-¡Hola, Sasuke! ¡¿Cómo has estado?! – la primera en saludarlo fue HanaYasha, tomando su sandalia derecha para quitársela.
Fugaku, quien ya estaba descalzo, pasó al lado de su hijo y le revolvió sus cabellos, antes de encaminarse en silencio a la cocina.
-B-Bien. – respondió tímidamente, escondiendo su ensayo recién escrito detrás de su espalda y con sus ojos dirigidos al suelo.
-Oye, ¿Qué tienes ahí? – preguntó Taichi con malicia, caminando a lo largo del pasillo y quitándole el papel con un suave movimiento de sus garras. - ¡Oh! – exclamó, leyendo la primera línea.
-¡D-Devuélvemelo! – exigió el niño al ver aquello, saltando a su alrededor y estirando sus brazos hacia arriba lo más que podía.
De pronto, el Youkai recibió un golpe en la cabeza, dejando el papel volando, hasta que HanaYasha lo alcanzó y lo tomó con las puntas de sus dedos.
-¡El señor Fugaku nos invitó para comer! – bramó con autoridad. - ¡No para molestar a Sasuke y leer su...!
Cuando sus ojos dorados se enfocaron en el papel, estos se abrieron de par en par. Unos segundos después, se volvieron cristalinos, sorprendiendo a los chicos.
-¡La comida está lista! – anunció Mikoto, saliendo de una puerta junto a su marido. - ¡Ya pueden pasar!
Sin embargo, al ver como HanaYasha leía con atención un papel que tenía en su mano, y cubría su boca con la otra, derramando un par de lágrimas, enmudecieron. Sasuke se desanimó, agachando la cabeza. Tal vez su escrito no era bueno después de todo. Entonces, la Hanyou se agachó a su altura y le sonrió, quitándose las lágrimas.
-¿De verdad piensas todas estas cosas lindas de mí? – cuestionó conmovida.
Sasuke asintió atónito.
-¿T-Te gusta?
-¡Me encanta! – sonrió, consiguiendo que se sonrojara un poco. - Te pidieron escribir un ensayo, ¿Verdad?
Él asintió de nuevo, con sus ojos brillando por la emoción. HanaYasha suspiró.
-Ojalá pudiera llevármelo conmigo.
-P-Puedo... escribir otro para ti. - habló en voz baja, haciendo una mueca y viendo el piso. - Ya sabes, por... enseñarme a tirar con el arco. Y... lo otro.
Al instante, la joven recordó la noche del festival de verano. Bajo la luz de los fuegos artificiales, intercambiaron dos objetos valiosos para ellos. Sonrió.
-¡Muchas gracias! – y, perdiéndose en su propia emoción, se abalanzó hacia el chico, abrazándolo.
Mientras Sasuke parpadeaba y se sonrojaba más, sus papás los vieron asombrados.
-¿En serio dejarás que se lleve eso a la academia? – cuestionó Taichi, burlándose. - Es demasiado cursi, lo van a golpear.
-No lo escuches, Sasuke. – pidió HanaYasha, poniéndose de pie, devolviéndole el ensayo y sonriendo diabólicamente. - ¡Está celoso porque nadie le ha escrito algo tan significativo en su vida!
Gruñendo indignado, el hombre lobo comenzó a perseguirla por toda la habitación, saltando sobre los muebles, tirando libros y cojines, y moviendo por unos centímetros las fotos colgadas en las paredes. Fugaku se llevó una mano por detrás de la cabeza y Mikoto comenzó a reír. Sasuke sonrió, abrazando con más ánimo su tarea.
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-"Algún día, quisiera ser igual de poderosa que la kunoichi HanaYasha Higurashi..." – leía Sakura Haruno frente a la clase, alucinada con la idea de que sus compañeros conocieran la admiración que sentía, por la chica que la salvó de ahogarse cuando era pequeña. - "...y poder abrir una clínica especial para los Hanyou como ella, ya que es una gran inspiración que merece todo nuestro respeto y apoyo". - apartó el pergamino y se inclinó. - ¡Gracias por su atención!
Entusiasmados con su ensayo, muchos de los chicos y chicas del salón le aplaudieron.
-Muy bien, Sakura. – la felicitó la profesora Kurenai Uzumaki, mientras dejaba el pergamino en su escritorio y la miraba tomar asiento. - Me atrevería a decir, que ese ha sido uno de los mejores ensayos que he escuchado en mi tiempo como maestra.
La niña sacó la lengua, orgullosa de sí misma.
-Bueno, creo que continuaremos con... - dijo con curiosidad, poniéndose unos anteojos mientras revisaba la larga lista que tenía de sus alumnos.
En las bancas, Naruto Uzumaki suplicaba que no le tocara pasar al frente, ya que, a pesar de que ahora si trabajó muy duro en su tarea... comparándola con la de Sakura, quizás su ensayo había quedado algo pobre.
-Sasuke Uchiha.
-¡Si! – exclamó el rubio, levantándose.
Cuando su mirada se encontró con la de su tía, quedó tan avergonzado que se sentó en silencio, ocasionándoles risas a sus compañeros. Sasuke, quien se sentaba al otro lado de los pupitres, se puso de pie. Tomó su escrito y respiró con calma mientras se aproximaba parsimoniosamente frente al pizarrón. Una vez que se paró al lado izquierdo del escritorio, respiró y empezó a leer en voz alta.
-"HanaYasha Higurashi es la kunoichi que más admiro y respeto de Konoha".
Con su colmillo sangriento, la increíble espada que recibió de su abuelo, ha vencido a todos los rivales que se le han puesto en frente, trayendo tranquilidad para todos, aunque muchos no quieran verlo.
Es talentosa y hermosa. Su largo cabello plateado, sus orejas de perro, su dulce voz. Sus rosadas mejillas al sonreír... aunque a veces estas se terminen apagando con la tristeza. Me siento orgulloso y feliz de que alguien tan fuerte y valiente como ella forme parte de nuestra aldea.
-"Algún día, quiero caminar a su lado, con el pasar de las cuatro estaciones".
Sakura, Naruto y los otros estudiantes quedaron tan impresionados con sus palabras, que permanecieron en un completo silencio sepulcral.
Hasta la profesora Kurenai les siguió la corriente, sosteniendo como una estatua, la pluma y la tabla con la que calificaba los trabajos.
Sasuke se encogió de hombros y volvió a su asiento. A fin de cuentas, ya había escuchado la opinión que más le importaba, poniendo una pequeña sonrisa.
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-¡ACHÚ!
-Hija, ¿Estás enferma? – preguntó Kagome, tendiendo las sábanas que le sobraban en el jardín de la mansión.
Frente a ella, HanaYasha se limpiaba la nariz con un pañuelo, tirando por accidente otra frazada.
-No... estoy bien. – aseguró, continuando con su labor.
La mujer sonrió con comprensión. Terminó de poner una pinza, en la cuerda que iba del techo del pasillo exterior, hasta una de las ramas del árbol, y se acercó a la joven.
-Tranquila, yo terminaré con esto. – habló con gentileza, poniendo sus manos sobre sus hombros. - Ve a descansar.
Despejando su nariz de nuevo con el pañuelo, la Hanyou asintió, caminando en automático hacia su alcoba. Ni siquiera se dio cuenta de que InuYasha pasó a su lado, saliendo por la puerta corrediza para encontrarse con la sacerdotisa, ocupada en poner a secar bajo el sol de invierno las telas que faltaban.
-¿Crees que estará bien de ahora en adelante? – lo interrogó al notar su presencia, con la vista puesta en la sábana que estaba colgando.
InuYasha se quedó pensando en su pregunta, recordando el aviso que la Hanyou les dio la noche anterior, sobre dejar Raíz.
-Lo estará. – comentó, volteando con una sonrisa hacia el brillante cielo azul.
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-4 meses después-.
El invierno se convirtió en primavera, transformando la nieve en flores brillantes y llenas de color. Como HanaYasha aún no sabía que quería hacer ahora de su vida, se dedicaba a salir a pasear de vez en cuando, tratando de dar con la respuesta.
En una de sus largas caminatas, se topó sorpresivamente con Hiruzen Uzumaki. Sentado en una banca de piedra, viendo la vegetación del parque y con su pipa en sus labios, volteó con curiosidad hacia la Hanyou, sonriéndole. Ella también le sonrió, reverenciándolo. Un segundo después, la invitó a sentarse a su lado izquierdo.
-Escuché que tú y Taichi fueron expulsados de la fundación. – dijo el anciano.
-Cuando recibí la invitación, creí que podría acostumbrarme a la oscuridad, siempre y cuando, consiguiera encontrar al hombre que me quitó mis poderes sobrenaturales. – se sinceró HanaYasha, agachando la cabeza y sonriendo con pesar. - Pero, con cada orden nueva que me llegaba de Danzou-sama, llegué a la conclusión de que era imposible. Y lo peor de todo, es que involucré a mis amigos en este camino deplorable y absurdo.
-¿Tienes algún plan de aquí en adelante?
-Solo la irremediable sensación de que debo hacer algo de provecho, pero no sé qué. – suspiró, dejándose caer en la banca y cruzándose de brazos.
Hiruzen la vio divertido.
-Creo que este sería un buen momento para visitar el hospital. – sugirió.
-¡JA! La gente del clan Haruno me detesta. – se quejó con una mueca.
-Con la leyenda de la demonio Higurashi han cambiado muchas opiniones. – aseguró el Uzumaki. - Los adultos inflan el pecho con orgullo y los niños escriben cosas maravillosas, inspirados en tus logros.
"Logros".
Vigilar.
Asesinar traidores.
Corromper.
Destruir.
Inclinarse al lado equivocado de la balanza.
Permitir una matanza masiva.
Por mucho que pensara, no encontraba ni una sola cosa positiva de haber estado en Raíz.
-En fin, te deseo la mejor de las suertes. – Hiruzen tomó su bastón y se levantó de la banca. - Ojalá podamos vernos en otra ocasión.
Reaccionando, la Hanyou asintió, viéndolo desaparecer en el sendero de tierra que iba hacia la salida oeste del parque.
De repente, escuchó un graznido.
Volteando a su izquierda, vio a un cuervo negro que saltaba. Abriendo los ojos como platos, se puso de pie y corrió hacia el distrito del clan Uchiha.
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El cerezo en la colina estaba en época de florecimiento, ayudándole a distinguir mejor la oscura sombra en la cima.
El emblema del abanico rojo y blanco se mostraba con orgullo en su camiseta negra de cuello alto. Y su largo cabello negro; atado en una cola baja de caballo, se movía con el viento, al igual que los pétalos que se desprendían del árbol.
HanaYasha respiró emocionada. Corrió hacia la cima y, sin pensarlo, sorprendió a Itachi con un abrazo, haciéndolo caer en la hierba. Cerrando sus ojos con fuerza y derramando un par de lágrimas, se aferró a su torso, presionando sus dedos en su ropa.
-Estaba muy preocupada por ti. – confesó, sollozando. – Tardaste demasiado tiempo en volver y...
Al apartarse para ver su cara, se sorprendió por su expresión apagada. Sus ojeras estaban pronunciadas y parecía que tampoco estaba comiendo bien, debido a sus mejillas delgadas.
-Tengo una nueva misión. – comentó seriamente, quitándole un pétalo de su cabello. - Vine aquí solo porque estaba de paso.
HanaYasha lo miró desconcertada.
-Siento tener que marcharme tan pronto. Pero te prometo que volveré a tiempo para el festival.
-¿"Festival"? – repitió, confundida.
-En el bosque de cerezos del distrito Haruno.
El corazón de la Hanyou dio un vuelco acelerado, al recordar la última vez que decidió creerle. Terminando sola, con frio, bajo las tortuosas luces de los fuegos artificiales.
De no haber sido por la amabilidad de Sasuke, quien la reconoció a lo lejos, y el intercambio de objetos improvisado que llevaron a cabo, hubiera terminado mucho más triste y desconsolada.
-¡JA! Por favor... - se quejó enojada, apartándose más y quitando las lágrimas de sus ojos con el dorso de su mano derecha. - Tú nunca cumples tus promesas. ¿Por qué esta ocasión sería diferente?
En respuesta, Itachi sonrió con melancolía, algo que la hizo sentir culpable... hasta que acortó de nuevo la distancia entre ellos y la golpeó en su frente con sus dedos índice y medio de su mano derecha.
-¡AY! – gruñendo, se llevó sus manos a su herida. - ¡Eso dolió!
Ignorándola, el Uchiha se levantó y le dio la espalda.
-Te veré en dos días. – comentó, desapareciendo con un salto.
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Los dos días transcurrieron.
En ese lapso de tiempo, HanaYasha había escuchado la sugerencia de Hiruzen, encaminándose al hospital, en el distrito del clan Haruno. En el muro de concreto que lo rodeaba, se encontraba pegado un cartel, anunciando que se llevarían a cabo talleres de ninjutsu médico.
Abrió los ojos como platos. No pudo curar el tobillo derecho de Sasuke cuando se cayó. Tampoco pudo hacer nada por su hermano cuando salvó a su amiga en una de las montañas del distrito Hyuga. Mucho menos por Kimimaro; el niño que murió en sus brazos, al encontrarlo atrapado en los escombros de su hogar.
Decidida, entró a la recepción y le pidió a la mujer detrás del mostrador que le permitiera reunirse con Shizune Haruno. Por fortuna, la aludida salió de un pasillo cercano, sonriéndole al verla y agradeciéndole de nuevo por ayudar a su sobrina cuando cayó al rio.
HanaYasha se sintió apenada con su amabilidad y, aprovechando que tenía la palabra, le preguntó acerca de los talleres. Al instante, le pasó un formulario de inscripción y le pidió que volviera la próxima semana. Terminando de escribir sus datos, la Hanyou les agradeció a las mujeres y salió con una gran sonrisa del edificio.
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Tal y como ocurrió la vez anterior, Guren subió a la alcoba de HanaYasha con una caja en sus manos. Recibiéndola, le dio las gracias y esperó a que se marchara para cerrar las puertas corredizas.
Una vez que se acercó a la cama, abrió la caja, quitándole la tapa de madera con ambas manos. En el interior, había un kimono de color rojo brillante, con patrones de flores blancas, azules y verdes. El obi también los tenía, asombrándola al tomarlo en sus manos y levantarlo a la altura de su rostro.
Ese chico no tenía remedio.
Suspiró. Se cambió de ropa y se ató el cabello. Esta vez, usando una liga para hacerse una cola de caballo alta. Cuando terminó, bajó las escaleras y buscó sus getas en el vestíbulo, saliendo en silencio.
Corrió para bajar las escaleras de madera en la colina. Cruzó las calles, llamando la atención de algunos miembros del clan Higurashi y se internó en el bosque. Como tuvo que pasar por el centro de Konoha, para llegar con mayor facilidad al distrito Haruno, no pudo evitar llamar la atención de los transeúntes.
La mayoría, la reconocieron por ser la demonio Higurashi, forzándose a sonreír cada vez que alguien la llamaba. Avergonzada, se apresuró en desaparecer de la vista de la gente, internándose de nuevo en el bosque, hasta dar con el sendero que la conduciría a la entrada del distrito. Una gran puerta de concreto, con bordes superiores en forma de arco.
Respirando hondo, se dio valor para empujarla levemente y entrar. El sitio estaba en calma, con varios negocios funcionando con normalidad. Respirando de nuevo, caminó con prisa entre la gente, evitándola lo más posible y se internó en un callejón, saltando por las paredes hacia el techo de un edificio.
Desde ahí, pudo distinguir las brillantes luces que venían del bosque de cerezos. Sonrió. Y corriendo hacia el borde, saltó de techo en techo hasta llegar. Sus ojos quedaron maravillados con la belleza de los árboles, las lámparas de papel azul que colgaban de sus ramas... y la elegante silueta de Itachi parado en medio del camino.
HanaYasha no pudo evitar ruborizarse. Usaba un kimono de tres piezas. Una camisa de mangas largas y holgadas. Un hakama y un haori. La camisa era de color blanco. Y el hakama y el haori; con el emblema del clan Uchiha tejido en la espalda, eran de color negro.
¡Se veía increíble! Pero, lo más impresionante, ¡Era que había cumplido con su promesa! ¡Ahora si disfrutarían juntos un festival! Conmovida, sonrió y se le acercó, tocando su hombro derecho un par de veces con sus dedos.
-¿Llevas esperando mucho?
-Acabo de llegar. – respondió, extendiéndole su mano derecha. - ¿Vamos?
Ella asintió, tomándola y caminando a su lado izquierdo. Unos metros más adelante, se hallaban los puestos de comida, artesanías, ropas, plantas medicinales y juegos.
Cuando se aproximaron a uno donde vendían fideos; siendo una de las comidas favoritas de la Hanyou, varias personas los felicitaron por su compromiso.
Sonriendo, dieron las gracias con una reverencia, uno segundos en los que HanaYasha volvió a tener inquietudes sobre su relación con Itachi.
¿Cómo la veía realmente? ¿Cómo amiga o como una posible novia?
Ya con sus platos de fideos listos, empezaron a comer bajo la luz de las lámparas de farol y las estrellas. Al terminar, siguieron con unos dangos.
El recuerdo del último festival al que la joven asistió, la atormentó cuando vio las bolitas de colores clavadas en un palito.
-¿HanaYasha? – el muchacho la devolvió a la realidad, haciéndola voltear hacia él. - ¿Estás bien?
Por la distancia que habían tenido antes en la entrada del bosque, no había notado sus ojeras marcadas. Estaban más oscuras que las de hace dos días. Quería preguntarle a qué se debía, pero ese no era el momento adecuado. Ahora estaban paseando, disfrutando del anhelado festival al que siempre habían querido ir juntos.
Negando con la cabeza, tomó los dos palillos que le quedaban; cada uno con tres bolitas de colores y se los comió de una sola sentada. Mientras masticaba y tragaba de a poco, saboreando el caramelo, Itachi le sonrió.
Tomó su plato vacío y, al igual que el suyo, lo tiró a un bote de basura cercano. HanaYasha vio con inquietud como su silueta caminaba de ida y de regreso, perdiéndose por unos momentos en sus pensamientos.
De pronto, el muchacho la tomó en sus brazos y la llevó a otro sitio, saltando por las ramas de los árboles. Reaccionando asustada, por lo repentino que fue, HanaYasha se agarró con fuerza de su espalda, haciéndolo reír.
Un par de minutos después, cuando llegaron a la azotea de un edificio, dentro del distrito Haruno, la joven se apartó de a poco, quedando a tan solo unos centímetros de su rostro. Ambos se miraron fijamente, recordando su primer encuentro en el bosque.
Al vencer al gusano Youkai de varios ojos, ella lo observó con curiosidad, llevándolo en brazos a su distrito por la herida en su pierna. HanaYasha llevó su mano derecha a su rostro, acariciando su mejilla izquierda con dulzura.
Gracias a eso, Itachi cerró un momento los ojos, antes de bajarla de pie al piso y apartarse hacia la cerca metálica que rodeaba el borde del edificio. La mano de la Hanyou se enfrió rápidamente, habiéndola dejado a la altura de su rostro. Moviendo un poco los dedos, con cierta tristeza, la bajó.
-¿Por qué me trajiste aquí? – preguntó, agachando apenada la mirada.
-Sé que te gustan las sorpresas. – dijo Itachi, sentándose en el suelo.
Confundida, se aproximó a él y se sentó a su lado izquierdo.
-Mira, ya va a comenzar.
Levantando la vista, dio un respingo al ver y escuchar los fuegos artificiales en el cielo. Una y otra vez, tronaban y se dispersaban en el manto oscuro, encantando a las personas que aun paseaban por las calles del distrito Haruno.
Después de otros dos, HanaYasha ya no pudo mirarlos, volteando hacia Itachi. Su perfil ya no era el mismo que el de hace 4 años. Era más maduro. Pero, también... más oscuro. Destrozado.
Apretó los puños. Había esperanza, pero limitada. Había libertad, pero el precio era alto. Había seguridad, pero solo para decir que estaba bien.
Mentía.
Tenía una máscara en su rostro, como ella la tuvo de niña. Quería preguntarle qué era lo que le sucedía realmente. ¿Por qué se veía tan mal?
En eso, él volteó hacia ella, sonriéndole. Su corazón latió asustado y la preocupación la invadió de pies a cabeza. Necesitaba romper su máscara.
-Itachi... – lo llamó, tragando saliva e intentando permanecer serena, aunque sus inquietudes por su salud empezaran a fraccionar su corazón.
-Sí, dime. – ya iba a decir su primera palabra, cuando, de pronto, otro fuego artificial hizo su aparición en el cielo.
Y con su sonrisa siendo iluminada por las luces, su corazón se rompió.
No quería arruinar un instante tan importante para él, aun si ya se había dado cuenta de lo mucho que agonizaba.
Arrugando los labios y bajando la mirada, solo pudo decir...
-Olvídalo, no es nada...
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El camino hacia el distrito Higurashi era parsimonioso y oscuro. Las copas de los árboles se movían de vez en cuando y los búhos abundaban en ciertos pedazos del bosque.
De pronto, una ráfaga de viento los rodeó, obligando a la joven a abrazarse a sí misma. Itachi, viéndola un segundo, se retiró su haori negro y se lo colocó sobre los hombros.
Esto sorprendió a HanaYasha, antes de voltear hacia el muchacho. De nuevo le sonreía. De nuevo quería engañarla con su máscara.
-Vamos, se hace tarde. – comentó con gentileza, dándole la espalda.
Las lágrimas hicieron cristalinos sus ojos dorados. Y antes de que pudiera seguir avanzando, corrió y chocó con su espalda, levantando sus brazos para tomar sus ropas con sus dedos. Su movimiento fue tan inesperado para Itachi que solo pudo quedarse quieto y permitir que el viento moviera sus cabellos.
-Ya lo sé. – susurró, ocultando su mirada en su espalda.
-¿Qué sabes? – inquirió.
-Lo mucho que sufres... - aumentó la presión en sus dedos. - ...por favor. Deja Raíz. Vuelve con nosotros a la luz.
Itachi la miró por encima de su hombro derecho. Se volteó y la abrazó. Escuchar los latidos de su corazón y sentir la fuerza de sus brazos, rodeándola, refugiándola, provocó que soltara unos sollozos y las lágrimas salieran finalmente de sus ojos dorados.
Les dije a mis amigos que la razón por la que no había dicho nada sobre la pérdida de mis poderes sobrenaturales fue porque no quería que me vieran como alguien "Frágil", "débil", "asustadiza", llena de rencor... con un fuerte deseo de venganza creciendo en mi interior.
Mentí.
No quería que me dejaran sola.
Que me hicieran a un lado porque creyeran que era diferente.
Que mis capacidades jamás volverían a ser las mismas.
Sin darme cuenta, había construido sobre mi rostro una máscara que ya no podía quitarme.
Al igual que Itachi lo hizo con el suyo.
Su sonrisa, que parecía despreocupada y gentil, era una clara señal de sufrimiento.
Una clara señal... de que yo no era la indicada para ayudarlo.
Fin del capítulo.
