Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin pertenecen a Hajime Isayama, yo solamente los uso con fines de entretenimiento.
N/A: Tengo algunas historias más de Jean y Mikasa, pero oficialmente este es la primera que termino! Espero que les guste, yo disfruté mucho de escribirla c:
Cuando las manecillas del reloj dan las nueve de la noche, Mikasa acepta que Jean no vendrá esta noche a cenar con ella, lo espero durante dos horas y no se presentó por lo que decide dejar la cena que se ha enfriado y marcharse a su cama.
¿Por qué espero tanto a Jean esa noche? No es como si viviera con ella y tampoco estaba obligado a visitarla todos los días, solamente que empezó a acostumbrarse a verlo durante cuatro días a la semana en los últimos tres meses, apenas era martes y no había rastro de él.
No puede negarlo, se siente decepcionada de no poder tener una de sus pláticas habituales, preparar la cena juntos o quizás dar una caminata nocturna por el bosque, que se hiciera tan tarde que no tenía más remedio que quedarse en su cabaña y marcharse hasta el día siguiente.
Suspira derrotada cuando sube las escaleras a su habitación, sin ponerse su ropa de dormir, intenta conciliar el sueño, pero su mente decide jugar con ella y las preguntas la invaden, se cuestiona si dijo o hizo algo que Jean se molestara y decidiera tomar su distancia con ella. Sacude la cabeza ante el mero pensamiento, es solo una noche, seguramente vendrá al día siguiente.
La noche llega más rápido de lo esperado y cuando dan las siete de la noche, Mikasa deja de leer el libro que tiene en sus manos para dirigir su mirada a la puerta. Espera los tres golpes que suele dar para avisarle que es él, pero no hay nada.
¿Debería de ir a las oficinas de los embajadores y conversar con él? Ahora se lamentaba de no haber aceptado la oferta de instalar un teléfono en su cabaña, estarían a una llamada de distancia y él podría contarle los motivos por los cuales no iba a ir a verla.
¿Habría decido seguir alguno de los tontos consejos de Connie? Cierra el libro con fuerza, Connie le había comentado sobre tener más salidas para si mismo, ir a beber alcohol en algún establecimiento de la isla, conocer a más personas que no fueran ellos, su puesto como embajador ya lo hacía, cada cierto tiempo tiene que acudir a cenar elegantes en las que bebe vino y conoce personas, frunce el ceño. Reconoce para si misma que no le molesta que conozca a más personas, le molesta que él pueda conocer a alguna mujer que decida alejarlo de ella…
La luz de la luna brilla en el cielo oscuro cuando decir salir a tomar aire fresco para alejar sus pensamientos. El viento es silencioso y las ramas de los árboles se mueven al unísono, no tiene muchos vecinos a su alrededor por lo que disfruta de su privacidad. El aire mueve ligeramente su cabello suelto y causa un ligero estremecimiento en sus hombros.
Desde la noche anterior ha estado pensando en Jean, en su convivencia en los últimos meses cuando le contó de su decisión de instalarse en Paradise, teniendo viajes ocasionales a Marley y reunirse con los demás, desde entonces se habían vuelto más unidos y si era honesta consigo misma, disfrutaba de estar con él.
Aunque al principio se negaba, la convenció de salir a comer en algún restaurante de la ciudad, había ligeros roces y toques que se daban cuando caminaban de lado a lado, sus manos casi chocando como si le gritara su subconsciente de que la tomara, y sí, había algunos sentimientos dentro de ella cada que miraba a Jean. Se sentía ansiosa de convivir el día a día, disfrutando de su compañía y extrañando los días en los que él se iba de visita a Trost con su madre.
¿Estaba enamorándose de él? Aún no lo descubría, pero si que quería seguir a su lado.
No era tan tarde, pero sus parpados comenzaron a sentirse pesados y su cuerpo le exigía dormir, recargó su cabeza sobre la barandilla de la entrada y se quedó mirando el camino oscuro del bosque.
Siente la necesidad de estirar su cuerpo, pero no lo hace. Frunce el ceño, le lleva un par de segundos recordar que no fue a su cama a acostarse, sino que se había quedado fuera de la cabaña para tomar algo de aire, pero ahora hay un brazo que rodea sus hombros y lo que sus ojos ven es el color de un uniforme familiar.
Se aleja un poco y levanta la vista, solo para ver a Jean quien también tiene los ojos cerrados, pero hay una tonta sonrisa en su rostro, que le hace saber que no está dormido. Aún se mantiene cerca de él, es tan cálido.
Hubo dos ocasiones en las que durmieron en la misma cama. Las recordaba muy bien, porque, aunque se despertó asustada en aquel entonces, se dio cuenta más tarde que fueron las noches en que sus pesadillas la dejaron descansar. Quizás exageraba, quizás no, pero disfrutó mucho de la sensación de tenerlo cerca de ella, de sus cuerpos más cerca de lo que nunca habían estado. ¿Hace cuanto que no se daban un abrazo como era debido? ¿Deberían de celebrar algo para volver a estar de él?
El alcohol no era tan necesario, pero tenía demasiada vergüenza para preguntarle si podían dormir juntos, ya que no eran nada más que amigos.
—No tienes que fingir estar dormido —Mikasa rompe el silencio y a regañadientes se aleja un poco de él.
—Lo siento —responde él abriendo los ojos y enderezándose, manteniendo la sonrisa aún en su rostro—. Pensé que, si fingía, podía ser perdonado de tu furia por tocarte, lo lamento. No fue mi intención hacerlo sin tu consentimiento, pero creí que te torcerías el cuello, ya que tu cabeza se balanceaba de un lado a otro.
Mikasa se sonrojo ante la descripción de como la encontró.
—¿Hace mucho que llegaste? —pregunta.
—Diría que una media hora —le responde—. No conté el tiempo, si te soy honesto. De todos modos, ¿Qué hacías dormida aquí afuera? ¿Te encuentras bien? ¿Fueron las pesadillas? ¿Hay algo en estos momentos que te aflija?
"Sí, que no vinieras a verme" —responde para sí misma.
—Solo deseaba observar la luna —miente ligeramente—. Y me preguntaba si hoy vendrías —Evita decirle si hoy vendrías a verme.
Mikasa cierra los ojos ante lo que ha salido de su boca, decide mirar hacia otro lado para no tener que verlo directamente a los ojos.
—Lo lamento —se disculpa de nuevo, llevándose una mano hacia su cabello y rascándolo—. Tuve muchos pendientes el día de ayer y terminé más tarde lo que tenía programado. Quise venir, pero dada la hora supuse que ya debías de estar dormida.
—Debiste de llamar y contarme —le responde.
Jean suelta una ligera carcajada y ella también.
—Mikasa, dada la situación deberías de aceptar que te instalemos un teléfono —ella asiente. No se va a negar más, puede con un gasto adicional para llamarle de vez en cuando—, así estaremos en comunicación y avisarte cuando no pueda venir a verte.
—Es una maravilla idea, Jean —responde.
Él asiente y ambos se miran fijamente. El silencio entre ellos no dura mucho.
—Entonces… ¿me esperaste el día de ayer?
Hay un pequeño sonrojo en las mejillas de Jean.
—Y hoy por la noche —responde ella, desviando la mirada de él.
Él sonríe.
—¿Me esperarás mañana? —pregunta.
—Los viernes no vienes —responde amargamente.
—Podría venir —susurra.
El corazón de Mikasa late con fuerza.
—Eso me gustaría —le contesta, volviendo a recargar su cabeza sobre su hombro y él vuelve a abrazarla, acercándola más a él—. Me gustaría mucho.
