9. Resorte Celestial

Tema: Ignorar

La ignorancia es felicidad.

Trabajo era todo para Oshiro. No solo la razón por la que había muerto, sino también la razón por la que no se dio cuenta que murió.

De forma no irónica, él estaba muy ocupado para darse cuenta. Tenía que tener todo listo para cuando llegasen. ¿Pero para que tener el hotel tan impecable si no tenía inquilinos que atender?

"¿Tal vez si terminaras tu trabajo por una vez este lugar no estaría tan vacío!" Su mente le dijo.

"¡Oh, sí! ¡Eso debe ser! ¡Mira este lugar! ¡Tanto que hacer y yo parado como un tonto!"

Podría ser abrumador para algunos. Oshiro no era la excepción. Él podría estar tan ocupado que alguien podría colgarle una medalla de adicto al trabajo en su pecho y no lo notaría.

Ignorancia a la ignorancia.

Cuando el Resorte Celestial aún estaba lleno de gente, no mucho había cambiado en la rutina de Oshiro. Ser el primero en despertar y el ultimo en irse a la cama; Por no mencionar las veces en las que no lo hacía.

Pero las veces en las que si lo hacía y se iba a su cuarto no era una caminata por el parque, a pesar de lo colorido podría aparentar a primera vista. Su cuarto podría ser muchas cosas pero por encima de todo, era una máscara. En estas paredes su historia estaba. Docenas de fotos colgando en los muros, ecos de memorias de una vida que lo acompañaban. Estanterías llenas de objetos de la tienda de regalos que el hotel tenía. Un cuarto lleno de historia, pero no la de Oshiro. La historia del hotel que Oshiro confundía con la suya propia.

Ignorancia a la ignorancia.

Su mente pensando tan constantemente sobre el hotel ocasionalmente lo llevaba a recordar a los muchos compañeros de trabajo y amigos que tuvo a través de los años. Como, aunque apreciaba a muchos de ellos siempre puso su trabajo primero.

Entre todas las fotos, ninguna era de él, ninguna excepto una. Una de él y Charlotte. Oh querida Charlotte…su fuente de fuerza y calor en días fríos y duros. Si tan solo hubiera puesto su trabajo de lado y hubiera tenido el valor para invitarle a una cita aquella última noche en la que se tomaron esa foto…

Mientras que ella y demás staff se deleitaban con estrellas y vistas de la montaña en una noche sin igual con la compañía de amigos de hace años, casi siendo una familia, Oshiro estaba ocupado arreglando que la calefacción funcionara una última noche. Le costaría horas en arreglarlo.

Ya que tenía la intención de quedarse una última noche, él pensó que no le haría demasiado daño dormir sin calefacción. Tenía todas las cobijas que podía pedir y una almohada para abrazar.

El cansancio común que lo acompañaba desde la cama por sobre exigirse no lo ayudo a caer dormido en lo absoluto. Ninguna cantidad de cobijas y almohadas abrazables no lo ayudaba a mitigar ese frio congelante de huesos.

Al día siguiente, la primera cosa que vino a su mente fue su rutina que seguía como un ritual. Desde despertarse hasta bañarse. Desde vestirse hasta el desayuno.

Su rutina de cada día le evitó darse cuenta como su cuerpo era más más ligero como una pluma. Como ya no temblaba por el frio impregnado en los cuartos y ya no se calentaba por el fuego de las chimeneas.

La memoria de congelarse y temblar mientras intentaba dormir esa noche acechaba su mente de vez en cuando. El primer día que despertó como un fantasma, el día siguiente, el día siguiente a ese y en los años que se apilaron junto a una soledad impuesta en Oshiro. Una soledad en la que no gastaba reparo como muchos de los errores en su vida que ya sea, hacía de menos o se distraía de ellos.

Ignorancia a la ignorancia.

Uno pensaría que Oshiro al tener todo el hotel para si solo su carga de trabajo sería igual de grande como lo sería manejable. Después de todo, tenía todo para sí mismo. Pero la verdad era que más pronto que tarde Oshiro hizo su propio trabajo de un pequeño infierno

Cada tarea que empezaba la dejaba sin terminar por qué otra "más urgente" requería su atención.

Tenía que checar las tuberías para tener agua para lavar las sábanas y tenía que limpiar el polvo de los cuartos y repisas y las telarañas en las esquinas y tenía que asegurarse que los baños estuvieran surtidos, pero tenía que organizar la bodega en el sótano para agarrar las herramientas y todo lo que necesitaba, pero tenía que meter incontables cajas y bolsas en la bodega, pero no tenía espacio porque no se había encargado de los pasillos y cuartos y de repente tenía que espantar aves que invadían su hotel. ¡Y antes de que lo supiera–!

¡DING!

Un cliente había llegado.

Tenía que dejar todo para atenderlo y escogió hacer de la vista gorda a todos los quehaceres por este cliente parlanchín.

"¡Bienvenido! ¿Cómo puedo ayudarte?"

Ignorancia a la ignorancia.