En las calles de Londres se podía oír y ver el bullicio de gente, vehículos, de todo. Mientras la gente pasaba por esas calles, había una figura alta y delgada y las manos de esa figura estaban temblando y se sentian nerviosas mientras sostenian y protegian una bolsa color barrón guardando algo que ni siquiera sabe pero debe entregar en algún lugar indicado.
La figura daba vida a un chico de unos diecinueve años, delgado, de cabello castaño y alto, llamado Thomas, quien caminaba rápidamente por las calles ya que debía llegar de prisa a una estación de metro en apenas treinta minutos.
En varias ocasiones Thomas miró su reloj de muñeca, observando que si no llegaba a tiempo lo matarían como a un perro callejero, por lo que antes de continuar su apresurada caminata comenzó a correr y llegar al metro que no estaba tan lejos de donde se encontraba.
–( ¿Por qué me pasa esto a mí?)–
Thomas pensaba constantemente mientras una ligera capa de sudor aparecía en su frente mientras bajaba las escaleras que conectaban con el metro, evitando a las personas que lo rodeaban y estas mismas personas lo miraban con ciertas confundes en sus rostros.
Al llegar al lugar acordado, Thomas buscó algo extraño y fuera de lugar y vio a un hombre uniformado esperándolo apoyado en una pared sosteniendo un sobre en su mirada, Thomas trajo saliva nerviosamente yendo hasta alli.
El joven cruzó en medio de la gente para pasar y mirar ansiosamente aquel sobre que estaba al alcance de sus manos, sintiendo pronto los minutos del reloj girar y que ya no importaban tanto como antes.
El uniformado al verlo frente a él extendió el sobre hacia el joven quien lo tomó vacilante pero con firmeza y se acercó a Thomas para susurrarle cerca del oído–Llegas a tiempo, no tardes tanto en tu siguiente destino–y luego irse, dejando al joven temeroso y asustado de su próxima ubicación.
Los ojos del chico se detuvieron en el sobre en sus manos, sintiendo la forma en que el tiempo pasaba rápidamente y las personas a su alrededor eran solo un fondo ordinario mientras abría ese sobre y revelaba lo que contenía dentro, observando una impresionante cantidad de dinero y una pequeña pero significativa nota.
Thomas notó que la nota decía: "Corre como si tu vida dependiera de ello, porque así es".
Pero ¿como llegamos a esto?
[Unas horas antes de lo ocurrido]
Dos jóvenes se encontraban en la entrada de un hotel que contenia apariencias chinas en el. Ambos discutían por un asunto que pronto sería responsable de la vida de uno de ellos.
–Por favor, Thomas, te lo pido, solo entra y pregunta por el hombre–pide el chico frente a Thomas, quien tenía una expresión preocupada que Thomas no pudo notar debido a su confusión.
–No sé por qué no lo haces si es asunto tuyo, no mío–lo confronta no muy de acuerdo con la idea de su amigo.
–Por favor ve, te recompensaré más tarde, lo prometo.
–Está bien–dijo rindiendose, agarrando la carta negra mientras entraba al lugar, buscando la recepción no tan lejos de la entrada.
El recepcionista era un asiático, que sonrió amablemente al verlo.–Si, ¿Que puedo hacer por usted?.
Thomas le mostró la carta y el recepcionista perdió toda sonrisa en su rostro.–Necesito darle esto a alguien–responde, dejando la carta sobre la mesa, sorprendiendo al recepcionista.
El asiático asintió entendiendo, de repente tomó el teléfono que tenía a su lado e hizo una llamada diciendo algo que Thomas no pudo entender pero rápidamente colgó la llamada y el joven quedó intrigado por lo sucedido.
Fueron solo un par de segundos cuando afuera se escuchó un disparo y hubo gritos de la gente del exterior. Thomas se giró con los ojos bien abiertos mirando a su amigo en el suelo y como su sangre salpicaba un poco las ventanas del hotel.
Se volvió para mirar al recepcionista pero ya no estaba allí. En cambio, el ascensor hizo el ruido de haberse detenido y salieron unos uniformados y Thomas no sabía qué hacer, quedó completamente paralizado mientras esos sujetos lo tomaban de ambos brazos y lo dirigían hacia otro lado.
Lo llevaron a otra habitación más grande, enorme y bien iluminada y a una mesa larga y negra igual que los asientos. En la parte de atrás había un hombre de traje azul cenando con una calma inexplicable, pero cuando se giró para mirar a los individuos que llegaban se detuvo.
El hombre del traje azul sonrió maliciosamente y Thomas murmuró rápidamente para que no lo mataran. Él no tuvo nada que ver con esa situación. Estaba desesperado y nervioso. A Thomas se le permitió sentarse a un lado del hombre del traje azul.
El hombre extendió una mano pidiendo la carta y Thomas, tembloroso, se la entregó. El del traje, teniendo la carta en sus manos, soltó una risa baja pero se escuchó por todo el lugar como un eco.
–¿Comment avez-vous reçu cette lettre?–preguntó el hombre seriamente, mirándolo con sus ojos penetrantes. Thomas ladeó la cabeza sin entender lo que decía.
–¿Qué? Disculpe pero ¿qué me dijo?
El hombre suspiró e hizo un gesto pidiendo algo. Dos de los hombres uniformados obedecieron, trayendo un teléfono y Thomas no entendía lo que iba a pasar, estaba muy nervioso y asustado que no podia pensar en nada coherente.
–Hola señor, soy el traductor del señor Lambert, estoy aquí para ser intérprete–explicó la voz masculina al otro lado de la línea.
El señor Lambert volvió a hacer la pregunta y el intérprete se la tradujo a Thomas.
–¿Como consiguió la carta?
–Nick me lo dio, dijo que debería dárselo a alguien, por favor diles que no me maten, por favor–explicó Thomas mientras soltaba sollozos que no podía detener.
–Tranquilo, espere–El intérprete se lo tradujo al Señor Lambert, éste frunció el ceño y luego le dijo algo al intérprete.
–El señor Lambert quiere que le haga un trabajo, quiere que cuide y proteja lo que guarda la carta en la próxima bolso que le den. Tiene que seguir algunas intrusiones–explicó el intérprete y Thomas no pudo evitarlo. Bajando la cabeza para detener sus sollozos, sintió que alguien golpeaba su hombro con algo, él levantó la vista y vio una bolso marrón la cual tomó lentamente.
Thomas miró a Lambert que lo observaba con aburrimiento y el joven inmediatamente se secó la lágrima rebelde que caía sobre su mejilla preguntándole–¿Me dejarás vivir si hago este trabajo?
El intérprete hizo la pregunta y Lambert asintió, Thomas se levantó de su asiento dispuesto a irse pero de repente Lambert lo detuvo dándole una pequeña nota con las intrusiones y dijo algo en voz baja.
–Él le desea suerte–y con eso Thomas se va, repitiendo esas palabras en su cabeza, saliendo del lugar para no volver nunca más.
