero su piel estaba pálida y un brillo fino cubría su rostro.

Agarré el botiquín y me enderecé, contemplándola más de cerca para juzgar si iba a desmayarse o no.

Entrecerró los ojos y enderezó los hombros.

La esquina de mi boca se contrajo.

Saqué el tejido adhesivo.

La herida no era lo suficientemente profunda como para requerir puntos de sutura.

No podía recordar la última vez que un corte de mi parte no llevara a puntos de sutura… o a un funeral.

Saqué el spray desinfectante, y se puso rígida pero no hizo ningún ruido cuando el punzante escozor golpeó su herida, pero se mordió el labio inferior una vez más.

—Si sigues haciendo eso, el resultado será doblemente doloroso.

Me envió una mirada mordaz, pero soltó su labio inferior.

Comencé a poner el adhesivo en su herida, sintiendo una extraña aversión por ver el corte que había infligido.

No podía definir el sentimiento; era extraño para mí.

—Entonces, ¿así es como va a ser? ¿Me cortas y me vuelves a coser? —preguntó enfurecida.

—No te estoy cosiendo. Te estoy pegando.

No dijo nada, pero podía sentir sus ojos en mí.

Golpeó mi antebrazo con mi tatuaje de la Camorra, rozando las cicatrices entrecruzadas allí.

—Me pregunto quién infligió esos cortes —reflexionó.

Me congelé y mi cabeza se disparó en alto.

Sostuvo mi mirada con la misma mirada de triunfo que había visto en el sótano.

—Me pregunto quién te cosió después. ¿Itachi y tú se cortaron en una retorcida ceremonia fraternal y se cosieron mutuamente cuando terminaron? Tienen los mismos cortes. Tal vez debería preguntarle.

La empujé contra el lavabo con mi cuerpo, mis manos sujetando el mostrador de mármol a medida que temblaba de ira… y otras emociones que nunca me permitiría sentir.

Sakura me miró, de nuevo no tenía miedo, al contrario perece que mi reacción la satisface de alguna maestra, porque esa expresión de triunfo se apodera de sus perfectos rasgos.

—Nunca más vuelvas a mencionar esas cicatrices. Y no hablarás con Itachi de esto, ni una sola palabra, ¿entendido? —gruñí furibundo.

Sus ojos me miran sin ninguna emoción, ella apretó los labios sin decir una palabra.

Una gota de sangre pasó por sus labios y cayó por su barbilla.

Retrocedí, exhalando, agarré un paño y lo empapé con agua tibia.

Agarré su barbilla, pero ella alcanzó mi muñeca.

Me sorprende la fuerza de su agarre, tiene bastante fuerza.

—Quédate quieta —ordené, y dejó caer su mano y me dejó limpiar su barbilla.

Después le eché un vistazo más de cerca a su labio.

Sus dientes solo habían cortado la capa superior de piel

—. Tienes suerte. Esto se curará por sí solo.

Estaba tan cerca de ella que, su aroma me golpeó de nuevo.

Su voz me sacó del trance.

—¿Cuánto tiempo vas a tenerme aquí?

—¿Quién dice que alguna vez voy a dejarte ir? —pregunté en voz baja antes de retroceder y sacarla de mi habitación.


Después de regresar a Sakura a la habitación de invitados, que esta vez cerré con llave, estaba a punto de comenzar mi entrenamiento diario, pateando el saco de boxeo, cuando Izumi irrumpió en la sala de juegos.

Itachi estaba cerca detrás de ella y trataba de pararla, pero ella se soltó de su agarre y se dirigió hacia mí, pareciendo furiosa.

Me volví hacia ella, levantando las cejas.

No se detuvo hasta que estuvo justo frente a mí y me empujó con fuerza, con los ojos llenos de lágrimas.

Atrapé sus muñecas porque parecía que me iba a abofetear entonces, y eso era algo que ninguno los dos no queríamos que sucediera.

Un segundo después, un agarre acerado se cerró alrededor de mi antebrazo.

—Suéltala ahora mismo —ordenó Itachi.

Me encontré con su mirada, sin gustarme ni un poco su tono.

Su agarre se apretó aún más.

Una advertencia.

Una amenaza.

Nunca habíamos peleado realmente el uno contra el otro, por una buena razón, y daría mi puta vida antes de permitir que eso sucediera.

Pero Izumi podía ser la razón por la que Itachi podría arriesgarse.

Izuna se levantó lentamente e incluso Shisui soltó su control.

Solté sus muñecas, y Itachi soltó su agarre en mi brazo.

Inclinó la cabeza en reconocimiento, un agradecimiento silencioso.

—¿Qué le estás haciendo a esa chica? —preguntó Izumi con fuerza.

Entrecerré los ojos.

—No puedo ver cómo eso es de tu incumbencia.

—Es de mi incumbencia si te estás propasando con una mujer —siseó, pero su voz tembló.

—Soy el Capo. Yo domino esta ciudad. Decido qué pasa con las personas en mi territorio.

Me giré para enfrentar el saco de boxeo, pero Izumi se interpuso delante de él.

La furia ardió a través de mí, pero la empujé por mi garganta a pesar del jodido sabor amargo.

Era de Itachi.

Era una puta Uchiha.

La agarré por la cintura y la puse a un lado como una puta muñeca antes de que me enfrentara al jodido saco de boxeo una vez más.

Desafortunadamente, eso solo duró un maldito segundo.

Se interpuso delante de mí otra vez.

—Izumi —dijo Itachi en advertencia, pero ella lo fulminó.

—¡No!. No voy a quedarme ahí parada cuando alguien corre peligro.

—Sal de mi camino —dije en voz baja, sintiendo mi propia ira aumentando.

—¿O qué? —susurró con dureza.

—Dije que salgas de mi camino, Izumi.

Dio un paso hacia mí, llevándonos casi pecho con pecho.

—Y yo dije que no. Es una razón por la que estoy dispuesta a morir. No me importa tu vendetta con la Organización o lo que sea que pasó en tu pasado. Una mujer inocente no sufrirá por eso.

No podía creer que ella mencionara nuestro puto pasado.

¡Itachi nunca debería haberle dicho de eso!

Itachi se acercó, observándome, no a Izumi.

El jodido temor parpadeaba en sus ojos; algo a lo que aún tenía que acostumbrarme porque mi hermano siempre había vivido sin emociones hasta que conoció a Izumi.

Intenté pasar junto a su esposa, pero ella me agarró de la muñeca.

Mi mirada se disparó a sus finos dedos y luego a su cara.

Itachi se movió ligeramente, sus músculos tensándose.

Le di una sonrisa irónica.

¿Estaba pensando en atacarme?

Su expresión se mantuvo cautelosa.

Me encontré con su mirada y giré mi mano libre para que viera mi tatuaje y las cicatrices entrecruzadas debajo de él.

Debería saber que sin importar lo exasperante que fuera su esposa, jamás la lastimaría.

Sus cejas se fruncieron, y se relajó con un pequeño asentimiento.

Izumi apretó su agarre.

—Puedes calmarte. Quiero que Sakura venga a mi puta cama voluntariamente y no por la fuerza. Así que puedes soltarme de una jodida vez.

Me evaluó de cerca.

—No lo hará. ¿Por qué debería? La secuestraste.

—Y tú fuiste obligada a un matrimonio indeseado con mi hermano. ¿Cuál es la diferencia?

Quitó sus dedos de mi muñeca.

Itachi envolvió su brazo alrededor de su hombro.

—No es lo mismo —susurró.

—La única diferencia es que, en tu caso, tu familia decidió quién se quedaba contigo, mientras que la familia de Sakura no tuvo nada que decir al respecto. Ninguna de las dos tuvo una elección real.

Sacudió la cabeza y miró a Itachi con tanto jodido amor que sabía que nunca podría herir ni un solo pelo en su cuerpo.

Después volvió su mirada a la mía.

—Déjame hablar con ella —dijo, sin preguntar, sino ordenando.

—¿Esa es una maldita orden, Izumi? —pregunté con voz amenazadora.

Tal vez necesitaba recordar que yo era su Capo.

Itachi le apretó el hombro, pero ella sostuvo mi mirada y luego dio un paso adelante y se acercó a mí.

—No —dijo en voz baja, mirándome con esos grandes ojos negros como si eso conmoviera mi corazón—. Te estoy pidiendo permiso como tu cuñada y como una Uchiha.

—Maldita sea —gruñí y fulminé a Itachi con la mirada—. ¿No pudiste haber elegido a una esposa cabeza hueca? Ella es tan buena manipulando como tú.

La boca de Itachi se torció y pareció orgulloso.

Jodidamente orgulloso.

—¿Eso significa que puedo hablar con ella? —preguntó Izumi con esperanza.

—Sí. Pero te advierto… Sakura no es tan dócil como tú. Si yo fuera tú, me cuidaría las espaldas. Podría terminar atacándote para salvarse.

—Me arriesgaré —dijo, luego giró sobre sus talones y se dirigió directamente hacia mi ala.

Itachi la siguió porque obviamente estaba preocupado por su seguridad.

Jodidamente orgulloso.

Izuna rio entre dientes a medida que se acercaba a mí.

—Al principio, en serio odié la idea de tener a Izumi bajo nuestro techo, pero disfruto de su presencia cada día más.

—¿Por qué no llamas a alguien para que arregle esta maldita bolsa en lugar de joder con mi paciencia?

Izuna sonrió.

—Lo haré, Capo. Conozco a alguien con quien puedes liberar tu energía acumulada. Se supone que debo entrenar con Shisui. ¿Por qué no te haces cargo? El niño necesita una buena patada en el culo.

—¿Por qué no te cuelgo de un gancho y te uso como saco de boxeo?

Izuna se echó a reír y se marchó.

Mirando el desorden en el suelo por otro momento, me volví hacia Shisui, quien tenía los brazos cruzados sobre su pecho y me estaba fulminando.

—Vamos, niño. Entrena conmigo.

Shisui y yo nunca habíamos entrenado juntos a menos que contaras las peleas simuladas con las que lo había entretenido cuando era un niño pequeño y aún no odiaba mis entrañas.

Por un momento, parecía que iba a negarse, pero entonces se puso de pie.

Avanzó detrás de mí de esa manera molesta que había adoptado recientemente, solo para volverme jodidamente loco.

Agarré mis llaves y luego las arrojé hacia Shisui.

—Atrapa.

Lo hizo, frunciendo el ceño.

—Nos vas a llevar allí.

—¿En serio? —preguntó y por una vez no me estaba fulminando.

—En serio. Ahora muévete. No tengo todo el día.

Shisui se apresuró a pasar junto a mí, sin pisotear, y lo seguí, sacudiendo la cabeza y sonriendo.

Nada hacía que ese niño se emocionara tanto como conducir autos o, más bien, correr con ellos.

Cuando llegué al camino de entrada, ya estaba al volante de mi nuevo Lamborghini Aventador verde neón, sonriendo como el gato que consiguió la puta crema.

Al momento en que mi trasero golpeó el asiento del pasajero, aceleró el motor y salimos disparados por el camino de entrada.

—Hay una puerta al final. Recuerdas eso, ¿verdad? —murmuré, abrochándome el cinturón.

Shisui presionó el botón y las puertas se abrieron, y corrimos a través de ellas con solo unos centímetros de separación entre los espejos laterales y el implacable acero.

Negué con la cabeza, pero Shisui no redujo la velocidad.

Atravesamos el tráfico y los bocinazos nos siguieron a todas partes.

Una patrulla policial salió disparada desde un callejón lateral y comenzó a perseguirnos con sirenas aullando y las luces encendidas.

—Oh, hombre —se quejó Shisui, golpeando los frenos y deteniéndose.

El oficial salió, con la mano en su pistola, y caminó hacia nosotros mientras su colega se quedaba atrás, con la pistola a su lado.

Ese era el problema con los autos nuevos.

Shisui bajó la ventanilla y el oficial lo miró.

—Sal del auto.

Me incliné hacia delante, mi antebrazo con mi tatuaje apoyado contra el tablero de instrumentos y le sonreí al hombre.

—Desafortunadamente, oficial, tenemos que llegar a un lugar.

El oficial de policía registró mi tatuaje, después mi cara y dio un paso atrás.

—Es un malentendido. Conduzcan con cuidado.

Asentí y me hundí contra el asiento.

—Conduce.

Shisui me miró con un toque de admiración en sus ojos.

Sakura

Me recosté en la cama, mirando al techo, preocupándome por mi familia, especialmente por Taro.

Era tan protector conmigo, ¿y si hacía algo estúpido como un ataque y se mataba?

Quería que me salvara, pero si algo le pasaba a Taro, no sobreviviría.

Prefería sufrir el dolor y soportar la presencia de Sasuke antes que ver a mi hermano lastimarse.

Sin embargo, mi cabeza recordaba esa escena en el baño con Sasuke, la satisfacción me recorre porque dió lo que quería ver y lo que estaba buscando.

Un punto débil, algo tenía que ser muy importante con respecto a esas marcas en su brazos al igual que las de su hermano para que tomara esa actitud.

Sonreí pasado la lengua por mis labios para sentir la poca sangre que quedó en ellos, tengo que juntar las piezas del rompecabezas para usarlo a mi favor y eso me dará ventaja en este juego retorcido de ajedrez.

Paciencia, solo necesito paciencia.

Unos pasos sonaron frente a mi puerta y alguien llamó.

Me incorporé, sorprendida.

Nadie se había molestado en llamar.

La cerradura sonó y la puerta se abrió cuando me paré, y entró una mujer joven con cabello castaño y ojos negros, vestida con un vestido rojo veraniego.

Era más baja que yo y debía ser la fuente de la ropa que Sasuke me había traído; eso explicaba por qué el vestido largo que llevaba puesto acababa a mitad de mi pantorrilla.

Nunca la había conocido, pero sabía quién era. No había ni una sola persona en nuestro mundo que no la conociera.

—Izumi —dije. La pobre mujer de la Famiglia que fue arrojada a los lobos Uchiha para ser devorada.

Todo el mundo había oído hablar de esa unión.

Había sido el chisme del año entre las mujeres de la Organización.

Solo había sentido lástima por la chica, pero no parecía que la necesitara o la quisiera.

—Ahora Izumi Uchiha, pero sí, soy yo. —Miró por encima del hombro con un pequeño ceño fruncido, y seguí su mirada, encontrando a Itachi Uchiha de pie detrás de ella—. No tienes que quedarte. Sakura y yo vamos a hablar. No

representa ningún peligro para mí.

¿Estaba preocupado de que atacara a su esposa? Tal vez usarla como un escudo de seguridad humano me habría sacado de la mansión.

Jamás haría eso... no con ese maldito recuerdo en mi cabeza.

Además si fallaba, sabía lo que eso significaría porque la mirada en los ojos de Itachi hizo que mi pulso se acelera de nuevo.

—Voy a quedarme —dijo con firmeza, observándome directamente al entrar, cerró la puerta y se apoyó contra la pared—. Y si haces tan solo un movimiento hacia mi esposa, las consecuencias serán muy desagradables.

Las mejillas de Izumi se pusieron rojas.

Me dio una sonrisa de disculpa antes de acercarse a él, tocando su pecho.

No escuché lo que estaba diciendo, pero la

expresión de Itachi siguió siendo estoica.

Él negó con la cabeza una vez, y ella suspiró.

Después se acercó a mí.

La miré con cautela.

Era una Uchiha, tenía que tomar eso en cuenta.

—Lo siento. Es muy protector —dijo con una sonrisa pequeña.

Le di a Itachi un vistazo rápido.

—Eso es obvio.

Su expresión seguía siendo una máscara fría.

Sasuke me habría dado su sonrisa torcida o esa característica mirada aterradora, y tenía que admitir que lo prefería a la cara ilegible de Itachi, porque no tenía dudas de que era tan brutal y tan retorcido como su hermano, pero aún más difícil de leer.

Pero yo podía ser peor.

Izumi extendió su mano.

—Llámame Izumi.

Dudé, pero luego la tomé.

—Sakura.

Sus ojos cayeron a mi brazo.

—Lo siento.

—No te corresponde pedir esa disculpa —le dije cuando regresé a la cama y me hundí.

No me importa, el dolor me ayudó a controlarme y evitar que hiciera una estupidez.

—Me temo que es la única que vas a tener —dijo con un toque de desaprobación.

Al menos ella parecía horrorizada porque su lunático cuñado me hizo daño.

—No quiero las disculpas de Sasuke. Lo que quiero es probable que no soy cualquiera mujer y que jamás debió de subestimarme, porque no sabe quién soy en realidad o de lo que soy capaz de hacer.

Los ojos de Izumi se abrieron un poco mientras se sentaba en el borde de mi cama, alisando su vestido.

Me reprendo mentalmente por el tono de mi voz y tono como Itachi se tenso... Mierda.

—Creo que tendrás que unirte al final de la fila. El mundo está lleno de gente que quiere lo mismo.

Oh, me agradaba.

—¿Eres una de ellos? —pregunté.

Frunció los labios.

—No, no quiero eso.

—Entonces, él es el que te está lastimando —le dije con un gesto de cabeza hacia su marido sin emociones, solo que ahora había algo peligroso en sus ojos.

Definitivamente no era indiferente a su esposa.

Izumi echó un vistazo a Itachi, y la sonrisa tirando de sus labios me sorprendió.

—Itachi nunca me haría daño. Es mi esposo.

Sonaba honesta y más aún… parecía enamorada.

—¿Por qué estás aquí? —pregunté con el tiempo.

—Pensé que te gustaría compañía femenina.

—Me gustaría volver a mi familia, a mi hogar. Me gustaría que Sasuke detenga sus juegos retorcidos. Eso es lo que me gustaría —susurré con dureza, sintiéndome mal por desquitarme con ella peor no podía evitarlo.

Ella asintió.

—Lo sé.

—Dudo que hayas venido a ofrecer tu ayuda. Eres leal a los Uchiha.

Una vez más, sus ojos se movieron hacia Itachi.

—Lo soy. Ellos son mi familia.

Miré hacia otro lado, pensando en mi propia familia, en Taro, y mi corazón se apretó con fuerza.

Me sobresaltó cuando ella se inclinó más cerca, y Itachi, también, se tensó y se enderezó.

A pesar de mi aparente aprehensión, acercó su boca a mi oído y me susurró:

—Estos hombres son crueles y brutales, pero no es todo lo que hay en ellos. Creo que puedes meterte bajo la piel de Sasuke. Lo deseo para los dos. —Luego se apartó y se enderezó—. Veré qué puedo hacer para que puedas pasar tus días fuera de esta habitación. Podríamos sentarnos en el jardín. No hay razón para que tu cautiverio sea más desagradable de lo absolutamente necesario.

Me quedé mirando a Izumi.

Me sorprendía, pero si en realidad pensaba que alguien podía meterse debajo de la piel de Sasuke Uchiha, entonces la vida en Las Vegas había acabado con su cerebro.


Holis, aquí otro cap.

Atentos con Sakura y esas sospechas de Sasuke.

pero me temo que lo que ella oculta se revelará en el cap 26, así que paciencia.

Sasuke: no la volverá a subestimar...

¿cómo te digo que siempre haré que quedes como payaso delante de ella?... Jajajaja.

Izumi cosita bonita, y Itachi cuidando la.

bueno... nos vemos.