CAPITULO 10
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Era el dia antes de la boda en el hogar de Pony, y ya los futuros esposos se encontraban en el acogedor lugar, abrumados con los nervios que iban creciendo mediante los minutos pasaban, ya que esto significaba, que les quedaba menos tiempo para que todo estuviera listo, a pesar de que contaban con la ayuda de los invitados que ya habían llegado.
Entre ellos, se encontraban Albert, Annie y Archie. Charlie también estaba presente, puesto a que acababa de llegar de Inglaterra con su esposa e hijo, y había querido parar en el hogar para saludar a Terry y darle sus felicitaciones. Los invitados que quedaban llegarían para la ceremonia al día siguiente, pero Candy estaba feliz con la presencia de quienes ya los estaban acompañado, debido a que la hacía sentirse mas tranquila, todo lo contrario a Terry, quien con tanta bulla se agobiaba más de lo que ya estaba.
—Estoy seguro de que todo está. Las flores, las decoraciones, el vestido... —Comenzó a enlistar Archie en medio de la sala, donde los adultos platicaban mientras los niños jugaban afuera.
—¿Y los anillos? —Terry interrumpió, con los nervios que se le salian por los poros, a pesar de que Candy lo abrazaba a ella.
—Si solo me dejaras terminar... Tranquilízate, los anillos los tiene Annie. Como dije, mi esposa y yo nos encargamos de todo.
—¿Y el pastel? —preguntó Candy esta vez.
—¿El pastel...? —Archie repitió, quedando pálido.
—El pastel, Cornwell... —dijo Terry con voz pausada, amenizándolo con la mirada. No le había gustado nada aquella expresión en el Elegante.
Archie miró a su esposa de soslayo con la esperanza de ver en ella una expresión tranquila, pero estaba estaba igual o mas pálida que él.
—Lo olvidamos —soltó, esperando que Terry se le lanzara encima y lo moliera a golpes en el suelo, pero mas miedo le dio al ver que este se habia comenzado a carcajear.
—Creo que ríe para no llorar... —susurró Charlie al oído de Albert.
—Acércate un momento, Cornwell... —La sonrisa que Terry llevaba no engañaba a nadie, sabían que por dentro estaba hirviendo de rabia.
Archie suspiró y tomó un paso hacia adelante, a lo que Terry aprovechó para agarrarlo de la camisa.
—¡¿Cómo que no tienes el maldito pastel?! —exclamó en su rostro.
—¡Suéltame, imbecil!
En ese momento, todos se alertaron y se apresuraron a separarlos, pues conociendo su enemistad y temperamento, no tardarían en enredarse en una pelea física.
—¡Aguarden un minuto! —interrumpió Albert, agarrando a Archie, mientras Charlie por su parte agarraba a Terry—. No formaremos un escandalo aquí, asi que compórtense. De seguro hay una solución.
—¡Mas vale que la haya!
—Terry, cálmate, fue un pequeño error —Candy intentó regresarlo a la calma, pero no dio resultado. Debía admitir que sus palabras no tendrían efecto en Terry, pues por su parte, ella tampoco estaba tranquila.
—Archie y yo olvidamos el pastel en la casa, pero si volvemos ahora, para mañana ya estará aquí —sugirió Annie.
—Supongo que puedo hacerlo...
—¿Pues qué tanto esperas? —espetó Terry, sin una gota de paciencia más.
—¡Que grosero! ¡Estoy tratando de ayudar, maldito aristócrata! ¡Pero es facil dar ordenes cuando no se levanta ni un dedo!
Terry le habría respondido si Charlie no le hubiese tapado la boca. Conocía muy bien a su amigo y de seguro habría dicho algo poco apropiado para un lugar tan inocente como el Hogar de Pony.
—¡Ya! Vamos afuera a tomar un respiro, Terry —ordenó Charlie, jalando a su amigo hacia la salida. Lo mejor era mantener a todos alejados mientras la ansiedad se disipaba.
Candy soltó un suspiro pesado y se arrojó a sí misma al sofá, sosteniéndose la cabeza.
—Perdónenlo, solo está nervioso. Desea que todo sea perfecto.
—Lo entendemos, Candy, y vemos que tú también lo estás —dijo Albert, sentándose a su lado—. Pero te aseguro que todo pasará, y mañana vivirán el dia mas especial de sus vidas.
—Es verdad, estas cosas son así, pensamos que perderemos la cabeza, pero créeme que cuando todo haya pasado, no se acordarán de nada de esto. Solo recordaran lo felices que fueron al por fin unir sus vidas —consoló Annie, sentandose al otro extremo de la rubia—. Archie y yo ya lo vivimos, ¿verdad, amor?
—Si... —asintió, recordando que, lamentablemente, también había actuado como Terry. Odiaba pensar que se habia comportado justo como él, cuando se suponia él era mucho mas educado, pero debía admitir que ambos eran unos perfeccionistas—. Creo que mejor me voy yendo, no vaya a ser que Granchester me encuentre aqui todavía y termine por romperme la cara. —Todos rieron con este ultimo comentario, ya que no podían negar que tenía toda la razón—. Los veo mañana. —Archie abrió la puerta, pero no logró poner pie fuera, pues la persona con la que había chocado se lo impidió—. Candy, uno de tus invitados está aquí.
Mientras tanto, Terry y Charlie caminaban por el bosque en las afueras del Hogar de Pony, buscando distraerse de todas las ideas negativas.
—Vamos, Terry, debes conseguir la calma. Tus nervios solo afectan más la situación, y también asustas a Candy.
—Lo sé, Charlie, pero es que no lo puedo evitar. —Terry se llevo las manos a la cabeza y se despeinó el cabello, desprendiéndose de la energía excesiva que aquel incidente le había causado—. Candy y yo llevamos mucho tiempo esperando por este dia, y no quiero que nada lo arruine, ¡mucho menos por culpa de ese Elegante bueno para nada!
—Ya te exaltaste de nuevo —Charlie rió con fuerza, sin importarle que esto molestara más a su amigo—. Mira, te entiendo. Cuando me casé con Sandra, pensé que enloquecería, pero ya ves, todo salió bien y hasta tenemos a Dylan.
—¿Que ya Sandra no estaba embarazada cuando se casaron?
—¡Shh! ¡Eso no significa nada! —calló a su amigo con una palmada detrás de la cabeza, y por primera vez, Terry se permitió reír.
—Más valía que todo saliera bien, ¡sino tu suegro te hubiera lanzado a nadar con los tiburones!
—Pues en parte tienes razón. Pero en cierto modo, estoy feliz de que las cosas fueran asi, y también estoy feliz por ti. No puedo creer que ya te casas... Pareciera solo ayer que nos conocimos.
Ambos sonrieron con nostalgia ante ese recuerdo. ¿En qué momento habían crecido tanto?
—Gracias, Charlie, me siento mucho mejor ahora.
—¡Oigan! —la voz de Albert los detuvo—. ¿Todo mejor?
—Si, Albert. Lamento haber reaccionado asi, pero ya Charlie me ayudó a tomar un respiro.
—Gracias —le susurró Albert al castaño, y este le lanzó un guiño, cosa que Terry para nada se perdió.
—Ey, ¿qué fue eso? ¿Desde cuando son cómplices? —rió, comenzando a caminar de regreso al hogar junto a ambos.
—Desde hoy —respondieron al unísono.
—Por fin se me dio conocer a Charlie, después de tantas veces que lo nombraste la noche que te conocí.
—¿Qué? ¡No recuerdo eso!
—Estabas muy borracho.
—¿Pues qué fue lo que ocurrió? —Charlie logró decir entre risas.
—El joven Terry tuvo la brillante idea de meterse en una pelea contra cinco hombres mientras estaba ebrio. Obviamente le dieron una paliza, el pobre muchacho ni ponerse de pie podía.
—Albert, no tienes que dar todos los detalles —interrumpió Terry.
—Bueno, cuando logré ahuyentarlos, tuve que cargar a Terry de vuelta al colegio, y entre balbuceos comenzó a llamarte. Por un momento pensé que se iba a echar a llorar —le contó a Charlie, acoplando todas sus fuerzas para no reírse.
—¡Qué horror! —Terry se tapó el rostro. Hubiera preferido pasar toda su vida sin saber lo que había hecho esa noche.
—Aw, ¿me extrañabas? —mofó Charlie, despeinándole el cabello como si aun fuera un niño.
Ambos Albert y Charlie estallaron a carcajadas burlonas, mortificando a Terry, quién no se atrevía ni a mirarlos al rostro con aquel vergonzoso acontecimiento.
—¡Ya basta, los dos! —Terry trató de intervenir, pero al final él terminó por unirse a ellos, carcajeándose sin saber cómo detenerse.
—¡Michael, llegaste! —Candy lo recibió con un abrazo.
—Por supuesto, no me iba a perder algo que es tan importante para ti. Pensé en saludarte hoy, ya que de seguro mañana estarás muy ocupada. Toma, esto es para ti —le ofrecio un ramo de flores.
—Yo me llevaré eso —intervino Annie, agarrando el arreglo—. De seguro algunas de estas combinarán muy bien con las flores del ramo de novia... —comentó, mirando directamente a Michael, y este carraspeó la garganta.
—¿Por qué no vamos a caminar? —sugirió el doctor, pretendiendo no haber entendido lo que Annie le insinuaba al decir aquello.
—¡Claro!
—Candy —Annie la detuvo del brazo—, no se tarden. Cenaremos pronto.
La rubia asintió con la cabeza, y se fue con su amigo a platicar, dejando a su hermana algo preocupada. Esperaba que esa caminata a solas no trajera malos entendidos.
—Que bueno que llegaste, Michael, estoy que me muero de nervios y emoción. Necesitaba que alguien me distrajera.
—¿Y tu novio?
—Él esta peor que yo —rió forzadamente, y se pasó la mano por la nuca, deseando en silencio de que en esos momentos, él ya estaría calmado—. Hubieron unos inconvenientes, pero su amigo lo sacó para que se relajara. Le hacía falta tomar aire fresco, y creo que a mi tampoco me viene mal. Tal vez nos toparemos con ellos por aqui.
—Preferiría que no... —Michael intentó sonar divertido para seguir la conversación con un buen humor, pero no pudo disimular su voz tosca y resentida, lo cual llamó la atención de Candy.
—¿Por qué? —Se volteó a él, buscando una respuesta en su rostro. Lucía incomodó.
Michael soltó el aire en señal de convicción luego de pensar si debía ser honesto.
—Candy... En realidad no pensaba venir. Creeme, me sentí halagado de que me hayas invitado, pero tú y yo sabemos que Terry no me aprecia mucho que digamos, y para serte honesto, a mi tampoco me cae bien —admitió, evitando mirarla a los ojos—. Consideré faltar para no tener que verlo, pero luego pense que no estaría aquí por él, sino por ti... Candy, quiero verte feliz.
Candy sonrío, conmovida por las palabras dulces de su amigo, pero por un segundo sintió lástima al pensar que tal vez Michael aun guardaba sentimientos por ella.
—Gracias, Michael. Sí soy feliz.
El pelirrojo tomó la mano de Candy, sorprendiéndola, y la apretó con fuerza, como no queriendo soltarla. Pensar que ella sería mujer de otro le dolía, pero a su vez, sabía que ella había elegido con quien quería cumplir sus sueños. Eso debía respetarlo.
—¿Michael?
—Te irás. Lo sé. Tendrás el hogar y familia que tanto me dijiste que deseabas. A pesar de todo, eso me hace feliz a mi también. —Le sonrío con sinceridad.
Los pasos de Terry se detuvieron en seco al ver a lo lejos a su novia junto a Michael, quien ni siquiera sabía que vendría.
—¿Qué hace ese maldito aquí? —masculló, apretando los dientes. Antes de poder aproximarse y meterse en medio de ambos, presenció cómo Michael bajó el rostro, y besó a Candy.
Albert y Charlie tambien olvidaron sus risas, y se quedaron quietos, pero al contrario de Terry, estos se percataron más de su reacción, pues la tensión de él era palpable.
—¿Terry...? —llamó Charlie, acercando su mano al hombro de su amigo.
Los ojos azul verde de Terry se agrandaron con sorpresa, como queriendo convencerse de que lo que veía era parte de su imaginación; sin embargo, al parpadear consecutivas veces, confirmó que lo qué sucedía frente suyo era real. Michael estaba besando a Candy en medio del bosque, ocultándose de él.
«Es un cobarde...». Terry cerró los puños y los apretó hasta tornar blanquecinos sus nudillos, conteniendo las ganas de utilizarlos contra el rostro de Michael. Sentía que estaba a punto de estallar, pero más que rabia, sentía un agudo dolor en el pecho, porque una vez Michael se separó de Candy, ella le sonrió.
—Terry —Albert lo agarró del brazo para captar de nuevo su atención, pero este no hizo mas que tirar lejos de él y gritar de impotencia.
—¡Ese maldito! —Terry fue a acercarse para ir a reprochar, pero Charlie logró atraparlo antes de que lograra dar el primer paso.
—¡Terry, espérate! ¡No lo hagas!
—¿Cómo? ¿Acaso no viste lo que hizo ese cabron?
—¡Albert, se me va! —Charlie imploró por ayuda al saber que no podría retener a su amigo por mas tiempo.
—¡Terry, no dejes que los celos te nublen la cabeza! ¡Tienes que pensar con claridad! —exclamó Albert mientras ayudaba a Charlie a sostener sus extremidades, lo que por sorpresa se les dificultó con todos los forcejeos de Terry—. ¡Contrólate!
—¡Suéltenme los dos! ¡Suéltenme! —demandó el castaño, hasta que de pronto Albert le tapó la boca para que dejara de gritar histericamente, y comenzaron a arrastrarlo hacia el interior del Hogar de Pony.
Ya estando dentro, lo dejaron ir del fuerte agarre, y una vez los pies de Terry tocaron el suelo, este no tardó en avanzar a zancadas hacia la puerta.
—¡Charlie! ¡Quítate! —exigió cuando su amigo le obstruyó la salida.
—No.
—¡Si no te mueves, te golpearé a ti también!
—No vas a arreglar nada con golpes, Terence—intervino Albert—. Si no te controlas en este instante, lo arruinarás todo.
—¿Tú también, Albert? ¡Ya todo se me arruinó al ver al imbecil ese besar a la mujer con la que me voy a casar mañana! ¿Cómo quieres que me controle? —La voz de Terry estaba cargada de furia, pero en sus ojos comenzaron a brotar lágrimas, confirmándole a ambos amigos que lo que había visto lo había lastimado.
—Vamos a sentarnos —dijo Albert tranquilamente, acercando a Terry al sofá, donde los tres se sentaron. Terry se agachó y se agarró la cabeza, sin saber qué hacer—. Michael le dio un beso en la mejilla —aseguró.
Terry volvió a levantar la cabeza de manera violenta, y espetó su mirada en los ojos de Albert.
—¿Crees que soy idiota? ¡Claramente lo vi!
—¿Acaso me crees capaz de mentirte?
Terry dudó por unos segundos.
—Te puedo asegurar que Albert te dice la verdad —apoyó Charlie.
—Además, Candy jamás seria capaz de hacerte eso. Ella te ama a ti.
—¿Entonces por qué vino él? Cuando hicimos la lista de invitados, no lo incluimos. ¡Yo revisé si habíamos olvidado a alguien y su nombre no estaba! De eso estoy seguro.
—Debe haber una explicación —aseguró Charlie.
—Ahora más que nunca debes confiar en ella —dijo Albert.
—¡Aquí están! —exclamó Candy, entrando junto a Michael y con una gran sonrisa en los labios, misma que desapareció de inmediato al ver el rostro apesadumbrado de su amado—. ¿Qué pasa? ¿Todavía sigues mal? —Se apresuró a quedar a su lado para poder verlo más de cerca. Tomó el rostro de Terry entre sus manos, y lo hizo levantar la cabeza. En sus ojos, pudo ver una profunda tristeza—. Anímate, Terry, Archie ya fue a buscar el pastel. Todo saldrá bien. Hay que estar felices. —Le dio un pico en los labios, y Terry se obligó a sonreír.
—¡La cena está servida! —anunció Annie junto a la señorita Pony, y de pronto, todos los niños que estaban afuera con la hermana Lane, entraron al hogar escopetados.
—Vamos a comer —dijo Candy entusiasmada—. Michael, quédate a cenar. —La rubia quiso caminar de nuevo hacia él, pero fue incapaz al sentir el agarre de Terry en su mano. Este se puso de pie, y la abrazó posesivamente, asegurándose de que solo pudiera verlo a él.
Besó los labios de su amada con necesidad, como si hubiese temido nunca mas poder hacerlo. Se aseguró de marcar con sus labios cada espacio del rostro pecoso, queriendo borrar cualquier rastro de otro.
—Me encanta besar tus pecas —declaró, ahora besando su nariz salpicada de ellas.
—Terry, debemos ir a cenar —apuró la Pecosa, aun riendo por los besos que él le daba—. Vamos. —Intentó separarse, pero Terry no la soltó—. ¡Terry!
—¿Me amas? —preguntó, pegando su frente la de ella, jugando con la punta de sus narices.
Candy sonrió por la pregunta, ya que le parecía algo tonta, teniendo en cuenta que se iba a casar con él el próximo dia.
—Claro que te amo. Lo sabes.
Terry asintió con la cabeza.
—Después de cenar, necesitamos hablar, Candice —y al decir esto ultimó, la soltó.
La sonrisa de Candy se borró al escuchar como él la había llamado. No le gustaba que la llamara de ese modo, porque a pesar de que ese era su nombre, él solo la llamaba asi cuando estaba enojado. No comprendía que pudo haber hecho para merecer ser llamada por su nombre de pila, solo sabía, que estaba asustada.
—Adelántate a la mesa, te acompañaré en un rato —dijo, incitándola a que siguiera caminando.
—Michael, es por aquí.
—Irá en un momento. Por favor adelántate —repitió Terry, sin afectar su tono de voz para no asustarla.
Dudosa, ella asintió con la cabeza y se retiró.
Una vez solos, ambos Terry y Michael se quedaron quietos en sus lugares, sin quitarse la mirada de encima. Las palabras no eran necesarias para expresar el desprecio mutuo que sentían.
Despues de varios segundos en silencio, Michael decidió abandonar su lugar, y caminó decidiamente hacia la entrada al pasillo con la intención de sobrepasar a Terry sin intercambiar palabras, pero estaba equivocado si creia que Terry se le había quedado mirando sin razón. Una vez estuvo por cruzar con él, Terry lo detuvo al agarrarlo del pecho y empujarlo contra la pared.
—Escúcheme bien, Lenoir —Terry arrastró, empuñando con mas fuerza la camisa de Michael—, he estado soportando su presencia a mi alrededor solo por no formar un escándalo, pero que no crea que le estoy dando alas para acercarse a mi prometida. Si lo vuelvo a ver cerca de ella con otras intenciones, le juro que no me contener más, ¿le queda claro?
—¿Y según usted, qué intenciones tengo con Candy? —Michael se hizo el desentendido, sin permitir que las amenazas de Terry lo hicieran reaccionar.
—No juegue esa carta conmigo. Sé que gusta de ella, y que aun sigue esperando a que ella le de una oportunidad. ¿No es eso cierto?
—Graham, veo que usted está tratando de provocarme, pero yo no me rebajaré a su nivel... —Los ojos de Michael barrieron a Terry con desprecio, sin comprender cómo es que alguien tan arrogante pudo haber logrado conquistar el corazón de la Pecosa—. Admito que tiene razón. Amo a Candy, y hubiera deseado que me escogiera a mi... Ella pudo haberse conseguido a alguien mejor.
—¿Como usted? —Terry resopló.
—Honestamente, con cualquier otro yo hubiera estado más tranquilo. Pero también sé que no tengo derecho a elegir por ella. Solo deseo la felicidad para Candy y entiendo perfectamente que no es a mi a quien quiere. Solo me ve como amigo, y tengo que conformarme con ese cariño...
—¿Entonces por qué demonios siempre tiene que pasarse de la raya? ¡Los abrazos prolongados, los paseos a solas, las agarraderas de manos y los besos en la mejilla están totalmente fuera de lugar!
—Quiero que ella sepa que me tiene a mi en caso de que usted la lastime. Tengo la esperanza de que algún día las cosas cambien. —Michael se desprendió del agarre de Terry, y no apartó su mirada de la de él.
—Pues, por mi, se puede quedar esperando. ¡Mientras tanto, aléjese de ella! —Dio su última advertencia, y se dirigió hacia el comedor, donde Candy lo esperaba angustiada.
Cuando la cena hubo culminado y los invitados se hubieran retirado a sus respectivos hoteles, la pareja de comprometidos se dirigieron a la colina de Pony sin mediar palabra en el camino. Candy no podía dejar de preguntarse qué era lo que Terry tanto quería decirle, o por qué, ya que durante toda la cena, él había permanecido en silencio, pero con un notable gesto de enojo.
Ya en la cima, Terry se giró a Candy para comenzar, pero al abrir la boca, la volvió a cerrar, pareciendo que las palabras se habían perdido en el camino.
—¿Qué sucede, Terry? —preguntó Candy, confundida y consternada. La noche antes de la boda no parecía ser el momento adecuado para conflictos.
—¿Por qué está aquí? —cuestionó Terry, tratando de que su voz no sonara afectada.
—¿Quién?
—Michael Lenoir
—Porque yo lo invité —respondió Candy.
Terry inhaló profundamente.
—¿Y por qué no sabía de esto? Hicimos la lista de invitados juntos, y estoy seguro de que no lo incluimos.
—Es que no me había acordado en el momento... Pero luego sí, y le dije a Annie que le hiciera una invitación.
—¿Y no pensabas decírmelo? —reprochó, juntando el entrecejo. Candy comenzó a comprender lo que estaba sucediendo, e irritada frunció el ceño también, ya que ella no le había dicho nada cuando él habia invitado a Karen.
—Fue sin querer. No pensé que te fuera a molestar.
—Pero, Candice, tú muy bien sabes que Michael no me agrada.
—Tengo derecho a invitarlo, Terence.
—¡Esta también es mi boda! —exclamó, indignado por lo poco que lo había considerado. Candy dio un pequeño salto al escucharlo alzar la voz, y al ver su reacción, Terry suspiró—. Lo siento, no debi gritar. —La agarro de la mano y la acercó a pesar de que ella había puesto algo de resistencia—. Candy, no quiero pelear, en serio. Quería quedarme callado, pero es que no creo que sea justo que lo invites sabiendo que me incomoda su presencia. Lo acepté en tu cumpleaños porque era tú día especial, pero esta vez es el de los dos.
—¿Entonces qué puedo hacer? ¿Quieres que lo desinvite? ¿Que lo mande de regreso a su casa?
—Perdón, pero sí —respondió con firmeza.
Candy, sin perder su determinación, se soltó de él y comenzó a caminar en silencio alrededor del árbol, reflexionando en lo que debía hacer.
—No puedo creer que tus celos te hagan tan egoísta.
—¿Mis celos? —repitió, incrédulo—. ¿Entonces yo soy el problema? Es fácil decirlo cuando tú nunca has sentido esa punzada en el corazón.
—¿Qué sabes tú? —refutó Candy sin poder detener las palabras.
—Ilumíname, por favor.
Terry vio cómo los ojos verdes de Candy comenzaron a llenarse de lágrimas, y cómo esta hizo el intento de ocultárselo. Sospechó que había algo que llevaba molestándola por algún tiempo, y que no se atrevía a confesar.
Hizo a un lado su coraje, y regresó a ella para secarle las lágrimas que yacían derramadas sobre sus mejillas.
—¿Hay algo que me quieras decir?
La rubia se tomó su tiempo en responder.
—Si lo he sentido —confesó—, pero nunca te lo dije.
—¿Cuándo?
—Primero lo sentí cuando empezaste a trabajar con Susanna.
Terry agrandó los ojos de golpe, sorprendido ante la mención de la persona con la cual había compartido algunos años de su vida.
—¿Acaso nunca te detuviste a pensar en lo mal que me sentía al verlos en las fotos del periodico con ella abrazada a tu brazo? ¿Que no me retorcía de rabia ante leer todos los rumores sobre ustedes? ¿Que ella sería tu Julieta? ¡La llegué a odiar, Terry! —comenzó a sollozar, tapándose el rostro sin poder retener todas sus emociones por más tiempo—. Ella estaba siempre a tu lado, y yo solo recibía cartas... Cartas en donde yo siempre era la pecosa, la mona, la atolondrada, la Tarzan... Mientras a ella la llamabas Susie.
—Por Dios... Para mi no significaba nada —trató de hacerla entender, pero no logró detener su llanto—. Además, eso fue hace muchos años, ¿ahora me lo vienes a decir? Ya está muerta.
Por aquel comentario, Candy dejó de llorar de repente y alzó la vista hacia Terry con furia, como queriendo abofetearlo con solo la mirada.
—Está bien. Si hay que hablar del presente, hagámoslo. Tu amiga Karen, ¿crees que no me dieron celos cuando te pregunté si habías estado con alguien, y me dijiste que Karen y tu se besaron? ¿Que casi te acuestas con ella?
—¡Tú y yo estábamos separados! —Terry se apresuró a justificarse—. ¡No es justo que me saques eso en cara cuando lo que está pasando ahora con tu amigo, está pasando ahora que nos vamos a casar! ¡No es igual! —Terry sintió enfadarse de nuevo, añadiendo más fuego a la discusión.
—¡Terry, no entiendes! —Candy se desesperó y se sostuvo la cabeza, la cual comenzaba a palpitarle con intensidad—. Pasó hace años, pero desde que me enteré de eso no me quedo tranquila cada vez que Karen y tú comparten una obra juntos. Tengo que aguantar que se besen en el escenario, y soportar el miedo de que alguna vez te gusten sus labios... ¡De que cuando la beses, no pienses en mi! De que cuando la mires, te des cuenta de su belleza. Nunca me ha importado el físico de una persona, pero con ella no puedo evitar compararme. Sé admitir que Karen es mucho mas atractiva que yo, pero eso antes no me molestaba porque yo nunca pensé que tú... —No pudo terminar de hablar, debido a la interrupción de su sollozo. Toda esa situación la había atormentado mucho mas de lo que ella había pensado, hasta ahora que lo decía en voz alta—. Entonces ya ves, Terry, sé muy bien de lo que hablas. Pero aun con este horrible sentimiento, no te pedí que desinvitaras a Karen. No te dije nada porque sé que la quieres...
Terry tragó seco cuando ella volvió a estallar en llanto. Le había costado escuchar, pero al fin podía comprender lo que Candy trataba de decirle. El cargo de conciencia lo abrumó al darse cuenta de que él había causado esas inseguridades en ella.
—Ven aquí. —La regresó a sus brazos y ella siguió llorando en su pecho.
—Perdón, me dejé llevar —dijo Candy, sintiéndose tonta por todo lo que había dicho a causa de los celos que había acumulado con el pasar del tiempo—. No hagas caso a nada de lo que dije. Son solo tonterías que se me vienen a la cabeza.
—No. Perdóname tu a mi, Pecosa. No me percaté del daño que te hacía, a pesar de que yo también he pasado por lo mismo... Todo esto viene del miedo de perder a la persona a quien amas, pero no quiero que pienses así. No amo a nadie más que a ti, y siempre será así. Jamás dudes de eso. —Acunó su rostro y le dejo un tierno beso en los labios, mismo que logró sacarle una sonrisa—. No te pediré que desinvites a Michael. Si, estoy muy celoso, y debo admitir que siempre me siento así cuando él está contigo, pero voy a comportarme.
—¿Pero por qué? Sabes que entre nosotros nunca ha pasado nada, y nunca pasará, ya que a partir de mañana, tu y yo estaremos juntos por siempre.
—Lo sé —Terry sonrió de lado, pero luego desvió la mirada—. Siento celos porque cafa vez que él está, presiento me quedo detrás de su sombra. De hecho, no es la primera vez que me pasa. Cuando te conocí, aun pensabas en Anthony, y yo creí que yo solo te gustaba porque te recordaba a él. Pensaba que solo era tu segunda opción...
—Terry, nunca ha sido así. Las cosas pasaron como tenían que pasar para que yo pudiera llegar hacia ti. Me costó mucho aceptar la muerte de Anthony, pero nunca te vi como su reemplazo. Como te dije una vez, ustedes eran muy diferentes... Y aunque quise mucho a Anthony, a ti te amé mas que a nada.
—Gracias, Pecosa, pero en realidad ahora pienso que no importa si era o no tu última opción. Sé muy bien que no fui tu primer amor, pero si quiero ser el definitivo.
—Lo eres. —La pareja se aferró en un abrazo necesitado, afirmando que solo querían ser ellos dos en la vida del otro. El camino había sido largo y doloroso para ambos, pero al fin los obstáculos habían acabado. No había gente, inseguridad, o mal entendido que lograría separarlos, y podrían celebrar su unidad al día siguiente con sus seres queridos.
—No puedo esperar a que seas mi esposa —susurró Terry, cerca de los labios de Candy antes de besarlos—. Este es el último beso que te doy como tu novio, así que será mejor que descanses para que el tiempo pase mas rápido y puedas besarme de nuevo —bromeó.
Candy se rio con una carcajada limpia, pues estaba segura de que Terry no aguantaría tantas horas sin poder juntar sus labios a los de ella.
Continuará...
꧁•𑁍•꧂
