Capítulo 2: Cartas sin enviar

El sol de la mañana bañaba el Pony's Home con una luz dorada, y el aire fresco estaba lleno de promesas de nuevos comienzos. Candy, después de una noche de sueños inquietos, se encontraba en su habitación, desempacando cajas que había traído desde Chicago. Entre sus pertenencias, encontró una caja de madera decorada con flores pintadas a mano. La abrió con cuidado y descubrió un montón de cartas, cada una cuidadosamente escrita, pero nunca enviada.

Eran cartas para Terry, escritas en momentos de soledad y reflexión, cuando las palabras parecían ser su único consuelo. Candy tomó una de las cartas y comenzó a leerla, sumergiéndose en los recuerdos de su amor por Terry.


Querido Terry,

Hoy he tenido uno de esos días en los que todo parece recordarme a ti. Estaba caminando por el parque y vi a una pareja joven riendo y disfrutando de su tiempo juntos. Me hizo pensar en nosotros y en todo lo que compartimos. A veces me pregunto cómo estarás, si todavía piensas en mí tanto como yo en ti.

Cada vez que cierro los ojos, puedo ver tu sonrisa y escuchar tu risa. Recuerdo nuestras conversaciones, nuestras discusiones y esos momentos en los que simplemente nos mirábamos sin necesidad de palabras. Pero también recuerdo el dolor de nuestra separación y el sacrificio que ambos hicimos.

Espero que estés bien y que hayas encontrado la felicidad que tanto mereces. Siempre serás una parte importante de mi vida, y aunque no estemos juntos, el amor que siento por ti nunca desaparecerá.

Con todo mi amor,

Candy


Candy dejó escapar un suspiro profundo, sintiendo cómo las emociones volvían a ella con fuerza. Cada carta era un reflejo de sus sentimientos más profundos, un testimonio de un amor que nunca había podido olvidar por completo. En esos momentos de escritura, había encontrado una manera de mantener a Terry cerca, aunque fuera solo en sus pensamientos.

Mientras seguía leyendo las cartas, Candy se dio cuenta de que había una constante en todas ellas: la esperanza de que Terry estuviera feliz. A pesar de la distancia y el tiempo, su amor por él había sido siempre desinteresado y puro.

De repente, una suave llamada a la puerta la sacó de sus pensamientos. Era la señora Pony, con una sonrisa cálida y una bandeja de té.

—Candy, querida, pensé que te vendría bien un descanso —dijo la señora Pony, entrando en la habitación—. ¿Estás bien?

Candy sonrió y asintió, secando una lágrima furtiva de su mejilla.

—Sí, señora Pony, solo estaba recordando algunos momentos del pasado —respondió Candy—. Encontré estas cartas que nunca envié y me hicieron pensar en lo mucho que ha cambiado mi vida.

La señora Pony se sentó junto a Candy y le tocó el hombro con ternura.

—Es natural recordar, Candy. Todos tenemos cartas sin enviar en nuestras vidas, recuerdos y sentimientos que llevamos con nosotros —dijo suavemente—. Pero también es importante mirar hacia adelante y ver las nuevas oportunidades que tenemos frente a nosotros.

Candy asintió, reconociendo la sabiduría en las palabras de la señora Pony. Miró las cartas una vez más antes de guardarlas nuevamente en la caja.

—Tienes razón, señora Pony. He vuelto aquí por una razón y estoy decidida a hacer una diferencia —dijo Candy con determinación—. Pero creo que también necesito encontrar una forma de cerrar este capítulo de mi vida.

La señora Pony sonrió y le ofreció una taza de té.

—Y lo harás, Candy. El amor verdadero nunca se olvida, pero también nos permite crecer y encontrar nuevas formas de ser felices —dijo—. Ahora, toma tu té y ven a disfrutar del día con los niños. Hay mucho trabajo por hacer y muchos corazones que necesitan de tu amor y cuidado.

Candy tomó la taza de té y asintió, sintiendo una renovada fuerza en su corazón. Sabía que el camino hacia el cierre no sería fácil, pero estaba decidida a enfrentarlo con la misma valentía que siempre había demostrado.

El día pasó rápidamente mientras Candy se sumergía en sus tareas en el orfanato, ayudando a los niños y trabajando en la clínica. Pero esa noche, cuando el orfanato estaba en silencio y solo se escuchaba el suave susurro del viento, Candy se sentó a escribir una última carta.

Querido Terry,

Hoy he decidido que es hora de cerrar este capítulo de mi vida. Encontré todas las cartas que te escribí pero nunca envié, y al leerlas, me di cuenta de que siempre has estado en mi corazón, incluso cuando no estábamos juntos.

Quiero que sepas que siempre te desearé lo mejor y que espero que hayas encontrado la felicidad que tanto mereces. Yo también estoy en un nuevo capítulo de mi vida, de regreso en el Pony's Home, trabajando en algo que me apasiona y rodeada de personas que me quieren.

Quizás nuestras vidas seguirán caminos diferentes, pero llevaré siempre conmigo los recuerdos de nuestro amor. Gracias por haber sido una parte tan importante de mi vida.

Con todo mi cariño,

Candy


Candy guardó la carta en la caja junto con las otras. Sentía que había dado un paso importante hacia adelante, un paso necesario para poder concentrarse plenamente en su presente y futuro.

Al día siguiente, Candy se levantó con una renovada sensación de propósito. Se dirigió a la clínica, donde la construcción avanzaba rápidamente gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad y la financiación de la familia Ardley. Los niños correteaban alrededor, emocionados por ver cómo su nuevo centro de salud tomaba forma.

Mientras supervisaba los trabajos, Candy recibió una visita inesperada. Annie llegó al orfanato con una amplia sonrisa y los brazos abiertos. Las dos amigas se abrazaron fuertemente, contentas de reencontrarse después de tanto tiempo.

—¡Annie! No puedo creer que estés aquí —dijo Candy, emocionada—. ¡Te he extrañado tanto!

—Yo también, Candy —respondió Annie—. Cuando supe que habías regresado al Pony's Home, supe que tenía que venir a verte. Cuéntame todo sobre la clínica y cómo te ha ido.

Las dos amigas pasaron el día poniéndose al día y compartiendo sus sueños y planes para el futuro. Annie quedó impresionada por la visión de Candy para la clínica y prometió ayudar en todo lo que pudiera.

A medida que avanzaban los días, Candy comenzó a notar algo curioso: había una serie de cartas que llegaban al orfanato para ella, todas sin remitente. Intrigada, comenzó a leerlas y descubrió que eran de Terry. Cada carta revelaba sus pensamientos, sus sentimientos y sus experiencias desde que se habían separado.


Querida Candy,

No sé si alguna vez leerás esto, pero necesito escribirte. Hay tantas cosas que quiero decirte, tanto que no pude expresar cuando estábamos juntos. He pensado en ti todos los días desde que nos separamos. A veces me pregunto cómo estás y si has encontrado la felicidad que mereces.

Mi vida ha sido una serie de altibajos, pero siempre llevo conmigo el recuerdo de nuestro amor. Me ha dado fuerzas en los momentos más difíciles y me ha recordado que hay personas en este mundo que pueden amar de verdad.

Espero que algún día podamos vernos de nuevo y hablar de todo lo que ha pasado. Hasta entonces, seguiré escribiéndote, esperando que estas palabras te encuentren algún día.

Con todo mi amor,

Terry


Candy sintió una mezcla de emociones al leer las cartas de Terry. Cada una de ellas era un recordatorio de su profundo amor y de los momentos que habían compartido. Pero también le recordaron que ambos habían seguido adelante con sus vidas, cada uno encontrando su propio camino.

Decidida a cerrar este capítulo de una vez por todas, Candy tomó una decisión. Reunió todas las cartas que había escrito y las que había recibido, y decidió llevarlas al lugar donde todo había comenzado: la colina de Pony, su lugar especial de reflexión.

Allí, bajo el cielo azul y rodeada de la naturaleza que siempre había amado, Candy encendió una pequeña fogata. Una a una, arrojó las cartas al fuego, observando cómo se convertían en cenizas y se elevaban hacia el cielo.

—Adiós, Terry —susurró, sintiendo una liberación en su corazón—. Gracias por todo lo que me diste, pero es hora de seguir adelante.

Con el corazón ligero y una sonrisa en el rostro, Candy regresó al Pony's Home, lista para enfrentar su nuevo comienzo con toda su fuerza y determinación. Sabía que su futuro estaba lleno de posibilidades y que, con el amor y el apoyo de sus amigos y la comunidad, podría lograr cualquier cosa que se propusiera.

Y así, Candy cerró un capítulo importante de su vida, abriendo las puertas a un futuro lleno de esperanza, amor y nuevos comienzos.