Gracias a Li por su lectura previa.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 15

Bella

Me sentía molesta. Eran esas instantáneas que estaban publicadas en la mayoría de los portales sociales.

Por ese motivo cuando me habló por facetime, no pude contener mi disgusto.

― ¿Qué quieres?

Edward me miró extrañado a través de la pantalla. Me dio gusto que su sonrisa petulante se había desvanecido.

― Quiero saber cómo están Nicole y tú, pero veo qué hablé en mal momento. ¿Por qué estás enojada?

Respiré hondo. No debía importarme que estuvieran saliendo imágenes de él con esa modelo. Sin embargo, tampoco podía fingir que no me dolía ver su ancha sonrisa en cada fotografía que aparecía.

Calma Bella.

― Estoy estresada ―respondí.

― Bueno, cuando regrese te ayudaré a cuidar a la niña, lo prometo ―seguía sonriendo y el coraje continuaba extendiéndose en mi interior, ¿de qué se reía?

― Está bien ―dije cortante.

Edward exhaló ruidosamente, pasó una mano por su pelo rebelde y volvió a exhalar.

― ¿Dónde está Nicole?

No respondí, tan solo moví el celular, enfocando a mi bebé dormida en la cama, junto a mí.

― Mi princesa duerme como un angelito ―comentó―. ¿Cómo estuvo su día? ¿te dio mucha guerra?

― Ha estado llorando porque tiene molestias con los dientes, creo que al fin vienen.

― Tendremos que tener mucha paciencia ―argumentó―. ¿Tienes analgésicos apropiados para su edad?

Tomé la medicina que estaba sobre la mesita de noche y mostré en la pantalla la caja del Baby Orajel.

Estaba siendo demasiado cortante. Lo que conllevaba a pensar que me estaba comportando de manera inmadura.

― Bella, ¿hice algo qué te molestó? Me gustaría que me dijeras si dije algún comentario que no te pareció, sé que suelo ser muy directo y no módulo mis palabras.

― Lo que molesta es que dijiste que irías a Italia por negocios y andas paseando de lo lindo con cuanta mujer se te acerca. Tu nombre e imagen están por todas partes.

¿Acaso estaba sonriendo? Sí. Edward estaba sonriendo cínicamente.

― ¿Estás celosa?

― ¡Claro que no! ―refute―. Es solo qué… qué mi día ha sido estresante.

― Te estresas porque me ves compartiendo con otras ―dijo, manteniendo la sonrisa socarrona y provocando que mi estómago se revolviera―. Me gusta saberlo, aunque te diré que tus celos han sido en vano. Emily es una socia, una amiga que está felizmente recién casada, así que ella no tiene ningún interés amoroso en mí, así como yo tampoco lo tengo por ella.

Cerré la boca, mi mente maquinando. Ahora me sentía curiosa y quería saber quienes eran.

― Y las demás mujeres con quien te veías feliz de la vida… ¿también están casadas? ―indagué, ignorando la punzada de celos taladrando mi cabeza.

― Son solo conocidas, Bella. En su mayoría son modelos que tengo el gusto de conocer y nada más.

― En las fotos te ves muy feliz junto a ellas ―el tono de mi voz seguía siendo cortante.

― Bella, ellas no tienen ni el mínimo grado de importancia que tú tienes en mi vida ―aseguró, dejándome sin palabras.

― Yo no debería ser importante en tu vida ―dije ladina.

De nuevo su sonrisa amplia y perfecta me dejaba sin aliento. No iba a negar que lucía atractivo en su traje gris.

― Eres importante, Bella ―aseveró―. Desde que eres la madre de mi hija lo eres.

Hice una mueca.

― Tengo el nivel de importancia que tiene tu ex ―exhalé. No me gustaba saberlo.

Él sacudió la cabeza.

― No hay comparación, Bella ―susurró con una sonrisa―. Pero este tema lo quiero tratar en persona,

Me acurruque en la cama mientras seguíamos conversando cosas triviales y no iba a negar que me gustaba que me empezara a dar explicaciones de quién y quiénes eran las modelos que aparecían junto a él.

También hablamos de sus hijos y sus padres, todos habían tomado la noticia de mi bebé con naturalidad, aunque con su hija habría que esperar para que pudiera acercarse a mi niña.

Luego de un rato preguntó por Jasper y al saber que no había aparecido en casa, soltó un gran suspiro, dijo que se sentía tranquilo.

Volvieron las risas a nuestra conversación y fue la primera vez que me quedé dormida escuchando su voz.

.

.

En la mañana siguiente. Me detuve abruptamente al ver el gran ramo de rosas rojas en mi escritorio.

Miré hacia todos lados y apresé con fuerza mi labio inferior hasta casi romper la piel. Fue en ese momento que sensaciones extrañas se arremolinaron en mi estómago.

Si mi madre me escuchara seguramente diría que tenía hambre.

Negué, manteniendo la sonrisa para mis adentros y al acercarme tomé la tarjeta.

No podía creer que estuviera haciendo esto.

― Espero que sean de Edward y no de algún otro pretendiente.

La voz de Kate me distrajo. Era extraño que dejara de lado su profesionalismo y que me hablara con tanta confianza.

― Edward no tendría porqué molestarse ―respondí socarrona.

Claro que quería verlo celoso y poder sentirme poderosa, porque así tendría luz verde para poder decirle en su cara que no tenía derecho a estarlo. De ahí tendríamos una nueva discusión y…

¡Basta Bella! No es tiempo para tus monólogos internos.

― Entonces ¿no te las envió tu jefe? ―inquirió en ese tono coqueto.

Fruncí las cejas. Mi sonrisa se amplió y de nuevo sentí como miles de mariposas revoloteaban en mi estómago al ver el remitente.

― Mira que si Edward se está viendo lento debes decirme ―añadió―. Le he dado miles de consejos y no entiendo porque no los aplica.

― ¿Le has dado consejos a Edward? ―pregunté intrigada.

― Por supuesto ―admitió―. Le he repetido hasta el cansancio que debe ser menos anticuado, que debe acercarse a lo moderno y que sería conveniente para él abrirse alguna página de interacción social, no sé, probablemente Instagram, es que no imagino a Edward haciendo tiktok.

Reí. Mi mente no le estaba haciendo justicia y si, Edward no debía tener tiktok. Sin embargo, mi risa desapareció al recordar que su imagen apareció en el Instagram de otras.

― Edward es muy lindo ―las palabras salieron de mi boca― realmente sabe cómo ser un caballero.

Suspiré al ver su nombre en la tarjeta.

― Lo de ustedes va en serio, ¿no?

Apreté los labios. No le diría que anoche hice una escena de celos terrible y hoy estaba arrepentida.

― Bien si no me quieres contar ―dijo― terminaré por averiguar con ese hombre gruñón ―me dio un guiño― es fácil sacarle toda la información.

― ¿Desde cuándo conoces a Edward? ―la curiosidad de nuevo estaba ganando.

Kate jugó con su larga cabellera rubia y la dejó sobre su hombro.

― Nos conocimos en una cena de amigos, nos presentaron y salieron chispas ―rio―. Es una broma, Bella. ¡Por Dios!, mira tu cara de dolor. No hubo nada de atracción, por supuesto, pero si muchas ganas de aprender de él, es un tipo inteligente. Desde hace más de diez años estamos juntos en Bluebonnet.

― ¿Nunca has salido con él? ―mi pregunta fue directa.

Kate soltó una carcajada fuerte a la vez que negaba y su rostro se enrojecía.

― Será mejor que nos pongamos al día ―ordenó―. Necesito que trabajes en el último diseño, quiero que corrijas algunos detalles, te enseñaré ―me señaló la pantalla del IPad.

En el transcurso del día tuve oportunidad de seguir conversando con Kate. De conocer un poco su obsesión por el diseño y el gran respeto profesional que sentía por Edward.

Sutilmente me dejó ver que sus gustos no eran exactamente los míos y que por supuesto que ella no tenía interés amoroso por Edward Cullen.

.

― Así que te envió flores ―mamá continuó olisqueando las rosas. No dejaba de admirarlas desde que llegué a casa― me agrada, nena.

Cambié el pañal de mi bebé por uno limpio mientras escuchaba resonar el timbre de la puerta, mamá corrió hacia ahí.

― Buenas tardes ―escuché la voz de Edward.

Vestí con rapidez a mi bebé y la anclé a mi cadera antes de salir corriendo hacia la entrada.

Edward estaba observando detenidamente a mi madre.

― Hola ―dijo mamá tomando su mano y tirando de él con suma confianza― soy Renée, la madre de Bella y abuela de tu hija.

El rostro de Edward era de asombro. Él estaba haciendo memoria, lo sabía por su gesto.

― Yo te conozco ―comentó algo confundido.

― Por supuesto ―aceptó mi madre―. Soy la mujer de quien pagaste la consulta médica hace un tiempo. Bueno, realmente era la consulta de tu hija.

Edward abrió la boca completamente desencajado.

― ¿Usted era…?

― Soy esa mujer.

― ¿Por qué no me lo dijo? ―Edward preguntó con un ligero disgusto en el tono de su voz.

― No me correspondía hablar ―argumentó mamá―. Respeto a mi hija y era un tema que no debía tratar, aunque ganas de darte un jalón de pelo, no me faltó.

― Mamá… ―intervine― recuerda que se te hace tarde.

― Nena, estoy conociendo al padre de la oruga ―articuló, mirándolo―. ¿Cuáles son sus intenciones con mi nena?

― ¿Mis intenciones? ―inquirió―. Me gustaría antes saber a cuál nena se refiere, porque si es Nicole, es obvio que seré responsable.

― Hablo de mi hija, por supuesto ―espetó mamá.

Edward pasó de ver a mi madre a enfocarse en mí, en nosotras.

― Hola ―saludó sonriente, caminando hacia donde estábamos, parecía que su disgusto se había evaporado cuando nos arropó en un fuerte abrazo―. Les eché de menos.

Me permití cerrar los ojos y devolverle su muestra de aprecio, mi brazo derecho lo aferró con fuerza.

Me impregne del aroma a su colonia, de ese olor a pino y madera que solía ser sexy.

Sostuvo en minutos a mi oruga y empezó haciendo muecas para hacerla reír.

― La respuesta ha sido respondida ―balbuceó mi madre―. Debo irme nena ―mi madre captó mi atención tomando mi mano, me hizo caminar hacia el pasillo―. Bella, necesito que me prometas que no habrá celebración sin preservativos, quiero escucharlo cariño.

― Mamá, puedes irte tranquila. Edward y yo estamos en planos distintos.

Mi madre juntó las cejas.

― Nena, solo mira tu cara, estás enamorada de ese hombre y no trates de negarlo porque he soportado tu mal humor desde que se fue a Italia, no puedes ocultar que estabas completamente celosa porque salía con mujeres. Además, es obvio que para él no eres indiferente, sino no me hubiera ignorado como lo hizo al verte, su cara se iluminó.

― Mamá se te hace tarde ―la insté para que se fuera.

― Solo prometelo cariño ―insistió.

En sus ojos identifiqué un deje de preocupación. Mi madre había estado conmigo, apoyándome en el transcurso de embarazo y postparto, ambas tuvimos qué hacer muchos cambios para poder cuidar de mi oruga.

Así que comprendía su temor. No podía fallarle nuevamente.

Sujeté sus manos y miré sus orbes azules como el color del cielo.

― Mamá, no te preocupes por mí, no voy a fallarte.

― No es por mí, cariño, es una promesa que debes hacerte tú misma. Me estoy volviendo vieja y no podré estar como quisiera contigo y ayudarte como quiero ―sus dedos se enredaron en un mechón de mi cabello―. Me siento culpable porque siempre fui severa contigo, te quité momentos y no te permití disfrutar tu adolescencia porque me aferré a que debía darte la mejor educación, quería que tuvieras una carrera profesional y… ―guardó silencio― solo cuídate, cariño. No debe haber fiesta si no hay gorrito ―me regaló un guiño.

Caminó a Edward y le volvió a saludar de mano.

― Edward, espero que algún día tengamos oportunidad de tomarnos un café ―mamá comentó con mucha seriedad, ella estaba tratando de intimidar. Me dio ternura ver su gesto, mamá solo quería protegernos―. Cuide mucho a mis niñas ―le dijo― queda pendiente nuestra taza de café.

― Será un placer, señora.

― Llámame Renée.

Edward le sonrió mientras le daba un asentimiento y mi oruga intentaba meter un dedo en la boca de él. Mamá siguió caminando de espaldas y sin dejar de verme con esos ojos de advertencia que lograban ponerme nerviosa.

Pude respirar con tranquilidad cuando el sonido de la puerta se escuchó al cerrarse.

Fue entonces que Edward se enfocó en mí.

― ¿Crees que se moleste si paso la noche aquí?

En mi estómago todo se revolvió. Estaba ilusionada y no podía ocultar mi emoción.

― ¿Aquí con nosotros? ―indagué.

― Sí. Quiero quedarme a dormir con ustedes.

La emoción subió hasta mí cuello porque pude sentir el calor cubrir mi piel y parte de mi rostro.

Mi madre tenía razón. Estaba enamorada y no podía cometer errores.


Hola. Espero que el capítulo sea de su agrado. ¿Verdad que Renée es un amor? Y bueno, me gustaría saber sus opiniones. Ellos se gustan, se atraen pero van despacio, bueno, al menos eso creo con Edward.

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